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domingo, 29 de agosto de 2021

La lluvia infinita 16/18

 


Capítulo 16

Diario de Pedro de Ortega 15 

24 DE JUNIO.

Tres islas más, muy pequeñas y casi gemelas: se les ha bautizado como Tres Marías, y están pobladas, pues hemos visto bohíos en la orilla, pues no hemos bajado a tierra.

Están hacia el Sureste de Treguada.

Cerca de ellas hemos descubierto dos más, a las que hemos puesto los nombres de Santiago y San Urbán.

25 DE JUNIO.

San Cristóbal, isla a la que hemos llegado hoy, es una isla muy grande y muy poblada. Los naturales, cuando han desembarcado nuestros hombres, con el fin de que nos marcháramos, han empezado a agitarse, doblarse y escarbar con las dos manos en la tierra; luego, se metían en el agua y se echaban agua por la cabeza. Pero no se les hizo caso, y se marcharon sin dar batalla.

26 DE JUNIO.

Hoy han vuelto los indios, en mucho mayor número, y con macanas y arcos y flechas.

Pero como estábamos todos en las naos, no ha habido enfrentamiento, pero es cosa de ver, Isabel, y no de contar, cómo aúllan y hacen señas para que nos vayamos.

El caso es que, al poco iniciar su algarada, y viendo que los despreciábamos, se han subido a sus canaluchos y se han venido hacia las naos, pero de dos arcabuzazos han ido todos al agua, unos heridos y otros aterrados.

He podido ver cuan diestros son nadando estos perros. Porque son perros, Isabel, y no hombres, que les hemos visto andar a cuatro patas.

29 DE JUNIO.

Ha vuelto el bergantín, en que salieron anteayer Rico y Gallego, con varios hombres, en demanda de dos islas que se vieron al Noreste de San Cristóbal.

Dicen que las han llamado Pauro y Santa Catalina, y los indios que en ellas viven son iguales que los que hemos visto hasta ahora: amulatados, medianos, caribes, hoscos y feroces.

Pero han podido parlamentar con algunos de ellos, que les han dicho que, hacia el Suroeste hay una gran tierra. A Sarmiento se le han iluminado los ojos:

-El gran continente.

1 DE JULIO.

Llevamos dos días abasteciendo los navíos para la partida definitiva hacia Perú.

Hoy, Mendaña nos ha llamado a los jefes y pilotos para tratar el asunto de la vuelta, que ya todos, creo que hasta Sarmiento, anhelamos.

-Recorreremos el archipiélago y volveremos a la isla de Jesús. Gallego dice que lo mejor es partir cuanto antes, pues de otra manera no encontraremos vientos favorables.

Sarmiento ha interrumpido, de improviso, el discurso del almirante:

-Opino, señor, que por lo que dijeron los indios de Pauro, estamos muy cerca, a no más de cuarenta leguas, del gran continente al Austro.

Pero Mendaña ha sido afilado:

-Eso ya se trató en su día, señor Sarmiento, y no hay nada más que discutir.

Pero han discutido, y con tal ardor, que de no haberme, necesitado Mendaña hasta el último hombre para el viaje regreso, hubiera ordenado colgar a Sarmiento por amotinado.

Al final, la púrpura ha pesado más que mil razones, Sarmiento, ya resignado, se ha limitado a preguntar:

-¿Qué ruta?

-A Nueva España.

Y el cosmógrafo ha vuelto a estallar:

-¡¡Nueva España!! ¿Estamos aquí todos locos o qué? ¡Señor almirante, bien está, pues ya se ha sentenciado, que no se descubra más, pero por el Norte de la Equinoccial en estas fechas, no haremos sino encontrarnos con una mar muy brava y enormes aguaceros! Por esa ruta señor, y ya no lo pido, lo ruego, no vamos hacia Nueva España, sino a nuestra perdición. Debemos volver por donde hemos venido.

Mendaña ha mirado a Gallego y éste a Mendaña. No se han dicho nada.

Al menos, no con palabras.

El almirante ha dicho, tras unos instantes de reflexión:

-Está bien: haremos lo que dice el señor Sarmiento. Saldremos en cuatro días con rumbo a Guadalcanal, y luego a Santa Isabel, para volver por el camino andado.

6 DE JULIO.

Tres puercos, una cacatúa blanca como la nieve, cientos  de      cocos, ñames,       panaes,       jengibre,      un puñado de perlas, agua para tres meses de navegación y mucha alegría en la almiranta: con eso estamos abastecidos de sobra para la vuelta.

Vamos a Lima.

Voy hacia ti, Isabel.

Pero esta pierna...

8 DE JULIO.

Nada de viento.

Todavía no hemos dejado atrás San Cristóbal.

10 DE JULIO.

Fuerte tormenta.

Hemos perdido parte de la carga.

He enviado a diez de mis hombres en el bergantín a por más comida y agua.

16 DE JULIO.

En Guadalcanal, por fin.

Hoy el viento ha sido muy propicio, hasta el punto de que hemos creído que nos llevaba volando hacia la Nueva Guinea.

Sarmiento no ha podido sujetar su lengua:

-El viento nos castiga por dejar escapar la gran tierra incógnita del Sur.

Tal es su tenacidad que ya empiezo a echar en falta el silencio de Gallego.

17 DE JULIO.

Seguimos en Guadalcanal.

Últimos abastecimientos. 

1569. 22 DE ENERO.

