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lunes, 27 de abril de 2020

Guadalcanal, 4 de noviembre 1836


CAPITULO DE LA GUERRA CARLISTA EN GUADALCANAL

Hay varios hechos de la Primera Guerra Carlista documentados que acaecieron en Guadalcanal, hoy quiero documentar la visita del Zumalacárregui del Sur y su columna el 4 de noviembre de 1836,
La expedición, 3ª división de operaciones del ejercito carlista (1) al mando del mariscal de campo Miguel Sancho Gómez Dama (2) llamado “El Zumalacárregui del Sur”, entró en la primavera de aquel año 1836 en las tierras dominadas por los cristinos (3) con una columna de mas de 2700 hombres y dos escuadrones de caballería de 180 hombres, un obús y varios cañones de montaña procedentes de tierras alavesas.
Esta expedición recorrió la península, hicieron incursiones en territorios cantábricos y gallegos con el fin de minar al ejercito oficial de los partidarios de María Cristina de Borbón-Dos Sicilias  y continuaron su campaña hacía  Asturias, pero allí el mariscal cristino Baldomero Espartero iniciaría la persecución de la 3ª División comandada por Gómez  y este se vio obligado a replegarse nuevamente a Galicia, pese a que a su entrada Santiago de Compostela contaba ya con casi 4000 infantes y más de 200 de caballería, ante la presión de Espartero con una expedición aun muy superior a la del mariscal andaluz, este optó por abandonar Galicia y dirigirse a la provincia de León para reclutar más infantes y regresar nuevamente a Asturias, sin embargo, nuevamente sus intenciones se vieron lustradas y Espartero nuevamente le dio un severo correctivo a la expedición Carlista, mermando su moral y su ejercito.
En el mes de Agosto de 1836, mermadas su tropa y moral, reunió con sus jefes y oficiales y contraviniendo las ordenes dadas por sus superiores se interno en Castilla con el propósito iniciar un nuevo periplo  hasta llegar Andalucía ante la imposibilidad de volver a Asturias, no encontrando demasiada resistencia, decidió no entrar en Aragón para evitar el encuentro con la columna de l General Evaristo San Miguel,  hasta llegar a Cuenca, llevando las tropas cristinas siempre a la zaga, allí Gómez se reunió con el también general carlista Ramón Cabrera, apodado “El Tigre del Maestrazgo”.
Allí formaron un nuevo ejercito mas poderosos con las dos columnas, pasando por Utiel y Requena en dirección a Albacete, continuando invadiendo nuevas tierras para los carlistas, siguiendo las escaramuzas en los meses de agosto y septiembre, continuando las escaramuzas e internándose en Extremadura, arrasando cuantos pueblos y ciudades que se encontraban a su paso.
En Septiembre se recibió la noticia en Tarifa de la intención de Gómez de invadir la región, el 26 de Septiembre interrumpió en el cabildo de la ciudad uno de los porteros de plaza y entregó un pliego con la cláusula con el carácter de “urgentísimo”, suspendiendo el cabildo inmediatamente la continuación de la vista de los demás asuntos ordinarios y se leyó el escrito del jefe político superior de la provincia informando que Andalucía se hallaba amenazada de invasión de las huestes del mariscal Gómez  y el general Cabrera y movilizando los milicianos de la Milicia Nacional para reagruparse en la capital de la provincia.
Mientras esto sucedía en Cádiz y en varias provincias andaluzas, la expedición carlista seguía su periplo por Extremadura y haciendo incursiones en Andalucía, enviando varias columnas en distintas direcciones, llegó la tarde del 4 de noviembre de 1836.
