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domingo, 15 de agosto de 2021

La lluvia infinita 15/18

 

Capítulo 15 

Diario de Pedro de Ortega 14

19 DE MAYO.

Casi una semana sin escribir, Isabel, pues nada hay que escribir.

Tan sólo alguna leve entrada de los nuestros para recordarle a los indios quienes son los dueños de estas islas, pues si ellos estaban antes, no las respetan, pues si lo hicieran, la trabajarían y sacarían provecho de ella y no se andarían comiendo los unos a los otros, pues ni siquiera se alimentan de puercos, a los que parecen adorar.

¡Adorar puercos!

Hoy ha intentado hacer una entrada el alférez Enríquez pero había muchos indios en la orilla y Mendaña, con buen criterio, ha parado la expedición.

22 DE MAYO.

Hoy han salido en el bergantín Enríquez y Gallego con el fin de bojar Guadalcanal para ver su extensión y explorar el río Gallego, antes río Ortega.

Prosigue el martirio de mi pierna. Casi quisiera no tenerla, Isabel.

26 DE MAYO.

Hoy hemos salido en una de las chalupas a buscar algo de comida, pues ya empieza a estar muy justa.

Nos han acompañado también hombres de la capitana, con lo que hemos juntado, en total, treinta hombres, los suficientes como para desbaratar cualquier ataque de los indios.

Hemos tomado una senda que salía a la izquierda desde Puerto de la Cruz y llegado a un poblado en el que el tauriqui nos ha recibido en paz. Se llama Nabalmúa.

Nos ha prestado hombres, lo que ha de sernos muy útil, pues creemos que aquí se hacen la guerra los unos a los otros.

27 DE MAYO.

Hemos acampado a una legua del pueblo de Nabalmúa. Se ha avanzado tan poco porque la vegetación de esta isla nos asfixia, como en Santa Isabel, y es que es ésta una tierra muy fértil y llueve mucho, y si mil árboles se talan, mil árboles que brotan de inmediato.

El primer poblado que hemos topado es enemigo de Nabalmúa y su gente, porque nada más vernos han empezado a lanzarnos flechas.

Nuestra respuesta ha sido tan certera y violenta que parece que no volverán a ser enemigos ni nuestros ni de Nabalmúa.

El problema es que los indios que venían con nosotros se han asustado tanto con el estruendo de los arcabuces que también han huido.

Como el poblado se ha quedado vacío, hemos aprovechado para coger muchos cocos, tres puercos y un par de gallinas; hemos retornado al poblado de Nabalmúa, al que sus hombres han debido contar lo ocurrido, pues nos han recibido con el terror pintado en sus rostros.

Por señas les hemos hecho saber que a ellos los considerábamos amigos; Nabalmúa se ha llevado la mano al pecho y tras llevarla a continuación al mío, ha dicho:

-Nabalmúa.

Eso quiere decir que es mi amigo. Yo he hecho lo mismo y dicho: -Ortega.

Con el trueque de nombres ha quedado sellada la alianza. Tiene esta gente, que es de piel negra, el pelo tintado de rubio, lo que no he visto nunca en ninguna otra raza. Después de esto, nos han acompañado cincuenta de ellos, con Nabalmúa al frente, hasta el Puerto de la Cruz y yo les he señalado las naves, en las que, le he contado, estaba mi taurique, que también es el suyo.

Al fin, Isabel, hemos encontrado un aliado en esta isla, que es la isla más fiera de todas en las que hemos desembarcado.

1 DE JUNIO.

Conversación Sarmiento:

-No hacemos sino perder tiempo. Pronto los vientos han de sernos desfavorables si queremos buscar el gran continente al Austro, pues soplarán del Suroeste hacia el Nordeste, y esa tierra se encuentra en la dirección contraria.

-Quizás sea el momento de hablar con Mendaña.

-Confío en usted, señor Ortega.

Pero el almirante no ha querido atender a razones.

-Ya veo que anda usted también excitado con los relatos del señor Sarmiento.

-¿Y si tuviera razón?

-¿Y si no la tuviera? Señor Ortega: los relatos de Sarmiento no son más que eso, relatos. Créame, este es nuestro destino, aunque no tengamos pruebas ciertas de que estén repletas de riquezas. Pero los bancos de arena de ese río las perlas de San Jorge... ¿No son acaso señales de esperanza? ¿No ve que andan nuestros hombres muy cansados y temerosos de seguir la misma triste suerte de veintitrés compañeros? Recogeremos todas las muestras que podamos de cuanto estas islas nos ofrezcan, esperaremos la llegada de Enríquez y volveremos a Lima, todo lo más, el primero de agosto, y no se hable más, señor Ortega que parece usted muy cansado, y yo también lo estoy hace ya tres días que tengo el estómago un poco desasentado.

