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lunes, 13 de abril de 2020

La próxima vez te traes la fiambrera

Puente de San Benito. Foto Santi

Lento pero seguro


Amigo Pepe:
Te envío esta carta para darte las gracias por tu invitación a la Semana Santa de Guadalcanal, por cierto, joder que lejos queda tu pueblo.
Te voy a contar mi experiencia para llegar a tu pueblo desde Sevilla, como me dijiste, para aprovechar el día hay que madrugar, así lo hice, a las 7,00 de la mañana estaba ya en la Estación de Córdoba de Sevilla con mi maleta para ir a tu encuentro, a las 7,10 horas había anunciado un tren con destino a Mérida que tú me aconsejaste, un llamado tren correo, vi la hora de llegada a Guadalcanal, a las 11,46 horas, “lento pero seguro”, me dije, monté y le pregunté al revisor si esa era realmente la hora de llegada, este me respondió: “joven este tren es lento por circunstancias de servicio, puede que lleguemos a su hora o tal vez un poco más tarde, nunca se adelanta a su horario”
                Durante cinco horas disfruté de la compañía de gente variopinta en el vagón, todos me comentaban que este tren esperaba a todos los empleados de correos y cosarios de la zona, a veces se para en mitad de la vía me dijo un hombre mayor. Contemplé con paciencia los maravillosos paisajes de la vega sevillana y las no menos espectaculares dehesas y montes de la Sierra Morena, a esta celeridad como vengan los bandoleros a galope de sus caballos, se montan, nos roban y siguen su camino sin parar el tren, pensé.
         Por fin, a las 12,10 horas llegó a la estación de Guadalcanal, eché un vistazo al maravilloso paisaje y monté en el llamado coche correos, un vehículo de los que ya están retirados de la circulación en Sevilla y objeto de museo, no viene mal de hora hoy el correo, comentó un hombre muy simpático que los viajeros identificaban como Carmelo.
         ¿Dónde va el joven?, me preguntó el hombre al montar, a Guadalcanal le dije a casa de un amigo Pepe, me sonrió y me dijo, vale pues le dejo en La Puntilla, el pueblo no es muy grande, espero que sepa el mote, aquí hay muchos Pepes.
Por fin, a las 12,30 del Domingo de Ramos llegué a La Puntilla, última parada joven me dijo Carmelo, me recibió un repique de campanas y no muy lejos se oía la música que acompañaba a la procesión, allí estabas esperándome para ofrecerme tu hospitalidad, recuerdo que me preguntaste si quería un café y jeringos del Calé, vale porque vengo con más hambre que un soldado de provincias, “la próxima vez te traes la fiambrera”, me dijo mi amigo Pepe y su novia entre sonrisas, ya aprenderás que cuando sales de Sevilla hay que ir preparado para un largo camino hasta llegar a Guadalcanal, acoso pensabas que cuando vamos nosotros a Sevilla no vamos preparados con paciencia y viandas.
Por cierto, sé que te llamas Pepe y conozco tu apellido, pero me gusta más llamarte por tu mote, es gracioso, me gustó la frase de tu abuelo cuando me dijo que en Guadalcanal el que no tenía mote no era nadie.

Juan Carlos Mena Osorio
Revista de Feria 1968


Amigo Juan Carlos, tuviste suerte de llegar a Guadalcanal con hora de ver la procesión aun madrugando hace más de medio siglo, en la actualidad en tren no hubieses llegado, solo hay uno y llega a la hora de la merienda.

lunes, 6 de abril de 2020

Historia de las Minas de Plata de Guadalcanal 4/8



Llegan a España, a través de Guadalcanal, los procesos de amalgamación. -

Continuación.-
A principios de 1557 se concertó con el Mosén Antonio Boteller (1630-1566), vecino de Nueva España (México), que aplicase el método de amalgamación en las minas, aunque éste no debió llegar a Guadalcanal hasta 1562. En Memorial de 29 de junio, donde se bautiza como inventor de sacar plata de los metales por beneficio de azogue, dice que vino a estas minas e “hice ciertos ensayes en ella” (González, 1831, II: 84 y ss.). Boteller recibió dinero para comprar cedazos, tinas, estopa para mangas, vinagre y sal, entre otros. Por una carta del Tesorero de las Minas de Guadalcanal, de 30 de octubre de 1564, conocemos el proceso: el mineral molido se metía en las tinas, donde por adición de mercurio (con salmuera y vinagre) y con agitación, se obtenía, tras varios días, la amalgama, así después de haberse formado las pellas de la aleación se lavaban y exprimían para sacar el azogue excedente; más delante de ellas se obtendría por calentamiento la plata (desazogue) (González, 1831, II: 158-159). Los materiales adquiridos y el método descrito concuerdan con el proceso metalúrgico enunciado por Vanoccio Biringuccio (1480-1539) en De la Pirotecnia (1540) y tienen poco que ver con el método de patio de Bartolomé de
Medina (Puche et al, 1996). Asimismo, se le permitió usar los dos ingenios de mazos existentes para la molienda (pensamos que se trata de molinos de pisones o almadenetas, accionados por caballerías y árbol de levas, los cuales se instalaron con rapidez en la minería americana.
Señalan Mafia y Rúa de Figueroa (1871, II: 91) que se tomó asiento con Boteller en 1564, pero la aplicación del método en menas de baja ley, que no podían beneficiarse por fuego, sufrió: “notables contrariedades” por ser más el coste que el beneficio. En un informe de 6 de diciembre de 1564 se señala: “por la vía que los beneficia se tiene poca esperanza de sacar beneficio de su asiento” (González, 1831, II: 163). Boteller fallecería en Guadalcanal en mayo de 1566 sin lograr que su objetivo llegase a plenitud.
El 13 de enero de 1567, desde las minas se dice que traería mucho provecho para la Real Hacienda se buscase a una persona que supiese beneficiar con el azogue las tierras y metales de baja ley. Es la época en que merman los minerales de altas leyes y la explotación se vuelve más costosa por la profundidad de las labores, pero quedan terreros, lamas y escoriales pendientes de beneficio. En febrero, se hizo asiento con Francisco Pérez de Canales y su hijo Juan para que “los beneficien con su industria con azogue” y se les autoriza para que compraran hasta diez quintales de mercurio en Almadén (González, 1831, II: 198-199). Al igual que Boteller se quedarían con una parte de la plata obtenida. Asimismo, adquieren los útiles dejados por Boteller (González, 1831, II: 206), luego suponemos usaban el mismo método.
Las cosas no sabemos si iban del todo bien, o tal vez, aunque el rendimiento era bajo, no había otra posibilidad, el hecho es que se hizo nuevo asiento para aprovechar las lamas (no escorias u otros desechos), a 20 de diciembre de 1570.
En carta de Agustín de Zárate al Rey, de 29 de mayo de 1571, pide que Francisco Pérez de Canales “se le preste un horno para fundir metales pobres que no se abrazan con el azogue” (González, 1831, II: 376) y así, el 12 de octubre de 1571, se tomó asiento con Pérez Canales para que pudiese beneficiar con fuego los desechos de metales que no pudiera hacerlo con azogue (González, 1831, II: 379), pero el 13 de noviembre Pérez de Canales no podía seguir con su asiento por que el relave de los metales pobres no tomaba bien el azogue (González, 1831, II: 379). Francisco Pérez de Canales se fue a finales de 1572 al río de la Plata, quedando al frente del asiento su hijo Juan.
Se suceden los fracasos en la introducción del método de amalgamación. En las minas americanas también hubo problemas, sobre todo al pasar de la zona de oxidación a la de cementación, al cambiar la mineralización de los ‘pacos’ a los ‘negrillos’ (Puche et al, 1996). Asimismo, en Guadalcanal el nivel freático era poco profundo y la mena estaba formada por sulfuros y sulfosales que debían sufrir un proceso de tostación previa, pero esto parece ser que aún no se había descubierto.
Agustín de Sotomayor, vino desde México a España hacia 1572. En la obra de Tomás González (1831, II: 404-414) se recopila una carta de Sotomayor a S.M., de 20 de abril de 1573, sobre el orden que ha de tener en descubrir minas y en beneficiarlas, donde se recogen sus conocimientos metalúrgicos. De allí sacamos un ejemplo: el metal seco, que es el que tiene poca plata (era el caso del mineral de Nueva España), se muele en ingenios y se mezcla con azogue en una artesa. A cada quintal de mineral se echan una cantidad variable de onzas de azogue en función de su ley, por encima se arroja una salmuera concentrada, esto se remueve con pies o manos, y luego se deja varios días en reposo, para que “se enjugue e incorpore el azogue”. Para acortar este tiempo se pueden emplear unas estufas donde se echa el metal y el vapor de agua generado penetra en la mezcla y la cuece “tan suavemente que el azogue no se quema”. Los 20 días que el metal tardaba en dar la plata en frío por el método de las estufas se quedaban en diez (González, 1831, II: 411-412). No comentamos la insalubridad del método, así como de otros procesos habidos en estas minas, que causaron numerosas enfermedades laborales.
El 12 de agosto de 1573 se hace asiento, por dos años, con Agustín de Sotomayor sobre el descubrimiento, labor y beneficio de las minas de estos reinos, en particular de las del término de Guadalcanal y agregadas (Aracena, Cazalla y Galaroza). Por tanto, debía no sólo extraer el mineral, sino realizar el beneficio, bien fuese por fuego o bien por azogue, y hacer los ingenios, hornos e instrumentos que necesitase (González, 1831, II: 422). Señalan Mafia y Rúa de Figueroa (1871, III: 176) que “hizo ensayos comparativos con el método allí en uso, siendo excelentes los resultados según Sotomayor y funestos según el parecer de los que regían aquellas minas. Pidiose (a 3 de enero de 1574) la repetición de estos ensayos, y aun cuando Sotomayor accedió a ello, no volvió a Guadalcanal.

