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domingo, 3 de julio de 2022

De Toponimia Hispalense – Rivera de Benalija

Benalija

    Benalija es nombre de una rivera o arroyo que, naciendo en el término de Alanís y sirviendo de linde entre éste y el de Guadalcanal, baja hasta las tierras de Cazalla de la Sierra, caminando de Noroeste a Sur hasta unirse con el Río Viar, que va a parar también al Guadalquivir[1]
1En realidad, la grafía Benalija alterna con la de Benalíjar en la documentación oficial más moderna y en determinadas fuentes editadas, como son las revistas de difusión local, publicadas anualmente con ocasión de los festejos, donde se simultanean las denominaciones corográficas Rivera de Benalija y Arroyo de Benalíjar[2]. Con todo, son más las veces en que se escribe Benalija en los textos actuales, sean literarios o no; así sucede con las hojas catastrales de los tres municipios referidos, con los mapas del Servicio Geográfico del Ejército[3] y con el Catálogo Arqueológico[4]. Dado que la pérdida de -r es un rasgo propio de estas hablas meridionales[5], resulta prácticamente imposible averiguar si la forma Benalíjar es una ultracorrección moderna, una hipercorrección analógica a la de otras formas hidronímicas con -r, como Bembézar o Viar[6], o si, por el contrario, Benalija es reflejo de la pérdida de la consonante alveolar originaria.
    Para la resolución de este problema se precisa de un estudio diacrónico, de la documentación que puedan aportar los testimonios antiguos, dado lo insuficientes que resultan los datos meramente sincrónicos. Veamos, pues, qué nos dicen los textos del pasado.
    La primera mención de la forma con -r final la hallamos en el Diccionario de Madoz (s.v. Alanís), referida a «el (arroyo) de Benalíjar, abundante en truchas y bogas, que da las primeras aguas al río Huerna»[7] . De ahí la tomarían Asín Palacios[8] y García de Diego López, quienes, no conociendo otra variante, establecen sus hipótesis a partir de un étimo diverso, como se verá. Ignoro la fuente de la que bebería Madoz al considerar esta última grafía; seguramente, dado que al tratar del hidrónimo en otros lugares lo hace con la forma Benalija[9], obtuvo el dato de informes enviados desde el mismo municipio de Alanís. Sin embargo, no deja de extrañar este hecho, sobre todo si se tiene en cuenta que las autoridades municipales recurrían a la documentación antigua para dar fe de las propiedades del término, de sus límites, y de los nombres que llevaban en otro tiempo[10]. Y es un hecho que, desde los primeros testimonios conservados en los archivos de estas poblaciones, aparece el nombre Benalija sin excepción. Claro es, que cabría aún pensar que la forma documentada fuera reflejo del rasgo dialectal de la pérdida de -r final, no exclusivo, pero sí de gran incidencia en el andaluz desde temprana época[11]. De ser así, tendríamos en el Benalija del documento de la Donación de Reina, fechado en 1246, el caso más temprano de atestiguación de este fenómeno, no documentado, que sepamos, antes del siglo XIV[12].             Pero no parece posible que ocurra tal cosa, pues, además de que en la mencionada fuente documental se nombra dos veces el nombre del río vecino con la forma Bembezar (sin pérdida de -r), junto a Benalija y a Guezna[13], además de ello, la grafía vuelve a aparecer en el Libro de la Montería de Alfonso XI, así como en otros documentos de los siglos posteriores (vid. aparato documental), siempre exenta de -r.
    Me he detenido en la consideración de las variantes gráficas del topónimo por su trascendencia para el establecimiento de la etimología, a pesar de que no todos los estudiosos de la toponimia árabe consideren relevantes estas diferencias formales; E. Terés, por ejemplo, se refiere a un Guadalija «llamado vulgarmente Gualijar[14]y también Gualija y Alija» (Materiales, p. 370), sin dar otra explicación sobre las grafías. Y en otro lugar de la misma obra, tratando de la voz Guadalijar[15], asegura que «aparece aludido más frecuentemente como Río de Gualijar» (p. 371).        

    Tomando como base el hidrónimo Benalijar, Asín Palacios (Contribución, p. 84) aventura un *Ibn-Alhiyâr, «el de las piedras», apodo, o un *Bina-Alhi^yar, «casa de las piedras»[16]. Igual que él, García de Diego López se refiere al hidrónimo sevillano con la forma Benalija[17], ofreciendo, como es usual a lo largo de su Estudio, posibilidades etimológicas para todos los gustos sin dar explicación de ningún tipo. Así, dice: «Del ár. ben «árbol» y alijar o «erial» de al-dixar sería «el árbol del erial». Bien del lat. penna illisa «peña intacta» o del ár. ben-al-hixen, antropónimo» (p. 63); más adelante, s.v. ribera (p.96), repite la voz, añadiendo: «Ben-alijar se halla en Cádiz y Toledo y puede ser de Hixen»[18] . Se referiría, con toda seguridad, no a esa forma, sino al Alijar de Cádiz y al Alejar de Toledo, que Asín Palacios recoge en su Contribución (pp. 57, 64) con el significado de «las piedras» y que Simonet (Glosario, p. 1 1) considera emparentados con el cast. alijar y ejido, del lat. EXIRE, de donde también los topónimos Aleixár de Tarragona y Los Alixáres de Granada.    
    Como es evidente, las interpretaciones erróneas sobre el étimo del hidrónimo que estudiamos no provienen sino de una falsa lectura y de la utilización de una sola fuente de información. De haber acudido a la encuesta directa hubieran oído una pronunciación [benelíhê] que les habría ahorrado vanas explicaciones.
    Por lo que se refiere a la forma que consideramos más etimológica, Benalija, cabría relacionarla, por su segundo componente, con los nombres del lugar Alija, Gualija o Guadalija y Caudalija, los tres primeros hidrónimos de Cáceres y nombre de caserío el último, perteneciente al municipio de Castuera (Badajoz), que recoge E. Terés (Materiales, 370-371), así como con los que consigna Madoz (Diccionario, s. vv.): Alija de la Ribera (lugar del término de Valdesogo de Abajo, León) y Alija de los Melones (villa de La Bañeza, León, y ayuntamiento de la provincia de León). A pesar de que Terés suponga distinta etimología para Benalija, que él escribe Benalixa posiblemente por extraerlo del Libro de la Montería, no veo clara la razón de negar su parentesco con las formas mencionadas. Si la presencia de topónimos Alija en tierras leonesas se ha querido relacionar con el desplazamiento de algunas tribus árabes desde tierras cordobesas y toledanas[19], donde se encontraba el primitivo Alija de los textos árabes[20], hacia tierras del norte, ¿por qué no conectar el Benalija de estas tierras extremeñas con esos otros nombres de lugar? Téngase en cuenta, además, que Terés sí relaciona con ellos el Caudalija[xxvi]de Castuera, localidad muy próxima a las tierras regadas por la Rivera de Benalija.
    De la etimología de Alija no se ocupan ni Oliver Asín —que se limita a indicar cómo el radical Alija aparece atestiguado en obras literarias árabes, como ‘la Yamhara de Ibn Hazm, bajo la forma Alisa: Orígenes de Castilla, p. 32— ni E. Terés, aunque el último aclara algo más al respecto: «Lo que sí cabe suponer es que aquel Alisa diera nombre al río que corre a sus pies, que sería en árabe Wãdi Alisa, hispanoárabe *W á d A I i s a «río de Alija», nombre, éste, preexistente, y, por tanto, no árabe». Y continúa: «Corominas sugiere un hipotético precedente nominal Aliscia, referido concretamente a los «Alija» leoneses» (Materiales, p. 371). Efectivamente, tratando la posible raíz *ALISANTIA (variante sufijal de ALISONTIA>Eslonza) de los hidrónimos Arlanza y fr. Auzance, añade el etimólogo catalán: «En cambio es bastante más dudoso que vayan con esta raíz y con el nombre del aliso los siguientes: […] Aleje, partido de Riaño pues la vacilación entre x leonesa y ç castellana sugeriría algo como *ALES-CI o *ALÍS-CI; Alija de los Melones, partido de la Bañeza (Alixa en 1253, Vignau; ALISCIA?) »[21]
    Respecto al primer componente del hidrónimo que tratamos, parece ser decisivo para establecer la naturaleza antroponímica o toponímica originaria de este compuesto hispanoárabe. El problema reside en ese mismo carácter de forma compuesta, pues la mixtura formal entorpece la concreta identificación originaria: si se piensa en el prefijo frecuente en la onomástica árabe ben-, de ibn ‘hijo de’, Benalija sería *Ibn-Alisa ‘el (hijo) de Alija’, apodo o sobrenombre de persona (entendido como ‘el oriundo de la localidad de Alija’). Pero cabe la posibilidad de que se trate de un original topónimo, formado a base del ár. bina ‘casa’, con lo que significaría ‘casa de Alija(compárense los topónimos Benacazón, Benagalbón, Benahalí, etc., que Asín Palacios recoge como compuestos de tal apelativo (bina/bena) y otro término arábigo, en algún que otro caso un nombre propio de persona[22].     En último lugar, no podríamos dejar de postular un primitivo ár. banu, romance bena, formante —dice Asín Palacios: Contribución, pp. 34, 84-85— de nombres propios de familias o de tribus berberiscas que han dado nombres a los lugares por ellos ocupados: Benahadús (Almería), Benamegí (Córdoba), entre otros; de ser así, quizá quedaría aun más justificada la relación entre la nuestra y las restantes formas con Alija de las tierras extremeñas y leonesas[23].
    Documentación. 1246: «e ende a las Nabas de Castriel, como va consigo en la Fuente de la Figuera, e como vierte las aguas a Beznalgorfa, contra Benalija, e otra [sic] Guezna» (Tumbo L., cart. 104). H. 1344: «Et son las armadas entre la casa de Sancho Garcia et el Rio de Benalixa»; «et es la bozeria por el çerro que es entre el Rio de Benalixa et la Senda de las Roças, fasta en derecho de la Cabeça del Catalan» (L. Montería, f. 268 r-v). 1633: «es a saver siete arançadas de biña poco más o menos que yo oi tengo por mia propia a el sitio de Venalixa término de la villa de Alanis, que esta en un pedaço» (A.P.G., f. 436 v). 1728: «en el expolon de Monforte, en vera del camino de la puente de Benalixa contra el Arroio Molinos»; «siguiose dicho arroio del Tamujal avaxo asta entrar en el Río de Benalixa, siguiose Benalixa arriva hasta encontrar con el expresado Arroio Molinos»; «para que hechas en los mojones y en camino a dicha dehesa y estando a la linde de ella por la parte de la Rivera de Venalija» (A.Nf.G., ft. 6r, Ir, 31r). 1783: «una tierra […] a el sitio de Gaspar del Valle terrnino de Cazalla, linde con rivera de Venalixa y realenga» (A.M.G., f. 115 r).

