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domingo, 16 de octubre de 2022

Crònicas de una añoranza y 9

Apuntes de Diego “El Sereno”

Novena parte 

    La Bellísima Patrona de Guadalcanal Santísima Virgen María de Guaditoca

   Sería imperdonable para mí como guadalcanalense, y muy devoto de la Santísima Virgen, que no la mencionara en el presente libro.
    Desde que era muy joven, cuando venía de Navaldurazno con mi yegua para la Feria, traía mi ilusión puesta en acompañar a tan Celestial Señora en su salida procesional el sábado por el Real de la Feria.
    Nunca lo hice como promesa, es más bien un compromiso el que tengo creado desde siempre, de acompañarla en todas sus salidas. Mi tío Martín, al que nunca lo vi en la iglesia, tenía la misma costumbre, y todos los años hacíamos el recorrido los dos en la fila, desde la salida hasta la entrada.
    La calle Concepción, siempre se engalana para el paso de nuestra Señora. El membrillo del huerto de mi casa vertía sus frondosas ramas a la calle, y era un motivo a tener en cuenta a la hora de pasar la Virgen, pues se paraban los de la procesión para verlo. Yo quise en alguna ocasión cortarle alguna rama para facilitar el paso a nuestra Señora, pero los propios costaleros me dijeron que no, que así se lucían haciendo las maniobras correspondientes, para que la corona de la Virgen no se enganchara en el árbol, así que todos los años se esperaba el paso de la Virgen por el árbol como un pequeño acontecimiento.
    Pasó el tiempo y el árbol se secó, y no pocas personas me preguntaron por él, lamentándose de la pérdida. Ahora tengo puesto otro en el mismo lugar y de la misma especie, y espero que con el paso del tiempo se vuelva a repetir la misma historia, y sea un aliciente más para la calle Concepción, el poder ofrecer al paso de nuestra Patrona, los amarillos y olorosos frutos de tan generoso árbol.
    En las soledades de su Santuario, en un pintoresco rincón, a orillas del arroyo de Guaditoca, también me gusta hacerle alguna visita, aunque sea a través del ojo de la cerradura, si es que no está abierta la puerta de la ermita.
    En el interesante libro “El Santuario de nuestra Señora de Guaditoca”, de Antonio Muñoz Torrado, hace la siguiente descripción de nuestra santa Patrona, que por ser bella y hermosa me ha parecido bien, reflejarla en el presenta comentario:
    “La venerada imagen es una hermosa escultura de vestir, de rostro un poco alargado; tiene una gravedad severa al par que dulce, que atrae reverente a quien la mira, infundiendo respeto, amor y confianza filial; la frente es ancha y despejada, las cejas menudas, negras y arqueadas; los ojos negros y grandes con mirada tan agradable y serena que subyuga y llega hasta lo hondo del alma; la nariz larga y afilada; la boca pequeña y los labios finos y encendidos; teniendo junto a la vaca en el lado izquierdo un lunar, que da expresión de singular belleza a todo el rostro.”

Hablando de Guadalcanal

“Es Guadalcanal su nombre; su población, la primera de la Extremadura, yendo de la Andalucía a ella”.
    Esas son las palabras que dedicó Lope de Vega a esta localidad, blanca de cal, enclavada entre la Sierra del Agua y la Sierra del Viento, al filo de las tierras extremeñas.
    Este bonito pueblo serrano, de ribazos y olivares, tan vinculado en la antigüedad a las tierras extremeñas; no le falta cada año el olor a cirios penitentes, que van ardiendo por sus calles, al ritmo de tambores y trompetas, toda una legión de voluntarios costaleros, con paso firme y seguro, ponen todo su empeño en esa labor conjunta de llevar a las imágenes de su pueblo y demostrar que lo llevan en la sangre como buenos guadalcanalenses.
    Da la sensación de que el otoño y la primavera dan un rodeo por Guadalcanal, mientras que el invierno y el verano, entran triunfantes por sus calles. El viento de arriba, en invierno, te deja helado cuando cruzas por la calle Concepción; mientras que en verano el de abajo, te reconforta y te acaricia cuando entras en el paseo del Palacio, y cuando llegas a la Poza, te crees que estás en Biarritz.
    Los jóvenes en invierno dábamos los primeros paseos por la plaza, para ir abriendo boca. Luego, según entraba el mal tiempo, a sacar agua dando vueltas en los Mesones, las muchachas lo hacían en un sentido y nosotros en otro, (siempre igual), para vernos las caras cada vez que nos cruzábamos, y así era más fácil, si te gustaba alguna no tenías más que cambiar de sentido.
    El invierno aquí es largo y frío. Había que buscar alguna distracción, así que lo mejor que podías hacer era echarte una novia, y te reservabas un poco detrás de la puerta, porque más para dentro, no te dejaban pasar. El verano es otra cosa en Guadalcanal, aquí hay para todos.
    La feria cierra las puertas del verano. Es como la clausura de la temporada veraniega, luego ya quedamos los de siempre, con la lluvia, el frío, y el aburrimiento por compañía, pero las migas, el mosto, y las sardinas asadas al amor de la lumbre en las casitas de campo, nos ayudan a dar una de cal y otra de arena a las inclemencias atmosféricas.
    En las tibias tardes de otoño, nos íbamos a pelar la pava a la “Piedra de Santiago”, o a “El Cristo”, o a “El Coso”, o a la “Estación”. Ahora no veo a nadie por estos lugares pelando la pava, ¿o es que las de ahora no tienen plumas?, ¿o es que se las comen con plumas y todo?
    Venían muchos veraneantes por entonces a Guadalcanal y algunos de ellos eran clientes asiduos de todos los años. Les encantaba leer la prensa en el Palacio, y tomarse un tintito de Usagre, en la “Cantina del Campiñerín”, que la montaba detrás del Ayuntamiento. Allí paseaba todo el mundo por las noches, y los domingos tocaba la Banda Municipal en el tablado que había en el centro del paseo, y tocaban muy bien, porque aquí de siempre ha habido muy buenos músicos. Un tío de mi padre fue muchos años el maestro de música, luego quedo su hijo, “El Musiquín”. Aunque nunca supe porque le decían este apodo.
    Ya no se pone la jarra de agua y el vaso encima de la mesa-camilla, con sendos pañitos de encaje como tapaderas, ¿es que bebemos menos agua?
    Desde que dejó de caer por su pie en la fuente de la plaza, o en el pilar de la “Cava”, o en el pozo de mi casa, que se bebía sin ganas cuando Mari mi esposa, ¿la sacaba con el cubo tirando de la cuerda?
    El agua de Guadalcanal se pregonaba en el tren hasta que llegabas a Sevilla, en el botijo de barro colorado que hacía mi amigo Pepe, el alfarero con su padre Segundo un extremeño de Salvatierra de los Barros, que sentó cátedra aquí con el oficio bien aprendido, allá por el año 1919. También vendían carbón en la calle Las Sánchez para alimentar las cocinas de entonces.
    Ahora no se toma el aguardiente de Cazalla, en la Puntilla. Entonces los mayores se levantaban muy temprano a fumar y tomar el aguardiente, mientras que charlaban con los viajeros del ómnibus que salía a las seis de la mañana para Sevilla.
    El chofer del coche-correos era Carmelo, un hombre algo primitivo, pero agradable y bromista, que manejaba con cierta destreza la desvencijada guagua, por la carretera de la estación.
    El chofer de la Bética era “Sanani”, y Cote, el cobrador, que también tenían su puntito cuando les llegaba la ocasión. Cote tenía una escopetilla que llevaba en el coche, para ir tirándoles a las liebres que saltaban a la carretera por las madrugadas camino de Constantina, y cuando mataba alguna los propios viajeros les ayudábamos a cobrarla, luego se la comían entre los amiguetes los domingos con arroz en casa Granaito.
    Juan Berza y su madre Manuela, pregonaban los bollos de pan recién hechos al amanecer por todas las calles para desayunar las gentes de campo, y los molineros, antes de hacer el relevo, se tomaban su bollo mojado en aceite de él que salía por las torvas, que era el mejor y no sabía a alpechín, y además no costaba nada.
    Funcionaban cuatro o cinco almazaras de aceite en el pueblo y las gentes por las mañanas solían ir por allí a calentarse las manos en el calderín. Las mujeres cogían agua caliente, de la que usaban los molineros para lavar los capachos al salir de las prensas.
    Entre la gente menuda se ha perdido la costumbre de jugar a las canicas (los bolis), con lo buenas que las hay ahora en las tiendas de todo a cien, no como antes que teníamos que esperar a que se rompiera una botella de gaseosa de las de Perelló, que las tenían de tapón. En el Coso los hacían de barro, pero no eran del todo esféricos y chocaban muy mal.
    Y las trompas de encina, cuando Matarriñas, les echaba las púas en la fragua, capaz de partir por medio la del más apuesto rival, con el cordel de cáñamo que comprábamos en casa de Julio el del estanco, un metro era la medida, Carmelita la dependienta lo sabía muy bien.
    Su madre también se llamaba Carmelita, y confeccionaba muy bien las camisas de caballero a medida, en la calle Espíritu Santo, y había que encargarlas con mucha anticipación. Y el sastre, el Sr. Silva de Constantina, nos hacia los trajes a toda la trinca. Las niñas que tenía cosiendo en el taller se lo pasaban muy bien cuando teníamos que ir a las pruebas, estaba la sastrería en una esquina de la plaza de España.
    En la calle, Santa Clara, arrendaban bicicletas, y era un regocijo para cualquier chaval de entonces darse un paseo en bici. Así aprendimos a montar la mayoría de nosotros,
    El circuito era el Palacio, aunque también dábamos alguna vuelta por la Plaza, que estaba prohibido, y había que tener cuidado con “Pípoles”, el jefe de los municipales, un señor cojo, pero que andaba más de prisa que los que no lo eran. De aspecto agrio y cascarrabias, pero que no se la daba ningún pollo, por muy hábil que fuera.
    En las ferias siempre había peleas entre gitanos, que comenzaban con los tratos de las bestias que se vendían y compraban. Él siempre las disolvía a sablazo limpio, con el sable que tenía para aquellas ocasiones; sin pensar en el peligro que corría metiéndose entre navajas gitanas.
    Ramón Fernández, tenía una bici envidiable, con cambio y todo, era el único que le daba la vuelta al Palacio por encima del poyete, sin apearse de la bici, en tres o cuatro minutos se ponía en la estación.
    Era radioaficionado y operaba con una emisora que él mismo se construyó, con las válvulas de los aparatos de radio, y otros componentes que él hacía, como bobinas, resistencias, antenas, entre otros, que soldaba con soldador de latonero que calentaba en el anafe de carbón.
    Marchó a Venezuela y no sé si volvió alguna vez por Guadalcanal; hace unos años tuve ocasión de conocer a uno de sus hijos, que también era radioaficionado, y hablamos largo y tendido de la radioafición como colegas.
    Exploro las cuevas de Santiago que están al borde de la rivera. Todos los que bajaban al abismal laberinto lo hacían con una cuerda para no perderse a la hora de regresar, pero había cierta dificultad para encontrar cuerdas tan largas, pero este hombre resolvió ese problema con paja, que iba dejando poco a poco, y así no tuvo ninguna dificultad para volver por el mismo sitio.
    Estas cuevas por entonces eran muy visitadas por mucha gente, que no tenían otra cosa que hacer, ya que de antemano se sabía que no tenían ningún interés, aunque cuenta la historia que debido a ellas y a los restos arqueológicos del paleolítico encontrados allí, se pudo saber de los asentamientos de fenicios y romanos, y que cruzaban estas tierras por la vía, “Híspalis” y “Emérita Augusta”, en época posterior, (musulmana), llevó el nombre de Guad al Kanal, o Río de Creación.
    Los Reyes Católicos, podrían haber seguido esta vía cuando viajaron, desde Sevilla a Madrid. Cazalla, Guadalcanal, Llerena, Guadalupe; en los primeros días de marzo de 1502.
    Nunca anidó en mí la idea de bajar a esos abismos oscuros y fríos, por el contrario, la altura sí que me gustó de siempre, quizás sea porque la conozco mejor.

