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lunes, 3 de agosto de 2020

Inventario de los archivos históricos de Tentudía 1


 Documentos relacionados con Guadalcanal  1/3 



JURIDICIONES ECLESIÁSTICAS. -

Guadalcanal en los albores del siglo XIII en plena Edad Media pertenecía en lo eclesiástico jurisdiccionalmente a la Mancomunidad de Tentudía, contando con vicario propio, que formaban en principio la vicaría de Tundía y Reina, junto con los de Llerena y la villa de Calera.
El concepto de vicarios y su contenido jurisdiccional pronto ocasionaron conflicto entre vivarías, tendiendo que intervenir las autoridades eclesiásticas, así ocurrió en la intersección entre el Vicario de Tudía y el vicario de Guadalcanal, o con el Vicario General y el previsor, que era también vicario Prior de San Marcos.
Los documentos y legajos han sido guardados en su mayoría en los archivos parroquiales, en cuantos a los archivos municipales han sido mermados por diferentes motivos, saqueos, expolios, traslados a otros archivos o simplemente destruidos por la sinrazón y la falta de espacio.
La mayor parte de los documentos conservados son los referentes a pleitos non diversas instancias santiaguistas, sobre todo los del prior de San Marco, provisor de Llerena y vicario de Guadalcanal, bien conservándose el documento original, la transición de los pleitos y en alguno de ellos, ambas cosas.
Se ha comprobado que los archivos parroquiales. Por lo general, han guardado las series documentales desde el primer tercio del siglo XVI, conservándose partidas de nacimientos, matrimonios, así como diversos documentos relacionados con la Encomienda y Vicaría de Tudía.

Jurisdicciones eclesiásticas
Desde sus inicios las poblaciones de la Mancomunidad, surgidas a la Historia en plena Edad Media, se integran, salvo el caso de Bodonal de la Sierra, en la Vicaría de Tudía y Reina. Contra lo que pensaba Rodríguez Blanco (1985: 329), la Vicaría contaba con atribuciones jurisdiccionales y término bien definido. El vicario de Tudía y Reina contaba en un principio con tres vicarios, uno en Llerena, otro en Guadalcanal y otro en la propia villa de la Calera. La polisemia del concepto de vicario y su contenido jurisdiccional originarían conflictos interminables entre las autoridades en contacto, el Vicario de Tudía con su propio vicario de Guadalcanal, o con el Vicario General y el provisor, vicario a su vez del Prior de San Marcos.
En principio el Vicario de Tudía y Reina no tendría sobre sí más autoridad que la del Maestre y la del Prior, y por cima de éstos la autoridad papal. También en el fuero de lo religioso tendría consecuencias la incorporación del Maestrazgo a la Corona, pues los reyes ejercerían su poder a través del Consejo de órdenes, cuyos componentes eran nombrados por decisión real. A pesar de la oposición de Llerena, desde 1567 a 1578 el Prior residió en el Conventual de Calera de León, teniendo su provisor su sede en la Puebla del Prior, lugar que había alternado la estancia de esta dignidad con Llerena, cuando venía a hacer la visita pastoral. En 1580 mudó la sede el prior de Calera a Mérida, y su provisor de la Puebla a Llerena, limitado en sus atribuciones sólo a su provisorato, con exclusión del territorio de Mérida. En diciembre de 1602 volvió el prior a su antigua sede de San Marcos de León, creándose la dignidad de Vicario General, cuyas atribuciones jurisdiccionales se superponían a las del provisor, vicario nato del obispo en cualquier obispado, y por tanto los conflictos entre ambas dignidades estaban servidos y así comenzaron a entablarse inmediatamente. Durarán mientras duren las dignidades, es decir, hasta la extinción de la Orden. Los interminables procesos por cuestiones jurisdiccionales, en última instancia siempre por cuestiones de honra y hacienda, como afirma un autor extremeño del S. XVIII, mantendrán en vilo a los sectores interesados, como los son los clérigos, a los que los conflictos les afectan a la hora de examinarse para confesores o predicadores, o a los aspirantes a clérigos, por sus exámenes de órdenes ; a los capellanes y administradores de capellanías en orden a las visitas de las mismas, cofradías, obras pías y ermitas ; y fieles en general por cuestiones varias, como las relacionadas con las causas matrimoniales, p.e. Esta lucha continua pondría en juego la existencia incluso de una institución tan venerable en la Orden como la Vicaría de Tudía., que a duras penas mantuvo su ser jurisdiccional hasta 1874, muy disminuido desde la sentencia de 1536.
La autoridad religiosa suprema la ejercía el prior de San Marcos, con atribuciones cuasi episcopales, lo mismo que sus vicarios y provisores, aunque sus actuaciones son revisadas por el Maestre y sus visitadores, lo que a su vez y desde muy pronto originaría repetidos conflictos. Para la administración de los sacramentos del Orden y la Confirmación se había de apelar a los obispos de las diócesis limitáneas. Sólo a finales del S. XVIII la Orden consiguió el anhelo, largamente alimentado, de contar con Obispo propio. Demasiado tarde. Los años de la Orden estaban contados, por lo que no pudo incluir más de unos individuos en su nómina episcopal propiamente dicha, el santo obispo, D. José Casquete de Prado Botello. Sus sucesores no pasaron de ser regentes o administradores del obispado priorato, con título de gobernadores eclesiásticos.
La abolición final de las jurisdicciones especiales en 1874 y con ellas las que afectaban a la Orden de Santiago, integrarían a todas las poblaciones de la Mancomunidad, como la propia Llerena y su territorio, en la diócesis de Badajoz, que a su costa dobló el propio territorio diocesano. El llamado Cisma de Llerena sería el último episodio de la resistencia a tal integración y en él se vieron involucrados los pueblos de la actual Mancomunidad. La corta pero jugosa documentación generada por los defensores del Cisma y por sus detractores e impugnadores ha dejado huella en nuestros archivos, tanto en forma de manuscritos como de impresos circulares.
Bodonal de la Sierra, como aldea de Fregenal entraría en tierras de la Diócesis de Badajoz tras la Concordia entre el Obispo de Badajoz y el Maestre Templario de 1553.
Tras la disolución de la Orden templaria fue convertida en Encomienda de la Orden de San Juan, lo que no significó para la población nada más que su condición de núcleo que rindiera los diezmos establecidos a favor del comendador de turno, sistemáticamente ausente. Desde finales de la Edad Media, además, estuvo integrada, juntamente con Valencia del Ventoso e Higuera la Real, en la Vicaría eclesiástica de Fregenal de la Sierra, incardinada en el obispado de Badajoz.

