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domingo, 29 de agosto de 2021

La lluvia infinita 16/18

 


Capítulo 16

Diario de Pedro de Ortega 15 

24 DE JUNIO.

Tres islas más, muy pequeñas y casi gemelas: se les ha bautizado como Tres Marías, y están pobladas, pues hemos visto bohíos en la orilla, pues no hemos bajado a tierra.

Están hacia el Sureste de Treguada.

Cerca de ellas hemos descubierto dos más, a las que hemos puesto los nombres de Santiago y San Urbán.

25 DE JUNIO.

San Cristóbal, isla a la que hemos llegado hoy, es una isla muy grande y muy poblada. Los naturales, cuando han desembarcado nuestros hombres, con el fin de que nos marcháramos, han empezado a agitarse, doblarse y escarbar con las dos manos en la tierra; luego, se metían en el agua y se echaban agua por la cabeza. Pero no se les hizo caso, y se marcharon sin dar batalla.

26 DE JUNIO.

Hoy han vuelto los indios, en mucho mayor número, y con macanas y arcos y flechas.

Pero como estábamos todos en las naos, no ha habido enfrentamiento, pero es cosa de ver, Isabel, y no de contar, cómo aúllan y hacen señas para que nos vayamos.

El caso es que, al poco iniciar su algarada, y viendo que los despreciábamos, se han subido a sus canaluchos y se han venido hacia las naos, pero de dos arcabuzazos han ido todos al agua, unos heridos y otros aterrados.

He podido ver cuan diestros son nadando estos perros. Porque son perros, Isabel, y no hombres, que les hemos visto andar a cuatro patas.

29 DE JUNIO.

Ha vuelto el bergantín, en que salieron anteayer Rico y Gallego, con varios hombres, en demanda de dos islas que se vieron al Noreste de San Cristóbal.

Dicen que las han llamado Pauro y Santa Catalina, y los indios que en ellas viven son iguales que los que hemos visto hasta ahora: amulatados, medianos, caribes, hoscos y feroces.

Pero han podido parlamentar con algunos de ellos, que les han dicho que, hacia el Suroeste hay una gran tierra. A Sarmiento se le han iluminado los ojos:

-El gran continente.

1 DE JULIO.

Llevamos dos días abasteciendo los navíos para la partida definitiva hacia Perú.

Hoy, Mendaña nos ha llamado a los jefes y pilotos para tratar el asunto de la vuelta, que ya todos, creo que hasta Sarmiento, anhelamos.

-Recorreremos el archipiélago y volveremos a la isla de Jesús. Gallego dice que lo mejor es partir cuanto antes, pues de otra manera no encontraremos vientos favorables.

Sarmiento ha interrumpido, de improviso, el discurso del almirante:

-Opino, señor, que por lo que dijeron los indios de Pauro, estamos muy cerca, a no más de cuarenta leguas, del gran continente al Austro.

Pero Mendaña ha sido afilado:

-Eso ya se trató en su día, señor Sarmiento, y no hay nada más que discutir.

Pero han discutido, y con tal ardor, que de no haberme, necesitado Mendaña hasta el último hombre para el viaje regreso, hubiera ordenado colgar a Sarmiento por amotinado.

Al final, la púrpura ha pesado más que mil razones, Sarmiento, ya resignado, se ha limitado a preguntar:

-¿Qué ruta?

-A Nueva España.

Y el cosmógrafo ha vuelto a estallar:

-¡¡Nueva España!! ¿Estamos aquí todos locos o qué? ¡Señor almirante, bien está, pues ya se ha sentenciado, que no se descubra más, pero por el Norte de la Equinoccial en estas fechas, no haremos sino encontrarnos con una mar muy brava y enormes aguaceros! Por esa ruta señor, y ya no lo pido, lo ruego, no vamos hacia Nueva España, sino a nuestra perdición. Debemos volver por donde hemos venido.

Mendaña ha mirado a Gallego y éste a Mendaña. No se han dicho nada.

Al menos, no con palabras.