Despedida

    Antes de cerrar página, quisiera dar cabida en este libro, a todos los aromas campestres, tomillos, lentiscos, juagarzos, romeros, almoradux y adherirlos a cada página con las resinas de las jaras, para dar la sensación de estar asomado al brocal de la umbría, y volver a recordar todos esos incomparables aromas que la sierra sabe poner graciosamente en el aire sutil de aquellas montañas; que por mi torpeza no fui capaz de describir esos prodigios de la naturaleza que aquí se dan cita, a pesar de haber sentido como nadie el latido del corazón en Sierra Morena, pero que siguen estando ahí como mudos testigos de una eterna realidad, mientras que yo me rindo como un fracasado, antes lo que no fui capaz de conquistar con mi modesta filosofía.

Isidro Escote Gallego.

domingo, 9 de octubre de 2022

Guadalcanal cruce de caminos 1/3

Desde la Ruta Romana de Híspalis a Emérita hasta el Camino de Santiago de la Frontera

          Primera parte.-

          Guadalcanal debido a su situación geográfica y su importancia en la historia a través de los tiempos ha sido una confluencia de caminos y rutas que a continuación analizaremos.

 Ruta Romana de Híspalis a Emérita. -

         La ruta décima del recorrido ibérico de la Vía Romana del itinerario de Antonino Augusto Caracalla transitaba por la parte de la península ibérica entre Híspalis (Sevilla) y Emérita (Mérida), que recorría una distancia de 162 ó 155 millas romanas (según autores)

         En aquella época Guadalcanal estaba enclavada en el amplio territorio

de la península ibérica conocida como Beturía. Esta zona comprendida entre los cursos medios e inferiores de los ríos Guadiana (en latín Ana) y Guadalquivir (en latín Baetis), siendo anexionado por los romanos en los albores del siglo 27 antes de C. e incluido en la provincia de Hispania Ulterior.

         Ya en aquella época y según el historiador Rodrigo Caro y citando a Plinio, nombra a Guadalcanal como Tereses, zona de gran importancia minero metalúrgica, enclavada en el cerro de Monforte (Mons Fortis), estando en el intermedio de la ruta entre Celti y Regina, en su trazado común de la ruta hasta Constantina. 

Ruta de Al Ándalus a los Reinos Cristianos. –

         La mayor época de esplendor de Guadalcanal fue sin duda en las diferentes etapas de la Edad media y principios de la Edad Moderna. Su situación natural como parte y frontera de la provincia de León de la Baja Extremadura y el Priorato de San Marcos, llegando a ser Encomienda de la Orden de Santiago, hizo descanso y morada de reyes, y grandes señores.

         Era camino natural del que partía de Sevilla y se extendía hasta Toledo, Madrid, Burgos y la ruta alternativa hasta Medina del Campo.

         De hecho, Los Reyes Católicos atravesaron esta ruta y pasaron por Guadalcanal cuatro veces. Así, el primer viaje lo hicieron por separado en 1477, ya que la reina Isabel se encontraba en Toledo y partió hacía Sevilla, se calcula que pasó el dia 15 de Julio por nuestra villa, continuando a Sevilla, pasando entre otras por las localidades de Cazalla, Lora del Río y Cantillana. El rey Fernando partió de Medina del Campo hacia la ciudad Hispalense ese mismo año, pasó por Guadalcanal el día 2 de septiembre del citado año 1477. El tercer viaje lo hicieron junto los Reyes Católicos en 1502, se encontraban los monarcas en Sevilla e hicieron el viaje hacía Toledo, parten de Sevilla el 22 de febrero, a través de Constantina, El Pedroso y Cazalla, llegando a Guadalcanal el martes 11 de marzo. El último viaje del que se tiene fe de su paso por Guadalcanal, está datado en 1511, este viaje lo hizo Fernando de ida y vuelta, ya que partió de Madrid el día 7 de enero, pasó por Guadalcanal el día 27 del mismo mes, pernoctando en la villa los días 27 y 28 y llegando a la ciudad de Sevilla el 1 de febrero. Allí permanece hasta el 21 de junio, esta vez partió en dirección a Burgos. De este viaje hay un documento firmado por el rey Fernando en Guadalcanal el 27 de junio, este documento llamado Sobrecarta de Naturaleza (título que se utilizaba para reconocer la nacionalidad de un extranjero como castellano), dirigida al genovés Francisco de Riberol, amigo íntimo y colaborador de Cristóbal Colón (almirante de las indias).