Otras jurisdicciones
La maraña jurisdiccional en que se veían enredados los administrados se complicaba con otras instancias y ámbitos de actuación e intervención, de lo que exponemos a continuación una muestra. Así en lo relacionado con la administración de justicia, los habitantes de la Mancomunidad se las veían en primera instancia con los alcaldes ordinarios de la propia villa, que detentaban atribuciones judiciales; al paso que la segunda instancia estaba en manos del Comendador o en su caso de los alcaldes mayores, gobernadores y corregidores, que para nuestro ámbito lo fueron los de Llerena y Segura de León. Fuente de Cantos primero y luego la propia Bodonal de la Sierra dispusieron de Alcaldes Mayores.
Para instancias superiores tenían que acudir a la Cancillería de Granada, creada en 1505 por los Reyes Católicos. El camino del antiguo reino nazarí lo trillaron continuamente los habitantes de la Mancomunidad, en interminables litigios que vaciaban las arcas municipales, cuando eran los municipios los implicados en dichos litigios. Basta echar una ojeada a la documentación disponible en cualquiera de nuestros archivos, especialmente en el Municipal de Montemolín. En 1790 se creó la Real Audiencia de Extremadura, hacia desde entonces se encaminaron las acciones litigantes de nuestros antepasados.
Otras jurisdicciones se hacen presentes en el espacio y en el tiempo. Así el Alcalde Mayor de Segura de León acumula la subdelegación de Montes y Plantíos, al menos para buena parte del S. XVIII y del XIX. Por tal subdelegación el Alcalde Mayor se encarga de hacer cumplir en toda la Encomienda y en Calera de León la Real Ordenanza de Montes y Plantíos, que menudean desde mediados del S. XV. Contra tal subdelegación y sus abusos protestan airada y repetidamente los pueblos del partido especialmente la propia Llerena. Para la misma época el estanco de la sal, para las villas del occidente de la Mancomunidad, se localiza en Fregenal de la Sierra y por lo tanto en la jurisdicción de su alcalde mayor. En el caso de los conflictos con la Mesta, los concejos se las tiene que ver con su Alcalde Mayor entregador, cuya audiencia localizamos en diversos tiempos indistintamente en Zafra o en Fuente de Cantos, y seguramente que, en otros lugares del territorio, como en Montemolín.
Aunque no siempre estuvo en Llerena, (primero lo estuvo en 1499, luego en Plasencia en 1504, en 1507 volvió a Llerena y en 1524 lo encontramos en Mérida), desde su instalación definitiva del Tribunal de la Inquisición en el primer tercio del S. XVI todos los pueblos de la Mancomunidad quedaron encuadrados en su distrito.
Para el pago de las rentas de la Orden, aparte de la Mesa Maestral localizada en Llerena, los distintos pueblos de la Mancomunidad en los tiempos del Antiguo Régimen pagaban algunos de sus impuestos en otros distritos fiscales, así Fuentes de León perteneció al partido fiscal de Jerez de los Caballeros y con ésta a la tesorería de Badajoz, mientras que el resto de poblaciones de la Mancomunidad lo fueron en la totalidad del partido y tesorería de Llerena, al menos desde 1665 hasta finales del Antiguo Régimen . Hasta 1655 Salamanca "hablaba por Extremadura . . . y mantenía por tanto su control administrativo y judicial en materias fiscales"; a partir de esta fecha Extremadura se constituye en conjunto en partido fiscal, en el que tendrá voz y voto Trujillo, Mérida, Plasencia y Badajoz, Cáceres y Alcántara.

Archivos municipales. Origen y estado de los mismos
Pronto se evidenció que el mejor archivo municipal de la Mancomunidad, por lo que a volumen documental guardado se refiere, es sin duda el municipal de Montemolín, al punto que, por lo extenso de dicha documentación, la catalogación no ha podido pasar del mediados del S. XVII, puesto que había que dedicar tiempo a los demás de la Mancomunidad y otros de fuera de ella. Le sigue en importancia o masa documental el de Cabeza la Vaca, y en tercer lugar el de Segura de León. Obviamente la relevancia de tal masa documental afecta no sólo al ámbito local de estas y las demás poblaciones mancomunadas sino que rebasa sus límites hasta resultar en muchos casos de interés, cuando menos regional, entendiendo por tal un ámbito no administrativo sino territorial, es decir, de un ámbito tan sólo inmediatamente inferior al nacional ; tal es el caso por lo que respecta a antiguas poblaciones santiaguistas hoy en otras administraciones autonómicas o provinciales como son las de Guadalcanal, en la de Sevilla, o Arroyomolinos y Cañaveral de León en la de Huelva, pero también para las del propio límite mancomunado.
Podemos decir que los archivos del territorio nacen con la institución misma, caso de las pilas o parroquias y de los concejos o municipios. En efecto, los concejos contaron muy pronto con documentos variados, especialmente en el caso de que los consiguieron fueros, cartas pueblas o privilegios de contenido vario, que les era preciso conservar, y como en casi todos los casos se comprueba, confirmar sucesiva y repetidamente. En concreto, Montemolín y Segura contaron desde el S. XIII con los documentos privilegios de donación y repoblación respectivamente y sus continuas y repetidas confirmaciones concretadas a su vez en otros documentos, que desde muy pronto tendrían que exhibir ante las personas o instituciones con los que se entraba en conflicto. Andando el tiempo, serían los principales, por no decir únicos instrumentos documentales, que, por su significado, tendrían capacidad de sobrevivir a los avatares de todo tipo sufridos por los archivos, como los que más arriba se expresan y concretan en la descripción particular de cada archivo.
En efecto, los documentos más antiguos guardados en el Archivo Municipal de Montemolín corresponden a 1402, pero se trata de una copia del privilegio de jurisdicción concedido por el mismísimo Alfonso X en 1282; lo inmediatos en el orden cronológico son relativos a las dehesas y similares, también de principios del S. XV.
El de Fuentes de León guarda los Privilegios de los Reyes Católicos, original en pergamino que contiene dos instrumentos principales. Se han conservado sin duda por lo que para el municipio supusieron la carta de privilegio del Maestre Alonso de Cárdenas y la de los Reyes Católicos, que a su vez sobrecartan otros documentos el más antiguo de 1417.
Los correspondientes al FA (Fondo antiguo) son los de deslindes de 1638 en adelante.
El archivo de Cabeza la Vaca guarda el original de las Ordenanzas de 1569, y dos copias del S. XVIII, lo que indica el interés de los administradores locales por las mismas, así como diversos privilegios de 1536 y 1594. Con el de Montemolín, son los únicos que conservan series de actas de cabildo del S. XVII.
Igualmente, del archivo municipal de Calera de León, lo único anterior al S. XVIII que ha legado hasta nuestros días ha sido el libro de deslindes que incluyes interesante documentos o privilegios del S. XVI, como el de la exención del municipio de la jurisdicción de la Encomienda Mayor de León, para integrarse en la de Llerena.
El municipal de Segura de León, que, como otros muchos, ha sufrido la eliminación de documentación por el secretario de turno, en este caso en la década de los años veinte del S. XX, según consta de diversos documentos internos, ha sufrido a su vez el traslado y pérdida de documentos de los años sesenta, por la demolición casi total y remodelación de las Casas Consistoriales y su archivo. No obstante, guarda este archivo algunos privilegios del S. XVI y sus Ordenanzas Municipales de 1602, entre otros documentos de los S. XVI y XVII. Aunque no el original, se localizan transcripciones del Fuero de Población de 1274 y de la carta de Lorenzo Suárez de Figueroa de 1389. Finalmente, la reubicación y ordenación de éste, del de Cabeza la Vaca y Montemolín permiten en la actualidad la consulta de un interesante y valioso fondo documental como el que se refleja en este trabajo.
Otros, como los municipales de Bodonal de la Sierra y Fuentes de León, sufrieron el mal del papel de posguerra, es decir, el de su destino a la fabricación de papel en el ambiente de escasez de la posguerra española de 1936-1939. Siguiendo los criterios espontáneamente fijados a lo largo del tiempo, el de Bodonal ha conservado documentos de deslindes y pleitos del S. XVII, qué a su vez sobrecartan documentos de los siglos XIII y XIV. Igualmente, el de Fuentes, aparte de los privilegios de los Reyes Católicos ya citados, guarda los libros de deslinde desde el primer tercio del S. XVII hasta el S. XIX. Hecho que se repite en los de Montemolín, Segura, Cabeza la Vaca y Calera de León. En el caso de este último, las noticias que de él tenemos son anteriores a esta fase de investigación, ya que sus responsables no han dado facilidades para llevar a cabo el estudio correspondiente del mismo.
Como era de esperar, los estragos del tiempo y la incuria humana han dejado su huella en muchos de estos como de otros archivos de otros ámbitos. De una y otra circunstancia hay pruebas documentadas en los propios archivos o en la memoria oral de los vecinos. La poca disponibilidad de habitación apropiada, las condiciones constructivas de éstas, como se demuestra en la propia lectura de los documentos, especialmente de las actas de cabildo, cuando hacen referencia a ello, el acontecer histórico especialmente el bélico, que en nuestro caso se sustantiva en las guerras de 1808-1811 o de la Independencia, y la de 1936-39, última de las de carácter civil de los siglos XIX y XX, los traslados de la documentación por obras u otras causas, y la propia mentalidad de los responsables municipales de los archivos, respecto a los criterios de conservación y selección de la documentación que conservar o en su caso desechar, son otras tantas causas comprobadas que han influido en cuántos y cómo han llegado los documentos a nosotros .
Sirva como ejemplo el siguiente testimonio debido al secretario del Ayuntamiento de Fregenal de la Sierra, que lo era en 1935:
". . .como a Udes. consta, por acuerdo de la Corporación se está reorganizando el Archivo Municipal, con ocasión del traslado de la documentación a la dependencia construida en la parte de las Casas Consistoriales”. = Ahora bien, el local, aunque amplio, no lo es lo suficiente para alojar en él, no solo la documentación útil y necesaria, sino los documentos y papeles inútiles que desde tiempo indefinido existen actualmente en el Archivo; y, por ello, sería conveniente proceder a la quema de estos últimos. conservando siempre, como es lógico, mediante la oportuna selección, los papeles existentes que puedan tener interés histórico, por constituir justificación de derechos alegables en lo futuro (. . .) = En efecto, de todos es sabido que en los Ayuntamientos hay documentos de gran valor histórico y jurídico, como los fueros, cartas-pueblas, privilegios concedidos por los reyes o por señores de que dependieron, hay documentos justificativos de sus derechos de propiedad, como antiguas donaciones, escrituras, sentencias, itinerarios de caminos, cañadas ; otros relativos a deslindes, (...Jamillaramientos, Apéndices registros fiscales, y otros similares).
Baste esta muestra de doctrina archivera como botón de muestra de lo que decimos, que también documentamos en el AM de Segura de León, y en los hechos que aquí mismo se exponen. En el caso de Fregenal, afortunadamente no se siguió en todo el criterio de su secretario, como consta por los testimonios de la comisión formada al efecto y el catálogo de documentos archivados.
Otra causa es la manipulación o manejo de los documentos por personas determinadas y localizadas en algunos casos concretos. La intervención de expertos e investigadores más o menos cualificados y, en su caso, encargados por vía oficial, también ha dejado su huella en el estado de la documentación, por haberla ordenado según criterios del momento, más o menos científicos o de escuela o, lo que peor, haberla desplazado y distraído con pérdida de la misma.

