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sábado, 20 de abril de 2024

Arrieros en el tiempo

 Los últimos arrieros de Guadalcanal

      Se denomina arriero a la persona dedicada a arrear las bestias para que echen a andar y aviven el paso a la voz de “arre” o “arrié”.

    Los arrieros eran personajes del entorno rural que, con sus bestias, bueyes, burros y mulas, cargaban sobre sus lomos productos del campo para su transporte como cereal, paja, aceituna, corcho, carbón, cisco, maderas, piedras, cal y uvas entre otras, igualmente, hicieron una gran labor en nuestra zona cuando existían las minas como único modo de trasladar todos los materiales de las épocas, hasta que la mecanización fue acabando poco a poco con este sector.
    En nuestro pueblo se recuerda a varias familias dedicadas a este oficio durante décadas, LOS GARULLOS, LOS JUAN ANTONIOS, LOS NARANJEROS, LOS TEJAS, LOS LEONES, EL JARERO entre otros.
    “LOS GARULLOS”: Miguel Gallego, padre de Jesús Gallego Espino, naturales de Alanís, y abuelo, de Jesús Gallego Bernabé nacido ya en Guadalcanal el 22-10-1936.
    Miguel llegó a nuestra villa a principios de 1900 con sus seis hijos, al quedarse viudo, se instaló en la calle Sevilla donde les proporcionan las cuadras necesarias para el cobijo de las bestias y nos transmitía sus recuerdos:
    “Mi padre Jesús, junto con sus hermanos Manuel, Antonio y José, eran arrieros y siempre trabajaban juntos. Tenían los burros de mi abuelo y los suyos propios, acarreaban todo tipos de materiales… Maderas al aserradero de los Julianas para la construcción de carros y otros enseres., piedras de cal de la sierra del porrillo, allí los caleros hacían la cal de obra, la Toba para la cal blanca. Piedras para la construcción de casas, cercas, etc.”.
    
    La corcha de los alcornoques, la sacaban en el Real de la Jara y la llevaban a Santa Olalla, Hornachos, pesaban la corcha al final de la sierra, estaban allí toda la temporada que duraba la época de la saca; llevaban sus ¨jateos¨ y dormían al lado de las bestias encima de sus aparejos a la intemperie, terminada la campaña volvían a Guadalcanal junto a su familia.
    El carbón, una de las fuentes más importantes de la época, se extraía de leña obtenida de las talas de las encinas y alcornoques de las dehesas de Extremadura y Andalucía, entre ellos Guadalcanal, Alanís, Constantina, San Nicolás del Puerto y Cazalla, en cuyo término municipal estaba proyectado la construcción de un pantano ¨El Pintado”. Tuvieron que limpiar toda la demarcación del agua extrayendo las piedras para las cercas, la leña para hacer carbón y cisco.
    Todo ello, se transportó por las bestias, desde Galeón, Cascajosa, Cabeza García y todas las fincas colindantes hasta Guadalcanal por el Inquisidor y a otros pueblos. Parte de las fincas antes mencionadas fueron expropiadas para tal causa quedando los cortijos enteros cubiertos por el agua, todo a cambio de tener agua para el ganado y las labores del riego del campo. Yo, ya por aquel entonces tenía diez años, tardábamos desde el pintado al pueblo de ocho a diez horas transportando el carbón en los serones llamados “serás”, los cuales estaban hechos de esparto. Los burros al llegar al pueblo después de tan larga caminata sabían donde tenían que ir para que le aligeraran la carga y ellos mismos cruzaban el pueblo con rapidez. Paraban en las puertas de Pepito, Jesusita, Joaquina, etc. donde les aliviarían la pesada carga. Casi ya finalizada la construcción del pantano más o menos por el año 1948, los burros tenían como misión sacar desde los lugares poco accesibles a sitios afables para su posterior traslado con los camiones de los García, los primeros en tenerlos en nuestro pueblo... Hasta la estación del ferrocarril de Guadalcanal y desde allí salían a sus diferentes destinos.    

    Todo lo que cogería la demarcación del agua, fueron expropiadas parte de las fincas, La Cascajosa, Galeón, Cabeza García, a cambio de tener agua para el ganado y las labores del campo. Y cortijos enteros fueron enterrados debajo del agua
    tuvo que ser talado y cortado para hacer cisco, carbón y aprovechamiento de toda la madera, todo ello se transportó por las bestias en los serones llamados serás, desde Galeón, Cascajosa, Cabeza García y todas las fincas colindantes, hasta Guadalcanal, por el Inquisidor y a otros pueblos. Los serones utilizados para el carbón se llamaban seras. Cuando ya todo llegaba a su fin y corría prisa para las obras del pantano, los burros sacaban las mercancías a sitio afable para juntarlas todas y los Garcias con sus camiones lo transportaban a la estación de ferrocarril de Guadalcanal, para ser enviadas.
    De las cuevas de Santiago exportaban murcielaguinas, la cagada de los murciélagos (guano), era muy valioso, lo transportaban en sacos hasta la estación del tren, se enviaban en vagones hasta un destino desconocido para ellos.
    La paja la acarreaban en barsinas de las eras de Sanjunco, el Charco de la sal, la Plata, etc. En esa época empezaron Manolo joropo y su hermano Antonio (el cano) y José con los bueyes a sacar la paja en carros.
    Era un oficio durísimo y se ganaba muy poco trabajaban con los burros en el Real de la Jara y en Santa Olalla, sacando corcho, dormían todos en un corro a la intemperie encima de los aparejos, al cuidado de las bestias, podían juntarse hasta 200 burros; el jateo no era muy abundante y la temporada larga y lejos de sus casas y familias, el jornal era de unos 20 duros al día. Jesús tendría 15 años.
    Esta circunstancia llevó a Jesús al contraer matrimonio con Encarna a los 23 años buscar otro trabajo que pudiese sustentar a su nueva familia.
    Su padre siguió solo con sus seis burros y una noche de las que normalmente se +dormía al lado de los burros, los lobos atacaron mordiendo a uno de ellos, estaban los dos solos al lado del cortijo La Cascajosa (propiedad del tío Porrillo)..    

    A los 70 años aun mantenía su ultimo burro al que llamaba platero, todos los días le echaba de comer y darle un paseo para beber en el pilar del coso, murió en el 1.982.
  Casado durante 52 años con Jesusa Espínola Murillo conocida en todo el pueblo por ´´Jesusita La del carbón´´ aún vive y tiene en la actualidad…años, nos cuenta lo duro que fue para ellos quedarse sin madre cuando él contaba con tan solo tres años de edad. Aprendió el oficio de arriero con su padre y junto a sus hermanos Jesús y Antonio q era el mayor, una vida muy dura y hombres muy luchadores.
        LOS JUAN ANTONIOS.- Otra familia de tradición arriera. Tenemos la gran satisfacción de haber conocido y hablado personalmente con uno de nuestros últimos arrieros.
    JESUS GONZALEZ GARCIA casado con FRANCISCA GOMEZ RUIZ, nació en Guadalcanal en la calle Feria n. 12 el día 10 de mayo de 1942 en una familia ya de tradición arriera, sus padres fueron Alonso Gonzales García y Carmen García Reyes naturales de Guadalcanal y su abuelo José Antonio Gonzales Paria también arrieros y de los buenos según cuenta Jesús con mucho orgullo y admiración hacia ellos.
    Alonso tenía seis hermanos, cuatro de los cuales eran varones, ellos dedicaron toda su vida a este oficio, tenían catorce y hasta quince burros todos machos con los que acarreaban leñas, chupones, piedras y muy especialmente carbón en los serones propios para este menester, seras, cesta o capacho de esparto resistente para la carga de productos como piedras, arena, carbón, etc. El aceite lo llevaban en otros diferentes hechos de los pellejos de las cabras, lo recogían de los cortijos con gran cantidad de olivos donde tenían su propio molino y lo transportaban hasta los pueblos para ser vendidos.
    Las piedras se acarreaban en Pedreras
    Los arreos de las bestias eran bastantes y todos hechos artesanalmente, muchas de las veces ellos mismos los hacían y cuando el tiempo se metía en lluvia se ocupaban en remendarlos y prepararlos para que su uso fuese lo más duradero posible.
    Lo más curioso y sorprendente era el comportamiento de los burros, el primero de la arria se le llamaba Libiano y encima de la carga se le colocaba un cencerro grande para cuando echara a andar fuese sonando todo el camino y los demás le siguiesen siempre en orden, cada uno sabia su lugar, Golondrino, Mojino, Raudo, Careto, Jerezano, bandolero entre otros… estos eran sus nombres.
    Alonso murió en 1992. a los 85 años, toda una vida dedicada a sus bestias y al trabajo duro para el sustento de su familia.
    JESUS AUN GUARDA CON GRAN ESMERO TODOS ESTOS ARREOS QUE NOS ACOMPAÑAN EN LAS FOTOGRAFIAS DE ESTE TEXTO Y LE AGRADECEMOS ENORMEMENTE.
    También nos cuentan como LOS TEJAS tenían sus cuadras en la calle Sevilla y contaban con arrias bastantes numerosas, y “EL JARERO CON SUS BURROS Y DESPUES CON CARROS SE ENCARGABA DE ABASTECER DE JARAS A LOS HORNOS DE LAS PANADERIAS DE GUADALCANAL Y A LOS HORNOS DE LOS LLANOS DE LEÑA DE LOS OLIVOS Y CHUPONES, EPOCA EN LA QUE LOS NIÑOS DEL PUEBLO DISFRUTABAN EN EL COSO SUVIENDO PARA JUGAR EN LOS MONTONES.
    TAMBIEN UNA AFECTUOSA MENSION AL QUE FUE VECINO DE NUESTRO PUEBLO ANTONIO TORRADO AGUION, EL MELLAO. GRAN TRABAJADOR, BUEN ARRIERO Y MEJOR PERSONA.
    A PARTIR DE FINALES DE LOS AÑOS CINCUENTA ESTE OFICIO FUE SUSTITUIDO POR CAMIONES EN LAS LARGAS DISTANCIAS, , Y LOS ANIMALES SIGUIERON JUNTO AL HOMBRE EN LA MAYORIA DE LOS OFICIOS DEL CAMPO, LABOREOS DE LA TIERRA Y TRANSPORTE DE ACEITUNAS DESDE EL OLIVAR HA LOS MOLINOS DEL PUEBLO ,ES ALLI DONDE YA SE TRANFORMA EN ACEITE VIRGEN EXTRA , EL OLIVAR ES LA MAYOR RIQUEZA DE GUADALCANAL.

