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domingo, 15 de agosto de 2021

La lluvia infinita 15/18

 

Capítulo 15 

Diario de Pedro de Ortega 14

19 DE MAYO.

Casi una semana sin escribir, Isabel, pues nada hay que escribir.

Tan sólo alguna leve entrada de los nuestros para recordarle a los indios quienes son los dueños de estas islas, pues si ellos estaban antes, no las respetan, pues si lo hicieran, la trabajarían y sacarían provecho de ella y no se andarían comiendo los unos a los otros, pues ni siquiera se alimentan de puercos, a los que parecen adorar.

¡Adorar puercos!

Hoy ha intentado hacer una entrada el alférez Enríquez pero había muchos indios en la orilla y Mendaña, con buen criterio, ha parado la expedición.

22 DE MAYO.

Hoy han salido en el bergantín Enríquez y Gallego con el fin de bojar Guadalcanal para ver su extensión y explorar el río Gallego, antes río Ortega.

Prosigue el martirio de mi pierna. Casi quisiera no tenerla, Isabel.

26 DE MAYO.

Hoy hemos salido en una de las chalupas a buscar algo de comida, pues ya empieza a estar muy justa.

Nos han acompañado también hombres de la capitana, con lo que hemos juntado, en total, treinta hombres, los suficientes como para desbaratar cualquier ataque de los indios.

Hemos tomado una senda que salía a la izquierda desde Puerto de la Cruz y llegado a un poblado en el que el tauriqui nos ha recibido en paz. Se llama Nabalmúa.

Nos ha prestado hombres, lo que ha de sernos muy útil, pues creemos que aquí se hacen la guerra los unos a los otros.

27 DE MAYO.

Hemos acampado a una legua del pueblo de Nabalmúa. Se ha avanzado tan poco porque la vegetación de esta isla nos asfixia, como en Santa Isabel, y es que es ésta una tierra muy fértil y llueve mucho, y si mil árboles se talan, mil árboles que brotan de inmediato.

El primer poblado que hemos topado es enemigo de Nabalmúa y su gente, porque nada más vernos han empezado a lanzarnos flechas.

Nuestra respuesta ha sido tan certera y violenta que parece que no volverán a ser enemigos ni nuestros ni de Nabalmúa.

El problema es que los indios que venían con nosotros se han asustado tanto con el estruendo de los arcabuces que también han huido.

Como el poblado se ha quedado vacío, hemos aprovechado para coger muchos cocos, tres puercos y un par de gallinas; hemos retornado al poblado de Nabalmúa, al que sus hombres han debido contar lo ocurrido, pues nos han recibido con el terror pintado en sus rostros.

Por señas les hemos hecho saber que a ellos los considerábamos amigos; Nabalmúa se ha llevado la mano al pecho y tras llevarla a continuación al mío, ha dicho:

-Nabalmúa.

Eso quiere decir que es mi amigo. Yo he hecho lo mismo y dicho: -Ortega.

Con el trueque de nombres ha quedado sellada la alianza. Tiene esta gente, que es de piel negra, el pelo tintado de rubio, lo que no he visto nunca en ninguna otra raza. Después de esto, nos han acompañado cincuenta de ellos, con Nabalmúa al frente, hasta el Puerto de la Cruz y yo les he señalado las naves, en las que, le he contado, estaba mi taurique, que también es el suyo.

Al fin, Isabel, hemos encontrado un aliado en esta isla, que es la isla más fiera de todas en las que hemos desembarcado.

1 DE JUNIO.

Conversación Sarmiento:

-No hacemos sino perder tiempo. Pronto los vientos han de sernos desfavorables si queremos buscar el gran continente al Austro, pues soplarán del Suroeste hacia el Nordeste, y esa tierra se encuentra en la dirección contraria.

-Quizás sea el momento de hablar con Mendaña.

-Confío en usted, señor Ortega.

Pero el almirante no ha querido atender a razones.

-Ya veo que anda usted también excitado con los relatos del señor Sarmiento.

-¿Y si tuviera razón?

-¿Y si no la tuviera? Señor Ortega: los relatos de Sarmiento no son más que eso, relatos. Créame, este es nuestro destino, aunque no tengamos pruebas ciertas de que estén repletas de riquezas. Pero los bancos de arena de ese río las perlas de San Jorge... ¿No son acaso señales de esperanza? ¿No ve que andan nuestros hombres muy cansados y temerosos de seguir la misma triste suerte de veintitrés compañeros? Recogeremos todas las muestras que podamos de cuanto estas islas nos ofrezcan, esperaremos la llegada de Enríquez y volveremos a Lima, todo lo más, el primero de agosto, y no se hable más, señor Ortega que parece usted muy cansado, y yo también lo estoy hace ya tres días que tengo el estómago un poco desasentado.

No     hay    manera       de reconciliar        los pareceres de Sarmiento y Mendaña.

No hay manera, Isabel.

3 DE JUNIO.

Ha regresado el bergantín.

Lo ha hecho con buenas noticias.

Dicen que el río Gallego, y otro más que han descubierto, el río de Santa Elena, son ricos en oro, pues en los bancos de arena han encontrado granos de un metal que llaman oro bajo.

-Y en uno de los puertos, que hemos llamado Puerto Escondido, pues es muy cerrado, hay indios que usan unas mazas redondas, cuya punta es de un metal que también parece oro bajo.

he preguntado a Enríquez si no traían una de esas mazas como muestra.

-La traíamos, señor maestre de campo, pero la perdimos en un aguacero que casi vuelca el bergantín, de tan fiero que era.

Con lo relatado por Enríquez, Mendaña ha dispuesto seguir la misma ruta del bergantín, aprovechando todos los puertos que Enríquez y Gallego han visto y señalado en su carta.

Así que abandonamos el Puerto de la Cruz, Isabel.

15 DE JUNIO.

Llevamos casi dos semanas bojando la isla de Guadalcanal y salvo que el viento ha sido más bien poco propicio y que mi pierna, también, pues la mayoría de las veces me ha estado flagelando, nada, Isabel, nos ha acaecido que mereciera ser transcrito. Hasta hoy.

Unos indios han atacado desde una canoa a ocho hombres que iban en una de nuestras chalupas cargados con alimentos para los dos navíos y han hecho volcar la embarcación, perdiéndose todo; por ello Mendaña ha ordenado a Sarmiento bajar a tierra con siete hombres para dar castigo a los indios, que no eran los de Nabalmúa porque no se atreven, y recoger, de nuevo, alimentos para todos nosotros.

-¿Acaso Mendaña quiere que no vuelva ninguno de ellos? La acotación de Rico ha sido de lo más certera.

Así se lo he reseñado a Mendaña, con grandes voces, desde la almiranta.

El almirante me ha mirado, se ha girado y, sin responderme siquiera, se ha recluido en el alcázar.

Pero Dios ha estado con Sarmiento, pues a la tarde, ha regresado la chalupa con él y sus siete hombres, todos sanos y salvos, y con buena cantidad de cocos y piñas para sus compañeros.

Debo decir, Isabel, que he sentido un alivio grande. Y una gran alegría.

16 DE JUNIO.

Hoy se han acercado tres canaluchos de indios y, con toda insolencia, han comenzado a lanzar flechas a los navíos. No hemos podido hacer otra cosa sino reírnos y disparar unas postas sobre sus cabezas.