Notas.-

[1] P. Madoz, Diccionario Geográfico Estadístico Histórico de España y sus posesiones de Ultramar, Madrid, 1846-1850, 16 vols. (citado Diccionario). Las abreviaturas bibliográficas utilizadas en lo que sigue son:
ALEA M. Alvar (con la colaboración de A. Llorente y G. Salvador), Atlas Lingüístico y Etnográfico de Andalucía, Granada, 1961-73.
Contribución M. Asín Palacios, Contribución a la toponimia árabe de España, C. S. I. C. Madrid, 1940
Tópica J. Corominas, Tópica hespérica (2 vols.), Gredos, Madrid, 1972.
DECH J. Corominas-J.A. Pascual, Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico (4 vols.), Gredos, Madrid, 1980 Eguaflaz Glosario
L. Eguílaz, Glosario etimológico de las palabras españolas de origen oriental, Atlas, Madrid, 1974.
Dialectología Mozárabe A. Galmés, Dialectología Mozárabe, Gredos, Madrid, 1983.
Estudio V. García de Diego López, «Estudio histórico-crítico de la toponimia mayor y menor del Antiguo Reino de Sevilla», separata de Archivo Hispalense, nº97 (1959).
Libro del Repartimiento J. González, Repartimiento de Sevilla (2 vols.), C.S.I.C., Madrid, 1951.
Catálogo arqueológico J. Hemández-A. Sancho Corbacho-F. Collantes, Catálogo Arqueológico y Artístico de la provincia de Sevilla (4 vols.), Excma. Diputación Provincial, Sevilla, 1965.
I. G. C. Instituto Geográfico y Catastral.
Nomenclátor Presidencia del Gobierno, Instituto Nacional de Estadística, Nomenclátor de las ciudades, villas, lugares, aldeas y demás entidades de población. Provincia de Sevilla. Separata del t. Iv-41, Madrid, 1973.
Orígenes de Castilla J. Oliver Asín, En torno a los orígenes de Castilla. Su toponimia en relación con los árabes y los beréberes, Real Academia de la Historia, Madrid 1974.
S. G. E. Servicio Geográfico del Ejército
Simonet. Glosario F. J. Simonet, Glosario de voces ibéricas y latinas usadas entre los mozárabes, Real Academia de la Historia, Madrid, 1981 (ed. facsímil de la de 1888, 2 vols.).
Materiales E. Terés, Materiales para el estudio de la toponimia hispanoárabe. Nómina fluvial, t. I, C. S. 1. C., Madrid, 1986.
Dialectología Española A. Zamora, Dialectología Española, Gredos, Madrid, 1970 (2ªed.)
Las abreviaturas documentales mencionadas son las siguientes:
a) de fuentes editadas:
L. Mont. o Libro de la Montería Alfonso XI, Libro de la Montería (según el ms. Y. II. 19 del Escorial), ed. de Dennis P. Seniff, Madison, 1983. Tumbo L. Tumbo de León (vid. J. V. Corraliza, «La geografía extremeña», Revista del Centro de Estudios Extremeños, año V, Sept. – Dic. 1931, t. V. pp. 295-302).
b) de fuentes inéditas:
A.E.G. Archivo Eclesiástico de Guadalcanal, Parroquia de Santa Ana, Libro de matrimonios de 1578
A.P.G. Archivo de Protocolos Notariales de Guadalcanal, año 1633, sig. 2.
A.M.G. Archivo Municipal de Guadalcanal. Amojonamientos y deslindes. Patrimonio. Años 1728 y 1783, sig. 574.
A.M.S.P. Archivo Municipal de San Nicolás del Puerto, carpeta sección 2ºde Hacienda, Libros 63 (1882) y 65 (1888). Carpeta sin signatura, pues el Archivo Histórico permanece sin catalogar.
[2] Para la cuestión del posible dialectalismo del apelativo rivera, remito a mi Tesis, citada en la nº. 4
[3] Hojas 899 y 920 de los mapas de escala 1: 50.000. Lo mismo acontece con el mapa de la Provincia de Sevilla (escala 1:200.000) del I.G.C.
[4] Donde se menciona el hidrónimo con las denominaciones Ribera de Benalija (s.v. Guadalcanal), Ribera del Arroyo de Benalija (s.v. Alanís) y Río de Benalija (s. v. Cazalla de la Sierra).
[5] El ALEA IV (mapa 1721) señala en el área norteña de Sevilla la neutralización de la oposición /1/: /r/ (en posición implosiva final de palabra), realizada por medio de la pérdida de la consonante final. Yo misma he oído de boca de mis encuestados abundantes ejemplos de este fenómeno, del tipo [g w e e k á] por Guadalbacar, [bjá] por Viar, [g w a n p h í] por *Buenagil (de Bonagil), [K a m p 03 í] por Campovil, etimología popular a partir de un original Campovid, [K a m p e y á] por Campallar, que en la cartografía actual aparece grafiado Campoallá, por etimología popular también. De la antigüedad del fenómeno en estas hablas es muestra bien patente el Baltaza (por Baltasar) de un documento eclesiástico de Guadalcanal del año 1578 (A. E. G., 1578, fol. 6 -vid. n. Vid. también n. 16.
[6] Las cuales, a pesar de la eliminación de la consonante final en el habla, han mantenido su grafía intacta desde los primeros documentos. Lo mismo que para la grafía Benalíjar, cabe decir para la de Huéznar (vid. n. 18), por lo que sospecho que la -r de los otros dos nombres de corrientes fluviales haya influido en las modernas grafías de las formas originalmente desprovistas de -r.
[7] Repárese en la falta de acento gráfico, que originará posteriores confusiones en la interpretación a los estudiosos que tomen como referencia única esta fuente. Obsérvese, asimismo, que es sólo aquí donde menciona el hidrónimo con -r final, refiriéndose, como las revistas locales, al arroyo, y no a la rivera (vid supra)
[8] Contribución, p. 84. Ya al principio de su obra (p. 11), Asín señala que el método seguido por él es el de extraer del Diccionario de Madoz todos aquellos topónimos que de primera intención le han parecido, atendiendo a su forma, tener origen árabe.
[9] En efecto, en la entrada dedica a Guadalcanal cita “la ribera nombrada de Benalija”, y “el puente llamado de Benalija, que divide este término con el de Cazalla de la Sierra”; en el artículo de Cazalla vuelve a tratar el nombre: “por el N. y a distancia de una legua, corre otra rivera con el nombre de Benalija, que se seca con facilidad (subrayados míos).
[10] Así, en los documentos del archivo de San Nicolás del Puerto, por ejemplo, se insiste en varias ocasiones sobre la precisión de testimonios escritos para avalar los límites y los nombres de las propiedades del término: «Buscados en el archivo los antecedentes precisos bien antiguos o modernos, no se había encontrado cosa alguna que ilustrase el asunto» (A. M. S. P., libro 63, 1882): «también se acordó que no existiendo en el archivo de este Ayuntamiento documento alguno de los varios deslindes practicados para la conservación de dichas servidumbres»… (libro 65, 1888); «sobre defensa de los bienes comunales para que se practiquen las averiguaciones necesarias para llevar al esclarecimiento legal sus verdaderos límites conocidos por los ancianos de esta villa desde tiempo inmemorial, a falta de documentos que acrediten lo contrario» (libro 66, 1896).
[11] Vid. J.A. Frago Gracia, «La fonética del español meridional y sus fuentes históricas», en Miscel-lania Sanchis Guarner ll, Universidad de Valencia, 1984, pp. 131-137. Por lo que concierne a la documentación de materiales de esta misma área, pueden verse los que aporto en mi Tesis Doctoral (véase n. 4) y en este lugar (n. IO).
[12] Ibídem, p. 136-137 y n. 61. Ahora bien, teniendo en cuenta que el registro del topónimo se hiciera conforme a la forma escuchada de boca de los hablantes de esa zona, pues parece ser que el documento se redactó en tierras leonesas.
[13] Como ya he dicho más arriba, el caso de Huéznar es paralelo al que estudio por no hallarse grafiado con -r hasta época reciente (vid. s.v. HUESNA en mi Tesis, cit. en n.4).
[14] Falta, como en Madoz (vid. supra, n. 12), el acento gráfico en este caso, pues creemos que de Guadalija la variante «vulgar» será Gualíjar, como Gualija y Alija, sin que ocurra cambio de acentuación.
[15] Aquí, sin embargo, está justificada la falta de acentuación gráfica, ya que los hidrónimos se relacionan con el cast. Alijar -según Terés- por lo que el acento recae en la primera sílaba (vid. Supra)
[16] Partiendo, claro está, de la presuposición de una acentuación aguda del hidrónimo, que tendría la etimología misma del cast. alijar ‘especie de ladrillo morisco, azulejo, según Eguilaz (Glosario, pp. 198199).
[17] También interpretando la forma como aguda, pero adjudicándole el étimo correspondiente al cast. alijar ‘terreno inculto’ (Eguilaz, Glosario, p. 199), ‘ejido’ (Simonet, Glosario, p. 11).
[18] También se refiere al topónimo cuando, a propósito del Benajila de Alcalá de Guadaira, afirma: «Posible anterior [Benalíjar] con metátesis». Para la probable filiación de este nombre de lugar, véase s.v. BONAGIL en mi Tesis, cit. en n.4. De otra parte, he de advertir que en la redacción del trabajo de García de Diego López faltan tanto acentos como signos de puntuación, subrayados, etc., que hacen prácticamente ininteligible el texto; por ello he preferido añadirlos a la hora de transcribir sus partes.
[19] Concretamente, de la tribu beréber de Awraba, de los Sabrun, que, después de gobernar ‘Alisa, cayeron en desgracia y huyeron hacia el norte, donde dejarían su huella en otros topónimos como Cebrones, precisamente gentilicio plural romance de Sabrun (vid. Oliver Asín, Orígenes de Castilla, pp. 32-33).
[20 E. Terés encuentra documentada la forma Alija, además, en «el texto histórico de Ibn Hayyãn cuando, al describir el curso del Tajo, afirma que este río, aguas abajo de Talavera, pasa por el Norte de la fortaleza de AIisa, a 80 millas de Toledo, exactamente al septentrión de Córdoba» (Materiales, p. 370).
[21] Como manifiesta explícitamente, deja constancia del topónimo en su obra «por la hipotética relación que en algunos casos se observa entre los encabezamientos G u a d- y C u a d-» (ibídem, p. 371), presunta simbiosis arábigo-romance que no es sino un punto más a favor de la relación del nuestro con la serie de hidrónimos mencionada.
[22] Tópica 1, p. 100, n. 31. Contribución, s. vv.
[23] Por si sirviera de apoyatura histórica para nuestra hipótesis, recordaremos aquí que, como advierte E. Terés, el desplazamiento de los antiguos habitantes de Alija hacia el norte no fue en modo alguno definitivo, ni mucho menos supuso la ruptura de estas gentes respecto a Córdoba, como establecía Oliver Asín, pues «en el texto impreso de los Mafejir al-barbar, se registra un Saydun ibn Wakil al Awrabí (Saydun ha de leerse Sabrun, confusión fácil en grafía árabe), hijo, a lo que se ve, de aquel Waqil caído en desgracia, del cual se dice que desempeñó altos cargos bajo ‘Abd ar-Rah man an-Nasir» (Materiales, pp. 370-371).