    Ojalá todos los vecinos de Guadalcanal con memoria de sus antepasados puedan seguir dándonos información tan valiosa, es historia viva de nuestro pueblo y su gente, son ejemplo del buen hacer y la grandeza que llevan en el corazón.

    Gracias a todos los que nos han regalado su tiempo.


Trabajo publicado y realizado por el Grupo recuperación de patrimonio de Guadalcanal. 

Fotos propiedad del grupo

sábado, 13 de abril de 2024

CON EL DEBIDO RESPETO, SEÑOR

 

Cartas desde Whuzland/primera

Whuzland, Enero 2024

 Estimado Sr. español:

         Señor, permitidme que desde la perspectiva que me permite mi condición de Whuzlanlés, subidito de un pequeño país africano y vecino de aún más pequeño poblado, en el que carecemos de algo tan básico como servicios médicos, agua en nuestras casas, luz y otros servicios elementales, os exponga como os veo, señor, a vos y a vuestros compatriotas.

            Se que sois sedentarios y que amáis la botánica a tal punto que deseáis ser como los árboles, en efecto, aspiráis, señor, a nacer, crecer, reproduciros y morir en el mismo lugar, no os gusta en absoluto moveros, vivís enraizados en vuestro terruño en un alarde tanto de querencia al terreno como de una escasa capacidad para la aventura, y cuando viajáis preferís hacerlo en vuestros lujosos coches, o vuestros rapidísimos trenes y líneas aéreas subvencionadas por el gobierno….

            Nosotros señor, ya sabéis a pie por el desierto o en patera. Hecho este que resulta extraño habida cuenta vuestra pertenencia a un país que tanto explorador dio a la historia y que ahora vuestros congéneres descubridores de la ciencia de la democracia sólo visitáis las colonias para cumbres políticas inútiles, claro que el temple y la raza de aquellos hombres de antaño distan muchos de los actuales.

            Vds. Con el debido respeto, señor, son egoístas, chovinistas y prepotentes. Claro que en nuestro caso, el hambre, el sufrimiento y otros factores, templan el cuerpo y el alma, el hartazgo y el placer los enervan en la opulencia, en su caso, no está mal si no fuera porque lo que demandáis, señor, trabajo poco y bienestar mucho, no lo entiendo, decidme, señor, ¿vuestros compatriotas pretenden encontrarlo a la puerta de casa, al doblar la esquina?,    Ciudadanos de toda África, Europa del Este y Sudamérica llegan a vuestro país en busca de empleo, nosotros en patera, los otros pagando a mafias tres veces más el importe del billete, y vuestros españoles, ¿por qué no se mueven por el ámbito europeo en busca de empleo? ¿Qué idea tenéis, señor, de Europa, de la Unión Europea? ¿Pensáis acaso que solo se trata de unas siglas?, en absoluto, es vuestra gran nación.

            La Europa que se pretende será, es ya, un amplio espacio vital, un gueto para los nacionales de los países no "europeos", una Europa de ciudadanos y no de personas, una Europa de los estados y no del mundo. Pero, pregunto: ¿lo tenéis presente, señor? ¿Se encarga algún gobierno europeo con peso e influencia de hacer ver esto?, yo insto a mis hijos a que se muevan por Europa, señor, a que aprovechen las múltiples posibilidades que se les ofrecen por su condición de seres humanos, bien es verdad que no dominan el inglés, el francés o el español, pero el hambre es el mejor profesor y verá que pronto aprenden.         Quiero ahora, señor, haceros ver que vuestros españoles me recuerdan a las perchas, hablan y no callan de la solidaridad, de la riqueza compartida… pero parecen ignorar que esta debe ser recíproca. Podrán exigir un perchero en la medida en que sean perchero para otras perchas, pero nunca si solo pretenden colgarse en la opulencia, esto supone entregarse a la tarea de ser livianos, nada pesados para los demás y no compadecerse de los pobres negritos que venden pañuelos en los semáforos o cds regrabados.

            Se les ha solicitado el esfuerzo solidario por parte de su gobierno señor, de prolongar la edad de jubilación, las razones son evidentes. Dígame, señor, ¿cuál ha sido la respuesta? , yo os lo digo: negativa, argumentando que echen a los extranjeros de España para recuperar nuestro trabajo, ese trabajo basura y mal pagado que hasta ahora hacían ellos, los negritos, los sudacas... y que sus prepotentes compatriotas no querían, bien, sus españoles verán, pero esta mentalidad botánica y de perchero estático o esta proclividad a la superioridad de la raza europea, resultan incomprensibles para un Whuzlanlés como yo con una renta per cápita de 100 dólares anuales. Con el debido respeto, señor.

 Se despide, un anciano observador


Rafael Candelario Repisa

La fragua del pensamiento. 