Fuentes. - Cuadernos monográficos de Tentudía y notas del Dr. ANTONIO GORDON BERNABE
  

lunes, 27 de julio de 2020

Curicheando en la Sierra Norte de Sevilla

"La perdiz alta, difícilmente ba­ja”

Nuestro término, en cuanto a caza se refiere, es, sin duda, el más apropiado para la caza con reclamo, dado a la abundancia de la codiciada "Perdiz Roja", objeto de líneas, dedicadas a la afición de Guadalcanal.
Afición "in crescendo" por la efectividad de sus puestos tan deliciosos y panorámicos, donde se contemplan las habilidades tan exquisitas que nuestro reclamo desarrolla al trabajar las campesinas, al transcurso de los cuarenta y dos días de la apertura de la veda nos ofrece en nuestra zona Norte de Sevilla.

Como pajaritero   empedernido, que  no  toda la  afición consiste en la preparación de: siento, puesto de tela, coche y otros secundarios, sino en el esmero de los reclamos basado en la continua labor de sus espe­cíficos cuidados, vigilancia cons­tante en todos sus aspectos, eli­giendo su colocación, combinada de tal manera que no falte luz, sol, abrigo y atmósfera, para conse­guir su sanidad, perfecto pelecho, y dejarlos en condiciones óptimas para soportar la dura batalla de la anhelada temporada de celo.

El criar pollos para, quizás, ob­tener buenos reclamos, es una aventura difícil y abnegada, ya que necesitan multitud de cuidados y mucha suerte, pero no siempre salen buenos, pudiendo compro­bar esta bondad soltando varios de ellos en una habitación con un reclamo enjaulado, aquilatando así su valentía y su buena sangre, al observar aquellos que le hacen cara, desafiando y curicheando que son los que hay que seguir cuidando hasta su prueba en el campo.

El procedimiento mejor para ob­tener buenos reclamos, es sencillo y hacedero, pues se trata de no dolerse de la cartera; no obstan­te, siempre hay que observar al nuevo "fenómeno" que se compra, en su sanidad, mansedumbre y buenos comportamiento en el pulpitillo, al hacerle las tres pruebas del reglamento pajaritero: sin perdices, con perdices y al matarle el macho primero, para ver cómo tra­baja a la hembra; creyendo inútil la prueba de errar de exprofeso la primera perdiz que entre en plaza.

Con qué entusiasmo se recuer­dan los buenos puestos dados en Los Olivos, Los Arrayanes, Los Ba­rrancos, La Varita, La Alcornocosa, Sierra del Agua, La Utrera y tantos otros que nos proporciona­ron esa inmensa vitalidad latente, que al transcurso del tiempo nos va impulsando esa gran esperanza para poder esperar la venida de un nuevo celo que nos coloque en nuestra salsa, esa salsa especial que necesitamos los buenos aficio­nados a la jaula.
No quiero terminar estos párra­fos sin antes consignar estas "Ad­vertencias" muy constructivas pa­ra todos los que se precien de pajariteros:
"Por San Antón, el capillo al perdigón, y si no están, por San Blas".
“Pájaro con tufo, casi nunca es cuco".
"Campesino que mucho curichea, poco se menea".
"Con heladas, lo probable es no hacer nada".
"Pájaro cobarde cantador, pue­de ser el mejor".
"Perdiz viuda, a los tres días es segura".
"Puesto repetido, es puesto per­dido".
"Pájaro aseador, no es el me­jor".
"Tarde tranquila y algo de calor casi siempre es la mejor".
"El puesto sin monte alrededor, nunca será el mejor".
"El pulpitillo en sitio pelado, es casi siempre un espantajo".
"El que primero llega a un pues­to, es el dueño para todo el tiem­po".
"La perdiz alta, difícilmente ba­ja".
"Cazar muchos compañeros, es estropear los cazaderos".
"Lo ideal, son dos para cazar".
"La perdiz para venir, pendiente tiene que subir".
"Campesino que más de una perdiz guarde, es pájaro cobar­de".
"Si este pájaro entrara, sería el primero que mataras".
"Siempre se tuvo consideración con el cazador de perdigón".
"Y si el cazador es cogido, de­be ser sufrido".

