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lunes, 28 de enero de 2019

Los Indianos de Guadalcanal 3

El mecenazgo de Alonso González de la Pava
 Tercera parte 
Así pues, aunque el retablo del Espíritu Santo arquitectónicamente sigue el esquema de la Profesa, algunos de sus elementos estructurales y decorativos proceden del lenguaje empleado durante estos años por Juan de Oviedo el Mozo y sobre todo por Martínez Montañés, como se aprecia en el frontón partido que corona el núcleo central, o las columnas entorchadas o melcochabas. Sin embargo, el vocabulario ornamental purista debido a la influencia ejercida por los tratadistas se aprecia en las afiladas agujas sobre bolas en los tímpanos de los partidos frontones o en las bolas sobre pirámides truncadas.
De sus pinturas se conservan las siguientes: el retrato del donante en el banco, seguido en el primer cuerpo de los lienzos de la Imposición de la Casulla a San Ildefonso, Pentecostés y Santa Clara y en el ático el Nacimiento de Cristo y de la Virgen y Coronación de María.
A partir de esta obra que resultaría del agrado de patrocinadores y vecinos, le surgen nuevos clientes a Mateo Méndez: por un lado, la nobleza, que solicita retablos para sus capillas, como es el que en 1635 le encarga Francisco de Rojas Bastida; (18) y por otro, las parroquias, que, bajo el beneplácito del Provisor de la Orden de San Marcos, contrataron con él la ejecución de sus retablos mayores —primero el de Santa María en 1638 (19) y un año después el de San Sebastián. (20) Nos sorprende, sin embargo, la ausencia de documentos que atestigüen su labor en Llerena, ciudad donde vivió y tuvo su taller. El precio convenido con Mateo Méndez para el retablo del Espíritu Santo fue de 8.300 reales, desglosados de la siguiente manera: dos partidas iniciales de 650 reales cada una, que corresponderían a los años 1632 y 1633, y los siete mil reales restantes en siete años consecutivos, a razón de 1.000 reales anuales. La primera carta de pago, según el libro de fábrica del convento se realiza en Llerena en el año 1633 por valor de 2.200 reales, (21) efectuándose la siguiente en 1636 por 1.137; (22) otra más en 1639 por 1.200 reales (23) y finalmente en 1644 se le termina de pagar la cantidad estipulada otorgándole 3.736 reales de finiquito, aunque ya en esta fecha Mateo Méndez había muerto pues la libranza se hace a sus herederos. (24)
El dorado y pintura del retablo corre a cargo de Manuel Rodríguez, contratándose el 5 de julio de 1632, paralelo a su arquitectura, ante el escribano Diego Ortiz del Águila, por el patrono del convento Juan González de la Pava. (25) Y en junio de 1635 Alonso de Bonilla le otorgaba una escritura de fianza para poder pintarlo y dorarlo, (26) prueba inequívoca de que en esta fecha el ensamblaje y talla estaba ultimado y Manuel Rodríguez comenzaría ahora la pintura de sus lienzos y la policromía del conjunto.
La cantidad acordada con Manuel Rodríguez por la pintura del retablo fue de 5.000 reales y su cobranza se debla de realizar de la siguiente manera: 600 reales al entregar las fianzas, otros 600 cuando se hubiera construido la mitad del retablo y el resto en pagas anuales de 1.000 reales, a partir de su conclusión. Las pagas, sin embargo, se realizaron de diferente forma según las cuentas del libro de fábrica del convento. Ya en 1633 recibía 1.500 reales a cuenta, dando una carta de pago en Llerena ante el escribano Francisco Sánchez Trexo. (27) En 1635 dio carta de pago por 1.479 reales ante Juan Sánchez, escribano de Guadalcanal. (28) Además en abril de 1636 recibió 500 reales más, (29) y otros 356 en 1639, (30) efectuándose la última con anterioridad a 1644, por la cantidad de 1.167 (31) reales  Las sumas de estas pagas concuerdan con la cantidad estipulada en el contrato. Para financiar las obras del retablo, el patrono y la abadesa del convento, tuvieron que recurrir a un préstamo de los capitales del mismo. (32).
En el friso del banco del retablo se lee una inscripción que dice: «Este convento fundó y dotó Alonso González de la Pava, a honra y gloria de Dios y de su Bendita Madre... (falta por destrozo) ...de Noviembre, siendo patrono Juan González de la Pava. Año de 1639». En 1936 sufrió algunos destrozos, perdiéndose las pinturas de la predella, y actualmente el retablo y, sobre todo, las pinturas se encuentran en total estado de abandono. (33)

Notas.-
18 A.M.G. Libro de Escrituras Públicas, años 1635, 1636 y 1633. Escribano Juan Sánchez Montejo, fols. 431r.-431v.
19 Ibídem, años 1637 y 1638, fols. 224r.-225v.
20 Ibídem, años 1639, 1640 y 1641. Escribano Juan Vázquez Tamayo, fols. 216r,-217v.
21 A.P.G. Libro de Fábrica de] convento del Espíritu Santo de los años 1621 a 1695. Lib. 1, fol. 142r.
22 Ibídem, fol. 141v.
23 Ibídem, fol. 173r.
24 Ibídem, fol. 209v.
25 A.M.G. Libro de Escrituras Públicas. Año 1632. Escribano Diego Ortiz del Águila, fols. 577r.-578v., Ap. D1. núms. 11 y 12.
26 Ibídem, año 1635. Escribano Juan Sánchez Montejo, fol. 254v.
27 A.P.G. Libro de fábrica del convento del Espíritu Santo de los años 1621 a 1695. Lib. 1, fols. 141r.-142r.
28 Ibídem, foI. 141v. (5)
29 Ibídem, fol. 142r.
30 Ibídem, fol. 173r.
31 Ibídem, foI. 21r.
32 Ibídem, fol. 150r. y 150v.
33 Hernández Díaz, José y Sancho Corbacho, Antonio: Edificios religiosos y objetos de culto saqueados y destruidos por marxistas en los pueblos de la provincia de Sevilla, Sevilla, 1937, pág. 130 Se hace relación del estado deplorable en que quedó la iglesia.
  