El almirante ha dicho, tras unos instantes de reflexión:

-Está bien: haremos lo que dice el señor Sarmiento. Saldremos en cuatro días con rumbo a Guadalcanal, y luego a Santa Isabel, para volver por el camino andado.

6 DE JULIO.

Tres puercos, una cacatúa blanca como la nieve, cientos  de      cocos, ñames,       panaes,       jengibre,      un puñado de perlas, agua para tres meses de navegación y mucha alegría en la almiranta: con eso estamos abastecidos de sobra para la vuelta.

Vamos a Lima.

Voy hacia ti, Isabel.

Pero esta pierna...

8 DE JULIO.

Nada de viento.

Todavía no hemos dejado atrás San Cristóbal.

10 DE JULIO.

Fuerte tormenta.

Hemos perdido parte de la carga.

He enviado a diez de mis hombres en el bergantín a por más comida y agua.

16 DE JULIO.

En Guadalcanal, por fin.

Hoy el viento ha sido muy propicio, hasta el punto de que hemos creído que nos llevaba volando hacia la Nueva Guinea.

Sarmiento no ha podido sujetar su lengua:

-El viento nos castiga por dejar escapar la gran tierra incógnita del Sur.

Tal es su tenacidad que ya empiezo a echar en falta el silencio de Gallego.

17 DE JULIO.

Seguimos en Guadalcanal.

Últimos abastecimientos. 

1569. 22 DE ENERO.

Un mes hace ya que llegamos, Isabel, a Salagua, puerto de Santiago de Colima, en Nueva España.

He visto la última anotación que hice en esta relación: 4 de septiembre, el día de la traición de Gallego y Mendaña, que se olvidaron de su promesa y, a la altura dé la isla de Jesús, a la que tardamos en llegar por culpa de 1a flojera de los vientos, en vez de mudar la derrota hacia Lima, continuaron hacia la Nueva España, por el Noreste, cuarta al Norte.

Y si desde e14 de septiembre no he escrito más es porque el dolor de la pierna, el ardoroso trabajo, la fiebre, la Capítulo 15fatiga, el hambre, el sueño y la ira no me han dejado ni un hilo de aliento para ello.

En suma, Isabel, he estado muy ocupado salvando mi vida y la de mis hombres.

Cómo habrá sido nuestro viaje que, en noviembre, ya no recuerdo el día, llamé a Jerónimo, Rico y Sarmiento para dictarles mi testamento, de tan malo como me vi, y, aunque desesperaba por no verte más, sentía una gran paz pues por fin iba a poder descansar.

Pero ahora sé que fuiste tú quien me salvó la vida, pues me diste fuerzas para ello.

Para aclarar toda esta historia, diré que, como dijo Sarmiento, los vientos no sólo no nos acompañaron, sino que nos hostigaron, en alianza con el mar, que yo creo que hemos debido recorrer de un lado al otro de su inmensidad. Y cuando el mar no nos zarandeaba, se estaba tan quieto que hemos estado, desde noviembre, cuando se separaron las dos naos, varados días y días en el mismo lugar.

Porque en el mar, Isabel, la calma es más peligrosa que la tempestad.

Casi sin agua y comida, que hasta nos hemos alimentado de cuero cocido y de cucarachas molidas, ha sido un milagro de Dios que sobreviviéramos.

Milagro de Dios y obra de Pedro Sarmiento, a quien Mendaña ha querido condenar y, con él, a todos nosotros. Cómo sería de cruel la mar, Isabel, que hasta nos dejó sin arboladura, y con un mástil que pudimos salvar, y una frazada, hemos llegado hasta Salagua, cuya costa salvadora vimos el 22 de enero, tres días después de que llegara la capitana.

Que Dios maldiga a Mendaña y a Gallego, y a su vez bendiga a Sarmiento, que siempre tomó decisiones que nos salvaron la vida, aunque perdimos, en todo el viaje de vuelta, entre ambas naos, a quince hombres, para los que pido toda la misericordia de Dios. Yo rezo por su salvación.

Y rezo por el día, ya cercano, en que te he de volver a ver. 

Jesús Rubio Villaverde. 1999

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