No     hay    manera       de reconciliar        los pareceres de Sarmiento y Mendaña.

No hay manera, Isabel.

3 DE JUNIO.

Ha regresado el bergantín.

Lo ha hecho con buenas noticias.

Dicen que el río Gallego, y otro más que han descubierto, el río de Santa Elena, son ricos en oro, pues en los bancos de arena han encontrado granos de un metal que llaman oro bajo.

-Y en uno de los puertos, que hemos llamado Puerto Escondido, pues es muy cerrado, hay indios que usan unas mazas redondas, cuya punta es de un metal que también parece oro bajo.

he preguntado a Enríquez si no traían una de esas mazas como muestra.

-La traíamos, señor maestre de campo, pero la perdimos en un aguacero que casi vuelca el bergantín, de tan fiero que era.

Con lo relatado por Enríquez, Mendaña ha dispuesto seguir la misma ruta del bergantín, aprovechando todos los puertos que Enríquez y Gallego han visto y señalado en su carta.

Así que abandonamos el Puerto de la Cruz, Isabel.

15 DE JUNIO.

Llevamos casi dos semanas bojando la isla de Guadalcanal y salvo que el viento ha sido más bien poco propicio y que mi pierna, también, pues la mayoría de las veces me ha estado flagelando, nada, Isabel, nos ha acaecido que mereciera ser transcrito. Hasta hoy.

Unos indios han atacado desde una canoa a ocho hombres que iban en una de nuestras chalupas cargados con alimentos para los dos navíos y han hecho volcar la embarcación, perdiéndose todo; por ello Mendaña ha ordenado a Sarmiento bajar a tierra con siete hombres para dar castigo a los indios, que no eran los de Nabalmúa porque no se atreven, y recoger, de nuevo, alimentos para todos nosotros.

-¿Acaso Mendaña quiere que no vuelva ninguno de ellos? La acotación de Rico ha sido de lo más certera.

Así se lo he reseñado a Mendaña, con grandes voces, desde la almiranta.

El almirante me ha mirado, se ha girado y, sin responderme siquiera, se ha recluido en el alcázar.

Pero Dios ha estado con Sarmiento, pues a la tarde, ha regresado la chalupa con él y sus siete hombres, todos sanos y salvos, y con buena cantidad de cocos y piñas para sus compañeros.

Debo decir, Isabel, que he sentido un alivio grande. Y una gran alegría.

16 DE JUNIO.

Hoy se han acercado tres canaluchos de indios y, con toda insolencia, han comenzado a lanzar flechas a los navíos. No hemos podido hacer otra cosa sino reírnos y disparar unas postas sobre sus cabezas.

Y no han navegado, han volado sobre las aguas.

18 DE JUNIO.

Hacia el Oeste, a unas siete leguas, a mediodía, hemos visto la isla de Ramos, que hace canal con la de Guadalcanal.

Desde nuestra posición, la isla de Ramos parece una ballena muerta en la playa.

Espero que no sea un presagio, Isabel.

19 DE JUNIO.

De nuevo con ruta Sureste tras tocar la punta Norte de Guadalcanal; a las cuatro leguas de doblar hemos dado con un puerto muy bello y abrigado.

Se le ha llamado Puerto de la Asunción y los navíos han fondeado.

No me duele la pierna, pero no se debe a una mejora, sino a que llevo dos días sin levantarme casi de mi catre.

21 DE JUNIO.

Por señas nos han dicho desde la capitana que dejásemos de bojar Guadalcanal, en lo cual, según Sarmiento, se ha de precisar al menos seis meses, de tan grande como es.

Se ha virado hacia el Este, en dirección a otra isla que está a unas ocho leguas; creo que es San Jorge.

Y yo espero que no vayamos a ella, Isabel, pues es mi deseo partir, ya hacia Lima.

22 DE JUNIO.

Al final no hemos enfilado la proa hacia San Jorge, pero hemos llegado a otra nueva, que se ha bautizado como Treguada.

Y se le ha llamado así porque cuando ha bajado el alférez Enríquez, con Ricio y Jerónimo, para tomarla en posesión, se han acercado unos indios con modos amistosos, pero, mientras parlamentaban, les iban rodeando poco a poco; pero nuestros hombres se han percatado de ello y han hecho uso de sus arcabuces, pero sin herir a ninguno de ellos, que han huido con el estruendo de la pólvora.

Por su falsa tregua, se le ha puesto Treguada de nombre, porque ya con tanto descubrimiento, se nos agotan los nombres.

En lengua natural la llaman Brava.

Y ambos nombres, Isabel, son ajustados.

 

Jesús Rubio Villaverde. 1999

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