EL MECENAZGO ARTISTICO DEL INDIANO ALONSO GONZALEZ DE LA PAVA EN GUADALCANAL

Por Julia Mensaque Urbano

lunes, 21 de enero de 2019

Nuestro entorno 12

Religiosidad popular andaluza Testimonio de un patrimonio que nos identifica 2/3
 Las imágenes como parte del nosotros.-
Tales comportamientos se hallan reflejados, además, en la humanización que la religiosidad popular necesita volcar en la estatuaria religiosa. Lo importante son las imágenes, en las que no se ve una figura hecha en madera sino una persona concreta, individual y sin posible transposición, al igual que los individuos vivos. Ello ha conducido al aumento imparable de la explotación de sus recursos expresivos, de entre los que destaca sin duda la afición a vestir las imágenes con indumentarias espectaculares y agregarles los adornos más suntuosos de que se pueda disponer.
Las protestas eclesiales al respecto nos documentan de lo temprana de esta tendencia, como la que el padre Bernardino de Villegas publicó en 1635: "Y si bien suele ser este abuso más ordinario y común en el mundo, y trueco muy usado, en que a las imágenes las visten ya de damas, y a las damas las visten de imágenes: pero también suele aver en esta materia algún abuso en personas virtuosas; de las quales algunas, como traen el alma galana allá dentro, visten a los santos de sus oratorios con tantos dixes y galas, que es cosa indecentissima; y a vezes le da a un hombre gana de reir, viendo las bujerías que ponen a los santos; y otras de llorar, mirando la indecencia con que los santos y santas son tratados.
¿Qué cosa más indecente, que una Imagen de nuestra Señora con saya entera, ropa, copete, valona, arandela, gargantilla, y cosas semejantes? ¿Y unas santas vírgenes vestidas tan profanamente, y con tantos dixes y galas que no traen más las damas más bizarras del mundo?
Que, a vezes, duda un hombre, si las adorará por Santa Lucia, o Santa Catalina, o si apartará los ojos, por no ver la profanidad de sus trajes: porque en sus vestidos y adorno no parecen santas del Cielo, sino damas del mundo: y a no estar Santa Catalina con su espada en la mano, y Santa Lucía con sus ojos en el plato, por lo que toca al vestido y traje galán con que las visten, nadie dixera que eran santas, ni vírgenes honestissimas, como lo fueron".
Desoyendo las indicaciones al respecto, la religiosidad popular andaluza siguió alimentando esta costumbre hasta el punto de que no pocas figuras de bulto fueron reconvertidas en imágenes de candelero para poder disponer la vestimenta. Así fue sucediendo con muchas pequeñas tallas góticas, especialmente vírgenes veneradas en ermitas y santuarios, para las que se confeccionaron sayas y mantos y se labraron joyas, coronas o ráfagas, a la vez que se vestía igualmente al Niño-Dios que llevan en sus manos, siguiendo las pautas de la imaginería penitencial, principal receptora de esa exuberancia ornamental. De hecho, cuando algunas de aquellas tallas se perdieron en guerras o incendios, se sustituyen con otras nuevas que, aun respetando la más de las veces la fisonomía original, son ya trabajadas directamente como imágenes de vestir.
En correspondencia con el plano más humano, la Virgen, como mujer que es, necesita un amplio y variado vestuario que luce según la ocasión, incluyendo el traje de pastora para determinados traslados por el campo y hasta el traje de luto para cuando se une al dolor por la muerte de algún destacado personaje.
En los momentos de mudar la indumentaria, lo corriente es que ningún hombre pueda estar presente para no atentar contra el pudor femenino. En ocasiones existen expresas y rígidas disposiciones al respecto, como por ejemplo la referida a Nuestra Señora del Monte, patrona de Cazalla de la Sierra, dada por el cardenal Spínola a principios de siglo, en la que se prohíbe que nadie pueda ver a la Virgen sin ropas a excepción de la camarera. De hecho, ésta es una de las imágenes de bulto que se comenzó a vestir en el XVIII.
Igual comportamiento puede observarse mientras se talla una nueva imagen, desde el mismo instante en que la madera va cobrando forma, desde que empiezan a configurarse unos rasgos específicos y diferenciadores. En esos momentos, y aun en el caso de tratarse de una imagen de candelero, los imagineros actúan ya como si de una persona se tratara, por lo que suelen impedir el paso a todo visitante ajeno al taller,
Una vez finalizada, la imagen saldrá del taller envuelta en la solemnidad que exige dicho acto, y, dentro de la lógica de la humanización, el siguiente paso, como en todo nacimiento, será el rito del bautismo por el que el nuevo miembro se incluye en la comunidad católica, se presenta a la sociedad y adquiere un nombre propio. Evidentemente, es la bendición eclesial de la imagen la que cumple estas funciones.
A lo largo del año, las imágenes devocionales andaluzas están presentes entre el pueblo. Se les hace partícipes de rituales como bodas, bautizos y otras muchas celebraciones como un miembro más de la comunidad.
Durante las fiestas patronales, si la imagen se venera en la ermita, se la traslada a la localidad para que conviva esos días entre sus gentes. Hay ejemplos en los que se la hace participar en los actos más lúdicos de las fiestas, como la Virgen de Guaditoca en Guadalcanal, que es llevada en procesión hasta el real de la feria donde los costaleros la hacen bailar al son de marchas procesionales.
Por el contrario, si la imagen se mantiene todo el año en la iglesia parroquial, caso por ejemplo de la Virgen de Valme en Dos Hermanas, la fiesta consiste en ir todos juntos de romería hasta la ermita.
Sin duda, es en estos recorridos cuando las imágenes cobran toda su humanidad, compartiendo el ambiente festivo del momento, lo que provoca no pocos roces con los representantes de la Iglesia. Además, cuando la imagen es portada en andas, ciertamente se les transmite una realidad casi humana: sea mediante el rítmico caminar de los portadores, diferente según el momento o lugar por el que transcurre la procesión, sea mediante las mecidas al son de la música, o con los espontáneos acercamientos a sus devotos. Evidentemente, esa llamada al mantenimiento de una más seria y ortodoxa salida procesional se incrementa para los desfiles penitenciales.
No puede descartarse que algunos intentos de la autoridad eclesiástica por conseguir la introducción de ruedas en los pasos andaluces, al sobrio estilo castellano, escondan el deseo de mantener el adecuado estatismo de las imágenes durante todo el recorrido.