JOSÉ M.ª RIVERO SANZ
Revista de feria 1980

lunes, 20 de julio de 2020

Un alcalde-poeta en Guadalcanal 4

Última parte

…Era sangre d’otras épocas su sangre,
sus agallas parecían d’otros tiempos…;

Bibliografía. –

EL MIAJÓN DE LOS CASTÚOS (1921)
El miajón de los castúos es la obra más popular de Luis Chamizo. Su aparición estuvo propiciada por el mecenazgo de Don José Ortega Munilla, padre del filósofo Ortega y Gasset.
El prólogo, la presentación en el Ateneo de Madrid y varios sueltos en la prensa nacional contribuyeron a dar a conocer esta original muestra de poesía intrahistórica. La primera edición del libro se agotó a los pocos meses, saliendo en el mismo año 1921 la segunda. Escritor regionalista castellano, amigo de Chamizo, fue Julián Sánchez-Prieto, de oficio pastor, pero que con la ayuda de Ortega Munilla y los juicios críticos de Concha Espina se dio a conocer un año más tarde que Chamizo; en la casa del poeta, en Guareña, le dedicó el libro titulado En el chozo con estas palabras: “Para el excelso cantor de Extremadura, Luis Chamizo, con un abrazo de su mejor amigo y devoto (1 agosto 1922)”; a este autor, en su época, se le conoció con el nombre de “El pastor-poeta” y él firmaba como “El pastor de Ocaña, pastor de Castilla”. De esta manera se convirtió Luis Chamizo en un poeta modelo para los escritores regionalistas de Castilla, Andalucía, Extremadura, etc. Sin duda, contribuyó a ello la fama alcanzada en España e Hispanoamérica con El miajón. Eugenio Frutos ha resumido magistralmente el éxito y los efectos de la crítica sobre el libro: “Fue una época brillante, aunque breve. Desde el elogio exaltado de Santiago Vinardell, hasta las reservas de Salaverría sobre el baturrismo poético, la gama de juicios fue muy variada”
            Si reparamos en el subtítulo de la obra, vemos que es Rapsodias extremeñas. Creo que podemos encontrar el porqué del contenido de El miajón; pienso que Chamizo se siente rapsoda, cantor de las hazañas del pueblo extremeño. Veo estrecha relación entre este subtítulo y el pensamiento de Ortega y Gasset en Las meditaciones del Quijote, donde se explica el papel del rapsoda en el edificio de la obra épica con estos términos: “A diferencia del poeta moderno, no vive aquejado por el ansia de originalidad”. Sabe que su canto no es suyo sólo. La conciencia étnica, forjadora del mito, ha cumplido. Julián Sánchez-Prieto, En el chozo, Prólogo de don José Ortega Munilla, juicio crítico de Doña Concha Espina, Madrid, Librerías de Martin, 1922. En la casa de Guadalcanal en la biblioteca se conserva una fotografía del “pastor poeta” dedicada a Chamizo.
Todo, antes que él naciera, el trabajo principal; ha creado los objetos bellos. “Su papel queda reducido a la escrupulosidad de un artífice”. Chamizo fue el técnico que, con el cincel de su verso, se encargó de dar forma a la vida poética del pueblo extremeño; para su pueblo escribió una contemporánea Ilíada, en la que narró las costumbres ancestrales con un lenguaje cargado de arcaísmos. Ejemplo próximo en el tiempo para chamizo fue el poema Mireya de Mistral.
            El miajón de los castúos es un himno dedicado a exaltar las jazañas extremeñas y a dar identidad actual a auna región que dio hombres importantes en el pasado, “que triunfaron en América” y:
Conquistaron pare los reyes de su Patria
los Peruses y los Méjicos;
y llenaron de pinturas sus iglesias,
y palraron su sentir en los Congresos.
(M. 141-144)
            Estos héroes --conquistadores, pintores y oradores—son los protagonistas junto con el pueblo llano de la epopeya étnica de Extremadura. Para el poeta los héroes continúan en los campos extremeños, cuando afirma que «semos... los nietos de los machos qu'otros días/trunfaron en América».
            En este poema se canta la vida cotidiana y heroica del hombre extremeño con sus rasgos etnográficos: el miajón que llevamos los castúos/por bajo e la corteza (M. 55-56), que habita un ecosistema que ama y a la vez le condiciona. El sentimiento colectivo de pueblo agrícola está expresado en los versos: Qu'estos hombres son los machos d'una raza/de castúos labraores extremeños (M. 115-116). Es la tierra labrantía para el hombre extremeño la jembra, la madre, la novia y la hermana (M. 121-126). El saber se transmite de unas generaciones a otras por tradición: qu'ha de saber podar como su agüelo/y ha de saber segar como su padre (M. 443-444).
Obras completas, Madrid, Revista de Occidente, 7 ª edición, 1966, t. l, p. 374. E. Frutos relata cómo conoció el libro de Ortega: “Un dato curioso --dada mi posterior consagracion a la filosofía-- es que Chamizo trajo de Madrid el primer libro de Ortega y Gasset: las famosas Meditaciones del Quijote, cuyos análisis fenomenológicos, que a Chamizo le inspiraban curiosidad y le divertían, me impresionaron vivamente, aunque entonces, claro es que no hubiera sabido denominarlos así” (Vid. Fiesta de mayo, 1976, Guareña).
El paisaje extremeño está surcado por el tren; elemento extraño que rompe el silencio del campo bucólico y espanta con sus silbidos a las yuntas. El tren y la luz eléctrica representan el progreso que el campesino tradicional mira con recelos, de tal manera que el muchacho que ve por primera vez la procesión de Semana Santa dice: Y pa mí qu'a Ella no debía gustale/la lus elertrina pa que l'alumbrara (M. 870-871). Sin embargo, Chamizo acepta las nuevas técnicas de artesanía inventadas por su padre que “endispués de cavilá tuvo el acuerdo/de los conos y los jornos encuadraos” (M. 1.325-1.326) y puso en producción, descuajando el monte, la finca de Vardearenales, al transformarla en la fértil viña: y las cepas dieron uvas/remojás con el süor del tinajero (M. 1.342-1.343).

LAS BRUJAS (1932)
            Las brujas, Arturo Gazul advirtió en la poesía de Luis Chamizo cualidades teatrales en los personajes que monologaban y dialogaban sobre sus dramas vitales con acertado realismo. En las reiteradas visitas de Chamizo a la casa de Gazul, en Llerena, éste le animó a que escribiera una obra teatral.
            Las brujas se enmarcan dentro del teatro regional español, insinuado por Enrique Díez-Canedo, en el ámbito del teatro costumbrista de Arniches, los Álvarez Quintero, etc. Chaizo se acoge a la estética del teatro poético, en verso, que había tenido éxito con las obras de Valle-Inclán, Villaespesa,
Marquina.
            A la forma modernista del verso Chamizo añade el fondo intrahistórico al tratar un tema con profundas raíces en el folklore popular: los amores, el traje, el dialecto, los ritos, etc. Los tres cantos de la obra están inmersos en creencias populares; el primer canto es la historia vulgar de la novia que cede al novio antes de partir para la guerra; en el segundo titulado “El mal de ojo” se apodera el conjuro de la muchacha y en el tercero se resuelve el nudo en la noche de San Juan. Toda la obra se halla envuelta en un halo de superstición y brujería.
 referencias a la cercana guerra de Marruecos contribuyeron a enardecer los sentimientos del público asistente a las representaciones. La técnica teatral es la tradicional en tres actos, sin aplicar las modernas técnicas europeas del momento. Vid. Enrique Segura, prólogo a Las Brujas, Op. cit p. XXII.
El Sol, II-X-30.
El éxito del drama de Chamizo fue, en opinión de Arturo Mori, “acaso el más brillante de la actual temporada”.
            Chamizo escribió también dos libretos de zarzuela; uno de costumbres extremeñas titulado Flor de Luna y otro de ambiente andaluz, Gloria, que debió ser musicado por Pablo Sorozábal; ambos estaban destinados a su amigo Marcos Redondo. Las dos zarzuelas permanecen inéditas y desconocemos quién posee los manuscritos.

