Primera parte
De entre los hijos de Guadalcanal que fueron a las Indias Occidentales ávidos de fama o de esplendor, merece capítulo aparte la figura del conquistador don Pedro de Ortega Valencia, que, reinando Felipe II, descubrió, pacificó y anexionó a la Corona de Castilla, entre otras. la isla a la que "por ser de “allí natural llamó Guadalcanal” del archipiélago de Salomón, en el océano Pacífico, al parecer así nombró porque se creía que era de él de donde este monarca bíblico llevó los tesoros que decoraban su famoso templo.
Con sus 6.500 km2, la isla de Guadalcanal es una de las de mayor extensión del grupo de que forma parte. Su relieve es muy accidentado, con una elevación máxima de 2.700 m. El núcleo de población más importante se halla en Honiara, capital del archipiélago. Durante la Segunda Guerra Mundial, el 1942, la ocuparon los japoneses, que construyeron el aeródromo de Hernderson, al norte de la isla. El 7 de agosto del mismo año, al comenzar las operaciones norteamericanas en Guadalcanal, se apoderan del aeródromo, siguiendo una larga lucha de desgaste que terminó, en 9 de febrero de 1943, con resultado favorables para estos, produciendo 6.066 bajas en las filas japonesas.
No sabemos de Pedro de Ortega Valencia antes de su partida al Nuevo Mundo. Ni siquiera nos ha sido posible hallar su acta de bautizo en el Archivo Parroquial de Santa María -en que se encuentran englobados los de las tres parroquias-, pues el libro más antiguo que de este trámite eclesial se conserva data de 1552, y este personaje, a juzgar por ciertas informaciones que él mismo instruyó ya en el caso de su vida solicitando mercedes de Felipe II, de 1520. Ignoro, de otra parte, qué razones asistan a los que han sostenido que se bautizara en Santa María. Y no es que yo refute esta información, pero ¿no será más lógico pensar, dada la tradición aún viva de la casa donde naciera, que este insigne guadalcanalense recibiera en Santa Ana las aguas bautismales? Téngase en cuenta que la casa de referencia pertenecía entonces a la collación de esta parroquia. La búsqueda, en fin, de este precioso documento ha inquietado a más de un curioso o interesado por la historia local, desde los tiempos del erudito don Antonio Muñoz Torrado, hasta algunos miembros de la comisión Organizadora del homenaje que las Marinas española y norteamericana y su pueblo natal tributaron a este preclaro hijo de la villa, en 6 de septiembre de 1964, acontecimiento el más grandioso que se registra en Guadalcanal en estos últimos tiempos.
Sabemos que sus padres fueron Jerónimo de Ortega Valencia y Ana María de Ortega, y casó -ignoro si antes o después de su partida a América- con doña Isabel Hidalgo, de quien tuvo un hijo Jerónimo, que tomó los apellidos de su padre.
Todas las noticias que poseemos del que andando el tiempo llegara a ser maese de campo y mariscal de la Armada, van, pues referidas a su estancia en las Indias y a los viajes y descubrimientos que desde aquel continente realizó.
PRIMERAS ANDANZAS.
Según todas las probabilidades, fue el mismo Cristóbal Colón, quien, al iniciar las formas institucionales indianas, acordó con caciques de la isla Española, implantar un tributo que todos los indios comprendidos entre los catorce y setenta años había de satisfacer a la Corona de España. El pacto otorgaba facilidad para que los naturales contribuyesen con especias, según las regiones.
Andando el tiempo, la norma tributaria de Colón fue perdiendo su originario sentido, pues fueron los españoles los primeros descontentos de la misma, como se vio por las sublevaciones que algunos realizaron.
Este estado de cosas llevó al ánimo de los gobernadores, corregidores y adelantados españoles -con Roldan a la cabeza- la idea de repartirse los indios en condiciones de trabajo, la cual llegó a convertirse en costumbre. También en el propio almirante tuvo eco de sistema de repartimiento de indios, que hizo otro tanto, si bien desde el punto de vista cristiano así él como los Reyes Católicos no pudieron ver con agrado tal determinación. Tan es así que la Reina Isabel comisionó al gobernador Juan de Ovando para que llevase a cabo la libertad de todos los indios, sin perjuicio de poderlos emplear en cualquier trabajo que fuera debidamente remunerado por los españoles.