El espectáculo compartido como símbolo identitario.-
Teniendo todo esto presente puede entenderse fácilmente por qué el modo de sentir la religiosidad no se detiene para el andaluz en la composición de las imágenes ni en la del resto de elementos procesionales, sino que siempre se pretende el reconocimiento de que su cofradía, su Virgen, su fiesta patronal, su cruz de mayo, etc., sea la más vistosa y espectacular, compitiendo con cualquier otra devoción ajena. Competencias que sirven a su vez para renovar regular y públicamente el sentimiento de pertenencia a un determinado colectivo.
Y es que en Andalucía es innegable la importancia de los iconos religiosos como símbolos de apropiación del territorio. En tal sentido, resulta tremendamente revelador cómo en los últimos años están construyéndose ermitas en lugares en los que nunca existieron, o cofradías penitenciales en barrios de nueva construcción, con la velada finalidad de actuar como referente de identificación, un nosotros frente a un ellos dentro de unos límites espaciales.
Una característica muy extendida por la Baja Andalucía es la presencia de hermandades semicomunales, las que dividen a una comunidad en dos mitades, formalmente a efectos religiosos y ceremoniales, pero con entera incidencia en otros importantes aspectos de la organización social. Un claro ejemplo es el de la localidad aljarafeña de Carrión de los Céspedes, donde la Virgen de Consolación y la Virgen del Rosario se reparten las devociones, siendo ambas consideradas como la verdadera patrona por sus partidarios, aunque ya oficialmente sea una de ellas la elegida 6; o también el de la Asunción y la Divina Pastora en Cantillana, que dividen al pueblo en asuncionistas y pastoreños, mientras que la patrona es la Virgen de la Soledad que cuenta con ermita propia. Rivalidades que se entablan igualmente con otros símbolos como las cruces de mayo, presentando idéntico esquema de división ceremonial de los habitantes de una misma localidad en cruces antagónicas, siempre con asignación territorial propia.
En el otro extremo se hallan las devociones supracomunales, ante las que cabe resaltar el hecho de estar establecidas principalmente en torno a una advocación mariana: desde el Rocío hasta la Virgen de la Cabeza. En ellas las confrontaciones se entablan entre las hermandades filiales y, por supuesto, entre éstas y la hermandad matriz. Recordemos cómo la Virgen de Cuatrovitas, patrona de Bollullos de la Mitación y del Gremio de la Aceituna de Verdeo del Aljarafe, tuvo hasta el siglo XVIII a Sevilla como hermandad matriz, lo que ocasionó no pocos roces con los vecinos de Bollullos.
De esta manera, las más ricas galas, las carretas mejor engalanadas, las caballerías más prestigiosas, las más reputadas bandas de música o los más afamados tamborileros, están siempre dirigidos a lograr la más lucida puesta en escena, el reconocimiento propio y ajeno de la superioridad de una concreta devoción; al tiempo que, con tales recursos expresivos, siempre se pretende el realce de cualquier manifestación de culto externo, buscando despertar las emociones tanto de sus protagonistas como del público que acude a presenciarlos, algo que se logra sin duda alguna.
En estas formas de actuación podemos ver, a su vez, la materialización de la afición de los andaluces por la teatralización de sus rituales festivo-religiosos, con una mezcla simbiótica de elementos sagrados y profanos. Por esto se viven como fiestas todas las conmemoraciones del calendario religioso, aun considerando que muchas de ellas vinieron a superponerse a festividades ya existentes, en ese empeño de la iglesia católica por erradicar o, en su defecto, cristianizar las prácticas paganas.
Lógicamente, ese modo particular de expresar la ritualidad se extiende a todas aquellas festividades establecidas ex novo, sean éstas romerías, representaciones de moros y cristianos o cabalgatas de reyes magos.
Y es que la antigua mezcla de elementos sagrados y profanos se mantiene, más o menos encubierta, en todas las manifestaciones de la religiosidad popular andaluza, ignorando las reiteradas reglamentaciones eclesiásticas.
Particularmente para las celebraciones de los cultos en las ermitas, los obispos del sur de España siguen insistiendo en que se acote "una zona de silencio en torno a los santuarios, evitando que llegue hasta ellos el bullicio festivo de los alrededores"7; algo que, sobre todo en determinadas devociones que mueven a miles de andaluces, parece del todo imposible de conseguir.
Igual puede decirse de otras muchas celebraciones.
Aunque el pueblo andaluz siempre ha manifestado su postura frente a la injerencia eclesial, en numerosas manifestaciones de culto externo ha terminado consiguiendo que sea la Iglesia la que tenga que seguir transigiendo ante las consideradas desviaciones, por el temor de una separación definitiva entre la postura del
Catolicismo oficial y las expresiones de la religiosidad popular. De hecho, esta separación llega a ser casi total en algunas festividades, tales como las cruces de mayo, donde el aspecto religioso está continuamente simbolizado por la santa cruz, pero en la que los representantes de la Iglesia oficial tienen ya escasa, si no nula, intervención. Ciertamente, continúa siendo la ancestral fiesta del pueblo en honor de la naturaleza.

Esther Fernández de Paz
Departamento de Antropología Social

Universidad de Sevilla

lunes, 14 de enero de 2019

Los Indianos de Guadalcanal 2

El mecenazgo de Alonso González de la Pava

Segunda parte.- 

Debido a la concepción providencialista del momento, todo el acontecer del hombre estaba transido de religión, vivía intensamente su fe; en su existencia lo que importaba era ganarse el más allá, y con este fin, como bien constata Alonso González de la Pava en la escritura de donación —«pretendiendo volver a Dios lo que me ha dado y servile con ello»—. (8) destinó íntegramente su capital en beneficio de este convento. A este gesto piadoso podemos añadir el hecho de no haber tenido hijos y quizá confluyera no poco en su decisión el haber vivido y labrado su fortuna en esta ciudad de ambiente relajado y cruel que caracterizaba a Potosí.
Para comenzar a labrar el edificio, González de la Pava se reservó 3.078 ducados y el resto del capital lo puso en rentas en los concejos de las villas de Guadalcanal y Quintana, dándole unos réditos de 1.334 ducados anuales, que él dispuso se repartieran de la siguiente manera: 700 ducados anuales para el sustento de las monjas y «para que se baya labrando —el convento— hasta que se acave»; (9) a 500 ducados para el patrono que él mismo nombrara, reservándose para él este cargo mientras viviera y los restantes 134 ducados como salario del capellán del convento.
Sobre 1615 comenzaron las obras de fábrica del convento, supervisándolas directamente Alonso González de la Pava, que por aquel entonces ya había regresado de Potosí. (10) En su emplazamiento y ubicación se habían seguido los presupuestos dictados por las Ordenanzas de Indias con respecto de las fundaciones en el Nuevo Continente, ya que advierte que había que edificarse en «sitio muy alegre y sano y donde hay agua de pie muy buena y sutil para las monjas y ser más acomodado para labrar que otro alguno desta villa», aparte de «ser barrio apartado de las Yglesias parrochiales y monesterio y de jente pobre que por falta de adornos dexan de oyr misa, y por la devoción particular que yo le tengo a el dicho oratorio y no aver daño de tercero». (11)
Sin embargo hasta 1617 no llegó la licencia de Felipe III (12) y aunque el donante murió abintestato en 1620, las obras continuaron a cargo de sus albaceas testimonian hasta poco antes del 13 de junio de 1627, fecha en que se habitó por las veinte monjas de la advocación de Santa Clara, según deseo expreso de González de la Pava en su escritura de donación. (13)

La planta del convento la hizo Pedro Montes «maestro de cantería, vecino de la villa de Zafra» (14) y el maestro albañil que llevó a cabo las obras del convento fue Cristóbal Hernández Cano, según varias cartas de pago reseñadas en el libro de fábrica. (15) La iglesia de planta de cruz latina, tiene bóveda de medio cañón con lunetos y arcos fajones sobre el cuerpo de la nave y el presbiterio y en el crucero una bóveda semiesférica. Del convento se conservan, además de la iglesia, el gran claustro central, de dos plantas, la inferior constituida por arcos de medio punto enmarcados por alfices que descansan en columnas de mármol, y la superior formada por arcos rebajados igualmente encuadrados por alfices. Una vez concluido el convento, se comenzó el retablo siendo patrono del mismo Juan González de la Pava, que contrató con el escultor Mateo Méndez de la ciudad de Llerena, la planta y arquitectura, en el 5 de julio de 1632, según la escritura contractual firmada ante el escribano público Diego Ortiz del Águila, obligándose cada una de las partes al cumplimiento de las condiciones expuestas en un memorial adjunto. (16) Se estipulaba que el retablo debía abarcar todo el testamento empleándose madera de pino de Castilla para los eletero, sustentantes y borne para las guarniciones. Hubo variación con respecto a la planta inicial ya que el patrono y abadesa pedían «donde ay una coluna a de aver dos torcidas».