Alertado el capitán de milicia de Guadalcanal Isidro Chamorro Spínola, que la columna principal del ejercito carlista al mando del mariscal Miguel Sancho Gómez se acercaba a la villa por el Puerto de Llerena, salió a su encuentro y el tambor Pedro Álvarez anunció la llegada del capitán y sus milicianos a la avanzadilla del ejercito invasor, finalmente tras una breve negociación, Gómez y su expedición descansaron en Guadalcanal y allí fue informado por sus exploradores que los perseguidores estaban desorientados y desconocían sus paradero y se habían detenido en los confines de Extremadura hasta saber sus próximos movimientos e intenciones, sospechando que los carlistas  se dirigían a Sevilla y Córdoba.
Aprovechando el desconcierto del ejercito perseguidor de la Regente María Cristina de Borbón, Gómez se reunió a la mañana siguiente en Guadalcanal con sus mandos y decidió cambiar de estrategia, encaminándose a la Serranía de Ronda, región en la que aprovechando las naturales ventajas del terreno por la accidentada orografía y la certeza de que en aquella zona encontraría antiguos partidarios, pensaba que así podría asentarse en la que fue la primera Guerra Civil Española, la columna del mariscal abandono Guadalcanal la mañana del día 9 y fue por Alanis a Constantina y Palma del Río, llegando el día 10 a las inmediaciones del Guadalquivir.
Del resto de las andanzas y batallas de este mariscal segundón carlista que fue Jefe de Estado Mayor de Tomás Zumalacárregui, se ha preocupado y juzgado la historia de España y de las disputas de Borbones y Borbones que tanto perjudicaron al desarrollo de la España del Siglo XIX.
(1) Carlistas. El carlismo es un movimiento político español de carácter tradicionalista y legitimista derivado del absolutismo español que surgió durante la primera mitad del siglo XIX en oposición al liberalismo, el parlamentarismo y el secularismo. Pretende el establecimiento de una rama alternativa de la dinastía de los Borbones en el trono español y el llamad reinado social de Jesucristo. En sus orígenes propugnaba la vuelta al  antiguo Régimen  y posteriormente desarrollaría una doctrina política inspirada en la tradición española y la  Cristiandad medieval.
(2) Miguel Sancho Gómez Dama. - Torredonjimeno (Jaén), 1785-Burdeos, 1849, militar español. Fue jefe del estado mayor del general carlista Zumalacárregui. Al estallar el primer conflicto armado carlista se alistó de los primeros en las filas de D. Carlos. Dirigió la expedición que, saliendo de Orduña el 26 de junio de 1836, tomó Oviedo, y más tarde, Santiago, pasó a Castilla y Andalucía volviendo al Norte cuando se libraban las batallas más fuertes del sitio de Bilbao. Pero a pesar de sus triunfos maravillosos no tuvo ninguna repercusión en el desarrollo de la guerra, fue procesado por razones que la Historia no aclara demasiado. Emigró a Francia y murió en Burdeos en 1849.
(3) Cristinos.- Con el término cristino son conocidos los partidarios de María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, viuda del Rey de España, Fernando VII, frente a los carlistas en el enfrentamiento sucesorio que mantuvo la Regente en nombre de su hija y futura reina Isabel II con el hermano del rey, Carlos María Isidro de Borbón y que llevó al país a la Primera Guerra Carlista.
El denominado bando cristino estaba integrado por un grupo heterogéneo de personas, desde liberales, (auténtico sustento de las pretensiones sucesorias de Isabel y su madre), hasta antiguos colaboradores de Fernando VII como Francisco Cea Bermúdez, absolutistas reformados, algunos progresistas e incluso afrancesados que habían vuelto del exilio y veían la oportunidad de un cambio en la política española.
Por extensión, se denominó cristinos a los partidarios de la política conservadora de la regente María Cristina durante los diez años en los que ocupó el cargo frente a los seguidores de Baldomero Espartero.

