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domingo, 12 de octubre de 2025

Guadalcanal a través de los siglos

HISTORIA DE UNA VILLA HISTORICA 

LA VILLA MEDIEVAL

    La invasión de los bárbaros del norte, hasta los primeros intentos de reconquista de esta villa, pasando -naturalmente- por la dominación musulmana, transcurre un largo período de tiempo -que en gran parte comprende la llamada Edad Media- del que no sabemos muchos datos para la historia de Guadalcanal.
    Nos resultaría gratuito suponer que, dado el enclave geográfico la villa en los accesos a la Bética desde Extremadura, sufriera la invasión y saqueo que los vándalos acometieron en la región meridional (Un contemporáneo de los sucesos, el Obispo Idacio, reflejó en su “Cronicón" los horrores de esta espantosa ocupación)
    En 414, un nuevo pueblo bárbaro, los visigodos, entraron en la Península Ibérica, estableciéndose en la Tarraconense; y, quince años más tarde los vándalos, que ocupaban Andalucía, pasaron al norte de África.
    Puesto que hacia finales del siglo V los visigodos dominaban en si toda España, cabe pensar que fuera a raíz de los hechos señalados cuando se diera la batalla -cuya memoria nos ha quedado- de los suevos y alanos contra los visigodos, en un lugar entre Mérida y Zafra. Las huestes suevos-alanas desbarataron a los ejércitos enemigos y dieron muerte al caudillo Atares. Luego marcharon victoriosos a Llerena desde cuya ciudad alcanzaron el puerto de Guadalcanal, de donde pasaron a Alanís, en que había una plaza fuerte -quizás de construcción alana-, semejante a la que existía en el municipio Iporcense (Constantina)

LA INVASIÓN ÁRABE.
    La situación de Guadalcanal en el confín de AI-Ándalus y las puertas de la Meseta, unido a su riqueza minera -por la que era conocido este pueblo desde que el hombre supo del artificio de las minas, según el Adelantado J. de Oñate-, hizo, sin duda, que con la invasión de los árabes a España fuera éste el lugar más preciado de la región y uno de los primeros, por tanto, en ser ocupados. Pues, de una parte, no es ninguna fábula en la riqueza que el pueblo mahometano desplegó en la fabricación de armas y objetos decorativos y utilitarios, ejecutados en hierro y acero, con adamasquinados e incrustaciones de plata y oro. Y, a más de esta circunstancia, en Andalucía, como se sabe, apenas se opuso resistencia a estos invasores.
    Es incuestionable que cuando los árabes se establecieron en este lugar, aún quedaban vestigios de los procedimientos que los romanos empleaban para las explotaciones minerales, pues los nuevos dominadores continuaron las actividades mineras al modo como los romanos las habían practicado. Sólo que -como era de esperar- se experimentó una versión nominal, ya que los árabes llamaron “wad” -que en su idioma significa "río"- a lo que para los romanos había sido “canalitium". Puede deducirse, pues, que al unir ambos vocablos resultase el nombre de Guadalcanal, que parece significar "lugar donde hay ríos, acequias o minerales excelentes". Para sustento de esta opinión podemos traer a colación los nombres árabes locales de los ríos Benalija y Viar; al primero de ellos se llamó Ben-Alí-Exa, "hijo del fuego", o de los montes calientes, y el otro, que al principio fue Guaviar, viene a ser lo mismo que "río precipitado en sus corrientes".
    Más aceptada y extendida es la teoría que sobre el significado árabe de esta palabra propuso el P. Guadix. Procede, según afirma, de Wad-al-canaá, que equivale a "río de creación o contentamiento", y añade que es incorrecto decir Guadalcanal, pues según su origen y transcripción lo acertado sería "Guadalcaná".
    Sea como fuere, está suficientemente probado que el nombre de Guadalcanal arranca de los primeros tiempos de esta dominación.
Los musulmanes construyeron el alcázar al sur del recinto amurallado que rodeaba la villa, y tuvieron por mezquita lo que luego sería la iglesia de Santa Ana. Se tiene constancia documental de que el pueblo tuvo entonces un volumen de dos mil casas. Por lo demás, salvo por la toponimia, ningún vestigio nos ha quedado de esta época, pues las mismas construcciones árabes serían aprovechadas para la reorganización cristiana.

LA RECONQUISTA.
    Habiéndose declarado independiente del califato de Córdoba el reino moro de Sevilla en 1023, bajo el gobierno de Abul-Cassin -de la dinastía Beni-Abbad, que reemplazó a la Omeya-, su hijo y sucesor. Al-Motadid, incorporó a su reino los de Huelva, Jerez, Niebla, Arcos, Morón y Algeciras, aniquilando a Córdoba en 1044, a cuyo soberano, Gewar-ben-Mohamed, hizo prisionero. Acaso estos progresos suscitaban en el ánimo de Fernando I el Grande, rey de Castilla y León, la idea frenar los éxitos del rey moro sevillano, pues en 1064 convocó a los obispos, ricos-hombres y grandes vasallos de su corona para llevar a la guerra a los Estados de AI-Motadid. La victoria acompañó en todo momento a las armas cristianas, que, procedente de Extremadura, entraron en Guadalcanal. Enorme sobresalto padecería el emir sevillano ante la impetuosa invasión que se aproximaba, pues propuso un pacto a Fernando I, ofreciéndole una cuantiosa indemnización de guerra. Accedió el cristiano, con la condición de que le fueran entregadas las reliquias de Santa Justa, mártir de la persecución romana en tiempos de Diocleciano. Gozose AI-Motadid de poder evitar la tormenta sobre su reino amenazaba a cambio de tal insignificancia, hizo buscar los restos de dicha Santa, pero no fue posible hallarlos, por más empeño que en ello se puso. En vista de esto, Fernando pidió y obtuvo el cuerpo de San Isidoro, que fue trasladado a León y depositado en la iglesia de San Juan Bautista, la cual tomó desde aquel día el nombre y advocación del Santo Obispo de Sevilla.
    Con motivo, pues, de esta campaña, la villa de Guadalcanal se liberó por primera vez del yugo islámico, si bien volvió a perderse inmediatamente. Se recuperó de nuevo en 1088, en que Alfonso VI tras su derrota en Zalaca por el jefe de los almorávides Jussuf-ben-Taxin, decidió emprender una serie de correrías por esta zona de infieles, a fin de desquitar su anterior desastre.
    Poco tiempo duró, sin embargo, la hegemonía cristiana de esta villa, pues algunos años después volvió a caer en poder de los almohades, que al mando de Jusef-Abu-Jacub, conquistaron esta región. Para combatir la nueva avalancha mahometana, en 1185 salió Alfonso VIII de Toledo con un poderoso ejército y realizó una incursión por Extremadura, conquistando Trujillo, algunos lugares de la Serena, Berlanga, Valverde y Guadalcanal, de donde pasó a Sevilla. A su regreso descansó en este pueblo, y de aquí marchó a Reina, en cuyo Castillo tenían los moros la mayor fortaleza de la región, a la que cercó y tomó por combate.
    Más tampoco estas conquistas fueron definitivas, puesto que en 1231 perdiéronse nuevamente Guadalcanal y el Castillo de Reina.
    El Castrum Reginensís de los romanos era punto muy estratégico y disputado por unas y otras armas, y en muchas ocasiones marcó la frontera de los moros.
Ocho años después de estas pérdidas, los Caballeros de la Orden de Santiago celebraron un capítulo general en la ciudad de Mérida que presidió el XV Maestre don Rodrigo Iñiguez, comendador de Montalbán. En él se acordó conquistar algunas plazas fuertes que aún :quedaban en Extremadura bajo el dominio mahometano, pronunciando el maestre una arenga en que infundió un santo celo por la cruzada de recuperación.
Con un ejército compuesto por los Caballeros de Santiago y gran número de gente de sueldo que juntaron, salieron de Mérida y fueron conquistando, a más de otros lugares, los pueblos de Almendralejo, Usagre. Fuente del Maestre, Llerena y, no pudiendo tomar el Castillo de Reina por su gran fortaleza, pasaron a Guadalcanal, donde pusieron un sitio que acabó con la rendición y entrega de la villa por el gobernador Axataf, caudillo de la ciudad de Sevilla, que era este año de 1241 el que más nombre y poder tenía en las fronteras de los cristianos. Entre los Caballeros de Santiago que se hallaron en esta jornada a las órdenes de don Rodrigo Iñiguez, figuraron el comendador don Rodrigo Valverde; don Juan Muñiz de Godoy, comendador de Extremadura don Lope Sánchez de Porras, trece de la Orden; el comendador don Hernán Meléndez, don Rodrigo Yánez, comendador de Almaguer; Albar Martínez de Aibar o Ibarra, comendador de Mora, etc.
    Posteriormente, cuando Fernando III el Santo tomó la ciudad de Carmona, los moros del Castillo de Reina y Constantina fueron a ofrecerle vasallaje. Pero hasta ese momento, parece ser que la Orden realizó nuevos ataques a fin de conquistar las referidas plazas. En uno de estos, narra la tradición que dándose -el día de la festividad de Nuestra Señora- una memorable batalla entre cristianos y moros, y tras llevar varias horas de pelea encarnizada, el Maestre que los mandaba don Pelay Pérez Correa, se encomendó a la Virgen, suplicándole: "Señora detén tu día". A sus ruegos, se oscureció milagrosamente el sol hasta que él y sus gentes quedaron vencedores. Para conmemorar la victoria se dio el nombre a un arroyo donde ocurrió la batalla, Matamoros. y en la cumbre de una montaña inmediata mandó edificar el Maestre una iglesia con el título de Nuestra Señora de Tentudía,  Dotóla de grandes rentas y puso en ella algunos "freires" de su Orden, en cuyo colegio habían de leer gramática, artes y teología. También por su voluntad, fue el Maestre don Pelay Pérez Correa enterrado en esta iglesia. Más tarde, por ser aquél un lugar desierto, se mandó trasladar -con el mismo título- al colegio que la Orden tenía en Salamanca, donde habían de acudir las casas de Uclés y San Marcos de León con 3000 ducados de renta anual.
    El monasterio conserva magníficos azulejos en el altar mayor y en las capillas de Santiago y San Agustín, ejecutados por Juan Riero y Niculoso Pisano.
    A raíz de su reconquista, el rey San Fernando dio Guadalcanal a la Orden de Santiago, cuyo Priorato residía en San Marcos de León, con dependencia de la Vicaría de Santa María de Tentudía de Llerena. Y fue entonces cuando la villa tomó por armas un canal y dos puñales o dagas que aún conserva en su escudo.