 Camino Colombino o camino Real de la provincia de Sevilla. –


El Camino Real de Sevilla, transcurría por otros pasos naturales de Sierra Morena. Si la corriente del Guadalquivir no permitía cruzarlo en las cercanías de Sevilla, los peregrinos debían remontar el río hasta el primer vado posible. El camino puede variar según los vados y la época del año, para confluir en Alanís. Éste fue el camino que siguió Cristóbal Colón en 1493 y en Guadalupe se bautizaron los primeros nativos americanos llegados a Europa. También fue el camino de muchos españoles y más de 500 Guadalcanalenses que dejaron su tierra para embarcarse a América y el de los que regresaron a dar gracias a la patrona. Por ello, la ruta se denomina “Camino Colombino de Guadalupe”. La Vía Colombina parte de Sevilla por el antiguo monasterio de San Jerónimo de Buenavista, llega a La Rinconada, sigue por Brenes y cruza el Guadalquivir en Villanueva del Río. Continua por la Sierra Morena se franquea por El Pedroso, Cazalla de la Sierra, Alanís y Guadalcanal.

Este camino ha sido actualizado y dividido en rutas, así, la etapa 6 recorre los términos de Alanis hasta Guadalcanal (pasando por la ermita de Guaditoca), aprovechan antiguas vías romanas y cañadas pecuarias, esta ruta que consta de 28,5 Km. y se puede recorrer a pie o a caballo, mezclando trayecto urbano, asfalto y carril de tierra compactada. En parte seguiremos la antigua cañada de las Merinas, que discurre tanto por áridos paisajes esteparios como por frondosos parajes serranos. Partimos del casco urbano de Alanís seguimos por la A-477, dirección este, tomamos el camino de la Cuesta Blanca, seguiremos hasta el camino Viejo del Oreganal, que llega desde Fuenteovejuna. Seguimos en dirección norte hasta encontrarnos con la carretera SE-165 en dirección oeste, volvemos a retomar la senda que sigue en dirección Guadalcanal. Una vez visitada la localidad, continuamos el Camino Colombino de la provincia de Sevilla tomamos el antiguo camino de la ermita de la Virgen de Guaditoca, patrona de Guadalcanal, donde concluye en el hermoso paisaje de la Vega del Encinar.

Ruta del Azogue. –

La ruta del azogue o Caminos del Azogue partían de Almadén de la Plata y terminaban en las Atarazanas del Puerto de Sevilla. Tenía un camino común que partiendo de la citada localidad Castellana de Almaden pasaba por Hinojosa del Duque hasta Azuaga, de esta localidad vecina se dividía en dos rutas principales y otras de confluencia, la ruta llamada de Camino Carretero Occidental llegaba a Guadalcanal, desde nuestra villa y pasando por Lora del Rio y Cantillana, bordeaba el Guadalquivir por la margen occidental y llagaba hasta las Atarazanas del puerto de Sevilla donde se cargaba en grandes cantidades de este mineral con destino a América, a las minas de plata, principalmente a la de Potosí, pues se utilizaba para tratar la plata.

         El azogue era un material líquido que una vez tratado se convertía en mercurio. Durante la época floreciente de la explotación y extracción de plata de las minas de Guadalcanal en el siglo XVI, explotadas por la Hacienda Real, siendo su principal administrador Agustín de Zarate, tuvo su mayor auge el llamado camino occidental.

Ruta del aceite o camino de los mercaderes. –

Bajo la dominación de ruta del aceite o camino de los mercaderes, trascurría por las provincias de Ciudad Real, Jaén, Córdoba, Badajoz y Sevilla, utilizaba la ruta del azogue desde Azuaga a Sevilla y desde esta seguía por vía fluvial su camino hasta Sanlúcar de Barrameda, para iniciar la travesía atlántica de las mercancías hacía las americanas. Esta ruta igualmente era utilizada en sentido contrario por mercaderes y arrieros para distribuir la mercadería procedente de las colonias de las Indias conquistadas y colonizadas por los españoles. En Monesterío se unía otro ramal llamado el Lusitano que procedente de Lisboa recorría la parte central de Portugal.

         Este camino ya lo citan en un informe de los Visitadores de la Orden de Santiago a Guadalcanal en el año de 1494, en ella se dice:

“en esta ermita llamada de San Benito Abad, enclavada en los extramuros de la villa existe una cofradía de ambos sexos con el título de Ntra. Sra. de la Consolación y San Benito, que son benefactores de los arrieros que utilizan la ruta del aceite y tienen en ella es utilizada como morada de descanso”.

Igualmente, en otro informe de dichos visitadores hablan de la explanada del Humilladero del Cristo, donde moraban los mercaderes y arrieros en sus idas y venidas, daban gracias y pedían bienestar y buen camino para finalizar sus quehaceres. Desde esta explanada en la que posteriormente se construyó una ermita, el camino seguía o procedía según sentido de la ruta de Azuaga y transcurría por el antiguo camino de Guaditoca, en ella había una cruz (que aún existe) llamada del Aceite. Nombrada así porque los arrieros que utilizaban esta ruta para transportar su mercancía, echaban una cantidad de aceite en la hornacina que existía en la misma. Este aceite era recogido posteriormente por el ermitaño del santuario para mantener encendidas permanentemente las lámparas que iluminaban la imagen de la Virgen.

 

Fuentes. - De Carcalla a Odón Vías Romanas (Saavedra y Blázquez), Viaje de los Reyes Católicos a través de la ruta de Guadalcanal (Rafael A. Rivero), Guía del Camino de Guadalupe por la Provincia de Sevilla (DPS), Rutas Geoparques de la Sierra Norte de Sevilla (Junta de Andalucía), Ermitas, Caminos y Rutas de la Sierra Norte (DPS), https://caminodelafrontera.es/ y archivos de autor.

 Rafael Spínola Rodríguez.

domingo, 2 de octubre de 2022

Crónicas de una añoranza 8

Apuntes de Diego “El Sereno”

