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lunes, 4 de marzo de 2019

Nuestro entorno 15

El patrimonio minero andaluz. El futuro de un pasado 2/3

Un patrimonio diverso que hay que conocer.-
Aunque son numerosos los datos históricos (PÉREZ, J.A., 1996) más o menos legendarios sobre la minería prerromana en la región (incluidas algunos interesantes relatos como el de la "Mina del Sabinar" o la "Sepultura del Gigante", en sierra de Gádor; CARA, L., 2002), es en época romana (entre los siglos II a-C y II d-C) cuando encontramos una trama de conocimientos históricos suficientemente amplia, susceptible de materializarse en un sistema patrimonial complejo a partir de algunos restos arqueológicos (DOMERGUE, C., 1987 y 1993).Los testimonios abarcan desde la famosa Societas Castulonensis o Castulonensium, con sede en esta importante población cercana a Linares (que también controlaba explotaciones en la provincia de Córdoba), hasta datos sobre los sistemas de explotación y las condiciones de trabajo (DOMERGUE, C., 1993), pasando por los procesos tecnológicos aplicados (por ejemplo, el famoso sistema de desagüe de las minas de Riotinto mediante ruedas hidráulicas conservadas en su museo, BLANCO-FREJEIRO, A. y LUZÓN, J. Mª., 1966).
La minería de época andalusí es una gran desconocida, pues hasta el presente los estudios se han centrado en la recopilación de referencias textuales (VALLVE, J., 1996) y la publicación de hallazgos ocasionales (BERNÁRDEZ, Mª J. y otros, 1996).  No obstante, está plenamente atestiguada (por ejemplo, una mina y fundición de Berja era propiedad particular del sultán de Granada y en el beneficio de los antiguos escoriales para dar un baño de "alcohol" o vidriado protector y decorativo a la cerámica; CARA, L. y RODRÍGUEZ, J.Mª., 1996). Recientemente ha despertado el interés de los investigadores con resultados prometedores (BERTRAND, M. y otros, 1996). En la corona de Castilla, las minas constituyeron una regalía, es decir un monopolio que la monarquía aprovechaba a través de diferentes concesiones y privilegios. En el siglo XVI destacan varias actividades extractivas, en las que sobresale Francisco de Cobos, comendador mayor de Castilla, secretario y hombre de la confianza absoluta de Carlos I (SÁNCHEZ, J., 1989). En Almería, se benefició el alumbre, utilizado como mordiente de las fibras textiles (FRANCO, A., 1996), aunque la explotación minera andaluza más importante aparece con las minas de plata de Guadalcanal en 1555, que cierran al poco (GONZÁLEZ, T., 1832 y SÁNCHEZ, J., 1989).
En La Alpujarra, el siglo XVII es un periodo de consolidación (GONZÁLEZ, T., 1832). A partir de 1642 (cuando aparece el estanco o prohibición del aprovechamiento y venta libre del plomo; COLECCIÓN, 1889, 1890 y 1892), se estableció una fundición con varios hornos de pava, alimentados con fuelles, en Presidio (hoy Fuente Victoria). Por desgracia, apenas se han descrito restos materiales de la minería andaluza de este periodo.
La Dirección General de Minas, creada en tiempos de Carlos III, reorganizó la producción en 1748. A partir de este momento, la fundición del plomo se establecía obligatoriamente en las fábricas nacionales de Alcora (1753), Baza, Motril y Turón (1789) y sobre todo en la de Presidio, con una diversificación de la producción de municiones que se expedían por el puerto de Almería a Sevilla, Alicante, Valencia y otros puntos.
La Real Fábrica de Plomos de Alcora (Canjáyar) es la única que se conserva íntegra en toda Andalucía. En su interior, los edificios se encuentran alineados a lo largo de un patio; entre ellos destacan dos hornos "castellanos" y uno reverbero posterior, más un conjunto de dependencias secundarias y áreas de transformación del mineral (CARA, L., 2002).
Debido a la presión de los mineros de la zona, la nueva ley de 1825 liberalizó totalmente del sector (COLECCIÓN, 1889, 1890 y 1892), algunos años antes de la "liberalización" política. La minería de sierra de Gádor revolucionó a los mercados internacionales del plomo en las décadas de 1820 y 1830 (PÉREZ DE PERCEVAL, M.A., 1985), precisamente cuando la revolución industrial y un importante desarrollo urbano requerían de sus aplicaciones.
