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lunes, 18 de mayo de 2020

Historia de las Minas de Plata de Guadalcanal 7/8



Guadalcanal en la primera mitad del siglo XIX.-

Tras la Guerra de la Independencia hubo tímidos intentos de la Compañía de Navegación del Guadalquivir (fundada por R.O. de 8 de diciembre de 1814 y autorizada por R.O. de 8 de agosto de 1815) para reactivar las explotaciones, con escaso éxito. En 1818, Bernardo de Larrea y Villavicencio (1758-1839), natural de Riobamba, en Ecuador, Conde del Real Agrado y discípulo del barón Nordenflinch en Potosí, colabora con la Compañía del Guadalquivir, ensayando minerales y participando en el desagüe.
Pascual Madoz (1849, XIV: 395) dice que la compañía hizo en Guadalcanal ensayos sin fruto que le costaron medio millón de reales. Del Moral Ituarte (1991: 98) presenta a esta empresa como un grupo de carácter innovador, que aporta tecnología, señalando: “se mecaniza casi al unísono, en el período comprendido entre 1816 y 1823, la excavación de la corta Borrego (1816), la navegación de pasajeros de Sevilla a Sanlúcar y el pontón de limpia de los bajos del río (1817), la excavación de las minas de carbón de Villanueva y, quizás las de plata de Guadalcanal”. S  abemos por Pascual Madoz (1849, XIV: 395) que se emprendió la explotación de las minas de carbón de Villanueva del Río “por medio de una máquina de vapor”. No sabemos sin embargo si en Guadalcanal introdujeron estas novedosas técnicas. En 1918 la Compañía de Navegación del Guadalquivir fue retirada de sus concesiones.
La primera máquina de vapor para desaguar minas españolas fue la instalada, en 1805, en Almadén, por Francisco de la Garza (1757-1832). La de la Compañía del Guadalquivir de Villanueva del Río (1817), es ligeramente posterior.
En 1819, Alejandro Vicente Ezpeleta, fundidor mayor de la fábrica de Sevilla, en un informe realizado por encargo de S.M. sobre el Memorial sobre las minas del Reino presentado por José María de Mena, dice de Guadalcanal “que después de producir grandes riquezas con que se levantó la casa de los Júcares (Fúcares) (…) han quedado inundadas y sin utilidad hasta el presente” (Adaro, 1994).
Poco después, en sesión extraordinaria de Las Cortes españolas, de 8 de noviembre de 1820, se encarga una Memoria de las Minas de Guadalcanal a D. Bernardo de Larrea, ensayador de las minas, señalando datos acerca del producto, gastos y utilidades de las mismas (Gaceta del Gobierno, viernes 10 de noviembre de 1820: 608).
Tras la independencia de las colonias americanas Fausto de Elhuyar (1755-1833) vuelve a España, en 1822, siendo nombrado poco después Director General de Minas y Ministro de Estado. España había perdido las explotaciones mineras de plata en México y era urgente recuperar las minas peninsulares. A Elhuyar se le encomienda el reconocimiento de las minas de Almadén, Guadalcanal y Riotinto (R.O. de 14 de septiembre de 1822).
Por encargo de la Comisión Especial de Recaudación del Crédito Público, Fausto Elhuyar inspecciona las minas de Guadalcanal, entre 1822 y 1823, con la colaboración de Francisco de la Garza (1757-1832), director de Minas de Almadén, y Bernardo de Larrea y Villavicencio (1770-1839), elaborando un mapa de la zona (desde Guadalcanal hasta las minas, además de un plano subterráneo del socavón de Santa Victoria, hoy extraviados) y una Memoria (Palacios Remondo, 1993).
Fausto Elhuyar (1925: 91) tenía buena idea de estas minas, así hablando del socavón de Santa Victoria dice que: “existe porción de mineral (…) con leyes superiores que ofrecen las mejores esperanzas de su continuación”.
Sin embargo, no sabemos por qué, en el R.D. de Ley de Minas de 1825 (obra de Fausto) se excluyen de las minas de la Real Hacienda a las de Guadalcanal, Cazalla, Aracena y Galaroza (derogando las leyes 3ª y 4ª del título VIII, Libro IX, dedicado al Comercio, Moneda y Minas, de la Novísima Recopilación de las Leyes de España, de 1806).
En 1825, el catalán Gaspar de la Remisa i Mialons, Marqués
de la Remisa y Vizconde de Casa Sants (1784-1847) empieza a investigar las minas de Guadalcanal, logrando su concesión en 1927. El metalurgista Bernardo de Larrea y Villavicencio aparece como socio de la Compañía, siendo nombrado director de la Mina, por su amplia experiencia en el Virreinato del Perú y en estas minas.
Sebastián Miñano, en su Diccionario (1826, IV, pp. 374), dice que en Guadalcanal: “están las minas de plata, cuyo producto es bastante considerable, y su explotación es digna de verse”, aunque en aquella época las labores están en preparación. Gaspar de la Remisa, tras su entrada en Guadalcanal, va a convertirse en un gran empresario minero, poco después explotará las minas de Ríotinto (1829-1849) y las de la Cruz, en Linares (h. 1830), etc.
Según de la Remisa, su inversión en Guadalcanal fue de 70.000 duros (Flores Caballero, 2011: 111).
La empresa de Gaspar de la Remisa explotará las antiguas
labores de Hoppensak: Santa Casilda, Chaparral, Pozo Azul y Mina Victoria, pero las obras no fueron de tan gran envergadura como insinúa Miñano (Kith, 1852). El 18 de agosto de1828, el Marqués de Remisa envía al Rey 7 piñas de plata, obtenidas por amalgamación. Se emplearon en los ensayos el método de los toneles, ideado por Ignaz von Born (1741-1791) a finales del XVIII, con buenos rendimientos (Mercurio de España, 28 de septiembre de 1828, pp. 189, lo mismo en Gaceta de Madrid de 16 de septiembre de 1928). Aunque Manuel Flores Caballero (2011: 114) considera que el vizconde era un especulador, así su labor en el Suroeste: “solo sirvió para embolsarse los beneficios que obtuvo con la avariciosa explotación que realizó en Río Tinto, dejando abandonadas las minas de Guadalcanal”.
De todas formas, el Gobierno no cede en el empeño de volver a recuperar las minas para el Estado y encarga, en 1830, al presbítero Tomás González y Carvajal (1780-1833) una recopilación de los datos históricos relativos a Guadalcanal, apareciendo los dos tomos de documentos en 1831.
Pascual Madoz (1847, IX: 10) señala al hablar del municipio de Guadalcanal: “A 1/4 de leg. entre N y E se hallan las minas de plata que han sido en otra época de gran utilidad á la nación, pero que hace 14 años están abandonadas”.
Por tanto, la explotación del Marqués de la Remisa dura más o menos hasta 1833. Dice Kith (1852) que solo sacaron de allí 50 libras (22,68Kg) de plata, abandonando las labores al poco tiempo. Este autor tenía datos frescos gracias a su relación con Vicente López Preve, que había trabajado como ingeniero de la empresa de Gaspar de la Remisa, y con otros trabajadores de la misma con los que coincide en Riotinto. En los años 40, se producen numerosos registros de minas y escoriales antiguos en el municipio (cfr. Minas registradas y denunciadas, Boletín Oficial de Minas, 1842-45). Destacamos la presencia de una compañía británica, The Guadalcanal Silver Mining Association que pasó a la zona tras informe del agente de minas, comerciante, banquero, fabricante de sal y cónsul general de Austria y de Rusia, Juan Duncan Shaw (Shauv) (1801-1878), nacido en España, aunque de ascendencia escocesa, y del capitán (capataz de minas) Sincock (Mining Journal, 30 de septiembre de 1848: 464). Esta Compañía fue constituida en Londres en 1848.
Disponemos de copia del registro provisional de la Compañía (Joint Stock Companies’ Registration Act) fechado en junio de 1850. Los socios que se citan son: Thomas Field, marchant; Paul Rapsey Hodge, civil engineer; Edward Hunt, marchant; George Knight Huxley, gentleman; y Joseph Thomas, publisher).
Previamente a los trabajos de arranque se documentaron las minas, recuperándose antiguos planos. La compañía inglesa pagaría 1.200 reales por las labores e instalaciones y el 26 de diciembre de 1848 iniciaron el desagüe de Pozo Rico, con bomba de vapor traída desde Inglaterra (Cabo Hernández, 1995, citando a The Mining Journal y Kith, 1852). Nombran a Duncan Shaw director de la Mina y a G. Michell Director Técnico. Los gastos de explotación y desagüe los llevaron pronto a ampliar el accionariado, con 2000 nuevos títulos (Daily News, 17 de diciembre de 1849)
La mina estaba completamente desaguada a finales de enero de 1850, lo que posibilitó su reconocimiento.
Se comprobó que el mineral de plata no aparecía por debajo
del tercer piso, en una mina de once pisos (con 242 varas de profundidad). El filón se volvía además completamente estéril hacia el Norte, mientras que por el Sur desaparecía en una falla. La falta de mineral llevó al cese de las labores en el mismo año de 1850. El ingeniero de minas sevillano Roberto Kith (1852) que había visto la mina desaguada y evaluado el criadero dice que debían hacerse galerías de prospección ortogonales al filón de Pozo
Rico, para encontrar nuevos filones, tal y como hizo Hoppensak.
En 1852, las minas antiguas estaban de nuevo
anegadas (Kith, 1859). Los empresarios que habían participado en The Guadalcanal Silver Mining Association, poco después de entrar en Guadalcanal, constituyeron The Linares Lead Mining Company (1849), dirigidos por John Taylor e hijos, para explotar
una mina de plomo en Linares, llamada Pozo Ancho, donde tuvieron más éxito.

