RASGOS SOCIOECONOMICOS DE LOS EMIGRANTES A INDIAS.
Segunda parte
(8) Cartas del Consulado de México, I617-1625. A.G.I., México, 322 y Consulados,
JAVIER ORTIZ DE LA TABLA DUCASSE
RASGOS SOCIOECONOMICOS DE LOS EMIGRANTES A INDIAS.
Segunda parte
JAVIER ORTIZ DE LA TABLA DUCASSE
RASGOS SOCIOECONOMICOS DE LOS EMIGRANTES A INDIAS.
Primera parte
LA EMIGRACIÓN A INDIAS
Administrador
General de las minas de Guadalcanal
De Ortiz de Zarate tanto las enciclopedias consultadas como la Biblioteca Nacional o la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, no existen fechas exactas de su lugar de nacimiento y fecha de deceso, la mayoría sitúan como fecha de nacimiento en 1514 en la ciudad de Valladolid y su fallecimiento en Sevilla en 1560, otras los sitúan en fechas y ciudades diferentes, inclusive en una entrada de la Real Academia de la Lengua en el que sitúan su nacimiento en la ciudad Alavesa de Orduña y su muerte según describe J.C. Santomayo en el mes de Mayo de 1570 en Madrid.
Teniendo gran importancia como
administrador de Minas del Reino y administrador general de las minas de
Guadalcanal, de la que fue nombrado al año siguiente de sus descubrimiento por
Carlos I, teniendo gran influencia en la corte y marcando la vida de
Guadalcanal y su minas administrando su riquezas durante más de tres años, su
faceta en la que los historiadores se detienen más en la de escritor, aun no
siendo cronista oficial de la Corona, su libro “Historia del descubrimiento y
conquista de las Provincias del Perú, y de los successos que en ella ha
auido, desde que se conquistó hasta que el Licenciado de la Gasca... boluio a
estos reynos... / la qual escreuia Agustín de Çarate", que fue impreso
en 1555 en Amberes, el mismo año que fue nombrado administrador general de las
minas de Guadalcanal, y reimpresa en Venecia en 1563 y en Sevilla en 1577,
además, fue traducida al francés, el alemán, el inglés y el italiano, de gran
calidad literaria, la obra no deja de hacer patente la concepción personal del
autor en la narración de unos hechos en los cuales, en muchos de ellos, él tomó
parte.
Esta obra fue encargada por el
príncipe y futuro rey Felipe II, narrando de una forma veraz la verdadera
historia de la conquista de Perú y sus acontecimientos anteriores y posteriores
a la conquista y teniendo el final cronológico en 1548 coincidiendo con la
muerte de Gonzalo Pizarro. Coincidió en América con Francisco de Mendoza,
Durante los quince años anteriores a su vuelta a España, fue Contador del
Consejo de Castila y en el año 1543 fue nombrado contador de mercedes del
virreinato de Perú y Tierra Firme, legando a América un años después con la
expedición del primer virrey, Blasco Núñez de la Vela, fue nombrado por la
Audiencia de Lima como negociador en la contienda entre las tropas de los
encomenderos de las que estaba al mando Gonzalo Pizarro y la casa del virrey,
siendo apresado en plenas negociaciones, finalizando esta contienda en la batalla
de Iñaquito (donde se asienta en la actualidad la Republica de Ecuador), cerca
de la ciudad de Quito donde fue derrotado y decapitado el primer virrey de Perú
Blasco Núñez de la Vela, liberado Ortiz regreso a España, donde tuvo que hacer
frente a una acusación de sedición y traición al Imperio Español.
Durante la última etapa de su vida
se retiró a la que parece ser que era su tierra natal y fue nombrado encargado
de aduanas de Vitoria y Salvatierra, donde se dedicó a escribir y narrar las
vivencias de su periplo en tierras americanas, describiendo la verdadera
historia de la cruel colonización y saqueo de aquellas tierras, igualmente se
la atribuye “Censura de la obra "Varones ilustres..." de Juan de
Castellano”.
Fuentes. - Archivo Histórico Nacional, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, Espasa y autor.
Rafael Spínola Rodríguez
Sentado en una piedra y en el ocaso
de su vida, un anciano le dijo a su hijo: “Ni celeste ni terrestre te
hicimos, ni mortal, ni inmortal, para que tú mismo, como modelador y escultor
de ti mismo, más a tu gusto y hora, te forjes la forma que prefieras para ti
(...) ¡Altísima y admirable dicha del hombre!... Al que le fue dado tener lo
que desea, ser lo que quisiere.” (Oración acerca de la dignidad del hombre.
- Giovanni Pico della Mirandola (1484).
Tocados con un exceso de
inteligencia, los humanos somos los únicos mamíferos que saben que van a morir
poco después de nacer, que conocen su propio final cuando aún no han terminado
de escribir el prólogo de su vida, y que desde hace milenios albergan una común
y viva fantasía: “burlar a la muerte con falsas triquiñuelas”.