Octava  parte

El lobo protagonista de mil historias

    Legendario, calculador, estratega, siempre perseguidor y siempre perseguido, el Lobo constituye, dentro de nuestra fauna, uno de los singulares y controvertidos depredadores.
    No puedo pasar por alto, ni dejar en el olvido a un animal tan bello como el lobo, el que fue en todos los tiempos motivo de historias y cuentos que a todos los niños nos gustaba oír antes de irnos a la cama, por ser protagonista de largos cuentos narrados por los más viejos al amor de la lumbre en las largas y lluviosas noches de invierno, mientras las mujeres daban los últimos toque por la cocina, poniendo a remojar los garbanzos para el día siguiente, a veces contaban hechos verídicos según decían ellos que les pasara cuando iban de un lugar a otro para ver a la novia o cuando volvían de verla. A menudo se contaban historias tétricas y exageradas. Algunos decían que habían visto cuatro o cinco lobos, luego entraba la rebaja y se quedaba en un par de ellos, y si se le apretaba un poco terminaban diciendo que le parecía haber visto un lobo pero que no estaba seguro.
    Entonces era normal encontrarse con los lobos en la sierra y más aún por la noche que solían salir a los caminos para darse un paseo y acceder a las majadas por si había algún descuido para poder llenar la barriga. Yo tuve ocasión de verlos varias veces incluso de quitarle alguna res acosada y mal herida por ellos. Los lobos atajan a las reses y las persiguen sin llegar a matarlas hasta llegar al lugar que ellos creen más seguro para devorarlas.
    Nosotros teníamos unas yeguas que siempre andaban sueltas, y algunas veces encontrábamos unos picaderos enormes de haber estado toda la noche defendiéndose de los lobos. Según dicen, las yeguas hacen un corro con las cabezas para dentro y ahí meten a las crías para defenderlas de los ataques de las fieras. En las umbrías buscaban un rellano, o una carbonera para hacer el corro y defenderse mejor, (una carbonera es un pequeño rellano donde se hacía el horno para el carbón).
    Estas cosas daban tema de conversación y se ponderaban largamente, todo lo referente al lobo siempre se exageraba unas veces como anécdota, otras como verídicas. Era un tema casi obligado entre las gentes del campo preguntarse por los lobos, y siempre había alguno que los había visto, aunque fuera por seguir el tema de la conversación, tan tétrico como misterioso.
    El ganado en la sierra era escaso y las reses de caza mayor tampoco abundaban mucho entonces, así que los lobos no tenían las cosas muy claras para llenar la panza y sobrevivir, y más aun tratándose de un animal al que todos, de siempre han querido mantener a raya.
    Juan Barahona, era un prestigioso pintor y taxidermista cordobés, y tenía dado el encargo a todo el cuerpo de guardería, de un lobo de los que capturaban en los cepos, para llevárselo vivo a Córdoba y estudiar sus actitudes de fiereza. No tardó el señor Barazona, en recibir el aviso de que ya tenía el encargo, así que partió hacia Hornachuelos decidido a recoger el lobo.
    Llegado el momento lo anestesió como pudo, ofreciéndole un algodón empapado en cloroformo y en la punta de un palo largo, y así lo dejó fuera de combate. Pero parece ser que el animal no tomaría lo suficiente, y antes de llegar a Córdoba, la furgoneta se convertía en la sala de despertar, como se dice ahora en los medios hospitalarios.
    El hombre tuvo que acelerar al máximo, ya por dentro de Córdoba, para llegar cuanto antes a su casa y quitarse el regalito de encima, porque la convivencia en la furgoneta se hacía peligrosa por momentos.
    El corzo creo yo que fue presa fácil para ellos, sobre todo en sus primeros días de vida, y supondría su desaparición en la zona de Hornachuelos, donde nunca fue abundante, pero tampoco era extraño encontrarse con algún ejemplar sobre todo en los cotos, de Navaldurazno, Santa María, y los dos Rincones, y sobre todo en la parte de umbría.
En el año 1962, en una de mis visitas a Navaldurazno, me tropecé con una collera de corzos en la “Fuente de Alcornocoso”, precisamente donde no los había visto nunca, porque esto es parte de solana. Esta sería seguramente la última collera de corzos que se vería por aquella zona. Ya hacía unos años que no se mataba ninguno en montería, incluso estaba prohibido tirarlos como res de montería dada la escasez que presentaba la especie.
    Por entonces se hacían muchas labores en el campo, y todo eso era bueno para las reses. Hoy por el contrario no se siembra nada, y todo se quiere arreglar con lo de echar algo en los comederos por las tardes para entretener las reses hasta la hora de montear, y luego que Dios reparta suerte.
    Si yo pudiera contarle a mi abuelo la cantidad de maíz que se encuentra uno cuando abre el vientre de una res. Es todo un episodio ver por las tardes como las gallinas de la casera dan buena cuenta de todo aquello, en lo que se dado en llamar junta de la carne.
    Pero todo esto se ve tan normal que ya lo extraño es encontrar tallos de lentisco y bellotas en el bandullo de los ciervos. Es difícil imaginar el comentario que de todo esto haría mi abuelo Diego, según su manera de ver todo lo referente a la caza como buen conocedor de ella, pero sí que me gustaría conocer su opinión. No cabe duda de que para aquellos hombres que vivieron y amaron la caza como algo suyo, les resultaría muy desagradable ver la transformación que ha sufrido en todos estos aspectos.
La sierra y sus penalidades

    Había mucha gente en el campo entonces, sobre todo rancheros que tomaban las leñas por cuenta para hacer carbón y sembrar después pequeñas parcelas de las que tenían que pagar el terrazgo a la hora de la recolección. Era este un impuesto o renta que pagaban al propietario en especie por la utilización del terreno que ocupaban con la siembra.
    Las mujeres eran las encargadas de ir al pueblo más cercano a lomos de una burra para recoger los comestibles y demás enseres que hacían falta para subsistir.
    Por los intrincados caminos de la sierra estas mujeres eran las únicas recaderas que llevaban y traían de todo dos veces al mes. El serón de la burra se convertía en una especie de trastienda donde cabía toda la compra, herramientas, cacharros, botijos, medicamentos y había que dejar un hueco para el crío lactante que tenían que llevar consigo para darle el pecho cuando le llegara la hora.
    Los niños nacían en cualquier lugar, sin ninguna asistencia si es que no era la de una mujer mayor que se encontrara por aquellos alrededores.
    En una fría madrugada, cuando buscaba las yeguas para ir al pueblo, me sorprendió oír llorar a un niño en plena oscuridad de la sierra. Yo no sabía que pensar, ni a que sería debido el llanto de un crío en aquel lugar y a aquellas horas.
    Cuando me acerqué, tomando mis precauciones comprendí todo cuanto vi. Que sus padres rendidos por el duro trabajo de toda la jornada dormían profundamente, en un camastro que habían improvisado para vigilar el carbón, sacado de la tarde anterior, para que no se le quemara.
    Aquel niño semidesnudo y helado de frío seguía llorando desesperadamente. Clareaba el día cuando pude observar que la madre se daba la vuelta y lo tomaba en su regazo.
    Yo seguía buscando las yeguas, mientras guardaba aquella historia, para contarla aquí muchos años después, para que puedan leerla, si a alguien le interesa conocer estos hechos que tuvieron lugar un lejano día en un inhóspito rincón de la hermosa Sierra Morena.
    Estas faenas de rancherías eran realizadas siempre en la temporada de otoño e invierno, por evitar incendios a consecuencia de quemar los desbroces, por lo que estas mujeres tenían que soportar grandes aguaceros a lo largo de las caminatas de dos y tres horas que les costaba llegar al pueblo, y siempre tras la burra con una vara en la mano para avivar el paso del jumento.
    Cuando llegaban al pueblo, ataban la burra a la reja de una ventana, y tomaban al pequeño en los brazos para seguir andando de tienda en tienda y hacer sus recados, y los de los demás que le habían hecho por el camino al pasar por otros ranchos.
    Luego cuando terminaban se despedían de los familiares y conocidos y se disponían a regresar, siempre andando detrás de la burra ahora cargada hasta los topes. Cuando llegaban a su destino cansada y agotada, pero siempre con una sonrisa a flor de labios, y con unos caramelillos como único obsequio para el resto de la prole que esperaban pacientes todo el día en la puerta de la humilde morada
    Que felicidad se podía ver en el rostro de aquella gente sin tener nada. Solo tenían trabajo, trabajo muy duro sin descanso, no había sábado ni domingo, y los días de lluvia los aprovechaban para preparar las herramientas o la techumbre de la vivienda o cosas por el estilo.
    De Hornachuelos subían casi a diario las recuas de burros, para trasportar el carbón hasta la estación de RENFE de Hornachuelos unas veces, y otras lo sacaban a cargadero para los camiones. Los camiones siempre se demoraban mucho, unas veces por averías y otras por el mal tiempo, que hacía imposible entrar por los carriles a cargar.
    Eran cacharros muy viejos y siempre tenían problemas mecánicos, cuando no eran los neumáticos mil veces recauchutados, que reventaban cuando menos lo esperabas. Estos medios de trasporte también se aprovechaban para traer pan, aceite, legumbres, y artículos de primera necesidad, Había veces que se esperaba el camión como agua de mayo porque ya se habían agotado todas las existencias.