Una nueva etapa

La presencia de Jerónimo de Ayanz y su máquina de vapor para regular las minas. -  
En 9 de enero de 1582, se tomó asiento de las minas viejas de Guadalcanal con Juanes Julius, médico natural de Arrás, en el condado de Artois (Norte de Francia, entonces Flandes) y con el licenciado Ferdinandus Favolius, de Colonia (Alemania), los cuales a parte de la concesión de las minas podrían aprovechar lo que quedase de la antigua explotación (tornos, fuelles, bombas, maromas, etc.), pero tendrían que pagarlo cuando obtuviesen beneficio (González, 1831, II: 600-606). Las minas se empezaron a trabajar de nuevo el 7 de agosto de 1583 (González, 1831, II: 608). Pero, por la relación que manda en verano de 1585 el Administrador puesto por el Estado, Hernando Delgadillo, sabemos que trabajaban en las minas unas 40 personas (muy pocos de ellos en interior) y se fundía en dos hornos, afinaciones aparte.
Además del uso de la fundición, siguieron amalgamando los minerales pobres: “Los desechos que han parecido útiles para el azogue se han ido reservando para él, los cuales se van beneficiando”. Y se prosiguió con las obras del socavón de desagüe, pero como la roca era dura tuvieron que ablandarla con fuego (método de las caldas) (González, 1831, II: 615). Vemos labores esporádicas, intentos frustrados, pero actividad más o menos continuada.
Pese a lo decaído de las minas, llama la atención que en las Nuevas Leyes y Ordenanzas de Minas de Felipe II de 1585, cualquier persona, nacional o extranjera puede buscar y beneficiar minas, exceptuando Guadalcanal y minas anexas que quedan a disposición de la Corona (Calvo Rebollar, 1999). Parece como si la Corona no perdiese la esperanza de volver a sacar provecho de estas minas que tanto le habían dado. Es en este contexto, cuando, en 1587, el capitán Joan Magarit trató de desaguar las minas aportando un ingenio inventado por él, pero sin gran éxito (García Tapia, 2001). Desconocemos las características del ingenio.
El 30 de septiembre de 1596 se envió al capitán Diego Galván como Visitador de las Minas, el cual informa de malversaciones realizadas a la Real Hacienda por Hernando Delgadillo. Para comprobar estos datos, en noviembre de 1597 se enviaron a Guadalcanal a varias personas, que confirmaron las malas prácticas. Por aquellas fechas (8 de julio de 1597) Gerónimo de Ayanz (1553-1613) ya había sido nombrado Administrador General de las Minas del Reino (incluyendo las de América) y pronto corrió la noticia que iba a visitar estas minas (González, 1831, II: 622-624). Señala Gerónimo de Ayanz “S.M. me mandó á ocho de julio del año de mil quinientos noventa y siete fuese á visitar las minas de estos reinos”. Tras recorrer numerosas explotaciones mineras, del centro y sur de España, llegó a Guadalcanal, donde hizo asiento para reconocer aquella tierra y mina. Allí comprobaría que las labores de Pozo Rico estaban en más de 130 estados (>217m) de hondura, la madera de los adames podrida y el pozo del ingenio de desagüe hundido. Ante la imposibilidad de recuperar este último pozo, Ayanz ordena entibar algunas labores colindantes. También prospecta personalmente los filones aflorantes en la zona, encontrando bonanzas y pozos antiguos tapados (Tomás González, 1831, II: 626-630)
En 1608, Ayanz había dejado el cargo de Administrador General de las Minas del Reino, tal vez para dedicarse a la actividad privada. Así, con fecha 3 de agosto de 1611, se da cédula al Dr. Simón de Meneses (del Consejo de S.M. y Oidor de la Real Audiencia de Santo Domingo), Gerónimo de Ayanz, Dionisio L’Hermite (comerciante flamenco, residente en Valladolid) y Pedro de Baeza (minero de Guadalcanal) para beneficiar la mina vieja de Guadalcanal del Molinillo y la del Cotorrillo (González, 1831, II: 648)
En 1602, Ayanz había presentado al Rey una serie de inventos y pide que estos sean revisados por algunos matemáticos e ingenieros, es el caso de un hornillo de ensayos, un nuevo tipo de balanza, un equipo de buceo para recolectar perlas, una desazonadora, un mecanismo de ventilación de minas, una máquina de vapor para desagüe de explotaciones mineras o diversos aprovechamientos de energía eólica o hidráulica en la molienda de mineral o en la metalurgia, entre otros. Buena parte de los inventos de Ayanz responden a las necesidades que se le plantean en las minas que visita. La revisión de la calidad de los diseños fue realizada por el ingeniero militar italiano y profesor de Matemáticas Julián Firrufino (†1604) y por el experto en Geometría y Cronista Mayor del Reino Juan Arias de Loyola, que dieron su visto bueno. En septiembre de 1606, Felipe II concede privilegios de invención (patentes) a 58 inventos de Ayanz (García Tapia, 1992). Señala García Tapia (2000). “Las ricas minas españolas de Guadalcanal se habían perdido a finales del siglo XVI, precisamente por la inundación de sus pozos, al no suponer de máquinas lo suficientemente potentes para desaguarlas. En estos momentos es nombrado Ayanz administrador general de las minas, lo que sirve de acicate para inventar ingenios de desagüe de nuevo tipo, llevándole a inventar un ingenio de vapor “(García Tapia, 2000). Esta máquina de vapor es anterior a la de Tomás Savery (1650-1715), la cual sería puesta en marcha en 1696. En la biografía de Ayanz, de García Tapia (2001), en la parte dedicada a las minas de Guadalcanal, hay un epígrafe titulado: ¿Llegaron a trabajar las máquinas de vapor en las minas?, donde el autor defiende con fuerza esta posibilidad, aunque no hay datos concretos al respecto.