LOS CASTILLOS.
    Desde antiguo -abundaron los castillos en el término de Guadalcanal, como consta diversas fuentes, y la misma toponimia en la mayoría de los casos confirma El control y seguridad de la villa, en el tránsito obligado de que grandes regiones naturales, exigirían de este género de instalaciones militares cuando su población comenzara a adquirir alguna importancia.
    En realidad, más que castillos acaso sólo fueran pequeñas fortificaciones diseminadas por el territorio local, según parece inducirse así de la función que desempeñarían dado este enclave geográfico, como por los escasos restos que de ellas nos quedan hoy día.
    En la villa, el Castillo de la Orden, que hasta su reconquiste fue alcázar de los moros, formaba parte del sistema murado, y fue llamado así así por ser la morada de los Comendadores de la Orden de Santiago. Estaba situado en lo que actualmente son el Ayuntamiento y el paseo de El Palacio. En la visita de 1498 se describe del siguiente modo: Está a las espaldas de la Iglesia de nuestra Señora Santa María; en entrando la dicha casa por una puerta, está a la mano derecha una cocina yendo adelante hay un patio por solar con una danza de arcos de ladrillos encalados y un pozo casi en medio del patio. A la mano izquierda de dicho patio está una sala grande por solar, en la cual sala, a mano izquierda, está una cocina con una chimenea grande de ladrillos y junto con ella una cámara y otra recámara solada de ladrillos y en entrando más adelante está una despensa con ciertas jarcia dentro y otra cámara solada; y en entrando adelante está otro cuerpo sala pequeño solado y pintado de ciertas pinturas, y en entrando adelante está otra sala que sale a una huerta con unos pilares pintados en ellos de pincel y ciertas armas y unas rejas de palo que salen a la huerta con sus poyos a la redonda, y a la mano izquierda de esta sala que sale a la huerta está otra sala grande con una danza de arcos de ladrillos y encalados, y la dicha sala por solar y dos poyos a la luenga; en canto de la dicha sala está una escalera a la mano derecha que sale a otra escalera de piedra, está una como saleta y están en ella dos ventanas grandes que salen a la dicha huerta; y subiendo por la dicha huerta está una cámara solada con una ventana que sale a la dicha huerta; está la dicha cámara encabriada y encañada con sus tijeras de madera, y frontero de esta dicha sala está otra sala alta con una ventana que sale al corral de palacio en que están citas jarcias; está encasiada y encabriada. Hay una huerta en que hay siete pies de naranjos y cuatro higueras y unos pies de ciruelos y un nogal grande, y el suelo de ella ciertas plantas. En la mano derecha de dicho patio, como entran, está una seleta de manera de cocina amaderada y bien encabriada en la cual están dos hornos uno grande y otro pequeño, y más está una caballeriza mediana en que hay seis bestias cubiertas de madera y tejas, y está frontera de ésta otra caballeriza grande que hay para unas quince bestias, cubierta de madera y tejas; está sobre dada la mitad de ella. Más adelante está un corral, y frontero de él una bodega grande con ciertas tinajas grandes y medianas y un lagar. Hay otro edificio de paredes de tierra que se dice fue bodega y un trascorral grande a las espaldas.
    Todos los demás castillos de Guadalcanal se hallaban repartidos por su término, siendo el de la Ventosilla el único del que nos han quedado vestigios. Su localización estaba determinada por los ríos Guaditoca y Sotillo; más concretamente, en el llamado Cerro del Castillo, dentro del pago de La Plata, en el lugar donde se cruzan los caminos de Azuaga y el de Valverde a Malcocinado, próximo al Sotillo, a la altura la pasada de Mingo Rey. Se conserva un costado de la fortaleza, unos veinte metros de longitud y dos metros de altura, construido a base de mampostería de piedras careadas, presentando hiladas alternativamente anchas y estrechas. En el extremo norte de dicho lienzo se alza una torre de ángulo de cinco metros, siendo la altura del resalto sobre el paramento del muro de 3,40 metros. El lado opuesto de la muralla parece haber estado guarnecido de otra torre semejante ésta. Hacia el centro del paredón se produce un entrante, formando un entrante de 3 20 metros de luz en lo que tal vez fuera una hornacina.
    El Castillo de Valjondo estaba situado al extremo norte del término al oeste del Camino de Azuaga, habiendo sólo dejado memoria Toponimia, pues a finales del siglo XVIII quedaban apenas unos leves restos.
    Completamente ha desaparecido el Castillo de la Torrecilla, sito a hacienda así llamada, la cual estaba separada por el arroyo de la Canaleja de la del Castillejo. En esta última hacienda -de cuya fortaleza tomó el nombre- se hallaba el del Castillejo, en el cruce del camino de Valverde con la cañada de Esteban Yánez. Tampoco quedan restos de este castillo.
    El Castillo de la Atalaya estuvo enclavado en la suerte de este nombre, ignorándose el sitio exacto de su emplazamiento, pues no ha quedado vestigio alguno del mismo. Otro tanto sucede con el Castillo de Portichuelo, del que ni siquiera conocemos su situación.
De los castillos mencionados, el más próximo a la villa fue el de Santa Cruz, en las cercanías al arroyo de San Pedro, que también se ha extinguido por completo. Conserva su nombre la huerta allí existente.
    Por último, el Castillo de Monforte -del que ya hablaban los romanos- es el más antiguo de cuantos hubo en esta Los restantes probablemente se construyeran entre los siglos XI y XIII para fortalecer esta frontera sevillana. Pues la misma situación de la mayoría de las fortalezas reseñadas -al norte del término de Guadalcanal-, parece confirmar lo expuesto.

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domingo, 5 de octubre de 2025

UNA GUADALCANALENSE A QUIEN SE LE APARECIÓ LA VIRGEN EN COLOMBIA.

Nuestra Señora de Chiquinquirá

    Honra también a la villa de Guadalcanal el hecho de haber visto en ella la luz primera otra figura, que no lució arreos militares con engallados penachos, ni asombró a los indígenas de América con arrestos conquistadores, pero, en cambio, su nombre -María Ramos, a ruegos a la Santísima Virgen obró el famoso milagro de la renova­re su imagen, allá en el poblado de Chiquinquirá— está relacionado íntimamente con el acontecer religioso de Colombia, pues, como dice Rueda Vargas, "La imagen de Nuestra Señora de Chiquinquirá aparece como impregnada de nuestra historia nacional”
    María Ramos, la Bernardita Soubirous de Colombia, como la llama un dominico, embarcó en Sevilla en 1584 con destino al Nuevo: Reino de Granada, acompañada de sus dos hijos, su sobrino político; Francisco de Aguilar y una sirvienta, a fin de reunirse con su marido Pedro de Santana, que residía en la ciudad de Tunja.
    Decepcionada con la frialdad e indiferencia que a su llegada halló en su marido, marchó María Ramos a Chiquinquirá con el pretexto de visitar a su cuñada Catalina García de Irlos, recientemente viuda por muerte de Antonio de Santana, encomendero que había sido de Suta, más tarde Sutamarchán, localidad de la actual provincia de Recaurte, en el departamento colombiano de Boyacá.
    Para presidir un oratorio que en su casa había erigido Antonio de Santana, encargó al hermano dominico Andrés Jadraque que le proporcionara un cuadro de la Virgen del Rosario, a la que era especial devota. El religioso contrató la obra con un pintor y platero español, vecino de Tunja, llamado Alonso de Narváez, el cual la ejecutó al temple “mixturando tierra de diferentes colores con el zumo de algunas yerbas y flores". Mas como el lienzo tuviera forma apaisada, a ambos v del mismo, representó el artífice las efigies de San Andrés Apóstol y San Antonio de Papua.
    Pasado algún tiempo, puesto que la capilla en que el cuadro fue colocado estaba fabricada a base "de paja y de vara en tierra", la incidencia causó tanto daño en la pintura que el cura del pueblo, Juan de Leguizamón, mandóla quitar del altar. Santana la llevó a sus aposentos y la abandonó en una caballeriza.
    Al llegar María Ramos a Chiquinquirá encontró el cuadro en cuestión en el albergue referido, pero en tan pésimo estado que solo se percibían unos leves vestigios de la pintura, sin que se pudiera identificar imagen alguna. Muy afligida la piadosa María Ramos al conocer la historia del cuadro por Catalina García, lo arregló lo mejor que pudo, le puso un bastidor y lo colgó de unas cañas que había en una choza inmediata al aposento.
    Desde entonces -refiere el padre Mesanza- "frecuenta, capilla y, apenas entraba a hacer oración, con muchas lágrimas significaba a la Madre de Dios el pesar que sentía porque no veía ni un rasgo siquiera de su imagen entre las líneas de la pintura".
    El viernes 26 de diciembre de 1586, hacia las nueve de la mañana, repitió sus ruegos con mayor fervor que nunca. Impelida necesidad de visitar a una pobre ciega, salió del oratorio después de una profunda reverencia, al tiempo que pasaba por allí una india con un niño de la mano. Al pasar por la puerta, el niño gritó a la india: " mire, mire". Miró la mujer y vio la Imagen que estaba en el suelo, verticalmente, despidiendo gran luz e iluminando todo el oratorio. Dirigiéndose a María Ramos, que ya salía, le dijo: " Mire señora que la Madre de Dios se bajado de su sitio y está en vuestro asiento y parece que se está quemando”.
    "María Ramos se volvió inmediatamente se arrojó a los pies la Santísima Virgen, y llorando efusivamente ante tanta dicha, vio sus esperanzas cumplidas: la Imagen resplandecía misteriosamente todos y todos los rasgos de la pintura se delineaban con perfección; y así duró todo aquel día, quedando luego el cuadro como al presente se ve. conservándose las roturas que entonces tenía”
    Este es el origen de una de las grandes devociones marianas de la América Española, pues, así como las advocaciones de Lujan y Guadalupe, por ejemplo, sintetizan los fervores de los pueblos argentinos y mejicanos. así también a la Virgen de Chiquinquirá se la tiene por Reina y Abogada de la República de Colombia.
    Todos los historiadores de Chiquinquirá coinciden en que la benemérita María Ramos nació, en Guadalcanal, hacia 1550. Sus padres fueron Juan Ramos y Catalina Hernández de Ávila. Está enterrada en la iglesia de Chiquinquirá, pues así lo dispuso por su testamento, que fue registrado en la Villa de Leiva el 26 de abril de 1618.
    El primer juez designado para examinar e investigar el prodigio de Chiquinquirá fue el cura beneficiado de Tunja, don Juan de Caste­llanos, cronista egregio y paladín inflexible de la verdad, que nació en Alanís. donde se bautizó en 9 de marzo de 1522.
    Para un mejor conocimiento de la trascendencia que este hecho taumaturgo tuvo en la historia eclesiástica y aun civil de la nación colombiana, que no en balde para Eduardo Caballero Calderón “… el cuadro milagroso de la Virgen de Chiquinquirá, como en Santiago de Compostela la tumba del Apóstol, ha sido para nosotros el mayor aglutinante del espíritu nacional...".
    Transcribo de la mencionada obra del padre Ariza la siguiente:

CRONOLOGÍA DE LA VIRGEN DE CHIQUINQUIRÁ
Fecha Hecho ocurrido:
1499 o  1500 . Nace en España Fray Andrés Jadraque
1529 Febrero 28 Antonio de Santana llega a Santa Marta con el Goberna­dor García de Lerma y veintiún dominicos, los primeros misioneros que tuvo el país.
1540 Entra Antonio de Santana con el Gobernador Jerónimo de Lebrón al Nuevo Reino de Granada, se establece en Tunja y obtiene las Encomiendas de Suta y Chiquinquirá.
1550 Nace María Ramos en Guadalcanal, Andalucía, España. Llega Fray Andrés Jadraque a la fundación del convento de Santo Domingo de Bogotá
1551 Fray Andrés Jadraque es asignado entre los fundadores del convento de Santo Domingo de Tunja, y enviado como doctrinero a Tinjacá y Suta.
1560 Alonso de Narváez pinta en Tunja, por encargo de Anto­nio de Santana y Fray Andrés Jadraque, el futuro milagroso cuadro de Nuestra Señora.
1572 El cuadro es retirado de la Capilla a los Aposentos de Suta de Merchán, por estar muy deteriorado, y llevado a los aposentos de Chiquinquirá.
1582 Muere en Tunja Alonso de Narváez, natural de Alcalá de Guadaira, cerca de Guadalcanal, y se manda enterrar con el hábito dominico.
1584 Llega a Tunja María Ramos.
1585 Muere Antonio de Santana. María Ramos se traslada a Chiquinquirá.
1586 Viernes 26 de diciembre 9 de la mañana Milagrosa renovación de la Imagen de Nuestra Señora.
1587. 10 enero Primeras informaciones jurídicas sobre el milagro de la renovación. Septiembre, nuevas informaciones. Diciembre, 3. Es llevada la santa Imagen a Tunja para remedio de la peste.
1588. Enero 6 El arzobispo de Bogotá, don Fray Luís Zapata de Cárdenas, constituye tribunal eclesiástico para examinar prodigio de Chiquinquirá. Junio. Erige la parroquia Chiquinquirá, independiente de Suta, y nombra primer párroco al presbítero Gonzalo Gallegos. Agosto. El ser arzobispo visita Chiquinquirá, en compañía del Presidente del Nuevo Reino, don Antonio González, y del corregidor de Tunja, capitán Antonio Jove. Bendice y coloca la primera piedra para el templo (agosto 17), y examina María Ramos.
1600 o 1601. Muere en el convento de Mariquita, Fray Andrés de draque, de más de cien años de edad.
1610. Es colocada la sagrada Imagen en la nueva iglesia
1618. Abril 26 María Ramos hace testamento en Chiquinquirá.
162. María Ramos recibe el hábito de dominica terciaria, pronostica la fundación del convento dominicano de Chiquinquirá.
1633.Agosto 18 Por segunda vez sale la Santa Imagen para Tunja y; tal Fe de Bogotá. Este mismo año el señor arzobispo nardino de Almansa visita Chiquinquirá.
1635. Vuelve de Santa Fe a Chiquinquirá la Sagrada Imagen.
1636.Abril 18 El arzobispo don Fray Cristóbal de Torres O.P. decreta entregar el Santuario al cuidado de los dominicos. Mayo. Los dominicos toman posesión solemne del Santuario
1639.Declárase convento la residencia dominicana de Chiquinquirá.
1658. Eríjese canónicamente el convento formal
1682. Muere en el convento del Santo Ecce-Homo el P. Juan Pereira, cartagenero, primer historiador de la Virgen Chiquinquirá
1686. Primer centenario de la renovación; el arzobispo Lozano visita en peregrinación Chiquinquirá.
1694. Se imprime en Madrid la "Historia de Nuestra Señera Chiquinquirá", por el P. Pedro de Tovar y Buendía.
1707.  Despójase a los dominicos de la parroquia de Chiquinquirá
1760. Diciembre El virrey José Solís Folch de Cardona, con gran acompa­ñamiento visita Chiquinquirá. (Poco después se hizo fran­ciscano)
1770. Sept.15 Es declarada solemnemente la Virgen de Chiquinquirá patraña del pueblo por las autoridades eclesiásticas y civiles
1786. Segundo centenario de la renovación.
1790. Julio o Agosto El virrey Ezpeleta visita Chiquinquirá, y anima a los reli­giosos a levantar un nuevo y mejor templo. El primero empezaba a caerse
1801. Colócase la primera piedra de la actual Basílica.
1802/1803. El arzobispo don Fray Fernando del Portillo y Torres, O.P. pide a la Santa Sede el oficio litúrgico en honor de la Vir­gen de Chiquinquirá
1896. Trasládase la Imagen a la capilla pajiza, al lado norte del actual templo
1810. La Junta Suprema de Gobierno erige en Villa, el pueblo de Agosto 8 Chiquinquirá
1815 Enero 20 Los dominicos en nombre de la Virgen, y a petición del Gobierno, entregan el dinero y las joyas de la Virgen para la causa de la independencia
1816. Marzo 21 Fernández Madrid, Presidente de la Nación, invoca el auxilio de la Virgen de Chiquinquirá para las armas de la Unión Granadina.
1819. Julio 29 El P. Fray Mariano Garnica, Provincial de los dominicos, pide al Rey de España su intervención ante la Santa Se­de para obtener el oficio litúrgico.
Abril, 20. El general patriota Manuel Serviez (francés) se lleva la Imagen has­ta Cáqueza, en Cundinamarca. Las tropas españolas la restituyen en julio a su Santuario, después de hacerle grandes homenajes en Santa Fe, con asistencia del Paci­ficador Pablo Morillo (mayo, 24)
1823. El señor Rafael Lasso de la Vega, obispo de Mérida en Venezuela, marzo19 pide a la Santa Sede el oficio litúrgico. Sep­tiembre, 23. El mismo señor obispo consagra el templo actual.
1825. Abril12 Su Santidad León XII concede la fiesta litúrgica en honor de la Virgen de Chiquinquirá, con el oficio y la misa del ^Santísimo Rosario.
1828. Junio 18 El Libertador Simón Bolívar visita a la Virgen de Chiquin­quirá con piedad edificante.
1829. Julio 29 Aprueba el Papa Pío VIII el Oficio propio de la Virgen de Chiquinquirá, y la declara Patrona igualmente Principal de la Nación
1830. Mayo 8 La Santa Sede extiende el oficio litúrgico de la Virgen de Chiquinquirá a la Diócesis de Quito
1836. El Gobierno civil suprime el convento de los dominicos y se incauta de todos sus bienes
1841. Cuarta salida de la Santa Imagen
1881. Noviembre 22 Restaurase la comunidad dominicana de Chiquinquirá
1886. Celébrase con gran esplendor, el tercer centenario de la renovación
1900. Agosto 19 El general Próspero Pinzón, vencedor en Palonegro, visi­ta a la Virgen y le ofrece su victoria. Agosto, 30. El ejérci­to recibe la sagrada comunión al pie del trono de la Virgen.
1908. Diciembre 24 El arzobispo don Bernardo Herrera Restrepo consagra el altar de mármol
1910. Enero 9 El Capítulo de la Basílica Patriarcal de los Apóstoles Pe­dro y Pablo de Roma, expide el decreto para coronar canónicamente la sagrada Imagen, en nombre de Su Santidad Pío X.
1913. Publícase en Bogotá el libro "Nuestra Señoras de Chiquinquirá", por el P. Mesanza
1915. Julio 6 Muere en Chiquinquirá el V.P. Buenaventura García y Saavedra, restaurador de la Provincia Dominicana y pá­rroco ejemplar de Chiquinquirá durante cuarenta y nueve años.
1918. Marzo 4 Llega a Chiquinquirá el Rvrdo. P. Fr. Luís Theissling, Maestro General de la Orden Dominicana, junio, 21. Los chiquinquireños se rebelan contra el decreto episcopal del señor obispo de Tunja, Eduardo Maldonado Calvo, de llevar la santa Imagen a Bogotá, para ser coronada, y comente abominaciones indescriptibles en la ciudad, en el Convento y en el mismo Santuario.
1919. Junio 28 Quinta salida de venerable Imagen. Julio 9. Solemnísima coronación de la Imagen en la plaza mayor de Bogotá y proclamación de su reinado sobre el pueblo colombiano. Publicase la "Historia de la Virgen de Chiquinquirá", por los padres Vicente María Cornejo y Andrés Mesanza. Agosto 14. Entrada triunfal de la Virgen en su Santuario, después de pasar por Tunja, acompañada del Presidente de la República. Don Marcos Fidel Suárez
1927. Agosto 18 Pío XI declara Basílica Menor el Santuario de Nuestra Señora
1928. Julio 9 El Nuncio Apostólico Pablo Giobbe y el Presidente de la República, Miguel Abadía Méndez, presiden las fiestas para ejecutar el decreto de Basílica Menor. Julio 18. La Sagrada Congregación de Ritos adiciona al oficio litúrgico
1930. Mayo La Conferencia Episcopal Colombiana (dos arzobispos, ochos obispos, un vicario apostólico, cinco prefectos apostólicos, un provicario apostólico, un vicario capitular y varios canónigos y superiores regulares), hace visita ofi­cial a la Virgen de Chiquinquirá.
1934. Redáctase un proyecto de Oficio todo propio en honor de la Virgen de Chiquinquirá. Imprímese en Caracas la "His­toria de la Coronación de la Virgen ", por el P. Mesanza.
1936. Celébrase con gran pompa, el tercer centenario de la llegada de los dominicos a Chiquinquirá.
1939. Enero 9 Concédese a los dominicos el Oficio litúrgico del clero secular
1942 Reimprímese en Bogotá la "Historia de Nuestra Señora de Chiquinquirá", por los PP. Cornejo y Mesanza. Agosto 15. El Arzobispo de Bogotá pide a todo el Episcopado la adhesión para pedir a la Santa Sede el Oficio todo propio
1944. Julio 9 Bodas de plata de la Coronación. Solemnísima fiesta en Chiquinquirá para condecorar la Sagrada Imagen con cetro precioso. Asisten el Nuncio Apostólico Carlos Sere­na, el Arzobispo de Bogotá, Ismael Perdomo, el Obispo de Tunja, Crisanto Luque y otros obispos, vicarios y per­fectos apostólicos. El Gobierno nacional se hace repre­sentar y envía una escuadrilla aérea.
1945. Abril 13 La Sagrada Congregación aprueba las tres Lecciones históricas del Oficio, redactadas por el M.R.P. Fr. Alberto E. Ariza S. O.P
1947. Agosto 9 Visita Chiquinquirá el Revmo. P. Fr. Manuel Suárez, Maestro General de la Orden Dominicana.

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sábado, 27 de septiembre de 2025

GUADALCANAL 1857


UNA FAMOSA COMUNICACIÓN REAL

             Alfonso XII, Rey de España, nacido en Madrid el día 28 de noviembre de 1857, hijo de Doña Isabel II y de Don Francisco de Asís, fue bautizado con los nombres de Alfonso Francisco de Asís Fernando Pío Juan María Gregorio Pelagio de Borbón y Borbón. Ansiaba el pueblo español que la corona volviese a ceñirla un varón, y el nacimiento del nuevo príncipe fue recibido y festejado con júbilo, lo mismo que su proclamación de Príncipe de Asturias.

            GUADALCANAL se distinguió con tan fausta nueva. El Ayuntamiento, en sesión de 2 de diciembre de mencionado año, acordó: “Diose cuenta del despacho telegráfico, que inserta el boletín extraordinario de la providencia, de veintinueve de noviembre último, participando que S. M. la Reina ha dado a luz felizmente un príncipe a las diez y quince minutos de la noche y que continuaba sin novedad”.