Cazaderos reales

    La sierra de Hornachuelos hoy parque natural, fue de siempre un paraíso de la caza mayor y muy deseado por nobles y aristócratas, para celebrar sus cacerías.
    A varios reyes de España, no les faltaron motivos para visitar alguno de estos pintorescos rincones de la sierra de Hornachuelos, bien por motivos religiosos o cinegéticos, dándose la paradoja el caso del Monasterio de los Ángeles, su bello entorno campestre, entre los que se pueden encontrar, el “Salto del Fraile”, o la “Cueva de la Mujer Penitente”.
    La mujer penitente, fue según el libro, la Montaña de los Ángeles, una doncella de Felipe, II que después de la visita del monarca al Monasterio, decidió quedarse allí escondida en una cueva, para hacer penitencia el resto de sus días. Falleció el año mil quinientos nueve.
    Esta mujer cambió todo el esplendor de su belleza y juventud, por la paz y soledades de aquel inhóspito lugar de rocas enmantadas, al paso del angosto río Bembézar.
    La carta de la reina Doña Isabel la católica, que, teniendo noticias de la perfección evangélica del Monasterio, y la de virtud y santidad de su fundador, consultaban con él los sucesos del reino y tenían fe en sus oraciones rogadas con repetidas cartas para que pidiese a Dios la total victoria contra los moros.
    Así es que, tomada la ciudad de Granada, la Reina envió una carta a Fray Juan de la Puebla, fundador del Monasterio que decía así.
“La Reina. Devoto padre Fray Juan de la Puebla, ya sabéis, como vos fize saber muchas vezes la entrada del Rey mi señor a conquistar el reino de Granada; porque rogasedes a nuestro Señor le dieses de aquellos enemigos de nuestra Santa Fe Católica. Ahora vos fago saber, como ya vendito nuestro Señor le plugo dar al Rey mi Señor esta victoria; que hoy dos días de enero se entregó la ciudad de Granada con todas sus fuercas, y de sus tierras".
    Lo cual os escribo, porque fugáis gracias a nuestro Señor, que tuvo por bien de vos en esto el fin deseado.
    De la ciudad de Granada a dos de enero de mil cuatrocientos y noventa y dos años.”
    El rey D. Alfonso XIII, hizo un total de veinte visitas a Hornachuelos, para celebrar otras tantas monterías por todo su término.
    Entre las más notables expediciones venatorias realizadas a las Mezquetillas de los Sres. Calvo de León, de Palma del Río, hay una descrita por el propio rey, que está fechada el 9 de marzo de 1882.
    El autor, dice de sí mismo que condenado por su oficio a saber de todo un poco, nunca tuvo tiempo bastante para perfeccionarse en nada en particular. Describe la montería en forma llana y a veces con descuidos de redacción.
    El Rey dirige a cada de sus acompañantes una frase intencionada, de buen género; llamándolos a todos verdaderos toreros de invierno, para cuya montería se prepararon muchos batidores y ciento catorce perros, y agrega que tal vez había tantos perros por merecerlos (ello) según (se portaron) en la lidia. Estuvieron tan desacertados los tiradores, que debieron haberse suprimido las balas en sus cartuchos, pues, dada la mala puntería, (el sitio más seguro era montarse en un venado). Tal fue la cacería que el mismo descriptor intituló: Montería de los chambones.
    El Gobernador Civil de Córdoba, era un montero asiduo al noventa por ciento de las monterías que se celebran en el término de Hornachuelos.
    En una ocasión, monteando la mancha de las escobas, de la finca Navas de los Corchos, el Gobernador mató una cochina hermosísima, y todos los monteros le daban la enhorabuena y tal, hasta que llegó la hora de recoger las reses, pero la cochina del Gobernador no aparecía por ninguna parte, y como es de suponer allí andaban todos de cabeza, para encontrar la ya famosa cochina.
    El guarda volvía muy preocupado, para preguntar al señor Gobernador, por donde había tirado la cochina. Pero hombre si la han cargado dos muchachos en un burro delante de mí, -respondió el Gobernador-, y hasta les he hecho unas fotos y todo.
    A esto que llegaba mi hermano Antonio, que conocía al Gobernador, y fue el primero en comunicarle que, para aquellas horas, la cochina ya habría sufrido los necesarios quebrantos para aplacar el hambre de alguna familia meloja. (Melojas son los de Hornachuelos). La Guardia Civil se puso en marcha para hacer las primeras pesquisas, pero el Gobernador que ya sabía por mi hermano de qué se trataba, ordenó a la Guardia Civil, que no se preocuparan y que se olvidaran de aquel asunto.
    Todo esto se comentó largamente durante mucho tiempo, y siempre se tomó como anécdota, para contar cada vez que salía la conversación.
    En algunos casos el furtivo ha sido comprendido y considerado, pero eso fue antaño cuando cazaba para poder sobrevivir, él y los suyos en el medio hostil como entonces eran las zonas rurales, sobre todo para los que sobrevivían alejados allá en los confines de la sierra.

Isidro Escote Gallego.

domingo, 25 de septiembre de 2022

Un proyecto sin terminar que languidece con los años

UN OBSERVATORIO ASTRONÓMICO EN LA SIERRA DEL VIENTO (GUADALCANAL)

 En el año 1981 un guadalcanalense, un visionario, un artista, alguien con la sensibilidad y conocimientos suficientes para darse cuenta que el cielo de Guadalcanal era un lugar inmejorable para su observación nocturna decidió empezar una obra titánica; una obra que solo se podía llevar a cabo con la ayuda de las instituciones y estamentos públicos, que debía contar con la necesaria complicidad de sus convecinos y de los pueblos aledaños, y cuyos resultados redundasen en la preparación de futuros científicos estelares, sirviese para el ocio, aprendizaje y diversión de los escolares, y fuera fuente de progreso económico y turístico para toda la zona.

El tiempo le fue condenando al ostracismo, y lo que fue la idea de un genio andaluz se quedó en boca de todos nosotros, vecinos que conformamos una hermandad simbólica en torno a nuestro pueblo en el que rige un rancio sistema de control social donde la envidia y la crítica al diferente conforma los procesos de inclusión/ exclusión de dicha comunidad; como la extravagante idea de un loco, de un diferente, de un extraño.

        Yo tuve el placer de conocer a Manolo Chaves en los años 80 a través de mi querido Rafael Rodríguez (“Electrovira”) otro guadalcanalense de pro al que la historia deberá poner en el sitio que le han negado sus deudores. En aquellos entonces Rafalito me dijo que tenía que hablar con uno de esos personajes con los que a mí me gustaba departir, esos que tienen que decir algo, aunque hablen poco, que saben callar y escuchar, que saben mirar de frente y que no se amilanan, aunque vengan mal dadas. Mi sorpresa fue descubrir un genio en medio de la sierra, un excepcional pintor y en aquellos momentos, alguien muy motivado por la idea de hacer de Guadalcanal un referente en la observación astronómica. No me extraña que fuera tertuliano adicto y amigo de Rafael; y por supuesto el que pintara la portada de su obra póstuma: “Guadalcanal, un pueblo en la memoria”.

        Pues bien, han pasado 33 años desde que a Manuel Fernández Chaves se le ocurriese construir su observatorio astronómico, ese que está en la Sierra del viento, visible desde cualquier punto de Guadalcanal mirando al noroeste o desde las tierras y pueblos limítrofes de la campiña extremeña mirando al sur; ese que sigue año tras año deconstruyendo a ratos, como si de una obra postmodernista se tratase.

La semana pasada me lo encontré, como no puede ser de otro modo, en la tienda de Rafalito “electrovira” y él, muy eufórico, me enseñó la foto de cómo estaba quedando la entrada al recinto del observatorio, al que se accede a través de un arco de ladrillos muy del gusto de la arquitectura historicista sevillana de principios del siglo XX que tan de moda puso Aníbal González. Fue entonces cuando le pregunté: Manolo ¿qué ayudas has recibido para hacer el observatorio astronómico?; a lo que me contesto con palabras cansadas que salen de la impotencia y de la frustración de quien ya no confía en nada ni en nadie: “A mí nadie me ha dado un duro, económicamente no me ha ayudado nadie, solamente en la época de Amador ( alcalde de Guadalcanal) me enviaron albañiles para que me echaran una mano en la construcción; por lo demás y hasta el día de hoy todo lo he hecho con mis manos, nadie me ha dado un duro”

Precisamente esa respuesta me hizo plantearme escribir este artículo dado que estoy al día con las nuevas oportunidades de negocio que se plantean para la sierra Norte Sevillana a partir de este año debido a la calificación que ha obtenido Sierra Morena al ser declarada “Reserva y Destino Turístico Starlight, una certificación que acredita y avala la calidad de sus cielos nocturnos para la práctica de la astronomía y la observación del firmamento. Este galardón es otorgado por la Fundación Starlight y está avalado tanto por la UNESCO como por la Organización Mundial del Turismo”; y que debemos agradecer al trabajo y esfuerzo de la Asociación para el desarrollo integral Territorial de sierra Morena (ADIT) “y ejecutado por el consorcio Dark Sky Advisors formado por la unión de la Asociación Astronómica Hubble y la empresa Iberus Medio Ambiente”.

Esta misma asociación ha creado una página web dedicada a la astronomía en Sierra Morena que podéis consultar en la siguiente dirección: http://www.astronomiasierramorena.com o http://astronomia.sierramorena.com.

Igualmente podéis indagar sobre Starlight en la página del Instituto de Astrofísica de Canarias http://www.iac.es/, donde hallareis un artículo muy interesante sobre el nuevo producto turístico de Sierra Morena ligado a la observación de estrellas: http://fundacionstarlight.org/sierra-morena-y-sierra-sur.../ , en el que se pueden leer párrafos como: “A este respecto, destacó que el turismo astronómico será uno de los nuevos productos que quedarán recogidos en la futura la Estrategia Integral de Fomento del Turismo de Interior Sostenible de Andalucía 2014-2020, que movilizará alrededor de 230 millones de fondos públicos”.