María Dolores Gordón Peral
Catedrática Universidad de Sevilla

domingo, 26 de junio de 2022

Crónicas de una añoranza 1

Apuntes de Diego “El Sereno”

Primera parte

A continuación, pueden leer ustedes, parte de los primeros apuntes que realizó Isidro Escote Gallego, de lo que posteriormente sería un libro.

Prólogo. -

    Jamás cayó en mis manos un libro tan autentico y espontáneo, como el de este guadalcanalense de bien, Isidro Escote Gallego, el que, ya adelanto diciendo que, como Don Quijote, además de ser un visceral soñador, siempre fue gran madrugador y amigo de la caza.
    Creo que el presente libro es tal y como lo he calificado, por estar, precisamente, desnudo en su totalidad de oropeles y falsos ropajes literarios que, en muchos casos, no son sino grotescas máscaras que disfrazan, con ridiculez, lo que sólo son muñecos rellenos de despreciables harapos o, en todo caso, de humo que, como tal, solo sirve para diluirse en el vacío y ensuciar en horizonte.
    Conforme me fui adentrando en la lectura de esta historia de nostalgias y sueños, se fue arraigando en mí, más y más, la cesación de que, lejos muy lejos, de que fuera expresada con falso artificio literario y cierta hipocresía, había ido brotando, por el contrario, de lo más profundo del alma de este trovador del pueblo sencillo, con tal naturalidad, con sinceridad y con tal espontaneidad como, por poner un ejemplo, brotan las fresillas silvestres a la vera de una vereda perdida en el monte, o a orillas de algún arroyuelo cantarín, por el solo hecho de ser Primavera.
    No es precisamente el bueno de Isidro un hombre de “pluma y letra”, según el castizo decir de la gente sencilla del pueblo, en el sentido de ser un hombre que vive de los libros y entre los libros a la sombra de unos estudios universitarios, no, pero esto no quiere decir, ni mucho menos, que le esté vedado ser un hombre que sienta el arte, en su sentido más amplio, como el que más, y que esos sentimientos afloren, ya sea en la pluma o sea, incluso, en el taller, pues de hecho, este honrado hijo de Guadalcanal es un admirable artista en eso de le taxidermia y en otras muchas obras de arte que él sabe crear con “las navajas” de un jabalí o con las cuernas de un venado. No olvidemos que el verdadero artista jamás se hace, sino que nace.
    Todo esto viene a corroborar aún más lo que ya he afirmado de este trovador de Guadalcanal en cuanto a aquello de la autenticidad, espontaneidad y naturalidad, es decir, en eso de llamar al pan, pan, y al vino, vino, sin más sortilegios ni eufemismo, pues esta es la manera en que Isidro Escote escribe este su libro de añoranzas y entrañables recuerdos, que si bien lo son de unos tiempos muy difíciles, en los que no había de nada -pan tampoco- y en un escenario muy aislado y depauperado, allá por las bravías y montaraces Sierras de Hornachuelos, es tal el cariño e, incluso, “el güenángel” con que lo expresa, que más que a llorar, obliga al lector a sonreír entre tierno y compasivo, y es que, a su vez, -¿cómo no? Isidro, entre sevillano y cordobés, es un andaluz de pura cepa, pues nació (allá por la Guerra Civil) en el luminoso y encantador pueblo de la Sierra Norte de Sevilla, Guadalcanal, pero se crío en las cinegéticas sierra de Navaldurazno, del término de Hornachuelos (Córdoba).
    Un hombre que nace y se cría en tan espectacular y campestre escenario, tiene que ser, necesariamente, el amante de la naturaleza más bravía y el ancestral cazador que Isidro es.
    Pero si, además, aunque solo sea por aquello de que “de raza le viene al galgo”, es nieto de aquel mítico y sabio conocedor del campo y de todos sus entresijos, que fuera Diego “El Sereno”, entonces ya no hay más que hablar aquí.
    Y esto es, así como a vuela pluma, lo que pienso de la presente historia, que mi buen amigo Isidro Escote ha intentado dibujar con esos sus pinceles, limpios de todo artificio y al natural en este libro. Una añoranza vibrante y emotiva que, arrancando de aquel admirable Diego “El Sereno”, su abuelo, transcurre a través de su niñez y juventud en unos tiempos que, al lado de los presentes, parecen de la prehistoria, y en unos parajes que, esos sí, antes los actuales debían ser de no sabría decir que Sierra de un paraíso que sólo se puede soñar.
    Y como punto final, ya no me atrevo a decir aquello otro de “como broche de oro”, por parecerme demasiado jactancioso, aquí llevas, estimado amigo Isidro, estas trovas a ti dedicadas.
    Leyendo, Isidro, tu historia de cazador campero, debo decirte sincero, en tu honor y en tu memoria, que he aprendido con euforia, lo que es la auténtica caza y todo cuanto ella abraza, pues heredaste de lleno de aquel tu abuelo “El Sereno”, su “hombría de bien” y su raza.
    La raza del cazador, que atrocha en la serranía, con la casta e hidalguía, del que es todo un señor.
    La raza del deportista, y del que tiene la vista, el poderío y majestad, de la gran águila imperial. La raza en fin de un artista.
    Pues de todo buen cazador, todo un señor debe ser, el pecho lleno de amor, y los pies como un lebrel.
Texto de José F. Titos Alfaro.