sábado, 6 de abril de 2024

Historia de la historia 2


Yo, señores, dijo, soy de Guadalcanal

         Solía coincidir en estos corros el cazador y arquero que habló en el vivaque de Potonchan y vi en la batalla de Cintla, un tipo recio y fuerte como una encina, con guedeja de rizos menudos: Yo, señores, dijo, soy de Guadalcanal, en la sierra Norte de Sevilla, y a renglón seguido contó cómo recorría los pueblos con su padre vendiendo los animales que cazaban, con trampas cazaban, aunque también con arco y flechas, que era un grandísimo tirador de arco según ya había observado y aún tendría ocasión de comprobar muchas veces. Y una vez en Cazalla, en casa del alcalde, notó que la alcaldesa lo miraba de modo especial y así a la vez siguiente se metió en la braga un palo liado en trapos para hacer bulto, a manera de soldado, y ver qué pasaba. Sucedió entonces que dijo la alcaldesa a su padre que fuera a la cocina a limpiar la caza porque se le había ido la cocinera y entretanto se encerró con él en un cuarto chico y sin más trámite, se levantó la falda y enaguas, le mostró lo que guardado tenía y dijo apresúrate que no tenemos mucho tiempo. “Tuvo ella que cogerme el chorizo y meterlo en la olla” –así lo contó–, que yo no atinaba de tan nervioso que me puse, como era la primera vez y no sabía, y ella me agarraba del culo y me atraía con fuerza hacía sí, tanto que en un instante se me escapó la fuerza. La mujer se enfadó entonces mucho, dijo que no era hombre y que se lo diría a su marido, y empezó a gritar, ay, que me violan, gritaba. Nos persiguieron con perros –concluyó–: “Huimos a Sevilla, que mi padre quería irse a la serranía de Ronda, pero yo decidí venirme a las Indias”.
        Este de Guadalcanal formaba en la compañía de ballesteros y manejaba el arco con una eficacia y celeridad envidiables, que por cada tiro de ellos él hacía tres o cuatro y nunca fallaba. Luego recogió varios arcos y aljabas con flechas de mayas y mexicas, dijo que eran de una calidad admirable y desde entonces los usó siempre, que era un lujo ver cómo lo tensaba y derribaba un venado al galope. Allí, en los arenales, lo retó un Alonso Hernández, que era buen ballestero, pusieron blancos de veinte en veinte pasos y al llegar a cien falló el ballestero, pero atinó el cazador. Ajustaba la flecha, tensaba el arco, la cuerda contra la nariz, los labios y el mentón y soltaba. Vibraba el arco resonando semejante a un arpa y volaba la flecha como un halcón a su presa. Otros ballesteros también lo retaron y a todos ganó, por lo que desde entonces tuvo fama y todos admiraron, pero dijo el arquero por no humillar a los ballesteros: --No crean vuesas mercedes que mi destreza es virtud, sino la práctica continua a que mi oficio de cazador me obliga--. De niño mi padre me decía: “Si aciertas, comes, si fallas, no hay comida”. Y así era. Otra pendencia hubo de esas que no se pueden creer de increíbles que son. Fue que el hidalgo que se decía Carmona y Río Guadaíra compró un ave al de Guadalcanal, la pagó y el cazador se la dio, pero dijo entonces el hidalgo que le había comprado dos y no una. Desconcertado quedó el de Guadalcanal un instante y luego respondió: Creo, señor, que se equivoca vuesa merced, y con la mirada buscó testigos que avalasen sus palabras, pero no los encontró porque el Carmona tenía ya fama de pendenciero y torcido. Sin embargo, fiado de la amistad inicial que con él contraje en río Tabasco, quise intervenir a favor del cazador. –Señor hidalgo –dije–, no sé por qué razón, pero yo también creo que se equivoca vuesa merced.
        –¿Me está llamando vuesa merced mentiroso? –bramó entonces–.
       -- ¿A mí, que lo he curado y salvado la vida? –Señor, digo solamente que ha habido un malentendido y que la manera de solucionarlo es volver a negociar o deshacer el trato--.
        No hubo manera, tiró de la toledana el Carmona y dijo que uno a uno o los dos al tiempo habríamos de conocer el sabor de su acero. –Permítame vuesa merced, señor, que soy el primer agraviado– dijo el serrano, sacó el cuchillo de monte, una hoja de palmo y medio de largo por dos pulgadas de ancho, y se plantó ante el alcalaíno. Habían acudido los compañeros a hacer corro y tapar el duelo por la fama del Carmona y el de Guadalcanal, y la extraña escena que formaban, que mientras el uno presentaba espada y daga, el serrano en cambio adelantaba el cuchillo y la mano izquierda abierta como escudo. Pero el pintor de Marchena lanzó una manta al serrano que de inmediato se lio en el brazo izquierdo y las fuerzas se equilibraron un tanto. Pareció un instante confundido el alcalaíno mientras evaluaba la guardia de su contrario, tanteó un par de veces y luego atacó el primero, que era justo lo que esperaba el cazador, quien desvió la estocada con la cruz del cuchillo, avanzó como un rayo y trabó al Carmona de tal modo que le puso la hoja de acero en la garganta. ¡Si os movéis sois hombre muerto! –amenazó–. Soltad las armas. Trató de resistir el alcalaíno, apretó el serrano el cuchillo y al fin hubo de ceder el Guadaíra. –¡Quietos! –gritó entonces una voz–. Os estamos apuntando escopetas. Creí reconocer la voz e hice señal a los nativos de que no se movieran. 
        Enseguida salió el Carmona de entre los árboles seguido del mancebo tantas veces dicho, que fornicaba con una perra, y uno de los bribones que solían acompañarlo. –Ahora no te valdrán trucos –dijo al de Guadalcanal–. Luego el “indio” perderá la mano que debió perder. Señor bachiller, dé a su amigo una de sus espadas. Quiero saber si la maneja tan bien como el cuchillo. Tomó el de Guadalcanal muy lentamente la espada que le tendía, la Florida, al tiempo que con la izquierda empuñaba el cuchillo de monte. Pero de pronto, con celeridad pasmosa, asió la espada como si fuera jabalina y la arrojó contra el bribón, luego, cuando ya el Carmona se le venía encima gritando como un demonio, se arrojó al suelo, rodó sobre sí mismo e hizo caer al alcalaíno. Inmediatamente, con la rapidez felina que lo caracterizaba, fue sobre él, le puso el cuchillo en la garganta y le obligó a jurar por su honor que nunca más haría armas contra nosotros. --Así lo recordaréis mejor – dijo y le rajó la cara con la punta del cuchillo. Nos incendiaron varios aposentos y no paraban de caer flechas, varas y piedras, que estaban los suelos cubiertos de ellas y no podíamos andar por los patios sino arrimados a las paredes porque no nos diese alguna piedra o flecha suelta. Entonces fue cuando Alonso Guadalcanal, el cazador sevillano de la Sierra Norte, mostró su talla de grandísimo arquero y buen estratega, que subió al teocali que teníamos, desde el que dominaba la posición de los arqueros y honderos mexicas, comenzó a tirarles y no perdía flecha. Le disparaban ellos, pero no lo alcanzaban porque estaba más alto, no obstante, lo vio Cristóbal de Olid y mandó a dos o tres soldados que le subiéramos más flechas y lo protegiéramos con nuestras rodelas, y yo fui uno de estos soldados. También subieron algunos ballesteros, pero no tenían la destreza ni sangre fría del Guadalcanal, que se parecía a Hércules, hijo de Zeus, el divino Odiseo flechando a los pretendientes parecía, tanta era su mortífera eficacia. Colocaba la flecha en la cuerda, tensaba el arco, aquel magnífico de madera de roble que salvó de la Joyería, y la soltaba sin tomar puntería como en los retos de los arenales, que ahora tiraba por instinto con una celeridad pasmosa.                                                                                             Disparaba el Guadalcanal y caía un mexícatl, hasta que no quedó ninguno, que unos cayeron y huyeron otros. ¡Oh, Dios misericordioso! Tenían los mexicas la costumbre de sacrificar a sus dioses los prisioneros enemigos y a los mejores de éstos ponían adobados como trofeo en el altar del Huitzilipochli. Así pude ver varios cueros de caballos muy bien curtidos, que los tenían por animales fabulosos, y los rostros de algunos soldados, entre los cuales estaba el de Alonso Guadalcanal, que bien lo reconocí por los rizos de la guedeja y rostro afeitado, que decía nuestro pintor Ribera cómo se parecía al David que Miguel Ángel había puesto en la plaza mayor de Florencia, según una estampa que tenía su maestro. ¡Virgen Santísima! Lo miré con cuidado y era su rostro, la nariz recta y labios bien dibujados. Me puse malísimo. No sé lo que sentí, como si el mundo me aplastase o me tragase el infierno. Un sudor frío me subió por la espalda, me mareé y tuve que sentarme un rato en el suelo, luego tomé una tea encendida y prendí fuego a todos aquellos tristes despojos. ¡Tan magnífico arquero y persona cabal! Entonces noté que un sacerdote, aquellos sacerdotes engreñados, sucios y malolientes, me contemplaba en silencio y sin pensarlo, lleno de furia, me fui a él y lo degollé. No hizo nada por evitarlo y se derrumbó como un saco vacío, mientras su negra sangre se derramaba por las losas de piedra.
        ¿Cómo se puede entender la misericordia divina?
        ¿Dónde estaba el Dios de la misericordia?

Primer capítulo de la novela inédita sobre la Conquista de México, del profesor Aurelio Mena Hormedo. 

sábado, 30 de marzo de 2024

Indianos de Guadalcanal

 

