Hospitales, Obras Pías y el clero Regular de Guadalcanal
Los llamados
hospitales representaban uno de los cauces habituales para el ejercicio de la beneficencia,
teniendo entonces un significado más amplio del que en principio cabría
esperar, pues, aparte de servir como enfermerías, también se utilizaban como
hospedería y comedor para pobres y desvalidos. Sus antecedentes hemos de
localizarlo en la Edad Media, época en la que el ejercicio de la hospitalidad
era habitual, encontrando fiel reflejo en los Estatutos y Regla de la Orden de
Santiago. Por ello, en cada una de sus visitas, la Orden supervisaba el
funcionamiento de estas instituciones hospitalarias, gracias a las cuales
podemos acceder al significado de la hospitalidad en Guadalcanal, donde se
localizaban cinco centros benéficos de esta naturaleza: el de Santiago, el de
la Caridad, el de los Milagros, el del Santiespíritu y el de San Bartolomé.
El Hospital de
Santiago
quedaba junto a la parroquia de San Sebastián, bajo la protección de la
cofradía del mismo nombre. Tenía como finalidad acoger a pobres transeúntes,
a quienes les daban cobijo y ropas, así como una limosna alimenticia durante
varios días. Desde el punto de vista arquitectónico, la estructura del
edificio respondía a los hospitales de la época: un zaguán con capilla,
generalmente modesta en cuanto a ornamentos, que distribuía las dependencias
a uno y otro lado de un patio central. Entre sus aposentos solía diferenciarse
las habitaciones del casero u hospitalero, una cocina y los dormitorios de
enfermos y pobres, todo ello rudimentariamente amueblado, con escasos enseres y
cuatro o cinco camas con jergones y mantas. Se mantenía con la cuota que
aportaban los hermanos de la cofradía de Santiago y con las limosnas que dichos
cofrades recogían el Jueves Santo, el día de Santiago o del bacín que tenían
fijo en la parroquia de San Sebastián. Aparte, anualmente ingresaban unos
5.500 mrs., fruto de varios censos sobre algunas casas y tierras.
El Hospital de la
Caridad,
asociado a la cofradía del mismo nombre, se ubicaba en la Plaza Pública, junto
a la Iglesia Mayor. Se trataba de una enfermería mantenida gracias a las
cuotas de los hermanos cofrades, más las limosnas que estos recogían por la
villa cada viernes del año y, específicamente, durante la Semana Santa y en
las festividades de San Francisco, Santa Ana y San Sebastián. Asimismo,
disponía de varios censos sobre casas y tierras, cuyos réditos o corridos
ascendían a 25.000 mrs. Junto al anterior, eran los únicos que seguían
funcionando como tales instituciones hospitalarias a finales del XVIII.
Entre las calles
Granillo y Camachos se encontraba el Hospital de Nuestra Señora de los
Milagros, que ya en el 1575 estaba prácticamente fuera de servicio. A tenor
de la descripción de los visitadores, se trataba de un edificio valioso desde
el punto de vista arquitectónico, destacando su espléndida iglesia, pues no se
trataba de una simple capilla como en los casos anteriores.
Finalmente, otras
dos instituciones de esta naturaleza: el Hospital del Santiespíritu (24) y el
de San Bartolomé, ambos dándole nombre a sus respectivas calles.
VII.- OBRAS PÍAS,
CAPELLANÍAS, MEMORIAS Y ANIVERSARIOS
De acuerdo con la
mentalidad religiosa de la época, como otras instituciones de carácter
benéfico se fundaron numerosas obras pías y capellanías. La sociedad del XVI,
especialmente sus miembros más favorecidos, una vez que se aproximaba la muerte
sentía la necesidad de reconciliarse con el Dios Justiciero y con sus
semejantes. Por ello, buscando la salvación eterna, algunos fieles privilegiados
por el desahogo económico instituían obras pías y capellanías, dejando parte
de sus bienes en favor de pobres y desvalidos. También los vecinos más modestos
se dejaban influenciar por esta corriente, reservando algunos maravedíes para
misas y aniversarios.