            El Señor Alcalde manifestó que había recibido dicho boletín a las ocho de la noche de ayer, y que en su consecuencia había dispuesto que en el mismo momento se anunciase al vecindario tan fausto suceso con repique general de campanas, y que para la noche de hoy hubiese iluminación en todo el pueblo y la banda de música tocase en la plaza desde las ánimas en adelante. El Ayuntamiento acordó estas determinaciones y acordó que el domingo seis del corriente se celebrase el feliz natalicio de S. A. R. el Príncipe de Asturias con una solemne misa y Tedeum en la Iglesia Parroquial de Santa María, a la que se invitarían a los cleros de las otras parroquias, a los señores jueces de paz, señores oficiales retirados, empleados cesantes jubilados y demás que tengan carácter oficial para que se sirvan concurrir con la municipalidad a dicha festividad religiosa, a la que también asistirá la música, que así mismo tocará la noche del sábado anterior en la plaza pública, en cuya noche deberá haber iluminación general”.

“Diose lectura a una comunicación del Sr D. Leandro López de Ayala, Diputado provincial de este partido, insertando otra del señor Gobernador Civil de esta provincia en la que, manifiestan ambos señores creen oportuno que los Ayuntamientos de las principales poblaciones feliciten a S. M. por el natalicio del Príncipe de Asturias. El Ayuntamiento animado de los mismos deseos acordó elevar a S. M. la indicada felicitación por conducto del Señor Gobernador y a este fin redactó el secretario municipal la felicitación siguiente:

Señora: El Ayuntamiento Constitucional de la vila de Guadalcanal, provincia de Sevilla, tiene la honra de ofrecer a L. R. P. de V. M. la sincera expresión de su júbilo por el feliz natalicio del Augusto Hijo; de V. M. el Serenísimo Señor Príncipe de Asturias. Y el Ayuntamiento, Señora, que reverentemente deposita el homenaje de su lealtad ante el excelso trono que V. M. ocupa, ruega a la vez al Todopoderoso prolongue con innumerables días las vidas preciosas de V. M. y del Príncipe heredero para que animado por el valor de los Pelayos, adornado de la santidad de los Fernandos, sonreído por la fortuna de los Carlos, dotado con la prudencia de los Felipes y revestido de las altas virtudes que tanto brillan en el reinado de V. M., labre la ventura de esta nación que fía la gloria de su porvenir en las relevantes prendas de su futuro Rey. Dígnese, pues, V. M aceptar este testimonio qué con el debido acatamiento tiene la honra de ofrecer a V. M. el Ayuntamiento de esta vila”.

            Salas Consistoriales de Guadalcanal, 20 de diciembre de 1857. Señora. A L. R. P. de V. M.

Leopoldo TENA CABEZAS

Revista de feria 1973 

domingo, 21 de septiembre de 2025

Guadalcanal a través del tiempo

Arqueología en Guadalcanal
    
Los terrenos del término de Guadalcanal están constituidos por formaciones primarias pertenecientes al cámbrico superior que se extienden a los términos limítrofes, continuándose por las provincias de Córdoba y Badajoz, predominando en Guadalcanal el elemento calizo, generalmente de color oscuro. En las sierras que dominan la población hay lechos de precioso mármol, que son explotables, aunque de ordinario tienen poco espesor. Diabasitas de color negro aparecen en la parte oriental del término, entre Guadalcanal y Malcocinado (Badajoz), y en los límites con esta provincia asoma en algunas partes el granito, bastante descompuesto. Pequeñas manchas de terreno carbonífero encajadas en el cámbrico, se hallan en las vertientes orientales de la sierra de Guadalcanal.
    Al oriente de la población existen yacimientos de galena argentífera que fueron descubiertos en 1555 y explotados por la Real Hacienda en los años subsiguientes, siendo al fin abandonados por haberse agotado los filones. Su riqueza en plata era extraordinaria, llegando a superar en pureza del metal a las más famosas de México, la principal de estas minas fue Pozo Rico, a unos cuatro kilómetros al este de Guadalcanal. La Sierra del Agua tiene en el centro un macizo de hierro micáceo, conocido en el país con el nombre de Quiebraojos.
    Encuadrado al sur y este por la ribera de Benalija y al norte por el río Sotillo, el término de Guadalcanal hállase accidentado por estribaciones de la vertiente norte de Sierra Morena que caen sobre la extensa llanura extremeña, siendo las más importantes las Sierras del Viento y del Agua, situadas respectivamente, al noroeste y sureste de la villa, en las que hay alturas superiores a los 900 metros. En estas sierras y en otros cerros del término se abren en el terreno calizo cavernas y oquedades que han conservado algunos vestigios prehistóricos. Tales son las Cuevas de Santiago y San Francisco en la Sierra del Agua y sus estribaciones. De la primera proceden dos lascas atípicas de sílex tallado de siete centímetros de longitud, que se conservan en el Museo de Historia Natural de la Facultad de Ciencia de Sevilla, junto con un cuchillo de diorita de sección triangular de siete centímetros de longitud. En la Cueva de San Francisco, media legua al oriente de Guadalcanal, parece haberse hallado un cuchillo de sílex, trozos de vasijas y restos humanos y de animales. En el Cerro del Castillo de la hacienda de la Plata, situado al noroeste del término, entre el camino de Azuaga y el llamado Camino de la Trocha, se han recogido trozos de cerámicas de tipo análogo, uno de ellos de barro rojo, pulimentado, perteneciente al borde de un cuenco de gran diámetro y paredes delgadas. Algún fragmento pudiera llevarse a la primera Edad del Hierro, estando su superficie ornamentada con bandas horizontales alternativamente cóncavas y convexas, dibujando, por tanto, un perfil ondulado.
    La existencia de tales vestigios en el término, debe ponerse en relación con los primitivos explotadores de las riquezas mineras de la región; precisamente el hallazgo de la Cueva de San Francisco se debió a las exploraciones emprendidas como consecuencia de los indicios de mineral de cobre que existía en ella.
    Varios son los yacimientos romanos del término. Dentro de la villa el único resto que se conoce es un hermoso capitel compuesto, de mármol blanco, bastante mutilado, ahuecado por la parte superior, para servir de pila de agua bendita en la Parroquia de Santa María, a donde fue trasladado desde la desaparecida iglesia de San Sebastián, donde desempeñaba igual misión. El empleo discreto del trépano lo sitúa cronológicamente entre los siglos II y III.
    Al norte del camino de Pozo Rico, en la Suerte de Magrao, junto a la llamada Piedra Corcobada, mal supuesto vestigio de un trilito y al lado de un nacimiento de agua que allí existe, hay resto de un pequeño despoblado romano, consistentes en tegulae, ímbrices, ladrillos y fragmentos de vasijas.
    En el Cortijo de Santa Marina, a unos ocho kilómetros al norte de Guadalcanal, sobre la Cañada de Esteban Yanes, y sirviendo de abrevadero al ganado junto al pozo de la finca, hay un sarcófago de piedra de 210 x 70 x 54 cm., teniendo 35 cm. de profundidad por el interior y las paredes laterales 11 cm. De grueso; repellado con cemento, su forma es rectangular con los extremos en semicírculo. Según noticias recogidas sobre el terreno, procede de un cerro situado a poco más de medio kilómetro al oeste del caserío, donde en varias ocasiones se han encontrado sepulturas cubiertas por losas.
    En tierras del Cortijo de la Torrecilla, a ocho kilómetros al noroeste de Guadalcanal, en un pequeño altozano situado en la Era de los Comuneros, de la Suerte del Donadío, por cuyo pie pasa el regajo de este nombre, y al sureste de la carretera particular de la finca, hay restos romanos de tegulae, ladrillos, vasijas, terra sigillata y un gran trozo de firme de opus signinum, probablemente fondo de un depósito de agua.
    En el Cortijo de Monforte, situado a unos cinco kilómetros al sur y a poniente de la carretera de Cazalla de la Sierra, se encuentra un elevado cerro, en cuya cumbre hay un depósito de agua orientado por los ángulos a los puntos cardinales, de 4,80 x 3,10 y una profundidad hoy de 2,65 metros, pues el fondo está lleno de piedras; por el exterior los muros conservan una altura de 1,25 metros y su espesor es de 1,10, estando formados por un paramento exterior de mampostería de piedras y otro interior de ladrillos, siendo el núcleo de derretido. Los ángulos interiores del depósito tienen el bocel característico de las construcciones hidráulicas romanas. A unos 50 metros por debajo del depósito y en la ladera del cerro que mira al caserío del cortijo, hay resto de un muro de mampostería de piedras careadas de unos seis metros de largo por uno de altura. En otro cabezo del cerro, situado al este del que ocupa el depósito descrito, existen restos de otra muralla de análogas características, con paramentos de mampostería y núcleo de derretido, que parece formar un recinto cuadrangular del que sólo resta un ángulo y parte de los lados, y a nivel inferior otros restos de muro que, acaso rodearía el recinto superior.
    En las Tobas, a seis kilómetros al sureste, sobre el camino Real que desde la Sierra de Hamapega lleva al Hornillo, se han hallado sepulturas romanas de inhumación cubiertas por losas.
    El núcleo de Guadalcanal que actualmente conocemos, puede remontarse al a Julio del año 713, cuando árabes y bereberes se asentaron entre un valle y un alto al norte del llamado arroyo San Pedro, en su camino hacia la conquista de Emérita Augusta (Mérida), allí fundaron el campamento de “Wádi-al-Kanal” o “Wad-al-Qanal”) según autores. Actual Guadalcanal.
    Los antecedentes ciertos y contrastados por todos los historiadores, es que los ascendientes ancestrales de los actuales Guadalcanalenses, es que se asentaban a unos cinco kilómetros en varios poblados alrededor de Mons Fortis (cerro de Monforte). Los primeros antecedentes de este núcleo, datan en tono al siglo XV A. De C. Otros historiadores, como Fray Andrés de Guadalupe coinciden en su asentamiento fue fundada por el rey íbero Gerión” en 1690 antes de Cristo.
    Estos asentamientos en Monforte, seguramente fueron desarrollados y habitados por pueblos como los túrdulos,
    El periodista Andrés Rubio, también habitual de esta revista, nos cuenta a través de su obra ilustrada sobre la historia de Guadalcanal que “algunas crónicas cuentan que Guadalcanal fue fundada por el rey íbero Gerión” en 1690 antes de Cristo. Por lo que se ha podido investigar, se trataría de una leyenda de origen griego, aunque Fray Andrés de Guadalupe lo afirma en sus escritos como si fuera un hecho real. En los mapas y descripciones geográficas de los adelantados romanos – como el famoso Plinio el Viejo, Ptolomeo o Estrabón – se marcan las principales poblaciones que surgen a lo largo de la vía que conectaba Astigi (hoy Écija, ciudad fundada junto a una población turdetana) con Emérita Augusta (Mérida) y en ellas destacan pueblos bien conocidos como Regina (Reina) o Constancia Iulia (Constantina), pero no consta que aparezca ningún asentamiento de envergadura en lo que hoy es Guadalcanal. Esto no significa que no hubiera un pueblo de dimensiones similares a las que tiene hoy día nuestro municipio, pero no estaba donde está hoy, sino cinco kilómetros más al sur en el Cerro de Monforte.