Con este fin inventamos hace
milenios las religiones y el pecado mortal, la literatura y el espiritismo, con
este fin diseñamos filosofías inmortales y construimos imperios caducos,
exploramos nuevos mundos y los colonizamos destruyendo sus creencias y culturas,
o ingenuamente hacemos el amor para volver a nacer o para dejar de morir, o
simplemente para creer que así seguiremos viviendo para siempre perpetuando
nuestra especie.
Desde hace apenas un par de siglos
los occidentales nos instalamos en la llamada era moderna y hemos desterrado la
idea de la reencarnación que proclamaban las diferentes culturas y religiones y
hemos depositado nuestra confianza sobre todo en la ciencia, abandonando la
idea de la vida eterna y la persecución de la piedra filosofal y la fuente de
la eterna juventud, esperamos que nuestros sesudos congéneres desentrañen las
causas físicas de la vejez y la muerte con el fin de contrarrestarlas, para que
los ricos puedan invertir en su futuro y los pobres nos tengamos que hipotecar
en el presente y así entre todos encontrar el elixir mágico que pueda derrotar
de una vez para siempre al enemigo común y final, la muerte.
Claro que todo esto me suena a
vanidad humana, tan sólo vanidad de alcanzar mediante nuestro ingenio lo que al
mundo natural le está vedado: la vida eterna, durar para siempre, y así poder
seguir destruyendo día a día nuestro hábitat, programar guerras a más largo
plazo, seguir pisando a nuestros semejantes, pero eso sí, todo esto,
eternamente, en definitiva, ser quienes somos pero sin fecha alguna de
caducidad, sin capacidad para seguir respetando la ley física del resto de los
mamíferos, vivir, reproducirse y morir dignamente.
Nuestra arrogancia sin límites sólo
se ve superada por nuestra infinita ignorancia, pero seguimos intentándolo,
todos los credos y dogmas se basan en la promesa abierta de la inmortalidad,
una eternidad invisible a nuestros ojos e incrustada en nuestra mente, una
impalpable vida eterna que continúa después de la muerte sin interrupción y sin
maldad, lo cual exige perpetuar una porción de nosotros que, a diferencia de
este cuerpo de carne, sangre y hueso, no muere jamás y que las diferentes
doctrinas laman: el alma.
Los creyentes creen que la muerte
deja de ser el final para pasar a ser la liberación de nuestra pequeña inmortal
porción de parte buena del ser humano del resto, y su viaje a un plano diferente
de la existencia donde nos espera la eternidad, ¿pero nos han preguntado si
queremos ser eternos?, o será simplemente un castigo si no hemos cumplido con
las exigencias del dios de cada cual, o tal vez sería una recompensa por ser
imperfectos, si hemos llevado a cabo los adecuados rituales de no ser piadosos
de manera dictada y prescrita con los demás humanos, pero repito, si esto es la
vida eterna, tendrían que consultarnos antes de enviarnos para allá.
Yo no me quiero desprender de mi
cuerpo, sus indignidades, amores, buenas acciones y debilidades, el ser humano
no puede ser igual que una crisálida, utilizar nuestro cuerpo como un
contenedor temporal, creo que nuestro verdadero “yo” vive para siempre, según
dice un proverbio árabe “la muerte no me asusta, porque cuando yo estoy ella
no viene y cuando ella venga yo ya no estaré” o algo parecido.
Finalmente, no debería extrañarnos
la obsesión humana por la muerte, el instinto de supervivencia es básico en
todos los animales e igual que ellos sentimos el impulso visceral y brutal para
esquivar a la muerte, el frenético deseo de vivir estaba ahí mucho antes de que
nuestro redondeado y prominente cerebro cayera en la cuenta de que a uno mismo
le toca morir, nacemos con ese don, los animales matan y mueren, pero no saben qué
les va a ocurrir a ellos; no tienen el impulso de vivir eternamente, dado que
en cierto sentido todos ellos viven en una eternidad, un tiempo sin futuro ni
pasado, un tiempo sin muerte programada.
Hoy, me gustaría tener esperanza en
la otra vida, pero lamentablemente nadie jamás ha vuelto del otro lado de la
muerte para confirmarlo; aunque muchos hayan alegado haberlo hecho,
reencarnados en seres más humanos, buenos y honrados, las pruebas indican lo
contrario, la vida es el principio de un ciclo y la muerte el final de un
instante, así que solo nos queda… La virginidad de nuestra alma.
RAFAEL SPÍNOLA RODRÍGUEZ
Guadalcanal, valió un Potosí
“Vale un Potosí”, así se dice en
España para referirse a riquezas inmensas y casi inaccesibles. Muchos españoles
saben dónde estaba este famoso monte de plata (hoy, propiedad del Estado de
Bolivia) el cual tuvo tanta importancia para la Hacienda Real de Felipe II,
pero, por el contrario, a veces, ni aún historiadores españoles están
informados de que durante los años 1555-1565, hubo otra mina de plata de
importancia grandísima, pero no en las Indias, sino en España, en el término de
Molinillo, a unos cinco kilómetros de distancia de Guadalcanal.