ETSI Minas y Energía, Ríos Rosas 21, 28003 Madrid

lunes, 30 de marzo de 2020

Guadalcanal siglo XVI 2/2

Economía, comercio y sociedad en época de crisis (2) 

1.       CONSIDERACIONES GENERALES.

La economía del partido de Llerena en el siglo XVI es, como casi en toda España. esencialmente agraria. La agricultura y la ganadería son en todas las poblaciones estudiadas las actividades dominantes, tanto por el valor de la producción como por el porcentaje de población acusa empleada en ellas. La agricultura, casi exclusivamente de secano, descansa sobre los cultivos de cereales, especialmente trigo y cebada, a los que se dedica la mayor parte del terrazgo, en tanto que la ganadería, cuya importancia real era inferior a la que podíamos suponer, se basa de forma preponderante en la explotación del ganado ovino, que en buena parte procedía de fuera.
La artesanía y el comercio eran sectores muy reducidos. Sí se exceptúa la capital, Llerena, donde se registra una actividad artesanal y mercantil superior a la normal de la zona. en el resto del partido las actividades secundarias y terciarias, ejercidas por muy pocas personas, se limitaban al mínimo imprescindible:
la producción de algunos artículos básicos para satisfacer la demanda local (cueros, zapatos, aperos agrícolas, ciertos géneros alimenticios, etc.), la construcción y el pequeño comercio de productos agrarios y textiles. La minería, que en la segunda mitad del siglo anterior había tenido una notable importancia gracias sobre todo al fulgurante, aunque efímero, desarrollo de las minas de plata de Guadalcanal (1), es en el siglo XVI                                                    un sector completamente abandonado, que no da ocupación a más que a tres o cuatro viejos ilusos buscadores de plata. Por estas razones, el presente capítulo se reduce precisamente al estudio de la agricultura y la ganadería, extraordinaria para las comunidades vecinales y sus ayuntamientos. Aunque de forma insuficiente, la existencia de extensas fincas municipales contribuía a paliar el problema generado por el desigual reparto de la propiedad, facilitando que, en algunos casos, los campesinos sin tierra o con propiedad insuficiente pudieran encontrar un recurso complementario para no vivir en la indigencia.
Los montes, especialmente, constituían un pequeño seguro para la mayoría de las economías familiares, que pueden aprovecharlos con algunas, pocas, cabezas de ganado, principalmente de cerda, además de obtener lena y algo de caza, lo que les garantizaba un nivel de subsistencia. Sin embargo, los humildes no fueron los principales beneficiados de los bienes comunales. En el siglo XVI, las mejores tierras mundiales, las dehesas, estaban generalmente sustraídas al aprovechamiento común, pues las crecientes necesidades financieras de los ayuntamientos, causadas sobre todo por el incremento de la presión fiscal, determinaron que estos procedieran a arrendarlas a particulares mediante un sistema de publica subasta. El problema se acentu6 en la segunda mitad de siglo, a partir
del momento en que se disparan los gastos por la guerra de Portugal, y paralelamente del endeudamiento de los muñidlos, que se vieron obligados a hipotecar sus propios en censos al quitar, que originaban nuevas deudas. Al finalizar el siglo, la situación financiera de los principales ayuntamientos era extraordinariamente grave. Llerena tenía sus propios hipotecados por el Convento de Monjas de la Concepción de Guadalcanal, al que debía pagar por un censo 9.270 reales anuales, y otras sensualidades a los que adeudaba los réditos de diferentes años.
Con el objetivo de sanear la hacienda municipal, una Real Cedula del 2 de diciembre del 1693 autorizaba al Cabildo de Llerena a empeñar la dehesa del Encinar, la más predada de todas sus dehesas, a la obra pía fundada por el capitán Diego Fernández, que ofreció por ella 552.795 reales de vellón (27).
Por las mismas fechas, el estado de las finanzas del Ayuntamiento de Azuaga era tan difícil que sus propios estaban administrados por la Real Cancillería de Granada (28). Igualmente, otros municipios como el de Bienvenida, Guadalcanal y Los Santos sufrieron grandes apuros.
Ahora bien. prescindiendo de esta cuestión que se nos antoja insoluble, un hecho parece cierto, la concentración de la mayor parte de las tierras en un pequeño número de propietarios. Existen indicios que invitan a pensar en ello.
Si se examinan, por ejemplo. los expedientes de arrendamiento de las medias innatas y vacantes de las encomiendas, se comprueba la existencia en las villas importantes de un bajo número de personas, que participan en las operaciones de arrendamiento y ofrecen fianzas en tierras, cuya superficie supera casi siempre las 200 fanegas de sembradura. El caso más llamativo que conocemos es el de Don Pedro Iriarte Ponce de León, yerno y regidor perpetuo de Guadalcanal, que en 1690 aseguró el arrendamiento de la encomienda de esta villa poniendo como fianza, entre otros bienes, 1.500 fanegas de tierra, tres heredades de viña y un olivar (38). Podríamos mencionar otros arrendatarios que dan también fianzas muy veladas, pero redundamos a ello para no caer en un relato prolijo, que no nos conduciría a ninguna conclusión nueva.
El bajo porcentaje de cereal en Guadalcanal es excepcional y se explica cómo veremos más andante, por la singular importancia de viñedo en esta villa. Los valores restantes son los normales de la zona, como confirman los porcentajes obtenidos en otras poblaciones. a pesar de no ser muy representativas por haber sido calculados sobre un corto número de años. Los resultados conseguidos son los siguientes: en Ahillones d 75%, en Bienvenida el 62%, en Llerena d 50% y en Palomas el 70%. Probablemente, el porcentaje de Llerena era superior al expresado. si tenemos en cuenta que se ha obtenido con los datos de producción de tres años, que coinciden precisamente con una de las peores crisis agrícolas de siglo en esta zona, la de 1630-1632. Por tanto, no es aventurado estimar
que el valor de la producción cerealística representaba aproximadamente un 70% del total de la producción agraria. Este porcentaje está sujeto a notables variaciones interanuales a causa de las fluctuaciones de la producción y de los precios agrícolas.
La cebada era el segundo cereal en importancia. El volumen de su producción es, en conjunto. sensiblemente inferior al del trigo, no llegando a alcanzar el 60% de este en poblaciones como Azuaga, Bienvenida y Ribera. Só1o en zonas de suelos pobres como Guadalcanal y Palomas, la producción de cebada superaba generalmente la del trigo. Las principales áreas productoras eran también Azuaga, Bienvenida, Ribera y Los Santos.
Las zonas productoras más importantes estaban al sur del partido:
Guadalcanal, Fuente del Arco y Azuaga. En Guadalcanal el primero tenía una importancia singular hasta el punto de que, en algunos años, el valor del diezmo del vino superaba ampliamente d de los cereales, así, el valor total del diezmo del vino del quinquenio 1661-1665 excedió, según nuestros cálculos, en un 34% del conjunto del trigo y la cebada. En Fuente del Arco, aunque no alcanzó esta importancia, su participación en el valor final de la producción agrícola se situaba también por encima de la media general. En d periodo 1631-1634, del valor del diezmo del vino representó cerca del 70% del de los cereales. Otras zonas productoras, con un carácter ya muy secundario, eran Llerena, Puebla de Sancho Pérez y Los Santos.
La escasez de datos decimales impide evidentemente realizar un análisis de la evolución de la producción, sin embargo, todos estos datos y otros muchos más de tipo cualitativo procedentes de fuentes diversas (63) apuntan a un hecho seguro. una fuerte reducción de la producción, que probablemente alcanzaría sus niveles más bajos entre 1640 y 1670. Así, en Fuente del Arco el valor del diezmo de vino en 1631 só1o representaba un 54% del correspondiente a 1603. En Guadalcanal, el valor del producto decimal, con respecto al de esta última fecha, era en 1645 de un 40% y de un 53% el del promedio
del quinquenio 1661-1665. Mayor aun fue el descenso experimentado en Azuaga. pues en 1660 el valor del diezmo no significaba más que un 20% del que tenía en 1603. Esta tendencia se prolongaría probablemente durante el resto del siglo, al menos en Azuaga y Granja, dado que en una descripción de la encomienda de 1681 se Informa de la perdida de muchos pagos en el área de Malcocinado y la Cardenchosa,"cuyos diezmos antiguamente se arrendaban por separado y ahora, por haber impartido muchos pagos, se arrendaba todo junto con la principal" (64).
Los cultivos de plantas industriales estaban igualmente poco extendidos en la zona. El diezmo de Uno aparece datado en las descriptoras de casi todas las encomiendas,
pero sus valores nunca se expresan, a excepción en algunas ocasiones, de los pertenecientes a las encomiendas de Guadalcanal y Reina, únicas zonas donde tuvo una relativa importancia. alcanzando en 1603 un valor por arrendamiento de 880 y más de 1.500 reales de vellón respectivamente.
El zumaque se cultivó en varias localidades, especialmente en Guadalcanal y, en menor medida, en Los Santos y Lerena. En Guadalcanal su producción era considerable a comienzos de siglo, pero fue decreciendo a lo largo del mismo, según indican los escasos datos decimales disponibles: 2.200 arrobas en 1603, 1250 en 1628 y tan solo 360 en 1645.
Los cultivos de la huerta, como sucedió con otros cultivos a medida que va avanza el siglo va dejando sentir la crisis de forma más o menos acentuada según los lugares, pero en todos los casos se constata una considerable disminución de los valores de los diezmos y, por tanto, de la producción. En Guadalcanal, d valor del diezmo de 1647 só1o suponía un 21% de de 1603, pero se recupera posteriormente y pasa a ser de un 80% en 1660. En esta fecha, el diezmo de Azuaga se había reducido a un tercio de su valor en 1603, recuperándose igualmente después, y pasa a ser con respecto al de esta última fecha de un 68% en 1691.
La Dehesa y los Baldios en la Encomienda de Llerena, con los municipios, muy extensos, disponían de un elevado número de dehesas. Destaca en primer lugar Lerena con 9 dehesas más 3 baldios adehesados, que de hecho se habían convertido en dehesas; Guadalcanal en segundo lugar con 10, seguida de Usagre con 7, etc. Parece un hecho frecuente en la época modem que los ayuntamientos procuraran alargar sus dehesas a costa de los baldíos o bien que convirtieran algunos de estos en dehesas, como hemos comprobado en Lerena y Azuaga. En total, hay constando documental de 57 dehesas, a las que habría que sumar 7 baldíos adehesados, cuya superficie no es posible determinar con exactitud, pues las fuentes del siglo XVI apenas informan sobre este aspecto y el Catastro no especifica en muchos casos la superficie de cada dehesa, y en otros ni siquiera la del conjunto, Ultimándose a ofrecer el dato de la superficie de la totalidad de dehesas, baldios y ejidos. No obstante, se puede evaluar la superficie de estas 64 dehesas concejiles en unas 100.000 fanegas de trigo en sembradura, lo que representa un 30% de la extensión del partido.
Los precios de arrendamientos en las dehesas eran elevados para la época, así la Dehesa del Palacio. propia de la encomienda de Guadalcanal, en el término de Reina. Los valores de sus arrendamientos fueron 140.000 maravedís en 1604, 120.700 en 1645 y 112.000 durante los años 1655-1657.
En cuanto a la cabaña de ganado de la época, noticias aisladas, pero igualmente significativas, se encuentran también para poblaciones como Guadalcanal, Don Pedro Iriarte Ponce de León oferta en 1690 como fianza al arrendamiento de la encomienda, entre otros bienes, 3.000 cabezas de ganado lanar. En Azuaga, el presbítero Femando Muñoz de Aldana debía en 1609, 100 borregos del diezmo de ese año. En Bienvenida, había varias familias de ricos hidalgos como los Gordón.
Si son más objetivos los datos del ganado cabrío. Las características de este ganado, bien adaptado a parajes difíciles y poco exigente en alimentación, permiten tenerlo como un recurso ganadero complementario de bajo coste, lo que explica su extensión en
todo el partido, pero especialmente en las áreas serranas y montuosas de Guadalcanal, Azuaga. Reina, Oliva y Palomas. En estos lugares, el valor del diezmo alcanza en algunos años cifras considerables. Por ejemplo. En Guadalcanal estuvo arrendado en 1603 en 53.000 maravedís; en Oliva en 35.700 maravedís en 1670, etc.
Por último, el ganado vacuno, esta extendido logicamente por todo el partido, teniendo en cuenta que las labores de arado se seguían haciendo fundamentalmente con yuntas de bueyes y que, además, proporcionaban carne, leche y cueros; pero su importancia era inferior a la de las especies ya estudiadas, pues el diezmo de becerros, por su corto valor, aparece generalmente formando parte del bloque de las minucias y pocas veces figura su importe. No obstante, en algunas poblaciones presenta un valor estimable. Así, en 1603 valió de diezmo de becerros de Lerena 73.526 maravedís, en Azuaga y Granja 27.000 y 45.000 en Guadalcanal. También debía de tener cierta importancia en Los Santos, ya que en 1628 aprovecharon el agostadero de la dehesa del Moral 452 vacas de cuernos de la villa (98). A medida que pasa el siglo estos valores se reducen, como se puede observar en los casos de las encomiendas de Azuaga y Guadalcanal.
El comercio era muy diverso en la encomienda, como ejemplo, el de la miel y la cera.  Este diezmo presenta también valores apreciables en Lerena (25.179 maravedís en 1603), Guadalcanal (10.200 maravedís en 1645) y Oliva (27.000 maravedís en 1672).