Y no han navegado, han volado sobre las aguas.

18 DE JUNIO.

Hacia el Oeste, a unas siete leguas, a mediodía, hemos visto la isla de Ramos, que hace canal con la de Guadalcanal.

Desde nuestra posición, la isla de Ramos parece una ballena muerta en la playa.

Espero que no sea un presagio, Isabel.

19 DE JUNIO.

De nuevo con ruta Sureste tras tocar la punta Norte de Guadalcanal; a las cuatro leguas de doblar hemos dado con un puerto muy bello y abrigado.

Se le ha llamado Puerto de la Asunción y los navíos han fondeado.

No me duele la pierna, pero no se debe a una mejora, sino a que llevo dos días sin levantarme casi de mi catre.

21 DE JUNIO.

Por señas nos han dicho desde la capitana que dejásemos de bojar Guadalcanal, en lo cual, según Sarmiento, se ha de precisar al menos seis meses, de tan grande como es.

Se ha virado hacia el Este, en dirección a otra isla que está a unas ocho leguas; creo que es San Jorge.

Y yo espero que no vayamos a ella, Isabel, pues es mi deseo partir, ya hacia Lima.

22 DE JUNIO.

Al final no hemos enfilado la proa hacia San Jorge, pero hemos llegado a otra nueva, que se ha bautizado como Treguada.

Y se le ha llamado así porque cuando ha bajado el alférez Enríquez, con Ricio y Jerónimo, para tomarla en posesión, se han acercado unos indios con modos amistosos, pero, mientras parlamentaban, les iban rodeando poco a poco; pero nuestros hombres se han percatado de ello y han hecho uso de sus arcabuces, pero sin herir a ninguno de ellos, que han huido con el estruendo de la pólvora.

Por su falsa tregua, se le ha puesto Treguada de nombre, porque ya con tanto descubrimiento, se nos agotan los nombres.

En lengua natural la llaman Brava.

Y ambos nombres, Isabel, son ajustados.

 

Jesús Rubio Villaverde. 1999

domingo, 8 de agosto de 2021

Me voy a referir a Adelardo López de Ayala y Herrera

Ayala Tu

    Nació en Guadalcanal en 1828 y murió en Madrid en 1879. Fue siempre soltero.

    De poderosa inteligencia, cuerpo hermoso, eminentemente varonil, ojos grandes y negros, muy expresivos, de tez blanca, melena negra, recio bigote y gruesa perilla, regular estatura, andar lento y aspecto pensativo. Había en sus movimientos algo de indolencia, como si el cerebro absorbiese toda la energía de su ser. Era su lenguaje pausado y grave como si las palabras saliesen de su boca esclavas de la intención y del alcance que les quería dar. Sabía expresar con dulzura lo que concebía con rigor, siendo serio al par que afable, poseía el secreto de atraerse la voluntad ajena, ganando simpatía sin perder respeto.

    En el Teatro de Guadalcanal representáronse sus primeras obras, eran sin mujeres por no encontrar dichos papeles quien los interpretase.

    Se hizo bachiller en Sevilla, y quiso ser abogado sin conseguirlo.

    Fue a Madrid en 1849 relacionándose entre otros con Cánovas del Castillo, siendo asimismo amigo del General Serrano, que dieron al traste con el reinado de Isabel II.

    Fue Presidente de las Cortes y cuatro veces Ministro de Ultramar y del Congreso.

    Era gran fumador y tosía mucho; en cierta ocasión dijo a unos amigos: cuando muera en mi epitafio deben poner: "Ya no tose López de Áyala".

    Murió de una pulmonía en Madrid. El orador era tan grande como el poeta y novelista. Tenía una fuerza asombrosa y cuentan no sé si la leyenda o la historia que en cierta ocasión que discutió con su amor sentimental, ésta dio orden al cochero que arrancase y Adelardo se fue al eje brasero del coche y aún teniendo el carruaje dos caballos, consiguió que este no se moviese del sitio que ocupaba.

    He leído en tiempos, dos de sus obras "El tanto por ciento" y "Consuelo".

    Enemigo del General Prim, Conde de Reus y Grande de España, por diferencias políticas llegaron a las manos, por no decir otra cosa.

    El General Prim era revolucionario y Adelardo era conservador y seguimos con la política, casi igual. El General Prim nació en Reus y fue Conde de Reus con grandeza de España, nació en 1814 y murió en Madrid, asesinado en la calle del Turco en 1870. Era progresista, muy liberal, también masón y un gran revolucionario. Tuvo palabras con López de Ayala en un pasillo del Congreso.

    El General Prim fue un gran militar en la guerra de África y muy condecorado.

    Me ocupo ahora de Ignacio Sánchez Martínez. Fue contemporáneo de Adelardo López de Ayala, protegió a éste en sus estudios y al final enemigos políticos.

    Cuentan que el tal Don Ignacio Sánchez Martínez, que fue tío abuelo de mi suegro y dueño de numerosas fincas como "La Dehesilla", Tomillares", "Los Llanos", "Sierra del Viento", "San Julián", "La Florida", etc., vivió en la casa grande que ocupan hoy los primeros pisos que se hicieron en Guadalcanal. Esa calle creo se llama hoy (Juan Carlos I). Era una casa antigua y grande. Lindaba con un huerto enorme. Al principio este huerto fue Cine de Verano, después Cine de Invierno. Hoy no sé que habrá sido de todo esto. En aquel tiempo fui numerosas veces a uno y a otro.

    Los López de Ayala vivían en la calle que lleva hoy su nombre o Camacho. Su casa era blasonada ya que esta familia es muy antigua y las crónicas cuentan que en el 1400, tiempos de Alfonso XI, eran conocidos como poetas y escritores y debieron actuar en las guerras de la Reconquista donde obtuvieron los conocidos Blasones que ostenta hoy en día la mencionada casa.

    Volviendo a Ignacio Sánchez Martínez, fue masón y me han dicho que no servía para el matrimonio. Murió soltero y en cierta ocasión iba por el camino de la Florida y se dedicaba a la caza y de pronto apareció una pareja de Guardias Civiles, invitándole a ir al Cuartel, ya que era tiempo de veda. Don Ignacio no hacía caso de estas leyes y les dijo ya sé de donde viene esta orden, refiriéndose a López de Ayala, enemigo político. Pero les dijo a los guardias "lo cortés no quita lo valiente". Entonces los cigarros había que liarlos a mano y estando en ello aprovechó para apoderarse de las armas de la autoridad y fue él quien llevó custodiado al cuartel a los guardias.

    Había en Guadalcanal un zapatero que hacía muy bien las botas, que es el calzado que se empleaba en esta época. Como viera que el citado zapatero iba envejeciendo, le dijo que le hiciera botas hasta que le dijese basta ya.

    Llegado un tiempo prudencial le preguntó cuantas les tenía hechas, a lo que contestó el mencionado artesano, que diecisiete pares. Ignacio Sánchez Martínez, le dijo que ya estaba bien.

    Había en la época un revolucionario y masón italiano llamado José Garibaldi. Este Garibaldi nació en Niza (Francia) el 4 de julio de 1807 y el 2 de junio de 1882.

    Llevando sus ideas revolucionarias y masónicas viajó y fue combatiente en Alemania, Francia e Italia.