En agosto del año 1555, un vecino de
Guadalcanal, de nombre. Martín Delgado, un hombre pobre, de poca suerte en su
vida (murió en 1556), descubrió una veta de plata muy rica y según las
leyes dio cuenta de su existencia a las autoridades de su pueblo. Al poco
tiempo fueron descubiertas otras ricas vetas. Cuando
la Corona se halló informada de los grandes tesoros de Guadalcanal, actuó en
seguida: “las minas fueron declaradas propiedad del rey y se nombró un
administrador real, Agustín de Zárate, que se puso en marcha hacia Guadalcanal
para reservar los derechos del rey (no encontrándose en España en esta época,
sino en Flandes, en su ausencia gobernó la princesa doña Juana de Portugal)”.
El día 7 de noviembre de 1555 se
empezó con la producción. A los descubridores, así como los hombres que
hubieran podido demandar derecho en las minas, teniendo en sus manos cartas de
merced, se les forzó a renunciar a todos los derechos en favor de la Corona,
dándoles indemnizaciones muy escasas.
El fundamento legislativo de esta
expropiación por la Corona, fue el antiguo Ordenamiento de Alcalá de 1316, en
el que el rey Alfonso XI había declarado categóricamente: “Todas las mineras
de oro é de plata, é de plomo, é de otra guisa cualquier que minera sea en el
Sennorio del Rey ninguno non sea osado de labrar en ella sin mandado del
Rey". Pero, sin embargo, del dicho ordenamiento, esta privación fue una gran
injusticia, porque el rey Juan I en 1387, había renunciado a este regalo y
constituido que todos los súbditos "de los dichos nuestros Reynos puedan
buscar, y catar, y cavar en sus tierras y heredades de las dichas mineras de
oro y plata y de otros metales”.
En recompensa por la dicha renuncia
a su regalo, el rey sólo demandó dos tercios de cualquier metal sacado. Cuando
fueron descubiertas las minas de Guadalcanal, estuvo aún en vigor esta ley de
Juan I, según la cual los descubridores hubieran tenido derecho en un tercio de
la plata producida. Los argumentos de los juristas de Felipe II para justificar
la no observación de la ley de Juan I, fueron demasiados dudosos, explicando,
por ejemplo, que, si el rey hubiera sabido en 1387 que en tiempos futuros
serían descubiertas minas de tanta riqueza como las de Guadalcanal, él de
seguro no hubiera querido renunciar a la tercera parte de su derecho. Felipe II
sabiendo muy bien lo dudoso de los argumentos de sus juristas en los pleitos
con los descubridores en 10 de enero de 1559, pasó un fuero minero nuevo,
ordenando otra vez la incorporación de todas las minas de oro, plata y azogue y
poniendo en un radio de una legua, alrededor de las minas de Molinillo, un
círculo prohibiendo el acceso a cualquier persona no autorizada por los
oficiales del rey. Las minas fueron explotadas por cuenta del rey.
En los pozos de las minas de
Guadalcanal, trabajaron en los años 1556 1561 hasta 300 personas, no sólo
españoles (algunos vecinos de Guadalcanal, Cazalla, Constantina y Azuaga), sino
también franceses, italianos, alemanes, flamencos, ingleses, judíos y, sobre
todo, los esclavos negros comprados en Zafra, mercado central Extremadura para
el comercio con esclavos importados de Portugal.
En los primeros años de su
producción, las minas de Guadalcanal han sido más ricas que las de Potosí.
Desde el 7 de noviembre de 1555 hasta el 12 de noviembre de 1563, se sacaron de
los pozos de Guadalcanal, 319.23 marcos, una onza y seis ochavas de plata.
Valió la plata producida a razón de 2.320 maravedíes cada marco, por ser plata
muy buena y fina 740.133.867 maravedíes, de los cuales descontados 134.069.568
que fue todo lo que se gastó en dicha fábrica de Guadalcanal.
¿Qué se hizo con la plata de las
minas de Guadalcanal?. Se entregó la plata a los oficiales de la Casa de la
Contratación de Sevilla y después se llevó a la Casa de la Moneda de esa ciudad
“para labrar dela moneda para pagar las libranzas que en ella se hazen”.
Es quizás interesante saber que no sólo los prestamistas extranjeros de la Corona
(que rogaron ser pagados con la moneda procedente de las minas de
Guadalcanal), recibieron asignaciones de esa plata, sino que también los
almirantes de la Armada y los generales de los Ejércitos españoles en Italia,
los Países Bajos y África (Melilla).
Además; se pagó con la plata de
Guadalcanal sustento del Emperador Carlos I en Yuste durante los últimos años
de su vida. Pero sólo durante 10 años las minas de Guadalcanal, fueron muy
ricas; entonces, desde el año 1565, el beneficio legó a ser muy escaso y se
estima que desde el año 1567, la plata sacada de la mina no bastó ni aún para
los gastos efectuados.
En una carta del año 1570, que
Felipe II escribió al primer administrador de mina, Agustín de Zárate, el rey
siente mucho la disminución de la producción de mina y le da orden de regresar
otra vez a Guadalcanal para volver a administrarla. Pero esta vez tampoco
Zárate tuvo éxito, la mina nunca más dio tantas riquezas como en los primeros
años de su explotación.