2.      ARTESANlA Y COMERCIO. -
Una actividad muy importante era la textil, el lino se trabajaba en varios lugares del partido, especialmente en la zona sur: Guadalcanal, Fuente del Arco, Casas de Reina, Trasierra y Ahillones (103). La seda, al parecer, só1o se trabajaba en Llerena; la única información de estos materiales sobre esta rama textil procede de una reclamación hecha por la mesa maestral contra diez vecinos de Llerena para que pagasen el diezmo de seda, pero la producción seria insignificante, pues el valor del arrendamiento de este diezmo sólo ascendía a principios del siglo a 1.500 maravedís (104). La elaboración de paños de lana tenía tambien poca importancia, pese a la abundancia de materia prima. La producción era de paños bastos y de poca calidad, destinada al consumo local de una población de escasos recursos y poco exigente. Una buena parte de la producción debía de tener un carácter doméstico. En cualquier caso, se trata de una actividad sin relieve, como demuestra el bajo número de tejedores existentes en las principales poblaciones del partido.
En Llerena. só1o aparecen registrados en el libro de enterramientos de la Parroquia de Santiago, durante el periodo 1612-1699, doce tejedores; En Azuaga. según el padrón ya datado de 1659, únicamente había dos tejedores; y en Los Santos, uno en 1688. En las poblaciones mencionadas y probablemente en otras existían otros oficios relacionados con esta actividad: cardadores, hilanderos. tundidores y sastres; pero ocupaban a muy pocas personas.
Otros trabajos artesanales eran la transformación del zumaque y el de la piel, sobre el que existen algunas referencias en Los Santas, Guadalcanal y Llerena. En esta ciudad, la curtiduría era uno de los ramos más usados de las alcabalas, arrendándose durante el primer tercio del siglo en más de 225.000 maravedís anuales. En la población de la Encomienda y especialmente en Guadalcanal, había un gran índice de producción de vinos y una actividad minera irregular.
Todas estas actividades agrícolas, ganaderas y comerciales eran expuestas en las ferias anuales. Las ferias más Importantes eran las de Guaditoca en Guadalcanal y, sobre todo, la de San Mateo en Llerena, que se celebraba en el mes de septiembre por privilegio ferial concedido en la Baja Edad Media (117). Durante el primer tercio del siglo, la feria de San Mateo alcanzó un auge notable, pues sus alcabalas se arrendaban ordinariamente en tamo a los 115.000 maravedís (118). Además, Llerena gozaba. por un privilegio concedido por la reina Dona Juana en 3 de diciembre de 1515 y confirmado por Carlos I en 15 de mayo de 1517, del derecho de tener un mercado franco cada martes para los forasteros de todo lo que vendiesen y comprasen (119). La vitalidad del comercio de Llerena queda confirmada también por el elevado valor de las alcabalas del viento, que en el periodo dotado se situaba alrededor de los 200.000 maravedís anuales.

ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS. -

Dirección General de Rentas.
Del Catastro de Ensenada se han utilizado las respuestas generales de los pueblos siguientes: Ahillones (Lib. 134), Azuaga (Lib. 134), Bienvenida (Lib. 136), Casas de Reina (Lib. 138), Fuente del Arco (Lib. 140), Fuente del Maestre (Lib. 140), Granja (Lib. 141), Guadalcanal (Lib. 141), Hinojosa (Lib. 142). Llerena (Lib. 143), Maguilla (Lib. 144), Oliva (Lib. 146), Palomas (Lib. 147), Puebla de Sancho Pérez (Lib. 147), Reina (Lib. 148), Ribera (Lib. 148), Los Santos (Lib. 149), Trasierra (Lib. 151) y Usagre (Lib. 152


lunes, 23 de marzo de 2020

Historia de las Minas de Plata de Guadalcanal 3/8

Mecanización de las minas. -

A) Ingenios accionados por el árbol de levas Según los datos que conocemos, estas minas fueron las primeras de la península Ibérica en sufrir un amplio proceso de mecanización en sus instalaciones.
En la Edad Media se descubre el árbol de levas, y gracias a él aparecen las ferrerías hidráulicas, donde fuelles y martinetes quedan accionados mecánicamente con importante incremento productivo. Rápidamente estas innovaciones pasan a otras industrias, como es el caso de las del metal.
Los fundidores sevillanos que había mandado traer Mendoza, señalaban a 31 de mayo de 1556 “que les parece que se hagan ingenios de caballos (…) para moler, fundir y afinar”, para ahorrar mano de obra. En octubre de 1556 el Mendoza, con oposición de los maestros alemanes: “tomó por opinión que los hornos de fundición se soplasen con unos ingenios que trujese un caballo, con unas lievas (árbol de levas) que meneasen los fuelles” (González, 1831, I: 299). Llama la atención
de la aplicación en las minas de España de artilugios mecánicos tales como los descritos por George Agrícola Diego López, en carta de 16 de junio de 1557, informa que “el ingenio de moler y lavar se acabará esta semana” (González, 1831, I: 467), aunque no sabemos exactamente de qué tipo era. Ahora ya sólo faltaban por montar otros ingenios, tal es el caso de los que accionaban los fuelles para el soplado de los hornos.
Juanes de Wittemberg, técnico alemán que había sido enviado por el Rey a estas minas, propuso otro tipo de ingenios, pero decía que en Guadalcanal no había maestros para hacer las invenciones que él proponía y: “que convenía el ir por ellos a Alemania”. Diego López contesta que no se habían hecho ingenios hidráulicos, como los que existen en la Nueva España, por falta de caudales hídricos en la zona (González, 1831, I: 472). En el Sur de España no llueve tanto como en Alemania.
Año Producción
Onzas de ag.
1555
 —-
1556
597.720
1557
427.496
1558
592.904
1559
542.048
1560
159.304
1561
67.688
1562
94.880
1563
125.224