Fuentes. -  Hemerotecas

domingo, 19 de abril de 2020

Historia de las Minas de Plata de Guadalcanal 5/8



Asientos de Liberto Wolters y la Compañía Española (1725-1742)
       En 10 de mayo de 1719, Nicolás Vaillant propuso al Gobierno español para tomar en asiento, por 30 años, de las Minas de Guadalcanal y asociadas, así como de Riotinto.
Estas proposiciones pasaron al Consejo de Hacienda, pero no habiendo acudido el interesado, á las gestiones requeridas, quedó nulo el proceso (Aldana, 1875) Señalan Mafia y Rúa de Figueroa (1871, III: 258-259) que el sueco Lieberto Wolters Vonsiohielm (h.1670-1727) conociendo la riqueza minera de España, de donde los Fúcares habían sacado grandes riquezas, solicitaría de S.M., en 1724, el arriendo por 50 años de las Minas de Riotinto, así como de las de las de Guadalcanal y asociadas. Por fin, lograría hacerse con el asiento con fecha 16 de junio de 1725. En el contrato firmado se le obligaba a poner al corriente, en dieciocho meses, al menos una de estas minas: Guadalcanal o Riotinto.
Para ello formó una compañía de accionistas, con los que tendría innumerables pleitos. Wolters escribió, en septiembre de 1725, un manifiesto para fomentar la captación de accionistas, donde se presentaba una mina riquísima a la que estimaba una producción de 300.000 pesos diarios. La compañía tenía 2000 acciones, de las que 700 quedarían en manos de Wolters.
Cada una de ellas se vendía a 50 doblones, pero en el momento de inscribirse sólo se desembolsaban 5. El plazo de compra era de 30 días. Señala Relazón-López (1987, pp. 27) que: “El público, llevado de esta novedad y creyendo de buena fe en la inmensa riqueza que la mina atesoraba (…) respondió con generosidad”.
Fue tanto el dinero recaudado, que ya no sólo era necesario administrar la mina, sino que también debía hacerse lo mismo con el capital. Hubo una serie de pleitos, que llevaron a la partición de la compañía (Aldana, 1875). El 4 de julio de 1727, el Ministro de Hacienda consideró a través de Real Disposición que se separaran salomónicamente en dos sociedades distintas: una a la que se adjudicaba en soledad a Wolters las minas de Riotinto y Aracena y otra en la que se concedía al resto de accionistas de la Compañía (Compañía Española) la explotación de Guadalcanal, Cazalla y Galarosa, con las mismas condiciones que el primer asiento (Larruga, 1795, pp. 15-16). Días después, el 26 de julio de 1627, falleció Wolters en Riotinto, dejando como heredero a su sobrino Samuel Manuel Tiquet (†1758), que había venido a España, llamado por su tío, junto con 14 mineros de las minas de plata de Sala (Suecia) (Ortíz Mateo, 2003). Las minas se Sala, han funcionado intermitentemente desde el siglo XV, y en sus alrededores todavía se conservan numerosas presas y canales construidos para mover, mediante energía hidráulica, las máquinas para bombeo de agua, extraer mineral y accionar los fuelles en la fundición del mineral. Ahora la mina, inactiva desde hace tiempo, está musealizada.
En enero de 1726, llega Wolters a Guadalcanal,
tomando posesión de las labores y pasando a continuación a ensayar mineral de los escoriales. Buena parte de dicho año se dedicaría a las minas, donde manda contratar obreros extranjeros y trata de hacer venir máquinas del Norte para el desagüe, cosa que logró en 1727, poco antes de su fallecimiento (Aldana, 1875). Llama la atención la sustitución de la palabra ingenio por máquina para el desagüe, no sabemos si estamos sólo ante un cambio semántico o también hay innovaciones tecnológicas.