Un mes hace ya que llegamos, Isabel, a Salagua, puerto de Santiago de Colima, en Nueva España.

He visto la última anotación que hice en esta relación: 4 de septiembre, el día de la traición de Gallego y Mendaña, que se olvidaron de su promesa y, a la altura dé la isla de Jesús, a la que tardamos en llegar por culpa de 1a flojera de los vientos, en vez de mudar la derrota hacia Lima, continuaron hacia la Nueva España, por el Noreste, cuarta al Norte.

Y si desde e14 de septiembre no he escrito más es porque el dolor de la pierna, el ardoroso trabajo, la fiebre, la Capítulo 15fatiga, el hambre, el sueño y la ira no me han dejado ni un hilo de aliento para ello.

En suma, Isabel, he estado muy ocupado salvando mi vida y la de mis hombres.

Cómo habrá sido nuestro viaje que, en noviembre, ya no recuerdo el día, llamé a Jerónimo, Rico y Sarmiento para dictarles mi testamento, de tan malo como me vi, y, aunque desesperaba por no verte más, sentía una gran paz pues por fin iba a poder descansar.

Pero ahora sé que fuiste tú quien me salvó la vida, pues me diste fuerzas para ello.

Para aclarar toda esta historia, diré que, como dijo Sarmiento, los vientos no sólo no nos acompañaron, sino que nos hostigaron, en alianza con el mar, que yo creo que hemos debido recorrer de un lado al otro de su inmensidad. Y cuando el mar no nos zarandeaba, se estaba tan quieto que hemos estado, desde noviembre, cuando se separaron las dos naos, varados días y días en el mismo lugar.

Porque en el mar, Isabel, la calma es más peligrosa que la tempestad.

Casi sin agua y comida, que hasta nos hemos alimentado de cuero cocido y de cucarachas molidas, ha sido un milagro de Dios que sobreviviéramos.

Milagro de Dios y obra de Pedro Sarmiento, a quien Mendaña ha querido condenar y, con él, a todos nosotros. Cómo sería de cruel la mar, Isabel, que hasta nos dejó sin arboladura, y con un mástil que pudimos salvar, y una frazada, hemos llegado hasta Salagua, cuya costa salvadora vimos el 22 de enero, tres días después de que llegara la capitana.

Que Dios maldiga a Mendaña y a Gallego, y a su vez bendiga a Sarmiento, que siempre tomó decisiones que nos salvaron la vida, aunque perdimos, en todo el viaje de vuelta, entre ambas naos, a quince hombres, para los que pido toda la misericordia de Dios. Yo rezo por su salvación.

Y rezo por el día, ya cercano, en que te he de volver a ver. 

Jesús Rubio Villaverde. 1999

domingo, 22 de agosto de 2021

Guadalcanal siglo XX

Guadalcanal en la prensa de los años 30


Los trágicos pasos a nivel de las vías férreas
Salva a dos hijos suyos; pero recibe gravísimas heridas

SEVILLA 14 (4 t.). — Manuel Rangel Blanco, de cuarenta y dos años, natural de Badajoz, ha ingresado en el hospital con heridas gravísimas en la cara y con la fractura de un hombro. Este hombre fue arrollado por un tren entre las estaciones de Guadalcanal y Fuente del Arco. Viajaba Manuel en una Caballería en unión de una hija suya y siguiendo a otros dos hijos que cabalgaban en otra bestia. Al llegar al paso a nivel situado entre las dos estaciones citadas como vieron que la cadena no estaba echada, iniciaron el cruce de la vía. En aquel momento Manuel advirtió que un tren avanzaba, y arrojándose de su caballo, ayudó a empellones a sacar de la vía al caballo que montaban sus dos hijos consiguiéndolo; pero la máquina le alcanzó a él y le dio un formidable golpe en la cabeza que le produjo las heridas gravísimas que sufre.

Fueron socorridos por dos miembros del benemérito cuerpo (alertados por un jornalero que se encontraba en la finca donde se encuentra a nivel en el rebusqueo de la aceituna), y trasladados todos los miembros de la familia a Guadalcanal para ser auxiliados.

El Sol, miércoles, 15 de enero de 1930

La gaceta literaria (Sefarad, tierra de promisión. Los restos del judaísmo en España).-

Hoy analizamos y nombramos también unos cuantos apellidos judíos llevados por familias distinguidas españolas: Guzmán, Pimentel, Ponce de León, Rojas, Pimienta, Arias, Lara, Simón, Soto, Spínola, Sousa, Espina, Espinosa... Una Pimentel es la primera madre del linaje de los Duques del Infantado. La Celestina está escrita por un Rojas. Los Arias son los fabricantes de mantequilla más conocidos de España. Un Espina es una de las figuras más interesantes de la literatura española contemporánea. El significado de Espinosa (Spínola o Spinoza) no tiene que ser comentado por su infausto linaje. Extraordinario interés tiene el nombre Guzmán. Con una Guzmán, la judía sevillana doña Leonor de Guzmán, "en hermosura la más apuesta mujer que hay en el reino", tuvo Alfonso XI nueve hijos, entre ellos Enrique y Fadrique de Trastámara. La madre del hijo de los hijos bastardos Fadrique, Alonso (llamado por su tío Enrique II de Trastámara Enríquez), también fue judía y nació en Guadalcanal. Llegados al trono de Castilla y Aragón, conducen estos dos linajes bastardos hasta Isabel y Fernando "los Reyes Católicos", que expulsaron de España a los judíos.