En 1584 dejó de labrarse las minas
por cuenta de la Real Hacienda. Sin embargo, el recuerdo de los tesoros
legendarios que tuvo la mina los primeros diez años de su producción, estimuló
también en los siglos próximos XVL XV I y XIX a los reyes y a las grandes
empresas mineras españolas y también extranjeras (Fúcares 1632-38, Conde de
Clandord), muchos trataron de explotar otra vez los pozos antiguos y
gastaron mucho dinero para desaguar y reedificar la mine No estoy seguro de
cuáles han sido las causas del declinar de la mina. Quizá las vetas se agotaron
entonces, aunque podría ser que todavía en la actualidad hay plata rica en Molinillo,
pero los yacimientos están muy hondos y por eso sería muy difícil y costoso
explotarlos
GEORGE BRAUN, M. A. Licenciado en Historia y Becario del C. I. S.
Revista de feria 1972
EL GLOBO O TROMBA DE FUEGO DE GUADALCANAL
Así describe el fenómeno D. Manuel
Calleja, de la localidad mencionada, y así Carvic lo pone en conocimiento del
público. Acaso se trate de la caída de un bólido, que no pocas veces éstos se
presentan con tal aparato, pero muy bien pudiera acontecer que fuese un meteoro
como los que Arago llamó “rayos globulares”.
Es éste un fenómeno muy poco
frecuente, pero que se ha observado ya por muy distintas personas y en
circunstancias bien diversas, de modo que no puede tenerse por fantástico,
quiero decir, como ilusión de los que lo refieren, y muchas de las
descripciones tienen alguna semejanza con la sobria reseña del Sr. Calleja. El
almirante Duperry consigna que en las islas de la Sonda presenció un
espectáculo imponente, producido por una nube luminosa y esférica que lanzaba
rayos y truenos en todas direcciones.
Es famoso también el caso de la
iglesia de Stralsund, donde penetró un globo de fuego del que salieron otros
menores, a modo de granadas, que estallaron con gran estrépito. El globo
fulminante de Beaujon es no menos célebre, y cuentan que hizo tantos destrozos
y tanto ruido como si una máquina infernal hubiese estallado en medio de la
población; lanzaba el tal globo rayos en todas direcciones, y uno de ellos
atravesó un muro cual pudiera hacerlo una bala de cañón. Otra tromba fulminante
explotó en Everdon. En medio de una casa de labor, donde se hallaba una partida
de segadores; mató á varios e hirió a los restantes, encontrándose después, en
la superficie del cuerpo de las víctimas, gran número de manchas lenticulares.
Poggendorf dice en los «Annales» que en 1850 apareció un meteoro
luminoso globular cerca de la vila de Anhalt, siendo muchas las personas que
presenciaron el fenómeno y que declararon que la maravillosa esfera tenía un
matiz verdoso. M. Colón, vicepresidente que fue de la Sociedad Geológica de
Francia, cita otro caso de que él mismo fue testigo. Vio una masa globular de
fuego descender del cielo á la tierra á lo largo del tronco de un chopo, cuya
corteza quedó abrasada; la masa luminosa bajó lentamente empleando cinco o seis
minutos en recorres desde la cúspide hasta la base del árbol, y al legar al
suelo rebotó sin estallar.
En 1823 el profesor Schübler,
durante una tempestad que estalló sobre la Selva Negra, vio dos globos
luminosos coronados por una lengua de fuego cada uno. Muy recientemente la
Academia de Ciencias de París se ha ocupado de esta clase de fenómenos con
motivo de un caso presenciado por M. Viole, y del que éste dio cuenta a la
Academia. Vio el citado observador caer del cielo una bola de fuego, como una
piedra que desciende; apareció aquélla, se iluminó por relámpagos en efluvios,
descargas difusas localizadas en un espacio muy restringido, pero que formaban
en conjunto un meteoro imponente y magnífico. Otros muchos casos podrían citar
y he citado en otra ocasión, pues hasta 150 perfectamente tengo noticia de
haber sido registradas, pero con los expuestos basta para dar idea de este
curioso meteoro y para que no quede duda alguna acerca de su existencia.
Como dice muy bien Carvic, no se
puede asegurar por la breve reseña del Sr. Calleja, cuál es la naturaleza
verdadera del meteoro que se ha presentado en Guadalcanal; pero, por las
trazas, parece que pertenece a la categoría de los antes indicados. Si así
fuera, y no la caída de un bólido piedra meteórica (cosa también posible), los
atemorizados habitantes de la población andaluza han presenciado un fenómeno,
no único, pero sí muy rato y sobre cuya explicación andan todavía a la greña
los hombres de ciencia. Arago supuso, al describir este meteoro, que existe una
materia sutil que llamó «materia fulgurante», susceptible de unirse
temporalmente a la materia ordinaria.