La última etapa de Guadalcanal. -
En 1859, Roberto Kith, a petición de varios compañeros, edita en Revista Minera los planos de los trabajos de Guadalcanal, como memoria histórica, pero también “para alguno que quisiera volver a investigar sobre aquellas labores”.
El autor menciona el denuncio, en 1853, de las minas Chaparral y Santa Cecilia, por parte de la Compañía de Pablo Ochaita, el cual hizo en años posteriores algunas calicatas. Este empresario también inscribiría a su nombre las minas de plata en Montejo de la Sierra (Madrid), en 1854. De igual forma otras tres Sociedades, con sede en la capital de España, pero cuyo nombre ahora desconocemos, denunciaron todos los pozos antiguos, sin actividad reseñable. Como señala Kith (1859): “las minas antiguas se hallan anegadas, del mismo modo que se hallaban en 1852”.
Las minas siguieron paralizadas toda la segunda mitad del siglo XIX. En 1880, el Porvenir de Sevilla señala que el propietario de Pozo Rico, D. Cándido Moreno trata de vender esta mina (Cfr. Revista Minera, Metalúrgica y de la Ingeniería, 31: 273)
En 1911, se vuelve a intentar la explotación de las minas y empezaron a realizar su desagüe. Se perforaron 100m de pozo, llegándose a los 200m de profundidad, donde había labores antiguas (ENADIMSA, 1986). Según el ingeniero de minas bilbaíno Joaquín Menéndez Ormaza (Revista Minera, Metalúrgica y de la Ingeniería, 70: 584) las bombas no daban a vasto: “las dos insignificantes bombas eléctricas trabajan sin un segundo de descanso y el añadir otra implicaba la ampliación de la central eléctrica del pozo. En estas condiciones se retiró el material para constituir una Sociedad que permitiera ampliar las instalaciones para seguir profundizando, cuando sobrevino la guerra”.
En 1917, en plena I Guerra Mundial, se crea en Madrid la Compañía Cuprífera Española, con capital social de 500.000 ptas. (5.000 acciones de 10 ptas.)). Su presidente era el abogado Luis Martínez Kléiser (1883-1971) (ABC, 9 de marzo de 1920). Según el plano de las minas de Goetz Phillipi), vemos que, en 1919, el yacimiento queda repartido entre concesiones de tres Sociedades: Compañía de Pozo Rico, La Cuprífera Española y la Compañía de Rodolfo Goetz Phillipi. La Estadística Minera de este año y posteriores no recoge ningún dato de actividad en Guadalcanal, probablemente por qué no lo hubo.
A partir de 1914 no hemos localizado datos sobre el laboreo de esta mina (si de permisos de investigación). Sin embargo, hay referencia de explotaciones de diversas sustancias en otros lugares del municipio de Guadalcanal.
Este es el caso del plomo (d. 1916 tenemos la mina del Laberinto), barita (la SA Baritina fue constituida en los años de la I Guerra Mundial), carbón (en 1917 ya funcionaba Mina San Epifanio y luego vinieron otras como Charco de Sal, San Pedro, María o La Primera), así como de otras sustancias en la zona, sin volver a saber nada de la plata.

ETSI Minas y Energía, Ríos Rosas 21, 28003 Madrid

lunes, 11 de mayo de 2020

¿Ventanilla única?



Vivir del cuento que les cuenta el político que del cuento vive

Mi estimado señor español, hoy quisiera analizar y reparar en una falacia más con la que se os viene engañando una y otra vez a Vd. y al resto de los españoles de su civilizado país, me gustaría que Vd. señor reparara en lo que denominar “las administraciones locales”.

Por supuesto, se os engaña, porque vuestro pueblo y vos mismo sois dados a vivir del cuento que les cuenta el político que del cuento vive, en una nación con pies de barro y que forma parte de un continente sin alma, os estimáis poco, señor y concedéis crédito a todo aquél que dice preocuparse por vosotros, mayormente si este se disfraza de político, tal parece que ser objeto de la mentira y el engaño os tiene sin cuidado, pues bien, señor, comprenderéis que a mí, un luzlandés que solo tiene que rendir cuentas al jefe de mi tribu, o sea, a mí, aún me afecte menos, si bien, las consecuencias de estas acciones me afectan directamente y de modo doloroso en ocasiones, cuando Europa tose, África ya tiene agarrada la gripe crónica o gripe aviar.

La gran patraña desde mi humilde y lejano punto de vista, es esta:

La descentralización autonómica de servicio al súbdito, en el concreto caso de su nación debería permitir acercar la administración estatal al ciudadano”, perdone mi parrafada señor, yo no lo veo así, verá, mi sufrido español, una cosa es acercar la ventanilla única al ciudadano al que se le ofrecen servicios estatales y de su proximidad, y otra cosa muy distinta es distanciarle de una lógica solución, el Estado, por definición, en mí país que no es precisamente ejemplo de democracia occidental a cualquier problema se nos da una solución única, una voluntad de marcha en común, un acuerdo de todos, o de los jefes de tribus y militares de turno, sobre las normas generales de convivencia, a esto le llaman Vds. dictadura, nosotros simplemente le llamamos respuesta y lo acatamos.

No quiero criticar ni analizar su democracia, señor, que créame en nuestro país es envidiada y yo la encuentro casi perfecta, pero, multiplicar los centros de decisión con comarcas, diputaciones, nacionalidades autonómicas, etc., etc., es quebrar, trocear las soluciones y difuminar los ingresos vía impuestos de lo que Vds. finalmente llaman Estado y no digamos si sé transfiere la capacidad legislativa, con sus vacíos legales, para controlar los aynekin (poblados en luzlandés) y pueblos o municipios en su idioma principal, porque eso de idioma patrio de su Estado ya lo analizaré otro día.

Un Estado así, señor, funciona por impulsos, multiplicación de ventanillas y funcionarios, leyes y contra leyes…, se diluye en las autonomías, diputaciones, comarcas…, y finalmente, le ahogan los impuestos, gastos, descontrol de reparto lógico y muere, es lo que le sucede, señor español a vuestro mal llamado Estado, que fenece poco a poco y huele ya demasiado a corruptos, corruptelas, malversaciones de fondos, amiguismos y enchufismos, en definitiva, a diversificación y repito, descontrol.

¿A qué administraciones múltiples de un sistema moribundo se acercan Vds. pues, señor?, con unas arcas medio vacías después de los años sumidos en una profunda crisis, leyes difusas, recortes sociales y contra leyes económicas que afectan básicamente al obrero y a los desfavorecidos sociales, al parado, al jubilado, y, hasta al ciudadano medio, por lo mismo, se descomponen, señor, vuestros dos partidos mayoritarios, que hoy son más partidos que nunca, esto de los dos partidos de alternativa de poder me huele a poco equitativo, ¿Qué opina Vd., señor?