    No contento con esta actividad, fue a Brasil, Uruguay, Argentina y Autralía. Era hombre inquieto y tan inquieto; vino a Guadalcanal, con caminos como estaban entonces y vino a "La Florida", invitado por Sánchez Martínez y allí celebrarían "las tenidas negras" que hacían los masones. Buenas perdices comerían y se llevaría buen recuerdo estas tierras.

    El tal Ignacio Sánchez Martínez está enterrado en Santa Ana arriba en una pared. Yo he visto esto en cierta ocasión.

    Ahora voy a escribir unas líneas sobre el hermano de Don Adelardo, Baltasar López de Ayala. Nació en Guadalcanal en 1836. Poeta español floreció en el Siglo XIX. Hizo inspiradoras poesías y sobre todo excelente sonetistas.

    Licenciado en Leyes por la Universidad de Sevilla.

    Instigado por su hermano Adelardo, inició su carrera política como secretario del Gobierno Civil de Badajoz.

    Acompañó después a su hermano en su vida política y ocupó a su lado varios puestos importantes, destacándose su nombre en la política española desde la Revolución de 1868. Fue Diputado a Cortes en la legislatura de 1867 y 1869.

    El nombre de Ayala, proviene de que un Rey le dijo a un antepasado Adelardo: AYA LA TU.


Miguel Mensaque Romera
Revista de feria 1998

domingo, 1 de agosto de 2021

La lluvia infinita 14/18

 


Capítulo 14

 Diario de Pedro de Ortega 13

1 DE MAYO.

El viento ha mejorado.

Hemos avanzado algo.

Pero una terrible visión nos ha azotado a todos: la corriente nos ha traído unos maderos que sólo pueden ser de la balsa de Jerónimo.

El solo hecho de que no se haya visto ningún cuerpo flotando ha impedido que enloquezca, pues Jerónimo ha naufragado, no cabe duda, y no podemos hacer nada más porque nuestro navegar es lentísimo.

No.

No puede ser, Isabel.

Jerónimo no ha podido venir hasta estas islas malditas y olvidadas para encontrar la muerte.

No.

No hago más que rezar.

Ya sé que tú, Isabel, lo estás haciendo desde que te dejamos en Panamá, hace ya de esto casi un año.

2 DE MAYO.

Dios nos ha escuchado, Isabel.

Pues pese a nuestro corto avance hemos dado con unas peñas en las que hemos visto a unos hombres haciéndonos señas.

Eran ellos.

Dios Santísimo que estás en los cielos, Creador de todo lo visible y lo invisible, alabado seas por no haber abandonado a estos, tus hijos.

Nos hemos acercado hasta ellos, y aunque hemos tardado poco, a mí me ha parecido que no llegábamos nunca.

Tras un centenar de abrazos y besos, Jerónimo me ha contado lo sucedido.

Así me ha hablado:

-No habíamos navegado más de cuatro leguas, costeando la isla, cuando el mar nos ha empujado hasta unos arrecifes, que han destrozado la balsa como si fuera de papel. Ya nos creíamos perdidos, pero, gracias a Dios, hemos podido alcanzar la orilla a nado, aunque hemos perdido todos el hato. Como no teníamos armas con las que defendernos, hemos preferido esperar al bergantín y no andar por la costa en busca de las naos, pues de habernos encontrado con indios, ya nos podíamos dar por muertos. El caso es que o estas rocas nos han ocultado bien o esta parte de la isla está despoblada pues no hemos visto a ninguno. Pero aquí estamos, vivos, alabado sea Dios, la Virgen María y todos los santos del cielo.

Tan grande ha sido mi contento que he estado tentado de sacrificar uno de los puercos que llevamos a Mendaña para celebrarlo.

Pero me he retenido, pues ya debemos estar cerca de los navíos.

3 DE MAYO.

Día triste, pese a todo.

La aflicción se ha apoderado de mi corazón y del de todos los del bergantín cuando hemos llegado, al atardecer, al puerto de la Estrella.

Pues no menos de quince cruces, alineadas en la playa, nos han contado que la muerte y la desgracia han visitado la armada.

Y eso que el contento de la gente de los navíos, al vernos, ha sido muy grande, pero esas quince cruces parecen clavadas en lo más hondo de nosotros, y no en la arena de la playa.

Esta tu isla, Isabel, ahora enlutada por la sangre de nuestros compañeros.

Dos de ellos han muerto por la mano de los indios, los cuales, por suerte, han sido duramente castigados por Sarmiento, que se ha empleado con gran valor y firmeza.

Ha crecido mi aprecio por él.

El resto ha perecido por culpa de unas fiebres violentísimas, y han muerto en medio de grandes espasmos y dolores.

¿Y cómo dar castigo a la fiebre? ¿Cómo, en el nombre del cielo?

Mañana debo hablar con Mendaña pues era ya tarde cuando he llegado a la almiranta; debo convencerle de que abandonemos esta isla maldita, que si algo me duele, Isabel, es que lleve tu nombre.

Ese nombre tuyo tan dulce, ese nombre tuyo que, junto a la Cruz del Sur, han sido mis guías en estas latitudes enfermas.

4 DE MAYO.

Opino que Mendaña también esperaba cualquier signo para ordenar el abandono de esta isla, pues acabar el relato: de nuestros descubrimientos y dar las órdenes para que se dispusiera la  salida  en  el menor tiempo posible ha sido todo uno. Iremos hacia Guadalcanal.

-Parecen esas islas, señor Ortega, las que hemos estado buscando en todo momento, pues en Santa Isabel, por más que lo hemos hecho, no hemos encontrado nada de lo que sacar el más mínimo aprovechamiento.

Tras decirme esto, Mendaña me ha referido que Sarmiento, que ha estado en todo momento muy silencioso, se ha mostrado como mejor hombre de guerra que marino.

Y yo digo, Isabel, que los hombres que son válidos de verdad lo son en cualquier parte y bajo cualquier sol. Cuando he salido a la cubierta de la capitana, Sarmiento, que estaba dando instrucciones a los marineros para arreglar unas velas maltratadas por un aguacero, me ha asaltado:

-¿Ha visto usted alguna señal de ese gran continente austral?

-Nada he visto. Pero hay en estas latitudes muchas islas, que siempre suelen preceder a una gran tierra. Además, algunas de ellas, como las de Guadalcanal o San Jorge, pueden sernos provechosas.

La respuesta de Sarmiento me ha sorprendido: -Pues yo espero que no tengan nada de provecho. Más tarde, Isabel, he comprendido.

Sarmiento teme que si, en efecto, encontramos en dichas islas oro o cualquier otro tipo de riqueza, no iremos nunca jamás en demanda de ese gran continente, por lo que prefiere que nuestra próxima visita a Guadalcanal sea un fracaso más rotundo que la famosa expedición de los Marañones. Pero yo no.

Yo quiero que algo de provecho saquemos de estas islas, en las que la hostilidad, las fiebres y la copiosa lluvia parecen las únicas señoras.

5 DE MAYO.

Ha empezado a dolerme la pierna derecha, casi a la altura de la ingle.

De tanto esfuerzo y de tanto agua, creo; y cuando no era salada, era dulce y maldición del cielo.

Jerónimo ya ha recuperado su ánimo de su reciente desventura.

La gente trabaja a buen ritmo en el abastecimiento, reparación y calafateado de los navíos.

En dos días se podrá zarpar. ¿Pero cuando a Lima? Hace ya un siglo que dejamos El Callao, Isabel, o eso es lo que me parece a mí.