Su dispositivo arquitectónico consta de banco, un cuerpo y ático, siguiendo el modelo que impuso en Sevilla el jesuita Alonso Matías en el retablo mayor de la antigua Casa Profesa. Matías, arrancando del retablo mayor del Hospital de las Cinco Llagas de Diego López Bueno, que había supuesto la introducción de las fórmulas escurialenses en Sevilla, crea una tipología de notable interés al incrustar en un solo retablo toda una serie de grandes cuadros de altar, consiguiendo gran claridad arquitectónica en sus conjuntos a base de desarrollar el cuerpo inferior y reducir de modo considerable el segundo, que relegaba a la función de ático. (17)

Notas.-
8 Ibídem, fol. 4v., Ap. Dl. núm. 1.
9 Ibídem, fol. 16r., Ap. Dl. núm. 1.
10 Ibídem,  fol. 5r.-6r., Ap. DI. núm. 1.
11 Ibídem, fol. 7v., Ap. Dl. núm. 3
12 Ibídem, fol. 17r.
13 Ibídem, fol. 75v., Ap. DI. núm. 4 y libro de cuentas del testamento y obra pía de Alonso G. de la Pava, lib. I, fols. Iv-2v. Ap. Dí. núm. 7.
14 Ibídem, fol. 43r., Ap. DI. núm. 5.
15 Ibídem, fol. 68v., Ap. Di. núm. 6.
16 (A)rchivo (M)unicipal de (G)uadalcanal. Libro de Escrituras Públicas, año 1632. Escribano Diego Ortiz del Águila, fols. 574r.-576r., Ap. Dl. núms, 9 y 10.
17 Palomero, Jesús M.: El retablo sevillano del Renacimientos análisis y evolución (1560- 1629), Sevilla, 1983, pág. 474.

EL MECENAZGO ARTISTICO DEL INDIANO ALONSO GONZALEZ DE LA PAVA EN GUADALCANAL
Por Julia Mensaque Urbano


lunes, 7 de enero de 2019

Nuestro entorno 11

Religiosidad popular andaluza Testimonio de un patrimonio que nos identifica 1/3

Resumen.-
Este artículo intenta resaltar el interés que revisten las manifestaciones de la religiosidad popular andaluza como testimonios de un patrimonio que nos identifica, y que es exponente tanto de un modo común de expresión del pueblo andaluz como de los sugerentes matices que aporta nuestra propia pluralidad sociocultural.
Unos elementos entendidos desde sus raíces tradicionales, adaptados, y por tanto vivos, en su reproducción cultural actual. Sólo atendiendo a esos modos particulares de vivir la religión puede llegarse al entendimiento global y no objetual de esta parte de nuestro patrimonio cultural.
Uno de los factores culturales más complejos del pueblo andaluz son sus expresiones de religiosidad popular. Un concepto -religiosidad popular- que indudablemente no se circunscribe a un sector de la sociedad, ni a las clases iletradas, ni al mundo rural, etc.; no está expresando, por tanto, la extendida oposición culto/popular o rural/urbano, como mundos independientes y contrapuestos, sino ese modo especial que tiene cada sociedad, cada cultura en su conjunto, de añadir sus propias vivencias, su propia experiencia cultural, al núcleo básico de las enseñanzas religiosas. Es, por tanto, la combinación de los planteamientos ortodoxos con tradiciones culturales, que conducen las más de las veces a una separación entre la expresión verbal y la conducta física, entre la aceptación teórica de determinadas ideas y el modo observable en que se llevan a la práctica.
Esta mezcla se presenta más o menos equilibrada, dependiendo de los pueblos y asimismo de las épocas que se analicen, pero es innegable que en la Andalucía actual se da un fuer te desequilibrio a favor de los componentes tradicionales; unos elementos definidores de las manifestaciones de nuestra religiosidad popular, que sin duda constituyen un reflejo de la cultura de la comunidad que les da vida, siendo por tanto sentidas como un símbolo de identificación y de pertenencia al grupo.
Ahí radica su interés patrimonial, pues sólo teniendo esto en cuenta pueden explicarse las formas concretas de nuestra ritualidad, la resonancia afectiva de múltiples devociones incluso en personas no religiosas, la inevitabilidad de acudir a los lugares de origen en determinadas celebraciones, principalmente en las fiestas patronales, o la propia mudanza de éstas a fechas veraniegas para facilitar la participación de los emigrantes como integrantes de un colectivo que los identifica. Igualmente explica el hecho de que los padres inscriban a sus hijos el mismo día del nacimiento en su hermandad patronal o penitencial para continuar la tradición familiar.
En definitiva, para transmitir unas pautas culturales, siempre renovadas pero siempre conectadas con el sentir tradicional que las originó y las mantiene.