EXTREMADURA (1932)
            El libro Extremadura (poema) se publicó en 1942, pero su gestación fue muy larga y solamente se imprimió el canto primero. Los inicios y las vicisitudes por las que pasó esta composición los describe Eugenio Frutos:
«Emprendió la composición de un poema largo, donde palpitaban las virtudes de la raza. Lo concibió como una exaltación del extremeño y de la vinculación a la tierra, y tomó como motivo la antigua fiesta de la Candelaria, cuando se llevaban las candelas --tizones de las hogueras familiares-- a la tierra
vinculada a la familia. El poema se titularía “La Juguera”.
Después el poema cambió, y lo que, andando bastantes años, se publicó fue el poema “Extremadura”, donde se inserta “La noche de las candelas”.
            En 1930, con motivo del homenaje que le tributaron sus amigos en Sevilla por el éxito del estreno de Las Brujas, recitó dos poemas de este libro: “Pelea de gallos en Medellín” y “La jilandera”. Sobre este libro escribió López Prudencio:
“Desde el paisaje hasta la acción, todo está visto y sentido a la luz de la gesta literaria de Extremadura en los días gloriosos de España”.
            El cuadro costumbrista de la pintura de Eugenio Hermoso y de Adelardo Covarsí está perfectamente equiparado con la descripción del tipismo extremeño que hace Chamizo en estos versos:
Al brillar el lucero, los labrantines
aparejan sus bestias.
Van a piernacachones los mozalbetes
en albardas de bálago, bien peripuestas;
en el arzón la bota de vino tinto,
y la moza en las ancas, a mujeriegas,
una mano en el talle del mozalbete
y otra mano en el talle de la vigüela.
(Extr., 517-524)
            El tiempo en este poema no se cuenta por el calendario sino por los trabajos y las fiestas populares: la sementera, la Candelaria, el Corpus, etc. La vida del pueblo transcurre con las creencias religiosas: Bastián y la Mari-Rosa rezan juntos/la oración de la siembra (E. 1.047-1.048) y las creencias supersticiosas: un calenturón negro, por los rincones/reía con su zumba malagorera (E. 89-90), bisarmas de cuentos brujos (E. 229-230), curanderas, brujas, Samparipayo. Las costumbres populares
están reflejadas en las carreras de gallos, el traje regional, la cocina (cuencas de fresno, trincaya, vino de Guareña), las canciones (El gerineldo), los romances, los juegos (tirar a la barra, E. 394), instrumentos musicales, etcétera.

POESIAS CASTELLANAS (1935)
            Hay una segunda edición publicada en 1967. Las fechas de composición van de 1913 a 1926 en los poemas que la anotan; hay otros en que no aparece el año.
            El tema del amor está tratado en “Canto bohemio”, “Fecundidad”, “Trini la zagalilla”, “En el remanso”, “La eterna elegía”, “Rima”, “Romance del tiempo viejo”, “Mi virgencita”, “Renunciación”, “En el azul celeste de tus ojos” y “El último romántico”.
            La naturaleza la canta Chamizo en “Amanecer de invierno”, “La rosa blanca” y “La oración de la noche”. Los temas tradicionales y folklóricos en “Los quintos de hogaño”, “El juramento”. La justicia social se enaltece en “Los héroes sin gloria” y “Mis polichinelas”. El regionalismo se toca en “Nostalgias”, “A Gabriel y Galán”, “Invocación al héroe”.

Hay otras publicaciones, tales como La Nacencia y Poemas Extremeños (1932) y una recopilación publicada en 1967 titulada Obra Poética Completa de D. Luis Chamizo, igualmente caben destacar artículos y cuadernillos publicados en los diarios y revistas de la época, permanecen inéditas una zarzuela andaluza, Gloria, y una zarzuela extremeña, Flor de Luna.


Fuentes. - Biblioteca Virtual Extremeña, Antonio Viudas Camarasa (Obras completa), Asociación Cultural Luis Chamizo (Guareña) y Francisco Arias Solís (Luis Chamizo. La voz del tinajero de Guareña)

lunes, 13 de julio de 2020

Que levante la mano

PLAYA DE GUADALCANAL

¿Pero eso no está en el Pacífico?
La distancia no es el olvido. más bien todo lo contrario. Cuando uno se haya lejos de lo que le importa siempre tiene la memoria, los recuerdos. Se establece un vínculo imaginado y ensoñador que no sólo reduce el tiempo, sino el espa­cio. Cuando se evoca una mujer, hasta casi se puede oler su perfume. Cuando lo que se evoca es un pueblo, en este caso mi pueblo, imágenes, sonidos y sensaciones invaden, como si de una película se trata­se, mi cabeza.

“¿Pero eso no está en el Pacífico?” Ardua tarea la de explicar a los que te inquieren por tu lugar de nacimiento, por qué, siendo de Guadalcanal, uno es sevi­llano y no un aborigen de la Polinesia, con todos mis respetos, por supuesto, para mis hermanos de las Antípodas. Y todo por­que un paisano mío, siglos atrás, desem­barcó en la playa de una isla a la que, como hijo bien nacido, le puso el nombre del pueblo que le vio nacer: Guadalcanal. Una vez terminada la explicación, el interlo­cutor adopta varias posturas. A saber: pro­nuncia un “aaahhh” de curiosidad satisfe­cha, se encoge de hombros con indiferen­cia, o, las menos de las veces "pero de todo hay", no se vayan a creer simplemente no se lo tragan. Y es que la ignorancia es osada. Pero hay algo que inevitablemente sucede. Una vez finiquitada la conversa­ción, retorno al pasado. Comienzan a aflorar a mi mente vivencias, recuerdos, historias, sensaciones, sentimientos, per­sonas... Todo aquello que a lo largo de mi vida me ha acaecido e influido. Y mientras notas que la nostalgia se está convirtiendo en tu compañera de conversación, una sonrisa, mitad feliz mitad melancólica se te esboza entre los labios.

Luego llega una cierta sensación de vacío, de desamparo, de desarraigo. Es como un pequeño soplo de viento helado que te invade el corazón. Y surge la pre­gunta: ¿De dónde soy? Alguien dijo que uno no es de donde nace, sino de donde pace. Algo de razón hay en ello. Pero no es toda la verdad. Max Aub, escritor hispano-francés, dijo, con sarcasmo, que uno es de donde hace el bachillerato. Y yo, mien­tras, miro a un lado y a otro, y mientras me miro en el espejo, tras unos instantes de duda, me digo que el hogar está donde está el corazón.

Y si no todo mi corazón, por lo menos una parte importante de él, o la más pura e inocente estén en Guadalcanal. Está en los recovecos de cualquier esquina. En cualquier rincón de sus blancas calles. Entre los naranjos de la Plaza de España. Sobre el albero del Coso. Sobrevolando las copas de los árboles del Palacio. Atrapado en las pupilas de las mujeres de aquí que un día encendieron en mí las primeras llamas de amor. Y, sobre todo, está entre los olivos que, tiempo atrás, fueron bañados por el sudor de mis padres y de los padres de mis padres.

Vamos que soy guadalcanalense. Es decir, sevillano y andaluz.
Quien pueda decir lo mismo, que levante la mano.


Jesús Rubio
Revista de feria 1994

lunes, 6 de julio de 2020

Un Acalde-poeta de Guadalcanal 3


Yo vía escribir “La Nacencia”
 Tercera parte 

“y las cepas dieron uvas
remojás con el süor del tinajero".