6 DE MAYO.

La pierna duele mucho. Mucho.

Pero no tengo fiebre.

Al atardecer, con los barcos, como quien dice, ya dispuestos, Mendaña nos ha convocado a jefes y oficiales para decidir el nuevo destino.

He tenido que estar sentado todo el tiempo, pues parecía que la pierna iba a desprendérseme del cuerpo. Ni Gallego ni Sarmiento han abierto la boca; yo y Mendaña hemos sido los que más hemos hablado.

-Y se ha dispuesto ir a Guadalcanal e inspeccionar mejor el río de Ortega y sus bancos de arena, pues todos estamos seguros de que esas arenas arrastran oro. Pero yo sólo anhelo ya una riqueza, Isabel: tus ojos.

7 DE MAYO.

 

No hemos zarpado hoy, pues aunque estaba todo previsto y preparado, Mendaña ha querido, por la tarde, rezar por los que aquí se quedan ya para siempre.

Todos hemos acompañado a Francisco Gálvez y a Juan de Torres en los rezos, con mucho fervor, y hasta con lágrimas muchos de nosotros, pues aunque en vida las diferencias pueden ser muchas, en la muerte todas ellas se olvidan. Ante la gran cruz que se levantó cuando llegamos, hace ya dos meses de ello, hemos rogado por ellos por última vez.

Descansen para siempre en paz, en esta isla de lluvia infinita, bañados por el mismo mar que vieron en Perú, pero a un universo de distancia.

Descansen para siempre Tomás Fuertes, Alonso Pérez, Diego de Frías, Juan Trejo, quien divisara tierra por vez primera, Gaspar Montero, Hernán Criado, Juan Montero, Pedro Martínez, Pedro Garrido, José Merino, Alonso García, Santiago de Lora, Diego de Chozas y Román Contreras.

Ellos ya están con la verdad.

Nosotros, Isabel, la seguiremos esperando.

Hasta cuando?

8 DE MAYO.

Hoy hemos visto que ya no estaba la cruz en la playa. ; Se la habían llevado los indios.

Hemos querido bajar a tierra, darles castigo y recuperar el símbolo de nuestra vida eterna, pero Mendaña ha dicho que ello nos retrasaría mucho y que esa blasfemia ya la pagarán algún día.

Así, muchos de nosotros nos hemos quedado mirando la bahía de la Estrella con los puños apretados.

Que se abrasen para siempre en el fuego eterno esos salvajes.

Por toda la eternidad.

Ha habido trueque de puestos: ahora, en la almiranta se han embarcado conmigo Pedro Sarmiento y el piloto Pedro Rodríguez.

Y a Jerónimo esto no le gustado nada.

-Han estado compinchados todo el viaje y ahora van jun-tos. No me gusta este vino, padre. Amarga. Yo no sé que pensar.

11 DE MAYO.

Tres días hemos tardado en llegar a Guadalcanal, pues no han sido muy propicios los vientos. Tres días con la pierna dándome martirio.

Juan de Torres dice que tengo la vedija quebrada. Y que sólo se cura con reposo.

Reposo que aquí no puedo tener.

Reposo que sólo tendré contigo, Isabel.

Hoy no he salido de mi cámara en el alcázar.

12 DE MAYO.

Se ha tomado solemne posesión de la isla de Guadalcanal, cuyo nombre Mendaña ha respetado.

Eso me alegra.

Se ha izado en la bahía otra gran cruz, y se ha decidido llamarla así: Puerto de la Cruz.

Pero el general me ha dicho que cambiaría el nombre del río por el de río Gallego, ya que el piloto mayor ha participado mucho y bien, dice, en estos descubrimientos y por tanto, merece ser honrado también.

13 DE MAYO.

Día aciago y desgraciado, el más negro y triste desde que llegamos, Isabel, a estas islas que no son de Salomón, sino de Judas.

Han bajado nueve de nuestros hombres a tierra a recoger agua y cocos; cuando estaban a lo suyo, todavía en el Puerto de la Cruz, han sido sorprendidos por unos cien indios, que portaban macanas, hondas y también arcos y flechas.

Han muerto todos: Diego Quirós, Antonio de Méntrida, Martín Muñoz, Gil Álvarez, soldados; y Gonzalo Cota, Luis Méndez, Luis de Córdoba, Tomé González, marine-ros; y un criado del alférez Enríquez, un negro llamado Matías.

El ataque ha sido tan repentino y salvaje que no han podido defenderse y repelerlos, y a nosotros no nos ha dado tiempo a socorrerlos.

Luego, los indios han derribado la cruz, y pese a que la mar estaba algo violenta, he ordenado echar al agua una balsa de cañas que estábamos preparando para pescar entre los arrecifes.

Matías Pinedo me ha pedido acompañarme a darle castigo a los indios, pese a que Sarmiento me ha recomendado no salir, porque decía que yo y los que fueran conmigo nos íbamos a perder entre las olas.

Desde la capitana, Mendaña ha dicho lo mismo, con grandes voces, desde el castillo de proa de la capitana. - Ninguno de nosotros servirá de comida para estos salvajes.

Así les he dicho y hemos embarcado yo, Pinedo, Juárez, Rico y otros dos arcabuceros.

No sin dificultad hemos llegado al puerto y allí hemos disparado los arcabuces, que han hablado con tal furia que habremos matado y herido, al menos, a cincuenta de estos semihombres, que por su fiereza y color están más emparentados con los chacales que con cualquier raza humana.

Después de huir los indios, hemos dado cristiana sepultura a todos los nuestros, lo que nos ha llevado tiempo pese a que se han acercado más hombres de la capitana para ayudarnos.

Los cuerpos de los indios, los hemos tirado al mar, para regocijo de los tiburones, que han llegado al momento y en gran número, pues el olor de la sangre se propaga muy veloz en el agua.

He llegado, después de todo esto,  a  la  capitana,  y Mendaña se me ha abrazado llorando:

-¡Bendita sea su temeridad o su locura, señor Ortega! Nunca he visto, en todos los días de mi vida, semejante muestra de coraje. Los nuestros hallarán descanso eterno gracias a usted. Sepa que nunca olvidaré esto y que mi tío será informado de ello. Gallego también me ha felicitado.

Pero mi pierna, y mi aflicción, no han permitido a mi vanidad que se solazara en demasía.

 

Jesús Rubio Villaverde. 1999

domingo, 25 de julio de 2021

Mancebías y esclavitud en Guadalcanal

Siglos XV al XVII

    El tema de la esclavitud y las mancebías es tan antiguo como nuestra historia, sin embargo, en Guadalcanal las primeras noticias las proporciona el Archivo Histórico Nacional, Sección de Ordenes Militares, y datan del siglo XV, no en referencia a Llerena que es extensa, sino a la vecina villa de Guadalcanal. Solo se indica que en 1494 la casa de mancebía estaba ubicada al lado de la residencia del comendador hasta que fueron expulsadas por los visitadores.