La diferencia
entre obras pías y capellanías, al menos en Guadalcanal, eran sutiles, tanto
que incluso los párrocos solían confundirlas, entre otras cosas por su carácter
mixto. Básicamente, las obras pías tenían como objetivo beneficiar a pobres y
desvalidos, mientras que las capellanías estaban orientadas a salvaguardar el
alma del fundador y sus allegados. Las primeras instituciones de esta naturaleza
que aparecieron en el XVI tenían claramente un carácter mixto. Valga como
ejemplo la fundada en 1556 por Diego Ramos "el viejo", un
indiano que debió hacer fortuna en la ciudad de Méjico. Según una de las
cláusulas testamentaria (en la ciudad de Méjico, el 18 de diciembre de
1556), fue voluntad de Diego Ramos dejar mil ducados (11.000 reales ó 374.000
mrs.) para comprar el suelo y construirse una capilla en la iglesia de San
Sebastián, en cuya colación seguramente habría nacido. La capilla separada del
resto del templo mediante una reja ricamente labrada y con un letrero en el que
se percibía con claridad el nombre del fundador-, se encontraba al lado derecho
del evangelio, junto al arco toral. Era de buen tamaño, bajo una bóveda de
crucería de piedra con cuatro escudos en los ángulos. El altar quedaba
presidido por un crucifijo de bulto entero y, a ambos lados, las imágenes de
Nuestra Señora y San Juan. Por deseo del fundador estaba ricamente ornamentada
y con objetos sagrados propios, que se guardaban en una alacena aneja,
fabricada en madera de nogal. Nombró como patronos y administradores a
quienes fuesen párrocos de San Sebastián, a los sucesivos guardianes del
convento de San Francisco y a Hernando Ramos, su hermano, y a sus legítimos
sucesores. Dejó en manos de los administradores la elección de dos capellanes,
para cuyo beneficio (10.000 mrs. anuales para cada uno, más 500 para el
sacristán que les ayudase) mandó invertir 3.000 ducados de su patrimonio
en comprar bienes raíces, a partir de los cuales se obtendrían las rentas
precisas para perpetuar los derechos de capellanes y sacristanes. Como
contrapartida, dichos capellanes estaban comprometerse a decir una misa
rezada diaria en la capilla, por el eterno descanso del fundador y allegados,
además de celebrar con toda solemnidad una misa cantada el día de la
Concepción, oficiada por seis ministros y en presencia de todos los clérigos de
la parroquia, a quienes se les recompensaría con un real y una vela de media
libra. Finalmente, y como obra pía asociada, dejaba otros 1.000 ducados para
invertir en bienes raíces y utilizar sus rentas en casar o dotar anualmente a
una doncella huérfana y pobre.
Bajo estos mismos
principios, con capilla propia o sin ella, se fundaron otras instituciones de
esta naturaleza, variando el destino caritativo, que podían utilizarse en
beneficiar a un hospital, a un convento o para redimir cautivos, pagar a
preceptores de gramática, becar a estudiantes, etc. En 1791, de acuerdo con el
informe de los párrocos, tras muchos avatares aún persistían seis obras pías y
un centenar largo de capellanías y memorias de aniversario, cuyas limosnas
servían para sostener al numeroso clero local, con las rivalidades clericales
ya descritas (25).
No obstante, en esta última fecha ya estaban muy cuestionadas estas y otras
instituciones parecidas, desapareciendo pocos años después.
VIII.- EL CLERO REGULAR
Al margen del
clero secular (párrocos y beneficiados o capellanes), en nuestra villa
concurrieron diversos conventos de religiosos y religiosas, cuya fundación
corresponde a distintos momentos del tiempo pasado.
A finales del XVI (26) sólo
estaban presentes en la villa 24 franciscanos pertenecientes al claustro del
convento de San Francisco. El Catastro de Ensenada, 160 años después, nos
proporciona datos sobre otros conventos, dando cuenta de sus haciendas y del
número de religiosos y sirvientes albergados en sus claustros. Concretamente
dan noticias de tres conventos de religiosas y uno de religiosos, así como de
un hospicio de monjes "basilios", encargados de asistir a huérfanos y
expósitos. El convento de San Francisco acogía a 25 sacerdotes franciscanos
observantes, 10 legos y 5 criados; el de las religiosas de la Concepción a 23
franciscanas profesas; el de las clarisas de San José a 22 profesas y una
novicia; el del Espíritu Santo a 24 clarisas profesas y 2 novicias; finalmente,
el hospicio de los basilios estaba atendido por 2 sacerdotes y 2 donados. En
definitiva, un elevado número de conventos y religiosos, que en años inmediatos
sufrió una considerable merma pues, según los datos del Censo de Floridablanca,
en 1787 sólo quedaban el convento de San Francisco y el de Santa Clara.
Disponemos de
amplias referencias sobre las actividades económicas de las religiosas. Al
menos las concepcionistas y las clarisas del Espíritu Santo fueron
espléndidamente dotadas por sus respectivos patrones fundadores, aparte las
dotes de profesas, pues sendas instituciones tenían establecidas importantes
hipotecas sobre los bienes de propios de los concejos de Llerena, Azuaga,
Ahillones y Guadalcanal.
