Interrogatorio de la Real Audiencia
de Extremadura
Segunda parte
A Ortega Freire le sucedió su hijo Damián Ortega Inarte y a éste Alonso
Damián Ortega Toledo, casado con doña Catalina de Sanguineto Zayas, marquesa de
San Antonio de Mira el Río y vizcondesa de Valdelobos. Este otro don Alonso fue
un hombre de extraordinaria influencia, consiguiendo cargos y oficios tales
como el de Capitán del Regimiento de Extremadura, regidor de Madrid, corregidor
de Ávila y gobernador de Llerena, además de heredar legítimamente el oficio
familiar de alférez mayor de Guadalcanal y de mantener un oficio de regidor
perpetuo en su villa natal. Con estos antecedentes no debió resultarle difícil
conseguir de S. M. el título de Patrón y Administrador perpetuo del santuario y
cofradía de Nuestra señora de Guaditoca, institución ahora globalizada en una
especie de patronato de su familia. Intuimos que después de este evento
(ratificado notarialmente el diez de noviembre de 1722, ante Manuel José del
Castillo, escribano de la villa (5)
el esfuerzo de la familia estuvo orientado especialmente en el aspecto
mercantil de los festejos, explotando al máximo los recursos. Entramos así en
la etapa más brillante de la feria, sin descuidar su principal soporte, el
culto y devoción a esta Pastora del sur de Extremadura, que en definitiva constituía
el principal argumento de lo que allí se concitaba. Por ello, una vez obtenido
el patronazgo, se apresuró a ampliar las dependencias, mandando construir
nuevos soportales enfrente del santuario (hoy desaparecidos), así como tres
casillas más para alojamiento de vivanderos y tabernas.
Hablamos ya, por lo tanto, de una feria organizada, teniendo las
mercaderías allí concertadas como beneficiario más directo al patrón, que al
tratar el negocio como propio se negaba a presentar cuentas del mismo, pese a
las presiones de los guadalcanalenses y devotos comarcanos, jugando el
patrón-administrador con el ambivalente carácter civil y religioso de lo que
allí se concitaba, sorteando las dificultades que le salían al paso al acogerse
a una u otra jurisdicción, según le convenía.
Murió sin rendir cuenta en 1748. Su viuda, la marquesa de San Antonio
Mira el Río (que tenía fama de mujer piadosa, fundó una capellanía en el
santuario en memoria del difunto), se vio forzada a rendirlas, presentando las
“cuentas del Gran Capitán”, pues resultó alcanzada en su favor con una
considerable cantidad.
Se estima que la feria adquirió su cenit en tiempos del marqués
consorte, circunstancia a lo que ayudó la gran plaza porticada construida, en
donde en mesas y tablas arrendadas al santuario, es decir, al patrón, se
ofertaban lienzos, sedas, cintas, encajes, sombreros, zapatos, cueros,
cordeles, paños, estambres y alhajas, junto a todo tipo de viandas, especias y
aperos de labranza. Igualmente resultaba concurrido los soportales de las
tabernas, donde se degustaban los afamados vinos y aguardiente de Guadalcanal,
conocidos allende los océanos gracias a los numerosos indianos locales que
pasaron al Nuevo Continente. En efecto, en años sucesivos hubo necesidad de
instruir memoriales en cada uno de estos eventos, gracias a los cuales
conocemos las distintas mercaderías concurrentes a la feria, diferenciando los
tenderetes que quedaban al aire libre en las mesas y tablas proporcionadas en
arrendamiento por el patrón, y los que ocupaban los soportales y casas en esta
especie de plaza presidida por la ermita-santuario (6). Concretamente, en la feria de 1784 se
instalaron al aire libre:
- 9 vendedores de Carmona,
Tocina y Sevilla asociados en un colectivo o jerga de individuos involucrados en la venta de instrumentos de cocina.
- 17 puestos ofertando costales.
- 29 vendedores asociados en la jerga de Medina, ofertando artículos muy diversos.
- Otros 20 tenderetes
correspondientes a la jerga de Fuente de Cantos, ofertando campanillas, botas, cencerros, artículos
de cerrajería...