Esta materia fulgurante es la que,
en circunstancias apropiadas, y arrastrando consigo masas de gases de la
atmósfera, forma, según la hipótesis de Arago, esas esferas y trombas
incandescentes que de cuando en cuando se presentan, ya produciendo un vistoso
y calado meteoro, ya incendios rarísimos, ya, en fin, desastres formidables,
ocasionando a su alrededor el espanto, la destrucción y la muerte. Actualmente
se entiende que la materia fulgurante de Arago no debe considerarse como una
sustancia desconocida y misteriosa, ni tampoco como un fluido especial, sino
solamente como una manifestación, no bien estudiada aun, de los movimientos
vibratorios de la materia imponderable, movimientos que hoy día, según la
naturaleza, sabemos que constituyen el calor, la luz, la electricidad, los
rayos X, etc. Este es uno de los hechos que sirven para mostrar que, como decía
mi amigo Juan Fernández, la noche que asistimos en París a la sesión de magia
blanca, nuestro conocimiento de la Naturaleza es aún bastante imperfecto y que
el estudio del mundo nos guarda todavía muchas sorpresas.
Vicente Vera EL IMPARCIAL, viernes, 7 de febrero de 1902
Francisco de Mendoza y Vargas “El Indio” (*Socuéllamos (Ciudad Real) 1523 + Málaga 1563)
Francisco de Mendoza pasó el resto
de la infancia y juventud con su tío Bernardino de Mendoza que le enseñó el
oficio y las artes de la mar, hasta que en 1542 su padre lo reclamó pese a su
juventud para que fuera Visitador General del Virreinato de Nueva España,
durante los años 1540/1541 fue Capitán de la Galera "La Paloma”,
participando en las batallas navales de Argel y Arbolan, igualmente por aquella
época fue Alcaide de las fortalezas de Vélez Málaga y Bentomiz, y durante los
diez años que permanece en los nuevos reinos de México y Perú se forja una
carrera ascendente hasta que le llega la sucesión a los cargos y del virreinato
perpetuo a la muerte de su padre, como antes habían accedido sus antepasados en
el Reino de Granada y resto de cargos hereditarios.
Durante su estancia en América
atesoró bienes y poder en la corte, así como un exhaustivo aprendizaje en la
marina, agricultura y minas, experiencia que le condujo a su vuelta a España a
solicitar diversas mercedes al rey Felipe II en Flandes, concediéndole
finalmente en 1556 el nombramiento como Visitador primero y luego Administrador
General de las Minas de los Reinos y de Guadalcanal, cargo que le reportaba más
de 2.000 ducados anuales, siendo igualmente Comendador de Socuéllamos, Señor de
Extremera y Coadjutor del Virreinato de Nueva España (México).
Cuenta en su libro biográfico el
escritor mexicano Salvador Novo que “Allá por el año del señor de 1557
siendo Administrador Real de minas D. Agustín de Zárate y visitador de las
minas de Guadalcanal D. Francisco de Mendoza, en la primera visita de este a la
villa, que, viendo la mina de plata situada en el Molinillo, le dijo a su
interlocutor “Guadalcanal vale un Potosí”, a lo que D. Agustín le respondió que
“esta villa tiene plata y nombre e historia propia”. Francisco de Mendoza
además de ser conocido y reconocido en la historia por ser un excelente
navegante, experto en agricultura, minas y su multitud de cargos en España y
América, fue famoso en la medicina americana por ser promotor del Códice de la Cruz-Badiano,
primer libro de herbolaria azteca que encargó su elaboración a D. Juan Badiano
y D. Martín de la Cruz,
Igualmente introdujo en México y el
resto de Nueva España especies asiáticas como el jengibre y otras, siendo
nombrado Factor Real para estos menesteres, en su faceta de empresario, fue el
propietario del primer “ingenio” para la extracción de azúcar y la mayor
fábrica de la época, instalada en Orizaba o “Ciudad de las Aguas Alegres”
en el estado de Veracruz (México).
Fuentes.
- Biografía de Francisco De Mendoza “Un adelantado en Nueva España”,
Francisco de Mendoza “El Indiano” de Escudero Buendía, Web oficial de Socuélanos
y autor.
Rafael Spínola Rodríguez
De Guadalcanal es, y aún tiene un es no es de yeso el señorico
Durante estos siglos el cultivo de la vid fue extendiéndose por casi toda la provincia de Sevilla, no quedo ninguna comarca en la que no hubiese viñas, siendo su momento más álgido los siglos XVI, XVII y parte del XVIII, muchas de estas viñas y su fruto el vino viajaron en las flotas que partían de Sevilla hacia América.
En la
edición de la Real Sociedad Económica Matritense de la “agricultura general” de
Alonso de Herrera (Agrónomo de 1470 a
1539), figura la siguiente relación de vinos destacados, importantes en los
s. XV y XVI:
… *Guadalcanal
con sus recios tintos y Cazalla de la Sierra con sus blancos esclarecidos junto
a sus aromáticos aguardientes son presentes en mesas de Infantes y Reyes. (sic)
No se conoce con certeza cuales eran
los viñedos que se cultivaban en Andalucía antes del XV y siglos posteriores,
si bien, en algunos anales constan las variedades de la zona como como la garnacha tintorera y marzuela tinta, también algunas
variedades de la época eran: la cencibel,
bobal y graciano. En cuanto a blancos, las variedades localizadas eran cayetana
blanca, palomino y aljerife. Igualmente se tiene noticias de 1482 que se producían en
jerez los denominados vinos de romania, conforme establecían las ordenanzas del
marques de Cádiz: “ mando que lo fagan de Torrontes e de Fergusano e verde agudillo según
e por la forma e manera que se facen en Xerez” (sic). Torrontes es uva blanca que está
extendida en muchos puntos de la geografía española y argentina. La Fergusano
es la llamada Fray Gusano de Manila o de Miraflores que es muy parecida a la
Mantúo de Pilas. Y la Verde Agudillo, quizás corresponde al verduguillo
actualmente Teta de vaca. Estas variedades fueron llevadas por los españoles en
las colonias de ultramar.