Añoranzas de un cazador. -


    Diego “El Sereno”, mi abuelo, fuente de mis amores por el campo y por la caza.
    Los hechos más significativos ocurridos en historia reciente, me van a permitir realizar esta centuria tan llena de acontecimientos en los que siempre he permanecido como fiel testigo para evocarlos con verdadera nostalgia y añoranza.
    Por sus páginas desfilarán suficientes elementos de juicio para ver en perspectiva aquellos episodios que forman parte del acervo de nuestro pasado, con especial hincapié en la temática de la caza y en mi gran amor por el campo.
 También convivirán con nosotros, acontecimientos anecdóticos, pero no menos representativos, que han trazado el curso de las actitudes y comportamientos, en el complicado siglo pasado.
    Trataré de hacer revivir escenas y personajes que han dejado huella en el transcurso de mi vida para poner a nuestro alcance de un modo ameno, sugestivo y riguroso todo el producto de una historia familiar.
    Después de esta pincelada, como introducción, entremos de lleno en materia; empezando por el que fuera la fuente de mi apasionado amor por la caza y por el campo; mi inolvidable abuelo materno, el mítico Diego “El Sereno”.
    Era un hombre alto, más bien delgado, de ojos pequeños y mirada penetrante. Sonreía con facilidad cuando llegaba su momento, y actuaba con rectitud cuando tenía que hacerlo.
    En su rostro, abatido por mil solaneras y otros tantos cierzos, parecían luchar a porfía la pureza y la bondad. Todo un caballero a la antigua usanza, para quién la dignidad y honor de un hombre con patrimonio del alma y sabiendo a su vez, que el alma solo es de Dios.
    Procedente del medio rural, fue Sereno en Guadalcanal sobre el año 1924, de ahí su apodo.
    Cuando tuvo alrededor de 30 años, tomó escopeta y perros y comenzó para él y para los suyos una nueva vida.
    No sé si la necesidad, la suerte o las circunstancias lo hicieron ser la mejor escopeta del lugar, para doctorarse pronto en la difícil ciencia cinegética, y cumplir y hacer cumplir el buen hacer de tan noble deporte.
    Hombre duro, incansable, con unas piernas de acero que llegaba a cansar a las perdices, según me comentaban todos los que lo vieron cazar en la sierra del Viento o de la Albarrana junto a otros cazaderos por donde solía andar, con la Cuerda. (Cuerda se le decía al conjunto de hombres, que cazaban en mano y a un zurrón)  

 
La cómo mejor escopeta, era jefe y por supuesto el que tenía que llevar “la mano baja” que es la que más tiene que andar, al tener que rodear las montañas, mientras que el “la mano alta” no tiene prácticamente más que andar unos centenares de metros en circulo y esperar y esperar a que los demás vayan cerrando, sobre todo al de “la mano baja” que es el que va por la base de cada cerro, para ir copando la caza.
    Por tal motivo el de “la mano baja”, “El Sereno”, tenía que tirar a las perdices a gran altura y a una velocidad de crucero, al cruzar de un lado a otro de las montañas. Esas perdices que, al decir de los castizos van “hablando con Dios”.
    Había dos formas de repartir la caza que se mataba en la jornada, una era “a un zurrón”, (repartir por igual) y la otra, cada uno lo que matara. En esta última solía haber discusiones cuando dos tiraban a la misma pieza. Entonces había que someterlo a juicio de “El Sereno”, quien tras soplar a la pluma o al pelo para ver las entradas de los perdigones, dictaminaba a quien pertenecía y sin mediar palabra, se la echaba a los pies del que la había matado, (nunca se la entregaba en la mano).
    “El Cabrero”, que es como él le llamaba a su escopeta de dos tiros de ante carga, que a pesar del proceso que suponía efectuar la carga de cada disparo, parece ser que lo superaba con la suficiente habilidad y rapidez como para ganarle la acción a las perdices, y no había redención posible cuando se echaba la escopeta a la cara. Un alto porcentaje de las perdices que tiraba tenían que pasar por el enorme zurrón que colgaba de sus espaldas.
    Comentaban los componentes de la cuerda que en las grandes hondonadas abría el compás y no dejaba pasar ni a una perdiz por alta y rápida que pasara. La necesidad le había enseñado a no fallar, porque del esfuerzo físico y de su habilidad de cazador pendía el sustento de toda su familia. ¡Como el que no dice nada!
    Él tenía gran estima por su escopeta, que conocía muy bien y se sentía muy seguro con ella; una anterior le había reventado, y lo pudo dejar manco de la mano izquierda que desde entonces tenía un poco tarada, pero que no le impedía para nada en el desenvolvimiento diario, por eso se agenció “El Cabrero”, que tenía los cañones alambrados, para evitar que sucediese lo peor.
    Cuando regresaba, bien entrada la noche, con el zurrón bien repleto de caza, me contaba mi abuela que ella tenía que salir por todo el pueblo, para vender la caza, de la que por lo menos, tres o cuatro piezas, que era el valor de las alpargatas, que “El Sereno” rompía cada día de caza andorreando por esos de Dios, con la innata sabiduría de un superdotado y la astucia de un gato montés.
Así, más o menos, transcurre la segunda etapa de la vida de Diego “El Sereno”, hasta que cierto día, un señor extremeño, enterado de su valía en el arte venatorio, lo mandó llamar para que se pusiese a su servicio, cosa que “El Sereno” aceptó complacido, y desde aquel día comenzó la tercera etapa de su vida para tomar los hábitos y velar las armas de la guardería andante, y la que ya no cambiaría, mientras vivió.
    El señor extremeño, dueño nada más y nada menos que de “Cantargallo”, una enorme dehesa considerada en aquel tiempo como una de las mejores de Extremadura en lo que a caza menor se refiere y sobre todo a perdices.
    Por ineludibles compromisos, este señor tenía que disponer de una cantidad de perdices todos los días, para mandarlas a determinadas personalidades de la villa y corte, y esto creo yo que fue el principal motivo por el cual mi abuelo fue requerido por D. Fernando Zambrano de Ardáy,
    El señor extremeño estaba interesado por aquel tiempo en la compra de un coto de caza Mayor, y quien mejor que “El Sereno”, para su elección, que no dudo en poner los ojos en Hornachuelos, ya que conocía buena parte de aquellas tierras por sus andancias cinegéticas, y así un determinado día, mi abuelo, montando una yegua castaña, partió por orden de D, Fernando a la búsqueda de un coto que estuviese en venta en las sierras de Hornachuelos, que entonces era muy reducida con respecto a lo que hay hoy.
    Volvía mi abuelo al cabo de unos días enamorado de Navaldurazno, -el coto seleccionado- y comento largamente con el nuevo jefe todo lo que había visto por toda la zona. Parece ser que todo aquel comentario impresionó al señor extremeño y antes las afirmaciones que le hizo “El Sereno”, no dudó en comprarlo, y sin molestarse en ir a verlo, lo mandó de nuevo a Hornachuelos con la señal de compra de la tan codiciada finca.

Isidro Escote Gallego.

domingo, 12 de junio de 2022

La Sierra Morena de Sevilla y sus paisajes y 6

Última  Parte

 4.1_ Diagnóstico general del paisaje

    Pese a la creciente consideración de los valores y recursos paisajísticos, no puede obviarse el carácter novedoso que esta nueva dimensión y funcionalidad del territorio presenta tanto a nivel institucional como social. Resulta, por tanto, fundamental acompañar cualquier estrategia de protección o mejora del paisaje en un determinado ámbito con iniciativas destinadas a resaltar la importancia que, en términos patrimoniales, socioeconómicos y de calidad de vida, ha adquirido el paisaje en las últimas décadas. Esta tarea de sensibilización, acompañada de las tareas formativas o de asesoramiento a los poderes públicos locales, se hace especialmente necesaria en áreas como la Sierra Norte sevillana, donde todavía se observan algunas reservas respecto a las políticas ambientales, siendo entendidas por determinados colectivos o sectores sociales como negativas para el desarrollo del área.