Pero aun hay más, señor, no solo es que no se acerca con este sistema la administración inexistente descabezada ya, es que el peligro de corrupción se acrecienta en la medida en que el poder del Estado se transfiere y difumina, señor, sepa que como norma básica, se debería impedir que cuando el administrador mire a la cara al administrado y vea a un pariente o amigo, no viese solo a un ciudadano sin calificar, se evitaría así mi estimado español, que este, el funcionario, vea al otro lado de la ventanilla a una persona que le resultará difícil no beneficiar o fácil de manipular.

¿Dudáis señor de que todo lo que analizo sea democrático?, se que muchos ciudadanos de los diferentes estados autonómicos de España, Francia, Alemania, Portugal y resto de países vertebrados de Europa, piensan lo mismo que un inculto luzlandés como yo, pero no pueden exteriorizarlo, ya que Vds. los calificarían como lewaznil kalu (hombre de ideología política reaccionaria) y que Vds. simplifican llamándole ¿cómo?, a sí simplemente, “facha”, pero le aseguro que son pensamientos de muchos ciudadanos de los que se consideran de izquierda, como es su caso y el mío, señor.

Por hoy, no le molesto más, Sr. demócrata, de una ideología demócrata, integrada en un país demócrata, el próximo día diez de Noviembre siga Vd. votando, que su voto será utilizado como lanzadera de algún personajillo metido a político, que en cuanto esté en el poder, montará mas ventanillas oficiales par colocar a algún amigo de débito de favores o familiar en para ¿apto para el cargo?.


Un luzlandés

lunes, 4 de mayo de 2020

Historia de las Minas de Plata de Guadalcanal 6/8

Explotación de la compañía francesa (1767-1780)
Poco después, Miguel Múzquiz y Goyeneche (1719-1785), Secretario de Estado y del Despacho Universal de Hacienda, comunica a ‘Oconry’ la intención de cancelar el asiento con la condesa de Powis y que podría formar compañía con sus socios franceses, pero se ponía como condición que al menos uno de ellos debía residir en España. Poco después se informa que el conde de Clonard (Thomas de Sutton), persona de suficientes caudales, vendrá a ocuparse de las minas de Guadalcanal, aportando “mineros, fundidores y demás artífices acreditados de Europa” (Larruga, 1795: 90-91). Clonard nombra a un apoderado en Madrid, Alfonso Bernardino de Cervantes y, en 22 de noviembre de 1767, se establece asiento con las mismas condiciones que había tenido la Sra. Herbert, esto es por un periodo de 30 años.
Debemos conocer las circunstancias de la familia para pensar en que condiciones se produjo la llegada del conde Clonard a Guadalcanal. Nos retrotraemos a la Inglaterra de Oliver Cromwell (1599-1658), el cual decide en 1649 iniciar una durísima persecución contra los católicos de Irlanda y Escocia. Después de la batalla de Boyne (1691) y hasta principios del XVIII gente con formación y recursos van abandonando las islas. Una familia de la nobleza irlandesa, de la que procede Thomas Sutton (Wexford, 1700-Angulema, 1776), por su condición de católicos jacobitas se exilia en Francia. Otra parte de la misma familia vino a España, en tiempos de Felipe V (1683-1746), colaborando activamente en nuestras luchas contra los ingleses. Redmond de Sutton (1691-1769) que se había casado con la gaditana Isabel Herrera González (1700-17.), hija de armadores, tenía negocios de comercio marítimo con las colonias españolas y también con las colonias inglesas americanas. La Corona favorecía la actividad mercantil de este colectivo que le ayudaba contra el enemigo británico. Redmond compartía con sus parientes franceses flota mercante. Su primo Thomas de Sutton, conde de Clonard, que era Síndico de la Compañía Francesa de las Indias Orientales y que estaba casado con Seraphina Langton Carew (1741-1821), residía en París y acabaría regentando las minas de Guadalcanal. Otro primo francés de Redmond, Ricardo Wall y Devereux (1694-1777), fue ministro en España, desde el 6 de junio de1754 al 9 de octubre de 1763. La rama francesa tenía el título dado por los reyes de Francia, pero la española a través de Michel de Sutton y Herrera (Sutton o Sotto, en España) (1733-1788) también lo recibió en 1770, de manos de Carlos III (1716-1788). Los descendientes de Thomas Sutton de Clonard participaron en la Guerra de la Independencia de EEUU, con sus navíos y hombres. En resumen, la entrada de Thomas de Sutton en Guadalcanal viene favorecida por instancias políticas, ya que en España su familia campa en el Gobierno con poderío. La compañía estaba capitalizada en 3 millones de libras y en ella participaron como accionistas algunos aristócratas galos, tales como los duques de Harcourt, Châtelet y Liancourt, así como la Marquesa de Marboeuf, etc., aunque rompieron años más tarde con la empresa, quedando al parecer Sutton como accionista único (Shovlin, 2006, pp. 158). Tras la firma del asiento, Michael Louis Le Camus de Limaré (1722-1794), natural de Le Creusot (Francia), es nombrado director de las Minas (Larruga, 1795: 105), contando con la colaboración como Ingeniero Jefe de Joseph Richard (Larruga, 1795: 111).
Cuando tomó posesión, el Conde de Clonard y su Compañía, las minas estaban inundadas llegando el agua hasta la boca de los pozos, los cuales se encontraban en muy mal estado. Le Camus y Richard hicieron un estudio de los caudales disponibles y decidieron el empleo de máquinas hidráulicas para el desagüe, haciendo plan de presas y canales que remitieron a París, donde fue aprobado (Larruga, 1795: 111). Quieren utilizar la energía hidráulica del arroyo del Molinillo y hacer una serie de mejoras, cosa que piden a la Junta de Minas, por ello el 8 de febrero de 1770 se expide Real Cédula para el mejor beneficio de las minas, donde respecto a las aguas se señala lo siguiente: “se observase el curso dellas para el beneficio de las Minas, baxo las penas que se estableciesen”. También se acuerda que los ingenieros y maestros de las minas pudiesen usar un uniforme (Larruga, 1795: 107-109), tal y como era costumbre en Europa central y otros lugares. Se enviaron a “varios maestros maquinistas, barreneros, mineros, carpinteros y herreros de los más hábiles que había en las Minas de Bretaña en Francia” (Larruga, 1795: 112), probablemente se tratase de trabajadores de las minas argentíferas de Huelgoat-Poullaouen. También se contrataron a operarios españoles. Los trabajos de superficie habían concluido en octubre de 1772. Destacamos una casa para barrenar las bombas y otra casa con cinco fraguas, dos casas para los ingenieros (Richard y Besnier) y una magnífica para el director (Le Camus).
También se colocó en Pozo Rico una rueda hidráulica de 10 varas de diámetro, pero que podía ser sustituida por un malacate accionado por caballerías, que era más caro, pero podría usarse en caso de que faltase el agua.
La rueda tenía cajones dobles, dispuestos contrariamente, para poder hacer que girase en un sentido u otro, según interesase que subiesen o bajasen las cubas para extraer el mineral. No muy lejos, en el cauce de un pequeño arroyo próximo se hallaba la gran máquina hidráulica de San Carlos, de la que todavía se conserva el cajón que la albergaba. Era una rueda de 15 varas de diámetro, la cual accionaba unas manivelas que unidas a unos brazos transmitían el movimiento horizontalmente, por un socavón llamado Galería de los Tirantes. Este llegaba hasta Pozo Rico, donde los brazos conectaban con un balancín que transmitía el movimiento hasta las bombas. Había otra máquina en el Pozo San Antonio y un canal, procedente de una presa, cuya traza todavía es visible, que llevaba el agua para accionar la rueda, caudal que luego seguía hacia San Carlos. Esta última rueda también aprovechaba las aguas extraídas de la mina y las del arroyito donde estaba ubicada. Todo esto se completó con distintas obras en interior y exterior (Cfr. mapa: Plan geométrico de la mina rica de plata de Guadalcanal, 1774 y Larruga, 1795: 114-120).
El desagüe finalizaría en primavera de 1773. Todas estas obras causaron tremendos gastos, siendo la inversión estimada de 80.000 ducados (Remuzgo Gallardo, 2004). Enseguida empezaron a sacar mineral, pero, sin embargo, hubo problemas económicos y en 1774 Robert Sutton (1751-1788), hijo de Thomas, tuvo que acudir a Guadalcanal. En este momento dimitieron Le Camus y Besnier, siendo nombrado Juan Nicolás Geffrier nuevo director de las Minas.
Hacia 1775, el Ministro de Estado envía a Guillermo Bowles (1720-1780) para que de noticias de la situación de las minas. Tras pasar por Almadén llega a Guadalcanal donde observa una mina en mal estado, mucha agua y las entibaciones podridas (Bowles, 1775: 59-63).
Bowles envía documentación y planos a Madrid, entre la que estaría probablemente el mapa de Le Camus (1774). Según Matilla Tascón (1987, pp. 144-145). “La Compañía francesa que explotaba la mina de Guadalcanal pidió que Almadén le diera auxilio técnico, enviando a Störr (se trata del ingeniero de minas alemán Enrique Cristóbal Störr, †1802, responsable de las minas de Almadén y primer Director de la Academia de Minas, en 1777) a localizar las vetas metálicas que se habían interrumpido (…) el 4 de mayo de mayo de 1775 salió Storr para Guadalcanal acompañado de Francisco Ceballos, primer alumno de Almadén, y el maestro alemán Juan Jorge Stembach”, pero tardaron varios días en entrar en la mina por falta de seguridad. Narra Larruga (1795: 121-122), en referencia a ellos, que unos ingenieros, que habían venido del Electorado de Sajonia, encontraron en 1775 una veta bastante rica. Luego vinieron otros descubrimientos, pero enseguida se acabó el mineral rico (Larruga, 1795: 122). Thomas Sutton fallecerá en 1776 tomando las riendas de las minas su hijo Robert, de 25 años que no conseguiría evitar la quiebra de la
empresa, en 1778.
A partir de 1776, tenemos noticias del alemán Juan Martín Hoppensak (†1815) como Ingeniero Jefe de las explotaciones, haciendo diversos intentos de buscar nuevas vetas (Larruga, 1795: 122-124). En El Correo Mercantil de España y sus Indias (1793) hay una descripción del trabajo de Hoppensak, el cual hizo el pertinente levantamiento topográfico, lo que posibilitó ver la disposición de las vetas. Es la primera vez que se considera la geología de Guadalcanal para realizar un laboreo en orden.

