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lunes, 6 de enero de 2020

Esbozo de un sentir andaluz

la siega se cobra tu viejo sudor

A ti, Andalucía, que lloras anodada tu sueño ancestral de gloria.
Aquella gloriosa Al-Andalus, cri­sol de culturas, tradiciones y razas, que aún perviven en lo grandioso de su arquitectura, cargada de siglos y de estilos, en lo singular de su lengua, cargada de raíces políglotas. En ese próvido carácter andaluz que no cambió, ni el tiempo ni los avalares de la historia.
Tierra que conoció multitud de invasiones extranjeras en distintas “cocas históricas”, pueblos que establecidos en ella se contagiaron de su duende y tomáronia como propia. La amaron, engrandecieron y lloraron el día en que vencidos hubieron de abandonarla.
Piedras milenarias que desde los minaretes y atalayas de mezquitas y catedrales, nos gritan su antiguo abolengo.
A esta Andalucía tan cantada por tantos poetas, me dirijo desde la sencillez de mi torpe pluma ¡no con la brillantez que propor­ciona el saber! Cuya semilla no germinó mi tierra. Pero sí con el sentimiento que es el único vehículo del amor.
De entre tus hijas. Sevilla mi favorita. Y de Sevilla, su Sierra Norte, donde entre sierras y valles, verde olivar y trigales, se levanta como espuma el pueblo donde nací, Guadalcanal, pueblo de hondas raíces y tradiciones, justo marco para vivir en paz. Donde la prisa muere en cordiales tertulias, don­de el alma se crece en el sosiego de sus calles, todas engalanadas de blanco como en un eterno com­promiso de pureza. Reposar en su plaza bordeada de naranjos bor­dando el marco de lo que es nues­tro centro religioso: la iglesia de Santa María de la Asunción.
Respirar allá por los albores del Agosto en ese balcón de la sierra, llamado Palacio. Vivir la embria­guez popular de nuestras fiestas, conglomerado de complejos sen­timientos. De euforia y alegría en nuestra feria. De emocionada fe, en nuestra Semana Santa. Cuando Jesús, a golpe de hombros rotos, es llevado a su calvario por los costaleros. Poema vivo al "paso" de la Virgen de la Soledad; lloran los corazones y ríen las palmas, que sin duda llevarán hasta el cie­lo un mensaje de colectiva plega­ria.
La vida de nuestro pueblo no se esconde tras lujosas cristaleras ciudadanas, ni se apaga bajo el tumulto de los motores. En él aún no se ha perdido la armonía eco­lógica y cada amanecer trinan los pájaros y se escucha el trote de las caballerías confundiendo la voz sosegada del campesino y el ladrido de algún perro callejero, a lo lejos un gallo se despierta pe­rezoso.
El alma de una comunidad agrí­cola es el agricultor, trabajador sin asueto que exprime su sudor sobre la tierra, siempre la mirada al cielo y la esperanza en el alma, la humildad surca su rostro y pone rúbrica a un largo caminar de si­glos por los senderos del esfuerzo nunca recompensado.
Campesino errante,
pordiosero eterno de un mundo mejor;
poema sangrante
que susurra al viento mil temores viejos, mil quejas de amor.
Prendida a tu alma
la esperanza espera tejiendo un dolor,
mil años a cuesta
otro Agosto nuevo
la siega se cobra tu viejo sudor.
Sabe Dios qué penas,
qué hondas miserias templaron tu hoz,
las manos abiertas
a ese mundo nuevo
que vista tu cuerpo de gloria y amor
Campesino nuevo
que clama justicia
y un mundo mejor.
Si mi pluma toma los derroteros de la poesía, habrán de disculpar aquellos que la consideren cursi, pero en ese subjetivo sentir andaluz está, siempre está presente ya un a riesgo de caer en el más absoluto tedio, insisto en que An­dalucía es poesía, y poeta cada andaluz.
Porque poesía es la tierra moldea por lo azada,
la copla rota queda en medio del olivar,
la mula torda en la trilla,
la tarde allí en el pilar, cuandojuntos la esperamos.
Andalucía es poesía
y vive Dios que en el alma mía
impregnada de ella está,
pues siento gloria y agonía
si dicen Andalucía...
yo grito: TIERRA SIN PAR.

A. Chaves
Revista de Feria 1980


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