    Se plantea, de esta manera, la necesidad de hacer evidentes las posibilidades que ofrece el paisaje en relación con la cualificación y singularización de los productos y servicios del ámbito serrano, como un nuevo recurso patrimonial que puede ser movilizado y, en definitiva, como un eficaz indicador de la calidad de vida del área. Por el contrario, debe desecharse cualquier lectura que identifique al paisaje como una imposición burocrática que viene a sumarse a las limitaciones específicas que afectan al ámbito en virtud de sus valores ambientales o culturales.

    A partir de este reconocimiento del paisaje como patrimonio territorial, deberán desarrollarse las medidas oportunas para preservar y revalorizar los componentes y espacios que contribuyen a generar la cualificada imagen paisajística de la que disfruta este sector de la provincia de Sevilla. En este sentido, es preciso indicar que, junto con la recuperación de determinados recursos en claro proceso de degradación (fundamentalmente, edificaciones vernáculas y muros de piedra seca), es necesario reforzar la dimensión paisajística de determinados elementos patrimoniales (tanto naturales como culturales), en los que no han sido suficientemente explicitados o gestionados sus valores estéticos y perceptivos.

    En algunos casos, la reconsideración desde una perspectiva paisajística de estos componentes del patrimonio territorial pasará por el estudio de las relaciones espaciales y visuales que establecen con su entorno inmediato o con otros referentes más lejanos con los que de alguna forma interactúan. En otras ocasiones, el tratamiento paisajístico de estos elementos patrimoniales deberá compatibilizar el mantenimiento de sus valores ambientales, históricos o culturales con los usos y significados que la población les atribuye o les ha atribuido tradicionalmente. No debe olvidarse en ningún caso que la accesibilidad y el disfrute social de estos recursos también contribuyen a su preservación, evitando su abandono o su olvido con el consiguiente peligro de degradación ambiental y paisajística. La apertura y el mantenimiento de itinerarios y equipamientos públicos que permitan el acercamiento a los referentes territoriales y paisajísticos del área deben formar parte, por tanto, de la estrategia general de intervención en el paisaje serrano.

    Siendo importante la adopción de medidas paisajísticas relativas a los elementos o espacios con mayor grado de reconocimiento o singularidad, no puede obviarse el carácter dinámico y evolutivo de la mayor parte del territorio serrano, conformado a partir de la actuación continuada del ser humano sobre el medio. El mantenimiento de los paisajes agroforestales del área, con la dehesa al frente, necesitan fundamentalmente actuaciones y medidas orientadas a mantener su funcionalidad. Desde este punto de vista, la preservación de la calidad paisajística del ámbito está estrechamente ligada a la gestión y al mantenimiento de las labores y actividades tradicionales que, en última instancia, son las que han generado los paisajes que actualmente percibimos y apreciamos (prácticas ganaderas extensivas, tareas de mantenimiento de la dehesa, saca del corcho, explotación de recurso selvícolas, mantenimiento de huertas en los entornos urbanos). Junto a estas prácticas tradicionales, la continuidad y la integridad ambiental de los paisajes serranos también requerirá de la adopción de intervenciones e iniciativas destinadas a evitar incendios forestales, a renaturalizar y reforestar espacios degradados, a minimizar los procesos erosivos asociados a la agricultura, así como a promover la integración paisajística de las nuevas construcciones e infraestructuras en el territorio.    


En el entorno de los núcleos, así como en determinados enclaves productivos, la actuación paisajística debe orientarse fundamentalmente a la ordenación física del espacio (comenzando por la eliminación de los focos de suciedad o degradación existentes), al control de los procesos constructivos (dimensionándolos y ubicándolo correctamente), a la integración de las actividades o elementos con mayor incidencia paisajística (antenas, instalaciones técnicas, depósitos, playas de descarga o almacenamiento, áreas de estacionamiento) y, cuando resulte pertinente, su recualificación a través de intervenciones con criterios paisajísticos.

 4.2_Definición de objetivos de calidad paisajística

• Unos paisajes adehesados sostenibles y multifuncionales que preserven y pongan en valor sus recursos patrimoniales, culturales y paisajísticos.

• Unos paisajes agrícolas serranos compatibles y adaptados a las limitaciones del terreno pero que resulten competitivos en función de su especificidad o de la aplicación de prácticas productivas ecológicas o tradicionales.

• Una imagen tradicional de los núcleos serranos acorde con los valores históricos y culturales que atesoran, siendo imprescindible a tal efecto el máximo respeto por las características urbanas y tipologías constructivas en las que se sustentan las representaciones y significados socialmente atribuidos. Especial atención merecen en este sentido, las vistas externas, los bordes y periferias urbanas recientes, así como las entradas a los núcleos, que presentan una especial sensibilidad en función de los procesos urbanizadores y edificatorios que suelen desarrollarse en ellos.

• Un patrimonio cultural asociado a la explotación de los recursos naturales de la Sierra Norte (minería, aprovechamientos agroforestales, ganadería, obras hidráulicas,…) que se mantenga en buen estado de conservación y que se incorpore como un activo territorial para la implementación de estrategias diversificadas de desarrollo socioeconómico del ámbito mariánico.

• Unos paisajes naturales connotados (parajes o espacios que gozan de un mayor reconocimiento institucional y social) en los que se concilien el acceso y disfrute público de los recursos y valores sobre los que se sustenta su mayor consideración con la preservación de los procesos y formas que los singularizan o caracterizan.

• Unas implantaciones productivas y terciarias (polígonos industriales, enclaves turísticos u hosteleros, naves de transformación o distribución de los productos serranos,…) en medio rural adaptadas a los significados de naturalidad e integridad que se atribuyen a amplios sectores de la sierra.

 Bibliografía de referencia y saber más

• AGUDO TORRICO, J. (1984), Arquitectura popular en la provincia de Sevilla, en VÁZQUEZ MEDEL, M. (dir.), Sevilla y su provincia. Tomo I. Ediciones Gever S.A.: Sevilla. pp. 115-148.

• BUENO MANSO, F. (1995), Guía de la naturaleza de la provincia de Sevilla. Centro Andaluz del Libro, Diputación Provincial de Sevilla, 127 pp.

• CARMONA GRANADO, A. y JIMÉNEZ CUBERO, S. (1995), Cazalla de la Sierra. Naturaleza e historia. Sevilla, Ayuntamiento de Cazalla de la Sierra.

• CONSEJERÍA DE MEDIO AMBIENTE (1999), Manual práctico Parque Natural Sierra Norte de Sevilla. Consejería de Medio Ambiente, Junta de Andalucía.

• DÍAZ QUIDIELLO, J. (Coord.) (2009), Atlas de la historia del territorio de Andalucía Consejería de Vivienda y Ordenación del Territorio, Instituto de Cartografía de Andalucía, Junta de Andalucía.

• DIRECCIÓN GENERAL DE LA RED DE ESPACIOS NATURALES PROTEGIDOS Y SERVICIOS AMBIENTALES (2003), Plan de Desarrollo Sostenible del Parque Natural Sierra Norte (Sevilla), Servicio de Fomento de Espacios Naturales, Consejería de Medio Ambiente, 2 vol.

• FERNÁNDEZ CACHO, S., FERNÁNDEZ SALINAS, V., HERNÁNDEZ LEÓN, E.,

LÓPEZ MARTÍN, E., QUINTERO MORÓN, V., RODRIGO CÁMARA, J.M., ZARZA BALLUGUERA, D. (2010), Paisajes y patrimonio cultural en Andalucía. Tiempo, usos e imágenes. Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, Junta de Andalucía, Consejería de Cultura, 2 vol.

• Plan Especial de Protección del Medio Físico de la provincia de Sevilla (1987), Consejería de Obras Públicas y Transportes, Junta de Andalucía.

• REQUENA SÁNCHEZ, M.D. (1993), Permanencia y cambios de la Sierra Norte de Sevilla. Estudios Integrados de Geografia. Sevilla, 1993.

• SILVA GARCÍA, J.A. (2002), El Parque Natural de la Sierra Norte, Excmo. Ayuntamiento de Constantina.

• ZOIDO NARANJO, F., SILVA PÉREZ, R., FERNÁNDEZ SALINAS, V., RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, J., TROUT TATE, A., PARDO GARCÍA, S.M. (2011), Entorno urbano de Constantina. Identificación, caracterización y cualificación de recursos paisajísticos. En: Paisajes de Oportunidad. Convención Europea del Paisaje y Participación: las acciones piloto del proyecto

PAYS.MED.URBAN, Ed. Maggioli, pp. 98-103.

Catálogos de Paisajes de la Provincia de Sevilla 

domingo, 5 de junio de 2022

Últimos días de la feria de Guaditoca

La historia de la feria y la ermi­ta se confunden en su origen

No nació la feria, que desde re­mota fecha se celebraba alrede­dor del Santuario de Guaditoca, en Guadalcanal, de privilegio de los Reyes; ni debió su origen a con­cepción de los grandes Maestres de la Orden de Santiago, a la cual perteneció por luengos años el se­ñorío de la Villa; ni lo instituyó el Ayuntamiento por auto de sus al­caldes y regidores; nació como otras instituciones populares de una necesidad y creció y se des­arrolló a lo sombra de la Virgen de Guaditoca.