Tras la mencionada partición en dos sociedades, el conde Cogonari aparece como presidente de la Compañía Española que tiene a su cargo las minas de Guadalcanal, de las que Wolters habría quedado fuera. Tras seis meses de trabajo reconoce que sus esfuerzos “aun eran más inútiles que los de este otro; y desengañado de poder conseguir el desagüe proyectado, por falta de operarios inteligentes, se valió del abate Perety, su amigo, para proponer á Doña María Teresa Herbert el encargo y execución de esa empresa”, firmándose contrato para desaguar y beneficiar las minas en diciembre de 1727 (Larruga, 1795: 272). Este contrato lo firma el testaferro de la Sra. Herbert, Andrés Galwey. La extracción de agua de la mina inundada se inicia en julio de 1728 y tras superar grandes dificultades y gastos inmensos finaliza en junio de 1732. El contrato señalaba que culminado el desagüe la Compañía debía contribuir en los gastos que se hubiesen hecho. Pero la empresa puso muchas pegas en reconocer que se habían finalizado estas labores. El asunto llegó a los tribunales y en 1732 se sentencia, en la Junta de Sevilla, que se pagasen a Dª María Teresa los 128 doblones de oro que había anticipado en sus trabajos, en los que habían llegado a trabajar 400 peones y trabajadores más cualificados (Larruga, 1795: 61). El asunto siguió en vía judicial, pasando al Real Consejo de Hacienda, y en 6 de julio de 1737 se declara que, no habiendo cumplido Doña María Teresa con el desagüe, debía realizarlo. Esta sentencia es contraria a la anterior. Pero Dª María Teresa interpuso recurso y “la emprendió contra los que tenían algún asiento de las cinco minas, y principalmente contra las de Río-Tinto que estaban en marcha, por la circunstancia acaso de que en el primer asiento iban juntas las de Guadalcanal y Río-Tinto” (Aldana, 1875).
Señala Relazón-López (1987): “Todos estos pleitos dan lugar a una copiosa correspondencia. Por ella vemos que durante este tiempo los ingleses están trabajando en la mina. Los de la Compañía hacen todo lo posible para que aquellos no se queden con todo el mineral”. Pero esta situación de incertidumbre termina pronto, así cuenta Larruga (1795: 1-2) que por Real Cédula de 23 de noviembre de 1742 se concedió facultad a María Teresa Herbert de Powis para poder formar nueva compañía de accionistas, para desaguar, labrar y beneficiar las minas de Guadalcanal, al no haberse cumplido el asiento hecho en 16 de junio de 1725 por Don Lieberto Wolters, de acuerdo con las consultas realizadas por su consejo de Hacienda de 7 de marzo de 1740. En este Consejo se mandaba disolver la antigua Compañía por incumplimiento. Asimismo, por Cédula de 7 de mayo de 1743, se confirma a Dª María Teresa la concesión de las minas de Guadalcanal y asociadas, junto con las de Riotinto, por un plazo de 30 años. En esta Cédula se obligaba a sacar mineral de Guadalcanal en un periodo de dos años y medio, cosa que no pudo cumplirse.
La Compañía de Teresa Herbet no sólo recupera en 1743 las minas de Guadalcanal, sino que además le asignan las de Riotinto, despojando a Tiquet de su asiento. No describimos la situación de Riotinto y Aracena, por ser un tema ajeno a este trabajo, pero estas labores fueron recuperadas poco después por Tiquet.