El tratado que más nos puede aproximar
al tipo de variedades cultivadas en aquella época es el de Simón de Rojas
Clemente y Rubio “Ensayo sobre las variedades de vid común que vegetan en Andalucía”
editado en 1807. En el mismo hace una clasificación de las distintas
variedades, agrupándolas en Tribus y habla de 119 variedades distribuidas en XV
tribus: Iª las Listanes/Forenses (Listán común, Morado, ladrenado, colgadera,
tempranillo, etc.). IIª Palominos/Fissiles. IIIª Mantúos / Pensiles (mantúo
castellano, bravío, de Pilas, fray gusano, torrontés, etc). IVª
Jaenes/Duracinae (Jaén Negro de Sevilla, de Granada, Jaén Blanco). Vª Mollares/
Helvolae. VIª Albillos/ Dapsiles (Castellano, Negro, etc. Aquí también
describe algunas cepas que denomina “variedades sueltas” como la Malvasía, la
Tintilla o la Romé, la Morrastell, la Beva). VIIª Ximenecias/
Ximeneciae. Tribu VIIIª Perrunos/ Flaventes. IXª Vigiriegos/ Postratae. Xª
Agraceras/Oxicarpae. XIª Ferrares/Pergulanae. XIª Tetas de vaca/Bumasti (Corazón
de cabrito, Casco de tinaja, etc.). XIIIª Cabrieles/ Oleagineae. XIVª
Datileras/Dactilides. Tibu XVª Moscateles/Apianae. En este apartado también
muestra un grupo de “Variedades aisladas” como Vigiriega de Motril Moscatel de flandes, Uva
del Rey, etc.
A falta de fuentes que nos permitan
valorar con exactitud la superficie dedicada al cultivo de la vid, hemos de
recurrir a las descripciones que hacen de su entorno los coetáneos de estos
siglos como las contenidas en la cosmografía de Hernando Colon que allá por el
año 1517, nos trasmite una imagen muy positiva en cuanto a la presencia y
frecuencia del viñedo por Sevilla. En cuanto a Guadalcanal, en los siglos XVIII
y Principios del XIX se habla de una superficie de viña del 30 al 40 por ciento
de la superficie total del término cultivada en la variedad de leñosos.
En la ribera del Guadalquivir nos
decía: “party de alcala del rrio para la rinconada que ay media legua grande
llana e de viñas” ... “la rinconada e fasta la algaba ay una legua llana e de viñas”
... (sic). Y también como centro productor de vino, encontramos en el
itinerario de Hernando en la sierra norte a Constantina, Cazalla y Guadalcanal
de la que afirma “en estos lugares ay muy buenos vinos”.
Ya a partir del siglo XVIII las fuentes
serán más generosas y ciertamente contamos con un instrumento muy certero el
Catastro de Ensenada desde 1749. El catastro resulta útil para establecer la
geografía del viñedo en la Corona de Castilla. Una de las áreas que según datos
del catastro superaban el porcentaje medio de superficie dedicada a la vid, era
Sevilla: siguen destacando como comarcas productoras la sierra norte y el
aljarafe. En la sierra superaban la media Cazalla y Constantina, después Alanís
cuyos famosos vinos fueron citados siglos atrás por Lope de Vega, y Guadalcanal
que también se distinguió por sus vinos en el XVI.
Es difícil conocer que tipos de vinos
se realizaban y sobre todo cuales eran sus características organolépticas en la
zona, es decir sus aromas y sabores. No quedan vestigios materiales de aquellos
vinos, como no puede ser de otra manera. Los conocemos solo y exclusivamente
por la literatura de la época, que por cierto fue muy prolija y de una calidad
extraordinaria, estamos hablando del Siglo de Oro Español. Y aunque hasta el
último tercio del XVIII la vinatería andaluza producía fundamentalmente,
mostos, es decir vinos jóvenes que se encabezaban ligeramente con aguardiente
vínico a fin de que pudiesen mantenerse en sus traslados, sabemos que también
se producían vinos de guarda, es decir vinos añejados y envejecidos, como era
el caso de nuestra villa.
Vinos que desde luego eran consumidos
tanto por el pueblo llano como por la nobleza, alcanzando una merecida fama,
recogida por nuestros clásicos (Cervantes, Lope de Vega, etc.). En
este sentido, articulistas, historiadores y cronistas como José María Osuna,
Antonio Merchán, José María Martín Cornello, Carlos Lora y Santiago Montoto han
dado perfecta cuenta de ello en sus artículos de diversas revistas y en otras
publicaciones de tirada nacional.