   Como vemos, la prostitución está presente en la Provincia de León de Extremadura, aunque no parece tener mucha trascendencia como generadora de rentas a los concejos. En cuanto a la consideración de las prostitutas y de las mancebías por la Orden de Santiago en esta provincia, en general es permisiva siempre que no alterara el buen hacer de la población y el correspondiente pago de diezmos y conviviera con los intereses de la Santa Madre Iglesia, como en los demás territorios de la Orden. A saber, que no se castiga el comercio carnal, ni el oficio o fornicio, sino su ejercicio fuera de la mancebía, asaltando clientes por las calles o tabernas, eran inducidos a que serían éstos los que acudieran a las mancebías o los propios hogares de estas trabajadoras del noble y viejo oficio, generalmente extramuros, donde las barraganas por unos dineros o algo de comida ofrecían el servicio.

    En cuanto al clero, si advierten los visitadores que conste también que las leyes de la Orden castigan la prostitución y el fornicio para sus representantes, detectándose que se observa que los hay con barragana o concubina habitual y conocida, pero nada se habla de pecados de estos servidores de la iglesia pues se consideran ocasionales. Los casos denunciados más frecuentes, se trataban de capellanes o curas con hasta tres hijos o vicarios que dotaban a sus hijos con los bienes de la vicaría, caso de Tudía, o que han cometido adulterio con la mujer del santero, caso del padre Onofre Funes, el clérigo de Guadalcanal.

    Otro tema analizado en nuestra villa por los visitadores de la Orden fue la esclavitud, era ésta hasta el siglo XV y la primera mitad del siguiente siglo, al ser una villa autónoma regida por un comendador y sin grandes fincas y casas de señores feudales, el vasallaje era mínimo y testimonial. Todo esto cambió a partir del año 1555, con el descubrimiento de las minas de plata por Martín y Diego Delgado, la falta de mano de obra y el trasiego de gentes, hizo florecer en la villa y alrededores las mancebías y la trata de esclavos.

    Fue en el reinado de Felipe II cuando se empezaron a utilizar mano de obra de esclavos (llamados esclavos del rey) en las minas reales, y por tanto, en las de Guadalcanal no fue una acepción y muy pronto se advirtieron los beneficios, teniendo en cuenta que era mano de obra sin especificar, se les utilizaban para los trabajos más básicos y que los obreros españoles o los llamados “judeoconverso y moriscos blancos” no querían hacer, así se utilizaron los esclavos negros para las tareas más duras de las minas, como peones picadores, lavadores de granzas, cargadores o peones de albañilería, Estos cuando se incorporaban eran jóvenes, obedientes y de “brazos fuertes como una mula”, comentaba Higinio Lozano (Supervisor mayor) al administrador real, de estos oficios que se pagaban entre 35 y 60 maravedíes, dependiendo del año u otros factores a los esclavos negros, se les saldaban con deficientes especies, comida, vino aguado, aposento en las cuadras y algún que otro “beneficio”, pero jamás eran recompensados con moneda. Eran constante los castigos y vejaciones a los que estaban sometidos hasta conseguir su total docilidad, pero si algunos de ellos en casos extremos eran reincidentes o “indomables”, se les condenaba a galeras reales o vendidos en el mercado de Zafra y sustituidos por otros.

    Cuando tomó posesión el administrador general de las minas del Rey, Francisco de Mendoza, consideró que resultaba más barato utilizar esclavos que mano de obra libre y propuso al emisario del Rey Felipe II en su visita en el año siguiente al descubrimiento de la mina ejercer esta opción: “porque se ha dicho que sería buena granjería para la fábrica de las dichas minas comprar una buena cantidad de negros y algunas negras, para que ellos trabajen en cavar y sacar metal, y ellas en apartarlo y lavarlo, y en guisarles de comer y otros servicios, y que ansí se haçe en las minas de la Nueva España”. (Sic).

    Esta opción de traer ambos sexos trajo no demasiados pocos conflictos, la autoridad de la mina para evitar males mayores, autorizó a que se casaran, “si están emparejados se evitará el libre fornicio, se centraran en sus trabajos y serán más fácil de controlar” (sic). Craso error, los conflictos, violaciones y embarazos se sucedieron, así que se tomó una solución no menos cruel, los vástagos una vez que cumplían apenas el año, eran entregados al negrero Ginés de Alvaraque para que fuesen vendidos o cambiados por más mano de obra.

    En último tercio del siglo XVI, la gran demanda de esclavos fue un problema de abastecimiento constante, a veces no siendo útiles o suficientes los que proporcionaban los llamados “negreros”, se hacían expediciones directamente a las costas africanas para procurarlos, sin embargo, como los que se precisaban eran muchos, fue un problema constante en este periodo convulso, lo que llevó a los administradores de las minas de Guadalcanal a la búsqueda de todas las alternativas posibles, las bajas eran constantes a causa de enfermedades, deserciones, accidentes o luchas internas entre ellos por motivos tribales, así que en aquella época se llegó a contar con catorce compradores para abastecer dichas minas, principalmente de los mercados de Zafra, Fuente de Cantos, Jerez de los Caballeros, Trujillo, Cáceres, Plasencia, Sevilla o en ocasiones de la vecina Portugal. Así se llevó a cabo una primera compra de unos 100 esclavos negros bozales de edades comprendidas entre los 18 y 30 años, procedentes de Senegal, Cabo Verde, Manicongo o Santo Tomé del mercado portugués y algunos otros comprados en la localidad de Zafra y otras cercanas localidades que ya había sido vendidos con anterioridad, hay referencias que en el año 1560 había censados 123 esclavos negros trabajando en las minas de Guadalcanal. Esta población era muy flotante, debido a que algunos de ellos escaparon de allí aprovechando las pocas horas de descanso que tenían durante la noche, pero la mayoría murieron a consecuencia de las condiciones de vida que llevaban, malnutrición, fatiga y enfermedades.

    No obstante, a pesar de los problemas se siguió utilizando este tipo de mano de obra esclava durante este siglo y el siglo siguiente, así en el año 1646 consta en archivos que Francisco, esclavo del regidor de Llerena Juan Martín Bravo, fue juzgado y condenado a trabajar en la cercana mina de Guadalcanal a cuatro años “como galeote sin sueldo”, por “aber querido forzar unas mugeres y otras cosas de poco decoro” (sic).

    Hay otros testimonios documentales en los que se relaciona a las esclavas que eran compradas por señores feudales para en muchos casos, ser utilizadas para el servicio doméstico y sexual, al final cuando estos se cansaban de ellas o eran descubiertos por sus venerables esposas, eran consideradas como puta, así:   Don Julián Maldonado Mendoza, vecino de Guadalcanal, vende, en una carta de venta, como en las demás, leemos: “que no por su color negro, que no padece enfermedad y algunos de los vicios que generalmente se asociaban a los esclavos, esto es, ser promiscuos, ladrones, proclives al sexo, borrachos y fugitivos”(sic).

    En esta carta de venta no se dice que la esclava Gracia sea “barragana”, al contrario, pero nos hace pensar que algunas debían serlo, máxime cuando la calificación de “puta” no está presente en otras cartas ni es uno de los defectos constantemente mencionados. En el caso de emplearse como prostitutas cabría culpar a sus amos otra manera más de explotarlas o por propia iniciativa, quizás para comprar su propia libertad.