Últimamente se ha puesto de moda todo lo relacionado con la observación de estrellas en Sierra Morena como podéis comprobar en las numerosas noticias aparecidas en prensa de la que os pongo un ejemplo: http://www.europapress.es/.../noticia-casi-decena-pueblos..., y que nosotros achacamos a la afluencia de dinero que en un futuro no muy lejano hará su aparición en la zona y de los que ya se está viendo algunos resultados. Extraemos unos párrafos del artículo anterior:

“Casi una decena de municipios de la provincia sevillana realizarán obras encaminadas a la ordenación y promoción turística gracias a los más de 300.000 euros que recibirán del Plan Complementario del Plan Provincial Bienal 2014/2015 para inversiones financieramente sostenibles, también denominado Plan Supera, desarrollado con fondos del superávit de la Diputación de Sevilla de 2012.

    Según la información a la que ha tenido acceso Europa Press, en concreto, son un total de nueve los pueblos que se beneficiarán de estos fondos, siendo Guadalcanal el que mayor número de actuaciones acumula, con un total de cinco proyectos previstos, para lo que cuentan con una inversión de 29.431 euros.

En este municipio, las obras del Plan Supera irán destinadas al acondicionamiento de parte del recinto ferial para uso alternativo como explanada para el estacionamiento de autocaravanas, el acabado de la oficina de información del Parque Natural Sierra Norte, la adecuación de una zona para visualización astronómica y ubicación de una estación de observación 'Starlight' en el enclave de la Piedra de Santiago, así como para la realización de un video documental HD sobre la Semana Santa de Guadalcanal y la reurbanización y remodelación de la calle Santa María.”

Y yo me pregunto: ¿Ahora que hay dinero para desarrollar la observación de las estrellas en Guadalcanal tampoco hay dinero para Manolo Fernández? Chaves y su observatorio? ¿Qué pasa en este pueblo que el único que ha creído de verdad en las posibilidades de la sierra como visor estelar lo ningunean y lo excluyen de lo que puede ser un verdadero motor económico del turismo en esta localidad?; ¿Cuáles son las razones ( yo me las imagino) para que se tenga que realizar una nueva ubicación para ver estrellas existiendo un observatorio astronómico?; ¿Por qué Guadalcanal nunca se da a valer y defiende con uñas y dientes su preeminencia en estos temas dado que posee un telescopio e instalaciones adecuadas para la observación del firmamento desde hace 30 años?; ¿Por qué no se ha contado con Manolo para absolutamente nada cuando él fue el pionero en estos temas en la Sierra Norte de Sevilla con la creación e instalación de un observatorio astronómico?; ¿Quién sabia de estrellas en Guadalcanal y pueblos aledaños en los años 80 y 90 del siglo pasado?

Entonces, después de estas reflexiones, tengo que pensar que quizás el interés no está en el conocimiento de las estrellas, en la investigación y observación de las constelaciones; en tener un lugar para educar y divulgar el conocimiento a nuestros escolares; quizás tan solo sea otra moda que exprimir para sacar el dinero los más rápidamente posible sin interés de construir futuro.

De todas formas, para quien le interese, a continuación, doy aquí unos pocos datos del Observatorio “ALKAID” de Guadalcanal, denominado así porque el mismo día que se le ocurrió a Manolo la idea de construir un telescopio para ver las estrellas se hallaba con sus hijos jugando en la Ribera y en el cénit del firmamento se encontraba dicha estrella denominada también Benetnasch, siendo la tercera estrella más brillante de la constelación de la Osa Mayor:



NOMBRE: OBSERVATORIO “ALKAID
PROPIETARIO: MANUEL FERNANDEZ CHAVES
AÑO DE CONSTRUCCIÓN (INICIO): 1982
SITUACIÓN: SIERRA DEL VIENTO. GUADALCANAL.
COORDENADAS: 5º 49´ 50´´ W / 38º 06´ 35´´ N
ACTUALIDAD: INCONCLUSO. FALTAN OBRAS DE ACONDICIONAMIENTO
DIMENSIONES: ADMITE UN TELESCOPIO DE 1.000 mm. DE APERTURA.
TELESCOPIO: AUTOCONSTRUIDO
AÑO: 1981
TIPO: NEWTON REFLECTOR
FOCAL: 6,5
APERTURA: 310 mm.
MONTURA: ECUATORIAL

Alberto Bernabé Salgueiro.


domingo, 18 de septiembre de 2022

Crónica de una añoranza 7

 Apuntes de Diego “El Sereno”


Séptima
  parte


Las chozas de Juan Luis

    Mi abuelo Diego “El Sereno”, me contaba cuando yo era un chaval, de sus andanzas por la serranía cordobesa, incluso desde antes de afincarse en Navaldurazno.
    Juan Luis era muy conocido de este mi abuelo. Pertenecía a una familia muy numerosa afincada por allí desde muchos años, en unos terrenos de propiedad casi desconocida.
    Vivía en unas chozas de medias paredes, cerca del río Bembézar, en lugar denominado, “Las Vegas de Palacio”. Y daban cobijo nocturno a todos los miembros de la Cuerda, todo el tiempo que permanecían cazando por la sierra de “La Albarrana”, “El Cabril”, que había muchas perdices por entonces, y allí sacaban el jornal como ellos decían.
    Tenían un recovero con una mula que llevaba todos días la caza a Constantina, para venderla y de camino traía comestibles y artículos de primera necesidad.
    Una de las veces que llegara, mi abuelo por allí, encontró a la familia de Juan Luis, muy apenada. Las mujeres llorando se les echaron en sus brazos. Diego por Dios nos han robado una collera de mulas, y “El Sereno”, no dudó en ningún momento, y puso en marcha su estrategia. Conocedor como nadie de la sierra, y haciendo gala de sus poderosas piernas, emprendió la búsqueda de las mulas con su inseparable cabrero.
    Tras las huellas, tomaba los atajos que él conocía perfectamente, para darles alcance cuanto antes a los ladrones, hasta que en uno de los pocos vados del río Nevado, divisó a dos individuos montando las mulas, y sin mediar palabra, como él sabía hacer las cosas, les mandó un par de recados con el cabrero.
    Los cacos comprendieron enseguida que aquello no era en broma y abandonaron las mulas, para huir en desesperada carrera por aquellos campos de Dios.
    Los hombres que andaban con las labores del campo, fueron los primeros en divisar a “El Sereno” con las mulas, y dando gritos de alegría llamaron a las mujeres, para que vieran como este buen samaritano regresaba feliz. Con lo que tanto significaba para aquella familia.
    Aquella familia nunca supo cómo pagar el gesto de aquel buen hombre, que, sin pensarlo, se lanzó al encuentro de aquellos cuatreros para arrebatarles el botín.
    No hace mucho tuve la oportunidad, monteando el pedrejón, de pasar por aquel lugar, donde todavía se conservan unos paredones de lo que fue la vivienda de aquella familia, llamada “Las chozas de Juan Luis”.
    Mi abuelo siempre me comentaba de la buena amistad que le unía, a esta buena y humilde familia, así que cuando comenzó la guerra, en 1936, nos llevó a toda la familia a refugiarnos allí unos días, Hasta que pasó la contienda cuando yo solo contaba cinco años, por eso cuando pasé por aquel sitio, lo recordé todo, mientras me invadía la emoción, ¡ay aquellos hombres y mujeres que vivían allí, tan solitarios y apartados, sin conocer más que su solitario trabajo! Apoyado en el rectángulo que hace el paredón, me puse a recordar un momento y hasta me parecía ver recortarse en la lejanía la silueta de mi abuelo con el sombrero de ala ancha y como enseña, al hombro su inseparable cabrero.
Las vísperas de una montería