Juan Martín Hoppensak en Guadalcanal (1796-1808)
El 19 de septiembre de 1783 Hoppensak es nombrado director de las minas de Almadén, puesto en el que estuvo hasta el 8 de septiembre de 1791, recibiendo pensión vitalicia en 1793 (Matilla Tascón, 1987: 146-147).
Por Cédula de 25 de abril de 1795, Hoppensak, junto con el suizo Antonio Zacarías Helms (1760-18., químico y mineralogista, ex director de las minas de Cracovia, miembro de la expedición del barón Nordenflinch a Perú y ex director de las minas de Cerro de Pasco) reciben Privilegio Real para el beneficio de las minas de Guadalcanal (y anexas) por tiempo ilimitado, mientras se cumpliesen las condiciones establecidas en el asiento.
Para poner en marcha las labores tenían un plazo de 18 meses. Estos manifiestan que esperan formar compañía con socios polacos y holandeses, dejando fuera a los franceses (Larruga, 1795: 124-136). Ya había estallado la revolución francesa (que duraría desde 1789 a 1799) y los vecinos del Norte ya no eran nuestros aliados, sino un enemigo que hostigaba al país. Para lograr capital ponen en circulación 1.000 acciones de 200 ducados Parece ser que, agotado el filón de Pozo Rico, Hoppensak se puso a buscar filones próximos, lo que le permitiría abandonar el costoso desagüe. Se dedica así a abrir pozos nuevos, como es el caso de Santa Victoria, Pozo Azul, El Chaparral y Santa Casilda o el socavón de La Cueva (Hoppensak, 1796, Mercurio de España, 28 de septiembre de 1828: 188-189 y Kith, 1852: 274-275).
En 1806, continuaban los trabajos en las minas de Guadalcanal, y también en Cazalla (Remuzgo Gallardo, 2004). El químico francés Louis Nicolás de Vauquelin (1763-1829) dice en los Annales de Chimie (1806) que encargado de hacer el análisis de las famosas minas de Guadalcanal había encontrado platino en bastantes muestras. Asimismo, el barón Antonio Maria Heron de Villefossse (1774-1852) en De la richesse minerale. considerations sur les mines, usines et salines des diferents états, trabajo redactado en 1807 y revisado en 1808 y 1809 al mencionar las minas y fábricas de cada país señala, entre las españolas, a las de Guadalcanal y Cazalla. La Guerra de la Independencia (1808-1814) paralizará las labores extractivas y Hoppensak fallece en Cazalla, en 1815, al poco tiempo de finalizar la contienda.