    Sin embargo, esta mano de obra procedente de donaciones de sus dueños, sentenciados o simplemente capturados y robados de las haciendas de sus patronos, no debía ser suficiente para la gran demanda de la mina, así que se contrató a un verdugo de Trujillo y según actuación de su cabildo se adoptó el siguiente acuerdo en el año de 1647: “…que el señor Garcia de Vargas haga diligencias en que busque un ejecutor de justicia, atento no le ay para las cosas que se ofreçen, no se hallando compre esclauos para que sirvan y exerçan el dicho oficio de la suya mina...” (sic)

    Hay otro documento datado en 1690 en el que el Rey Carlos II “El Hechizado” autorizó a Rafael Gómez que a cuyo cargo estaba el beneficio de las minas de Guadalcanal a comprar y traer 200 esclavos negros libres de cargo de Portugal, según se refleja en este documento, el permiso respondía a un memorial en que refería: “que respecto a las muchas labores desagües y cosas pertenecientes al benefiçio de dichas minas, necesitaba de mucha gente para su abío y buen corriente y que sin embargo de haverla tratado de manteher, pagado sus hornales, tener hechos ajustes con los trabajadores por todo el año, se huien muchos por lograr más jornal en las siegas presentes u otras lavores agricolas, de que avía resultado mucho atráso.... (sic).

    Estos esclavos a diferencia de los asalariados, fueron utilizados en trabajos forzados y esquilmados en las minas del reino durante los siglos XVI al XVIII, en este periodo los vecinos de Guadalcanal y comarca padecieron constantes saqueos, violaciones, vejaciones..., que siempre eran atribuidos a estos esclavos que en sus huidas se escondían en el entorno huyendo de las minas en busca de una libertad imposible y que en su mayoría eran nuevamente deportados a su trabajo o asesinados impunemente.

    Por tanto, el delito más extendido entre los esclavos y libertos que encontraban sus amos para deshacerse de aquellos que ya no les servían o eran rebeldes o poco aplicados a las tareas encomendadas, se les delataba por la materia sexual o la simple fornicación, que eran los delitos más rápidos en ser juzgados por los representantes de la iglesia, o lo que es lo mismo, fueron acusados por expresar públicamente sus amos, que las relaciones sexuales fuera del matrimonio eran pecado capital según la iglesia o que a lo sumo constituían un pecado venial pero dañino en caso de se obrados por sus amos, y que los esclavos ocultaban este tipo de argumentos para convencer a miembros del otro sexo en sus propósitos, como Tomé, esclavo de Pedro González vecino de Guadalcanal, de 25 años, que fue testificado de que “persuadiendo a una esclava que tuviese cuenta carnal con él, le dixo y porfió no por ser pecado, que quantas más vezes se holgasen hera menos pecado”. Pero en todos los casos merecían el castigo y eran enviado a los trabajos disciplinarios de la mina de Guadalcanal.

    Probablemente los procesados que cometían estas faltas “era por la no creencia y desconocían la doctrina de la iglesia sobre estas cuestiones. Por otra parte, son significativos los rasgos de los delincuentes en cuanto a su sexo, edad y estado pues coinciden con el resto de los juzgados por el tribunal de Llerena por este delito. Predominan los varones, circunstancia lógica si se tiene en cuenta que en materia sexual la iniciativa la llevaban los hombres; son jóvenes y solteros, lo que les lleva a defender una mayor libertad sexual acorde con sus necesidades fisiológicas, siendo además un comportamiento que les parece natural por su origen y creencia y no tener temor a nuestro creador todo poderoso en el juicio final, en el caso de las mujeres provocaban cierta "calentura y desazón" a sus amos, que obligados fornicaban con ellas en algunas ocasiones”. Afirmaban las jueces para aplicar sentencia y no ofender a la iglesia.

    Para finalizar, cabría considerar que todos los indicios nos llevan a creer que la iglesia estaba en sintonía con los administradores de justicia para vulnerar las leyes en el respecto a los esclavos y someterlos a vejaciones en ocasiones sexuales. Fray Jusepe de Angulo, un fraile que había estado en Indias visitó la explotación de Guadalcanal, escribía a la Corte: “yo pase por las mynas de Guadalcanal por ver si eran como las de la Nueva España y cierto digo a V.M. que son muy rricas, mas que quantas e visto, sino que tienen muchos gastos en personas y oficiales y mandones superfluos y demasiados eczesibos salarios que se podrían escusar e poco miramiento para los esclauos, viendose escualidos e mermados de fuerza por su povre alimentaçión e menos descanso (sic)”. No hace referencia este buen fraile y miembro de la Corte es si en las minas al otro lado del océano, eran tratados mejor los llamados “indios”, que eran igualmente esclavizados.

Fuentes.- Archivo Histórico Nacional, Sección de Ordenes Militares, Centro de Estudios Extremeños, Noticias Históricas documentadas de las celebres minas de Guadalcanal e Indice de documentación sobre minas del Reyno. 

domingo, 18 de julio de 2021

La lluvia infinita 13/18


 
Capítulo 13

Diario de Pedro de Ortega 12

19 DE ABRIL.

En esta isla de Guadalcanal los pueblos son más grandes y ricos que en el resto del archipiélago.

Tienen en sus poblados, que se componen de varios bohíos dispuestos en círculos y uno grande, en el centro, en el que se reúnen, muchos puercos, gallinas y un gran número de frutas y raíces, entre las que reconocimos el jengibre.

Cuando estábamos en el bohío y ya dispuestos a marcharnos, han reaparecido los indios, que con gran estruendo de aullidos y caracolas, nos han atacado con fiereza.

Pero Dios ha puesto en nuestras manos los arcabuces; para que triunfemos sobre estos salvajes; tras matar y herir u, de ellos, han huido, con lo que hemos retornado al: bergantín sin más problemas.

He ordenado la construcción de una balsa, pues tengo la intención de navegar por el río de Ortega en busca de más poblados y para comprobar si arrastra arenas ricas en oro.

Y este trabajo nos ha llevado toda la tarde.

Casi anochecido, por la parte del Noreste han llegado nubes; una de ellas semejaba una calavera. Rico me ha dicho:

-¿No será eso un presagio?

Me he estremecido, pues el aspecto de la nube en verdad aterraba, Isabel.

20 DE ABRIL.

Río arriba hemos visto más pueblos, en los que vive - mucha gente.

Debe de haber en esta isla, la más grande de cuantas hemos visto, al menos un millón de personas, de las cuales, si se exceptúan las mujeres y los niños muy pequeños, son todos guerreros.

En muchos trechos se han visto bancos de arena, por lo que creemos que se puede hallar oro.

Pero lo que sí es cierto es que es tierra de enormes caimanes, que al menos son tres veces más grandes que los que he visto hasta ahora en Panamá y Perú.

Y también de loros y guacamayos de todos los colores. Hemos subido casi media legua de río, con grande esfuerzo porque en algunas partes es muy estrecho y se rinde a la selva; hemos dado la vuelta.

Aupados por la rápida corriente, al poco, hemos llegado al lugar donde estaba fondeado el bergantín. Mañana dejaremos Guadalcanal.

21 DE ABRIL.

Tanto yo como los demás hemos estado de acuerdo en que, con lo visto en Guadalcanal ya era hora de dejarse de descubrimientos y volver a dar noticia de todo lo visto hasta ese día.

Es la primera decisión, mía o de cualquier otro, que no ha sido contestada por nadie.

22 DE ABRIL.

Los vientos son proclives a nuestra demanda, y como no tenemos previsto hacer ninguna entrada más, debemos estar en Santa Isabel con Mendaña en no más de tres días.