Desde México a Guatemala y las Antillas

  Extremadura fue una de las regiones que más conquistadores aportaron a América. Guadalcanal, que pertenecía a ella, se distinguió con un gran número de emigrantes, y así figura entre los treinta y dos pueblos y ciudades que más gente envió. Más que Ciudad Real, Ávila, Guadalajara, Jaén, y Málaga. Más que Écija y Sanlúcar de Barrameda. Más que Plasencia, Mérida, Llerena y Jerez de los Caballeros. Más que Fregenal, Azuaga y Fuente de Cantos y sigue a Medellín, patria de Hernán Cortés, con poca diferencia.
   ¿Por qué se produjo la emigración? La causa de la emigración ha sido siempre el buscar remedio a las necesidades que no se encuentran en el territorio de origen. En esa época vuelven al hogar tantos y tantos brazos que habían empuñado armas en las luchas sucesorias y en la guerra de Granada y ahora se encuentran sin meta. Toda la población, hidalgos y común, tendrían que dedicarse a las faenas agrícolas y ganaderas, de no ser porque el descubrimiento de las Indias abría una nueva salida para ellos.
     Las etapas de la emigración, son las siguientes:
   Etapa antillana, del 1506 al 1526, con salidas esporádicas individuales.
   Etapa novohispana, del 1527 al 1540. El 70% se va a México, el 11% a las Antillas, 6,5% al Perú, 6% a Tierra Firme, dos individuos al Plata, uno a la Florida y otro a Guatemala.
    Segunda etapa novohispana, del 1554 a 1561: 33% a México, 21% a Perú, 20% a Antillas, 6,5% a Tierra Firme, 12% Nicaragua, uno a Florida y otro a Venezuela.
    Etapa Peruana, del 1566 a 1577; el 475 A Perú, 28% México y a Tierra Firme el 19%.
    En el siglo siguiente marchan sobre todo a México, que era llamado Nueva España, al que sigue Perú. En estos países hay muchos descendientes de Guadalcanal. La mayoría de los emigrantes que pasan solos son solteros y los acompañados son padres de mediana edad. Los primeros son jóvenes reclutados que buscan aventuras. A mediados del siglo XVI baja el número de aventureros y aumentan las mujeres y los niños para reunirse con sus maridos. Una oleada de artesanos, mineros, tenderos, abogados, médicos, funcionarios reales y eclesiásticos, marchan para disfrutar de mejores oportunidades. A los jóvenes sin oficio ya no les dejan pasar, porque hay muchos ociosos. Los casados ya no emigran sin sus esposas, y si están en Indias, las reclaman, pues la mayoría de los colonizadores habían tomado concubinas indígenas. En una carta de un capellán al rey en 1545 se dice: “Acá tienen algunos a setenta indias; syno es algún pobre no ay quien baje de cinco o de seys; la mayor parte de quinze y veynte, de treynta e quarenta…”
    En el archivo de Indias, hecho un recuento de guadalcanalenses en América, se ha hallado que entre 1493 y 1579 emigraron 352, desde el último año a 1600 fueron 38 y a lo largo del siglo XVII, setenta y cuatro, que hacen un total de 464 emigrantes, Si a esto añadimos los que se pudieron colocar de polizones, podrían llegar a los quinientos. Tenemos noticias de que en 1527 ya se había ido catorce y que la emigración fuerte fue entre 1527 y 1565.
    Guadalcanal en esa época aparece como una de las villas más pobladas de la Baja Extremadura, con unas cinco mil almas. Las minas de plata descubiertas en 1555 no fueron obstáculos para la emigración, y aunque emigró mucha gente, hay que considerar las que vinieron a trabajar en las minas, que fueron muchas.
    Aunque Guadalcanal pertenecía a la región extremeña y formaba parte del triángulo formado por ella, Azuaga y Llerena, muy vinculados entre sí geográficamente y económicamente, se le relacionaba, como toda la sierra norte, con Sevilla, y de esta sierra eran los vinos que se exportaron a América desde el Descubrimiento mismo. Los vinos claretes, mostos y añejos eran famosos, hasta el punto de llevar los odres el nombre de Guadalcanal, y extendiéndolos los conquistadores por los nuevos territorios. El trasiego de gentes de un lado a otro del mar, llenaba el pueblo de noticias de ultramar, observándose que, tras salir varios individuos de diversas familias en los primeros viajes, vemos salir familiares más tarde al mismo sitio. Todos dejaron hermanos en el pueblo. Muchísimos eran parientes y es que antiguamente las familias de nuestro pueblo estaban unidas por lazos de consanguinidad. El éxito de un indiano influía sobre los paisanos para marcharse, aunque todos no consiguieron éxito y fortuna. Los años de máximas emigración son 1536, con ochenta y nueve personas, con predominio de familias a México, y 1561 con cuarenta y siete, entre ellos muchas familias labradoras, a Nicaragua y Santo Domingo. De todo lo cual se deduce que la emigración de Guadalcanal es fundamentalmente en el siglo XVI.
    El cronista Fernández de Oviedo, señala la fiebre que en todos los niveles despertaron las Indias cuando dice: “Hubo muchos que vendieron los patrimonios, rentas y haciendas que tenían y heredaron de sus padres, y otros, algo menos locos, las empeñaron por algunos años, dejando lo cierto por lo dudoso…”, no temiendo en nada lo que tenían en comparación de lo que habían de adquirir y ganar en este camino.
   El conquistador era por lo general individuo joven. Partían bastantes en pos de aventura, mejora económica y ascenso social. Querían servir a Dios y al rey, pero buscando también posición y riquezas.
    Según las leyes de Indias, el indiano debía ser gente limpia de toda raza de moro, judío, hereje o penitenciado por el Santo Oficio de la Inquisición. Para emigrar era necesario registrarse en la Casa de Contratación de Sevilla con un informe favorable de testigos del pueblo y ponerse en contacto con los dueños de naos o bien con mercaderes acordando el pago. En el Archivo de Indias existe un registro de la familia Bonilla cómo sigue: “Juan de Bonilla e Alonso de Bonilla, hijos de Alonso de Bonilla e Teresa Sánchez su mujer, vecinos de Guadalcanal, pasaron en la nao de Sancho Prieto al Perú, pasajeros de licencia del capitán Francisco Pizarro; juraron Antonio de Ortega y Francisco Muñoz García, vecinos de Guadalcanal, que conocen e que saben que no son de los prohibidos. Año 1534”.
    Del primero que se tiene noticia que emigró en 1509, es Pedro Gómez, artesano, que cambió su oficio por la espada. En 1515, Hernán González Remusgo de la Torre marchó para la conquista de Perú. Su sobrino Fernán González de la Torre, también se halló en dicha conquista. Francisco de Guadalcanal –su verdadero nombre era Francisco González de Bonilla- se asentó en Panamá, donde fue regidor. Mariana Veles de Ortega, una de las primeras que llegaron a Nueva España. Diego Gavilán, en la conquista del Perú, encomendero y fundador de Huamanga.
    El caso de los Bonilla es el más representativo de una familia con éxito. Tras su tío Francisco de Guadalcanal, que marchó en 1517, pasó Rodrigo Núñez de Bonilla, que destacó en La Española y Tierra Firme, donde guerreó con sus armas y caballos, perdiendo muchos esclavos. De la conquista de Panamá pasó al Perú. Fue Tesorero de la Real Hacienda de Quito, recibiendo de Francisco Pizarro varias encomiendas, siendo de los más ricos de allí, pues se calculan en unos cien mil pesos. Más tarde fue nombrado gobernador de los Quijos. Su hijo Rodrigo reedificó la ciudad de Archidona, llamándola Santiago de Guadalcanal. En Quito encontramos también a Alonso de Bastida, que fue Tesorero Real. Pedro Martín Montanero y Juan Gutiérrez de Medina, fueron conquistadores y encomenderos. Miembros de la familia Ortega, Antonio y Pedro de Ortega Valencia, parientes de los Bonilla, que salieron de Guadalcanal en 1540, con rumbo a Nueva España, figurando en la Audiencia de Quito, y encontrándose Pedro como Alguacil Mayor de la provincia de Panamá en 1561. En el mismo registro de pasajeros encontramos a Bartolomé de la Parra, hijo del doctor Juan de la Parra. Sebastián del Toro y Rodrigo López, hijo de Pedro López el cerrajero. Otros miembros fueron Gonzalo Yanes de Ortega, su hermano, el mercader Alonso de Ortega; Rodrigo de Ortega y Jerónimo de Ortega Fuentes.
    Otros indianos fueron: Cristóbal de Arcos, mercader de ropa en Lima; Pedro de Arcos, Luis de Funes Bonilla, Juan de Bonilla Mexía, que mandó una barra de plata a su hermana María de Bonilla, y cuando llegó ya había fallecido; Francisco Rodríguez Hidalgo; Alonso y Francisco González de la Espada, dueños de recuas en Arica. Alonso y Juan González de Sancha, en Tucumán; el capitán Francisco de la Cava, en Potosí; Cristóbal López de la Torre, Álvaro García de la Parra, Juan Garzón, Alonso del Toro, Luis Camacho, Martín de Valencia y Ortega, Hernán Sánchez, el bachiller Pedro de Adrada, Gonzalo Pérez, Francisco Muñoz de la Rica y Esteban García, hijo de Diego Alonso Quintero.
    En México nos encontramos a Diego Ramos Gavilán y Antonio de Bastidas y su hermano Cristóbal de Bonilla Bastida, Hernando y Rodrigo Ramos, comerciantes y mineros; García Núñez de la Torre, en Taxco, minero. En Guanajuato, a Álvaro de Castilla Calderón, que destinó cincuenta mil ducados a erigir el Convento de la Concepción, y a su hermano Juan, ambos mercaderes y mineros, y a Gonzalo de Bonilla Barba, propietario de minas, igual que los anteriores. También se encontraban allí Hernán y García Ramos Caballero, Cristóbal Martín Zorro, Luis de Castilla Chaves, Alguacil Mayor de Minas; Pedro Ramos y Alonso de Castilla, que forman una colonia de Guadalcanal en Guanajuato. No podemos dejar de mencionar algunos más, como Pedro Sánchez de Gálvez, los Yanes, Rodrigo, Juan, Pedro, Gonzalo y Francisco, Miguel y Luis Ortega, Diego Ramos, el Rico y Martín Delgado, que marchó en 1535 y que tiene el mismo nombre que el descubridor de las minas de Pozo Rico.
    Se llamaban “peruleros” a los que habían estado en Perú y volvían a Guadalcanal con riquezas. Parece ser que el nombre se extendió a los indianos de cualquier parte que volvieran a su tierra. Entre los peruleros que había en nuestro pueblo se han encontrado los siguientes: Benito Carranco, en 1624 aparece en la collación de San Sebastián. Había sido socio con los González de Espada y con Arcos en Lima. Juan Bonilla Mejías, Jerónimo Ortega de la Fuente, Luis de Bastida, Pedro Sánchez Holgado, Diego Gutiérrez, sastre en Guadalcanal; Francisco de Torres, Rodrigo de Ortega, que estuvo veinte años en México y regresó en 1608; Agustín de Sotomayor, que 1613 ya llevaba cuarenta años en el pueblo desde que volvió. Los cinco últimos testificaron en un pleito que hubo sobre Álvaro de Castilla y la Concepción. También hallamos a Jerónimo González de la Espada, hermano de Pedro Martínez de la Pava, cura de Cajatambo, en Perú. Éste al morir, dejó por heredera a su sobrina Ana de Bonilla, de Guadalcanal, en 1615. Bartolomé de la Parra, el hijo del doctor de la Parra, regresó a Santo Domingo, seguramente para ver a sus padres y en 1565 marchó a Nueva Granada.
    Jerónimo de Ortega Valencia, que se fue a Tierra Firme en 1570, lo encontramos en Guadalcanal en 1570, regresando ese mismo año a Indias. Gonzalo Yanes de Ortega, que había venido del Perú, lo vemos marcharse en 1556. Diego Alonso Larios, emigró en 1536 a México, volvió al pueblo en 1561, marcha otra vez acompañado de una esclava. También se ha encontrado a la perulera de Santiago en 1565 que tenía un esclavo. El nombre puede referirse a la calle Santiago o a su hospital. En 1577 María González. El más famoso perulero de Guadalcanal fue Alonso González de la Pava, que fundó el Convento del Espíritu Santo y un hospital anejo. Había hecho un gran capital en Potosí, en las minas de plata del Cerro, que estaban situadas en una montaña. Allí se relacionó con Francisco de la Cava y con Alonso González de la Espada. En 1615 ya estaba en Guadalcanal y en esa fecha se empieza a construir el Convento, figurando en 1619 en la iglesia de Santa Ana, como padrino de bautizo de una sobrina nieta, pues él no tuvo descendencia. Se sabe que poseía minas en la provincia de León en Extremadura. En la escritura de donación manda se digan misas por la conversión de los indios y por las ánimas de los indios muertos en las minas de Potosí, falleciendo en 1620 y siendo sepultado en el Convento del Espíritu Santo, donde se puede ver su retrato en el retablo.
    Su sobrino Juan González de la Pava quiso imitarle y marchó al Perú, siendo desheredado por su tío. Sin embargo, años más tarde aparece su nombre como patrono del Convento. De parientes de Alonso González de la Pava, así como de otros peruleros y conquistadores de Indias, descendemos algunas familias de Guadalcanal, según tenemos constancia.
   La conquista, vuelvo a repetir, fue deseo de mejora económica anhelo de ganar honra y fama, celo misionero, preocupación de ascender socialmente y afán de aventura: Se consiguió algo importante: extender el evangelio, propagar la lengua y la cultura española y, cómo no, nuestra sangre.