Hemerotecas

sábado, 13 de septiembre de 2025

CARTA DE PASCUAS (1726)

CARTA DE PASCUAS QUE DESDE GUADALCANAL ESCRIBE UN BARBERO A DON PEDRO DEL PARRAL, VECINO DE MADRID, DICIÉNDOLE LO MAL QUE LE HA PARECIDO LOS PAPELOTES DEL RDMO. PADRE FEIJOO, DE TORRES, DE AQUENZA, DE MARTÍNEZ, DE RIVERA, y DEL MÚSICO.

 

    Introducción. -  Hace algún tiempo me encontraba, investigando en la Biblioteca Nacional de Madrid, y casualmente descubrí unos documentos que, en forma de cartas escritas a distintos destinatarios, hablaban de asuntos relacionados con Sevilla y su provincia. Entre esas cartas había una muy interesante -e incluso graciosa por su contenido- escrita en Guadalcanal en diciembre de 1726, en la cual un barbero de esta localidad cuyo nombre desconozco por el momento, aunque me propongo investigarlo- escribe a un amigo suyo de Madrid para manifestarle sus opiniones sobre ciertos “papelotes" y referirse de paso a sus relaciones con su difunta esposa, teñidas con una especie de amor/odio. Sorprende de este documento la frescura de sus expresiones y la filosofía crítica y moralizante que de él se desprende; para configurar a su autor como un erudito que en el siglo XVIII ejerce la crítica literaria desde una población como Guadalcanal, supuestamente considerada hasta ahora como ajena de los mentideros cultos de la época y que, por mediación de este barbero se nos revela como un foco de cultura en el cual participan el cura y posiblemente otros nativos o forasteros llegados al lugar, según parecen indicar las alusiones a libreros, autores o impresores, o a que "todo perro cristiano saca su papelote" para leerlo, quizás, en alguna también supuestamente tertulia literaria que el barbero-autor celebraría con sus amigos en el mismo Guadalcanal, aunque esto no podamos asegurarlo con certeza y sólo sean pistas para una posible investigación posterior.

            El azar ha querido que hablando un día en Sevilla de mi hallazgo con el poeta Andrés Mirón, me propusiera éste la publicación de dicha carta en una revista promovida por el Ayuntamiento de Guadalcanal, y dada la amistad y admiración que siento por Mirón, he accedido gustoso a su propuesta, pensando en dar a conocer la carta encontrada en Madrid a los actuales habitantes de la antigua Sisip (o a divulgarla si por alguien fuera ya conocida), pues tengo la intención de incluirla en un futuro libro, en el cual podrían responderse (si los hados nos son propicios y encontramos editor) algunas de las preguntas que cualquier lector atento de este documento puede plantearse, no sólo en lo referente a los nombres que en él se mencionan, sino también en cómo era la vida en Guadalcanal en el año 1726, para que pudieran desarrollarse las inquietudes culturales y críticas de nuestro desconocido barbero-autor.

            En la transcripción del original y con el fin de facilitar su lectura, me he tomado la licencia de actualizar algunos arcaísmos lingüísticos y de suprimir o añadir algunas comas y puntos, conservando en lo demás el texto su integridad:

 

RAFAEL RAYA RASERO,

Sevilla, mayo 1990.

Amigo don Pedro. Aunque en este país no me falta en que divertir mi pobre imaginación, con la máquina de estas Minas, y fatiga de mis barbarismos lances, pues le aseguro a vuesa merced que el día que tuve ayer no quisiera que nadie de mis amigos lo pasara, pues en menos de dos horas, sajé a tres enfermos ventosas, sangré a cuatro, y lo que más es, que a mi mujer se la llevó Dios de un sincopado accidente le duró tres horas y tres cuartos y medio, y le durará para sécula seculorum. Sea Dios bendito y alabado, que gracias le debo dar por haberme concedido una de las muchas cosas que le he pedido, que es enviudar. En fin, amigo don Pedro, a vuesa merced estimo tanto como a mí mismo, pues apenas me halo en tan triste lance, cuando lama a mi puerta un mozo, con su coletazo, con más mugre que un aceitero, con una carta de vuesa merced y un envoltorio de papeles. Veo su carta, y en ela me dice me remite varios papelotes de diversión que han escrito, y ruedan en Madrid, contra un Crítico Padre, o Padre para mortificarse y el barbero para afeitar. ¿No digo en esto bien, amigo don Pedro? Pero también siento mucho el enjambre de desatinos, que han ido emballestando unos contra otros, y muchos contra ese Critico. Válgate Dios por Critico, y el ruido que has metido con tus critiqueces. Parecen conjurados contra ti todos los batallones de la muerte, pues harto trabajo te mando. Preguntó un discreto en la Corte, cuando estaba el Señor Don Carlos Segundo a lo último de su vida, qué ¿cuántos médicos le asistían? y dijo un criado de Palacio: Señor, siete le asisten. Harto trabajo le mando -dijo el Cabalero- si escapa de entre siete pecados mortales, que mientras más peones entran en una viña, más presto la acaban. Harto trabajo le mando yo al Critico, si se escapa de tanto enemigo de la salud. Dios me libre de hombres que desean que los otros no tengan vida: el diablo le tentó al Padre meterse a Critico.

Pero, señor don Pedro, lo que más me admira es que un médico como Aquenza, con cien años a cuestas, cuando había de tratar de rezar solo, y arrepentirse del dinero mal levado en sus muy caras visitas, pues a título de Cámara del Rey no hay dinero para pagarle, pues a doblón serian como los sermones- sus visitas, se meta ahora a reparitos, y repliquitas. Deje a cada uno con su tema; y pues está ya más para morir, que, para otra cosa, trate de rumiar santos, oír misas, encomendarse a Dios, comer bien, y beber mejor, y dejar correr las cosas, que quien no ha de enmendar el mundo, déjele como está, y ya que escribe, gastara el tiempo en algún Tratadillo en romance, porque el de Sanguinis, que escribió en latín, para mi es lo mismo que si escribiera en griego. Déjese ya el doctor Aquenza de repuestitas, que ya no está para eso quien está más para morir, que para escribir, tome su coche, pues no le cuesta nada, paséese, y orille, que le tendrá más cuenta que oír disparates como los que dice el Médico de Sevilla, a quien yo, si le cogiera, diera con una piña verde; porque no anduviera en cuentecitos, que a un hombre como el doctor Aquenza no es razón se le digan tales dicterios, como los que él ha encajado en medio pliego de papel, lleno de disparates.

            Mediquillo debe de ser principiante, quien tanta envidia arroja en tan poco papel, con sus palos, y más palos. No es nuevo entre la maldita turba de matadores de cristianos, o médicos, que es lo mismo, andar en quimeras. Ya se acordará vuesa merced, señor don Pedro, diez años ha, los librotes que salieron unos contra otros, de Crítico, o Crítico Teatro, que para mí lo mismo es al derecho que al revés. En suma, que están siendo objeto de mi diversión en ocasión tan propicia. Cierto, amigo don Pedro, que no me harán daño los papelotes, y por ellos doy repetidas gracias a vuesa merced, y halándonos cerca de las pascuas, tan celebradas entre los católicos, del Nacimiento, debo anunciárselas a vuesa merced ahora, porque no se me olviden después, que yo no escribo cartas a nadie, sin que sea respuesta de alguna o acompañada con algo. Y pues vuesa merced vino con los papelillos, diré lo que siento de ellos, aunque no entiendo mucha Teología, pero mal dije si supiera yo escribir y contar como entiendo Teología. En fin, amigo don Pedro, en este mundo todo pasa y habiendo pasado y repasado algunos de los papelotes seis o siete veces, leve el diablo si me acuerdo de una palabra de ellos: si solo me recuerdo que uno de ellos habla también de una burra que fue Balaán, célebre burra debió de ser. Yo me alegrara ser como ela. Todos estos papeles, según mi gran capacidad, me parece que son sobre el Teatro Crítico. Válgame Dios lo que se ve en estos siglos. Si mi abuelo viviera, y viera lo que ahora pasa, sin duda o se volviera a morir, o de cólera reventara, porque fue muy devoto de San Benito, que en Toledo les trajo a cuestas más de seis años. Pero, señor d. Pedro, lo que a mí me desquicia el entendimiento es el ver que un religioso grave, que me dice vuesa merced lo es el Padre del Crítico Teatro, se meta a médico, a astrólogo, a músico, a letrado, y a otras muchas cosas, que no son de su profesión. Deje el Padre el mundo como está, que lo mismo hago yo y hacen otros. Hubiera escrito un librazo de Teología Moral, o de Sermones, u otra materia, que a lo menos si no hubiera sacado de ganancia cuatro doblones no me hubiera malquistado con tanta diversidad de clases, que, aunque yo no tengo que sentir (pues con el cónclave Barberato no parece se mete) me da mucho enfado que un hombre de cerquillo y cogulla ande rodando por estas calles, estrados y palacios, y lo cierto es que se le puede decir lo que el vizcaíno a la liebre: Más te valiera estar duermes. Déjese el Padre de crítico, que eso fue bueno para Gracián, y no para otro. Y si no, vuelva los ojos al Librazo del padre Cabrera, de su Crisis Política, y verá el despacho que tiene en las confiterías de esa Corte. Los que se destinan para místicos y moralistas, no son buenos para críticos, cada uno para lo que fue destinado: el soldado para la guerra, el labrador para cultivar, el señor para mandar, el religioso Corral, de Boix, y de Díaz, uno con agravios, otro con desagravios, otro con vindicaciones, y otros defendidos, que todos paran en pasto de polilas en las tiendas, o entre girapliega en las boticas. ¿Qué quiere decir toda esta máquina? que no hay más maldita Facultad que la de esta farándula, que con lo que yerran matan, y con lo que aciertan quitan la vida. Dios me libre de gente que matando viven, y no mueren matando. También se acordará vuesa merced, señor don Pedro, dos años ha, de otra cuestión de otros dos matasanos, uno Navarro soberbio, y otro Vallenato, apacible escéptico, que, sobre la clientela médica, maldita sea su alma, que en la librería de la calle Atocha me costó diez reales, que maldita la palabra yo la entiendo, y ahora la diera por tres reales para una misa a mi mujer. Dios la haya perdonado, amén. Digo, amigo, que ya se acordará, que estos dos anduvieron a palos en la calle de Barrio Nuevo. Si yo fuera Presidente de Castilla, entonces los hubiera desterrado de esa Corte para siempre, que no tienen vergüenza de que se diga que dos médicos anduvieron a palos; y esto sería porque ni uno ni otro tuvieron habilidad para manejar los monda dientes. Ya se sabe, amigo don Pedro, que esta clase de gente no hieren con armas, que matan con plumas. Yo me abolo el seso de contemplar las quimeras, desvergüenzas, y disparates, que entre estos faramalleros ha habido, hay, y habrá: quien malas mañas ha. En fin, amigo mío, buen provecho les haga, San Antón se la bendiga, que ni vuesa merced ni yo de eso no entendemos, y sólo acá con nuestras Porradas Berberinas lo pasamos como Corregidores. Pero, mi muy caro amigo don Pedro, reparo que entre los papelotes halo uno de Rivera, el salamanquino; y cierto que tiene sus rasgos claustrales: él parla bien, no se le quedó el pico en Salamanca, y habla de manera que todos le entendemos, él no es tonto, y dice lo que yo dijera, escribamos de suerte que sea para todos, y corra la mosca fresca, como en Tabla Carnicera. Él hace bien, pero podía dejarse también de puntillos críticos, que nació tarde para aderezar el mundo. Pero reparo en el Crítico la inmensidad de cosas que trata en un solo libro: ya veo, don Pedro, que caben muchas letras en uno sólo, que como yo solo trato con mi Porrillas, se me hacen grandes los demás. Este Crítico todo lo ha escudriñado; a cuezo de albañil me parece, que en entrando en una casa, todo lo embadurna. 0 me parece mejor al cajón de sastre, que teniendo en si diversos retales juntos, de ninguno hay pieza, ni hoja de calzones, ni mangas. En fin, son los hombres, que todo pican como el gorrión. Pero volvamos, amigo don Pedro, a mi buen Rivera. No fuera mejor que estudiara, mientras escribía cien frialdades, que ha arrojado de sí sobre cuatro pliegos que no sirven más que de cebo a los golosos, o curiosos, que es lo mismo. Climatérico me parece este año de 26, pero más lo fuera el 27, que yo con número de no tengo poca fe; y cuando lega un tabardillero al sexto, si pudiera le diera yo la Santa Unción, de miedo no se me fuera sin Sacramentos. Si, amigo mío, estos hombres quieren descalabrarle con tinta, y papel, y para nadie es esto mejor que para impresores y libreros, que, a lo menos, si no ganan, no pierden nada. En suma, gente que cuando entra en las casas de cotidiano es perniciosa: Dios, por su infinita bondad, me libre de ela. Amén.