    Cuando el sol traspone por los altos picachos de la sierra, y la noche comienza a tender su oscuro manto en medio de la imponente soledad, se dejan sentir los cantos de los búhos desde las altas copas de los viejos árboles, que van dando escolta al estrecho y serpenteante sendero que nos conducirá entre, tropezones y traspiés a la casucha que servirá de cobijo a mis amigos y a mí.
    Seguimos el camino casi de memoria. Algunos de mis amigos siguen el camino con el pensamiento, y aunque no se ve nada, nosotros sí sabemos en cualquier momento donde nos encontramos.
    Cuando llegamos a la vieja casilla donde pensamos pernoctar, prendemos fuego a la chimenea y se comienzan a ver las caras al leve resplandor de la lumbre, que cada vez se va haciendo más acusado al tiempo que van prendiendo los troncos, que mi amigo Chito había traído por la mañana.
    Nos vamos acomodando cada uno como puede en torno a la lumbre, menos mi amigo Juan que ocupa el aparejo de la burra. De cuando en cuando, a mi amigo se le deja ver al resplandor de la lumbre un rostro de señorón como si presidiera la humilde velada.
    A la hora de cenar echa mano uno de ellos al techo para alcanzar unos tomates que prenden del mismo con rama y todo, de los que había recolectado Chito, en un pequeño fuertecillo que tenía hecho en una carbonera, y que regaba con la misma agua del río. Luego vamos sacando unas tortillas resecas, queso de cabra muy duro, y unas aceitunas, con lo que se compone el menú nocturno. Yo pongo un banco de corcho a una distancia prudencial de la pared, para dejar descansar un poco a los pobres riñones, y comienzo a tirarle al reseco tomate que Chito había preparado en un desconchado plato granadino, que solo Dios sabe cuántos quebrantos llevaría en su historial.
    El queso y la tortilla van desapareciendo como por encanto entre risas y chirigotas. El vinillo es un tintorrote que deja mucho que desear. Sabe a leña más que a otra cosa, no falta quien se acuerde del Montilla y del Moriles, que en tantas y tantas ocasiones nos alegró en las vísperas de tantas jornadas de caza.
    Siempre que los acontecimientos preceden a una jornada de caza, se aceptan de buen gusto todas las incomodidades, por eso dormir al amor de la lumbre, sobre un maloliente aparejo o una silla de montar no es ninguna molestia para todo aquel aficionado a la caza.
    Enseguida nos viene a la memoria, Navaldurazno, mi hermano Diego, y el Montilla que siempre estaba disponible para todo el que llegaba por allí. Era como el saludo que se hacía indispensable para dialogar largamente sobre cualquier tema. El que pasaba por allí no se podía marchar sin tomarse unas copas, y que siempre quedaron en el recuerdo de todo el que lo visitó.
    Siempre que le hacíamos una visita, María y yo, lo llamaba por la emisora, por si hacía falta algo, y él me decía tráete lo que quieras menos vino y yo no me preocupaba nunca de llevar vino, porque sabía que allí no faltaba, así que solo me preocupaba de llevar los aperitivos, y casi siempre había alguna visita para ayudarnos a dar buena cuenta del botín.
    Debido a la distancia que existe entre Navaldurazno, y El Escamaron nos fuimos a pernoctar a aquel lugar por encargo del dueño, para ponernos por la mañana muy temprano, y cortar la huida de las reses, al paso por el río Pajarón que va haciendo linde por el “Cerrejón de la Calcaría”.
    Antes de clarear el día, sentí removerse a Chito, yo no había pegado un ojo como es mi costumbre, y lo que estaba deseando que alguien se removiera para empezar a charlar sobre nuestro cometido. Todavía quedaba un tronco ardiendo en la chimenea, y de cuando en cuando salió una llamilla que apenas iluminaba la estancia, luego se apagaba y se quedaba todo en penumbras.
    Yo permanecía recostado en el aparejo, mientras que Chito, buscaba el viejo candil para arrimarlo al fuego y encenderlo.
    Para cuando el candil empezó a funcionar ya estábamos todos dispuestos para salir andando.
    Nos quedaba un largo trecho hasta llegar al río, luego sería peor el camino, río abajo, pero para entonces ya se vería algo.
    Por aquellos días había llovido mucho y el piso de la umbría se hacía muy resbaladizo, había que cruzar el río muchas veces debido a las exigencias de la orografía. Los farallones de piedra caen verticales, y teníamos que buscar la otra orilla para poder pasar y llegar a donde teníamos que ponernos a la espera. Estos sitios eran los que antaño ocupaban las escopetas negras.
    Llevábamos un borriquillo de reata, para poder sacar lo que cobráramos, así y todo, no faltarían penalidades para salir de allí con un venado, o un marrano, y por otra parte había que justificarse y no desaprovechar la oportunidad y cobrar lo que entrara.
    Apenas clareaba, aún no se había ido la noche, y gracias a la luna que a esas horas parece que es cuando más alumbra pudimos sortear un rosario de agrestes canchales.
    Para evitar males mayores, decidimos atrochar por un descolgado sendero que remataba en una pequeña vaga que hace el río en una curva, ensimismados mirando las hozaduras de los jabalíes, el borriquillo que no guardaba las debidas precauciones hizo que se partiera una rama al rozarse por ella.
    La respuesta al desatino fue el grave y sonoro ladrido de una cierva, para anunciar a todos sus congéneres de tan inoportuna visita. Desde mi puesto dominaba la umbría del tabaco que es uno de los lugares más bonitos que conozco.
    Mil folios no bastarían para describir tanta belleza, para el cazador que busque el auténtico contacto con la naturaleza. El caso es que, de regreso, soñaba despierto con volver otro día a mi umbría preferida porque aquí parece que se está más cerca de Dios.
Las alimañas como recurso económico

