La voz tinajera de Guareña
¿Quién te trujo pa estos cerros?
Güervete pa tu Sanroque deseguía,
güervete pa tus tinajas, tinajero?”
El
padre de Chamizo comenzó su vida pobremente y trabajó porque la tinaja ventruda
se estilizase. El padre de Chamizo, el inventor de la tinaja cilíndrica, fue un
revolucionario de la alfarería. A muy temprana edad Chamizo compone sus
primeros versos. El poeta de Extremadura se traslada a Madrid, donde cursa el
bachillerato, que finaliza en Sevilla, donde prosigue los estudios de Perito
Mercantil.
En
los veranos de estudiante frecuenta Guareña y realiza visitas a la finca de su
padre en Valdearenales. También visita la finca de Valdelapeña, donde se
relaciona con varias familias de pastores. A los veinticuatro años termina la
licenciatura en Derecho y vuelve a su pueblo natal y se dedica a la venta de
tinajas, especialmente en la provincia de Ciudad Real. Posteriormente se colocó
de pasante en la notaría de Victoriano Rosado Munilla.
En 1913 escribe la poesía “En el remanso”, en
lengua castellana, que es la primera de la que se tiene noticia del poeta.
Posteriormente
escribe Vibraciones, libro que permanece inédito, y en el que se aprecia la
influencia de Rubén Darío y de otros poetas modernistas. Colabora en el
periódico La Semana en Don Benito. En 1921 marcha a Guadalcanal, provincia de
Sevilla, donde conoce a Virtudes Cordo Nogales, con quien contrae matrimonio al
año siguiente. Tuvieron cinco hijas. En 1924 es elegido, circunstancialmente,
alcalde de Guadalcanal, en ese mismo año, es designado miembro de la Real
Academia Sevillana de Buenas Letras. Durante los primeros meses de la guerra
civil provocada por la rebelión militar del 18 de julio, Chamizo estuvo
escondido en Guareña en uno de los hornos de cocer conos, protegido por los
obreros de su alfarería, y pasó el resto del periodo de la guerra en
Guadalcanal con su familia. Terminada la guerra civil marcha a Madrid y trabaja
en el Sindicato de Espectáculos. Luis Chamizo muere en Madrid, el 25 de
diciembre de 1945.
El
cadáver fue trasladado al cementerio de Guareña, conforme al deseo expresado
por el poeta. El poeta tinajero, mientras sus máquinas laboran, allá en un
cuartito de su casa escribe. Escribe copiando la manera de hablar de los
trabajadores extremeños. Y viaja el poeta para vender sus tinajas, y anda por
las montaneras y por las dehesas, y pernocta a veces en chozas pastoriles, y se
satura del espíritu racial en la conversación de los mercados. Y luego, de todo
este caudal de ideas, de sentimientos y de frases expresivas, él realiza el
empeño noble de convertir en páginas perdurables lo que de otra suerte quedaría
en el olvido. Y además dignifica, ennoblece, cubre de gloria esas maneras de la
actividad del pueblo extremeño.
Chamizo,
en frase de Zamora Vicente, representa para la región extremeña “la mejor voz
del terruño”. Chamizo contactó con el movimiento modernista a través de
Salvador Rueda, Villaespesa, Carrere, Amado Nervo, etc. Coetáneo de la
generación del 27, Chamizo siguiendo la línea de Gabriel y Galán y de Vicente
Medina, cultivó el localismo en dialecto popularista. Su obra poética dedicada
a cantar el terruño materno comprende Poemas extremeños y El miajón de los
castúos (Rapsodias extremeñas) (1921). En 1942 apareció su poema épico
Extremadura. También es autor como hemos dicho de un drama rural, Las brujas
(1932). En 1967 se editó en Madrid una antología poética con el título de Obra
Poética Completa. Todavía permanecen inéditas una zarzuela andaluza, Gloria, y
una zarzuela extremeña, Flor de Luna. El poeta Chamizo tiene el secreto de la
expresión brava. Tiene también el secreto de la expresión tierna. El feliz
tinajero de Guareña posee dos cualidades eminentes y dominadoras: la
originalidad y la vehemencia expresiva. Y ha acertado recogiendo del ámbito
extremeño sus dos modalidades: la energía y la delicadeza. En unos poemas de
extrema sencillez, Chamizo supo captar el espíritu extremeño.
Según
un estudio de José Luis del Barco, profesor de la Universidad de Málaga, la
autenticidad es para Chamizo el rasgo antropológico fundamental como se
desprende del título de su obra más conocida,
El
miajón de los castúos. Luis Chamizo utiliza frecuentemente el término “castúo”.
Así, en Compuerta, habla del “miajón que llevan los castúo por bajo e la
corteza”. En Consejos del tío Perico, de “una raza / de castúos labraores
extremeños”. En El porqué de la cosa, una mujer dice a su esposo, llena de
alegría que habrá de darle un hijo que “será campusino mú castúo”. En El
Chiriveje se refiere a los “muchachos castúos de tu tierra”. Expresiones
parecidas aparecen en La viña del tinajero, donde habla repetidamente de “los
castúos labraores”.
Otras
semejantes se pueden hallar, en fin, en diversos lugares del poema dramático
Las brujas, así como en el poema Extremadura. Luis Chamizo nos ha enseñado que
en las montaneras extremeñas hay un hálito espiritual maravilloso. Y él nos lo
ha entregado. La queja extremeña late en la profundidad de su poesía:
que son probes los que no tienen dinero:
semos probes, semos probes,
¡que sé yo! eso icen de nusotros, icen eso”.
Pero su bellísimo poema La viña del tinajero
es una prueba excelente de que el hombre puede sobreponerse a las
circunstancias y de que su voluntad es un atributo poderosísimo para vencer los
obstáculos sin abdicar de sí mismo como “ser que siempre decide lo que es”:
sus agallas parecían d’otros tiempos;
era un hijo de estas tierras, de la raza
de castúos veteranos extremeños.
Y trunfó de lo que tanto se burlaron,
y trunfó de los que tanto se riyeron,
y las cepas dieron uvas
remojás con el süor del tinajero”.
Y es que, como dijo el poeta “mú castúo”:
“¡Qué saben d’estas cosas
los señores aquellos!”
Francisco Arias Solís
La Comunidad
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