Madrid, 15 de marzo de 1930

Crónica de sucesos.-

Hace varios días fueron detenidos en Guadalcanal los carteristas Manuel Rodríguez (a) “Pepito” y Juan Galván, apodado “El Panadero”. Como la cárcel no reúne suficientes condiciones de seguridad, los dos presos consiguieron fugarse, sin que hayan sido habidos hasta ahora.

Diario La Libertad, 03 de abril 1930

El exterminio de perros callejeros en Guadalcanal.-

Desde Guadalcanal nos escribe D. Adelardo Rivero Castelló, protestando del procedimiento que se emplea para el exterminio de perros vagabundos en aquel pueblo.

Según nuestro comunicante, por orden de las autoridades, la Guardia municipal utiliza carne envenenada, al fin propuesto, con que los perros se debaten en horribles convulsiones para morir, proporcionando un espectáculo o cruel impropio de un pueblo civilizado como Guadalcanal.

Solicita el Sr. Rivero que la Sociedad Protectora de Animales tome cartas en el asunto.

Miércoles, 15 de julio de 1931

Por un supuesto error se origina un motín.-

Desde Guadalcanal comunicaron ayer a la autoridad gubernativa que la noche anterior al proceder dos guardias municipales a la detención de un borracho que se había caído al suelo, lesionándose, el público se revolvió contra los guardias, impidiendo airadamente su destitución, por creer que éstos habían producido al borracho las lesiones que se causó al caerse.

Oportunamente acudieron refuerzos de la Guardia civil, que reestablecieron el orden y la tranquilidad sin apelar a la violencia.

Domingo, 10 de septiembre de 1933

Nuevo reloj en la Torre de la Plaza.-

Bajo la dirección del arquitecto D. Ricardo Magdalena se están efectuando las obras necesarias para la instalación del nuevo reloj público que este Ayuntamiento adquirió en fecha reciente.

La nueva instalación es esperada con impaciencia por todos los vecinos, que llevan más de un año privados de elemento tan indispensable para la vida de trabajo, especialmente, por haber sido desmontado el que existía, por acuerdo del anterior Ayuntamiento, cuyos fundamentos desconocemos.

También se ha encargado el referido arquitecto de la formación del proyecto para la obra de reforma y ampliación de la casa cuartel de la Guardia Civil, de esta villa, cuyo edificio, propiedad de este Municipio, ha de dar cabida cómoda e higiénica a la fuerza de este Cuerpo, tanto de Infantería como de Caballería, que debe ser destacada, ya que esta última, por no reunir las condiciones necesarias el edificio en que estaba instalada hubo de ser retirada por orden superior, ínterin se llevaban a cabo las obras proyectadas.

Guadalcanal y las nuevas tecnologías.-

    Pronto será un hecho la instalación en esta villa del teléfono urbano e interurbano. Al efecto, y por los empleados de la Compañía Telefónica se está realizando el tendido de la red. El número de abonados es bastante crecido y creemos que aumentará antes de terminar las primeras instalaciones.

Ecos de sociedad.-

Pasan en ésta las vacaciones de Pascuas la simpática señorita Lolita Muñoz Tristancho y los jóvenes Julio Herce, Joaquín del Puerto, Antonio Limones e Ismaé1 Castelló, habiéndose marchado este último a reunirse con su familia a la finca que poseen 11amada El Inquisidor, donde actualmente pasan temporada.

En el cortijo El Hornillo, propiedad de D. Guillermo Alvarado, tuvo lugar el día 27 un herradero de ganado vacuno, para cuyo objeto estuvo en el citado cortijo el renombrado novillero Eduardo Gordillo, con varios amigos suyos y del dueño de la finca y después de marcar las reses las torearon, pasando de esta forma una tarde divertidísima.

    Deportes.-

El domingo 28 se celebró un partido de fútbol en el ejido del Coso de Guadalcanal entre el Troya F. C., de Villagarcía, y el Deportivo del Ateneo, de ésta, ganando los locales por tres tantos a uno.

Guadalcanal, Jueves, 9 de Enero 1931 (Diario ABC Edición Andalucía) 

domingo, 15 de agosto de 2021

La lluvia infinita 15/18

 

Capítulo 15 

Diario de Pedro de Ortega 14

19 DE MAYO.

Casi una semana sin escribir, Isabel, pues nada hay que escribir.

Tan sólo alguna leve entrada de los nuestros para recordarle a los indios quienes son los dueños de estas islas, pues si ellos estaban antes, no las respetan, pues si lo hicieran, la trabajarían y sacarían provecho de ella y no se andarían comiendo los unos a los otros, pues ni siquiera se alimentan de puercos, a los que parecen adorar.

¡Adorar puercos!

Hoy ha intentado hacer una entrada el alférez Enríquez pero había muchos indios en la orilla y Mendaña, con buen criterio, ha parado la expedición.

22 DE MAYO.

Hoy han salido en el bergantín Enríquez y Gallego con el fin de bojar Guadalcanal para ver su extensión y explorar el río Gallego, antes río Ortega.

Prosigue el martirio de mi pierna. Casi quisiera no tenerla, Isabel.

26 DE MAYO.

Hoy hemos salido en una de las chalupas a buscar algo de comida, pues ya empieza a estar muy justa.

Nos han acompañado también hombres de la capitana, con lo que hemos juntado, en total, treinta hombres, los suficientes como para desbaratar cualquier ataque de los indios.