La historia de la feria y la ermi­ta se confunden en su origen con la romería anual que la Pascua del Espíritu Santo se celebraba coinci­diendo con las fiestas religiosas de los pueblos y hermandades de la comarca dedicaban en honor de la que hoy es su Patrona muy ama­da, a quien veneran con amor de hijos fieles.

De no existir carta o privilegio de concepción del ferial, se quiso hacer argumento poderoso a fines del siglo XVIII contra la permanen­cia de la feria en los llanos que rodean la ermita de Guaditoca.

Del incremento que llegó a al­canzar en los días gloriosos del Santuario, puede darnos idea el número de mercaderes y tratantes que acudían en busca de lucro y ganancia al ferial. El cuaderno for­mado en 1786 para el ajuste de la cuenta de maravedíes que cobró en aquel año la justicia de la Vi­lla, nos da testimonio de que allí se vendía desde las vituallas más necesarias hasta los objetos más lujosos y superfluos.

En los porta­les que formaban una gran plaza delante del Santuario estaban las tiendas de lienzos, sedas, sombre­ros. En los puestos de las esqui­nas ya adosados a los muros del Santuario se vendían vinos, taba­co, chacinas y toda clase de alimentos. En mesas y tablas que arrenda­ba el Santuario, tenían sus vende­jas los jilgueros de Sevilla, de Carmona, de Tocina, de Medina de las Torres y de Fuente de Cantos; los de Montemolín vendían costa­les, los granadinos pitos, los de Berlanga bayetas, frutas los de Palma y mil y mil cosas en que pu­dieran gastar dinero los peregri­nos, ya para proveerse de cera o para tener algún recuerdo de aquellos días pasados en las ve­gas de Guaditoca.

Pero la parte más importante del ferial era el mercado de gana­do. El sitio reunía para ello las me­jores condiciones, ya que los pas­tos son abundantes en las dehesas próximas al río.

La causa principal del incre­mento que adquirió la feria no era otra que la devoción a la Virgen Bendita de Guaditoca, que atraía a su Santuario legiones de devo­tos para asistir a las fiestas religio­sas que en su honor se celebran. Sólo las hermandades de Guadalcanal, Valverde, Berlanga y Ahillones daban buen número de ro­meros, a los que no les importaba lo penoso del camino, ni las mo­lestias de la estancia, y aunque las hermandades tenían casas pro­pias, no había alojamiento para todos.

La animación y vida comenzaba desde la víspera del día de Pen­tecostés, en el que hacían entra­da Cofradías para el culto a la Virgen.

Desde el amanecer de dicho día se celebraban misas en el Santuario. La función principal se cele­braba el segundo día de Pascua por el clero de Santa María. La úl­tima tarde salía la procesión, for­mada primero por las mujeres, que llevaban en andas de plata al Ni­ño Bellotero, y después los hom­bres con la imagen de la Virgen, en andas de plata también.

Se recorría la plaza, siguiendo por la acera derecha y volviendo por la izquierda; y al pasar por los puestos de confituras arrojaban puñados de ellas a las andas.

Colocábanse las andas de la Virgen sobre la peña de la apari­ción, volviendo al Templo, donde se pujaban los mástiles para tener el honor de entrar a la Virgen en Santa Casa.

El final de la feria era el regreso de aquella multitud a sus hogares, hasta el año siguiente. Tal era la feria de Guaditoca.



PLACIDO COTE (Hijo) Alumno de 8.° Curso. 14 años
Revista de Feria 1980

domingo, 29 de mayo de 2022

La Sierra Morena de Sevilla y sus paisajes 5

Quinta  Parte

3.1.2_Percepciones y representaciones actuales (Continiación)

     Dos temas clave fracturan de forma importante las valoraciones obtenidas en el proceso de participación. Por un lado, el papel del Parque Natural en los procesos de cambio de los paisajes serranos, que para unos ha sido positivo, pero para otros se ha orientado de forma contraria a sus aspiraciones. Por otro, el papel de la actividad turística, que para unos es garantía de una dinamización económica necesaria para la supervivencia de los paisajes serranos, pero para otros constituye una amenaza para los lugares más emblemáticos, sin una correspondencia clara con el desarrollo socioeconómico de la población autóctona. La percepción de algunas personas es que la política restrictiva asociada a la protección del territorio como parque natural ha empeorado la calidad de los paisajes serranos, uniformizando y dañando los paisajes arbolados. Ha sido frecuente también la referencia a la mala gestión ganadera y a la pérdida de diversidad de cultivos. Se ha mencionado el retroceso del castañar, la práctica desaparición de las huertas en los ruedos urbanos y del paisaje de viñedos sustituido mayoritariamente por un olivar de baja producción.

    En cuanto a las riberas y la presencia de cursos de agua se señaló la desaparición de los sistemas asociados a los huertos periurbanos, también de fuentes que servían de abastecimiento para la población y el ganado. Esta pérdida se identifica a su vez como causa de deterioro general de las áreas cercanas a los núcleos, ya que la presencia de agua garantizaba más vegetación y una temperatura más agradable durante el verano.

    Por otro lado, se mencionaba la construcción de los embalses como un elemento positivo de transformación y de cualificación de los entornos afectados. Respecto a los caminos hay dos procesos valorados negativamente por la mayoría de los participantes: la desaparición de los vallados de piedra tradicionales se señala como una pérdida identitaria y estética que ha sucumbido a las razones puramente económicas; y la progresiva privatización de los caminos públicos, mediante la proliferación de cierres y vallas, que impide el acceso real a los paisajes.

    En el interior de los pueblos, se reconoce una mejora en la calidad de los espacios públicos, aunque se destaca la pérdida de carácter de la arquitectura urbana tradicional. En este sentido se ha mencionado la pérdida de detalles constructivos autóctonos (arcos de medio punto rebajados en los vanos, detalles en las puertas y ventanas, teja árabe, encalados, chaflanes en los cruces de calles, utilización del color “rojo carruaje”, dinteles pintados…) y de elementos propios (cobertizos, cortinares), la proliferación de elementos ajenos, la extensión de la construcción tipo adosado y la estandarización de elementos del mobiliario urbano.


“Por estos campos grises,
por estas duras sierras,
talladas por el viento,
la lluvia y el arado
pasaron los pastores,
los siglos y las guerras,
sembrando sus vestigios
de olvido y de pasado.
Va desgranado piedras
con puños torrenciales,
no abrieron en su lomo,
jamás, una vereda
y sin embargo cría cardos y matorrales,
difíciles juncales y mísera arboleda”.

ANTONIO PARRÓN CAMACHO.
Poemas inéditos. 2005.

 

“En estos montes, cubiertos desde el comienzo de los tiempos de enormes masas de matorral formado por espesos jarales de troncos retorcidos y entrelazados, por viejas matas de romero, por lentiscos siempre verdes, entre los que crecen apretados los alcornoques y las encinas, tejió la naturaleza un recio entramado, bajo el cual encontraron eficaz refugio osos, venados, ciervos y jabalíes”.

José María Osuna

Cuando se cazaban Osos a unas leguas de Sevilla 1965

 3.2_ Establecimiento del carácter paisajístico

    El paisaje de la Sierra Norte de Sevilla presenta una marcada impronta serrana y natural que emana de una tradicional y respetuosa convivencia entre el medio y las actividades humanas. La particular base física de este territorio, la componente vegetal de los suelos y los modelos tradicionales de ocupación y aprovechamiento antrópico del medio natural, de profundo arraigo histórico, son los principales rasgos identitarios del paisaje del área.

    Desde el punto de vista del relieve, la extensión y continuidad que presentan los suaves relieves de la Sierra Nortea sevillana confieren al área todos los atributos y significados que identifican a la montaña media mediterránea. Una montaña que, como corresponde a su condición de macizo antiguo largamente erosionado, se resuelve desde un punto de vista fisiográfico en una sucesión de lomas, colinas y sierras de formas suaves que se alinean siguiendo las direcciones predominantes de los plegamientos que dieron origen en su momento al macizo hercínico. La trascendencia de la Sierra Norte como espacio montuoso se deriva, por un lado, de su franca separación respecto a las tierras bajas y formas horizontales de la depresión del Guadalquivir y, por otra parte, por la extensión y continuidad que adquiere el macizo como flanco septentrional a lo largo de todo el valle.

    Los suelos resultantes son poco evolucionados, de naturaleza ácida y escasa fertilidad, por lo que su vocación es claramente forestal. Los bosques potenciales son encinares y alcornocales, con la aparición de bosquetes de quejigos y robles en microhábitats particularmente húmedos, incluso castañares cultivados, además de formaciones de ribera que ocupan las orillas y suelos más humectados en torno a los ríos. Esta diversidad vegetal no sólo contribuye a la diversificación paisajística, sino que, unida a otros valores naturales del área (fauna, riqueza geológica), ha favorecido la catalogación como Parque Natural y Reserva de la Biosfera de buena parte de la Sierra Norte de Sevilla.