Antonio Gordón Bernabé.
Revista de Feria 1992

 

sábado, 23 de marzo de 2024

Historias de la historia 1

 

La partida de ajedrez

             Corría el año del señor de 1248, exactamente el 23 de noviembre, después de un largo asedio que duró más de un año, fue reconquistada Isbiliya (Sevilla), por las tropas cristianas del rey Fernando III capitaneadas por el entonces infante Alfonso. Después de largas deliberaciones y desacuerdos por ambas partes para firmar las Capitulaciones, finalmente, el caíd de la ciudad Abul Hasan Al Xataf Ben Abu Alí, conocido en Sevilla como Alxataf, accedió a firmar y abandonar la villa con sus súbditos con dos premisas.

         La primera, que sus súbditos podrían vender sus pertenencias y abandonar la población sin miedo a ser perseguidos o a represalias.

        La segunda, más curiosa e innegociable, que el futuro del alminar de la mezquita mayor (que hoy conocemos como la torre de la Giralda), se la jugarían los dos reinos al mejor de cinco partidas de ajedrez. Por la parte cristiana el jugador sería el infante Alfonso que posteriormente fue Alfonso X “el sabio” y por la parte musulmana el propio Alxataf. El ganador podría ser dueño del futuro de la torre y optar por destruirla o llevársela pieza a pieza en el caso del jugador árabe o conservarla si el ganador se decantaba por los cristianos.

        Estas partidas se jugaron enviándose los movimientos a través de palomas mensajeras y heraldos. Durante este periodo se jugaron cuatro partidas con un resultado de empate, siendo ganadas las dos primeras para el reino cristiano y las otras dos por Alxataf. Un año después fue asesinado en Ceuta Alxataf a manos de las hordas del alfaquí Al-Afaz. Enviando este al rey Fernando III un testigo de las piezas blancas del ajedrez, un elefante de marfil que equivalía al actual alfil y depositando otro alfil, el de las piezas negras, este de ébano fue enviado al califa Abasí Al-Musta´sin.

          Cinco siglos después, el sultán de marruecos Abdalá de la dinastía de los Alauí que era depositario del elefante de ébano, envío al rey de España, el borbón Fernando VI un embajador con una misiva junto con la pieza del ajedrez y un experto jugador para terminar el ciclo de las cinco partidas. El rey Fernando indagó sobre el tema en los escritos antiguos y descubrió que los depositarios de la pieza blanca de marfil eran los frieres del priorato de la orden de San Juan de Acres de Sevilla.

           Finalmente, se jugó la última partida en el patio de los Naranjos de la capital sevillana a la sombra de la majestuosa Giralda, por parte del rey Fernando fue designado un seglar de la citada orden y por parte alauita el jugador enviado con el embajador. Esta partida que se jugó sin testigos y con las dos piezas originales del tablero del siglo XIII presidiendo la partida, terminó después de una agotadora sesión de más de ocho horas en tablas, siendo verificado el resultado, certificado y dando fe los representantes de los dos linajes. Las dos partes aceptaron el resultado y la Giralda sigue presidiendo majestuosa la plaza de la Catedral.


Hemerotecas
Rafael Spínola R.

domingo, 17 de marzo de 2024

Expolio o desamortización de edificios históricos de Guadalcanal (última parte)

 


Una pila bautismal renacentista de la Iglesia de la Concepción, utilizada como macetero en el colegio de monjas del Convento del Espíritu Santo.

  En este artículo no incluimos los nombres de los vecinos o empresas que compraron los edificios, ellos simplemente se beneficiaron en aquel momento de la venta de unas “gangas” que se pusieron a la venta, sin embargo, la actuación del arzobispado, el poco celo del párroco de turno, alcaldes, resto de autoridades locales y la pasividad de los vecinos nos han llevado a una situación actualmente irreversible.

(Última parte).

 

4.- Capilla de San Vicente, es un edificio del siglo XVIII, con una planta de Cruz Latina, una sola cubierta de bóveda de cañón y lunetos y media naranja en el crucero, su alero mudéjar aún conserva la madera original, de estilo difundido por Extremadura, fundada por la orden Dominicana, relaciona su historia con esta orden y la Hermandad del Rosario de la Aurora que fue autorizada en 1851 para su ubicación y finalmente cae en decadencia y se disuelve en 1.914, cerrada al culto definitivamente en 1917 y destrozado todo su patrimonio mueble en 1936 a consecuencia de la guerra civil. Es tal vez el edificio que más intentos de cesiones y compra venta sufrió en los siglos siglo XIX y XX, la primera referencia encontrada data de 1854, el alcalde de la villa Miguel Ramos Lobo propone ante el gobernador eclesiástico de Llerena la cesión de las capillas de “Se donaba para su perpetua memoria de la benefactora”,, sino por los muchos templos que hay en la población”, para construir la nueva casa consistorial, finalmente este primer intento fracasó y las dependencias municipales se construyeron en las ruinas del antiguo palacio de los comendadores Santiaguistas . Ya en el año 1923 el párroco de la localidad Pedro Carballo Corrales, con el beneplácito del Arzobispado de Sevilla Eustaquio Ilundáin y Esteban inicio un proceso de venta y que, gracias a la intervención de Antonio Muñoz Torrado con el inicio de un informe histórico sobre el citado edificio, y con la colaboración de la Hermandad del Rosario de la Aurora, fue paralizada su venta. Pasamos al año de 1935, según información contrastada en el libro “Guadalcanal Siglo XX”, de Ignacio Gómez Galván, cita en su recopilación de los acontecimientos de la década 30/40 del pasado siglo, y dice textualmente:   

“Intento de compra de San Vicente. Con fecha 29 de Julio de 1935, Rafael Cárdenas Ordoñez dirige un escrito al Arzobispado de Sevilla, en los siguientes términos: Rafael Cárdenas Ordoñez, natural y vecino de esta, casado a V.E.R. con el debido respeto, EXPONE: Que es dueño de una casa en esta villa calle San Sebastián, la cual habito y que linda en su parte derecha con la Ermita y dependencia de San Vicente. La referida Ermita al culto está cerrada al culto hace más de diez años y convertida en almacén de anda, pasos y trastos viejos, y si a eso se une que su techumbre está en mal estado, sobre todo las dependencias que lindan con la finca del dicente, al alto criterio de V.E. no se ocultará los graves perjuicios que a la propiedad particular se le ocasiona con este estado de cosas, aumentados conforme pasa el tiempo. Se hace precisa una urgente y costosa reparación en la referida Iglesia de San Vicente. Mas como el estado actual de la iglesia es bien patente, no es mi ánimo ponerla en grave trance por eso me permito proponerle a V.E. la enajenación de la repetida ermita, caso de que no pudieran hacerle las obras que necesita, en cuyo caso no tendría otro destino que demolerla y sobre su solar edificar dependencias con fines domésticos que se incorporarían a mi propiedad que con ella linda. Dios guarde a V.E. muchos años. Guadalcanal, veintinueve de Julio de mil novecientos treinta y cinco”.

            No se hizo esperar la contestación del Arzobispado, ya que en la parte inferior del mismo escrito del Sr. Cárdenas, aparece esta coletilla: “Sevilla 3 de agosto de 1935. Vistos los antecedentes de este asunto y especialmente lo actuado en el año 1923, como motivo de una solicitud del Sr. Párroco de Guadalcanal, decretamos que no ha lugar a lo solicitado en la instancia que nos ha dirigido D. Rafael Cárdenas Ordóñez”.

            A principios de los años 70, una entidad bancaría a través de un vecino del pueblo hizo un nuevo intento de compra o apropiación con la intención de poner una oficina bancaria o cualquier otra intención de actividad en un edificio con una situación privilegiada dentro del casco urbano. Finalmente, en el 1977 y coincidiendo con la romería de nuestra patrona, una representación oficial del Arzobispado de Sevilla, realiza un viaje a Guadalcanal y la zona de varios días, quedando ubicado su hospedaje en Cazalla de la Sierra, durante esos días y con el pueblo ajeno a ciertas reuniones clandestinas, se fraguan los tratos de la venta de la Capilla de San Vicente, edificio emblemático situado en la plaza de España. Esta capilla fue solicitada en cesión en repetidas ocasiones al Arzobispado de Sevilla por los responsables de la Cofradía de Penitencia de las Tres Horas, para instalar en ella sus imágenes titulares y abrirla al culto, consultado a hermanos de aquella época, la respuesta fue una y otra vez negativa. Poco después se ejecutó el acto de enajenación y venta por una cantidad aproximada a 500.000 pesetas, unos 3000 € actuales, convirtiéndola su nuevo propietario en un salón de juegos juveniles, con máquinas recreativas y futbolines, posteriormente y hasta la actualidad en un bar, realizando en su interior varias obras de acondicionamiento, aunque su empleo para usos profanos se remonta mucho antes de su venta, sirviendo de carpintería, almacén de materiales, almacén de andas y tratos viejos, cuadra de caballerías, salón de juego, salón de baile y guateques para la juventud, emisora local de radio, bar, etc., etc., en este trasiego de propietarios ocasionales, se ha cambiado básicamente su interior con obras y modificaciones no autorizadas, el exterior no ha sido básicamente modificado, (aun cuando cabe destacar un ventanal que se abrió en la fachada principal con nocturnidad y alevosía), actualmente se encuentra en buen estado.  


