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domingo, 17 de enero de 2021

El clero y la religiosidad en Guadalcanal en el antiguo régimen y 5

Hospitales, Obras Pías y el clero Regular de Guadalcanal

 VI.- HOSPITALES

Los llamados hospitales representaban uno de los cauces habituales para el ejercicio de la beneficencia, teniendo entonces un significado más amplio del que en principio cabría esperar, pues, aparte de servir como enfermerías, también se utilizaban como hospedería y comedor para pobres y desvalidos. Sus antecedentes hemos de localizarlo en la Edad Media, época en la que el ejercicio de la hospita­li­dad era habitual, encon­trando fiel reflejo en los Estatutos y Regla de la Orden de Santia­go. Por ello, en cada una de sus visitas, la Orden supervisaba el funcionamiento de estas institu­ciones hospita­la­rias, gracias a las cuales podemos acceder al significado de la hospita­lidad en Guadal­canal, donde se localizaban cinco centros benéficos de esta natura­leza: el de Santiago, el de la Caridad, el de los Milagros, el del Santiespíritu y el de San Bartolomé.

El Hospital de Santiago quedaba junto a la parroquia de San Sebastián, bajo la protección de la cofradía del mismo nombre. Tenía como finali­dad acoger a pobres tran­seúntes, a quienes les daban cobijo y ropas, así como una limosna alimenticia du­ran­te varios días. Des­de el punto de vista arqui­tec­tó­nico, la estruc­tura del edificio respon­día a los hospita­les de la época: un zaguán con capilla, general­mente modesta en cuanto a ornamen­tos, que distribuía las dependen­cias a uno y otro lado de un patio central. Entre sus aposen­tos solía di­ferenciarse las habitaciones del casero u hospita­le­ro, una cocina y los dormito­rios de­ enfermos y pobres, todo ello rudimentariamente amueblado, con escasos enseres y cuatro o cinco camas con jergones y mantas. Se mantenía con la cuota que aportaban los hermanos de la cofradía de Santiago y con las limosnas que dichos cofrades recogían el Jueves Santo, el día de Santiago o del bacín que tenían fijo en la parroquia de San Sebastián. Aparte, anualmente ingresa­ban unos 5.500 mrs., fruto de varios censos sobre algunas casas y tierras.

El Hospital de la Caridad, asociado a la cofradía del mismo nombre, se ubicaba en la Plaza Pública, junto a la Iglesia Mayor. Se trataba de una enfermería mante­nida gracias a ­las cuotas de los hermanos cofrades, más las limosnas que estos recogían por la villa cada viernes del año y, específi­camente, durante la Semana Santa y en las festivi­da­des de San Francisco, Santa Ana y San Sebastián. Asimismo, disponía de varios censos sobre casas y tierras, cuyos réditos o corridos ascendían a 25.000 mrs. Junto al anterior, eran los únicos que seguían funcionando como tales instituciones hospita­larias a finales del XVIII.

Entre las calles Granillo y Camachos se encontraba el Hospital de Nuestra Señora de los Milagros, que ya en el 1575 estaba prácticamente fuera de servicio. A tenor de la descrip­ción de los visitadores, se trataba de un edificio valioso desde el punto de vista arquitectónico, destacando su espléndida iglesia, pues no se trataba de una simple capilla como en los casos anteriores.

Finalmente, otras dos instituciones de esta naturaleza: el Hospital del Santiespíritu (24) y el de San Bartolomé, ambos dándole nombre a sus respectivas calles.

 

VII.- OBRAS PÍAS, CAPELLANÍAS, MEMORIAS Y ANIVERSARIOS

De acuerdo con la mentalidad religiosa de la época, como otras institu­cio­nes de carácter benéfico se fundaron numerosas obras pías y capella­nías. La sociedad del XVI, especialmente sus miembros más favorecidos, una vez que se aproximaba la muerte sentía la necesi­dad de reconci­liarse con el Dios Justiciero y con sus semejantes. Por ello, buscando la salvación eterna, algunos fieles privilegia­dos por el desahogo económi­co instituían obras pías y capellanías, dejando parte de sus bienes en favor de pobres y desvalidos. También los vecinos más modestos se dejaban influenciar por esta corriente, reser­van­do algunos maravedíes para misas y aniversarios.