- 61 vendedores (de Zafra,
Berlanga, Carmona, Hinojosa...) calificados globalmente como esparteros,
quienes, aparte las mercancías propias, podían ofrecer artículos tan diversos como
zapatos, suelas, agua, buñuelos, estribos, cordones, bayetas de Berlanga, paños
en general, botones, cencerros, palas, horquillas, herrajes, material diverso
de ferretería...
- 31 fruteros de Palma, con
distintas frutas, dulces, chocolates y otras colaciones.
- 23 confiteros, con los
productos que les eran propios.
En total, dejaron
1.450 reales para las arcas del patrón, a los cuales habría que añadir los
recaudados por los tenderetes ubicados en los portales y paredes, cuya relación
es la que sigue:
- Portal de los lienzos, con 12
tenderos.
- Portal de tiendas de cintas y
encajes, que agrupaba a 11 tenderos.
- Portal de sombreros, con 15
representantes.
- Portal de zapatería, con 14
tiendas.
- Portal de la cordonería, con
15 cordoneros.
- Portal de los plateros, con 5
representantes.
- Portal de la iglesia, donde se
ubicaron 2 cordonerías.
- Puestos de la esquina y
paredes, con 3 talabarderos y 10 plateros.
- Casas y puestos anexos, donde
se concentraban los vendedores de turrón, tabaco, aceite, carniceros y hasta 9
puntos de venta de vino y aguardiente, así como guitarristas, alfareros...
Globalmente, por estos otros arrendamientos de sitios, tablas (72) y
mesas (28), unos 1.989 reales y algunos maravedíes que, sumados a la partida
anterior, montaron 3.440 reales. Aparte, habría que añadir las limosnas, los ingresos por las pujas y
otros que pudieran derivarse del uso de los pastos, sin descartar que el patrón
pudiera reclamar alguna exacción por la compraventa de ganados.
Sin embargo, lo que realmente realzaba la feria fue su famoso mercado
ganadero, especialmente significado por la compraventa de caballerías. En
efecto, como el propio Ayuntamiento de la villa reconocía a finales del XVIII,
“la feria era de lo más útil, precisa y necesaria a los ramos de Andalucía y
esta provincia (Extremadura) por la estación en que se ejecuta de estar la
recolección presente, y ser de donde se surte de caballería los labradores para
sus trillas y demás trabajos de verano; los regimientos acopian caballos y los
pueblos de la comarca se abastecen de lo que necesitan para dicha recolección,
con cuyo motivo se hace de numeroso concurso de gentes (7)”. Más aún, si
tenemos en cuenta el importante papel de este mercado para que los conocidos y
afamados arrieros de Ahillones, Valverde y del propio Guadalcanal renovasen sus
agotadas bestias, preparadas para que en poco más de dos jornadas alcanzasen
los puertos pesqueros de Andalucía Occidental o las llanuras cerealistas del
medio Guadalquivir, en un continuo ir y venir intercambiando mercancías por
doquier.