Segundo reparo se me ofrece, amigo don Pedro, o tercero, que para mí lo mismo es por delante que por detrás; y es que también nuestro don Martínez entra con sus repulidlos términos y acicalados vocablos, defendiendo al Crítico, y ofendiendo al astrólogo, que no lo es fingido; pues voto años, amigo, que todo cuanto ha dicho este año de 26, en su calendario, he observado yo en estos países. No me parece bien que este Martínez, con sus quijadas de cangrejo, gane dinero y le pierda aun el tiempo. Halagar a uno, por morder al otro, es propiedad de culebra, que lo ejecuta a un tiempo. Cuide el doctor Martín (mal nombre este, ello a duende me huele) cuide, digo, de su Teatro Anatómico, y déjele al Crítico, que lo primero le ha dado de comer, y lo segundo ni aun de cenar; ya fe que limpie de la centinela, le ha de sudar el rabo, que el Navarrillo lo puso para pelar, según me ha dicho el cura de este lugar, que yo leve el diablo palabra entiendo de ela. Amigo mío, cada cual, a su negocio, a obrar bien, que Dios es Dios, así he oído decir lo dice San Agustín, no porque yo lo he visto, pero me acuerdo de lo que me decía mi abuela: Hijo, cuando oyeres cosa que haya dicho algún santo, ten cuidado, pues te acreditas en referirlo de discreto, de leído, y no de necio. Yo, amigo, y querido de mi alma, ni soy lo uno, ni lo otro, pues sólo soy lo que vuesa merced quisiere, y así le suplico tenga paciencia conmigo, que como estoy con el grande sentimiento de la prenda más amada que tenía, que ya por justos juicios de Dios, la levó, ojalá lo hubiera hecho dos años ha, que estuve casado con ela. Le aseguro me sirve de gran gusto el dilatarme en la conversación con vuesa merced, o en la carta, que es lo mismo. Ya habrá usted reparado, amigo, como se explica el astrólogo salamanquín: Es un demonio en el modo de decir tan sutil. El pardiez, amigo, que al Padre le dice bravas cosas, y a mí me han parecido bien: Y aquel reparillo de que contra un Padre no hay razón, estuviera mejor si dijera: contra un fraile no hay razón, que para mí es lo mismo fraile, que diablo. ¿Pero a este Torres quién le mete con frailes, ni con médicos? Trate de componer su Piscator, que se lega ya el tiempo, prevéngale buenas alforjas, hágale buenas mantillas, que el frío es, y será terrible: repase sus discípulos en su Cátedra, y déjese de posdatas, que es lo mismo que cosas postreras. Ya veo, que me dirá vuesa merced que como ha caído en gracia (como las cosas extranjeras a los españoles) sus escritos, que hasta las Madamas gustan de oír sus dichánganos, que con estos papelillos él no pierde nada, pues, aunque sea una friolera, en sonando Torres, corre que rabia, y al mismo paso la moneda. Buen tiempo, amigo don Pedro, que todo perro cristiano saca su papelote, se divierte la curiosidad, comen los autores, cenan los libreros, y almuerzan los impresores, y a mí me sucede lo mismo. Acuérdome, amigo don Pedro, haber visto otro papelón que laman Glosas, y de paso digo que en los días de mi vida vi Glosas más disparadas, mejor las había de hacer el sacristán de este lugar, aunque no sabe ayudar a misa. Yo me ralo las tripas, y me riego el estómago en considerar que haya hombres que se pongan a escribir tan amontonados de latinos. Pero, amigo, es verdad que el mundo de todo se compone, y es preciso haya de todo, es infinito el número de necios. Pues el Músico, con sus Arres, o Arias, que para todo es a un precio, tal arrear como el hombre arrea en diez pliegos y medio de imprenta. No he visto en mi vida, amigo, que quiere decir Aria, o Arri, que yo sólo entiendo es andar a prisa; pues vemos que cuando va alguno tras de un jumento, poco menos que él, todo es: arre, arre, arre: Reventarás arriando, le dijera yo al jumento, o al músico, que para mí lo mismo es correr que andar de prisa. El dichoso músico debía de estar despacio cuando tuvo lugar para cuatro arias, o recitados, encajar diez pliegos, que juro a Cristo que puede ir a la bruja de su abuela, que los lea, si está despacio, que yo, el demonio cargue conmigo, y con él, si lo leyere. ¿Pues qué diremos, amigo don Pedro del Aquenza Fingido, y el verdadero? Debe ser demonio este hombre, que finge, y hace verídico a un tiempo. Yo, si le conociera, léveme Dios, si antes de hablarle no sacara el rosario. Dios me libre de persona que de uno hace dos, semejantes que esto lo que suelen decir: hará de un diablo dos por apocarlos: mejor dijera yo por aumentarlos; no quiero nada con tal hombre. Pues no digo nada de don Martínez y su rocín; yo me alegrara que ahora nos vinieran otro Sancho Panza con Don Quijote, aunque aquí faltara Doña Dulcinea, sino que pongamos en su lugar al Crítico, siquiera por lo que tiene de faldas. Y a fe, amigo mío, que, si ha de montar en su rocín, el amigo, bien puede transformarse en duende, que otra suerte dudo alcancen sus gatillos, aunque me han dicho es ligero. Y siendo de la calidad del pescado su contextura, echándole en buena porción de agua, subirá, que amigo don Pedro el Torres creo es bien grande, que según me acuerdo en el Sacudimiento de Mentecantos dice tiene dos varas y cuarta de largo, de marca es el rocín, bien vale lo que pesa; y más cuando creo no ha cerrado, ni don Duende tampoco. Bien se echa de ver que no han cerrado las moleras hombres que andan como los niños, unas veces a coz y bocados, otras a palos, y otras a papelazos. Halo, amigo don Pedro, por remate de espinazo, entre los papelotes el de don Matilde, tan frío como él mismo, pues al cabo de cien años que Torres escribió el Viaje Fantástico y otros ciento que le vino el correo con las seis cartas del otro mundo, sale esto otro meaquedito, con su Paracelso, o Paracelsa, con seis docenas de patochadas, sin sustancia. Sin duda fue preñado y no parió de todo tiempo, que, si Torres le coge en una velada, lo dará mil vueltas y lo pondrá a parir de nuevo, de éste, diré yo, que lo ha pensado mucho, y es propio de borricos. Amigo muy amado, a cada loco dejarle con su tema, y más que se desmochen, que yo de toda esta turba multa solo debo decir que algunos estarán, con la subida de moneda, estrechos de cuartos, ya título de discretos, y peliagudos, como conejos, han querido recoger cuartos para gastarlos esta pascua. Buena fe la de Dios, que no les tengo envidia, que yo con mis Minas lo pasaré mejor que ellos con sus papelazos. Y sólo me queda el escozor de que se sufra en esa Corte, que un galenista traiga bastón, como si fuera militar de guerra, que de traje todos los somos. Es verdad que más matan ellos con paz, que los soldados en la guerra, y son enemigos declarados de las vidas. Pues otra cosa más se consiente que es anden declarados de las vidas. Pues otra Cosa más se consiente que anden en coche, habiendo muchísimos que le debían arrastrar. Vuesa merced no se fíe de ninguno de ellos, mire que el que más santo parece, diezma. Y, sobre todo, amigo, dejar cada uno para lo que es. Vuesa merced cuide de su pucherito, poca fruta, buen trinquiforti, y malos años para medicastrones, que curen sus mulas para que tiren lo que ellos debían tirar, y mire vuesa merced que esto se lo aconseja un tonto que le estima, y desea que Nuestro Señor le guarde muchos años.

Guadalcanal, y diciembre 12, de 1726.

RAFAEL RAYA RASERO.

Revista de feria 1990

sábado, 6 de septiembre de 2025

LA EPÍSTOLA DE EMILIO ARRIETA

ADELARDO LOPEZ DE AYALA

(Guadalcanal 1828- Madrid 1879)

“Ya no codicio fama dilatada,
ni el aplauso que sigue a la victoria,
ni la gloria de tantos codiciada...”
Adelardo López de Ayala.

    
    La Epístola a Emilio Arrieta de este poeta sevillano figura entre “Las cien mejores poesías líricas de la lengua castellana”, escogidas por Menéndez Pelayo, entre lo mejor de la literatura española antigua y moderna, pero son muy pocos los que se interesan por los versos de López de Ayala.
    El nombre de Adelardo López de Ayala figura entre los importantes nombres de autores que se hicieron famosos en el teatro durante la segunda mitad del siglo XIX, imprimiendo a aquél una tendencia en que el recuerdo del moribundo teatro romántico se mezcla con una especie de realismo y con otros influjos de toda clase. Ayala fue aplaudidísimo en su obra Consuelo (1878) que se hizo popular, durando esa popularidad largos años, por lo sentimental de la obra, por su bella forma, por sus cualidades de fina observación que el público sentía realmente. La protagonista abandona un amor sincero, pero pobre, a cambio de otro capaz de satisfacer sus ansias de lujo: dejada por su marido y despreciada por su antiguo amador, la vida sentimental de Consuelo concluye:
“cercada de ostentación,
alma muerta, vida loca,
con la sonrisa en la boca
y el hielo en el corazón”.