5.- La Iglesia de la Concepción, Muro de la Concepción donde el higuerón bravío halla desidia y baldío para la profanación. A mayor aberración le han hurtado las campanas. ¡Qué niños tendrán ya ganas de jugar en el Cantillo si no queda un monaguillo que repique las mañanas? Andrés Mirón Data del primer cuarto del siglo XVII, es un edificio de ladrillo y una, cubierta con bóvedas de medio cañón. El exterior se encuentra bien conservado, ya que fue restaurado en el año 2010 por un taller de empleo, en cambio su interior que constaba de una cúpula de media naranja en el presbiterio, a los pies del de la tribuna se situaba el coro de estilo mudéjar, en la cabecera un retablo de yesería barroca y azulejos sevillanos del siglo XVII, sillerías y bancos tallados para el culto, todo este conjunto se encuentra expoliado, en ruinas y gran parte de la techumbre hundida, ahora su interior alberga higueras, follaje, escombro y basura. Esta iglesia perteneció y formaba parte del conjunto arquitectónico del desaparecido convento y hospital del mismo nombre fundado por el hijo de la villa don Álvaro de Castilla, que hizo fortuna en las Indias, y que en testamento otorgado en el año de 1613 en Guanajuato (México) lo dotaba e instituía para nuestra villa, comenzó su construcción en 1614 y una vez construido fue ocupado por las monjas clarisas franciscanas. Hemos dejado para el final la venta de este edificio, ya que fue la que hizo saltar las mayores indignaciones de los vecinos del pueblo y se trató sin éxito de emprender acciones ante Patrimonio para evitar su venta, aun cuando si se impendió un eminente derribo.          


        Existe un contrato de compra-venta del edificio del 02 de mayo del mencionado año, firmado por el cura párroco de la localidad titular de aquella época Antonio Espinosa Torres con el beneplácito de las autoridades eclesiásticas responsables del Arzobispado de Sevilla, como representante y con plenos poderes para efectuar dicha venta, ratificado según decreto de 23 de abril de 1977 y registro de protocolo arzobispal con número 69/77 datado en la misma fecha y año. En el acto de la firma de compra por parte de un industrial panadero de la localidad, consta que hizo entrega de 125.000 pesetas (750 €) como señal del total de la venta acordada en 350.000 pesetas (2.100 € actuales), en este acto se le entregó al nuevo propietario la llave para que disponga del edificio y le dé el uso que estime oportuno, sin clausulas en el citado contrato en el que se hace constar por parte del arzobispado de Sevilla la responsabilidad y expreso compromiso de que “La capilla de la Inmaculada Concepción no está grabada con carga o pensión alguna y se reserva retirar los objetos sagrados , imágenes, etc., así como la pila bautismal, las campanas y aquellos objetos que presenten especial valor”. A principio de ese mismo año y antes de formalizarse su venta, el Ingeniero de Caminos D. Javier Sánchez-Palencia y Dabán, en la redacción del nuevo proyecto de delimitación del perímetro urbano de Guadalcanal, incluía varios edificios, entre ellos la propia iglesia de la Concepción en la categoría de “Edificios Singulares que tenían que protegerse y conservarse”. Este proyecto llevaba como es preceptivo, la tramitación y plazos que comprendían la aprobación provisional de este precepto, sacarlo a información pública y aprobación definitiva, este precepto como tantos otros no se cumplió, el propio Sr. Sánchez Palencia advertía el truco de aprovechar el periodo de tramitación de este y otros proyectos para derribar edificios monumentales o singulares y convertirlos en un solar, y después, si se conseguía la aprobación de los proyectos, ya no podían recuperarse ni tocarse los solares con los que se había especulado. Así fue como se procedió para la venta de la Concepción, primero con las maniobras de desmontes y traslados o desaparición de piezas, ornamentos, figuras y otros objetos de gran valor, luego malbaratando con una fraudulenta venta el edificio, sin respetar el informe de Bellas Artes o el procedimiento abierto de delimitación de un monumental casco urbano.

        Como en el caso de D. Quijote, “claro que no ha sido esta vez, amigo Sancho, con la iglesia con la que toparon”, unos y otros quedaron sin poder de reacción, ya que los responsables del Ministerio de Educación y Ciencia, cursaron un escrito con fecha 7 de julio siguiente a la fecha de su venta a la Dirección General de Patrimonio Artístico y Cultural y a la inmóvil hasta aquel momento Delegación de Sevilla para que por vía de urgencia se haga saber al Ayuntamiento de Guadalcanal que “se declara monumento histórico-artístico con carácter nacional iglesia de la Concepción de dicha villa”, por lo cual, no podría realizarse modificación, proyecto de cambio estructural, obra o cualquier otro movimiento que supusiese la alteración de lo declarado por el Estado, y menos aún sin el estudio y aprobación de la Dirección General correspondiente, así, se paralizó su inminente derribo, no así, sin embargo el progresivo deterioro que ha sufrido año tras año, por el abandono de su dueño y el olvido de todas las entidades estatales y provinciales citadas, en la actualidad su interior se encuentra en ruina total y el exterior fue limpiado y rehabilitado por la escuela taller de empleo “Corredor Eco-patrimonial Sierra Morena” en el año 2010.

           Las actuales casas adosadas a la iglesia formaron parte del antiguo convento, cenobio y subsistentes patios, corredores, acornado y otros elementos arquitectónicos que formaban parte de un bellísimo conjunto, ya que después de la exclaustración del siglo XIX y principio del XX fue vendiéndose por parte el conjunto del convento y quedó reducido al edificio actual. En ella existía y fueron arrancados en aquellos últimos meses antes de su venta, azulejos muy antiguos que constituían un espléndido retablo y una pila bautismal de valor incalculable (esta como hemos citado anteriormente, se convirtió en un macetero con un ridículo cactus en un rincón del patio del Convento del Espíritu Santo).

            No pasó mucho tiempo, apenas seis meses de la formalización de la venta cuando un nuevo sobresalto alertó a los vecinos de nuestro pueblo, a través de fundados rumores indicaban el peor destino posible para el emblemático edificio, una empresa de construcción pensaba transformarlo en un amplio solar diáfano para construir viviendas y se habían iniciado ya las gestiones, también se rumoreaba que el nuevo propietario instalaría en su interior un amplio supermercado, afortunadamente el tiempo corrió a favor y se evitó el derribo.        

Datos. - Guadalcanal Siglo XX, - Apuntes sobre la historia de Guadalcanal, Arte y religiosidad popular: las ermitas en la baja Extremadura, Historia de Guadalcanal, Revistas de Feria, y Hemerotecas y

Autor. Rafael Spínola Rodríguez 

domingo, 10 de marzo de 2024

El señor marqués de Guadalcanal y los amores de Juan Palomo


Don Fernando de Rivas y Luisita su hija casadera

En 1863 el novelista sevillano Manuel Fernández y González edita su obra en tres volúmenes “Los siete niños de Écija”, curiosamente esta famosa partida de bandoleros ni eran de Ecija, ni sumaban siete, ni eran tan niños. Si bien Ecija fue uno de los lugares preferidos por ellos, Caros III había abierto el primer camino de Sierra Morena: el desfiladero de Despeñaperros, y establecido dos poblados en lo que se llamaba Desierto de la Parrilla (entre Córdoba y Ecija) y Desierto de La Moncloa (entre Ecija y Carmona), aún ofrecía la sierra seguro asilo y fácil campo de operaciones para el bandidaje. En sus asaltos y robos figuraron muchas veces siete, aunque entre cómplices y encubridores excedían de esa cifra. Y... ¿habremos de explicar ese apelativo cariñoso, de niño, que se da en Andalucía a tanta gente hecha y derecha?

Orígenes

Tuvieron un período principal de seis años (1812-1818) de lucha, y se formaron al desgaje de guerrilleros de la independencia, incapaces de una adaptación al pacifismo y a la vida tranquila del camino. El “Doctor Thebussen” descubre a Pablo Aroca como el primer capitán de la cuadrilla, no obstante, se eleva por otros narradores el entronque de su ascendencia a 1808 con el primer chispazo do repulsa contra la invasión francesa.
Y así debió de ser, por cuanto la cuadrilla llamada de los Siete Niños de Ecija subsistió contra todo exterminio. Se sucedían unos a otros en escalonada jerarquía. Más que muerte, para ellos la extinción de uno era la vida de otros; resurgían de sus propios pedazos como el reptil partido en trozos. En 1817 eran novecientos los que pedían ingresar en las filas de la cuadrilla, teniendo agentes de alistamiento en Córdoba, Ecija, Osuna, Carmona, Sevilla y Jerez. En los tiempos de la guerra libertadora hicieron armas contra los franceses, y a la causa opresora de los invasores va cargada la muerte de los primeros Niños de Ecija. En 1812 los bandidos adoptaron el uniforme de la Remonta de Caballería de línea: sobrero con escarapela, franja y vuelta encamada en los bombachos, chaqueta de paño azul con vuelta encarnada, y en el cuello, solapilla de lo mismo, que abrochaba un botón dorado con la cifra fernandina; grandes mantas rayadas de muestra y a la cintura largas espadas dragonas con vaina de acero; ocultos bajo las mantas sus trabucos de bocacha de campana, y espuelas vaqueras. Se titulaban soldados del rey, y con tal condición pedían víveres, subsidios y asilo e imponían contribuciones. La leyenda de los Siete Niños de Ecija se fundamentó por toda la Tierra Baja, el desvalijamiento de un convoy en término de la Carlota, con la muerte de algunos miqueletes, les consolidó su fama desde Cádiz al Puerto de Despeñaperro.
En diciembre del 2009 hicimos un viaje a Sevilla, y fuimos a la calle Regina, dónde se ubicaba la casa del Marqués de Guadalcanal, asesinado por los disparos de un trabucazo. En este mismo lugar comienza esta historia, y estuve observando detenidamente por si de repente aparecían los Siete Niños de Ecija.
La historia del Marques de Guadalcanal y su El día 6 de diciembre de 1817, a las doce de la noche, los vecinos de la calle de Regina en Sevilla, habían despertado despavoridos por los disparos que habían retumbado secos y terribles en medio del silencio