    Mis principios en las cinegéticas lides, fueron los de un alimañero, las pieles de las alimañas eran un recurso más de la sierra que había que sacar, era una labor exigible a la guardería, lo de tener el coto libre de alimañas era sinónimo de elogio para el guarda, y en esa labor casi siempre le ayudaba algún familiar o persona de su confianza.
    Había muchos bichos en la sierra entonces, muchos más que ahora, con todo lo que digan los entendidos del momento, quizás como excusa para echarle la culpa a algo de la notoria disminución de la caza menor.
    Entonces no estaba prohibido el uso de las malas artes ni, por supuesto, sobre alguna especie determinada. Se podían capturar todas las especies, que entonces eran siete u ocho las que había, entre ellas, la nutria, la garduña, el tejón y el zorro carbonero, que se cotizaban más que las otras y no era difícil ver las nutrias en las orillas de los ríos y de las riberas retozando por las tardes.
    Luego cuando llegaba la hora de vender había que regatear para que no te engañaran.
    En esto de las pieles había mucho trapicheo, y muchos precios. Había que tener en cuenta la época que se había cogido el ejemplar, porque dependiendo de ello varia su valor. Las capturadas en invierno eran las más caras, porque tienen el pelaje más tupido. Las de lobo casi nunca se vendían Se dedicaban más que nada para los pies de la cama. Se mandaban a curtir a Constantina que las apañaban muy bien y terminaban siendo un regalo para algún compromiso.
    El lobo de “El Puntal del Macho”, lo capturé en la vega del “Marín”, una pequeña vega que había en el lado de las Mesas del Bembézar, que no era mayor que un campo de tenis y que había unos almezos justamente donde el río tenía un rápido que sonaba mucho y hacía que se confundieran los demás ruidos, que siempre gusta identificar a cada uno para ir deduciendo a quien pertenecen.
    Por eso no oí el ruido del cepo que llevaba el lobo enganchado, que al final se refugió en “El Puntal del Macho”, y dos días después los perros que tenía Baldomero con las cabras lo siguieron hasta la “Piedra de los Azores”, que está en el río Nevado, a unos cuatro kilómetros de donde lo apresara el cepo en la vega del Marín.
    El cepo no era para lobos ni yo esperaba que allí cayera un lobo. Yo allí lo que esperaba capturar más bien era alguna nutria. Parece que el cepo le partió la pata en primer momento de caer y ya no pudo escupirlo, como ocurre con los ejemplares grandes cuando se trata de cepos que no tienen dientes. Este lobo no se pudo cobrar. Supuse por las huellas que dejó en la arena, que el cepo lo había cogido por una de las patas traseras, así se pudo defender de los perros y seguir por una pendiente impresionante, cortada por cortantes farallones de piedras.
    Los cepos para lobos tenían una hilera de dientes grapeados por el interior de cada costilla de forma alterna, para que al cerrar quedaran entrelazados de forma que hacía imposible ser escupidos por ninguna pieza por grande que fuese. Los cepos para zorro y conejo no tenían dientes y eran más livianos de peso que los otros.
    Los cepos se fabricaban y se reparaban en la antigua herrería de José Obrero de Hornachuelos, también se hacían en Don Benito, pero estos eran más que nada para conejos y eran más ligeros de peso. Había otros más pesados y peligrosos que no se dé donde eran ni quien los fabricaba.
    Mi hermano Diego, tenía una gran destreza en el manejo de los cepos, y sabía perfectamente todo lo que había que hacer para que los lobos no se percataran en lo más mínimo del peligro que corrían si se acercaban por sus dominios.
    En una ocasión le dio un premio la Sociedad de Labradores y Ganaderos de Córdoba, por ser el guarda que más lobo capturó con los cepos. Había cierto pique entre los guardas, cada uno tenía sus formas de actuar que guardaban celosamente, los solían poner en las veredas y collados donde los lobos arañaban el suelo (a lo que ellos le decían firmar). Por las noches se podían oír los aullidos desde la casa, en la zona por donde estaban puesto los cepos, sobre todo por las veredas que daban acceso a las manchas donde ellos solían tener sus encames
    Entonces había pocas reses en los cotos y los guardas apretaban con los cepos sobre todo antes de montear por temor a que los lobos le chanteraran las manchas, cuando se fracasaba en las monterías se decía que había lobadas en el coto y que las reses se habían ido de allí.
    Los guardas de los cotos estaban obligados a poner en sitios visibles unas tablillas que decían “peligro cepos” o simplemente “cepos”, para evitar males mayores, no obstante, se dieron casos de personas que pasaron la noche enganchadas en un cepo hasta por la mañana que llegara el guarda.
    En aquellos tiempos se andaba mucho de noche. Las distancias eran muy largas para ir andando y casi nunca se llegaba con luz del día, y entonces sucedía lo peor por no poder ver las tablillas anunciadoras del peligro.
    Muchas veces cabalgando por la sierra no dejábamos la carretera o carriles, aunque se diera más rodeo por temor a tener un percance con los cepos al tomar algún atajo. Los cepos estaban mucho tiempo puestos hasta que incluso nacía la hierba encima de ellos y se hacía casi imposible saber el sitio exacto donde estaban puestos, pero se daba la paradoja de que entonces era cuando mejor podía caer el lobo porque ya se había perdido todo tipo de contacto humano, que para los lobos es fundamental dada la desconfianza que tienen de todo.
    Esto lo sabían perfectamente los guardas, y ellos no se acercaban para verlos, para no dejar ningún tipo de rastro ni olor, y los solían mirar desde lejos a veces incluso con los prismáticos para no acercarse, y a la vez asegurarse de que permanecía allí.
    En el silencio de las noches sin luna, los lobos dejaban sentir sus aullidos como poniendo esa nota tenebrosa que me gustaba oír sobrecogido en la esquina de la casa cuando era un chaval. El lobo entre los campesinos siempre fue el protagonista y autor de algún estrago en el ganado, aunque a veces sin causar baja.
    En la sierra no era muy difícil enganchar alguno que otro lobo con los cepos, pero eso no fue lo que terminó con ellos ni mucho menos.
    Los venenos, pudieron ser el principal y único motivo por el cual se exterminarán los lobos en la sierra, a pesar de ser extremadamente peligroso, tanto para los animales que lo comían por temor al envenenamiento, como para las personas que lo manejaban.
    Tampoco era tan preocupante como para que hubiese que pensar en el exterminio de los lobos para mejorar una especie que después llegaría a los límites que ha llegado, nadie podía pensar en que se podían tener encerradas dos y tres mil reses en un coto, para que luego por no sé qué razones, se sacrificaran a tiro limpio indiscriminadamente, a todo lo que entre al rifle o la escopeta.
    Algo que tampoco se puede entender, es que esto lo hagan personas que se precian de ser aficionados a la caza mayor incluso dueños de cotos, y que permitan a otras personas, totalmente indocumentadas en el tema, que lo hagan, como si se tratará de una jornada de caza cualquiera, y regocijarse matando sin ningún tipo de control, por un personal no cualificado para llevar a cabo ese tipo de selección.
    Creo yo que existen otras soluciones para hacer esta selección, lo que pasa es que esto se aprovecha como lances de montería. Pero tampoco creo yo que a ningún aficionado le deje buen sabor de boca eso de matar ciervas, por muy bien hechas que estén las cosas, pero esto es lo que alegan los que lo practican.
    Esto de la caza siempre ha sido cosa de nobles y aristócratas, pero en estos tiempos actuales sobre todo en los últimos años, los cotos de caza mayor han crecido notablemente y esto ha permitido que una buena parte de aficionados a la caza menor se hayan visto participando en esta modalidad, engrosándola de tal forma, que hoy se puede decir que hay tantos aficionados de una modalidad como de otra. Lo que siempre fue una minoría hoy cuenta con miles de aficionados y todo es debido a la masiva cantidad de caza mayor y al mayor nivel de vida.
    Debido a la notable disminución de la caza menor, hoy se puede uno encontrar con jabalí con la misma facilidad que lo hacía antes con un conejo. Los conejos entre la Mixomatosis y la enfermedad hemorrágica, VED, amén de la depredación, que siempre ha tenido este animal lo han disminuido alarmantemente. De seguir así, va a terminar siendo una especie protegida. Estos factores de mortalidad afectan más que nada en mayor medida a los conejos más jóvenes.
    Lo que no he comprendido nunca de la caza es por qué todo lo que se mueve alrededor de la misma, desfigura a las personas, de tal forma que de la noche a la mañana dejan de ser amigos tuyos sin ningún motivo aparente que lo justifique. Esto parece ser que no ocurría en otros tiempos según yo he podido comprobar a lo largo de los años, cuando la camarería y el compañerismo son fundamentales en este bello y legendario oficio, o deporte como se le dice ahora, y digo ahora porque no era ningún deporte para mi abuelo, lo de tener que hacerlo a diario para ganarse las habichuelas.

Isidro Escote Gallego.

sábado, 10 de septiembre de 2022

El observatorio astronómico AIKAID de Guadalcanal, una realidad

 


Y las ayudas económicas que no llegaron y la obra muere victima del olvido

Tras dos años de grandes esfuerzos, nos parece ya una realidad este observatorio que se está construyendo en la Sierra Norte y del que mostramos dos fotografías de cómo se encuentran las obras en este momento.

         En el Monte del Viento tenemos a Manuel Fernández Chaves, quien está llevando a cabo esta singular obra, a quien preguntamos.

__  ¿Con que objetivo te pusiste a hacer todo esto, que a nosotros no nos parecía en un principio que iba a ser de tanta envergadura, y sin embargo a medida que va avanzando el tiempo, nos va pareciendo más importante?

_ Creo que siempre que se comenta con alguien algo que uno vio y le impresionó mucho, nadie puede hacerse una idea tan clara como el que lo tuvo ante sus ojos. Y el objeto principal de esta obra es la de aportar más cultura para mi pueblo en la medida de mis posibilidades.

__  Dices que, para tu pueblo, esto hay que explicarlo más extensamente.

_ Digo para mi pueblo, y digo bien. Este observatorio es para Guadalcanal “ya lo dije en una charla en la biblioteca”, así como para toda la comarca a la que podrán venir estudiosos de la Astronomía, Colegios, Instituto e incluso de la Universidad de Sevilla.

__  ¿Qué organismos le han ayudado entonces?

_ Económicamente, hasta ahora ninguno. Aunque en la Junta de Andalucía me han dado muy buenas impresiones sobre una ayuda que pedí y La que posteriormente me den por medio de las Consejerías de Medio Ambiente, educación y Cultura. He tenido ayudas muy valiosas en lo que se refiere a materiales, mano de obra por el Ayuntamiento y varios particulares.


    Pues amigo Manuel yo agradezco esta oportunidad en nombre de todos , lo que haces por nuestro pueblo, en todo lo que te he pedido siempre, y de verdad deseamos que se vea terminada esta gran obra en la que tanto sacrificio, constancia y sudor te está costando y lo que es peor, sin ninguna ayuda económica, desde aquí invitamos a los dirigentes de la Junta de Andalucía para que nos visiten y comprueben cuanto decimos y traten de prestar ayuda económica para ver terminada esta magnífica obra, orgullo Guadalcanalense, y de Andalucía.

    Gracias, una vez más, Manuel, hombres como tú hacen falta muchos.

La redacción

Revista de Feria 1985