    Aunque paisano de Luis Chamizo, no lo conocí personalmente hasta mis quince años. Estudiaba yo entonces el cuarto curso de Bachillerato y una epidemia de gripe obligó a cerrar el colegio aquel otoño de 1918. Fui con mi familia al campo, a Valdearenales, y nos instalamos en una casa cercana a la del poeta, que la tenía en la famosa «viña del tinajero» de sus poemas.
    Ya entonces había cantado Chamizo a Valdearenales en ligeras seguidillas, por [os años de su adolescencia. En ese otoño del 18 debía tener ya más de veinte años.
    Chamizo había tomado contacto en Madrid con la poesía del tiempo a través de los corifeos más conocidos del modernismo en España: Salvador Rueda, Villaespesa, Nervo, Carrere. Aunque ya tenía afición a lo dramático y a lo pintoresco del color local, sus composiciones en extremeño eran raras y frecuentemente no se sostenía el dialecto a lo largo del poema, sino en diálogos o monólogos puestos en boca de los pastores y campesinos. --Por entonces él consideraba los alejandrinos de “Renunciación” como sus mejores versos--.
    Presentados, en el gran salón del campo, por un amigo común, recuerdo que me recitó dos poemitas: uno ligero y suave “¿Flores? ¿Mujeres?... ¿Qué más da? --Llenan de besos y perfume s -- todo el jardín primaveral”; otro, recién compuesto, describiendo un amanecer en el campo:
Un caldero de migas colgado de las llares
sobre las jaras secas en combustión sonora.
Un cielo de amaranto flotando en el oriente.
Un almaizal de oro velando los lugares
Y un disco de rubíes, que, a la luz de la aurora,
semeja la tiara de un dios omnipotente.
   Algunos de estos poemas fueron publicados en “La Semana”, el periódico de Don Benito, dirigido por el Inolvidable Francisco Valdés.
    Mi amistad con Chamizo continuó en los siguientes años. Durante los veranos solía yo subir a su casa, por las mañanas, con frecuencia. Me suministraba libros o los leíamos juntos. Eran principalmente libros de versos. Pero también allí leí, por vez primera, las “Meditaciones del Quijote” de Ortega y Gasset. En ocasiones, nos entreteníamos en puntuar. --de cero a diez, como ahora en el Bachillerato-- los poemas de Villaespesa y Amado Nervo. En estas lecturas llegamos a Antonio Machado; pero hasta mi ida a Madrid no había de penetrar yo en la nueva modalidad poética, que a Chamizo le era desconocida.
    Su genio alegre y realista le llevaba más a las formas vernáculas. Después del triunfo de “Los consejos del tío Perico”, en los Juegos Florales de Almendralejo, es cuando encaminó sus pasos decididamente por el sendero regional. En poco tiempo escribió los poemas de “El miajón de los castúos”. Solía leérmelos al día siguiente de escribirlos, salvo “La nacencia”, cuya escritura presencié. Llegué a su casa, como de costumbre, por la mañana y entré directamente a su despacho, que abría su puerta en primer término a la derecha, en el caño de casa. Estaba escribiendo.
    “Siéntate un momento --me dijo-- estoy con otra poesía para el libro”. Y me fue leyendo las estrofas del poema conforme salían, casi sin correcciones, de la pluma:
Bruñó los recios nubarrones pardos
la lus del sol que s'agachó en un cerro,
 y los artos cogollos de los árboles
 d'un coló de naranja se tiñeron.
     Pronto estuvo el libro dispuesto y salió a luz pública con el prólogo de Ortega Munilla. Fue una época brillante, aunque breve. Desde el elogio exaltado de Santiago Vinardell, hasta las reservas de Salaverría sobre el baturrismo poético, la gama de juicios fue muy variada. Pero el hecho de haber ocupado este juicio columnas de los más importantes diarios madrileños,
prueba, sin más, el éxito. Para mí adquirió este cuerpo en el banquete que se le ofreció en Don Benito, al que yo asistí, aunque todavía colegial, por bondad de Don José María Manzano. El discurso de Reyes Huerta y una poesía de Vicente Ruiz Medina cita cigüeña describe su parábola —por el ancho zafiro de los cielos-- me impresionaron particularmente en ese
homenaje.
     En sus viajes a Madrid, Chamizo tomó contacto con Ardavín, amigo de Valdés, y con RAMÓN y su tertulia de Pombo. Pero su modalidad poética estaba ya definida.
    Emprendió la composición de un poema largo, donde palpitaban las virtudes de la raza. Lo concibió como una exaltación del extremeño y de la vinculación a la tierra, y tomó como motivo la antigua fiesta de la Candelaría, cuando se llevaban las candelas --tizones de las hogueras familiares-- a la tierra vinculada a la familia. EI poema se titularía “La Juguera”. Después el poema cambió, y lo que, andando bastantes años, se publicó fue el poema “Extremadura”, donde se inserta “La noche de las candelas”. En relación con este poema, tengo que apuntar otro recuerdo personal. En otra de mis visitas al poeta, lo encontré escribiendo y me pidió que le copiara mientras él recitaba los Versos de turno. Fue en una sala frontera al despacho, y. recuerdo a Chamizo paseando y dictándome Un buen fragmento del que siempre he recordado dos versos, que figuran en el libro: “una mano en el talle del mozalbete: y otra mano en el talle de la vigüela”.
     Después de su matrimonio vi menos a Chamizo, pues, aunque conservaba su casa en Guareña, residía habitualmente en Guadalcanal. Las últimas vacaciones de verano que yo pasé en mi pueblo fueron las del año 23, después de cursar segundo de Facultad. Por entonces había yo alcanzado el nivel poético de la época. No sólo me había familiarizado con Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez, con los poetas americanos y con los parnasianos y simbolistas franceses, sino que conocía los primeros libros --entonces recién aparecidos-- de Vicente Huidobro, Gerardo Diego, García Lorca, Dámaso Alonso, Juan Chabás y otros. Hablé de todo esto con Chamizo paseando por la plaza y hasta hube de enseñarle alguno de mis últimos poemitas. Aunque desvinculado de'este movimiento, dio muestras de su aguda sensibilidad poética. A los pocos días me leyó dos poesías en el nuevo estilo. Ciertamente se traslucía el modernismo de sus versos en castellano, pero la aproximación era innegable.
   No he visto después a Chamizo, sino en dos ocasiones: una en Cáceres y otra, hace poco tiempo, en Madrid. Pero seguí su labor y no me sorprendió el éxito de “Las Brujas” pues conocía su maestría de versificador y su talento dramático. Hace muy poco la prensa volvió a recordármelo con motivo de su homenaje. El mío es de gratitud. Por él avancé en mi evolución lírica más deprisa que lo hubiera realizado por mi cuenta. Me desvinculó de los clásicos y románticos --desvinculación que considero tan necesaria como después el retorno a ellos--y me introdujo en la versificación de la época. Mi gusto por lo íntimo y universal a un tiempo, me alejaron de la poesía regional, aunque el campo extremeño sea todavía el manantial más fuerte de mis imágenes. Chamizo estaba especialmente dotado para ello, y eligió sabiamente su camino, aunque podía haber ganado un puesto honroso en la poesía castellana.
    He querido escribir estos recuerdos como fluían de la memoria y del corazón, sin interponer papeles ni citas. Van vinculados a una época de mi vida todavía clara y serena, donde la ingenua alegría de los castúos no estaba envenenada por extrañas doctrinas. A esta alegría sin sombras se me vincula el nombre de Luis Chamizo, que la gozó y supo cantarla.

EUGENIO FRUTOS
MTM - Biblioteca Virtual Extremeña

lunes, 29 de junio de 2020

Guadalcanal Siglo XIX

Correspondencia del Ayuntamiento de la villa

Las prebendas conseguidas por su colaboración a la guerra de la Independencia a este Ayuntamiento de la villa de Guadalcanal por parte de la Real Hacienda, cuyas cantidades fueron hechas efectivas en la persona de don Luis López de Ayala.
Ello permitió realizar algunas obras de urbanización, tales como la fila de casas que flanquea el Paseo del Palacio, en lo que actualmente es la calle Palacio. Para esto, como para la rotulación y numeración de las calles y casas de la población, se formó una junta pericial, de la que se designó como presidente a Antonio Llamazares.