    Por lo que respecta a la percepción de estos espacios serranos como un área de marcada naturalidad y continuidad histórica, cabe señalar que dicha apreciación se encuentra profundamente relacionada con las pautas tradicionales de ocupación y aprovechamiento de un territorio con notables condicionantes litológicos, orográficos y edafológicos. La capacidad que han tenido históricamente los habitantes serranos para adecuarse a los citados condicionantes, haciendo uso de los recursos del medio sin llevarlo al límite de sus potencialidades reales, se encuentra en la base de muchos de los valores que actualmente tiene atribuidos esta área como paisaje singular y de calidad. La máxima expresión de este aprovechamiento tradicional del bosque mediterráneo en el área es la dehesa, que constituye uno de los elementos más identitarios de la Sierra Norte y la máxima expresión de sus valores.

    Fruto de esta convivencia del hombre con el medio, se encuentran también algunos espacios cultivados que corresponden a afloramientos calizos de mayor aptitud agronómica o a los entornos urbanos, donde prevalecen los cultivos de olivar y cereal en secano. Estas teselas agrarias, que en muchos casos acogen también prácticas ganaderas extensivas, determinan cierta heterogeneidad en los biotopos vegetales y en los espacios adehesados.

    El poblamiento de la Sierra Norte se compone de un hábitat mayoritariamente concentrado de pequeños núcleos rurales que se emplazan en espacios con una topografía amable o poco montuosa o bien aprovechando los pasillos naturales que se establecen entre las alineaciones montañosas principales. Estas localidades no han sido sustancialmente transformadas desde el punto de vista urbanístico, manteniendo además determinados rasgos de la vida rural tradicional. Junto a los pueblos del área se mantiene un importante hábitat diseminado tradicional que se relaciona con las prácticas agro-silvo-pastoriles del monte y, especialmente, de la dehesa.

    Entre las percepciones del área, destacan también las relacionadas con otros sistemas de explotación pasados como la minería, cuyas evidencias contribuyen a la cualificación y singularización del paisaje de la Sierra Norte. Otro elemento que posee importantes implicaciones territoriales, ambientales y escenográficas, son las láminas de agua de los diferentes embalses que se localizan en el área.

    Finalmente, el reconocimiento institucional de estos espacios serranos a través de distintas figuras de protección ha contribuido a reforzar esta imagen de calidad ambiental y de integridad histórica, al tiempo que ha favorecido el desarrollo de numerosas posibilidades en relación con diversos tipos de turismo (activo, turismo cultural, etnológico…).


3.3_Valores y recursos paisajísticos

Valores escénicos, estéticos y sensoriales

• Diversidad de este paisaje serrano: colores, olores, texturas, diferentes perspectivas.

• Se destacan como valores la tranquilidad, la belleza, la armonía entre lo natural y lo humanizado.

• La lámina de agua de pantanos, embalses, ríos como lugares que destacan por su belleza.

• Abundancia de lugares y miradores que permiten amplias panorámicas del paisaje del área.

• La imagen externa de los cascos históricos tradicionales de algunos núcleos.

• Valor escénico y estético de los paisajes de dominante natural y también rural como dehesas y huertas.

Valores naturales y ecológicos

• Bosque galería de la ribera del Huéznar; así como las riberas y cabeceras de otros ríos.

• Características geológicas del paisaje kárstico del Cerro del Hierro.

• Robles melojos del Cerro del Hierro.

Valores productivos y utilitarios

• A pesar de ser un espacio protegido, se destaca que es un espacio productivo: dehesas, aprovechamientos forestales...

• Fincas representativas del paisaje tradicional de la dehesa (La Travesía, UPAPalmilla,

La Atalaya, la Jarosa, Navalvillar, Monte San Antonio, La Armada,…).

• Abundancia de huertas, olivares y viñedos, valorados positivamente.

• Espacio de gran riqueza cinegética, valorado así históricamente.

Valores históricos y patrimoniales

• Vestigios del cultivo de vid en la sierra y elementos patrimoniales asociados al mismo.

• Huellas de la explotación minera de la Sierra. Poblado e instalaciones abandonadas del Cerro del Hierro.

• Patrimonio arquitectónico del paisaje de la ribera del Huéznar: molinos, batanes, martinetes, fábricas de electricidad.

Valores simbólicos e identitarios

• El paisaje de la dehesa se reconoce como el que mejor refleja la identidad del área.

• Los muros de piedra seca, muy en relación con las dehesas, como linde característica de este tipo de explotación.

• Destacan, en relación con la construcción tradicional, detalles constructivos autóctonos (arcos de medio punto rebajados en los vanos, detalles en las puertas y ventanas, teja árabe, proporciones constructivas, encalados, chaflanes en los cruces de calles, utilización del color “rojo carruaje”, dinteles pintados…).

• Pozos de nieve.

• Huertas tradicionales y viñedos de los ruedos de las poblaciones.

• Los castaños de Constantina.

Valores de acceso y uso social

• Vía Verde de la Ribera del Huéznar.

• Presencia de numerosos caminos tradicionales y vías pecuarias, utilizados por las personas de vinculación más directa con el área.

• Paisaje como recurso turístico y principal reclamo de este sector en el área.

Valores religiosos y espirituales

• Presencia de ermitas que gozan de un alto reconocimiento social.

Lugares, hitos y recursos

En la percepción de los que conocen el área en el contexto de visitas turísticas más o menos frecuentes son habituales las menciones a núcleos de población (Cazalla, El Pedroso, Guadalcanal, Alanís, San Nicolás del Puerto…) y a lugares menos localizados asociados a movilidad turística (paseo por las carreteras comarcales, sendero de Almadén-El Real de la Jara, cualquier ermita, los castañares, dehesas…). Asimismo es muy mayoritario el reconocimiento de tres espacios emblemáticos:

• La ribera del Huéznar. Se hace referencia especialmente al bosque galería y su accesibilidad. También se nombra el puente sobre el río en San Nicolás del Puerto y hay menciones a la Vía Verde de la Sierra.

• El Cerro del Hierro. Caracterizado por su espectacularidad y singularidad.

• Los alrededores de Cazalla de la Sierra.

Entre las personas residentes o con mayor vinculación se hace referencia a otros muchos lugares:

• El entorno de los barrancos del Viar. Un lugar que generalmente se caracteriza como desconocido, peligroso, pero con espectaculares valores paisajísticos.

• Riberas de otros ríos, no sólo el Huéznar o el Viar: Benalija, Cala o Guadalbacar. También se mencionó la cabecera del Ciudadela.

• Se mencionan también numerosas fincas como representativas del paisaje de la dehesa.

• Otros lugares mencionados se destacan por la belleza y singularidad (el pantano en La Puebla de los Infantes y de Cala, la Cartuja de Cazalla, La Yedra en Constantina -a pesar del deterioro y el abandono-), por su carácter de hito para una visión panorámica del paisaje (el cerro de La Capitana, Cerro Negrillo, castillo de Alanís, la zona de las Colonias de El Pedroso, el Mirador de Azulaque, el Balcón de la Dehesa de Upa) o por su componente.

Catálogos de Paisajes de la Provincia de Sevilla 

domingo, 22 de mayo de 2022

Rutas de senderismo de Guadalcanal y 3

Tercera parte

La belleza del senderismo es que, es realmente una actividad para todos, solo necesitas un par de zapatos apropiados, un bastón y un amigo de paseo. Si eres joven o viejo, experto o aficionado, siempre habrá un sendero que será perfecto para ti, siempre habrá unas personas que te acompañen y te enseñen a respetar el campo y su entorno, las plantas y los árboles.

10 RUTA CAMINO DE SANTIAGO DE LA FRONTERA

Recorrido: 16 km.
Dificultad baja.
Duración: 03:30 horas.

    Se inicia en la rotonda de salida de Alanís en dirección a Guadalcanal por un camino que va paralelo a la carretera durante 2 km. Nada más llegar a la rivera de Benalija, el camino se desvía, en ese tramo asfaltado, hacia la izquierda hasta llegar a una activa cantera de piedra. En general la ruta está aceptablemente indicada. A nuestra derecha nos acompañará, durante casi todo el camino, la imagen de la imponente sierra de Hamapega. A medida que avanzamos, nos adentramos en una zona de dehesa durante varios km. En primavera el camino es embellecido por las abundantes lavandas.    

    En algunos tramos, el camino está muy borrado por la falta de uso y debemos permanecer atentos a las señalizaciones para no despistarnos. Mas adelante, unos dos km después de la cantera, cruzamos la vía del tren y el camino empieza a girar a la derecha. Transcurridos unos 8 km la dehesa comienza a alternarse con la retama y pronto se inicia la subida al conocido como puerto de Cazalla Una vez sobrepasado el puerto, se ven a lo lejos las primeras vistas de Guadalcanal con la sierra del Viento al fondo. En este punto tan solo nos quedarán 3 km para llegar a nuestra meta Este último tramo se abre paso por una antigua zona de huertas, muchas convertidas hoy día en olivar.