Raíces que se pierden en el tiempo.-
Para ahondar en las claves interpretativas de la religiosidad popular andaluza, es preciso retroceder más allá de la cristianización primitiva de la región, pues cuando se extendieron las doctrinas católicas, ya se hallaban consolidadas en Andalucía algunas de sus más claras inclinaciones, tal como es el caso del culto a poderosas imágenes maternas; culto que, por encima de los posteriores y continuos cambios de denominación (Astarté, Tanit, Artemisa, Afrodita, Diana, Venus, Mitra...), siempre se ha mantenido como un rasgo fundamental en la religiosidad popular de los andaluces.
A esta preferencia por las devociones marianas contribuyeron enormemente dos culturas tan distintas como Roma y el Islam, de quienes tomamos los sentimientos de sumisión y fatalismo ante la voluntad divina. Esto puede provocar, en expresión de Domínguez Morano, una fuerte rebeldía, opuesta a la sumisión, que desemboca en una ambivalencia respecto a un Dios "vivido a niveles inconscientes como padre fatal, arbitrario y causante quizá de la desgracia y opresión que este pueblo ha sufrido de modo casi ininterrumpido a lo largo de su historia milenaria", frente al cual, la ya arraigada religiosidad mariana se intensifica al ver en la figura materna la protección y el consuelo necesarios frente al Dios-Padre.
Ese mismo atributo de mediación entre la autoridad del padre, por lo general ausente de la casa, y los hijos es, sin duda, una de las notas más definitorias de la madre andaluza tradicional. De esta forma, el modo andaluz de sentir las relaciones familiares se traspasa al terreno religioso, haciendo "bastante comprensible la atracción de los andaluces por ese símbolo tan querido e idealizado por ellos en la vida cotidiana".
De hecho, no puede descartarse que la Iglesia intuyera esta afinidad psicológica con algunos patrones familiares en su esfuerzo por que la cristiandad fuera acrecentando esta devoción, dejando de considerar a María únicamente como Madre de Dios, alejada de los asuntos humanos, y haciéndola entrar en la dinámica de mediación ante la divinidad.
En Andalucía, además, se dio la circunstancia de que a medida que avanzaban las tropas cristianas, la falta de santos en los territorios hasta entonces musulmanes se va supliendo directamente con imágenes de la Virgen, a la vez que coincidió la revitalización del cristianismo en nuestro territorio con una época de máximo despliegue de manifestaciones religiosas populares, que en seguida la Iglesia misma propició en las doctrinas tridentinas.
Así, desde la época barroca el culto a la Virgen es el predominante en Andalucía. Baste recordar cómo la "Tierra de María Santísima" defendió y festejó la proclamación de las bulas de la Inmaculada Concepción en el siglo XVII. Desde entonces la superioridad de esta devoción es indiscutible. Un recorrido por las ermitas y santuarios de nuestro territorio atestigua sobradamente la hegemonía del culto mariano, en correspondencia con las numerosas Vírgenes erigidas como patronas de una localidad. Del mismo modo, en una celebración tan específica como la conmemoración de la Pasión de Jesús, el pueblo andaluz ha ido acrecentando progresivamente el protagonismo de las Vírgenes Dolorosas, hasta el punto de que, en general, parece que el sufrimiento de la madre que ve a su hijo maltratado hasta la muerte, atrae mucho más la atención que el propio dolor de los Cristos.
Lógicamente, esta preferencia se halla materializada en la imaginería sacra, tanto de altar como procesional, así como también en elementos de acompañamiento como insignias, emblemas, banderas y muchos otros. Incluso la iconografía de los retablos callejeros demuestra que el tema religioso más extendido es el de Nuestra Señora, desde sus orígenes en el siglo XVI hasta la actualidad
Pero también la afición a los santos está muy presente en Andalucía, puesto que la definitiva supremacía mariana no significa que se ignoren antiguas devociones. Por eso son mucha las poblaciones que cuentan con santos patrones, a quienes dirigen sus cultos, fiestas y romerías. Y ello sin olvidar tampoco el apego a las reliquias que se conservan en cualquier lugar de culto o que acompañan las procesiones penitenciales.
Los santos siguen siendo eficaces protectores, cada uno especializado en el remedio de un determinado mal o en la consecución de un determinado bien, actuando por tanto como mediadores específicos.
Bien es cierto que el avance de la técnica, al erradicar muchas plagas y epidemias y ofrecer soluciones científicas a antiguas incógnitas, ha hecho perder su razón de ser a la mediación milagrosa de numerosos santos especialistas, pero los más enraizados sobrevivirán a este declive.
En la encuesta que el Ateneo de Madrid realizó en 1901 sobre las costumbres del ciclo vital en España, pueden hallarse algunas respuestas de enorme interés en este sentido. Así, se testimonia claramente la fe depositada en San Antonio de Padua a la hora de encontrar novio: en Badolatosa las jóvenes se encomiendan al santo "con rigor, quitándole el niño, volviéndole contra la pared, poniéndole boca abajo y hasta zambulléndole en el pozo"; o la confianza hacia San Francisco de Paula en el trance del parto: en El Coronil le encienden una vela y "se ponen también un cordón bendito del mismo Santo".
Estamos ante una de las características más sólidas de nuestra religiosidad popular: el mecanicismo o visión utilitaria de los personajes celestiales. En el fondo, lo que se busca es la personalización de las relaciones, otra de las características más evidentes de la cultura andaluza. Ante las abstracciones y los complicados e inescrutables misterios teológicos, el pueblo necesita buscar los cauces para conseguir el acercamiento de esas figuras a un plano más humano, más cercano a su realidad, a sus pasiones y sentimientos, a los que poder solicitar su intermediación ante la lejana divinidad. Una práctica que la Iglesia ha atacado cuando la ha considerado reflejo de creencias paganas, mientras que otras veces ella misma la ha propiciado. ¿De qué otro modo puede interpretarse la inacabada costumbre de depositar exvotos a los pies de las imágenes como reconocimiento a los favores personales recibidos? ¿O cómo entender si no el sinfín de advocaciones marianas que las convierten en personalidades diferentes y hasta rivales en la devoción, cuando sólo hay una única madre de Jesús?
De hecho, la elección de una determinada advocación o de un santo concreto como patrón de una comunidad, responde al deseo de individualizar su celo protector, de no compartir su atención para que pueda ocuparse de modo exclusivo en procurar el bien de sus habitantes.

Esther Fernández de Paz
Departamento de Antropología Social

Universidad de Sevilla

domingo, 30 de diciembre de 2018

Los Indianos de Guadalcanal 1

El mecenazgo de Alonso González de la Pava

Primera parte.-
 En el archivo parroquial de Guadalcanal (Sevilla), se encuentran datos que atestiguan una importante emigración de vecinos a Indias en los siglos XVI y XVII, los cuales una vez acomodados en el Nuevo Mundo, enviaban limosnas y donaciones para fundaciones de capellanías, hospitales y conventos a su ciudad natal. 1 Prueba inequívoca  de ello fue la proliferación de edificios que se levantaron en esta época, dando una configuración distinta al pueblo. 2 Mención especial merecen algunos de estos indianos como Jerónimo González de Alanís, el cual otorgó testamento en 1582 en la ciudad de La Plata en el Perú, disponiendo que se tomasen de su hacienda 30.000 pesos de plata corriente, se pusieran a renta y se fundase un convento de monjas de Santa Clara, una capellanía y un pósito. Álvaro de Castilla y Ramos, estando en Guanajuato, dispuso en su testamento, fechado en 1614, la fundación de un hospital y convento de Religiosas de la Concepción, señalándoles 500 ducados de renta. Uno más de estos ejemplos de emigrantes a Indias lo tenemos en Teresa de Morales, vecina de Panamá, que legó 3.000 ducados para establecer una capellanía en la iglesia mayor de Santa María. (3)
Aunque sin duda el más generoso de estos piadosos hombres y mujeres fue Alonso González de la Pava, que imbuido del sentimiento religioso de la época siguió la misma línea de mecenazgo providencialista que sus coetáneos al fundar el convento y hospital del Espíritu Santo. «Yo —manifiesta en la carta de dotación— hice donación entre vivos, y revocable, en la villa Imperial de Potosí, su fecha en cuatro días del mes de junio del año pasado de mil y seiscientos y doce, de cincuenta mil pesos, de a ocho reales cada uno, ... hasta sacarlos de la Casa de la Contratación de la ciudad de Sevilla, los quales fue Dios servido de que viniesen en salvamento, sin que dellos se perdiese cosa alguna antes, por ser las barras de plata en que vinieron de buena y subida ley». (4)
Fue en esta ciudad de Potosí donde Alonso González de la Pava hizo su fortuna en el negocio de la extracción de la plata Era por estos años de finales del XVI y principios del XVII una ciudad bien distinta del tipo clásico de ciudad colonial, pues contaba con una población heterogénea y numerosa entre las que se encontraban un gran número de personas ansiosas de enriquecerse con las minas de plata de «el Cerro», montaña de 4.890 metros sobre el nivel del mar en cuyas faldas se emplazaba. Buscadores de tesoros llegaban a la Villa Imperial de todas partes de América y España, dando lugar a un número considerable de ociosos que esperaban la fortuna y la suerte. En 1596 escribía Juan Pérez de Valenzuela al Rey que en Potosí «hay tres mil personas entre españoles, portugueses y de otras naciones, los dos mil gente moza, baldía y desocupada que no tiene otro oficio que jugar, beber, adulterar, robar y matar». (5)
Otro sector numeroso e indigente de la población de la villa eran los indios, que s oportaban el peso del trabajo de las minas en condiciones laborales a veces infrahumanas. Esto unido al clima crudo de Potosí que no eran capaces de sopor los indios traídos de comarcas más bajas, daba lugar a untar alto grado de mortandad, (6)  y sin duda esta vivencia preocupó hondamente a Alonso González de la Pava, pues en una cláusula de la escritura fundacional del convento pide al capellán del mismo rece por los indios que han muerto «en la Villa Imperial de Potosí en el ministerio de labrar metales y beneficio de la plata». (7)