Así en uno de los Sonetos de Lope de
Vega: "Vino aromatizado que sin pena beberse puede, siendo de Cazalla, y que
ningún cristiano lo condena" (sic). O en libros como "Rinconte
y Cortadillo" de nuestro universal Miguel de Cervantes, que debió
ser un excelente catador por la profusión de vinos que conocía, "lo
trasegó del corcho al estómago y acabó diciendo: "De
Guadalcanal es, y aún tiene un es no es de yeso el señorico"(sic). En
el drama religioso “El rufián dichoso” cita Cervantes los vinos de Alanís, al
poner en boca del espadachín Cristóbal de Lugo estos versos: Por San Pito/
que han de entrar todos, y la buena estrena /han cíe hacer a la hornada que ya
sais/ y más, quo tenso da Alanís un cuero/ que se viene a las barbas…
En una de las novelas ejemplares, “El
licenciado Vidriera”, vuelve a hacer Cervantes su típica alusión a los
vinos de esta comarca, y es donde más gala hace del conocimiento de estos
líquidos báquicos: Al llegar a Génova el capitán don Diego dé Valdivia y Tomás
Rodaja, entran en una hostería, y después que el hostelero ofrece una gran
variedad de vinos, dice el autor: ”Y habiendo hecho el huésped la reseña de
tantos y tan diferentes vinos, se ofreció de hacer parecer allí, sin usar de
tropelía y como pintados en mapa, sino real y verdaderamente, a Madrigal. Coca,
Alaejos, y a la imperial más que Real Ciudad, recámara del dios de la risa;
ofreció a Esquivias, a Alanís. A Cazalla y Guadacanal, sin que se olvidase de
Rivaldavia y Descargamaria. Finamente, más vinos nombró el huésped, y más le
dio, que pudo tener en sus bodegas al mismo Baco” (sic).
El comercio de vinos andaluces y sobre
todo los sevillanos de la comarca de la Sierra Morena de estos siglos con
América fue sin duda la gran oportunidad para la industria vinatera sevillana,
que no supimos capitalizar. Y que dejamos pasar, para haber hecho de Sevilla
una de las mejores zonas vitivinícolas
En primer lugar, hemos de destacar que
el vino en la dieta marinera está perfectamente atestiguado, formaba parte
indispensable del avituallamiento de las flotas. El Vino, que, junto al
bizcocho, el agua y el queso eran los alimentos más consumidos en estos viajes.
Pero lo más trascendental es que conforme avanzaba la conquista de las Indias,
las cantidades de vinos que se fueron embarcando fueron progresando casi
geométricamente. Pues, aunque también se llevaron vides para su replantación,
estas necesitaron mucho tiempo para su adaptación a las nuevas tierras y nuevos
climas, aparte de que hubo legislación suficiente para regular en el tiempo y
en el espacio estas plantaciones, como la prohibición de finales del XVI de
cultivar viñas en las colonias, con el fin de no perjudicar la economía de la
metrópoli.
Así podemos empezar a distinguir esa
gran oportunidad para la viticultura sevillana desde muy pronto; Tomas de
Mercado (Economista, teólogo dominico y nacido en Sevilla en XVI),
decía que el vino duplicaba su precio en indias “cincuenta pipas de vino
entregadas en Guadalcanal o Cazalla valían a quince cada una, setecientos
cincuenta ducados. Véndenlas a treinta pagados en nueva España, lo cual excede
mucho lo que costara asegurar las pipas de ida y la plata de vuelta” (sic).
Hamilton (historiador hispanista)
también plantea que los productos alimenticios a Indias se duplicaban. Pero un
estudio de Mª Carmen. Mena García sobre precios y costos de transporte de
algunos productos agrarios remitidos a Indias en 1514 plantea que los precios
son bastante mayores. Ella documenta que 1.152 arrobas de vino de Guadalcanal,
que importaron inicialmente 79.833 maravedíes y que a su arribo a Darién habían
incrementado su coste hasta 171.432 maravedíes (10.099 de gastos de envasado y
acarreo hasta el barco y 82.000 de fletes y avería), se vendieron en
destino por 821.250 maravedíes, lo que supone un incremento del precio de
origen del orden del 1.026% y un beneficio bruto de 479%.
Los vinos de Sevilla y su hinterland se
vieron favorecidos por la legislación del momento. En 1509 el Juzgado del Vino
de Sevilla trato de impedir la entrada en la ciudad de caldos procedentes de
otras comarcas con vistas a su exportación a Indias. La Corona dispuso que
aquellos vinos destinados al aprovisionamiento de los navíos y armadas de la
Carrera gozaran de absoluta libertad, no así su destino para otros usos, como
la venta en la propia ciudad.
Los cosecheros bajo-andaluces si
gozaban del privilegio de no pagar el almojarifazgo y la alcabala de primera
venta, esto en 1588 y según datos de García Fuentes, él envió de una pipa de
vino, pagaba, en concepto de derechos aduaneros, 562 maravedíes si el cargador
no era vecino de Sevilla, si lo era solo pagaba 85 maravedís.