23 DE ABRIL.

Al sur de Santa Isabel hemos visto otra isla; por ser el día que es la hemos llamado San Jorge. He resuelto acercarnos a ella.

Gallego no se ha mostrado conforme con mi orden, y he tenido que recordarle que fue Mendaña quien me dio el mando del bergantín.

Pero debe ir en su naturaleza el discutirlo todo.

Aunque yo también quiero llegar a Santa Isabel, no dejaré que por desidia, por el ansia de acabar con nuestro viaje, dejáramos pasar una isla que quién sabe si es la verdadera Ofir.

26 DE ABRIL.

Esta isla, en lengua natural se llama Varnesta y su taurique, Beko, y se nos ha mostrado muy amistoso, contándonos, por señas, que es amigo de los tiburones y de los caimanes, pero estos indios usan más de la astucia que de la fuerza, lo que les convierte en el doble de peligrosos.

Y digo esto porque, mientras parlamentábamos con Beko, varios de sus indios, en una canoa, se han acercado ` al bergantín, reducido al soldado que allí dejé y robado los dos puercos que llevábamos con nosotros desde que salimos de la isla Florida.

Hasta que no nos hemos vuelto al Santiago y visto a Rodrigo Montes sin sentido, y los puercos desaparecidos, no nos hemos percatado de su treta.

Hemos partido yo y diez hombres al pueblo más cercano, construido sobre una loma muy cercana a la playa y hemos dado con Beko.

Por señas le hemos hecho saber que nos devolviera los puercos.

Él ha hablado durante mucho rato, pero hemos sabido, por sus gestos que no tenía intención de devolverlos.

A una seña mía Juárez ha disparado su arcabuz.

Al ver todos los indios que uno de los suyos ha caído ful-minado, han huido a la selva, con lo que hemos recuperado los puercos y regresado al bergantín; y cuando ya estábamos en la playa reparando la balsa se han acercado a nosotros, de nuevo, Beko y toda su gente; señalaban a los puercos y nos mostraban un collar hecho de dientes de un gran animal, quizás un caimán o un tiburón, y que parecían tener en gran estima.

Lo he rechazado.

Entonces, Jerónimo ha visto que uno de los indios llevaba un collar con una enorme perla atada en él.

Les hemos preguntado si tenían más y no parece que las tengan en mucho aprecio pues Beko ha dado varias voces y han corrido varios indios al poblado; al rato han vuelto con varias perlas en sus manos.

Las he tomado y, a una seña mía, Juárez ha disparado su arcabuz por encima de sus cabezas, con lo que han corrido más que el Diablo detrás de un alma:

Hemos regresado al Santiago, donde he dispuesto que pasaremos la noche.

A los tramposos, trampas, Isabel.

Las perlas nos han provocado tal estado de excitación que por vez primera la alegría ha tomado el bergantín como si de una ciudadela se tratase.

27 DE ABRIL.

Con el alba hemos dejado la isla de San Jorge en demanda de otras islas muy cercanas, que están hacia el Oeste, con lo que hemos desandado parte del camino. Pero entre que se nos acaba el plazo y que están muy pobladas de arrecifes no nos hemos ni acercado a ellas; simplemente las hemos bautizado como San Nicolás y Arrecifes.

28 DE ABRIL.

Ya hemos tocado la punta más austral de Santa Isabel, por el lado contrario al que están fondeados los navíos; antes de bojarla hacia el Norte, he ordenado fondear y desembarcar.

En una de las lomas cercanas a la costa, había una decena de árboles desnudos de hojas pero de los que colgaban, cabeza abajo, enormes murciélagos que han de tener, al menos, cuatro pies con sus alas extendidas. Visión terrible pues tenía oído, y así me lo ha certificado uno de los soldados, que estos repugnantes animales, en una sola noche, son capaces de dejar sin sangre a un hombre sano, que si no muere por la debilidad, lo hace acometido por una fiebre terrible e incurable, que lo hace saltar, en su delirio, al menos tres palmos sobre el catre.

29 DE ABRIL.

Seguimos bojando Santa Isabel, que es una isla muy` extensa, pues hemos navegado cerca de cuarenta leguas hasta que hemos llegada a su punta Norte.

Durante el día de hoy hemos podido ver numerosas isletas, algunas pobladas y otras no, y a muchos indios pescando, que no nos han molestado, aunque muchos de ellos se han alzado sobre sus canaluchos para gritarnos y amenazarnos con el puño.

Hemos seguido viendo más murciélagos, los cuales, cuando llega la noche y se dan a la caza, provocan tal estruendo con su aleteo y sus chillidos que a uno le parece que ha llegado a la misma puerta del Infierno. No he querido que desembarquemos.

A todos mis hombres les he dicho que, a la hora de acostarse, se cubran totalmente y no dejen nada de su piel al descubierto.

Es inmensa ésta, tu isla, Isabel.

30 DE ABRIL.

Hemos estado varados todo el día, pues los vientos han debido ahuyentarse con tanto murciélago.

Así que he dispuesto que, bogando en la balsa, se nos adelantasen Jerónimo y otros cinco hombres para anunciarle a Mendaña nuestra llegada.

Hacia el Oeste hemos visto otra isla, que hemos bautiza-do San Marcos.

Pero como el viento no aparece y son ya muchos los días que llevamos fuera no tengo intención de ordenar que nos lleguemos hasta ella.

Espero que Jerónimo sepa cuidarse, aunque sé que no he de temer nada porque ha mostrado mucho ánimo en todo momento. Estoy muy orgulloso de él, Isabel, y tú también debes estarlo.

 

Jesús Rubio Villaverde. 1999

domingo, 11 de julio de 2021

El linaje Sfrondato y Guadalcanal

Comendadores de Guadalcanal


    El profesor Stefano Sfrondato del Instituto Italiano di Cultura, nos envía este articulo sobre la conexión del linaje Sfrondato y Guadalcanal.

    Nuestro apellido entró a formar parte de la nobleza española a través de la incorporación a la Casa de los Austria y su servicio del rey Felipe II de España y de Nápoles, Cerdeña y Sicilia entre otras tierras del gran imperio español del siglo XVI, entre otros cargos, aparecen tres individuos del linaje Sfrondato como comendadores de la Villa de Guadalcanal, situada al sur de la provincia de León de Extremadura bajo la Orden de Santiago.

    HÉRCULES SFRONDATO, Duque de Monte Marchano, Conde de la Rivera del Lago de Como y de Ripano, Barón de Valsasino, Señor de las Escuadras y del Monte Ynstrose, General de las Armas de la Iglesia, fue Comendador de Guadalcanal por merced de Felipe II, hecha en gracia del Pontífice Gregorio XIV, su tío, y de ella se le dio título en San Lorenzo, a 23 de octubre de 1583, refrendado de Francisco González de Heredia y firmado de Don Diego López de Ayala, Licenciado Bonifaz, Don Francisco de Contreras y Don Juan de Ocón. En él no hay otros términos que los que comúnmente sirven a semejantes instrumentos, ni Diego de la Mota, haciendo mención del Duque en su «Catálogo», página 312, dice de él otra cosa que «Hércules Sfrondato, Duque de Monte Marchano, sobrino del Papa Gregorio XIV, fue General en Francia por Su Santidad», y aun no le conoció la Encomienda. Túvola hasta el año 1621, en que la renunció en manos de Su Majestad y a favor de su hijo Don Valeriano Sfrondato, como luego diremos.