Los bandidos célebres. - (Una intriga aristocrática)
Cuando los moradores de algún pueblo quieren trasladarse a otro esperan a reunirse en caravana para hacer frente a cualquier contingencia en el camino; si los viajeros son adinerados pueden permitirse el lujo de tomar a su servicio un mercenario destacamento, reclutado entre los hombres más valientes del pueblo, que les acompañe y defienda en su ruta. Estamos a 15 de noviembre de 1816, El señor marqués del Guadalcanal se dirige desde Ecija a Sevilla, por el camino de Alcalá de Guadaira. Les acompaña su hija Luisa, víctima propiciatoria que sería a poco inmolada en el sacrificio de unos esponsales que la repugnan.
 Don Fernando de Rivas, marqués de Guadalcanal, a pesar de sus sesenta y cinco años, se conserva fuerte y vigoroso. No obstante, para viaje tan arriesgado, y llevando con él preseas y alhajas que han de dorar el matrimonio de su hija, ha decidido acompañarse de alguna escolta.
A los dos criados que hacen de guía y postillón se han sumado siete valientes ecijanos, reclutados entre la flor de la valentía. La caminata se hace en jornadas; han llegado a Carmona y se preparan a descansar.
Y en tanto los aristócratas viajeros esperan el cambio de tiro y reponen sus fuerzas con algún alimento, los siete de la escolta, que son los propios Niños de Ecija, se dedican a desvalijar los baúles del equipaje, huyendo a poco de consumado el robo.
Pero los miqueletes no descansan. Al frente de una sección viene el capitán D Juan de Velázquez, que pone en fuga a los bandidos, recibiendo honrosamente una herida de consideración en la refriega. El marqués de Guadalcanal ha ordenado se atienda cumplidamente a la curación del señor capitán. Luisa, la hija del marqués, cuida atentamente al herido.
Cuando éste se halla en condiciones de ser trasladado, el coche vuelve a Ecija, y en el palacio del marqués se acoge hospitalariamente al herido. La curación ha sido completa; pero si el militar curó en breve, ábresele ahora una más honda herida en el corazón, con el agradecimiento a los desvelos de Luisa n o se ha mostrado la marquesita esquiva a tales demostraciones, pero el marqués, al enterarse, se ha opuesto a la prolongación de tales amores.

Las promesas del capitán Don Juan de Velazquez. -
Doña Engracia de Avendaño, condesa de Riotinto, es el verdadero protector de esta comedia sentimental, mujer de fortuna cuantiosa, su justificadora misión sobre la tierra consiste en el prurito de proteger los amores de todas sus amistades jóvenes. Luisa ha visitado a la de Ríotinto. Esta ampara el amor del capitán y presta su casa como escenario de tales amores. Una de dichas entrevistas se ve interrumpida por la presencia del marques de Guadalcanal, a quien acompaña el conde de Robledo, su futuro yerno, llegado de Sevilla. Ha de esconderse el valiente capitán en tanto la de Ríotinto afea al marqués su conducta imponiendo a su hija un matrimonio que no es de su agrado. El de Guadalcanal justifica con razones de nobleza su oposición a los amores con don Juan de Velázquez. Este, según ha indagado el marqués, carece de títulos legítimos en su paternidad. El capitán ha salido de su encierro profiriendo el doble juramento de arrancar la vida al conde de Robledo y averiguar quién fué su padre legítimo.
No ha tardado D. Juan do Velázquez en realizar uno de ambos juramentos; el conde de Robledo se ha negado a batirse con persona que carece de antecedentes familiares, y el capitán le ha matado de la manera más leal y noble.

Por inceso del capitán de Miqueletes en la cuadrilla (El rapto de la marquesita de Guadalcanal).-
Don Juan de Velázquez no puede olvidar a Luisa, la hija del marqués de Guadalcanal. Su proyecto de raptarla tiene una buena acogida por parte de sus compañeros. Los Niños de Ecija han dejado sus caballerías en la posada de La Herradura, a las fueras de Sevilla; atraviesan el puente de barcas, y entran repartidos por las puertas del Arenal y de Jerez. Ya a la hora de queda, los faroles del alumbrado público se han agotado y consumido. La oscuridad propicia les facilita el asalto al palacio del marqués de Guadalcanal, por la parte del jardín. En un santiamén han herido a los criados, han amarrado al propio marqués, y tras robar en la casa huyen con Luisa. En la plaza del Salvador se reúnen con Clavellina y D. Juan de Velázquez. Y pocos momentos después escapan de Sevilla por el Postigo del Carbón, que se le abre al mágico conjuro de unas onzas, dejando a la izquierda la Torre del Oro y llegando por la acera del Malecón hasta el puente de barcas, para internarse en Triana.
La Sala de señores alcaldes del Crimen y de Casa y Corte de la Real Chancillería de Granada, que entiende en el proceso por asalto, robo con fractura, rapto y asesinato en la casa del marqués de Guadalcanal, ha dictado sentencia de muerte contra los Siete Niños de Ecija, presuntos culpables, para que se cumpla a su captura.

María Francisca, el amor de Juan Palomo. -
En el pueblo de Quejigales vive Pedro Caracol (el Greñudo), tratante en ganado de cerda. Cuídale, al propio tiempo que se dedica a las faenas de la casa, su hija María Francisca, una andaluza de las de rompe y rasga. La hija del Greñudo oyó hablar, primero, y más tarde vio de cerca a Juan Palomo. Su bizarría, su generosidad y la belleza física del bandido fueron prendas a conquistarla. El jefe de los Niños de Ecija ha celebrado varias entrevistas con María Francisca. Ella, cautelosa, sale de su casa cuando el tratante en cerdos anda de viaje en sus negocios, y se reúne con el bandolero en plena sierra, donde la Naturaleza les ofrece el más amplio palacio donde viva su amor unas horas. Como de costumbre, María Francisca ha salido a reunirse con Juan Palomo. El día de crudo invierno ha hecho sentir a los lobos el hambre, que les lleva camino de los poblados para satisfacerla. La hija del Greñudo se ve atacada por una manada de lobos, y mal lo hubiera pasado si no es por la providencial presencia de su amante, que mata a unos cuantos y pone en huida al resto. No ha padecido afortunadamente María Francisca herida alguna, pero el susto ha sido a desmayarla en una entrega al amante, que la monta sobre su caballo y la conduce al cortijo de Los Aparecidos, donde Luisa, la marquesita de Guadalcanal, y Clavellina la reciben con cariño.
El Greñudo se ha visto sorprendido con la desaparición de su hija. Los pastores han referido la presencia de los lobos por las proximidades de las majadas. El padre atribulado sale en busca de su hija, a quien juzga muerta, hasta que un oficioso vecino de Fuente La Lancha le informa que su hija se halla sana y salva en poder de los bandidos.
Ofendido y, al propio tiempo, iracundo, se dispone a rescatar a su hija y con una valentía desacostumbrada se dirige solo al cortijo de Los Aparecidos. Mientra Juan Palomo pe ha presentado con María Francisca, Luisa, Clavellina, D. Juan de Velázquez y Tragabuches al alcalde de Fuente La Lancha. Con la violencia de sus razonamientos obliga a la autoridad municipal a que le acompañe a la iglesia, donde asimismo se le impone al cura la función de casar a Juan Palomo con María Francisca. No hay remedio. Momentos más tarde la familia del alcalde de Fuente La Lancha obsequia al nuevo matrimonio y a los invitados. Juan Palomo ha pagado al cura sus derechos de pie de altar otorgándole un salvoconducto para que pueda transitar por los caminos sin que le molesten los Niños de Ecija.

La sombra del Comendador
Juan Palomo se ha visto obligado a separar a María Francisca de su madre y de su cuñada. Con ésta particularmente no se lleva bien. La educación exquisita de L u i s a, la marquesita de Guadalcanal, tiene rozamientos constantes con el áspero trato de María Francisca, hija de un cochinero y criada en el ambiente rural de Quejigales. Para su vida aislada, Juan la lleva al cortijo del Jabato, en la vertiente opuesta de la sierra. En el mandó construir el bandido una casa de piedra, en donde se guardan víveres y dinero para cualquier contingencia Juan ha depositado allí a María Francisca, y se despide de ella con la promesa de venir diariamente a verla.
El Greñudo sigue en busca de su hija. Ahora se hace acompañar de sus pastores. La partida que armó tuvo un encuentro con los Niños de Ecija sufrió aquella un descalabro. Pero no cede el padre airado. Para más soliviantar a las gentes les anima con el precio que se ha puesto a la cabeza de todos los de Juan Palomo. Los 36.0OO duros a que tarifaron los jueces sus vidas no son de despreciar. Esto arma nuevas partidas contra los Niños de Ecija. No obstante, son invencibles. Tragabuches, el teniente de Juan Palomo, captura al Greñudo. Al ser conducido a la presencia del jefe, éste le ofrece la paz, lo abre las puertas de sus cortijos y le muestra a su_ hija, complacida en su vida matrimonial. El Greñudo no se aviene a la deshonra de un yerno capitán de bandidos. Vuelve a su casa libre, en tanto los de su partida, creyéndole en poder de los bandidos, le vengan, poniendo fuego al cortijo de Los Aparecidos. Juan Palomo se ve contristado ante el final que espera a su suegro. En efecto, un t i ro certero de uno de los Niños de Ecija, en un nuevo encuentro, Deja sin padre a María Francisca.