Por un repique general de campanas que, por orden del alcalde don Antonio Moreno Guerrero, se hizo el día 13 de diciembre de 1857, todo el vecindario tuvo conocimiento "del feliz natalicio del Príncipe de Asturias", Alfonso Francisco Fernando Pío. Después del toque de ánimas de ese día, tuvo lugar un concierto en la Plaza Mayor, y al día siguiente se celebró misa solemne, seguida de un "tedeum", en Santa María, a la que asistieron el clero y la Corporación municipal.
Ocho días después, el teniente de alcalde don Carlos Franco Romero se dirigía a Doña Isabel II en los siguientes términos:
"Señora:
El Ayuntamiento Constitucional de la villa de Guadalcanal, provincia de Sevilla, tiene la honra de ofrecer a L.R.P. de V.M. la sincera expresión de júbilo por el feliz natalicio del augusto hijo de V.M. y serenísimo Príncipe de Asturias.
Y el Ayuntamiento, Señora, que reverentemente deposita el homenaje de su lealtad ante el excelso trono que V.M. ocupa, ruega a la vez al Todopoderoso prolongue con innumerables días las vidas preciosas de V.M. y del príncipe heredero, para que, animado por el valor de los Pelayos, adornado de la santidad de los Fernandos, sonreído por la fortuna de los Carlos, dotado por la prudencia de los Felipes y revestido de las altas virtudes que tanto brillan en el reinado de V.M., sobre la ventura de esta gran nación, que fía la gloria de su porvenir en las relevantes prendas de su futuro rey.
Dígnese, pues, V.M. aceptar este testimonio, que con el debido acatamiento tiene la honra de ofrecer a V.M. el Ayuntamiento de esta villa”.
Salas Consistoriales de Guadalcanal, 20 de Noviembre de 1857.
Señora. A.L.R.P. de V.M."

A buen seguro que caló hondo en la femenina sensibilidad de la soberana tan pedantesca como halagadora felicitación, pues he aquí que cuando un lustro después alguien solicitó la real aprobación de los estatutos por los que habría de regirse la Cofradía de la Virgen de Guaditoca, tiempo le faltó para ordenar al ministro de Gracia y Justicia que comunicase a este Ayuntamiento su graciosa concesión.
En sesión extraordinaria que en 25 de marzo de 1863 celebró el Ayuntamiento, con asistencias de los tres párrocos, se acordó fijar las fiestas y solemnidades a las que había de concurrir ambos estados, que fueron:
• Publicación de la bula de la Santa Cruzada. - Se haría en Santa María, con asistencia de la Corporación municipal y Clero de las tres parroquias.
• Funciones votivas de la villa. - Las de San Gregorio y San Atanasio, en Santa María, y la de San Roque, en San Sebastián, con asistencia sólo de sus respectivas comunidades.
• Función de desagravios. - Tenía lugar el domingo infraoctavo de la Inmaculada, y fue acordado que concurrieran el Ayuntamiento y el Clero de las tres parroquias, con sus cruces, haciéndose de modo rotativo entre ellas.
• Procesión general del Corpus Christi. - Se celebraría en Santa María y concurrirían el Clero local y el Ayuntamiento.
• Procesión del Santo Entierro de Jesucristo. - En igual forma.
• Octava del Corpus. - En cada una de las tres parroquias con sus respectivos cleros.
• Titulares de las parroquias. - Asistirían, recíprocamente, las Comunidades de ellas y el Ayuntamiento.
• Letanías mayores. - Se celebran el día de San Marcos, que se veneraba en Santa Ana. Las Comunidades de Santa María y San Sebastián irían con sus respectivas cruces y llevarían a dicho Santo en procesión a Santa María, para, una vez oficiadas las letanías, devolverlo a su iglesia.
• Venida y vuelta al santuario de la Virgen de Guaditoca. - Siguiendo la primitiva costumbre, fue acordado que se haría acompañamiento de las tres parroquias.