Hemos tomado una senda que salía a la izquierda desde Puerto de la Cruz y llegado a un poblado en el que el tauriqui nos ha recibido en paz. Se llama Nabalmúa.

Nos ha prestado hombres, lo que ha de sernos muy útil, pues creemos que aquí se hacen la guerra los unos a los otros.

27 DE MAYO.

Hemos acampado a una legua del pueblo de Nabalmúa. Se ha avanzado tan poco porque la vegetación de esta isla nos asfixia, como en Santa Isabel, y es que es ésta una tierra muy fértil y llueve mucho, y si mil árboles se talan, mil árboles que brotan de inmediato.

El primer poblado que hemos topado es enemigo de Nabalmúa y su gente, porque nada más vernos han empezado a lanzarnos flechas.

Nuestra respuesta ha sido tan certera y violenta que parece que no volverán a ser enemigos ni nuestros ni de Nabalmúa.

El problema es que los indios que venían con nosotros se han asustado tanto con el estruendo de los arcabuces que también han huido.

Como el poblado se ha quedado vacío, hemos aprovechado para coger muchos cocos, tres puercos y un par de gallinas; hemos retornado al poblado de Nabalmúa, al que sus hombres han debido contar lo ocurrido, pues nos han recibido con el terror pintado en sus rostros.

Por señas les hemos hecho saber que a ellos los considerábamos amigos; Nabalmúa se ha llevado la mano al pecho y tras llevarla a continuación al mío, ha dicho:

-Nabalmúa.

Eso quiere decir que es mi amigo. Yo he hecho lo mismo y dicho: -Ortega.

Con el trueque de nombres ha quedado sellada la alianza. Tiene esta gente, que es de piel negra, el pelo tintado de rubio, lo que no he visto nunca en ninguna otra raza. Después de esto, nos han acompañado cincuenta de ellos, con Nabalmúa al frente, hasta el Puerto de la Cruz y yo les he señalado las naves, en las que, le he contado, estaba mi taurique, que también es el suyo.

Al fin, Isabel, hemos encontrado un aliado en esta isla, que es la isla más fiera de todas en las que hemos desembarcado.

1 DE JUNIO.

Conversación Sarmiento:

-No hacemos sino perder tiempo. Pronto los vientos han de sernos desfavorables si queremos buscar el gran continente al Austro, pues soplarán del Suroeste hacia el Nordeste, y esa tierra se encuentra en la dirección contraria.

-Quizás sea el momento de hablar con Mendaña.

-Confío en usted, señor Ortega.

Pero el almirante no ha querido atender a razones.

-Ya veo que anda usted también excitado con los relatos del señor Sarmiento.

-¿Y si tuviera razón?

-¿Y si no la tuviera? Señor Ortega: los relatos de Sarmiento no son más que eso, relatos. Créame, este es nuestro destino, aunque no tengamos pruebas ciertas de que estén repletas de riquezas. Pero los bancos de arena de ese río las perlas de San Jorge... ¿No son acaso señales de esperanza? ¿No ve que andan nuestros hombres muy cansados y temerosos de seguir la misma triste suerte de veintitrés compañeros? Recogeremos todas las muestras que podamos de cuanto estas islas nos ofrezcan, esperaremos la llegada de Enríquez y volveremos a Lima, todo lo más, el primero de agosto, y no se hable más, señor Ortega que parece usted muy cansado, y yo también lo estoy hace ya tres días que tengo el estómago un poco desasentado.

No     hay    manera       de reconciliar        los pareceres de Sarmiento y Mendaña.

No hay manera, Isabel.

3 DE JUNIO.

Ha regresado el bergantín.

Lo ha hecho con buenas noticias.

Dicen que el río Gallego, y otro más que han descubierto, el río de Santa Elena, son ricos en oro, pues en los bancos de arena han encontrado granos de un metal que llaman oro bajo.

-Y en uno de los puertos, que hemos llamado Puerto Escondido, pues es muy cerrado, hay indios que usan unas mazas redondas, cuya punta es de un metal que también parece oro bajo.

he preguntado a Enríquez si no traían una de esas mazas como muestra.

-La traíamos, señor maestre de campo, pero la perdimos en un aguacero que casi vuelca el bergantín, de tan fiero que era.

Con lo relatado por Enríquez, Mendaña ha dispuesto seguir la misma ruta del bergantín, aprovechando todos los puertos que Enríquez y Gallego han visto y señalado en su carta.

Así que abandonamos el Puerto de la Cruz, Isabel.

15 DE JUNIO.

Llevamos casi dos semanas bojando la isla de Guadalcanal y salvo que el viento ha sido más bien poco propicio y que mi pierna, también, pues la mayoría de las veces me ha estado flagelando, nada, Isabel, nos ha acaecido que mereciera ser transcrito. Hasta hoy.

Unos indios han atacado desde una canoa a ocho hombres que iban en una de nuestras chalupas cargados con alimentos para los dos navíos y han hecho volcar la embarcación, perdiéndose todo; por ello Mendaña ha ordenado a Sarmiento bajar a tierra con siete hombres para dar castigo a los indios, que no eran los de Nabalmúa porque no se atreven, y recoger, de nuevo, alimentos para todos nosotros.

-¿Acaso Mendaña quiere que no vuelva ninguno de ellos? La acotación de Rico ha sido de lo más certera.

Así se lo he reseñado a Mendaña, con grandes voces, desde la almiranta.

El almirante me ha mirado, se ha girado y, sin responderme siquiera, se ha recluido en el alcázar.

