A ti, Andalucía, que lloras anodada tu sueño ancestral
de gloria.
Aquella gloriosa Al-Andalus, crisol de culturas,
tradiciones y razas, que aún perviven en lo grandioso de su arquitectura,
cargada de siglos y de estilos, en lo singular de su lengua, cargada de raíces
políglotas. En ese próvido carácter andaluz que no cambió, ni el tiempo ni los
avalares de la historia.
Tierra que conoció multitud de invasiones
extranjeras en distintas “cocas
históricas”, pueblos que establecidos en ella se contagiaron de su duende y
tomáronia como propia. La amaron, engrandecieron y lloraron el día en que vencidos
hubieron de abandonarla.
Piedras milenarias que desde los minaretes y
atalayas de mezquitas y catedrales, nos gritan su antiguo abolengo.
A esta Andalucía tan cantada por tantos poetas, me
dirijo desde la sencillez de mi torpe pluma ¡no
con la brillantez que proporciona el saber! Cuya semilla no germinó mi
tierra. Pero sí con el sentimiento que es el único vehículo del amor.
De entre tus hijas. Sevilla mi favorita. Y de
Sevilla, su Sierra Norte, donde entre sierras y valles, verde olivar y
trigales, se levanta como espuma el pueblo donde nací, Guadalcanal, pueblo de
hondas raíces y tradiciones, justo marco para vivir en paz. Donde la prisa
muere en cordiales tertulias, donde el alma se crece en el sosiego de sus
calles, todas engalanadas de blanco como en un eterno compromiso de pureza.
Reposar en su plaza bordeada de naranjos bordando el marco de lo que es nuestro
centro religioso: la iglesia de Santa María de la Asunción.
Respirar allá por los albores del Agosto en ese
balcón de la sierra, llamado Palacio. Vivir la embriaguez popular de nuestras
fiestas, conglomerado de complejos sentimientos. De euforia y alegría en
nuestra feria. De emocionada fe, en nuestra Semana Santa. Cuando Jesús, a golpe
de hombros rotos, es llevado a su calvario por los costaleros. Poema vivo al "paso" de la Virgen de la
Soledad; lloran los corazones y ríen las palmas, que sin duda llevarán hasta el
cielo un mensaje de colectiva plegaria.
La vida de nuestro pueblo no se esconde tras lujosas
cristaleras ciudadanas, ni se apaga bajo el tumulto de los motores. En él aún
no se ha perdido la armonía ecológica y cada amanecer trinan los pájaros y se
escucha el trote de las caballerías confundiendo la voz sosegada del campesino
y el ladrido de algún perro callejero, a lo lejos un gallo se despierta perezoso.
El alma de una comunidad agrícola es el agricultor,
trabajador sin asueto que exprime su sudor sobre la tierra, siempre la mirada
al cielo y la esperanza en el alma, la humildad surca su rostro y pone rúbrica
a un largo caminar de siglos por los senderos del esfuerzo nunca recompensado.
Campesino
errante,
pordiosero eterno
de un mundo mejor;
poema sangrante
que susurra al
viento mil temores viejos, mil quejas de amor.
Prendida a tu
alma
la esperanza
espera tejiendo un dolor,
mil años a
cuesta
otro Agosto
nuevo
la siega se
cobra tu viejo sudor.
Sabe Dios qué
penas,
qué hondas
miserias templaron tu hoz,
las manos abiertas
a ese mundo nuevo
que vista tu cuerpo de gloria y amor
Campesino nuevo
que clama justicia
y un mundo mejor.
Si mi pluma toma los derroteros de la poesía, habrán
de disculpar aquellos que la consideren cursi, pero en ese subjetivo sentir
andaluz está, siempre está presente ya un a riesgo de caer en el más absoluto
tedio, insisto en que Andalucía es poesía, y poeta cada andaluz.
Porque poesía es
la tierra moldea por lo azada,
la copla rota
queda en medio del olivar,
la mula torda en
la trilla,
la tarde allí en
el pilar, cuandojuntos la esperamos.
Andalucía es
poesía
y vive Dios que
en el alma mía
impregnada de
ella está,
pues siento
gloria y agonía
si dicen
Andalucía...
yo grito: TIERRA
SIN PAR.
A. Chaves
Revista de Feria 1980
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