La nueva directriz careció asimismo de éxito, pues los indios marcharon a los lugares estériles, a fin de liberarse de las faenas agrícolas. que apenas conocían, y rehusaban todo contacto con los españoles.
El Rey Católico, en vista de ello, dirigió una carta a Diego Colón (1509) facultándole a realizar repartimientos de indios entre los españoles. De este modo, pues, nacieron las encomiendas, sobre cuya licitud se sucedieron luego muchos debates. Se revocó todo lo dispuesto sobre la materia cuando gracias a la cooperación de Fray Bartolomé de las Casas se promulgaron las llamadas Leyes Nuevas.
Estas Leyes Nuevas -que fueron publicadas en 1542- originaron una serie de insurrecciones por parte de los encomenderos, como la que costó la vida al virrey Blasco Núñez Vela. Esta legislación, en efecto, perjudicaba grandemente los intereses de los encomenderos, lo cual, por ser una seria cuestión, no sería tanto si a esto no se uniera el poco tacto con que el virrey trató de imponer las referidas Leyes, Así las cosas, los encomenderos, para defender sus beneficios, no ven camino sino levantarse contra el representante real, los cuales eligieron como gobernador general a Gonzalo Pizarro, que lo era a la sazón de la ciudad de Quito. Los rebeldes, en 1546, ofrecieron batalla a Núñez Vela en Añaquito, quienes resultan vencedores y dan muerte, como se ha dicho, al propio virrey.
No se tenía aún conocimiento en España de estos episodios, cuando ya Carlos V había destacado al sacerdote Pedro de la Gasea a fin de resolver los problemas que se ofrecían en el Perú. El éxito de La Gasca estribó, sobre todo, en la promulgación general en virtud de la cual se perdonaban a los insurreccionados, con lo que éstos se pusieron del lado de la Corona y persiguieron a Gonzalo Pizarro hasta Cusco, en cuyas proximidades se dio la célebre batalla de Xaquiaxahuana, en 1548, en que vence La Gasca y Pizarro es ajusticiado.
Vuelto La Gasca a Panamá, de cuya Audiencia era presidente, como trajera más de tres millones de pesos de oro, llegaron a esta ciudad los Contreras, seguidos de gran número de soldados, con intención de asesinar al presidente y apoderarse del mencionado tesoro.
El agregado de la Audiencia Pedro de Ortega Valencia, conocedor del plan de los Contreras, se reunió con el capitán Martín Ruiz de Marchena y decidieron desarticular el bandidaje. Propagaron entre los vecinos una especie de cruzada y pronto juntaron un grupo numeroso, se puso en armas. La batalla fue llevada a cabo, que dio como resulta la destrucción de los Contreras y sus seguidores
Otro tanto ocurrió con la insurrección de Francisco Hernández Girón, también en el Perú, en que Ortega se asoció al licenciado Hernando de Santillán en la campaña de persecución del mismo, que fue alcanzado en Pucará, donde sufrió la derrota. Poco después fue aprisionado en Jauja, decapitándosele en 1554.
Estos son los primeros hechos sobresalientes que acometió Pedro de Ortega Valencia. Su nombre comienza a sonar prestigiosamente en el Perú, con lo que se gana la confianza de aquellos gobernantes e inicia una línea ascendente de celebridad a través de los cargos que fue desempeñando y desde los que pudo realizar las hazañas que le dieron la fama de que es merecedor.
DESCUBRIMIENTOS GEOGRÁFICOS
"Fue con el (con Mendaña) por capitán del
vn pedro de hortega alguacil mayor de Panamá
ques vn hombre de mucha confianca"
"Gobernadores del Perú",
de Lavilliar. Tomo III, pág. 261. (sic)
Carta del Ledo. Castro a Felipe II, en 2 de septiembre de 1551 Residiendo Pedro de Ortega Valencia en la Ciudad de Panamá al tiempo que se aviaba una armada, por iniciativa del Gobernador estos Reinos, licenciado Lope García de Castro, para el descubrimiento y conquista de unas supuestas islas occidentales, éste ordena a Ortega asista a los referidos descubrimientos y le encomienda, asimismo la selección de la gente que había de llevar a dicha armada.
Hemerotecas
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