    El manifiesto de Cádiz, 19 de septiembre de 1868, (que terminaba con la famosa frase “Viva España con honra”) presentando al país los acontecimientos de aquella revolución llamada Gloriosa, lo escribe Adelardo López de Ayala. Para agradecerle sus servicios la septembrina hace a López de Ayala ministro de Ultramar.

    Adelardo López de Ayala y Herrera nace en Guadalcanal, provincia de Sevilla, el 1 de mayo de 1828. Siete años antes que Bécquer. Hasta los veinte años pasa su vida en Guadalcanal, en Sevilla y Villagarcía (Badajoz). A los catorce años comienza en Sevilla sus estudios en Leyes, pero los abandona. Se traslada a Madrid en 1849 con la idea de estrenar su primera obra dramática Un hombre de Estado, acerca de la figura de Rodrigo Calderón, favorito de Felipe III, que una vez corregida se estrena en el Teatro Español en 1851.
    Alternó su vocación literaria con la política y fue elegido diputado por Mérida (1858), por Castuera (1863), por Madrid (1863) y por Badajoz (1871). Fue ministro de Ultramar con los gobiernos revolucionarios, con Amadeo de Saboya y con Alfonso XII (en la órbita del conservador Cánovas), Presidente del Congreso en 1878, y antes de su muerte se le ofreció ser Primer Ministro. Adelardo López de Ayala muere en Madrid el 30 de enero de 1879.
    En su tiempo estuvo considerado como un gran orador, y fue, sin duda, uno de los más importantes autores teatrales de su época. Con él alcanzó su más alto rango la llamada alta comedia, típica del teatro realista, que no estuvo exento de algunos caracteres románticos, entre ellos el efectismo y tono pasional.
    El propio López de Ayala empezó haciendo teatro romántico más o menos adulterado, Un hombre de Estado (1851), Los dos Guzmanes (1851) y Rioja (1854); pero mayor importancia tiene su teatro realista, El tejado de vidrio (1856), El tanto por ciento (1861), El nuevo don Juan (1863) y Consuelo (1878), tal vez, su mejor obra. Ayala refleja la sociedad de la época, centrándose sobre todo en la burguesía, de la que toma argumentos y personajes; su carácter escasamente romántico y el cuidado en la construcción de sus obras supone un avance hacia el teatro moderno.
    Su novela Gustavo fue prohibida por la censura en 1852. Los poetas realistas, al renunciar en gran modo a la fantasía y a la evocación no sólo se apartan de los motivos medievales y caballerescos o no retornan al mundo mitológico, sino que también se apartan de lo sobrenatural cristiano que alentaba en la poesía romántica. Durante el periodo realista, la amargura y el desengaño romántico no llevan a la desesperación o al suicidio: se resuelven en una irónica y filosófica sonrisa. Para los poetas realistas, el mundo es tal como se muestra y así hay que aceptarlo.
Todavía guardo en mi memoria unos versos de López de Ayala que aprendí en la adolescencia:
“Brote la clara luz del desengaño
iluminando mi razón dormida.
Para vivir me basta un año”.

Francisco Arias Solís
La Comunidad

sábado, 30 de agosto de 2025

Guadalcanal y la subprefectura judicial y fiscal de Llerena

 

…echaron a las malas mujeres lejos de la veçindat de los buenos onbres”.

      Durante siglos Llerena era, como cabeza del Priorato de San Marcos de León, la sede y residencia de los provisores del Priorato, que estaba en situación jurídica de sede vacante desde la muerte de Casquete de Prado, el último obispo prior en la historia de la Orden de Santiago en Llerena. Por aquella época también impartía justicia eclesiástica para todo el territorio del priorato, al que pertenecía Guadalcanal.

    Las primeras noticias las proporciona el Archivo Histórico Nacional, Sección de Ordenes Militares, y datan del siglo XV, no en referencia a Llerena sino a la vecina villa de Guadalcanal. Solo se indica que en 1494 la casa de mancebía estaba ubicada al lado de la residencia del gobernador hasta que fueron expulsadas por los visitadores:

“…echaron a las malas mujeres lejos de la veçindat de los buenos onbres”. (sic)
    Como vemos, la prostitución está presente en la Provincia de León, aunque no parece tener mucha trascendencia como generadora de rentas a concejos. En cuanto a la consideración de las prostitutas y de las mancebías por la Orden de Santiago en la provincia de León es general para los demás territorios de la Orden. A saber, que no se castiga el comercio carnal ni el oficio, sino su ejercicio fuera de la mancebía.
    Don Julián Maldonado Mendoza, vecino de Guadalcanal, vende…
“… una esclava que yo tengo y poseo mía propia de color negro atezada, que a por nombre Grazia de hedad de quarenta años poco más o menos que es abida de buena guerra y no de paz y sujeta a perpetuo captiverio por prezio y quantia de mil y zien reales en vellon ... y se la aseguro que no es puta, borracha, ladrona, ni fuxitiva, ni que tiene mal de corazón, gota coral, etica, ojos claros sin ver ni otra enfermadad publica ni secreta” (sic)
En esta carta de venta, como en las demás, leemos su color, que no padece enfermedad y “algunos de los vicios que generalmente se asociaban a los esclavos, esto es, ser ladrones, borrachos y fugitivos”
    En esta carta de venta no se dice que la esclava Gracia sea “puta”, al contrario, pero nos hace pensar que algunas debían serlo, máxime cuando la calificación de “puta” no está presente en otras cartas ni es uno de los defectos constantemente mencionados. En el caso de emplearse como prostitutas cabrían culpar a sus amos como una manera más de explotarlas o por propia iniciativa, quizás para comprar su propia libertad.
    El origen y el itinerario nos lleva a una pregunta de difícil respuesta: ¿quién y cómo organizaba el flujo de las prostitutas, los destinos y las escalas? Hay tres posibilidades:
- Fijándonos en las provincias y los pueblos de los que son originarias las jóvenes, cabe la hipótesis de que fuesen agentes ubicados en determinadas ciudades y pueblos grandes -que muy bien podrían ser Sevilla, Badajoz, Zafra o Guadalcanal, - los artífices de la distribución-. La idea de un agente en Zafra no es descabellada porque, excepto tres de Zalamea de la Serena y una de Mérida, todas procedían de pueblos de la comarca de La Campiña, Tentudía y La Sierra, lugares dentro de la órbita de influencia de Zafra en todos los campos.
- Si en el futuro se estudiara la prostitución durante los mismos años en Fuente de Cantos, Zafra, Azuaga o Guadalcanal, por citar algunos pueblos cercanos, podría comprobarse si algunas de las prostitutas que aparecen en Llerena recayeron también en los prostíbulos de alguno de ellos. Esto ocurre entre los mismos lupanares Llerenense; tanto las que residen durante un tiempo prolongado como aquellas que sólo están dos o tres meses, pasan por dos o más casas. Cabe la posibilidad de que fueran las mismas patronas las que desplazaran al personal laboral de unas casas a otras siguiendo una ruta organizada.
- De lo que no cabe duda es de que funcionaba un mecanismo parecido al de la emigración, en el sentido de que los primeros que se establecen en un país o región inician una corriente hacia esos mismos destinos de sus paisanos. Así se explica que la llegada de Alejandra S. C. y el papel protagonista que adquirió, natural de Burguillos del Cerro, fuera seguida de la llegada de otras del mismo pueblo.
    Tras esta última división, la jurisdicción del gobernador de Llerena quedó tal cual en lo que se refiere a dicha villa cabecera y sus aldeas (Cantalgallo, Maguilla, Los Molinos y La Higuera), la Comunidad de Siete Villas de la encomienda de Reina (con dicha villa y los lugares de Casas de Reina, Trasierra, Fuente del Arco, los Ahillones de Reina, Berlanga de Reina y Valverde de Reina), la Comunidad de Cinco Villas de la primitiva encomienda de Montemolín (con las villas y encomiendas de Aguilarejo-Fuente de Cantos, Calzadilla, Medina, Monesterio y Montemolín), la encomienda de Guadalcanal (con dicha villa y la aldea de Malcocinado), la encomienda de Azuaga (que incluía a Azuaga, el lugar de Granja y las aldeas de Cardenchosa y los Rubios) y las villas y encomiendas de Usagre, Bienvenida, Puebla de Sancho Pérez, los Santos, Villafranca, Ribera, Hinojosa, Oliva y Palomas. En los pueblos que pasaron a configurar los nuevos partidos o alcaidías mayores de Hornachos y Segura se presentaba una situación algo enmarañada. Por regla general, los aspectos administrativos de mayor entidad seguían tutelados desde Llerena, quedando los otros bajo la competencia de sus respectivos alcaldes mayores, circunstancia que provocaba periódicamente conflictos por invasión de competencias.
    En fechas inmediatamente posteriores, el partido sufrió otros recortes a cuenta de las sucesivas enajenaciones de pueblos santiaguistas. Así, en 1573 Felipe II segregó de la Orden de Santiago (y del partido gubernativo de Llerena, nunca del fiscal) las villas y encomiendas de Aguilarejo-Fuente de Cantos, Calzadilla, Medina, Monesterio y Montemolín, como más adelante ocurrió con Berlanga y Valverde de Reina, vendidos en 1586 a la marquesa de Villanueva del Río. Por lo demás, sólo hemos de considerar el caso de Villafranca de los Barros y Aceuchal, pueblos que desde finales del XVI pasaron definitivamente al partido de Mérida.
    Tomás Pérez, pasando ahora al siglo XVII, ha profundizado en el estudio de la administración santiaguista de nuestro partido, indicando que su concreción territorial era distinta dependiendo de la competencia contemplada. En efecto, en relación con las demarcaciones fiscales de la Real Hacienda, existía gran confusión. Así, en la primera mitad del XVII, como ya venía ocurriendo desde la centuria anterior, la recaudación provincial de los servicios votados en Cortes se centralizaba en Llerena (también en Mérida desde finales del XVI, especialmente una vez que se establece el servicio de millones), mientras que las alcabalas y cientos se recaudaban en las subdelegaciones de Llerena, Mérida, Guadalcanal, Fuente del Maestre y Jerez. Buen ejemplo del desconcierto fiscal lo encontramos al analizar el empeño de la Comunidad de Cinco Villas a la ciudad de Sevilla, para lo cual, como era habitual en estos casos, el Consejo de Hacienda envió a un funcionario para que, sobre el terreno, calculase el valor de los bienes a empeñar. Esta circunstancia determinó que el comisario real quedara forzado a visitar las distintas tesorerías a las que pertenecía cada uno de los pueblos y encomiendas afectadas.
    En la nueva provincia de Extremadura se localizaban 8 grandes partidos o tesorerías de millones, con cabeceras en Alcántara, Badajoz, Cáceres, Llerena, Mérida, Plasencia y Trujillo, más la posterior incorporación de Villanueva de la Serena; es decir, las seis ciudades y villas que adquirieron dicha facultad, más Llerena y Villanueva de la Serena.
    Sin embargo, desde el punto de vista gubernativo y judicial, o de otras tesorerías distintas a las de millones, existían hasta 23 demarcaciones de menor rango administrativo.
    Es preciso destacar cómo Llerena, pese a no ser una de las ciudades con Voto en Cortes, continúa encabezando uno de los partidos de mayor extensión. En su más amplio significado, -es decir, desde el punto de vista de la recaudación de servicios votados en Cortes- comprendía 45 pueblos: Aceuchal, Ahillones, Azuaga, Belalcázar (Córdoba), Berlanga, Bienvenida, Cabeza la Vaca, Calera, Calzadilla, Campillo, Casas de Reina, Fuente del Arco, Fuente de Cantos, Fuente del Maestre, Granja, Guadalcanal-Malcocinado (Sevilla-Badajoz), Hinojosa del Duque (Córdoba), Hinojosa del Valle, Hornachos, Lobón, Llera, Llerena (y sus aldeas de Cantalgallo, Higuera, Maguilla y Los Molinos), Monesterio, Montemolín (y las aldeas de Pallares y Santa María la Zapatera), Montijo, Oliva, Palomas, Puebla de la Calzada, Puebla de la Reina, Puebla del Maestre, Puebla del Prior, Puebla de Sancho Pérez, Reina, Retamal, Ribera del Fresno, Los Santos de Maimona, Segura, Trasierra, Usagre, Valencia de las Torres, Valencia del Ventoso, Valverde de Llerena, Villafranca, Villagarcía y Villanueva del Duque (Córdoba).
    La línea divisoria entre los departamentos extremeños se aproximaba al cambio de vertiente entre sus dos cuencas hidrográficas más importantes, quedando en la Baja Extremadura los actuales pueblos cacereños de Abertura, Alcollarín, Almoharín, Arroyomolinos, Campolugar, Cañamero, Conquista, Escorial, Guadalupe, Herguijuela, Logrosán, Madrigalejos, Miajadas, Puerto de Santa Cruz, Valdemorales, Villamejías y Zorita. Sin embargo, en la divisoria de la prefectura de Mérida por el Este y Sur se despreciaba el criterio hidrográfico, dándole prioridad a los antecedentes históricos. En efecto, el límite de la prefectura de Mérida al Sureste quedaba así:
“... la línea que les divide parte del punto donde se unen los ríos Zuja y Guadamez, sigue la dirección del Zuja hasta su nacimiento y al Oeste de la Coronada; sigue después al Este de Caraveruela en la provincia de Córdoba, y se termina entre Guadalcanal (prefectura de Mérida y subprefectura de Llerena) y Alanís (prefectura de Sevilla)”.
    La línea divisoria por el Sur seguía el siguiente itinerario:
“...la línea que les separa parte desde el punto en que acabamos de dejar; sigue al Sur de Guadalcanal, de Puebla del Conde y de Arroyomolinos de León, que pertenecen a la prefectura de Mérida, y al Norte de Alanís, del Real de la Jara, de Santa Olalla, de Cala, de Cañaveral, de Bodonal, de Segura y de Fregenal, que pertenecen a la prefectura de Sevilla; continúa al Sur de Oliva, de Barrancos de Negrita y de Sombral, encontrando al fin la frontera de Portugal en el río Chanza”. (sic)
    En 1815 persistía la situación alcanzada a mediados del XVII, con apenas modificaciones. Es decir, Extremadura como única provincia o intendencia, con los partidos contemplados cuando se creó la Real Audiencia. De acuerdo con un minucioso informe que fue requerido de don Manuel de Iturrigaray, por aquellas fechas gobernador del partido de Llerena, su jurisdicción política (una vez suprimidos los señoríos jurisdiccionales), judicial y fiscal.
    El informe de Iturrigaray fue más minucioso, pues además recogía ciertos datos sobre la administración local, confirmando que los alcaldes ordinarios representaban la máxima autoridad en cada pueblo. Las excepciones se localizaban en Llerena, cuyo cabildo seguía presidido por el gobernador del partido, ayudado por un alcalde mayor. Esta última figura administrativa también presidía los concejos de Azuaga, Bienvenida, Fuente de Cantos, Fuente del Maestre, Guadalcanal, Hornachos, Medina de las Torres, los Santos, Usagre y Villagarcía; es decir, aquellos pueblos con mayor vecindad. En Guadalcanal, aunque seguía bajo la jurisdicción de la Orden de Santiago, aparecía como novedad un corregidor real de letras, nombrado por primera vez en diciembre de 1783.
    Durante el Trienio Liberal se consideraba imprescindible una nueva división del territorio que garantizase la implantación del sistema constitucional y un correcto funcionamiento de las diputaciones. También se le encargó a Bauzá la elaboración de este proyecto y nuevamente aparecen las improvisaciones. Buena prueba de ello, centrándonos exclusivamente en la parte del territorio que aquí se trata, fue la división en distritos administrativos de la provincia de Extremadura. Así, por Decreto de primero de junio de 1820, y sólo a efectos de registro de hipotecas, en la provincia se consideraron los siguientes distritos y cabeceras: Alcántara-Valencia, Almendralejo, Badajoz, Cáceres, Castuera, Coria, Fuente de Cantos, Herrera, Hinojosa del Duque, Jerez, Llerena, Mérida, Montánchez, Navalmoral, Plasencia, Trujillo, Villanueva de la Serena y Zafra. Quedaban incluidos en el de Llerena: Ahillones, Azuaga, Berlanga, Casas de Reina, Campillo, Fuente del Arco, Guadalcanal, Granja, Llera, Maguilla, Puebla del Maestre, Reina, Retamal, Trasierra, Villagarcía Valencia de las Torres y Valverde.
    Mayor significado administrativo representaba la división provincial a efectos fiscales (Decreto de las Cortes de 9 de noviembre de 1820), si bien se especificaba que sólo era de aplicación para el ejercicio económico marcado entre el 1 de julio de 1820 y 30 de junio de 1821. La cantidad asignada a la provincia de Extremadura quedó distribuida entre los partidos fiscales de Alcántara, Badajoz, Cáceres, Llerena, Mérida, Plasencia, Trujillo y Villanueva de la Serena, quedando asignados al de Llerena los pueblos comprendidos, recogiéndose además la riqueza rústica que se le estimaba y la repercusión fiscal correspondiente
    Para cortar con tales improvisaciones, por Decreto de las Cortes de 27 de enero de 1822 se aprobó la Carta Geográfica de España. Se inspiraba este nuevo ordenamiento territorial en el proyecto Bouzá-Larramendi, ligeramente corregido por el último de los decretos referido, intercalando criterios hidrográficos e históricos, y descartando la posibilidad de dividir términos municipales entre provincias limítrofes. De acuerdo con estos principios, el territorio extremeño quedaba dividido en dos provincias, separadas entre sí por la línea divisoria de las cuencas de sus ríos más representativos y los accidentes orográficos que las condicionaban: la Alta Extremadura, con capital en Cáceres, y la Baja Extremadura en donde, tras complicadas negociaciones, quedó Badajoz como capital.
    Siguiendo este criterio, quedaban incorporados a Badajoz 17 pueblos actualmente incluidos en la de Cáceres (los ya considerados en el intento bonapartista), ganando además dos pueblos tradicionalmente ligados al Reino de Sevilla (Bodonal y Fregenal).
Por lo contrario, Badajoz perdía 11 pueblos en favor de Ciudad Real, 7 en favor de Sevilla (Azuaga, Fuente del Arco, Guadalcanal y su aldea de Malcocinado, Montemolín y sus anexos -Pallares, Santa María la Nava y el sitio o Sierra de Uña- y Puebla del Maestre) y 3 en favor de Huelva (Cañaveral de León, Fuentes de León e Higuera la Real, si bien estas dos últimas poblaciones las recuperaría en 1833, perdiendo sólo Arroyomolinos. Así como Guadalcanal que se incorporó a la provincia de Sevilla.
    Atendiendo a las instrucciones del Real Acuerdo, el partido de Llerena quedaba sensiblemente mermado respecto a 1653 y a 1785, en favor de los corregimientos de Almendralejo (que tomaba del partido de Llerena a Hinojosa del Valle, Hornachos, Palomas, Puebla del Prior, Puebla de la Reina y Ribera), Fuente de Cantos (que se segregaba del de Llerena y agregaba a Bienvenida, Calera, Calzadilla, Monesterio, Montemolín y Valencia del Ventoso), Mérida (al que pasaba Oliva) y Zafra (que, entre otros, se agregaba a Fuentes del Maestre, Medina, Puebla de Sancho Pérez y los Santos). Otros pueblos, y esto sí que realmente preocupaba en la Real Audiencia de Cáceres, pasaban a las provincias de Huelva (Arroyomolinos) y Sevilla (la mayor parte de Azuaga y su término, Pallares, Santa María la Nava y el sitio de la Sierra de Uña en el término de Montemolín, así como la totalidad de los términos de Fuente del Arco, Guadalcanal-Malcocinado, Puebla del Maestre y Valverde de Llerena.
    Según aparece en el Diccionario de Madoz, el nuevo partido judicial de Llerena comprendía los pueblos, vecinos, habitantes y electores.
    En ninguna de las propuestas consideradas se decidió incluir a Guadalcanal en Extremadura, en su provincia de Badajoz y en el partido de Llerena, al que históricamente había pertenecido. Esta villa santiaguista, ligada tributariamente desde 1540 al Hospital de las Cinco Llagas de Sevilla, siempre reñida con Llerena por la prepotencia de sus gobernantes y mejor comunicada con Cazalla y Sevilla que con Llerena y Cáceres, aceptaba cualquier sugerencia que le vinculase administrativamente a Sevilla. Así lo hizo, con su aquiescencia, a la propuesta de las Cortes de Cádiz en 1813, al intento de los liberales en 1822, al Real Decreto de 1829 y al definitivo de 1833. Con Guadalcanal, pasaba también a Sevilla su aldea de Malcocinado, si bien dicha aldea -cuyo vecindario había crecido espectacularmente a partir de la última década del XVIII, precisamente a costa del de Guadalcanal-, sobre 1840 decidió independizarse de la villa cabecera y, para mayor constatación y declarada enemistad, incorporarse a la provincia de Badajoz.

Buhardas agrícolas de San Miguel.
    Las construcciones de buhardas de San Miguel parecen que son una prolongación idéntica a las torrucas y chozos circulares ganaderos, solo que más recientes y ligadas directamente a la colonización agrícola de las estribaciones de San Miguel, especialmente las umbrías.
    Las rozas de montes para la puesta en cultivo de viñedos en las frescas laderas calizas se prolongan hacia Guadalcanal y Alanís. Éstas estuvieron relacionadas con las amplias extensiones que ocupaban los viñedos autóctonos sobre tierras marginales (las mejores se destinaban a cereal), frecuentemente cultivadas a base de azadas. La asociación con el olivar fue posterior, hasta que la generalización del desastre de la plaga de la filoxera a finales del XIX obligó a una replantación general de los viñedos sobre vid americana, desapareciendo en las sierras a favor del monocultivo del olivar.
    El auge y demanda del aceite de finales del siglo XIX cambió la geografía de forma radical, por lo que la imagen actual se extendió casi a las cumbres. Las nuevas variedades de primeros del siglo XX ya ocuparon tierras bajas y más productivas. Es en ese primer contexto cuando debieron construirse, a partir de los siglos XVI-XVII.

Rocío Periáñez Gómez
Dpto. Historia. Área de Historia Moderna, Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Extremadura