11 RUTA SUBIDA A LA SIERRA DEL AGUA

Longitud: 6,5 Kilómetros.
Dificultad: Baja-Media
Duración del trayecto: 1:30 hora

    Se inicia en la plaza de España y nos dirigimos por la Avenida de la Constitución y justo antes de llegar al Coso salimos del casco urbano por la calle de entrada al campo de futbol. Unos metros más adelante tenemos de frente el camino de ligera bajada que se dirige hacia la Sierra del Agua y apenas 200 metros más nos encontramos con una balsa de alpechín. Una vez sobrepasada, se abre en el horizonte nuestro camino a seguir y observaremos que tras cruzar el arroyo San Pedro se inicia de inmediato la subida a la sierra. A nuestra izquierda se observan numerosos chopos y fresnos que acompañan al arroyo San Pedro en sus primeros kilómetros de vida.    

A medida que vamos subiendo el camino comienza a zigzaguear adentrándose entre viejos olivares. En el único cruce de caminos que nos encontramos, debemos tomar de los tres que hay el que sale más a la izquierda y tiene una mayor pendiente. Seguiremos viendo a nuestra derecha preciosas vistas del pueblo con la Sierra del Viento al fondo. Tras sobrepasar una casa de campo a nuestra izquierda, unos 200 metros más adelante tomamos un pequeño camino a la derecha con el cual completamos la subida hasta la cresta de la sierra.
    Las vistas que vamos a ver son excepcionales, ya que no siendo esta la sierra más alta, sí que ofrece, en cambio, una gran sensación de estar a gran altura por la acusada pendiente de la montaña en su cara sur.

12 RUTA DE EL CHORREÓN

Longitud: 11,3 km. (ida y vuelta)
Dificultad: Baja
Duración del trayecto: 2:15 hora.

    Se inicia en el cruce de la carretera de Cazalla con la Senda, también conocida como camino Sayalés. en dirección a la Puebla del Maestre. Pasados unos eucaliptos que quedan a nuestra izquierda, 500 metros más adelante, tomamos el camino que sale a la izquierda. Durante gran parte del camino veremos el Cerro Monforte, antiguo baluarte de defensa en el que se hayan restos de origen romano y musulmán conservándose tan solo un aljibe. A poco más de un kilómetro de iniciada nuestra marcha tomamos un desvío a la izquierda continuando por el camino y pasada una cancela de la izquierda y tomamos el camino de la derecha debiendo continuar por el mismo hasta la siguiente bifurcación de caminos en la que debemos volver a tomar el camino de la derecha.    

    Pronto, al fondo, se empieza a sentir la rivera de Benalija y el camino se convierte en vereda hasta llegar a nuestro destino. Debemos caminar, en lo que nos resta hasta llegar, por el margen derecho del rio quedando el agua a nuestra izquierda todo el tramo. A medida que avanzamos el paso del rio se va haciendo más angosto, discurriendo por un bello lecho calcáreo que se va estrechando dibujando un espectacular entorno. Pasado este breve repecho que forma la pared derecha del Chorreón, divisaremos las más amplias vistas del lugar y terminamos nuestro trayecto de ida.

13 RUTA SUBIDA A HAMAPEGA

Longitud: 8,6 Km.
Dificultad: Media-baja
Duración: 2,30 horas.

    La iniciamos en los merenderos existentes en "Lo Prao" (pasado el km. 7 de la A-433) junto a los cuales existe un aparcamiento para dejar los coches. Los primeros 650 metros discurren por la referida carretera dirección Alanis, hasta que nos encontramos con el cruce, en el cual tomaremos el camino de la derecha que se dirige hacia las antenas del repetidor de televisión arriba instalados.
    En época de recolección de la aceituna, las cuadrillas en recolectar la materia prima de la que se obtiene el muy afamado aceite de Guadalcanal. En la subida nos acompañan castaños, pinos, quejigos y madroños, confirmando bonitas y bucólicas estampas. Y los omnipotentes olivos, que lucen bonitos tapices verdes.    

A medida que nos aproximamos a la cima las vistas panorámicas son más espectaculares. La antena del repetidor de RTVE, que fue la primera que se instaló tiene una altura aproximada de 70 metros. La otra gran antena instalada en la cumbre de Hamapega, pertenece a Canal Sur y tiene una altura de 110 metros. Este paraje, el más alto de la montaña es conocido por el nombre de El Pinagote, lugar donde están instaladas las antenas.
    Al sur se abre el amplio valle por el que discurre la Rivera de Benalija. La vegetación en las proximidades de la cima, así como en la cara sur de la montaña es tan exuberante que resulta imposible penetrar en ella y mucho menos atravesarla. Un hermoso quejigo nos muestra sus frutos y una curiosa piedra nos muestra lo que divisamos en el horizonte.
    Después de habernos recreado larga y gratamente con los paisajes y vegetación, emprendemos el camino de regreso sobre nuestros pasos.

14 RUTA CIRCULAR POR LA SIERRA DEL AGUA
Longitud: 10,8 km.
Dificultad: media-baja
Duración: 2:30 horas

    Se inicia como la mayoría en la plaza de España dirigiéndonos a la calle San Francisco. Al sobrepasar la última calle a la izquierda, sale un camino que cogemos y que, por tramos se concierte en vereda. A unos 600 metros nos encontramos con una amplia meseta y varios caminos, tomando, de los dos que salen a nuestra derecha el de la izquierda. Tras bajar una pronunciada cuesta, nos encontramos que la carretera que une Guadalcanal con Cazalla.
    Tomamos la carretera dirección Cazalla y a tan solo 25 metros nos encontramos un camino a la izquierda que debemos tomar. recorremos 300 metros y llegamos al singular olivar conocido como Sargento Arenas, que esconde una notoria curiosidad: "estamos en la parte baja de la ladera oeste de la sierra del Agua. Como su propio nombre indica, se trata de una tierra tan rica en agua subterráneas, que en años lluviosos brota el agua del suelo por numerosos puntos, formando un repentino arroyo". Unos 300 metros antes, hemos cruzado el arroyo de los Molinos, por encima del puente conocido como Puente Sevilla.    

    Continuamos nuestra ruta y más adelante llegamos a un punto en el que termina el camino público. Entramos en una finca privada que queda a la izquierda. Veremos que iniciamos una subida de unos 400 metros en dirección a las faldas de la sierra, hasta que de golpe el camino se aplana y vemos que es muy rectilíneo. Esto se debe a que perteneció al tramo de ferrocarril Sevilla-Mérida construido a finales del siglo XIX, que finalmente, fue desechado en favor del que finalmente se construyó y es el actual que conocemos. Se trata de un camino llano de casi 3 kilómetros muy llano.
    A nuestra derecha se divisa el amplio valle por el que se abre camino la rivera del Benalija, tributario del pantano del Pintado. Las vistas son tan amplias que, a lo lejos, se divisa el Cerro Negrillo (901 metros), ya en el término de Constantina. Como puede se puede observar a lo largo de todo este tramo, se trata de una pedregosa sierra, por la parte solana por la cual caminamos soporta tantos rigores del verano que solo algunas plantas como la retama y la estepa blanca pueden subsistir a duras penas. Una curiosidad de la estepa blanca es que es conocida como "el papel higiénico del campo".
    Cuando tenemos visible la vía del tren delante nuestro, se acaba de pronto el camino rectilíneo que hemos traido. Podemos bajar por el camino que gira la derecha, pero teniendo presente que tenemos que caminar en dirección a la vía del tren hasta encontrar la entrada a la finca en la que nos encontramos. Allí veremos que junto a la cancela por la que salimos, ya en camino público, de nuevo visualizaremos una indicación del Camino de Santiago. Ello se debe a que este tramo corresponde a una de las etapas del Camino de Santiago de la Frontera y que, unos 50 kilómetros más arriba en dirección Extremadura, confluye con el de la Ruta de La Plata.
    Merece la pena mirar a nuestra izquierda para divisar el tramo del camino, así como la belleza de la sierra. Al tomar el referido tramo del Camino de Santiago, nos incorporamos a la subida del Puerto de Cazalla. Son 600 metros de subida tras los cuales empezamos a divisar el puerto a lo lejos. Cuando se termina el camino de tierra nos incorporamos a la carretera que une Guadalcanal con Alanís, girando a la izquierda en dirección al pueblo hasta recorrer unos 200 metros. Pasamos junto a la Ermita de San Benito que dejaremos a nuestra derecha. Inmediatamente de pasar la ermita, a la derecha nace un camino, también señalizado con la indicación de Camino de Santiago, que debemos tomar. Este bonito camino transcurre entre paredes de piedra y resto de lo que fue una antigua Calzada Romana, que nos acompaña hasta la entrada de nuevo en Guadalcanal.

Fotos y textos.- Juan Parra Trigos