Notas.-
1.- El presente trabajo es una parte de mi memoria de licenciatura, inédita, El retablo del Renacimiento en la antigua Provincia de León de Extremadura: La comarca de Llerena. Sustentada en la Facultad de Geografía e Historia de Sevilla (8-VIII-1982). 1 Ortiz de la Tabla Ducasse, Javier: Emigración a Indias y fundación de capellanías in Guadalcanal, siglos XVI y XVII, en «I Jornadas de Andalucía y América», Huelva, 1981, t. I, ofrece un interesante estudio sobre la precaria situación que por estos años padecían las tierras de la Baja Extremadura, concretamente el triángulo formado por las poblaciones de Guadal consecuentemente el alto porcentaje de sus vecinos que emigraron-canal, Llerena y Azuaga, y a América y una vez enriquecidos allí, legaron parte de sus bienes para fundaciones de capellanías.
2.- En relación con el empobrecimiento de la población extremeña que motivó tina gran emigración a Indias Cardalliaguet Quirant, M.: Estimación de los ¡actores de la emigración extremeña en el siglo XVI, «Revista Estudios Extremeños », Badajoz, 1978, t. XXXIV, aduce una serie de factores causantes de este hecho como son las presiones fiscales de la hacienda real, así como las continuas enajenaciones de las encomiendas de las Ordenes Militares para subsanar la política bélica de los Austrias, además de la serie de contribuciones que por su parte imponía la iglesia, que recaían en los mismos sectores medios y bajos de la región, aumentando la indigencia y los deseos de emigrar para encontrar condiciones de vida más favorables.
3 Muñoz Torrado, Antonio: Santuario de Nuestra Señora de Guaditoca, patrona de Guadalcanal, Sevilla, 1918, págs. 22-24. De mis sondeos por los archivos de Guadalcanal he encontrado también algunos datos referentes a obras pías y capellanías, como son el testamento de María Páez, Vda. de Alonso Sánchez, fechado en 1613, en el que hace constancia de su fundación del convento de San Sebastián de Llerena, o la obra pía de los hermanos Freire Gálvez, uno Vicario General y otro Prior de la Provincia de León, que mandaron erigir una capilla en el altar mayor de Santa María, con capellanía servidera. Francisco de Rojas Bastída mandó también levantar una capilla en la parroquial de Santa María y contrató su retablo en 1635 según la escritura contractual que se conserva en el archivo de protocolos de Guadalcanal, al igual que el contrato fechado en 1636 entre Alonso Carranco Ortega y el mayordomo de la ermita de Ntra. Sra. de Guaditoca para edificar a su costa la nueva iglesia.
4 (A)rchivo (Parroquial de (G)uadalcanal. Libro de Fábrica del convento del Espíritu Santo de los años 1621 a 1695, lib. I, fol. 4v.-16r. Ap. Dl. núm. 
5 Helmer, M.: Luchas entre Vascongados y Vicuñas en Potosí, en «Revista de Indias», Madrid, 1960, año XX, pág. 186. Para darnos una idea del tipo de español ocioso, buscador de fortuna, llamado «soldado», nos da esta cita de la época bien ilustrativa del momento.
6 Capoche, Luis: Relación general de la Villa Imperial de Potosí, Ed. L. Hanke, (B.A.E., CXXII), Madrid, 1959, pág. 25. Hanke, L.: La Villa Imperial de Potosí, Sucre, 1954.
7 A.P.G. Libro de fábrica del convento del Espíritu Santo de los años 1621 a 1695, lib. 1, fol. 5r.-6r., Ap. Dl. núm. 2.

EL MECENAZGO ARTISTICO DEL INDIANO ALONSO GONZALEZ DE LA PAVA EN GUADALCANAL
Por Julia Mensaque Urbano

lunes, 24 de diciembre de 2018

Nuestro Entorno 10


Algunas reflexiones sobre las ermitas de la provincia de Sevilla y sus bienes muebles (Tercera parte)