ETSI Minas y Energía, Ríos Rosas 21, 28003 Madrid

lunes, 27 de abril de 2020

Guadalcanal, 4 de noviembre 1836


CAPITULO DE LA GUERRA CARLISTA EN GUADALCANAL

Hay varios hechos de la Primera Guerra Carlista documentados que acaecieron en Guadalcanal, hoy quiero documentar la visita del Zumalacárregui del Sur y su columna el 4 de noviembre de 1836,
La expedición, 3ª división de operaciones del ejercito carlista (1) al mando del mariscal de campo Miguel Sancho Gómez Dama (2) llamado “El Zumalacárregui del Sur”, entró en la primavera de aquel año 1836 en las tierras dominadas por los cristinos (3) con una columna de mas de 2700 hombres y dos escuadrones de caballería de 180 hombres, un obús y varios cañones de montaña procedentes de tierras alavesas.
Esta expedición recorrió la península, hicieron incursiones en territorios cantábricos y gallegos con el fin de minar al ejercito oficial de los partidarios de María Cristina de Borbón-Dos Sicilias  y continuaron su campaña hacía  Asturias, pero allí el mariscal cristino Baldomero Espartero iniciaría la persecución de la 3ª División comandada por Gómez  y este se vio obligado a replegarse nuevamente a Galicia, pese a que a su entrada Santiago de Compostela contaba ya con casi 4000 infantes y más de 200 de caballería, ante la presión de Espartero con una expedición aun muy superior a la del mariscal andaluz, este optó por abandonar Galicia y dirigirse a la provincia de León para reclutar más infantes y regresar nuevamente a Asturias, sin embargo, nuevamente sus intenciones se vieron lustradas y Espartero nuevamente le dio un severo correctivo a la expedición Carlista, mermando su moral y su ejercito.
En el mes de Agosto de 1836, mermadas su tropa y moral, reunió con sus jefes y oficiales y contraviniendo las ordenes dadas por sus superiores se interno en Castilla con el propósito iniciar un nuevo periplo  hasta llegar Andalucía ante la imposibilidad de volver a Asturias, no encontrando demasiada resistencia, decidió no entrar en Aragón para evitar el encuentro con la columna de l General Evaristo San Miguel,  hasta llegar a Cuenca, llevando las tropas cristinas siempre a la zaga, allí Gómez se reunió con el también general carlista Ramón Cabrera, apodado “El Tigre del Maestrazgo”.
Allí formaron un nuevo ejercito mas poderosos con las dos columnas, pasando por Utiel y Requena en dirección a Albacete, continuando invadiendo nuevas tierras para los carlistas, siguiendo las escaramuzas en los meses de agosto y septiembre, continuando las escaramuzas e internándose en Extremadura, arrasando cuantos pueblos y ciudades que se encontraban a su paso.
En Septiembre se recibió la noticia en Tarifa de la intención de Gómez de invadir la región, el 26 de Septiembre interrumpió en el cabildo de la ciudad uno de los porteros de plaza y entregó un pliego con la cláusula con el carácter de “urgentísimo”, suspendiendo el cabildo inmediatamente la continuación de la vista de los demás asuntos ordinarios y se leyó el escrito del jefe político superior de la provincia informando que Andalucía se hallaba amenazada de invasión de las huestes del mariscal Gómez  y el general Cabrera y movilizando los milicianos de la Milicia Nacional para reagruparse en la capital de la provincia.
Mientras esto sucedía en Cádiz y en varias provincias andaluzas, la expedición carlista seguía su periplo por Extremadura y haciendo incursiones en Andalucía, enviando varias columnas en distintas direcciones, llegó la tarde del 4 de noviembre de 1836.
Alertado el capitán de milicia de Guadalcanal Isidro Chamorro Spínola, que la columna principal del ejercito carlista al mando del mariscal Miguel Sancho Gómez se acercaba a la villa por el Puerto de Llerena, salió a su encuentro y el tambor Pedro Álvarez anunció la llegada del capitán y sus milicianos a la avanzadilla del ejercito invasor, finalmente tras una breve negociación, Gómez y su expedición descansaron en Guadalcanal y allí fue informado por sus exploradores que los perseguidores estaban desorientados y desconocían sus paradero y se habían detenido en los confines de Extremadura hasta saber sus próximos movimientos e intenciones, sospechando que los carlistas  se dirigían a Sevilla y Córdoba.
Aprovechando el desconcierto del ejercito perseguidor de la Regente María Cristina de Borbón, Gómez se reunió a la mañana siguiente en Guadalcanal con sus mandos y decidió cambiar de estrategia, encaminándose a la Serranía de Ronda, región en la que aprovechando las naturales ventajas del terreno por la accidentada orografía y la certeza de que en aquella zona encontraría antiguos partidarios, pensaba que así podría asentarse en la que fue la primera Guerra Civil Española, la columna del mariscal abandono Guadalcanal la mañana del día 9 y fue por Alanis a Constantina y Palma del Río, llegando el día 10 a las inmediaciones del Guadalquivir.
Del resto de las andanzas y batallas de este mariscal segundón carlista que fue Jefe de Estado Mayor de Tomás Zumalacárregui, se ha preocupado y juzgado la historia de España y de las disputas de Borbones y Borbones que tanto perjudicaron al desarrollo de la España del Siglo XIX.
(1) Carlistas. El carlismo es un movimiento político español de carácter tradicionalista y legitimista derivado del absolutismo español que surgió durante la primera mitad del siglo XIX en oposición al liberalismo, el parlamentarismo y el secularismo. Pretende el establecimiento de una rama alternativa de la dinastía de los Borbones en el trono español y el llamad reinado social de Jesucristo. En sus orígenes propugnaba la vuelta al  antiguo Régimen  y posteriormente desarrollaría una doctrina política inspirada en la tradición española y la  Cristiandad medieval.
(2) Miguel Sancho Gómez Dama. - Torredonjimeno (Jaén), 1785-Burdeos, 1849, militar español. Fue jefe del estado mayor del general carlista Zumalacárregui. Al estallar el primer conflicto armado carlista se alistó de los primeros en las filas de D. Carlos. Dirigió la expedición que, saliendo de Orduña el 26 de junio de 1836, tomó Oviedo, y más tarde, Santiago, pasó a Castilla y Andalucía volviendo al Norte cuando se libraban las batallas más fuertes del sitio de Bilbao. Pero a pesar de sus triunfos maravillosos no tuvo ninguna repercusión en el desarrollo de la guerra, fue procesado por razones que la Historia no aclara demasiado. Emigró a Francia y murió en Burdeos en 1849.
(3) Cristinos.- Con el término cristino son conocidos los partidarios de María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, viuda del Rey de España, Fernando VII, frente a los carlistas en el enfrentamiento sucesorio que mantuvo la Regente en nombre de su hija y futura reina Isabel II con el hermano del rey, Carlos María Isidro de Borbón y que llevó al país a la Primera Guerra Carlista.
El denominado bando cristino estaba integrado por un grupo heterogéneo de personas, desde liberales, (auténtico sustento de las pretensiones sucesorias de Isabel y su madre), hasta antiguos colaboradores de Fernando VII como Francisco Cea Bermúdez, absolutistas reformados, algunos progresistas e incluso afrancesados que habían vuelto del exilio y veían la oportunidad de un cambio en la política española.
Por extensión, se denominó cristinos a los partidarios de la política conservadora de la regente María Cristina durante los diez años en los que ocupó el cargo frente a los seguidores de Baldomero Espartero.

Fuentes. -  Hemerotecas

domingo, 19 de abril de 2020

Historia de las Minas de Plata de Guadalcanal 5/8



Asientos de Liberto Wolters y la Compañía Española (1725-1742)
       En 10 de mayo de 1719, Nicolás Vaillant propuso al Gobierno español para tomar en asiento, por 30 años, de las Minas de Guadalcanal y asociadas, así como de Riotinto.
Estas proposiciones pasaron al Consejo de Hacienda, pero no habiendo acudido el interesado, á las gestiones requeridas, quedó nulo el proceso (Aldana, 1875) Señalan Mafia y Rúa de Figueroa (1871, III: 258-259) que el sueco Lieberto Wolters Vonsiohielm (h.1670-1727) conociendo la riqueza minera de España, de donde los Fúcares habían sacado grandes riquezas, solicitaría de S.M., en 1724, el arriendo por 50 años de las Minas de Riotinto, así como de las de las de Guadalcanal y asociadas. Por fin, lograría hacerse con el asiento con fecha 16 de junio de 1725. En el contrato firmado se le obligaba a poner al corriente, en dieciocho meses, al menos una de estas minas: Guadalcanal o Riotinto.
Para ello formó una compañía de accionistas, con los que tendría innumerables pleitos. Wolters escribió, en septiembre de 1725, un manifiesto para fomentar la captación de accionistas, donde se presentaba una mina riquísima a la que estimaba una producción de 300.000 pesos diarios. La compañía tenía 2000 acciones, de las que 700 quedarían en manos de Wolters.
Cada una de ellas se vendía a 50 doblones, pero en el momento de inscribirse sólo se desembolsaban 5. El plazo de compra era de 30 días. Señala Relazón-López (1987, pp. 27) que: “El público, llevado de esta novedad y creyendo de buena fe en la inmensa riqueza que la mina atesoraba (…) respondió con generosidad”.
Fue tanto el dinero recaudado, que ya no sólo era necesario administrar la mina, sino que también debía hacerse lo mismo con el capital. Hubo una serie de pleitos, que llevaron a la partición de la compañía (Aldana, 1875). El 4 de julio de 1727, el Ministro de Hacienda consideró a través de Real Disposición que se separaran salomónicamente en dos sociedades distintas: una a la que se adjudicaba en soledad a Wolters las minas de Riotinto y Aracena y otra en la que se concedía al resto de accionistas de la Compañía (Compañía Española) la explotación de Guadalcanal, Cazalla y Galarosa, con las mismas condiciones que el primer asiento (Larruga, 1795, pp. 15-16). Días después, el 26 de julio de 1627, falleció Wolters en Riotinto, dejando como heredero a su sobrino Samuel Manuel Tiquet (†1758), que había venido a España, llamado por su tío, junto con 14 mineros de las minas de plata de Sala (Suecia) (Ortíz Mateo, 2003). Las minas se Sala, han funcionado intermitentemente desde el siglo XV, y en sus alrededores todavía se conservan numerosas presas y canales construidos para mover, mediante energía hidráulica, las máquinas para bombeo de agua, extraer mineral y accionar los fuelles en la fundición del mineral. Ahora la mina, inactiva desde hace tiempo, está musealizada.
En enero de 1726, llega Wolters a Guadalcanal,
tomando posesión de las labores y pasando a continuación a ensayar mineral de los escoriales. Buena parte de dicho año se dedicaría a las minas, donde manda contratar obreros extranjeros y trata de hacer venir máquinas del Norte para el desagüe, cosa que logró en 1727, poco antes de su fallecimiento (Aldana, 1875). Llama la atención la sustitución de la palabra ingenio por máquina para el desagüe, no sabemos si estamos sólo ante un cambio semántico o también hay innovaciones tecnológicas.
Tras la mencionada partición en dos sociedades, el conde Cogonari aparece como presidente de la Compañía Española que tiene a su cargo las minas de Guadalcanal, de las que Wolters habría quedado fuera. Tras seis meses de trabajo reconoce que sus esfuerzos “aun eran más inútiles que los de este otro; y desengañado de poder conseguir el desagüe proyectado, por falta de operarios inteligentes, se valió del abate Perety, su amigo, para proponer á Doña María Teresa Herbert el encargo y execución de esa empresa”, firmándose contrato para desaguar y beneficiar las minas en diciembre de 1727 (Larruga, 1795: 272). Este contrato lo firma el testaferro de la Sra. Herbert, Andrés Galwey. La extracción de agua de la mina inundada se inicia en julio de 1728 y tras superar grandes dificultades y gastos inmensos finaliza en junio de 1732. El contrato señalaba que culminado el desagüe la Compañía debía contribuir en los gastos que se hubiesen hecho. Pero la empresa puso muchas pegas en reconocer que se habían finalizado estas labores. El asunto llegó a los tribunales y en 1732 se sentencia, en la Junta de Sevilla, que se pagasen a Dª María Teresa los 128 doblones de oro que había anticipado en sus trabajos, en los que habían llegado a trabajar 400 peones y trabajadores más cualificados (Larruga, 1795: 61). El asunto siguió en vía judicial, pasando al Real Consejo de Hacienda, y en 6 de julio de 1737 se declara que, no habiendo cumplido Doña María Teresa con el desagüe, debía realizarlo. Esta sentencia es contraria a la anterior. Pero Dª María Teresa interpuso recurso y “la emprendió contra los que tenían algún asiento de las cinco minas, y principalmente contra las de Río-Tinto que estaban en marcha, por la circunstancia acaso de que en el primer asiento iban juntas las de Guadalcanal y Río-Tinto” (Aldana, 1875).
Señala Relazón-López (1987): “Todos estos pleitos dan lugar a una copiosa correspondencia. Por ella vemos que durante este tiempo los ingleses están trabajando en la mina. Los de la Compañía hacen todo lo posible para que aquellos no se queden con todo el mineral”. Pero esta situación de incertidumbre termina pronto, así cuenta Larruga (1795: 1-2) que por Real Cédula de 23 de noviembre de 1742 se concedió facultad a María Teresa Herbert de Powis para poder formar nueva compañía de accionistas, para desaguar, labrar y beneficiar las minas de Guadalcanal, al no haberse cumplido el asiento hecho en 16 de junio de 1725 por Don Lieberto Wolters, de acuerdo con las consultas realizadas por su consejo de Hacienda de 7 de marzo de 1740. En este Consejo se mandaba disolver la antigua Compañía por incumplimiento. Asimismo, por Cédula de 7 de mayo de 1743, se confirma a Dª María Teresa la concesión de las minas de Guadalcanal y asociadas, junto con las de Riotinto, por un plazo de 30 años. En esta Cédula se obligaba a sacar mineral de Guadalcanal en un periodo de dos años y medio, cosa que no pudo cumplirse.
La Compañía de Teresa Herbet no sólo recupera en 1743 las minas de Guadalcanal, sino que además le asignan las de Riotinto, despojando a Tiquet de su asiento. No describimos la situación de Riotinto y Aracena, por ser un tema ajeno a este trabajo, pero estas labores fueron recuperadas poco después por Tiquet.