Asiento de María Teresa Herbert: una dama aristocrática explota Guadalcanal (1743-1767)
Mary Theresa Herbert (1659-1744/45, según el National Trust) era hija de William Herbert (h.1626-1696), primer marqués (desde 1685) y duque de Powis, jefe de la aristocracia católica de la Gran Bretaña, y de Elizabeth Somerset. Acompañó a su padre al exilio en Francia, en 1688. Su hermano William Herbert (1665-1745), segundo marqués y duque de Powis, estaba casado con Mary Preston, con quien había contraído matrimonio en 1695 y con la que tuvo seis descendientes.
Lo curioso es que Williams puso de nombre a una de sus hijas también Theresa. Esta otra Teresa Herbert (1705-1723) casó con Robert Throckmorton (1702-1791) y tuvo dos hijos Mary Theresa (†1791) y George (1721-1767). Mary Theresa Throckmorton casó con Tomás Melcalf (†1793) con quien tuvo dos hijos Thomas-Peter y Maria Teresa. Pero la Mary Theresa Herbert de Guadalcanal es la primera citada y no sabemos con exactitud el momento de su muerte, fue enterrada en la iglesia de las monjas agustinas británicas de Brujas. En el National Trust se cita 1844/45 como fecha del deceso, pero leemos a Larruga (1795, pp. 51) en relación a un acto jurídico de 1750: “Escribanos en el Cahelet de París, han comparecido la Excelentísima Señora Doña Teresa Herbert, Duquesa de Powis, habitante de París en la Estrapada”.
En el asiento de 1743 se obligaba a sacar mineral de Guadalcanal en un periodo de dos años y medio, cosa que no pudo cumplirse, por causa de la guerra de sucesión austriaca (1743-1748) y por los temporales, que impidieron la llegada desde Inglaterra de operarios y máquinas para el desagüe (Larruga, 1794: 40). Pese a tales impedimentos habían logrado traer “un Ingeniero mayor, un maestro bombero, y un carpintero principal de minas para que fuesen fabricando bombas y otros ingenios para el desagüe”, pero se chocó contra un Comisario de la Marina de Sevilla, que se opuso al corte y transporte de madera para las minas (Larruga, 1795: 44)
También hubo problemas de abastecimiento de pólvora (Larruga, 1795: 40). En el punto octavo del asiento de 1743 se señala que el Asentista de la Pólvora debería de darle la que necesitase. No hacía mucho tiempo del uso en minería de la excavación por voladura. El empleo de la pólvora en las labores mineras se inicia, que sepamos, en Schmnitz (1626), mientras que en la minería hispánica se usará de forma pionera en la obra del socavón de Nuestra Señora de Belén, en Huancavelica (1635-1642). Esta llega a la península ibérica, algo más tarde, a través Almadén (h. 1689), pasando rápidamente a otras minas como Cardona, a finales del XVIII. En Guadalcanal desconocemos el inicio de su uso, pero sabemos que en los años 1745 y 1746 trabajaron allí 4 barreneros alemanes (Larruga, 1795: 63)
Por tales motivos, y de acuerdo con una petición de la Sra. Herbert a la Junta de Minas, le dieron otros dos años y medio más. Así, mediante Decreto de 3 de abril de 1747, se concede por 30 años, a contar desde el momento que esté realizado el desagüe del Pozo Rico, el beneficio de las minas a María Teresa Herbert, con las mismas condiciones que es establecieron en su momento para los asientos de Rafael Gómez o de Lieberto Wolters.
Además, se le debía entregar, a precio estipulado, toda la pólvora que necesitase y pidiese, así como el azogue para la amalgamación. También facilidades en la corta y producción de maderas, etc. En 1749 la empresa de María Teresa Herbert otorga contrata a Juan Bautista Privat y a Juan Weter, hombres de negocios galos. De las 6.000 acciones se obliga a dar a los nuevos socios 600, quinientas serían a la firma del contrato y otras cien tras el desagüe de la mina, debiendo adelantar una indemnización a la señora de 40.000 libras (Larruga, 1795: 51-55). Pero como estos comerciantes no cumplieron lo estipulado, la señora Herbert tuvo que pedir nuevos plazos. Cosa que fue concedida por Real Cédula de 7 de junio de 1751. Posteriormente se volvió a ampliar la prórroga, en 18 de diciembre de 1756, en base a un pleito con Privat y Weter que se seguía en París.
Señala Larruga (1795: 58) que a mediados de siglo la mina “se componía de 5 pozos que estaban en la superficie, cuyo principal era el Pozo Rico, que tenía de profundidad 26 estados, que son 52 varas con la caldera (43,7 m), teniendo estos cinco estados”. También estaba Pozo David y Pozo Campanilla, ambos con 20 estados de profundidad, así como Pozo San Antonio y Pozo Zuaga, ambos con 13 estados. De este último se sacaba agua noche y día. Asimismo, había pozos interiores. Toda la mina alcanzaba la profundidad de 366 varas (307,5 m).
Había tornos y bombas (suponemos que manuales, ya que nadie habla de vapor). Aunque la compañía de la Señora Herbert realizó en buena medida el desagüe de las minas, no avanzó mucho en las labores por “varios pleytos, é incidentes entre los socios”. Pese a todo, obtuvo prórrogas en los años 1758, 1762 y 1765. Por aquellas fechas Felipe Fernando O’Conry (Oconry, según Larruga) presentó a la Corona su interés por las minas, señalando los perjuicios que se estaban generando por su no explotación. ‘Oconry’ había entrado en contacto con socios capitalistas franceses que, enterados de la riqueza de las minas, ofrecieron sus servicios, siempre y cuando se cancelase el asiento con la señora Herbert (Larruga, 1795: 88).
En la National Library of Wales hay algunas informaciones, poco conocidas, sobre la época de Teresa Herbert en Guadalcanal (Rob Vernon, com. personal).