Pero Dios ha estado con Sarmiento, pues a la tarde, ha regresado la chalupa con él y sus siete hombres, todos sanos y salvos, y con buena cantidad de cocos y piñas para sus compañeros.

Debo decir, Isabel, que he sentido un alivio grande. Y una gran alegría.

16 DE JUNIO.

Hoy se han acercado tres canaluchos de indios y, con toda insolencia, han comenzado a lanzar flechas a los navíos. No hemos podido hacer otra cosa sino reírnos y disparar unas postas sobre sus cabezas.

Y no han navegado, han volado sobre las aguas.

18 DE JUNIO.

Hacia el Oeste, a unas siete leguas, a mediodía, hemos visto la isla de Ramos, que hace canal con la de Guadalcanal.

Desde nuestra posición, la isla de Ramos parece una ballena muerta en la playa.

Espero que no sea un presagio, Isabel.

19 DE JUNIO.

De nuevo con ruta Sureste tras tocar la punta Norte de Guadalcanal; a las cuatro leguas de doblar hemos dado con un puerto muy bello y abrigado.

Se le ha llamado Puerto de la Asunción y los navíos han fondeado.

No me duele la pierna, pero no se debe a una mejora, sino a que llevo dos días sin levantarme casi de mi catre.

21 DE JUNIO.

Por señas nos han dicho desde la capitana que dejásemos de bojar Guadalcanal, en lo cual, según Sarmiento, se ha de precisar al menos seis meses, de tan grande como es.

Se ha virado hacia el Este, en dirección a otra isla que está a unas ocho leguas; creo que es San Jorge.

Y yo espero que no vayamos a ella, Isabel, pues es mi deseo partir, ya hacia Lima.

22 DE JUNIO.

Al final no hemos enfilado la proa hacia San Jorge, pero hemos llegado a otra nueva, que se ha bautizado como Treguada.

Y se le ha llamado así porque cuando ha bajado el alférez Enríquez, con Ricio y Jerónimo, para tomarla en posesión, se han acercado unos indios con modos amistosos, pero, mientras parlamentaban, les iban rodeando poco a poco; pero nuestros hombres se han percatado de ello y han hecho uso de sus arcabuces, pero sin herir a ninguno de ellos, que han huido con el estruendo de la pólvora.

Por su falsa tregua, se le ha puesto Treguada de nombre, porque ya con tanto descubrimiento, se nos agotan los nombres.

En lengua natural la llaman Brava.

Y ambos nombres, Isabel, son ajustados.

 

Jesús Rubio Villaverde. 1999

domingo, 8 de agosto de 2021

Me voy a referir a Adelardo López de Ayala y Herrera

Ayala Tu

    Nació en Guadalcanal en 1828 y murió en Madrid en 1879. Fue siempre soltero.

    De poderosa inteligencia, cuerpo hermoso, eminentemente varonil, ojos grandes y negros, muy expresivos, de tez blanca, melena negra, recio bigote y gruesa perilla, regular estatura, andar lento y aspecto pensativo. Había en sus movimientos algo de indolencia, como si el cerebro absorbiese toda la energía de su ser. Era su lenguaje pausado y grave como si las palabras saliesen de su boca esclavas de la intención y del alcance que les quería dar. Sabía expresar con dulzura lo que concebía con rigor, siendo serio al par que afable, poseía el secreto de atraerse la voluntad ajena, ganando simpatía sin perder respeto.

    En el Teatro de Guadalcanal representáronse sus primeras obras, eran sin mujeres por no encontrar dichos papeles quien los interpretase.

    Se hizo bachiller en Sevilla, y quiso ser abogado sin conseguirlo.

    Fue a Madrid en 1849 relacionándose entre otros con Cánovas del Castillo, siendo asimismo amigo del General Serrano, que dieron al traste con el reinado de Isabel II.

    Fue Presidente de las Cortes y cuatro veces Ministro de Ultramar y del Congreso.

    Era gran fumador y tosía mucho; en cierta ocasión dijo a unos amigos: cuando muera en mi epitafio deben poner: "Ya no tose López de Áyala".

    Murió de una pulmonía en Madrid. El orador era tan grande como el poeta y novelista. Tenía una fuerza asombrosa y cuentan no sé si la leyenda o la historia que en cierta ocasión que discutió con su amor sentimental, ésta dio orden al cochero que arrancase y Adelardo se fue al eje brasero del coche y aún teniendo el carruaje dos caballos, consiguió que este no se moviese del sitio que ocupaba.

    He leído en tiempos, dos de sus obras "El tanto por ciento" y "Consuelo".

    Enemigo del General Prim, Conde de Reus y Grande de España, por diferencias políticas llegaron a las manos, por no decir otra cosa.

    El General Prim era revolucionario y Adelardo era conservador y seguimos con la política, casi igual. El General Prim nació en Reus y fue Conde de Reus con grandeza de España, nació en 1814 y murió en Madrid, asesinado en la calle del Turco en 1870. Era progresista, muy liberal, también masón y un gran revolucionario. Tuvo palabras con López de Ayala en un pasillo del Congreso.

    El General Prim fue un gran militar en la guerra de África y muy condecorado.

    Me ocupo ahora de Ignacio Sánchez Martínez. Fue contemporáneo de Adelardo López de Ayala, protegió a éste en sus estudios y al final enemigos políticos.