El valor de Patrimonio Cultural que estos tienen es de gran importancia, ya que documentan actitudes, hechos y costumbres de las diferentes poblaciones. Al contrario de lo que se puede pensar, no sólo son trascendentales para el conocimiento de la ideología o de las creencias religiosas, sino también ofrecen una gran información sobre las actividades, costumbres y modos de vida. El interés que ha despertado este tema desde la década de los ochenta puede rastrearse a través de las exposiciones y publicaciones que se han realizado sobre los exvotos a partir de entonces (15). Sin embargo, tanto en unos como en otros, los análisis que se realizan de tales bienes son generalmente desde el punto de vista de la antropología social, faltando en ellos otros estudios con planteamientos diferentes que complementen y permitan conocer en profundidad el fenómeno. Hay que considerar que el antropológico no es el único valor que poseen dichos bienes, ya que desde la perspectiva histórica o artística resultan, asimismo, documentos de gran utilidad. Una de las características que presentan estos bienes es la fidelidad de los anónimos autores al describir los fondos, ya sean éstos paisajes urbanos o rurales o interiores de viviendas. Más preocupados por lo anecdótico
de la escena que por los propios actores, detallan minuciosamente aspectos urbanísticos o arquitectónicos, así como enseres y vestimentas. A través de ellos, pueden ser analizados estos factores, convirtiéndose en muchos casos en la única fuente de gráfica para el análisis de estas poblaciones. Esa fidelidad a la realidad también queda reflejada en la figuración de las imágenes sagradas. Estas aparecen con tal cantidad de detalles
que poco se diferencian de las imágenes devocionales realizadas en lo que se ha venido a denominar el “arteculto”. Gracias a ellos, es posible conocer aquellas esculturas o pinturas que se han perdido a lo largo del tiempo o las transformaciones sufridas en los
adornos o en las maneras de ataviar a los santos o vírgenes.
En ocasiones, a modo de trampantojos, detallan los altares o retablos en los que se veneran, pudiéndose seguir a través de los exvotos los cambios y reformas estéticas acaecidas en ellos.
No son éstos los únicos bienes muebles de interés histórico o artístico que se conservan en las ermitas y capillas sevillanas. Existe una interesante variedad de bienes muebles de los siglos XVI al XIX que, si bien tratar de todas ellos sería complicado, si sería oportuno el señalar algunos de los más importantes. Seguidoras de los modelos de las Vírgenes del grupo de la reconquista, pero ya del siglo XVI, serían la del Rosario de la Iglesia de San Miguel de Castilleja del Campo, la de la Huerta en la iglesia parroquial de Puebla de los Infantes y la de la Aurora de la ermita del mismo nombre en Fuentes de Andalucía. Otra imagen de la misma centuria es el grupo de la Piedad que se encuentra en el altar mayor de la ermita de Nuestra Señora de las Angustias en Alanís. En este caso, la Virgen sostiene en su regazo el cuerpo de Cristo muerto.
Formaban parte de esta escena, producto de la sensibilidad patética de fines del medioevo, las dos imágenes de San Juan y la Magdalena, que hoy aparecen en las calles laterales del retablo. El grupo central ha perdido esas características tan peculiares de la escultura del primer tercio del siglo XVI, fecha en la que se data el conjunto, por haberse transformado la Virgen en una escultura de vestir y en una restauración realizada por Castillo Lastrucci en el presente siglo.
Al mismo siglo XVI pertenecen las esculturas de San Sebastián de la iglesia parroquial de Burguillos y, de fines de la centuria, la existente en la ermita de la misma advocación de Carmona. Un San Roque del círculo de Juan Bautista Vázquez el Viejo se localiza en la Capilla de Santa Ana de Dos Hermanas. En la Sacristía del mismo templo merece destacarse las dos puertas, con las pinturas de un seguidor de Alonso Vázquez, donde se representan a San Pedro y San Pablo con dos escenas del hallazgo de la imagen de Santa Ana por las Hermanas Nazarenas. Renacentista son también los crucificados de las ermitas de la Virgen del Espino de El Pedroso, el del Santo Cristo de la Sangre de Pedrera y el de la Vera Cruz de Coria del Río y los de las iglesias parroquiales de Martín de la Jara, Almadén de la Plata y Almensilla. Además de estas obras anónimas, con la misma advocación del Cristo de la Vera Cruz, existen dos ejemplos más relacionados con los seguidores de Roque Balduque, como son los crucificados de las capillas de San Gregorio Osetano de Alcalá del Río y de la Vera Cruz de Marchena, ambos de gran calidad artística. En esta última capilla se encuentran
los restos de un retablo, hoy recompuesto con balaustres y los relieves de la decapitación de San Matías y Santa Bárbara, probablemente obra de Gaspar de Aguilar y fechado en 1588. Este cobija un lienzo de Juan Bautista de Amiens, de principios de la centuria siguiente, en el que aparecen San Juan Bautista y San Vicente. El mismo pintor y para el mismo templo realizó en 1589 el lienzo de la Pi dad y, algunos años más tarde, el de la Visitación con San Diego de Alcalá y Santa Catalina.
Son muy numerosos los bienes muebles de los siglos XVII al XIX que se conservan en las ermitas sevillanas.
Algunos de ellos sorprenden por su calidad artística si se piensa en el carácter popular de estas construcciones.
Quizás sería conveniente sacar del anonimato los grandes lienzos de la ermita de Nuestra Señora de la Aurora de Los Palacios-Villafranca de Los Desposorios de la Virgen y la Adoración de los pastores, obras de transición de los siglos XVII al XVIII. En la misma población y del siglo XVII, se encuentra el San Francisco sostenido por los ángeles o Éxtasis de San Francisco de la Capilla de Nuestra Señora de los Remedios y, a principios del siglo XVIII, fue realizado La entrega del rosario a Santa Rosa de Lima de la Iglesia de San Bartolomé de Cantillana. Entre las esculturas habría que llamar la atención sobre la Virgen de los Dolores de la capilla de Torrijos, de Valencina de la Concepción, o la existente en la iglesia de San Marcos de El Saucejo, de San Cayetano con la Virgen o Virgen de los Desamparados.
La gran calidad de ambas esculturas hace pensar que corresponden a obras de los talleres de Pedro de Mena, la primera, y de Cristóbal Ramos, la segunda.
Obras sorprendentes son algunos de los retablos que se localizan en estos templos, producto de las remodelaciones que sufrieron durante los siglo XVII y XVIII.
Entre los más interesantes del siglo XVII se encuentren los que ocupan los presbiterios de la Iglesia de San Benito, de Castilleja de Guzmán, los de las ermitas de Cuatrovitas, de Bollullos de la Mitación, con su frontal cerámico del siglo XVI, y el de la Virgen de Guaditoca, de Guadalcanal. Este último, recompuesto, sirve de embocadura al camarín de la virgen, que ocupa la calle central y se eleva por encima del primer cuerpo. Se compone de un alto banco sobre el que se levanta el único cuerpo con tres calles, enmarcándose las laterales por columnas entorchadas con capitel compuesto. En estas últimas se encuentran medios puntos para ser ocupados con lienzos, hoy desaparecidos, y sobre éstos, registros rectangulares con pinturas de santas mártires. Sobre las calles corre un friso que sirve de apoyo al basamento del ático, formado por volutas laterales y dos pequeños lienzos rectangulares con santos. En el ático aparecen tres lienzos, un Crucificado, al centro, y, en los laterales, San Joaquín y Santa Ana con la Virgen niña.                                                                                                     Al siglo XVIII pertenecen, entre otros, los retablos mayores de las capillas de la Vera Cruz de Marchena, de la Virgen de Belén y de la ermita de la Aurora, ambas de Los Palacios-Villafranca, el de la Virgen de los Remedios de El Coronil y los de la Capilla de la Aurora, en Fuentes de Andalucía. En esta última ermita, el dedicado a San Francisco de Paula presenta como enmarque de la hornacina central dos ángeles atlantes. Por la delicadeza de la formas y lo ingenuo del lienzo que lo preside, habría que llamar la atención sobre el retablo-marco de las Ánimas, de la primera mitad del siglo, de la ermita de Belén en Lebrija.
De la mayoría de estas obras se desconoce su autor, siendo en algunos casos atribuidos a seguidores de los diferentes maestros sevillanos. Este era el caso del retablo de la Capilla de Santa Ana de Dos Hermanas La bibliografía tradicional lo atribuía al círculo de Fernando de Barahona. Sin embargo, las investigaciones realizadas en los últimos años han podido concretar que las trazas pertenecen a Juan de Valencia y las esculturas a Agustín de Perea (16).
Del siglo XIX existen interesantes ejemplos, a pesar de que siguen siendo poco valorados. Uno de los conjuntos más destacados por su uniformidad estilística es el que decora el presbiterio de la ermita de Nuestra Señora de la Soledad, de Cantillana. La construcción del templo fue concluida el 7 de diciembre de 1792, colocándose la imagen titular dos años más tarde. Tanto el retablo mayor como los enmarques de las puertas del presbiterio corresponden a esos años finales de la centuria. En ellos se utilizan como elementos de soporte columnas corintias de fustes acanalados y como motivos decorativos las guirnaldas, rocallas, roleos y jarrones. El retablo está compuesto de banco, un solo cuerpo de tres calles y ático. Las calles laterales son ocupadas por las esculturas de San Miguel y San José, mientras que en la central aparece una urna de remates curvos, con un Cristo yacente, y sobre ella el enmarque del camarín de la Virgen de la Soledad. Un relieve de la Santísima Trinidad preside el ático.
Los enmarques de las puertas se flanquean por columnas, rematadas por un frontón partido y una ménsula al centro, a manera de clave. Sobre éstas aparecen las imágenes de Santa Rita, en el muro derecho, y San Sebastián, en el izquierdo, cobijados bajo un frontón circular.
No todos los bienes que actualmente aparecen en estos edificios fueron realizados exprofeso para los mismos. Tras la desamortización de Mendizábal y sobre todo concluida la Guerra Civil, muchos de estos inmuebles son redecorados con bienes procedentes de otros templos de la provincia. A la iglesia de San Felipe de Carmona pertenecen los actuales retablos mayor y de la Divina Pastora de la ermita de Nuestra Señora de Gracia de Almadén de la Plata. Del antiguo convento de la Orden Menor de San Francisco de Estepa procede el retablo de la capilla del Rosario de El Rubio, del convento de la Asunción de Sevilla el de la ermita de Nuestra Señora de Belén de Pilas, de la iglesia de San Carlos el Real de Osuna el de la Iglesia de San Marcos de El Saucejo, o de una iglesia de La Rinconada el que preside la ermita de Nuestra Señora de
Valme. Éste de fines del siglo XVIII presenta una curiosa decoración en su mesa de altar de escenas de inspiración japonesa. Además de los retablos también fueron trasladadas esculturas y pinturas, costumbre que ha llegado hasta nuestros días. El Cristo del Voto procedente de una iglesia de Carmona fue llevada a la iglesia de San Cristóbal de Burguillos o la Virgen de la Silla de la iglesia de San Luis se depositó en la capilla del Cristo de la Cárcel. Traslados mucho más modernos son los del Ecce Homo, desde el patio de los naranjos de la iglesia parroquial a la capilla de Belén de Lebrija o, el realizado en 1986, de la escultura de San Isidro Labrador de la iglesia de Santa María a la ermita de San Sebastián de Carmona.
No se puede concluir en este breve recorrido por los bienes muebles de las ermitas de Sevilla sin hacer mención a una serie de lienzos que, a pesar de su carácter popular, pueden ser de gran importancia para el estudio de las reinterpretaciones iconográficas y simbologías de los temas eucarísticos. En este sentido, es necesario destacar la Exaltación de la Eucaristía de la ermita de Nuestra Señora de Belén de Pilas. Dos ángeles por tan un cáliz con llamas bajo un corazón coronado por una cruz, enmarcado estos últimos por una corona de espinas. Sobre ésta, dos angelitos sujetan una corona con imperiales. En la Alegoría eucarística de la ermita de la Vera Cruz de Albaida, se representa un altar de dos cuerpos. Delante del primero se encuentran Santa Bárbara, una pequeña Inmaculada, al centro, y San José con el Niño. Sobre los santos, a los lados del segundo frontal, dos ángeles turiferarios, y ,en medio, el Cordero sobre el Libro de los Siete Sellos.
Sobre el altar una custodia resplandeciente rodeada de cabezas de angelitos. Se enmarca la escena por dos cortinas que son recogidas en los laterales por dos ángeles. Un tercer ejemplo es la Alegoría eucarística de la ermita de Cuatrovitas de Bollullos de la Mitación. Sobre un altar se exhibe una gran custodia flanqueada por dos ángeles. Delante se sitúan los cinco Doctores de la Iglesia Junto a estas obras, no se pueden pasar por alto aquellas otras que por sus características particulares y sus pequeñas dimensiones, se encuentran más expuestas a posibles robos. Son muchas y es imposible
su enumeración. De la tipología de pintura de caballete, merecen destacarse los lienzos de San Juan Bautista niño y Niño Jesús pasionario-buen pastor de la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario, de Martín de la Jara. Asimismo, las esculturitas de San José y Santa
Teresa de la capilla de Nuestra Señora del Rosario de San Juan de Aznalfarache o el magnífico crucificado del XVIII y realizado en barro cocido de la ermita del Santo Cristo de la Sangre, de Pedrera.
Son pocas estas páginas para describir y señalar la variedad y riqueza de los bienes muebles que se conservan en las ermitas, capillas y pequeñas iglesias de la provincia de Sevilla. Sin embargo, como se apuntaba al comienzo del trabajo, éste se planteaba simplemente para llamar la atención sobre el desconocimiento y la desprotección de los mismos. En este aspecto, debería ser la administración, con los medios legales que tiene, la que se encargara de tomar las primeras medidas de conservación y protección de los mismos. Pero, quizás más interesante y beneficiosa sería la labor de los Ayuntamientos, responsables, al fin y al cabo, del patrimonio local (17). Su labor podría estar encaminada, no sólo al conocimiento y difusión de estos bienes, sino también a tomar unas precarias medidas de salvaguarda de los mismos. En la primera línea de actuación, en cualquiera de las poblaciones existen licenciados en
historia, y más concretamente en historia del arte, que a través de becas, subvenciones o de cualquier otro tipo de ayuda, pueden realizar los trabajos de investigación y estudio. El resultado de los mismos podría ser un primer acercamiento del resto de la población a la valoración de estos bienes a través de publicaciones o exposiciones. Un importante avance sería, como se ha realizado en Alcalá de Guadaira, la incorporación a la plantilla del área de cultura de una persona encargada de valorar, potenciar y gestionar los recursos turísticos que tiene la población. En el segundo de los aspectos, además de incluir estos edificios en los catálogos de protección de las normas urbanísticas, la realización de pequeñas obras de mantenimiento en estos edificios evitaría la pérdida y los posibles desastres. Obras de mínima cuantía como el retejado de los inmuebles, su encalado tanto exterior como interior, la renovación de las instalaciones eléctricas, por lo general, antiguas y obsoletas, o dotarlos de unas mínimas medidas de seguridad, conllevarían a una revalorización y perdurabilidad de estos edificios y su patrimonio.
Pero las autoridades locales o autonómicas no son los únicos responsables de este tipo de patrimonio. La mayoría de estos edificios son propiedad de la iglesia, por lo que sobre ella recae la máxima responsabilidad como queda recogido en la legislación nacional y autonómica (18).
No solo quedan obligados por la normativa civil sino también por la religiosa, ya que les obliga a “la limpieza y pulcritud que convienen a la casa de Dios” y a que “deben emplearse los cuidados ordinarios de conservación y las oportunas medidas de seguridad” (19). Esta misma responsabilidad debe ser comprar tida con las hermandades y cofradías que en muchas ocasiones se encuentran como depositaria de estos inmuebles en los que tiene las sedes.
Esperemos que entre todos consigamos revalorizar y proteger estos bienes que, al fin y al cabo no nos pertenecen, ya que sus verdaderos poseedores son las generaciones futuras.