El Indulto y el caballero don Justo.-
Don Justo Paniagua es agente de los bandidos e intermediario entre ellos y los ocultos poderes que les mantienen y patrocinan. Requiere a Juan Palomo para que entregue una parte del robo del convoy de la Real Hacienda. Al negarse a ello el bandido es sentenciado a muerte por la propia Sociedad protectora, estableciendo la discordia entre los bandidos, a quienes se aconseja la rebelión contra su jefe. Juan Palomo tiene una habilidad que le acredita de gran político. Se va al alcalde de Fuente La Lancha; con él de acuerdo se redacta la solicitud do indulto al rey. El corregidor da traslado a los bandidos por mediación del alcalde de la regia merced que les perdona, Al día siguiente entran a caballo, desempedrando las calles de Sevilla los Siete Niños de Ecija para ponerse a las órdenes del señor corregidor.
Luisa, la marquesita de Guadalcanal y D. Juan do Velázquez, que ha descubierto, por fin, su parentesco de hermano con Juan Palomo, no han querido ofrecerse a la pública curiosidad. Con un abrazo fraternal se despiden y se trasladan a Roma. Clavellina queda con María Francisca y su hijo Juan Palomo.
A los pocos días por caminos y cañadas cruza el nuevo cuerpo creado para perseguir malhechores, y que se titula Escuadrón Franco de Protección y Seguridad Pública de Andalucía, al que pertenecen los extintos Niños de Ecija. Estamos en el mes de agosto de 1810

Hemerotecas
28 de mayo 1930

domingo, 3 de marzo de 2024

Expolio o desamortización de edificios históricos de Guadalcanal (segunda parte)

“Se donaba para su perpetua memoria de la benefactora”

 En este artículo no incluimos los nombres de los vecinos o empresas que compraron los edificios, ellos simplemente se beneficiaron en aquel momento de la venta de unas “gangas” que se pusieron a la venta, sin embargo, la actuación del arzobispado, el poco celo del párroco de turno, alcaldes, resto de autoridades locales y la pasividad de los vecinos nos han llevado a una situación actualmente irreversible. 

1.- Conjunto del Cristo, Ya no acudo a merendar Chocolate y pan bendito Y hasta borraron lo escrito, Que son ganas de borrar. Ya puestos a profanar Un calvario y sus reflejos Cegaron los azulejos Y tapiaron la hornacina.

            El valor cultural de algunos altares de cerámica trianera expoliados o destruidos era superior al valor de venta de todo el edificio Con este artículo queremos hacer una recopilación de datos y acontecimientos datados en los años setenta del pasado siglo sobre el expolio y la desamortización encubierta de una serie de edificios pertenecientes a la historia monumental de nuestro pueblo y hoy en manos de particulares (segunda parte).


2.- La Casa Rectoral, Aquí la cal obsesiva, gana castillos, leones. Campos de gules, florones, penachos a la deriva. La blancura sucesiva tras cinco siglos de brega a esta mansión solariega fue destruyendo a su modo. El tiempo lo vence todo. Si lo vieran los Ortega. Andrés Mirón. Este edificio que se encuentra frente al antiguo hospital de los Milagros, muy vinculado a la historia de Guadalcanal, fue vendido en parte a un vecino que posteriormente lo habilitó para vivienda, esta edificación fue la antigua casa solariega de la familia Ortega, de la que procede Pedro Ortega Valencia, ilustre personaje del pueblo y descubridor en el Pacifico de la isla que bautizó con el nombre de la villa, posteriormente por donación de la marquesa de San Antonio pasó a la administración y propiedad de la parroquia de Nuestra Sra. de Santa María de la Asunción, con la cláusula de “Se donaba para su perpetua memoria de la benefactora”, así fue durante varios siglo, utilizándose como casa rectoral hasta el citado año fue expoliada y vendida parcialmente. La parte vendida era la más interesante y de mayor valor, por su artesanado y arquitectura, en su en su interior hay un patio de dos pisos con arquería y un vestíbulo revestido de azulejos sevillanos tipo cuenca, de bellísimos bordados y vidriados, procedentes de la iglesia de Santa Ana, catalogados en la primera mitad del siglo XVI y difícil de valorar económicamente en la actualidad, por ser incontables en esta época. Esta edificación que se encuentra en la actual calle López de Ayala fue vendida por 300.000 pesetas, apenas 1800 € actuales.

3.- Ermita de San Benito, fue el último edificio que se vendió, adquirida por medio de una sociedad local el 25 de octubre de 1977, un año después y a iniciativa de varios vecinos, se incoó un expediente de Declaración de Monumentos Histórico-Artístico de este edificio para preservarlo. Situado a dos kilómetros de Guadalcanal por la carretera hacia Alanís, dentro de la finca del mismo nombre, enclavada en una vía de comunicación muy utilizada en la Edad Media y el siglo XVI, unía Castilla y Extremadura con la Andalucía Atlántica y por ella transitaban mercancías, comerciantes y peregrinos que se dirigían al Monasterio de Guadalupe, sirviendo de morada en tránsito al igual que otros edificios religiosos de la zona. Con una arquitectura muy similar a la ermita de Guaditoca, datada su construcción entre finales del siglo XIII y mitad del XIV, compuesta en el primer periodo por portadas laterales en la actualidad inutilizadas.

            Obras ejecutadas en ladrillos, con arcos ojivales y alfiz, todo de estilo gótico-mudéjar, así como el pórtico de la epístola que presenta arcos de medio punto elevados sobre pilares de tipo cuadrangulares, los de norte y sur de la primitiva ermita dan idea de la altura que tuvo, con el eje este-oeste ligeramente desviado del actual. En 1494 la visita de la Orden de Santiago describía que constaba de cuatro arcos apuntados y otro menos prominente donde se situaba el altar, toda la estructura se encontraba unida por tablas cubiertas de jaras con barro y tejas sobre ellas, contenía utensilios “viejos y abollados”, posteriormente en 1509, en otra visita hace contar que se está contrayendo una bóveda sobre el altar y hacia 1550, en una nueva visita ya describe que está construida dicha bóveda y el resto de la iglesia está sentada en tres arcos. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XVII el conjunto del edificio sufrió una profunda remodelación para adaptarla a los estilos de la época, respetando las reformas barrocas exteriores los primitivos esquemas mudéjares, visibles en la fachada principal , el muro de la epístola y las galerías porticadas del norte y el oeste, ya que en la bóveda principal se dejó el pórtico de los pies de la iglesia y en una obra posterior se cubrió con bóvedas al estilo del resto del edificio y formar el coro alto.

            Después de las últimas obras, en la actualidad, la única nave se cubre con bóvedas de cañón con lunetos y el Presbiterio s se cubre con bóveda semiesférica al igual que el espacio que ocupa el camarín, que compone una excelente solución exterior con cúpula de tambor octogonal. En su interior se encuentra la pila bautismal procedente de la Iglesia de San Sebastián. En 1875 se hizo la primera venta a un propietario colindante de los bajos de camarín para poder sufragar los gastos de la cubierta que se encontraba en mal estado, acometiéndose dichas obras y respetándose la cubierta original. En Noviembre de 1984 el nuevo propietario, ante la necesidad de abordar obras de conservación, solicitó a la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, la redacción de un proyecto de restauración y con fecha 25 de febrero del 1987 por encargo de la citada Consejería, el arquitecto José María Lerdo de Tejada redacta el proyecto de restauración, en Octubre de 1987 el propietario adquiere la casa colindante, que ocupaba los bajos del camarín desde su venta a finales del siglo anterior, finalmente, en 1989 y años sucesivos la empresa propietaria acometió las obras sufragando los gastos y que la dejan en su estado actual. En tiempos había un espléndido altar de azulejos de estilo clásico sevillano, igualmente de tipo cuenca, que, según comentarios de los vecinos del pueblo, debieron de ser arrancados en los últimos años antes de ser vendida, debido a su abandono y la accesibilidad sin control de personas poco respetables con la historia.

            El 21 de noviembre de 1994 mediante acuerdo de la Dirección General de Bienes Culturales se incoó expediente para inscribir esta ermita en el Catálogo General del Patrimonio Histórico de Andalucía, siendo finalmente inscrita por Resolución del 12 de diciembre del 1996. Era muy festejada la romería que se celebraba en el fin de semana anterior al Domingo de Ramos en esta ermita para trasladar las imágenes del Cristo de la Humildad y la Virgen de los Dolores a la iglesia de la Concepción de Guadalcanal para procesional en Semana Santa. La ermita fue adquirida por la empresa agrícola Villa Susana de la localidad, y posteriormente restaurada y adecentado su entorno por los responsables de esta empresa, es el monumento enajenado que mejor ha sido conservado. De esta venta, se ignora el precio exacto, parece que fue la de mayor precio, si bien, con varios pagos a cuenta. Esta ermita fue iluminada en su exterior en el 2009 con la colaboración del Eximo. Ayuntamiento de Guadalcanal, ofreciendo una bella imagen desde la carretera Guadalcanal-Alanís y se puede visitar con carácter gratuito el último domingo de cada mes.

       Datos- Apuntes sobre la historia de Guadalcanal, Arte y religiosidad popular: las ermitas en la baja Extremadura, Historia de Guadalcanal, Revistas de Feria, y Hemerotecas y Autor.

 Rafael Spínola Rodríguez