En virtud de una serie de superiores disposiciones que, con carácter general, fueron promulgadas en este siglo, con el fin de transformar la propiedad fija y estancada en propiedad libre y circulante — que no otro fue el móvil desamortizador, el Municipio fue expropiado de aquellos terrenos — tantas veces mencionados que componían sus bienes comunales. El origen de la mayor parte de estas propiedades concejiles se remontaba a las concesiones santiaguistas, y desde antiguo las disfrutaron comunalmente los vecinos y moradores de la localidad, de acuerdo con las condiciones y limitaciones que el Municipio imponía, según consta en las Ordenanzas municipales, que fueron aprobadas por el Consejo de Castilla en 1674.
No es necesario encarecer la tremenda convulsión que en el orden económico se hizo sentir, con tal despojo, entre el vecindario en general. Por ello, el Ayuntamiento, consciente de la gravedad del problema, no desmayó un instante en el arbitrio de soluciones encaminadas a remediar en lo posible la funesta situación.
Concretamente, en 1862, el alcalde don José Sánchez Vida, deseoso de devolver al pueblo su secular prerrogativa, solicitó del Gobierno Civil de la provincia la devolución de dichos terrenos, para lo que nombró una comisión, que formaron don Miguel Ramos Lobo, don Juan Rivero y don Francisco Espino, encargada de elaborar un minucioso estudio por donde se viniera a demostrar la inveterada costumbre de esta población en el disfrute de dichas tierras, amén de un sinfín de pormenores acerca de la importancia económica que tal utilización comportaba. Y al año siguiente, un grupo de vecinos, representados por los también guadalcanalenses don Ignacio Arcos Albarrán y don Francisco Romero Burgos, se dirigieron a S.M. en el mismo sentido. Siempre, el silencio administrativo... Y, mientras, la pobreza hacía estragos entre nuestros abuelos.
De entre las fincas enajenadas, las de Plasenzuela, El Donadío, la dehesa de Estaban Yanes, La Zarza, Monforte, la dehesa de la Vega y Santa Marina, fueron valoradas en 332.100 reales. Pero he aquí que en 1865 aún no habían sido devengados a este Ayuntamiento los intereses, que importaban 1.536 reales. Por ello no puede menos de sorprender el que todavía les quedara humor a aquellos munícipes para que presentaran una "atenta y razonada exposición" al ministro de Hacienda solicitando dicho dinero, según lo determinaba (¡además!) una ley de 5 de julio de 1856.
Pero, como a lo que parece, casi nunca vienen solas las desgracias, el 17 de septiembre de este mismo año de 1865 en este Ayuntamiento, dióse cuenta de un escrito que con fecha de 22 de agosto último presentó don Francisco de Ortega y Ayala y doña Ramona de Ortega y Arana, naturales y vecinos de esta villa, por el que manifiestan que por el Juzgado de Primera Instancia de la villa de Cazalla (el título de ciudad le viene a Cazalla de la última dictadura) se ha declarado a los dichos y al difunto don Juan Romero la propiedad y el derecho a percibir los réditos de los censos pertenecientes a la obra pía fundada por don Nicolás de Toledo, impuesta sobre los propios de esta villa, para atender determinadas instituciones, invirtiéndose en ella sus decursos, los cuales han caducado por la extinción de los conventos de regulares de San Francisco de esta expresada villa y el de la de Jerez de los Caballeros; resultando de autos que las anualidades que se hallan sin satisfacer son desde el año de 1840 inclusive hasta la fecha, que a razón de 5.000 reales cada anualidad, importan 125.000 reales; y solicitan, como legítimos herederos de los referidos capitales, el que se incluya en el presupuesto municipal ordinario una anualidad corriente y otra en concepto de atrasos, hasta extinguir la deuda. El Ayuntamiento, visto el informe presentado por la comisión encargada de la búsqueda y estudio de los antecedentes que resulten acerca del asunto manifiesta:
1°. Que, atendiendo la mente del fundador, y en el caso de que hoy pudiera cualquiera considerarse con algún derecho al censo de que se trata, lo serían en primer término instituciones muy respetables que carecen absolutamente de recursos, como son la Beneficencia e Instrucción pública.
2°. Que la personalidad de don Antonio Ors para hacer la transacción que practicó con el señor Ayala y consortes no estaba legalmente acreditada, porque de ella no figuraban ni se dio participación a las corporaciones que pudieran hallarse inmediatamente interesadas en el asunto, por cuyas circunstancias deben considerarse nulas y de ningún valor todas aquellas diligencias.
3°. Que la administración interina concedida al señor Ayala, mientras no se declara la pertenencia de la obra pía, puede ser en extremo perjudicial cuando andando el tiempo se declare a favor el Estado u otra cualquiera institución, puesto que éste no podría reintegrar a las personas o corporaciones a quienes se adjudicaran legalmente estos derechos.
4º. Que, suponiendo válida la declaración de administradores que ostentan los reclamantes, estos no tienen hoy ni aun acreditada su personalidad.
Y, por último, que, siendo también posible la falta de titulación legítima o, en otro caso, la redención del censo que se declara, no debe atenderse en manera alguna la solicitud de los reclamantes mientras no presenten en su favor otras pruebas y documentos que acrediten sin género alguno de dudas que son los únicos que tienen derecho a percibir las cantidades que se declaran".
Menos mal que, como se ve, los sufridos munícipes supieron esquivar hábilmente la aleluya del último de los Ortega, el cual —porque acaso dormitara sobre los laureles de su principalía- permanecía ignorante de las graves circunstancias que el pueblo atravesaba.
A un extremo tal llegó la situación, que por la Corporación municipal, integrada por don Cándido Venegas, don Narciso Calleja Galindo, don Ignacio Arcos Albarrán, don Francisco Rivero Palacios, don Antonio Fontán, don Antonio Moreno Guerrero, don José Barragán Palacios, don José de Castilla y Grajera, don Antonio Rivero, don Marcos Alvarado, don Manuel Arcos, don Juan Rivero, don Ramón Rivero y don Ignacio Vázquez, puesto que el paro era casi absoluto, se acordó dar, para su explotación, la llamada Dehesa Boyal a aquellos vecinos que lo solicitarán. Como se sabe, esta dehesa —que era uno de los escasos bienes que a la sazón restaban al Municipio- desde antiguo estuvo destinada al pasto de ganado vacuno de los vecinos y moradores de la villa.
Sus límites eran: al norte, la senda de los Sayales; al sur, la ribera de Benalija; al este, la dehesa del Hornillo, y al oeste, el arroyo de los Molinos. De las 350 fanegas de cabida de trigo de sembradura de que constaba la citada dehesa, se hicieron lotes de cuatro fanegas cada uno, y fueron entregados a aquellos vecinos que, al tiempo del contrato dispusieron de los 56 reales que fijó el Ayuntamiento a título de impuesto.
Lógicamente, la precedente medida minifundista, amén de revelar la buena voluntad de los regidores, en poco remediaría el decisivo malestar. Por ello, en 1869, ya puestos a probar todas las suertes, se dirigen a las Cortes en los angustiosos y aduladores términos que sigue:
"... La desamortización, a no dudarlo, un principio fecundo y positivo de prosperidad, que, abriendo un extenso campo al interés privado, viene a redundar en beneficio y fomento de la riqueza individual y colectivamente considerada. Pero si razones de Estado y la conveniencia general exigen la reforma de las leyes desamortizadoras para que el pueblo todo pueda ser partícipe de aquellos beneficios, no menos la reclaman las circunstancias especiales de algunas localidades que, como ésta, puramente agrícola, no contaba con otros elementos de vida más que el disfrute común de sus terrenos baldíos, que estos laboriosos vecinos, a costa de muchos trabajos y sacrificios, habían metido en condiciones de aprovechamiento y cultivo.
Consecuente, pues, a la Ley de desamortización de primero de marzo de mil ochocientos cincuenta y cinco, y no obstante que el aprovechamiento común de terrenos baldíos de que antes se hace méritos fue practicado, consentido y respetado desde tiempo inmemorial, han sido enajenados en su mayor parte y pasado a manos de un corto número de compradores, dejando por consecuencia reducida repentinamente a esta población a la más espantosa miseria.
Poco queda que enajenar; pero, sin embargo, haciéndose un reparto a censo recensativo entre los vecinos pobres, podría repararse en algún tanto el daño causado. Y a este propósito se dirige el Ayuntamiento de esta villa a los diputados de la Nación don Manuel Carrasco, don Antonio Ramos Calderón y don Federico Caro, inclinando su ánimo para que, prestando apoyo con su palabra y voto al proyecto de ley que ha presentado a las Cortes los señores Bueno, García Ruiz y otros diputados referente a los bienes propios y baldíos, se alivie en lo posible la triste y angustiosa situación en que se halla la clase pobre de esta localidad..."
Del nulo eco que tuviera esta exposición da idea el que, al mes siguiente, el Gobierno Civil extendiera autorización para deslindar la dehesa del Hornillo, que había sido adquirida por el vecino de Ahillones don Eduardo Maeso de la Fuente en pública subasta. Y esto, ya, acabó con la paciencia del Ayuntamiento, el cual, tan vencido como desmoralizado, en 28 de agosto de 1870 otorga poder al diputado constituyente y vecino de Sevilla don Manuel Pastor y Landero para que ante el Gobierno Civil gestione autorización para vender el resto de los propios. Y el 10 de septiembre del año siguiente, se recibió un despacho del Ministerio de Hacienda por el que se autorizaba la enajenación de la dehesa del Encinar, último reducto del estrago desamortizador.

Al propio tiempo, también dentro de la misma población se hace notar, si de distinta índole, la tónica expropiatoria que dio el siglo. Aquí lo es la Junta Provisional Revolucionaria, que, en 1868, anticlerical ella, consiguió del Ayuntamiento que se subastase el hospital de Santiago, sito en la calle de San Sebastián, yéndose a instalar la entidad benéfica a la llamada Bodega del Sol, de la calle de los Milagros, que, por ser propia del Estado, fue necesario instruir el oportuno expediente. Y, seguidamente, se apropia de las iglesias de San Vicente, Los Milagros y la Concepción, poniéndolas a disposición del Ayuntamiento, a fin de que éste las destine a alguna utilidad pública material. Sale al paso el alcalde, don Antonio Moreno Guerrero, argumenta que, para realizar legalmente tal despojo, es preciso el consentimiento del Gobierno de la nación; pero que no estaba del todo resuelto a defender los edificios señalados lo prueba el hecho de que, cuando el cura de Santa María, don Juan Clímaco Roda, eleva ante el Gobierno Civil una enérgica protesta en tal sentido, la primera autoridad local informa, por orden del gobernador, que un pueblo que sólo tiene cinco mil almas, con las tres parroquias con que cuenta puede perfectamente subvenir sus necesidades espirituales. Sin embargo, y a pesar de lo adverso de los tiempos, en esta ocasión sí prosperó la gestión de la curia.
En 4 de octubre de 1868, la Municipalidad, presidida por don Leonardo Castelló y Donoso, tomó el acuerdo que sigue:
"El Ayuntamiento de Guadalcanal, como fiel intérprete de los deseos de sus administrados y cumpliendo, a la vez, con un deber de conciencia por parte de todos los individuos de que aquél se compone, ha acordado por unanimidad que la calle de Camachos de esta población sea conocida y rotulada con el preclaro nombre de López de Ayala.
Los hijos de este pueblo que vieron nacer al poeta insigne, honra de las letras españolas, recuerdan orgullosos a su paisano y le tributan el homenaje de su gratitud y cariño.
Su talento y tacto, su constancia y arrojo, han influido eficazmente por la salud y libertad de la patria. Por ello, quieren dejar escrito con caracteres indelebles la memoria y servicios de tan esforzado patricio.
Cuyo acuerdo original se remite a dicho señor para su satisfacción y fines propuestos".


Hemerotecas. - Rafael Spínola