Mendoza, al inicio de 1558, señala que algunas personas “con deseos de servir hacen algunos ingenios” y que deben sacar provecho de ello (González, 1831, I: 514-515) y que el mineral se guardan en una casa “que hice para beneficiarlo con el ingenio de moler y lavar”, máquina que era movida por caballerías (González, 1831, I: 523, carta de Mendoza de 4 de febrero de 1558), aunque por entonces también había trituración y estrío manual.
En 1558, se mencionan ocho hornos de fundición, la mitad fundía una semana y la otra mitad la otra: “dos hornos andan con fuelles con ingenios de acémilas y losotros dos a mano” (González, 1831, I: 525). También se hizo un ingenio para moler la carbonilla. Por aquellas fechas, Mendoza escribe al Rey: “los ingenios de fundición andan buenos, y el de moler y lavar: mando hacer otros, porque es mucho el provecho que dellos se saca” (González, 1831, II: 22). En 1576 existían “dos ingenios de moler (ambos en la misma casa), que los trae de ordinario una acémila cada uno, y sufre moler con solo ella ocho horas, y molerá cada día 15 quintales cada uno con sola una negra (una mujer esclava) que lo rige” (González, 1831, II: 452)
En carta de Agustín de Zárate, de 5 de enero de 1571, a los oficiales de las minas se dice que el problema principal para trabajar en ellas “es el desaguar de los pozos”, por eso Mendoza trató de hacer un socavón, pero la roca era muy dura y pensó que esta obra llevaría muchos años, por lo cual contrató al maestre Han para que hiciese un ingenio de desagüe a través de un pozo donde se recogiesen todas las aguas (González, 1831, II: 357)
El 13 de septiembre de 1559, el maestro Han Aptos, natural de Malinas (Bélgica), se incorpora a las minas como carpintero y para construir ingenios (González, 1831, II: 44) e hizo la máquina para desaguarlas (González, 1831, II: 117) y parece ser que contó con la ayuda de Baltasar Jiménez, vecino de Toledo, contratado al efecto en 22 de julio hasta el 20 de septiembre de 1561 (González, 1831, II: 88). Han se encargaría de los desagües hasta diciembre de 1566, año que con el pretexto de la enfermedad de su mujer desaparece de las minas (González, 1831, II: 195)
En su ausencia se rompería la máquina y tuvieron que ir a buscarle para repararla. Vuelve en agosto de 1567, suponemos que, con paga ligeramente mejorada, tardando 64 días en poner la cadena al ingenio de desaguar y una vez realizado su trabajo se fue de nuevo, quedando al cuidado del ingenio Juan Quero, ademador (entibador) mayor (González, 1831, II: 214-215). El 8 de enero de 1568 los oficiales de las minas comunican que ha quebrado el árbol (el eje) de la cadena del ingenio del maestre Han y que no se podría arreglar hasta el verano.
De todas formas, en 1568 existían siete tornos para sacar agua, mediante zacas (González, 1831, II: 240). Aunque: “no basta el ingenio, ni los tornos ordinarios para sacar la mucha agua que mana en los pozos” (González, 1831, II: 241). Juan Quero fallecería en el verano de 1570 (González, 1831, II: 281) A través de textos sueltos de la obra de González (1831, II) podemos reconstruir la morfología del ingenio Era una máquina muy costosa (Zárate, a 5 de enero de 1571, evalúa el gasto de funcionamiento en más 1500 ducados/año). Subía el agua con gran fuerza y violencia, desde una profundidad de 40 estados = 47m (1 estado = 2 varas = 1,67m, el tamaño de un cuerpo humano) (González, 1831, II: 349). Se accionaba por medio de dos machos y en él trabajaban “ocho y algunas veces doce acémilas”, por turnos, con ayuda de dos acemileros (González, 1831, II: 419). El movimiento se transmitía a través de engranajes a un eje con dos cadenas en las que estaban fijadas ciertas ‘zacas’, hechas de herradas y tablas de álamo, y con ellas se sacaba agua en gran abundancia. Al tener el pozo una gran profundidad, debido al peso las cadenas, con sus zacas llenas de agua, estas se rompían con frecuencia, por eso siempre andaban de reparaciones: “con excesivo trabajo, la mayor parte del tiempo se ocupa un herrero de conectar y reparar el dicho ingenio, demás de la obra de carpintería” (González, 1831, II: 387). Pero eran poco hábiles en su arreglo. En 1571, Han residía en Almadén, donde los Fúcares le tenían contratado, suponemos que, con mayor sueldo, “en invenciones y labores que hace de gran importancia” (González, 1831, II: 358). Por aquellas
fechas Zárate solicita (y más tarde los oficiales de las minas hacen lo mismo) se le mande que vuelva a Guadalcanal, aunque su salario sea alto “porque es muy necesario para la sustentación deste ingenio”, antes de que las aguas hundan el pozo (González, 1831, II: 356)
Como Han no retorna, ni hay persona que pueda suplirle, la solución es desaguar por socavón. Por carta de los oficiales, de 24 de julio de1572, se pide abrir una contramina hacia el valle “por donde se podría desaguar con bombas, tornos ú otra manera más fácil, segura, y menos costosa” (González, 1831, II: 387). En carta de 18 de mayo de 1573 del tesorero de las minas, Gerónimo Anuncibay Bohórquez (†1577), vuelve a insistir en la necesidad de realizar una contramina de 53 estados, para mejorar el desagüe.
El 17 de marzo de 1576 con las minas en pleno debacle informan a S.M. que “era preciso renovar la cadena del ingenio y muchas piezas de las ruedas” (González, 1831, II: 474). En carta de 22 de mayo de 1576 se informa del quebramiento del ingenio de agua, así como de haberse hundido el pozo de la Mineta, donde estaba dicho ingenio, lo que en cierta medida era el fin de la mina, ya que sin desagüe esta perdía en gran parte su acceso. Y, por tanto, se convenía al servicio de S.M. que cesase la labor de los pozos añadiendo además otras razones, como la peligrosidad, costos de explotación, falta de recursos y otros.
En el inventario tras el cierre se habla de la “casa del ingenio, que es una pieza grande, alta y de buen edificio, con dos arcos, y una pieza dentro pequeña” (González, 1831, II: 482). El desagüe será la mayor dificultad técnica, en el laboreo de estas minas, a lo largo de la historia. Señala García Tapia (2001: 255) que “El problema de la inundación había llegado a ser tan angustioso, que tuvo que proponerse la presencia del propio Juanelo Turriano, para resolver el asunto”. El ingeniero italiano Turriano (1501-1585), había logrado el abastecimiento de aguas a Toledo, subiéndolas desde el río Tajo hasta el Alcázar, con un desnivel de 100m, mediante un curioso ingenio de cucharas.


En 1553, Bartolomé de Medina (1497-1585) había inventado en las minas Pachuca (México) el método de patio, para extraer mediante amalgamación metales preciosos. Rápidamente se incrementó la producción de plata y las noticias de dicho procedimiento extractivo llegaron a la Península. En carta de Felipe II, de 15 de febrero de 1557, remitida desde Bruselas al Consejo de Hacienda, hablando sobre Guadalcanal, se señala: “acá parece que no se debería vender el azogue, por que sería más provechoso así para lo de la Nueva España” (González, 1931, I: 386). Almadén no tenía una producción suficiente para surtir a las minas españolas y mexicanas a la vez, optándose por el envío del mercurio al Nuevo Mundo.
Desde 1557, hasta el cierre de las minas en 1576, vamos a encontrar a una serie de personajes que intentaron introducir estas innovaciones en Guadalcanal. En carta de Mendoza, de 10 de junio de 1557, se menciona a un tal Rivas (desconocemos si este coincide con un tal Pedro de la Rivas, testigo de Bartolomé de Medina el 26 de enero de 1557 en México, citado por Castillo Martos, 2006): “que es la persona con quien V.M. mandó tomar asiento para sacar plata sin fuego, no à comenzado a usar de su invención” (González, 1831, I: 416) aunque se duda del procedimiento. En el Memorial que dirige, ese mismo año, al Consejero Real para temas de Minas, el Dr. Velasco, señala: “El sacar metal con azogue, se tiene en la Nueva España por muy acertado, porque se labran minas que se tenían perdidas, y no se sufría entender en ellas por ser metal muy pobre, y en España creo que será lo mismo” (González, 1831, I: 437) y pide se busque un experto en Italia. En carta de Mendoza a Felipe II, de 29 de octubre, se dice: “De la Nueva España me escriben que se aprovechan mucho del azogue, y que sacan la plata con él de todos los metales, tengo la relación de cómo se hace, y pienso proballo, aunque estoy tan incrédulo de esto, como de que se puede sacar la plata sin fuego”. La Corona le pide que se informe bien y haga las pruebas necesarias, también que señale que cuanto azogue necesita para que se lo manden desde Almadén (González, 1831, I: 437 y 496) y en carta de 17 de septiembre de 1758, Mendoza señala: “lo del azogue probé, y tengo muy particular relación de cómo se hace en la Nueva España: para el metal de Guadalcanal no es bueno” (González, 1831, I: 555). Es, que sepamos, el primer intento práctico de introducir la amalgamación en la Península.