    Era este Comendador nieto de Francisco Sfrondato, Senador de Milán y después Cardenal de la Santa Iglesia, estando viudo de Ana Vizconte, hija de Antonio Vizconte, Señor, en parte, de Soma, Ayo del Duque de Milán y de su Consejo secreto, y de Magdalena Tribulcio, su mujer. En esta Señora tuvo a Nicolás Sfrondato, Cardenal Obispo de Cremona, después Pontífice Sumo con el nombre de Gregorio XIV, y a Pablo Sfrondato, Barón de la Rivera, Caballero de la Orden de Santiago, que casó con Segismunda de Este, hija de Segismundo, Señor de San Martín de Ruberto y de Justina Tribulcio, progenitores de los Marqueses de Este y de Bargomanero, y fueron sus hijos: Hércules, Duque de Montemarchano; Paulo Emilio, Cardenal del título de Santa Cecilia; Francisco, Barón de Valsasina, Marqués de Montafia. Comendador de Daimiel en la Orden de Calatrava, Castellano de Sant Ángelo y General de la Armada Naval del Pontífice, su tío, y Ana Sfrondato, mujer de Hércules Vizconte, Conde de Saliceto, Señor de Rh°. El Duque de Montemarchano, nuestro Comendador, casó el año 1571 con Lucrecia Cibo, como lo escribe Herrera en la tercera parte de la «General del Mundo», libro VII, capítulo 8°, hija de Alberico, Príncipe de Masa, Marqués de Socierano de Carrara, Duque de Ayelo, Conde de Firentillo, y de Isabel de Capua, su segunda mujer, y fue hijo de ambos Don Valeriano Sfrondato, Conde de la Rivera, cuyo será el capítulo siguiente.

    DON VALERIANO SFRONDATO, Conde de la Rivera del Lago de Como, fue Merino de Felipe IV, Gentilhombre de la Cámara del Cardenal Infante, su hermano, y Comisario General de Milán. Sucedió a su padre en la Encomienda de Guadalcanal, 7 porque el año de 1621 la renunció en manos de Su Majestad, y por gracia suya la tuvo su hijo, como parece por el título que se despachó en Madrid, a 28 de agosto de aquel año, firmado de Felipe IV, refrendado de Alonso Núñez de Valdivia y Mendoza, su Secretario, y firmado, también, del Marqués de Caracena, Presidente; Don Juan Serrano Zapata, Don Luis de Villavicencio v Doctor Don Pedro de Guzmán, Consejeros de las Ordenes. 

    Está dirigido al Licenciado Juan de Avalos Altamirano, Capellán de Su Majestad, freile de la Orden, y dice: «Sabed que la Encomienda de Guadalcanal, que es de la dicha Orden, está al presente vaca por dejación que de ella en mis manos hizo Don Hércules Sfrondato, Caballero de la dicha Orden, Duque de Monte-marchano, último Comendador que fue de ella, y a mí, como Administrador susodicho, pertenece nombrar persona del hábito de la dicha Orden qué sea proveído de la dicha Encomienda. Por ende, acatando los muchos y buenos servicios que Don Valeriano Sfrondato, su hijo, Caballero profeso de la dicha Orden ha hecho a mí y a ella y espero que hará de aquí adelante y a sus méritos y costumbres, por esta mi carta le nombro para que sea proveído de la dicha Encomienda, etc.»

    En el viaje del Cardenal Infante Don Fernando a Flandes le sirvió mucho el Conde de la Rivera, como se lee en el libro de' Don Diego de Ahedo, y finalmente pasó de esta vida en 15 de septiembre de 1645. Y Su Majestad, en Zaragoza, a 9 de septiembre del año siguiente, dio título de Administrador de esta Encomienda a Don Rodrigo de Ayala, Caballero de la Orden. Casó con Doña Paula Camila Marliano Sfrondato.

    DON HERCULES SFRONATO, Conde de la Rivera, Caballero novicio de la Orden, sucedió al Conde Don Valeriano, su padre, en el goce de la Encomienda de Guadalcanal, porque Felipe IV le hizo merced de ella, y por no tener más que once años el de 1646 dispensó el Pontífice Inocencio X para que, sin hacer la profesión, pudiese gozarla. En virtud de esto se le despachó por el Consejo de las Ordenes título de Administrador, con goce de frutos, en Madrid, a 13 de febrero de 1649, firmado de Felipe IV, refrendado de Gregorio de Tapia, su secretario, y firmado de Don Diego Rodríguez Valtodano, Don Francisco de Borja y Aragón, Don Pedro de Alarcón de Ocón y Don Antonio de Benavides, todos del Consejo de Ordenes. En virtud de este título y de poder que en 8 de marzo del mismo año dio Doña Paula Camila Marliano, Condesa de la Rivera, madre y tutora del Conde Don Hércules, se tomó por su parte posesión de la Encomienda. 

    Y estando en ella le puso pleito en el Consejo de las Órdenes Don Gaspar Juan Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, Conde de Niebla, diciendo que Su Majestad, en Cédula secreta de 20 de agosto de 1629, hizo merced a su abuelo, Don Manuel Alonso. Pérez de Guzmán el Bueno, Duque de Medina Sidonia, por sus servicios y por una leva que ofreció y cumplió de dos mil Infantes de la futura sucesión de una de tres Encomiendas: la de Guadalcanal, en Santiago; la del Viso, en Calatrava, y la de Cabeza de Buey, en Alcántara, la primera que de ellas vacase, y con qué los años que tardase en entrar a gozarla los tuviese de supervivencia. Y que, por otra Cédula de 8 de agosto de 1637, habiendo fallecido el Duque sin gozar alguna de las tres Encomiendas, hizo Su Majestad merced al Conde de Niebla, su nieto, de la futura de una de ellas. 

    Y en otra Cédula del mismo día quiso Su Majestad que el Duque Don Manuel Alonso, y sus herederos en su nombre, tuviesen de supervivencia en la Encomienda en que el Conde entrase los mismos años que había desde el de 1628 hasta el de 1636, en que falleció a 20 de marzo. 

    Y que siendo esto así no podía el Conde de la Rivera gozar de la Encomienda de Guadalcanal, supuesto que, por el fallecimiento del Conde, su padre, tuvo lugar la merced hecha al de Niebla. El Conde de la Rivera opuso a esto el título que se le había despachado, y el Consejo de las Ordenes, por sentencia de 22 de octubre de 1654, declaró pertenecer la propiedad de esta Encomienda al Conde de Niebla y condenó al de la Rivera a que se 8 la dejase libre y le restituyese todos los frutos que de ella habían procedido durante la litis contextation

    De esto se le dio ejecutoria al Conde de Niebla, y habiendo apelado el de la Rivera, después él y en su nombre el Capitán Don Ambrosio Monti, se convino con el Conde de Niebla, y por escritura otorgada en Madrid, a 23 de febrero de 1661, ante Francisco Jacinto Vélez, Secretario del número, se apartó y desistió de la apelación y pleito y de otra cualquier pretensión que tenía a la Encomienda de Guadalcanal y renunció su derecho en el Conde de Niebla, consintiendo se le despachase título de ella, y el Conde le remitió y perdonó los frutos que había percibido. Lo cual aprobó el Consejo, y quedó así esta Encomienda para el Conde de Niebla.

  Stefano Sfrondato

Napoli 20/10/20