Desconocemos el beneficio que directa o indirectamente proporcionaba el
mercado ganadero a la familia Ortega. Sí tenemos referencias de que el
Ayuntamiento estaba involucrado en el control y recaudación de las alcabalas (8)
correspondientes, registrando a los potenciales vendedores y sus ganados, así
como recabando los títulos de propiedad y guías del ganado ofertado. Todo ello
quedaba anotado por año y en el libro correspondiente, reflejando además las
operaciones realizadas, así como la descripción con pelos, señales y hierros de
los animales transferidos. En el libro de 1779 (9), respetando el orden alfabético
establecido por los escribanos, se inscribieron vendedores de Ahillones,
Aceuchal, Azuaga, Arroyo de San Serván, Almadén, Don Benito, Valencia de las
Torres, Valverde de Llerena, Valverde de Burguillos, Valverde de Mérida,
Valverde de Leganés, Badajoz, Barcarrota, Villanueva del Rey, Villanueva del
Saucejo, Villalba, Villafranca, Villagarcía, Villanueva del Fresno, Villanueva
de la Serena , Villagonzalo, Berlanga, Bodonal, Bienvenida, Burguillo, Valdetorres,
Cartuja, Campanario, Campillo, Carmona, Castuera, Cañaveral, Calera, Carlota,
Calzadilla, Cala, Cabeza la Vaca , Cabeza del Buey, Casas de Reina, Calamonte, Constantina, cazalla,
Cheles, Córdoba, Cumbres, Écija, Encinasola, Esparragosa, Fuente de Cantos,
fuente, Fuenteovejuna, Fuentes del Maestre, Feria, Fregenal, Guareña, Granja,
Hornachos, Higuera, Hinojosa, Lobón, Llerena, Llera, Medina, Maguilla,
Malpartida, Medellín, Miajadas, Montemolín, Monesterio, Montijo, Morera,
Nogales, Oliva, Palma, Pedroso, Peñaflor, Pozoblanco, Puebla del conde, Puebla
de Sancho Pérez, Puebla de la Reina , Puebla del Prior, Puebla de la Calzada , Puebla del Infante, Quintana, Retamal, Reina, Rivera, Santos,
Salvaleón, Salvatierra, Santa Marta, San Pedro de Mérida, Sevilla, Segura, San
Nicolás, Trasierra, Talavera, Torremocha, Torremejías, Trujillo, Usagre, Zafra,
Zarza y Zahíno.
Tras la muerte del marqués consorte de San Antonio Mira el Río,
prosiguiendo con la supeditación de la feria a los intereses de la familia
Ortega, se suscitaron dos contenciosos. El primero entre el concejo, justicias
y regimiento guadalcanalense, por una parte, y los herederos del mayorazgo por
la otra. Defendían en el Ayuntamiento (más bien los 23 regidores perpetuos que
lo representaba, molestos con las posibles arrogancias de la familia que ostentaba a
perpetuidad el oficio de alférez mayor, con las prerrogativas que les eran
propias) que estando el santuario en terrenos pertenecientes a los propios de
la villa, el patronato del mismo debía corresponder a la cofradía y hermandad
de Nuestra Señora, controlada por el mayordomo que eligiera el Ayuntamiento. El
otro conflicto enfrentaban a los propios herederos, que no se ponían de acuerdo
en la sucesión del mayorazgo. Finalmente, Pedro Ortega Arjona, unos de los
sobrinos del marqués consorte, se confirmó como patrón por real título de S.
M., fechado el dos de Junio de 1759.
Sin que cesasen las quejas de los guadalcanalenses y devotos de la
zona, en 1779 a la muerte del anterior, pasó el patronazgo a su hijo Juan Pedro Ortega
Tena, a quien las cosas no le fueron tan fáciles como a sus predecesores, ahora
en una época en la que los destinos del reino quedaron en manos de ministros
influenciados por las corrientes ilustradas, en cuya mentalidad no entraba
entremezclar los asuntos civiles y religiosos, proponiéndose además la erradicación
de las múltiples jurisdicciones que obstaculizaban el estado centralista que
defendían.
En lo que aquí nos ocupa, el primer paso se dio en 1784, fecha en la
que se nombró para Guadalcanal el primer corregidor de su historia,
prácticamente independiente de la jurisdicción del gobernador de Llerena, que
sólo conservó la subdelegación de rentas en la actual villa andaluza (10). El avispado
y también contradictorio corregidor, don Antonio Donoso e Iranzo, pese a que
Ortega Tena hizo todo lo posible por atraerlo a su causa, rápidamente localizó
el sitio donde ubicarse, defendiendo la postura e intereses del Ayuntamiento,
vecinos y devotos, y contradiciendo los del patrón y administrador, a cuyo
linaje acusó de actuar con subterfugios en los métodos empleados para adquirir
el patronato y de falsear las cuentas de reparación y ornamentación de la
ermita, calificándoles de prepotentes y de haber robado a la villa la facultad
de nombrar mayordomos de la cofradía y hermandad. El desarrollo de los
acontecimientos en años siguientes podríamos calificarlo de rocambolesco,
especialmente por la postura contradictoria del corregidor Iranzo, que primero
atacó a la familia Ortega con saña, rayando la ilegalidad, y después, una vez
que abandonó el cargo, se puso de su parte, ofertándose como abogado y
enfrentándose a las actuaciones de los corregidores que le sucedieron. A pesar
de todo, el Consejo de Órdenes y las autoridades religiosas de Llerena,
encabezados por el prior santiaguista, siempre quedaron de parte de la familia
Ortega, hasta que en 1792 tomó cartas en el asunto la nueva Real Audiencia de
Extremadura (11),
que animada por el informe del intendente Alfranca, desposeyó a los Ortega del
Real Titulo de patronato, trasladando la feria a la villa, tal como pretendían
la mayoría de los guadalcanalenses.