ETSI Minas y Energía, Ríos Rosas 21, 28003 Madrid

lunes, 16 de marzo de 2020

Guadalcanal siglo XVI 1/2

Economía, comercio y sociedad en época de crisis (1)

En la provincia de León de la Orden de Santiago, concretamente en una franja de tierra que va desde el sur de Mérida hasta Guadalcanal, en el norte de la actual provincia de Sevilla, limitando por el este con la comarca de la Serena y la Provincia de Córdoba y por el oeste con Tierra de Barros, cuyo sector meridional ocupa parcialmente, y con las comarcas de Zafra y Fregenal de la Sierra aproximadamente. Este era el espacio que en el siglo XVII correspondía al Partido de Llerena, entendido este, como explicaré más adelante, desde el punto de vista jurisdiccional y gubernativo como la tierra dependiente del gobernador de la citada villa, convertida en dudad en el reinado de Felipe IV. La elección de este espacio geográfico ha estado determinada por un conjunto de razones diversas, pero sobre todo por la relava abundancia de fuentes y la facilidad de su consulta para el autor.
Las enajenaciones se Inician en 1540 cuando Carlos I, por carta dada en la Haya a 4 de agosto, desmembró de la Orden ciertas rentas y bienes situados en Guadalcanal pertenecientes a la mesa maestral y encomienda de dicha villa:
— La escribanía pública y la renta del Jabón pertenecientes a la mesa maestral.
— La mitad de los diezmos de pan y vino de dicha villa, la mitad de las casas, lagares, vigas de pisar uvas con sus aparejos, el basumento del pan y vino con sus tinajas, todo perteneciente a la encomienda.
Marqués de Perales.

Como ya se ha indicado anteriormente, la Extremadura santiaguista constituía la casi totalidad de lo que en d siglo XV se llamaba de forma institualizada la provincia de León. La división del territorio de la Orden de Santiago en las provincias de Castilla y León tuvo su origen en la antigua rivalidad entre los reyes leoneses y castellanos que, según Lomax (37), dio lugar a la descentralización en encomiendas mayores correspondientes a los distamos reinos peninsulares, así como al establemente de dos Conventos Mayores, el de Uclés y San Marcos, en contra de lo dispuesto en la bula de fundación. A finales de la Edad Media, cada provincia estaba dividida a su vez en varias circunscripciones administrativas o partidos. Ignoramos el momento en que surgió esta ordenación territorial, pero probablemente está en relación con la aparición de los alcaldes mayores, por lo que podría situarse en los últimos años del siglo XIV o primeros del XV (38). A finales de esta centuria, la provincia de León comprendía los partidos de Mérida y Llerena, de los que el primero era mucho más extenso y poblado, abarcando aproximadamente unos 50 núcleos de población frente a los 27-30 que. según las fechas, tenía el segundo (39). Mas tarde. en el reinado de Felipe II se reorganizó la administración territorial de la Orden de Santiago, quedando estructurada la provincia de León en seis circunscripciones de carácter Judicial y gubernativo, a cuyo frente se encontraba un gobernador o, en su defecto, un alcalde mayor. La reforma implicó una reducción considerable de los primeros poblados de Mérida y Llerena, así como del trasvase de poblaciones de uno a otro partido. Después de estos cambios realzados en 1566, el partido de Llerena integraba las poblaciones siguientes: Llerena con Higuera, Maguilla y Cantalgallo, Palomas, Ribera, Fuente del Maestre, Los Santas, Hinojosa, Puebla de Sancho Pérez, Usagre, Medina de las Torres, Calzadilla, Bienvenida, Fuente de Cantos, Montemolin, Monesterio, Trasierra, Las Casas, Reina, Ahillones, Berlanga, Valverde. Fuente del Arco, Azuaga, Granja y Guadalcanal. En el último cuarto del siglo XVI el partido de Llerena sufría una Importante amputación territorial con la enajenacl6n de un total de siete villas, según se ha explicado anteriormente.
El valor anual de estas rentas se estimó en 659.670 maravedís, las cuales se vendieron el 13 de diciembre de 1540 al Hospital de las Cinco Llagas de Sevilla dotado por d Marques de Tarifa (20). La fuente utilizada no contiene el precio de la venta, que según una relación de los bienes enajenados de la Orden entre 1538 y 1551. Publicada por Cepeda Adán (21), me de 32.983.500 maravedís.
En compensación por esta enajenación, se dio a la Orden un Juro perpetuo de 539.948 anuales con efecto del 1 de enero de 1541.
Después de estos cambios realizados en 1566, el partido de Llerena integraba las poblaciones siguientes: Llerena con Higuera, Maguilla y Cantalgallo, Reina, Palomas, Ribera, Fuente del Maestre, Los Santas, Hinojosa, Puebla de Sancho Pérez, Usagre, Medina de las Torres, Calzadilla, Bienvenida, Fuente de Cantos, Montemolin, Monesterio, Trasierra, Las Casas, Reina, Ahillones, Berlanga, Valverde. Fuente del Arco, Azuaga, Granja y Guadalcanal. En el último cuarto del siglo XVI el partido de Llerena sufría una Importante amputación territorial con la enajenación de un total de siete villas, según se ha explicado anteriormente.
Desde el punto de vista de la administración económica de la Orden, el territorio del partido estaba repartido entre la mesa maestral, varias alcaidías dependientes de ella y trece encomiendas, entre las que destacaban por sus rentas las de Azuaga, Bienvenida, Guadalcanal, Ribera, Aceuchal y Los Santos.