Asiento de María Teresa Herbert: una dama aristocrática explota Guadalcanal (1743-1767)
Mary Theresa Herbert (1659-1744/45, según el National Trust) era hija de William Herbert (h.1626-1696), primer marqués (desde 1685) y duque de Powis, jefe de la aristocracia católica de la Gran Bretaña, y de Elizabeth Somerset. Acompañó a su padre al exilio en Francia, en 1688. Su hermano William Herbert (1665-1745), segundo marqués y duque de Powis, estaba casado con Mary Preston, con quien había contraído matrimonio en 1695 y con la que tuvo seis descendientes.
Lo curioso es que Williams puso de nombre a una de sus hijas también Theresa. Esta otra Teresa Herbert (1705-1723) casó con Robert Throckmorton (1702-1791) y tuvo dos hijos Mary Theresa (†1791) y George (1721-1767). Mary Theresa Throckmorton casó con Tomás Melcalf (†1793) con quien tuvo dos hijos Thomas-Peter y Maria Teresa. Pero la Mary Theresa Herbert de Guadalcanal es la primera citada y no sabemos con exactitud el momento de su muerte, fue enterrada en la iglesia de las monjas agustinas británicas de Brujas. En el National Trust se cita 1844/45 como fecha del deceso, pero leemos a Larruga (1795, pp. 51) en relación a un acto jurídico de 1750: “Escribanos en el Cahelet de París, han comparecido la Excelentísima Señora Doña Teresa Herbert, Duquesa de Powis, habitante de París en la Estrapada”.
En el asiento de 1743 se obligaba a sacar mineral de Guadalcanal en un periodo de dos años y medio, cosa que no pudo cumplirse, por causa de la guerra de sucesión austriaca (1743-1748) y por los temporales, que impidieron la llegada desde Inglaterra de operarios y máquinas para el desagüe (Larruga, 1794: 40). Pese a tales impedimentos habían logrado traer “un Ingeniero mayor, un maestro bombero, y un carpintero principal de minas para que fuesen fabricando bombas y otros ingenios para el desagüe”, pero se chocó contra un Comisario de la Marina de Sevilla, que se opuso al corte y transporte de madera para las minas (Larruga, 1795: 44)
También hubo problemas de abastecimiento de pólvora (Larruga, 1795: 40). En el punto octavo del asiento de 1743 se señala que el Asentista de la Pólvora debería de darle la que necesitase. No hacía mucho tiempo del uso en minería de la excavación por voladura. El empleo de la pólvora en las labores mineras se inicia, que sepamos, en Schmnitz (1626), mientras que en la minería hispánica se usará de forma pionera en la obra del socavón de Nuestra Señora de Belén, en Huancavelica (1635-1642). Esta llega a la península ibérica, algo más tarde, a través Almadén (h. 1689), pasando rápidamente a otras minas como Cardona, a finales del XVIII. En Guadalcanal desconocemos el inicio de su uso, pero sabemos que en los años 1745 y 1746 trabajaron allí 4 barreneros alemanes (Larruga, 1795: 63)
Por tales motivos, y de acuerdo con una petición de la Sra. Herbert a la Junta de Minas, le dieron otros dos años y medio más. Así, mediante Decreto de 3 de abril de 1747, se concede por 30 años, a contar desde el momento que esté realizado el desagüe del Pozo Rico, el beneficio de las minas a María Teresa Herbert, con las mismas condiciones que es establecieron en su momento para los asientos de Rafael Gómez o de Lieberto Wolters.
Además, se le debía entregar, a precio estipulado, toda la pólvora que necesitase y pidiese, así como el azogue para la amalgamación. También facilidades en la corta y producción de maderas, etc. En 1749 la empresa de María Teresa Herbert otorga contrata a Juan Bautista Privat y a Juan Weter, hombres de negocios galos. De las 6.000 acciones se obliga a dar a los nuevos socios 600, quinientas serían a la firma del contrato y otras cien tras el desagüe de la mina, debiendo adelantar una indemnización a la señora de 40.000 libras (Larruga, 1795: 51-55). Pero como estos comerciantes no cumplieron lo estipulado, la señora Herbert tuvo que pedir nuevos plazos. Cosa que fue concedida por Real Cédula de 7 de junio de 1751. Posteriormente se volvió a ampliar la prórroga, en 18 de diciembre de 1756, en base a un pleito con Privat y Weter que se seguía en París.
Señala Larruga (1795: 58) que a mediados de siglo la mina “se componía de 5 pozos que estaban en la superficie, cuyo principal era el Pozo Rico, que tenía de profundidad 26 estados, que son 52 varas con la caldera (43,7 m), teniendo estos cinco estados”. También estaba Pozo David y Pozo Campanilla, ambos con 20 estados de profundidad, así como Pozo San Antonio y Pozo Zuaga, ambos con 13 estados. De este último se sacaba agua noche y día. Asimismo, había pozos interiores. Toda la mina alcanzaba la profundidad de 366 varas (307,5 m).
Había tornos y bombas (suponemos que manuales, ya que nadie habla de vapor). Aunque la compañía de la Señora Herbert realizó en buena medida el desagüe de las minas, no avanzó mucho en las labores por “varios pleytos, é incidentes entre los socios”. Pese a todo, obtuvo prórrogas en los años 1758, 1762 y 1765. Por aquellas fechas Felipe Fernando O’Conry (Oconry, según Larruga) presentó a la Corona su interés por las minas, señalando los perjuicios que se estaban generando por su no explotación. ‘Oconry’ había entrado en contacto con socios capitalistas franceses que, enterados de la riqueza de las minas, ofrecieron sus servicios, siempre y cuando se cancelase el asiento con la señora Herbert (Larruga, 1795: 88).
En la National Library of Wales hay algunas informaciones, poco conocidas, sobre la época de Teresa Herbert en Guadalcanal (Rob Vernon, com. personal).