Además, aportó una tecnología propia (el horno "reverbero español") capaz de consumir el escaso combustible de la zona y obtener un beneficio hasta del 80 % del plomo. El carácter innovador de esta actividad se percibe cuando la casa comercial malagueña "Rein y Cía" introduce en su fábrica de Adra los primeros hornos reverberos ingleses, alimentados con carbón (1824), e instala una máquina de vapor de 25 CV (1827), convirtiéndola en una de las primeras de España que utiliza esta fuente de energía (PÉREZ DE PERCEVAL, M.A., 1985). Las fundiciones del Peñón de Castala (Berja) y de Heredia (Almería) son algunos de sus ejemplos todavía visibles. Por aquella época, Marbella lideraba la incipiente industrialización española con las fundiciones de hierro de "La Concepción" y "El Ángel" en Río Verde, mientras empresarios locales levantaban la fundición de plomo "Buenavista" en 1836 (NADAL, J., 1972), cuyas interesantes ruinas aún se conservan.
Hubo también una industria metalúrgica derivada de la minería, de menor importancia económica y trayectoria más incierta, de la que apenas quedan restos, y resulta, por tanto, peor conocida (por ejemplo, las fábricas de albayalde para pintura o de calamina para latón) o bien se trata de manufacturas más especializadas (MORA, P., 1994).
Mayor grado de concreción histórica y patrimonial presentan las herrerías, cuya importancia en el mundo rural fue grande al abastecer de herramientas, aperos de labranza, clavazón (imprescindibles, por ejemplo, para puertas, mobiliario o molinos harineros) y utensilios domésticos a los campesinos. Aparte de otras menores, conservamos información de las de Bogaraya (entre Almócita y Padules), Bacares (ambas en Almería) y Lugros o Jeres del Marquesado (cerca de Guadix) (LÓPEZ, T., 1985 y 1990). La primera fue fundada en 1517 (CARA, L., 2000) y dio origen a la del Aguilón (Ohanes) en 1824; de ambas se conservan el imponente salto del martinete y otras dependencias (CARA, L., 2002).
Con el descubrimiento de los ricos filones plomizos de sierra Almagrera (Cuevas de Almanzora, Almería) en 1839, capital local y extranjero (muy vinculado al vecino coto minero de Cartagena-La Unión y a la ciudad de Almería) se aunaron para desarrollar una metalurgia avanzada y complejos sistemas de desagüe (SÁNCHEZ, A., 1983). Las minas y hornos del Pilar de Jaravía (Pulpí), las fundiciones "Nueva" y "La Invencible", el desagüe de El Arteal o la máquina de vapor de El Chaparral (1873), en Cuevas, constituyen algunos de sus restos más evidentes.
A la decadencia de la minería del plomo almeriense (a partir de los años 1870, y con mayor incidencia desde 1885), le siguió el desarrollo de la del hierro (SÁNCHEZ, A., coordin., 1991). Esta tuvo una expansión tan rápida como su decadencia (de 1885 a 1915). El transporte fue la gran asignatura pendiente por lo que se habilitaron líneas férreas (de Linares Almería, en manos de la “Compañía del Sur de España”, para el hierro de Alquife (COHEN, A., 2002), o la de Sierra Alhamilla), cables aéreos (como el de Bédar a Garrucha) y embarcaderos (GÓMEZ, J.A. y COVAS, J.V., 1994), entre los que destaca el de Las Almadrabillas de Almería, proyecto que Harrison y Monche llevaron a cabo entre 1901-1904 (MORALES, R. y GAGO, A., coord., 2001a y 2001b), un pendiente de rehabilitación.
En Sevilla, destaca el complejo siderúrgico de El Pedroso, iniciado en 1817 y con importantes vestigios hasta los años Setenta, y Aználcollar donde se explotaron las piritas de 1876 a 1942. Colonizada por empresas extranjeras, el desarrollo de la minería onubense despega con fuerza en 1866 para consolidarse con la poderosa "Riotinto Company Limited" que compra al Estado las minas (1873) y construye una línea de ferrocarril. Pero sin duda, la obra señera, es el muelle de embarque, un extraordinaria ejemplo de la arquitectura del hierro, obra de los ingenieros Bruce, Gibson y Ridley (1874) (FLORES, M., 1983 y GIL, L., 1984).

Lorenzo Cara BarrionuevoArqueólogo. 
Centro Virgitano de Estudios Históricos

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