Orden. -
En cuanto al aspecto Jurisdiccional y gubernativo, la provincia de León comprendía los siguientes parados: Llerena. Mérida, Montánchez, Encomienda Mayor (Segura de León), Jerez y Hornachos, bajo la autoridad de gobernadores o, en su defecto, de alcaldes mayores.
Las demarcaciones fiscales no só1o no coincidían con las anteriores, lo mismo que para más confusión variaban considerablemente para cada uno de renta. Alterándose de vez en cuando sus límites por razones y según criterios que desconocemos.
Así, la recaudación del servido ordinario y extraordinario de la provincia de León incluidas las villas enajenadas, estaba centralizada en Llerena, construyendo en este aspecto un único partido, mientras que la de alcabalas y unos por ciento se distribuía entre los partidos siguientes: Mérida, Llerena, Guadalcanal, Fuente del Maestre y, aparte, la ciudad de Jerez, llamada a veces en aquella época de Badajoz. También eran diferentes los distritos del servicio de millones, que en esta materia tributaria se reducían a dos, el de Mérida y Llerena.
El partido de Llerena, así delimitado, comprendía en la citada centuria las villas y lugares siguientes: Ahillones, Azuaga, Bienvenida, Casas de Reina, Fuente del Arco, Fuente del Maestre, Granja (de Torrehermosa), Guadalcanal, Hinojosa (del Valle), Llerena con los lugares de Cantalgallo, Higuera y Maguilla, Oliva, Palomas, Puebla de Sancho Pérez, Reina, Ribera (del Fresno), Los Santos (de Maimona), lugar de Trasierra y Usagre.
Dentro del partido, las propiedades y rentas de la Orden se distribuían entre la mesa maestral, las encomiendas de Azuaga, Bastimentos, Bienvenida, Fuente del Maestre, Guadalcanal, Hinojosa, Oliva, Palomas, Puebla de Sancho Pérez, Reina, Ribera, Los Santos y Usagre, y las alcaldías de Bienvenida, Cantalgallo, F Cantalgallo, Fuente del Maestre, Higuera, Maguilla y la Puerta de Reina.
El territorio estudiado comprende aproximadamente unos 2.000 kilómetros cuadrados y. según el censo de 1591, Vivian en el 10.604 vecino, que traducidos a habitantes suponían, empleando el confidente de conversación 4, algo más de 42.000 habitantes. Aunque el censo de 1591 parece sobrevalorar la población, según veremos más adelante, debemos admitir que se trata de una zona con una densidad de población alta en aquella época, muy superior a la de la media de Extremadura y de otros muchos regiones españoles y similar a la de Galicia, Castilla la Vieja y Valencia (42); pero a lo largo del siglo XVI el partido de Llerena perdiendo vitalidad y población, y al finalizar la centuria daba muestra, pese a la recuperación, de ser una zona muy deprimida, presentando entonces una densidad probable de población de 12-13 habitantes por kilómetro cuadrado. El poblamiento era casi expulsivamente concentrado. Únicamente en los términos de Llerena, Azuaga y Guadalcanal existan algunos caseríos aislados.

A) La peste.
El siglo comienza con d único contagio de peste que sufrió el partido de Llerena en esta centuria, la gran peste de 1596-1602 (43). Su presencia en guerras extremeñas está comentada por los testimonios aportados por varios historiadores.
En la población de Cáceres se vieron afectadas entre 1598 y 1600 diversas poblaciones como Plasencia (44), Acebo y Torre de Don Miguel en la zona de la Sierra de Gata (45) o Garrobillas y Alcántara en el sur (46).
Igualmente, algunos pueblos de la actual provincia de Badajoz, como Talavera la Real y Hornachos, padecieron en 1600 los estragos de la peste (47), habiendo sufrido poco antes, en el verano de 1599, el azote la propia capital, aunque de forma muy breve (48).
El contagio llegó más tarde al partido de Llerena propagándose desde Andalucía. La extensión del contagió debió de ser reducida. Só1o hemos encontrado noticias de la presencia de la peste en Azuaga y Guadalcanal, aunque es probable que afectara también a otras localidades. En Azuaga la enfermedad aparece a finales de 1601 o principios de 1602. El 15 de enero de este año, en un clima de temor generalizado por el avance del contagio que afecta ya a poblaciones próximas como d Pedroso y Cazalla de la Sierra, el Cabildo recibe la noticia de los dos primeros muertos a causa de la peste en Azuaga; pero probablemente el contagio se habría declarado algunos días antes, según parece indicarse en uno de los acuerdos tornados en aquella fecha:
"... que se digan en la iglesia mayor esta dicha villa nueve misas cantadas a nuestra Señora para que sea servida de rogar a su hijo precioso se sirva de miramos con ojos de piedad y alear esta villa la enfermedad que en ella avia, y que ansimymo en el convento de la Merced esta villa se digan otras nueve misas cantadas al senor San Sebastián y San Roque..." (49).
Simultáneamente, la peste causaba a Guadalcanal y a otras villas cercanas del norte de la provincia de Sevilla, según manifestaba a principios de abril el Cabildo de Azuaga:
"... y ansi juntos en su cabilo dixeron que por quanta se a tenido nueba que en las villas de Guadalcanal, Alaius y Caçalla se mueren de mal de contagloso, acordaron y mandaron se guarde esta villa dellas y que se pregone nemguna persona ttrate ni comunique con jente de las dichas villas, y asi lo mandaron”
Al día siguiente, 20 de enero, el Cabildo continuó tratando el problema de la peste y, ante la urgencia de contar con un cirujano, adopta un acuerdo que podría calificarse de desesperado:
"Item, dixeron que por quanta por el dicho cabildo esta acordado se busque un cirujano para curar la enfermedad que subcediera de peste, y porque en la carel esta dicha villa esta un mulato fugitivo de Portugal y porque este es buen barbero y cirujano, se acordó se saque de la dicha carel para curar la dicha enfermedad y que se le den de comer a costa del concejo esta dicha villa..." (51).
Simultáneamente, la peste causaba a Guadalcanal y a otras villas cercanas del norte de la provincia de Sevilla, según manifestaba a principios de abril el Cabildo de Azuaga:
"... y ansi Juntos en el cabildo dixeron que por quanta se a tenido nueba que, en las villas de Guadalcanal, Alaius y Caçalla se mueren de mal de contagioso, acordaron y mandaron se guarde esta villa dellas y que se pregone ninguna persona trate en comunicarse con jente de las dichas villas, y ansí lo mandaron..." (52).

Ciclo 1622-1632.
Después del mínimo de 1622, la natalidad experimenta una mínima merma unida y corta recuperación. Fielmente observable en la curva de la media, que finaliza en este tramo de natalidad creciente, accidentado por el mínimo secundario de 1626, es un claro reflejo del comportamiento de la nupcialidad, que entre 1619 y 1627 configura un inicio de signo positivo expresado por una tendencia y una pendiente de alza. Asimismo, de comportamiento de la mortalidad en la parroquia de Santiago de Llerena (el índice medio entre 1622 y 1628 es 95) concuerda con la evolución favorable de las otras dos variables demográficas; sin embargo, no sucede lo mismo con la mortalidad en Puebla de Sancho Pérez.
La desaparición durante algunos años de los factores adversos explica esta fase ascendente de la natalidad. Los escasos datos disponibles sobre producción y precios apuntan hacía una mejora de la coyuntura agrícola (59). En Llerena, los precios de los granos permanecieron entre 1624 y 1628 por debajo de la tasa. En 1628, Azuaga y Guadalcanal recogen las mejores cosechas de los años cuya producción conocemos. En definitiva, una buena situación económica frena la mortalidad, estimula los enlaces matrimoniales y anima a las familias a tener una mayor actividad procreadora.


Tomás Pérez Marín