    Cuentan que el tal Don Ignacio Sánchez Martínez, que fue tío abuelo de mi suegro y dueño de numerosas fincas como "La Dehesilla", Tomillares", "Los Llanos", "Sierra del Viento", "San Julián", "La Florida", etc., vivió en la casa grande que ocupan hoy los primeros pisos que se hicieron en Guadalcanal. Esa calle creo se llama hoy (Juan Carlos I). Era una casa antigua y grande. Lindaba con un huerto enorme. Al principio este huerto fue Cine de Verano, después Cine de Invierno. Hoy no sé que habrá sido de todo esto. En aquel tiempo fui numerosas veces a uno y a otro.

    Los López de Ayala vivían en la calle que lleva hoy su nombre o Camacho. Su casa era blasonada ya que esta familia es muy antigua y las crónicas cuentan que en el 1400, tiempos de Alfonso XI, eran conocidos como poetas y escritores y debieron actuar en las guerras de la Reconquista donde obtuvieron los conocidos Blasones que ostenta hoy en día la mencionada casa.

    Volviendo a Ignacio Sánchez Martínez, fue masón y me han dicho que no servía para el matrimonio. Murió soltero y en cierta ocasión iba por el camino de la Florida y se dedicaba a la caza y de pronto apareció una pareja de Guardias Civiles, invitándole a ir al Cuartel, ya que era tiempo de veda. Don Ignacio no hacía caso de estas leyes y les dijo ya sé de donde viene esta orden, refiriéndose a López de Ayala, enemigo político. Pero les dijo a los guardias "lo cortés no quita lo valiente". Entonces los cigarros había que liarlos a mano y estando en ello aprovechó para apoderarse de las armas de la autoridad y fue él quien llevó custodiado al cuartel a los guardias.

    Había en Guadalcanal un zapatero que hacía muy bien las botas, que es el calzado que se empleaba en esta época. Como viera que el citado zapatero iba envejeciendo, le dijo que le hiciera botas hasta que le dijese basta ya.

    Llegado un tiempo prudencial le preguntó cuantas les tenía hechas, a lo que contestó el mencionado artesano, que diecisiete pares. Ignacio Sánchez Martínez, le dijo que ya estaba bien.

    Había en la época un revolucionario y masón italiano llamado José Garibaldi. Este Garibaldi nació en Niza (Francia) el 4 de julio de 1807 y el 2 de junio de 1882.

    Llevando sus ideas revolucionarias y masónicas viajó y fue combatiente en Alemania, Francia e Italia.

    No contento con esta actividad, fue a Brasil, Uruguay, Argentina y Autralía. Era hombre inquieto y tan inquieto; vino a Guadalcanal, con caminos como estaban entonces y vino a "La Florida", invitado por Sánchez Martínez y allí celebrarían "las tenidas negras" que hacían los masones. Buenas perdices comerían y se llevaría buen recuerdo estas tierras.

    El tal Ignacio Sánchez Martínez está enterrado en Santa Ana arriba en una pared. Yo he visto esto en cierta ocasión.

    Ahora voy a escribir unas líneas sobre el hermano de Don Adelardo, Baltasar López de Ayala. Nació en Guadalcanal en 1836. Poeta español floreció en el Siglo XIX. Hizo inspiradoras poesías y sobre todo excelente sonetistas.

    Licenciado en Leyes por la Universidad de Sevilla.

    Instigado por su hermano Adelardo, inició su carrera política como secretario del Gobierno Civil de Badajoz.

    Acompañó después a su hermano en su vida política y ocupó a su lado varios puestos importantes, destacándose su nombre en la política española desde la Revolución de 1868. Fue Diputado a Cortes en la legislatura de 1867 y 1869.

    El nombre de Ayala, proviene de que un Rey le dijo a un antepasado Adelardo: AYA LA TU.


Miguel Mensaque Romera
Revista de feria 1998

domingo, 1 de agosto de 2021

La lluvia infinita 14/18

 


Capítulo 14

 Diario de Pedro de Ortega 13

1 DE MAYO.

El viento ha mejorado.

Hemos avanzado algo.

Pero una terrible visión nos ha azotado a todos: la corriente nos ha traído unos maderos que sólo pueden ser de la balsa de Jerónimo.

El solo hecho de que no se haya visto ningún cuerpo flotando ha impedido que enloquezca, pues Jerónimo ha naufragado, no cabe duda, y no podemos hacer nada más porque nuestro navegar es lentísimo.

No.

No puede ser, Isabel.

Jerónimo no ha podido venir hasta estas islas malditas y olvidadas para encontrar la muerte.

No.

No hago más que rezar.

Ya sé que tú, Isabel, lo estás haciendo desde que te dejamos en Panamá, hace ya de esto casi un año.

2 DE MAYO.

Dios nos ha escuchado, Isabel.

Pues pese a nuestro corto avance hemos dado con unas peñas en las que hemos visto a unos hombres haciéndonos señas.

Eran ellos.

Dios Santísimo que estás en los cielos, Creador de todo lo visible y lo invisible, alabado seas por no haber abandonado a estos, tus hijos.

Nos hemos acercado hasta ellos, y aunque hemos tardado poco, a mí me ha parecido que no llegábamos nunca.

Tras un centenar de abrazos y besos, Jerónimo me ha contado lo sucedido.