La diferencia entre obras pías y capellanías, al menos en Guadalcanal, eran sutiles, tanto que incluso los párrocos solían confundirlas, entre otras cosas por su carácter mixto. Básicamen­te, las obras pías tenían como objetivo beneficiar a pobres y desvalidos, mientras que las capellanías estaban orientadas a salvaguardar el alma del fundador y sus allegados. Las primeras instituciones de esta naturale­za que aparecieron en el XVI tenían claramente un carácter mixto. Valga como ejemplo la fundada en 1556 por Diego Ramos "el viejo", un indiano que debió hacer fortuna en la ciudad de Méjico. Según una de las cláusulas testamentaria (en la ciudad de Méjico, el 18 de diciembre de 1556), fue voluntad de Diego Ramos dejar mil ducados (11.000 reales ó 374.000 mrs.) para comprar el suelo y cons­truirse una capilla en la iglesia de San Sebas­tián, en cuya colación seguramente habría nacido. La capilla separada del resto del templo mediante una reja ricamente labrada y con un letrero en el que se percibía con claridad el nombre del fundador-, se encontraba al lado derecho del evangelio, junto al arco toral. Era de buen tamaño, bajo una bóveda de crucería de piedra con cuatro escudos en los ángulos. El altar quedaba presidido por un crucifijo de bulto entero y, a ambos lados, las imágenes de Nuestra Señora y San Juan. Por deseo del fundador estaba ricamente ornamentada y con objetos sagrados propios, que se guardaban en una alacena aneja, fabricada en madera de nogal. Nombró como patronos y admi­nis­tra­do­res a quienes fuesen párrocos de San Sebastián, a los sucesivos guardianes del convento de San Francisco y a Hernando Ramos, su hermano, y a sus legítimos sucesores. Dejó en manos de los administra­do­res la elección de dos capella­nes, para cuyo beneficio (10.000 mrs. anuales para cada uno, más 500 para el sacristán que les ayudase) mandó invertir 3.000 ducados de su patrimo­nio en comprar bienes raíces, a partir de los cuales se obtendrían las rentas precisas para perpetuar los derechos de capella­nes y sacris­tanes. Como contrapartida, dichos capella­nes estaban compro­me­terse a decir una misa rezada diaria en la capilla, por el eterno descanso del fundador y allega­dos, además de celebrar con toda solemni­dad una misa cantada el día de la Concepción, oficiada por seis ministros y en presencia de todos los clérigos de la parroquia, a quienes se les recom­pensaría con un real y una vela de media libra. Finalmente, y como obra pía asociada, dejaba otros 1.000 ducados para invertir en bienes raíces y utilizar sus rentas en casar o dotar anualmente a una doncella huérfana y pobre.

Bajo estos mismos principios, con capilla propia o sin ella, se fundaron otras instituciones de esta naturaleza, variando el destino caritativo, que podían utilizarse en beneficiar a un hospital, a un conven­to o para redimir cautivos, pagar a preceptores de gramática, becar a estudian­tes, etc. En 1791, de acuerdo con el informe de los párrocos, tras muchos avatares aún persistían seis obras pías y un centenar largo de capella­nías y memorias de aniversario, cuyas limosnas servían para sostener al numeroso clero local, con las rivalidades clericales ya descritas (25). No obstante, en esta última fecha ya estaban muy cuestionadas estas y otras instituciones pareci­das, desapareciendo pocos años después.

 

VIII.- EL CLERO REGULAR

Al margen del clero secular (párrocos y beneficiados o capellanes), en nuestra villa concurrieron diversos conventos de religiosos y religiosas, cuya funda­ción corres­ponde a distintos momentos del tiempo pasado.

A finales del XVI (26) sólo estaban presentes en la villa 24 franciscanos pertenecientes al claustro del convento de San Francisco. El Catastro de Ensenada, 160 años después, nos propor­ciona datos sobre otros conventos, dando cuenta de sus haciendas y del número de religio­sos y sirvientes albergados en sus claustros. Concretamente dan noticias de tres conventos de religiosas y uno de religiosos, así como de un hospicio de monjes "basilios", encargados de asistir a huérfanos y expósitos. El convento de San Francisco acogía a 25 sacerdotes franciscanos obser­van­tes, 10 legos y 5 criados; el de las religiosas de la Concepción a 23 franciscanas profesas; el de las clarisas de San José a 22 profesas y una novicia; el del Espíritu Santo a 24 clarisas profesas y 2 novicias; finalmente, el hospicio de los basilios estaba atendido por 2 sacerdotes y 2 donados. En definitiva, un elevado número de conventos y religiosos, que en años inmediatos sufrió una considerable merma pues, según los datos del Censo de Floridablanca, en 1787 sólo quedaban el convento de San Francisco y el de Santa Clara.

Disponemos de amplias referencias sobre las actividades económicas de las religiosas. Al menos las concepcionistas y las clarisas del Espíritu Santo fueron espléndidamente dotadas por sus respectivos patrones fundadores, aparte las dotes de profesas, pues sendas instituciones tenían estableci­das importantes hipotecas sobre los bienes de propios de los concejos de Llerena, Azuaga, Ahillones y Guadalca­nal.