En este punto de la Historia sitúa Muñoz Torrado el declive del santuario como centro devocional de
la comarca, hecho cierto que se palpa especialmente en la desaparición
progresiva de las cofradías de los pueblos comarcanos. Sin embargo, no parece
acertado situar por estos años el punto de inflexión de la feria ganadera, pues
continuó con el mismo esplendor que antaño hasta la década de los sesenta del
recién terminado siglo XX.
Fuentes: las
citadas al pie.
(5) ...os elijo y nombro por Administrador de dicha ermita de Nuestra
Señora de Guaditoca (...), y es mi voluntad que como tal cuidéis de la
conservación, culto, decencia servicio y ornato de la dicha ermita y santa
imagen y cualesquier bienes, efecto y limosna que en cualquier manera le
pertenecieren (...), y mando que os entreguen por inventario y en forma todas
las escrituras y papeles, bienes, muebles y raíces, joyas, plata, vestidos, y
todas las cosas pertenecieren a dicha ermita (...), y que en la manera que
dicha es, tengáis la dicha administración para vos en toda vuestra vida, y
después de vos a los sucesores en vuestra casa, con calidad de que cada uno en
su tiempo tenga obligación de sacar en su cabeza Título, y no de otra suerte,
el que se le dará constando ser tal sucesor...
(6) AMG, Libro
de Actas Capitulares de 1784. También en el leg. 527 (Libro de Cofradías y
Hospitales).
(7) En PORRAS
IBÁÑEZ, op. cit., p. 146. Informe de 1792 del corregidor Salcedo a la Real Audiencia de Extremadura.
(8) Es decir,
los derechos reales derivado de las ventas.
(9) AMG, leg.
588. Feria de Nuestra señora de Guaditoca, en término de Guadalcanal.
Registro de ella en el año de 1779. También en el leg.
589, en este caso referido a 1771.
(10) AMG, leg.
6. Nombramiento de don Antonio Sánchez Donoso e Iranzo como primer Corregidor
de Letras de Guadalcanal en diciembre de 1783, con los oficios de justicia
civil y criminal, alcaidía y alguacilazgo, con facultad de oír, librar y
determinar pleitos y causas civiles y criminales..., y subdelegado plantíos y de
la casta, cría y conservación de caballos.
(11) Cáceres y
Mayo catorce del mis setecientos noventa y dos = Se da facultad al Alcalde
mayor de la villa de Guadalcanal, para que haga trasladar a ella la Feria o Mercado, que ordinariamente se ha hecho en la Ermita de nuestra señora de Guaditoca y sus inmediaciones por el tiempo de
Pascua de Pentecostés, cuidando de que se ejecute con tranquilidad y buen
orden, y de que a los forasteros se les provea de víveres a justos y moderados
precios. Librándose para ello la correspondiente certificación. Lo proveyeron y
rubricaron los señores Regente y Oidores de la Real Audiencia de Extremadura, estando el Acuerdo, de que certifico = está rubricado
Artículo publicado en las Actas del Congreso Internacional "550 feria de San Miguel"
Zafra 2004
Manuel Maldonado Fernández
Artículo publicado en las Actas del Congreso Internacional "550 feria de San Miguel"
Zafra 2004
Manuel Maldonado Fernández