Así me ha hablado:

-No habíamos navegado más de cuatro leguas, costeando la isla, cuando el mar nos ha empujado hasta unos arrecifes, que han destrozado la balsa como si fuera de papel. Ya nos creíamos perdidos, pero, gracias a Dios, hemos podido alcanzar la orilla a nado, aunque hemos perdido todos el hato. Como no teníamos armas con las que defendernos, hemos preferido esperar al bergantín y no andar por la costa en busca de las naos, pues de habernos encontrado con indios, ya nos podíamos dar por muertos. El caso es que o estas rocas nos han ocultado bien o esta parte de la isla está despoblada pues no hemos visto a ninguno. Pero aquí estamos, vivos, alabado sea Dios, la Virgen María y todos los santos del cielo.

Tan grande ha sido mi contento que he estado tentado de sacrificar uno de los puercos que llevamos a Mendaña para celebrarlo.

Pero me he retenido, pues ya debemos estar cerca de los navíos.

3 DE MAYO.

Día triste, pese a todo.

La aflicción se ha apoderado de mi corazón y del de todos los del bergantín cuando hemos llegado, al atardecer, al puerto de la Estrella.

Pues no menos de quince cruces, alineadas en la playa, nos han contado que la muerte y la desgracia han visitado la armada.

Y eso que el contento de la gente de los navíos, al vernos, ha sido muy grande, pero esas quince cruces parecen clavadas en lo más hondo de nosotros, y no en la arena de la playa.

Esta tu isla, Isabel, ahora enlutada por la sangre de nuestros compañeros.

Dos de ellos han muerto por la mano de los indios, los cuales, por suerte, han sido duramente castigados por Sarmiento, que se ha empleado con gran valor y firmeza.

Ha crecido mi aprecio por él.

El resto ha perecido por culpa de unas fiebres violentísimas, y han muerto en medio de grandes espasmos y dolores.

¿Y cómo dar castigo a la fiebre? ¿Cómo, en el nombre del cielo?

Mañana debo hablar con Mendaña pues era ya tarde cuando he llegado a la almiranta; debo convencerle de que abandonemos esta isla maldita, que si algo me duele, Isabel, es que lleve tu nombre.

Ese nombre tuyo tan dulce, ese nombre tuyo que, junto a la Cruz del Sur, han sido mis guías en estas latitudes enfermas.

4 DE MAYO.

Opino que Mendaña también esperaba cualquier signo para ordenar el abandono de esta isla, pues acabar el relato: de nuestros descubrimientos y dar las órdenes para que se dispusiera la  salida  en  el menor tiempo posible ha sido todo uno. Iremos hacia Guadalcanal.

-Parecen esas islas, señor Ortega, las que hemos estado buscando en todo momento, pues en Santa Isabel, por más que lo hemos hecho, no hemos encontrado nada de lo que sacar el más mínimo aprovechamiento.

Tras decirme esto, Mendaña me ha referido que Sarmiento, que ha estado en todo momento muy silencioso, se ha mostrado como mejor hombre de guerra que marino.

Y yo digo, Isabel, que los hombres que son válidos de verdad lo son en cualquier parte y bajo cualquier sol. Cuando he salido a la cubierta de la capitana, Sarmiento, que estaba dando instrucciones a los marineros para arreglar unas velas maltratadas por un aguacero, me ha asaltado:

-¿Ha visto usted alguna señal de ese gran continente austral?

-Nada he visto. Pero hay en estas latitudes muchas islas, que siempre suelen preceder a una gran tierra. Además, algunas de ellas, como las de Guadalcanal o San Jorge, pueden sernos provechosas.

La respuesta de Sarmiento me ha sorprendido: -Pues yo espero que no tengan nada de provecho. Más tarde, Isabel, he comprendido.

Sarmiento teme que si, en efecto, encontramos en dichas islas oro o cualquier otro tipo de riqueza, no iremos nunca jamás en demanda de ese gran continente, por lo que prefiere que nuestra próxima visita a Guadalcanal sea un fracaso más rotundo que la famosa expedición de los Marañones. Pero yo no.

Yo quiero que algo de provecho saquemos de estas islas, en las que la hostilidad, las fiebres y la copiosa lluvia parecen las únicas señoras.

5 DE MAYO.

Ha empezado a dolerme la pierna derecha, casi a la altura de la ingle.

De tanto esfuerzo y de tanto agua, creo; y cuando no era salada, era dulce y maldición del cielo.

Jerónimo ya ha recuperado su ánimo de su reciente desventura.

La gente trabaja a buen ritmo en el abastecimiento, reparación y calafateado de los navíos.

En dos días se podrá zarpar. ¿Pero cuando a Lima? Hace ya un siglo que dejamos El Callao, Isabel, o eso es lo que me parece a mí.

6 DE MAYO.

La pierna duele mucho. Mucho.

Pero no tengo fiebre.

Al atardecer, con los barcos, como quien dice, ya dispuestos, Mendaña nos ha convocado a jefes y oficiales para decidir el nuevo destino.

He tenido que estar sentado todo el tiempo, pues parecía que la pierna iba a desprendérseme del cuerpo. Ni Gallego ni Sarmiento han abierto la boca; yo y Mendaña hemos sido los que más hemos hablado.

-Y se ha dispuesto ir a Guadalcanal e inspeccionar mejor el río de Ortega y sus bancos de arena, pues todos estamos seguros de que esas arenas arrastran oro. Pero yo sólo anhelo ya una riqueza, Isabel: tus ojos.

7 DE MAYO.

 

No hemos zarpado hoy, pues aunque estaba todo previsto y preparado, Mendaña ha querido, por la tarde, rezar por los que aquí se quedan ya para siempre.