Juan Carlos Hernández Núñez
Centro de Documentación del IAPH

Notas.-
15. Sirvan de ejemplos, para el ámbito andaluz, los estudios realizados por VÁZQUEZ SOTO, J.M.: Exvotos de Andalucía: milagros y promesas en la religiosidad popular. Sevilla, 1980 y PÉREZ MUÑOZ, S.: Exvotos marineros de la provincia de Cádiz, Cádiz, 1991. Entre las exposiciones destacamos: Exvotos de Andalucía. Sevilla, Convento de Santa Inés, noviembre, 1982.
16. HALCÓN, F., HERRERA, F. y RECIO, A.: El retablo barroco sevillano. Sevilla, 2000. Págs. 422-423.
17. Ley 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español. Art. 7 y Ley 1/1991, de 3 de julio, de Patrimonio Histórico de Andalucía. Art.4.
18. Ley 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español. Art. 36.1; Ley 1/1991, de 3 de julio, de Patrimonio Histórico de Andalucía. Art.15.1; Decreto 19/1995, de 7 de febrero, por el que se aprueba el reglamento de protección y fomento del Patrimonio Histórico de Andalucía. Art. 20. Además, véase, Real Decreto Legislativo 171992, de 26 de junio, texto refundido de la Ley sobre el Régimen del Suelo y Ordenación Urbana. Art. 20.
19. CÓDIGO..., ob. cit. canón 1220. Además véase, SACRA CONGREGATIO CLERI, Circular Opera artis del 11 de abril de 1971.