ETSI Minas y Energía, Ríos Rosas 21, 28003 Madrid

lunes, 13 de abril de 2020

La próxima vez te traes la fiambrera

Puente de San Benito. Foto Santi

Lento pero seguro


Amigo Pepe:
Te envío esta carta para darte las gracias por tu invitación a la Semana Santa de Guadalcanal, por cierto, joder que lejos queda tu pueblo.
Te voy a contar mi experiencia para llegar a tu pueblo desde Sevilla, como me dijiste, para aprovechar el día hay que madrugar, así lo hice, a las 7,00 de la mañana estaba ya en la Estación de Córdoba de Sevilla con mi maleta para ir a tu encuentro, a las 7,10 horas había anunciado un tren con destino a Mérida que tú me aconsejaste, un llamado tren correo, vi la hora de llegada a Guadalcanal, a las 11,46 horas, “lento pero seguro”, me dije, monté y le pregunté al revisor si esa era realmente la hora de llegada, este me respondió: “joven este tren es lento por circunstancias de servicio, puede que lleguemos a su hora o tal vez un poco más tarde, nunca se adelanta a su horario”
                Durante cinco horas disfruté de la compañía de gente variopinta en el vagón, todos me comentaban que este tren esperaba a todos los empleados de correos y cosarios de la zona, a veces se para en mitad de la vía me dijo un hombre mayor. Contemplé con paciencia los maravillosos paisajes de la vega sevillana y las no menos espectaculares dehesas y montes de la Sierra Morena, a esta celeridad como vengan los bandoleros a galope de sus caballos, se montan, nos roban y siguen su camino sin parar el tren, pensé.
         Por fin, a las 12,10 horas llegó a la estación de Guadalcanal, eché un vistazo al maravilloso paisaje y monté en el llamado coche correos, un vehículo de los que ya están retirados de la circulación en Sevilla y objeto de museo, no viene mal de hora hoy el correo, comentó un hombre muy simpático que los viajeros identificaban como Carmelo.
         ¿Dónde va el joven?, me preguntó el hombre al montar, a Guadalcanal le dije a casa de un amigo Pepe, me sonrió y me dijo, vale pues le dejo en La Puntilla, el pueblo no es muy grande, espero que sepa el mote, aquí hay muchos Pepes.
Por fin, a las 12,30 del Domingo de Ramos llegué a La Puntilla, última parada joven me dijo Carmelo, me recibió un repique de campanas y no muy lejos se oía la música que acompañaba a la procesión, allí estabas esperándome para ofrecerme tu hospitalidad, recuerdo que me preguntaste si quería un café y jeringos del Calé, vale porque vengo con más hambre que un soldado de provincias, “la próxima vez te traes la fiambrera”, me dijo mi amigo Pepe y su novia entre sonrisas, ya aprenderás que cuando sales de Sevilla hay que ir preparado para un largo camino hasta llegar a Guadalcanal, acoso pensabas que cuando vamos nosotros a Sevilla no vamos preparados con paciencia y viandas.
Por cierto, sé que te llamas Pepe y conozco tu apellido, pero me gusta más llamarte por tu mote, es gracioso, me gustó la frase de tu abuelo cuando me dijo que en Guadalcanal el que no tenía mote no era nadie.

Juan Carlos Mena Osorio
Revista de Feria 1968


Amigo Juan Carlos, tuviste suerte de llegar a Guadalcanal con hora de ver la procesión aun madrugando hace más de medio siglo, en la actualidad en tren no hubieses llegado, solo hay uno y llega a la hora de la merienda.

lunes, 6 de abril de 2020

Historia de las Minas de Plata de Guadalcanal 4/8



Llegan a España, a través de Guadalcanal, los procesos de amalgamación. -

Continuación.-
A principios de 1557 se concertó con el Mosén Antonio Boteller (1630-1566), vecino de Nueva España (México), que aplicase el método de amalgamación en las minas, aunque éste no debió llegar a Guadalcanal hasta 1562. En Memorial de 29 de junio, donde se bautiza como inventor de sacar plata de los metales por beneficio de azogue, dice que vino a estas minas e “hice ciertos ensayes en ella” (González, 1831, II: 84 y ss.). Boteller recibió dinero para comprar cedazos, tinas, estopa para mangas, vinagre y sal, entre otros. Por una carta del Tesorero de las Minas de Guadalcanal, de 30 de octubre de 1564, conocemos el proceso: el mineral molido se metía en las tinas, donde por adición de mercurio (con salmuera y vinagre) y con agitación, se obtenía, tras varios días, la amalgama, así después de haberse formado las pellas de la aleación se lavaban y exprimían para sacar el azogue excedente; más delante de ellas se obtendría por calentamiento la plata (desazogue) (González, 1831, II: 158-159). Los materiales adquiridos y el método descrito concuerdan con el proceso metalúrgico enunciado por Vanoccio Biringuccio (1480-1539) en De la Pirotecnia (1540) y tienen poco que ver con el método de patio de Bartolomé de
Medina (Puche et al, 1996). Asimismo, se le permitió usar los dos ingenios de mazos existentes para la molienda (pensamos que se trata de molinos de pisones o almadenetas, accionados por caballerías y árbol de levas, los cuales se instalaron con rapidez en la minería americana.
Señalan Mafia y Rúa de Figueroa (1871, II: 91) que se tomó asiento con Boteller en 1564, pero la aplicación del método en menas de baja ley, que no podían beneficiarse por fuego, sufrió: “notables contrariedades” por ser más el coste que el beneficio. En un informe de 6 de diciembre de 1564 se señala: “por la vía que los beneficia se tiene poca esperanza de sacar beneficio de su asiento” (González, 1831, II: 163). Boteller fallecería en Guadalcanal en mayo de 1566 sin lograr que su objetivo llegase a plenitud.
El 13 de enero de 1567, desde las minas se dice que traería mucho provecho para la Real Hacienda se buscase a una persona que supiese beneficiar con el azogue las tierras y metales de baja ley. Es la época en que merman los minerales de altas leyes y la explotación se vuelve más costosa por la profundidad de las labores, pero quedan terreros, lamas y escoriales pendientes de beneficio. En febrero, se hizo asiento con Francisco Pérez de Canales y su hijo Juan para que “los beneficien con su industria con azogue” y se les autoriza para que compraran hasta diez quintales de mercurio en Almadén (González, 1831, II: 198-199). Al igual que Boteller se quedarían con una parte de la plata obtenida. Asimismo, adquieren los útiles dejados por Boteller (González, 1831, II: 206), luego suponemos usaban el mismo método.
Las cosas no sabemos si iban del todo bien, o tal vez, aunque el rendimiento era bajo, no había otra posibilidad, el hecho es que se hizo nuevo asiento para aprovechar las lamas (no escorias u otros desechos), a 20 de diciembre de 1570.
En carta de Agustín de Zárate al Rey, de 29 de mayo de 1571, pide que Francisco Pérez de Canales “se le preste un horno para fundir metales pobres que no se abrazan con el azogue” (González, 1831, II: 376) y así, el 12 de octubre de 1571, se tomó asiento con Pérez Canales para que pudiese beneficiar con fuego los desechos de metales que no pudiera hacerlo con azogue (González, 1831, II: 379), pero el 13 de noviembre Pérez de Canales no podía seguir con su asiento por que el relave de los metales pobres no tomaba bien el azogue (González, 1831, II: 379). Francisco Pérez de Canales se fue a finales de 1572 al río de la Plata, quedando al frente del asiento su hijo Juan.
Se suceden los fracasos en la introducción del método de amalgamación. En las minas americanas también hubo problemas, sobre todo al pasar de la zona de oxidación a la de cementación, al cambiar la mineralización de los ‘pacos’ a los ‘negrillos’ (Puche et al, 1996). Asimismo, en Guadalcanal el nivel freático era poco profundo y la mena estaba formada por sulfuros y sulfosales que debían sufrir un proceso de tostación previa, pero esto parece ser que aún no se había descubierto.
Agustín de Sotomayor, vino desde México a España hacia 1572. En la obra de Tomás González (1831, II: 404-414) se recopila una carta de Sotomayor a S.M., de 20 de abril de 1573, sobre el orden que ha de tener en descubrir minas y en beneficiarlas, donde se recogen sus conocimientos metalúrgicos. De allí sacamos un ejemplo: el metal seco, que es el que tiene poca plata (era el caso del mineral de Nueva España), se muele en ingenios y se mezcla con azogue en una artesa. A cada quintal de mineral se echan una cantidad variable de onzas de azogue en función de su ley, por encima se arroja una salmuera concentrada, esto se remueve con pies o manos, y luego se deja varios días en reposo, para que “se enjugue e incorpore el azogue”. Para acortar este tiempo se pueden emplear unas estufas donde se echa el metal y el vapor de agua generado penetra en la mezcla y la cuece “tan suavemente que el azogue no se quema”. Los 20 días que el metal tardaba en dar la plata en frío por el método de las estufas se quedaban en diez (González, 1831, II: 411-412). No comentamos la insalubridad del método, así como de otros procesos habidos en estas minas, que causaron numerosas enfermedades laborales.
El 12 de agosto de 1573 se hace asiento, por dos años, con Agustín de Sotomayor sobre el descubrimiento, labor y beneficio de las minas de estos reinos, en particular de las del término de Guadalcanal y agregadas (Aracena, Cazalla y Galaroza). Por tanto, debía no sólo extraer el mineral, sino realizar el beneficio, bien fuese por fuego o bien por azogue, y hacer los ingenios, hornos e instrumentos que necesitase (González, 1831, II: 422). Señalan Mafia y Rúa de Figueroa (1871, III: 176) que “hizo ensayos comparativos con el método allí en uso, siendo excelentes los resultados según Sotomayor y funestos según el parecer de los que regían aquellas minas. Pidiose (a 3 de enero de 1574) la repetición de estos ensayos, y aun cuando Sotomayor accedió a ello, no volvió a Guadalcanal.