En relación con monasterio de San Francisco, sabemos que carecían de bienes materiales, viviendo a expensas de las limosnas percibidas por su asistencia espiritual, sermones y, en opinión de los clérigos seculares de Guadalcanal, de la competencia desleal en los entierros y misas de ánimas (27). Estaba situado en las proximidades de la villa (actual cementerio) y, aparte lo referido, sus frailes se dedicaban a la enseñanza de la teolo­gía, acogiendo a 26 estu­diantes en 1575. Por la visita de este último año, también sabemos que su fundación fue fruto del empeño particu­lar de Alonso de Cárdenas, último de los maestres de la Orden de Santiago, ­si bien fueron los Reyes Católicos quienes exten­dieron la oportuna licencia, según la siguiente Real Provi­sión:

“Don Fernando y doña Isabel por la gracia de Dios reyes de Castilla (...), al concejo, alcal­des, regido­res, caballe­ros, escuderos y hombres buenos de la villa de Guadalcanal (...), salud y gracias: sepades que el padre fray Juan de la Puebla nos hizo relación diciendo que el maestre Alonso de Cárdenas, ya difunto, a instancia suya, concedió licencia y facultad para que en la dicha villa se hiciera y edificase un monaste­rio de San Francisco, el cual algunos frailes de la ob­servan­cia de San Francisco han comenza­do a hacer y edificar so­bre obediencia de la Custodia de los Ángeles de los dichos nuestros reinos, y suplicáronnos por ser obra tan meritoria en servicio de Dios y buena edificación y ejemplo de pueblo cristiano, nos pluguiese confirmar y aprobar la dicha licencia para que la obra del dicho monasterio se acabase y puedan morar en él los dichos frailes, lo cual nos tuvimos por bien, y por la presente confirmamos y aprobamos la dicha licencia y facultad dada y concedida por el dicho maestre Alonso de Cárde­nas; y si necesario es la otorgamos y concede­mos a los dichos frailes de San Francisco de la observancia, para que el dicho monasterio se edifique haga y acabe al sitio y lugar que por el dicho maestre fue señalado y elegido y limitado y otorgado a la dicha orden de San Francisco, para que la dicha casa monasterio y frailes y religiosos de él estén en la obediencia de la dicha Custodia de los Ángeles, y sea incorporados en la dicha custodia según qué potestad y autoridad apostólica fue concedida y otorgada a don Enrique, nuestro mayordomo y del nuestro Consejo; y que la dicha casa sea expresa­mente diputada para el uso y habitación de los dichos frailes religiosos observantes como dicho es y según y la manera que lo son otras casas de la dicha orden de San Francisco de la observancia ... (28)

No se ha podido consultar el documento de fundación del hospicio de San Miguel de la Breña. Sin embargo, si disponemos de las referencias precisas para fechar la fundación de los conventos de religiosas. Así, el convento de San José de la Penitencia de la Regla de Santa Clara fue fundado bajo el patronazgo de Jerónimo González de Alanís, quedando sometido en primera instancia al Ministro General de la orden de la provincia franciscana de los Ángeles y al Ministro General de todos los Franciscanos existentes en los Reinos de España, al igual que los franciscanos del Monasterio de San Francisco. El siguiente en fundarse fue el de la Purísima Concepción, en 1621, bajo el patronazgo de D. Álvaro de Castilla, con religiosas procedentes de Mérida y, en este caso, sujeto a la jurisdicción ordinaria del priorato de San Marcos de León. El último en aparecer fue el del Espíritu Santo, en 1627, con religiosas procedentes del convento de San José y fruto de la voluntad de un indiano oriundo de Guadalcanal, Alonso González de la Pava (29).

 

Notas.-

 

(24) AGAS, Sec. Justicia, Serie Ordinarios y Conventos, leg. 195: Pleito entre los franciscanos y los clérigos y beneficiados de Guadalcanal (1624), por haber ido estos últimos el día que se celebraron las honras fúnebres por Cristóbal de Torres a dicho convento y haber entrado de tropa y con ruidos dentro, estando los frailes en los divinos oficios en el coro ...

(25) AGAS; Sec. Justicia, Serie Ordinarios, leg. 195.

Más datos en sendas publicaciones locales, que desde aquí agradecemos:

(26) -MIRÓN, A. Guía de Guadalcanal. Edición del Ayuntamiento de Guadalcanal, Constantina, 1989.

(27) -CORDÓN BERNABÉ, A. «El convento del Espíritu Santo», en Revista de Feria y Fiestas, Guadalcanal 2000.

Igualmente, sobre la emigración a América y las fundaciones de capellanías, en Guadalcanal, pueden consultar:

(28) -ORTIZ DE LA TABLA DUCASSE, J. "Emigración a Indias y fundación de capellanías en Guadalcanal, siglos) Vl-XVIII, en Revista de Feria Fiestas, Guadalcanal, 2003”.

(29) -MENSAQUE URBANO, J. "El mecenazgo artístico del indiano Alonso de la Pava en Guadalcanal", en Revista de Feria y Fiestas, Guadalcanal, 2003.


Manuel Maldonado Fernández (Trasierra 2004)
Revista de feria de Guadalcanal 2004

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