Según Pierre Chaunu (historiador
hispanista) entre 1511 y 1550 viajaron 3.153 navíos y entre 1581 y 1590
lo hicieron 873. Si extrapolamos la media por navío que obtiene García Fuentes
en la década de los ochenta del siglo XVI al total de los navíos que viajaban
cada año, el resultado que se obtendría es de unas 450.000 arrobas anuales, cifra
muy parecida a la que estable Chaunu por fuentes de tipo fiscal.
La procedencia de los vinos era: 52%
caldos jerezanos del total de los embarques controlados, porcentaje que se
eleva a un 53,2% si se añade los procedentes de Sanlúcar y el Puerto. El 42% de
las comarcas sevillanas del Aljarafe y de la Sierra norte. Los del Condado de
Huelva el 1,8% y el 2,6% restante eran vinos con origen desconocido. El 67,5%
va destinado a Nueva España, el 2,4% a Tierra Firme, un 7,6% a las Antillas y
Margarita y el 3,5% restante a Honduras. La gran diferencia entre el virreinato
de Nueva España y Tierra Firme se explica por el rápido desarrollo que alcanzó
el cultivo de la vid en este territorio en Perú (Nasca, Ica, Pisco, Paspaya y
Arequipa) y Chile (inmediaciones de Santiago).
Durante los siglos XVI, XVII y
principios del XVIII, según García Fuentes, contabiliza en esos 50 años
2.054.822 arrobas de vino exportado a las Indias de los que el 95% fueron de
procedencia andaluza y el 5% restante de caldos canarios. El destino
fundamental continúo siendo el virreinato novohispano con un 55,5% del total. Sevilla
y su área de influencia disfrutaron también del llamado “Tercio de los frutos de la
tierra”. Para García-Baquero el primer año que se tiene constancia
documental que se aplicó “el tercio de los frutos de la tierra”
fue en 1673.
Para el siglo XVIII las cifras que nos
da García-Baquero en el periodo de 1720 a 1751, y medidos en toneladas de aforamiento,
los productos agrícolas supusieron el 46% del total de la carga y casi la mitad
de los mismos la asumió a su vez el vino (41% del total de los productos
agrícolas y el 19% del volumen total exportado). Es decir, para esos 32 años el
total de vino exportado fue de 1.332.85 arrobas. En cuanto a la procedencia es
de Jerez, el Puerto, Sanlúcar, Rota, Chiclana, la comarca del Aljarafe
sevillano y el Condado, más un pequeño refuerzo de vinos “carlones”.
Pero también durante todos estos siglos
el comercio del vino que se producía en el territorio de Sevilla, no solo se
limitaba con América, sino que también Galicia, Santander, Guipúzcoa,
constituían destinos frecuentes de los vinos trasportados en naves fletadas en
Sevilla. Y junto a ellos otros mercados europeos también eran destinatarios del
vino sevillano.
Gracias a
esa expansión del negocio vinatero, surgirán en los campos, pueblos y aldeas de
Sevilla, en la que destaca la Sierra Norte a lo largo del siglo XVI y
siguientes, monumentales haciendas cuyas edificaciones magnificaban la vida
rural. Gran número de ellas poseen intactas sus estructuras y muchos de sus
elementos, como se recogen en el libro editado por la Junta de Andalucía: “Cortijos,
haciendas y lagares de la provincia de Sevilla”
Cortijo Castañarejo y Merino; en
Cazalla de la Sierra. Noticias del XVI informan de un primitivo lagar. En 1578
el italiano Antonio Corzo lo compro, tenía dos lagares. El primitivo lagar
tiene una torre de contrapeso. Cortijo de Franco o lagar de los Pollos¸ Cortijo
del Inquisidor; Cortijo El Marqués, con lagar del XVIII, Lagar de las Tres
Vigas. Lagar de Campovid en Constantina, antiguo lagar con prensa de viga.
Bodega del Rey en Guadalcanal del XVIII y XIX. Cortijo El Lagar en Las Navas,
instaurado por la Orden de los Basilios en 1575. Cenobio San Antonio del Valle
de galleguillas. Y tantos otros, son muestras exactas de esos emporios
vitivinícolas que plagaron muchos pueblos de la provincia. La mayor parte de
ellas contaban con lagares de viga, lagareta e importantes bodegas y, en
algunos casos, con calderas para la quema de vinos (cuando los excedentes lo
permitían) y alambiques para la posterior obtención del
aguardiente.
En
definitiva y sin duda alguna los tres mejores siglos de la historia de la vitivinicultura
de Sevilla, por su cantidad, por su calidad, pero sobre todo por la enorme
riqueza que genero a su alrededor.
Lamentablemente, el cultivo de la vid
en nuestra localidad ha quedado solo de forma testimonial en algunas fincas y
cortijadas, se han ido arrancando viñas durante el siglo XX y sustituyéndolas
por olivos, aun cuando el verdadero declive vino hace aproximadamente hace 140
años con la entrada de la enfermedad de la filoxera en nuestra zona.