En relación con
monasterio de San Francisco, sabemos que carecían de bienes materiales,
viviendo a expensas de las limosnas percibidas por su asistencia espiritual,
sermones y, en opinión de los clérigos seculares de Guadalcanal, de la
competencia desleal en los entierros y misas de ánimas (27). Estaba situado en las
proximidades de la villa (actual cementerio) y, aparte lo referido, sus frailes
se dedicaban a la enseñanza de la teología, acogiendo a 26 estudiantes en
1575. Por la visita de este último año, también sabemos que su fundación fue
fruto del empeño particular de Alonso de Cárdenas, último de los maestres de
la Orden de Santiago, si bien fueron los Reyes Católicos quienes extendieron
la oportuna licencia, según la siguiente Real Provisión:
“Don Fernando y doña Isabel por la
gracia de Dios reyes de Castilla (...), al concejo, alcaldes, regidores,
caballeros, escuderos y hombres buenos de la villa de Guadalcanal (...), salud
y gracias: sepades que el padre fray Juan de la Puebla nos hizo relación
diciendo que el maestre Alonso de Cárdenas, ya difunto, a instancia suya,
concedió licencia y facultad para que en la dicha villa se hiciera y edificase
un monasterio de San Francisco, el cual algunos frailes de la observancia de
San Francisco han comenzado a hacer y edificar sobre obediencia de la
Custodia de los Ángeles de los dichos nuestros reinos, y suplicáronnos por ser
obra tan meritoria en servicio de Dios y buena edificación y ejemplo de pueblo
cristiano, nos pluguiese confirmar y aprobar la dicha licencia para que la obra
del dicho monasterio se acabase y puedan morar en él los dichos frailes, lo
cual nos tuvimos por bien, y por la presente confirmamos y aprobamos la dicha
licencia y facultad dada y concedida por el dicho maestre Alonso de Cárdenas;
y si necesario es la otorgamos y concedemos a los dichos frailes de San
Francisco de la observancia, para que el dicho monasterio se edifique haga y
acabe al sitio y lugar que por el dicho maestre fue señalado y elegido y
limitado y otorgado a la dicha orden de San Francisco, para que la dicha casa
monasterio y frailes y religiosos de él estén en la obediencia de la dicha
Custodia de los Ángeles, y sea incorporados en la dicha custodia según qué
potestad y autoridad apostólica fue concedida y otorgada a don Enrique, nuestro
mayordomo y del nuestro Consejo; y que la dicha casa sea expresamente diputada
para el uso y habitación de los dichos frailes religiosos observantes como
dicho es y según y la manera que lo son otras casas de la dicha orden de San
Francisco de la observancia ... (28)”
No se ha podido
consultar el documento de fundación del hospicio de San Miguel de la Breña. Sin
embargo, si disponemos de las referencias precisas para fechar la fundación de
los conventos de religiosas. Así, el convento de San José de la Penitencia de la
Regla de Santa Clara fue fundado bajo el patronazgo de Jerónimo González de
Alanís, quedando sometido en primera instancia al Ministro General de la orden
de la provincia franciscana de los Ángeles y al Ministro General de todos los
Franciscanos existentes en los Reinos de España, al igual que los franciscanos
del Monasterio de San Francisco. El siguiente en fundarse fue el de la Purísima
Concepción, en 1621, bajo el patronazgo de D. Álvaro de Castilla, con
religiosas procedentes de Mérida y, en este caso, sujeto a la jurisdicción
ordinaria del priorato de San Marcos de León. El último en aparecer fue el del
Espíritu Santo, en 1627, con religiosas procedentes del convento de San José y
fruto de la voluntad de un indiano oriundo de Guadalcanal, Alonso González de
la Pava (29).
Notas.-
(24) AGAS, Sec. Justicia, Serie Ordinarios y Conventos,
leg. 195: Pleito entre los franciscanos y los clérigos y beneficiados de
Guadalcanal (1624), por haber ido estos últimos el día que se celebraron las
honras fúnebres por Cristóbal de Torres a dicho convento y haber entrado de
tropa y con ruidos dentro, estando los frailes en los divinos oficios en el
coro ...
(25) AGAS; Sec. Justicia, Serie Ordinarios, leg. 195.
Más datos en
sendas publicaciones locales, que desde aquí agradecemos:
(26) -MIRÓN, A. Guía de Guadalcanal. Edición del
Ayuntamiento de Guadalcanal, Constantina, 1989.
(27) -CORDÓN BERNABÉ, A. «El convento del Espíritu Santo»,
en Revista de Feria y Fiestas, Guadalcanal 2000.
Igualmente,
sobre la emigración a América y las fundaciones de capellanías, en Guadalcanal,
pueden consultar:
(28) -ORTIZ DE LA TABLA DUCASSE, J. "Emigración a
Indias y fundación de capellanías en Guadalcanal, siglos) Vl-XVIII, en Revista
de Feria Fiestas, Guadalcanal, 2003”.
(29) -MENSAQUE URBANO, J. "El mecenazgo artístico del
indiano Alonso de la Pava en Guadalcanal", en Revista de Feria y Fiestas,
Guadalcanal, 2003.
Manuel Maldonado Fernández (Trasierra 2004)
Revista de feria de Guadalcanal 2004