Una nueva etapa

La presencia de Jerónimo de Ayanz y su máquina de vapor para regular las minas. -  
En 9 de enero de 1582, se tomó asiento de las minas viejas de Guadalcanal con Juanes Julius, médico natural de Arrás, en el condado de Artois (Norte de Francia, entonces Flandes) y con el licenciado Ferdinandus Favolius, de Colonia (Alemania), los cuales a parte de la concesión de las minas podrían aprovechar lo que quedase de la antigua explotación (tornos, fuelles, bombas, maromas, etc.), pero tendrían que pagarlo cuando obtuviesen beneficio (González, 1831, II: 600-606). Las minas se empezaron a trabajar de nuevo el 7 de agosto de 1583 (González, 1831, II: 608). Pero, por la relación que manda en verano de 1585 el Administrador puesto por el Estado, Hernando Delgadillo, sabemos que trabajaban en las minas unas 40 personas (muy pocos de ellos en interior) y se fundía en dos hornos, afinaciones aparte.
Además del uso de la fundición, siguieron amalgamando los minerales pobres: “Los desechos que han parecido útiles para el azogue se han ido reservando para él, los cuales se van beneficiando”. Y se prosiguió con las obras del socavón de desagüe, pero como la roca era dura tuvieron que ablandarla con fuego (método de las caldas) (González, 1831, II: 615). Vemos labores esporádicas, intentos frustrados, pero actividad más o menos continuada.
Pese a lo decaído de las minas, llama la atención que en las Nuevas Leyes y Ordenanzas de Minas de Felipe II de 1585, cualquier persona, nacional o extranjera puede buscar y beneficiar minas, exceptuando Guadalcanal y minas anexas que quedan a disposición de la Corona (Calvo Rebollar, 1999). Parece como si la Corona no perdiese la esperanza de volver a sacar provecho de estas minas que tanto le habían dado. Es en este contexto, cuando, en 1587, el capitán Joan Magarit trató de desaguar las minas aportando un ingenio inventado por él, pero sin gran éxito (García Tapia, 2001). Desconocemos las características del ingenio.
El 30 de septiembre de 1596 se envió al capitán Diego Galván como Visitador de las Minas, el cual informa de malversaciones realizadas a la Real Hacienda por Hernando Delgadillo. Para comprobar estos datos, en noviembre de 1597 se enviaron a Guadalcanal a varias personas, que confirmaron las malas prácticas. Por aquellas fechas (8 de julio de 1597) Gerónimo de Ayanz (1553-1613) ya había sido nombrado Administrador General de las Minas del Reino (incluyendo las de América) y pronto corrió la noticia que iba a visitar estas minas (González, 1831, II: 622-624). Señala Gerónimo de Ayanz “S.M. me mandó á ocho de julio del año de mil quinientos noventa y siete fuese á visitar las minas de estos reinos”. Tras recorrer numerosas explotaciones mineras, del centro y sur de España, llegó a Guadalcanal, donde hizo asiento para reconocer aquella tierra y mina. Allí comprobaría que las labores de Pozo Rico estaban en más de 130 estados (>217m) de hondura, la madera de los adames podrida y el pozo del ingenio de desagüe hundido. Ante la imposibilidad de recuperar este último pozo, Ayanz ordena entibar algunas labores colindantes. También prospecta personalmente los filones aflorantes en la zona, encontrando bonanzas y pozos antiguos tapados (Tomás González, 1831, II: 626-630)
En 1608, Ayanz había dejado el cargo de Administrador General de las Minas del Reino, tal vez para dedicarse a la actividad privada. Así, con fecha 3 de agosto de 1611, se da cédula al Dr. Simón de Meneses (del Consejo de S.M. y Oidor de la Real Audiencia de Santo Domingo), Gerónimo de Ayanz, Dionisio L’Hermite (comerciante flamenco, residente en Valladolid) y Pedro de Baeza (minero de Guadalcanal) para beneficiar la mina vieja de Guadalcanal del Molinillo y la del Cotorrillo (González, 1831, II: 648)
En 1602, Ayanz había presentado al Rey una serie de inventos y pide que estos sean revisados por algunos matemáticos e ingenieros, es el caso de un hornillo de ensayos, un nuevo tipo de balanza, un equipo de buceo para recolectar perlas, una desazonadora, un mecanismo de ventilación de minas, una máquina de vapor para desagüe de explotaciones mineras o diversos aprovechamientos de energía eólica o hidráulica en la molienda de mineral o en la metalurgia, entre otros. Buena parte de los inventos de Ayanz responden a las necesidades que se le plantean en las minas que visita. La revisión de la calidad de los diseños fue realizada por el ingeniero militar italiano y profesor de Matemáticas Julián Firrufino (†1604) y por el experto en Geometría y Cronista Mayor del Reino Juan Arias de Loyola, que dieron su visto bueno. En septiembre de 1606, Felipe II concede privilegios de invención (patentes) a 58 inventos de Ayanz (García Tapia, 1992). Señala García Tapia (2000). “Las ricas minas españolas de Guadalcanal se habían perdido a finales del siglo XVI, precisamente por la inundación de sus pozos, al no suponer de máquinas lo suficientemente potentes para desaguarlas. En estos momentos es nombrado Ayanz administrador general de las minas, lo que sirve de acicate para inventar ingenios de desagüe de nuevo tipo, llevándole a inventar un ingenio de vapor “(García Tapia, 2000). Esta máquina de vapor es anterior a la de Tomás Savery (1650-1715), la cual sería puesta en marcha en 1696. En la biografía de Ayanz, de García Tapia (2001), en la parte dedicada a las minas de Guadalcanal, hay un epígrafe titulado: ¿Llegaron a trabajar las máquinas de vapor en las minas?, donde el autor defiende con fuerza esta posibilidad, aunque no hay datos concretos al respecto.

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