Todos hemos acompañado a Francisco Gálvez y a Juan de Torres en los rezos, con mucho fervor, y hasta con lágrimas muchos de nosotros, pues aunque en vida las diferencias pueden ser muchas, en la muerte todas ellas se olvidan. Ante la gran cruz que se levantó cuando llegamos, hace ya dos meses de ello, hemos rogado por ellos por última vez.

Descansen para siempre en paz, en esta isla de lluvia infinita, bañados por el mismo mar que vieron en Perú, pero a un universo de distancia.

Descansen para siempre Tomás Fuertes, Alonso Pérez, Diego de Frías, Juan Trejo, quien divisara tierra por vez primera, Gaspar Montero, Hernán Criado, Juan Montero, Pedro Martínez, Pedro Garrido, José Merino, Alonso García, Santiago de Lora, Diego de Chozas y Román Contreras.

Ellos ya están con la verdad.

Nosotros, Isabel, la seguiremos esperando.

Hasta cuando?

8 DE MAYO.

Hoy hemos visto que ya no estaba la cruz en la playa. ; Se la habían llevado los indios.

Hemos querido bajar a tierra, darles castigo y recuperar el símbolo de nuestra vida eterna, pero Mendaña ha dicho que ello nos retrasaría mucho y que esa blasfemia ya la pagarán algún día.

Así, muchos de nosotros nos hemos quedado mirando la bahía de la Estrella con los puños apretados.

Que se abrasen para siempre en el fuego eterno esos salvajes.

Por toda la eternidad.

Ha habido trueque de puestos: ahora, en la almiranta se han embarcado conmigo Pedro Sarmiento y el piloto Pedro Rodríguez.

Y a Jerónimo esto no le gustado nada.

-Han estado compinchados todo el viaje y ahora van jun-tos. No me gusta este vino, padre. Amarga. Yo no sé que pensar.

11 DE MAYO.

Tres días hemos tardado en llegar a Guadalcanal, pues no han sido muy propicios los vientos. Tres días con la pierna dándome martirio.

Juan de Torres dice que tengo la vedija quebrada. Y que sólo se cura con reposo.

Reposo que aquí no puedo tener.

Reposo que sólo tendré contigo, Isabel.

Hoy no he salido de mi cámara en el alcázar.

12 DE MAYO.

Se ha tomado solemne posesión de la isla de Guadalcanal, cuyo nombre Mendaña ha respetado.

Eso me alegra.

Se ha izado en la bahía otra gran cruz, y se ha decidido llamarla así: Puerto de la Cruz.

Pero el general me ha dicho que cambiaría el nombre del río por el de río Gallego, ya que el piloto mayor ha participado mucho y bien, dice, en estos descubrimientos y por tanto, merece ser honrado también.

13 DE MAYO.

Día aciago y desgraciado, el más negro y triste desde que llegamos, Isabel, a estas islas que no son de Salomón, sino de Judas.

Han bajado nueve de nuestros hombres a tierra a recoger agua y cocos; cuando estaban a lo suyo, todavía en el Puerto de la Cruz, han sido sorprendidos por unos cien indios, que portaban macanas, hondas y también arcos y flechas.

Han muerto todos: Diego Quirós, Antonio de Méntrida, Martín Muñoz, Gil Álvarez, soldados; y Gonzalo Cota, Luis Méndez, Luis de Córdoba, Tomé González, marine-ros; y un criado del alférez Enríquez, un negro llamado Matías.

El ataque ha sido tan repentino y salvaje que no han podido defenderse y repelerlos, y a nosotros no nos ha dado tiempo a socorrerlos.

Luego, los indios han derribado la cruz, y pese a que la mar estaba algo violenta, he ordenado echar al agua una balsa de cañas que estábamos preparando para pescar entre los arrecifes.

Matías Pinedo me ha pedido acompañarme a darle castigo a los indios, pese a que Sarmiento me ha recomendado no salir, porque decía que yo y los que fueran conmigo nos íbamos a perder entre las olas.

Desde la capitana, Mendaña ha dicho lo mismo, con grandes voces, desde el castillo de proa de la capitana. - Ninguno de nosotros servirá de comida para estos salvajes.

Así les he dicho y hemos embarcado yo, Pinedo, Juárez, Rico y otros dos arcabuceros.

No sin dificultad hemos llegado al puerto y allí hemos disparado los arcabuces, que han hablado con tal furia que habremos matado y herido, al menos, a cincuenta de estos semihombres, que por su fiereza y color están más emparentados con los chacales que con cualquier raza humana.

Después de huir los indios, hemos dado cristiana sepultura a todos los nuestros, lo que nos ha llevado tiempo pese a que se han acercado más hombres de la capitana para ayudarnos.

Los cuerpos de los indios, los hemos tirado al mar, para regocijo de los tiburones, que han llegado al momento y en gran número, pues el olor de la sangre se propaga muy veloz en el agua.

He llegado, después de todo esto,  a  la  capitana,  y Mendaña se me ha abrazado llorando:

-¡Bendita sea su temeridad o su locura, señor Ortega! Nunca he visto, en todos los días de mi vida, semejante muestra de coraje. Los nuestros hallarán descanso eterno gracias a usted. Sepa que nunca olvidaré esto y que mi tío será informado de ello. Gallego también me ha felicitado.

Pero mi pierna, y mi aflicción, no han permitido a mi vanidad que se solazara en demasía.

 

Jesús Rubio Villaverde. 1999