ETSI Minas y Energía, Ríos Rosas 21, 28003 Madrid

lunes, 13 de abril de 2020

La próxima vez te traes la fiambrera

Puente de San Benito. Foto Santi

Lento pero seguro


Amigo Pepe:
Te envío esta carta para darte las gracias por tu invitación a la Semana Santa de Guadalcanal, por cierto, joder que lejos queda tu pueblo.
Te voy a contar mi experiencia para llegar a tu pueblo desde Sevilla, como me dijiste, para aprovechar el día hay que madrugar, así lo hice, a las 7,00 de la mañana estaba ya en la Estación de Córdoba de Sevilla con mi maleta para ir a tu encuentro, a las 7,10 horas había anunciado un tren con destino a Mérida que tú me aconsejaste, un llamado tren correo, vi la hora de llegada a Guadalcanal, a las 11,46 horas, “lento pero seguro”, me dije, monté y le pregunté al revisor si esa era realmente la hora de llegada, este me respondió: “joven este tren es lento por circunstancias de servicio, puede que lleguemos a su hora o tal vez un poco más tarde, nunca se adelanta a su horario”
                Durante cinco horas disfruté de la compañía de gente variopinta en el vagón, todos me comentaban que este tren esperaba a todos los empleados de correos y cosarios de la zona, a veces se para en mitad de la vía me dijo un hombre mayor. Contemplé con paciencia los maravillosos paisajes de la vega sevillana y las no menos espectaculares dehesas y montes de la Sierra Morena, a esta celeridad como vengan los bandoleros a galope de sus caballos, se montan, nos roban y siguen su camino sin parar el tren, pensé.
         Por fin, a las 12,10 horas llegó a la estación de Guadalcanal, eché un vistazo al maravilloso paisaje y monté en el llamado coche correos, un vehículo de los que ya están retirados de la circulación en Sevilla y objeto de museo, no viene mal de hora hoy el correo, comentó un hombre muy simpático que los viajeros identificaban como Carmelo.
         ¿Dónde va el joven?, me preguntó el hombre al montar, a Guadalcanal le dije a casa de un amigo Pepe, me sonrió y me dijo, vale pues le dejo en La Puntilla, el pueblo no es muy grande, espero que sepa el mote, aquí hay muchos Pepes.
Por fin, a las 12,30 del Domingo de Ramos llegué a La Puntilla, última parada joven me dijo Carmelo, me recibió un repique de campanas y no muy lejos se oía la música que acompañaba a la procesión, allí estabas esperándome para ofrecerme tu hospitalidad, recuerdo que me preguntaste si quería un café y jeringos del Calé, vale porque vengo con más hambre que un soldado de provincias, “la próxima vez te traes la fiambrera”, me dijo mi amigo Pepe y su novia entre sonrisas, ya aprenderás que cuando sales de Sevilla hay que ir preparado para un largo camino hasta llegar a Guadalcanal, acoso pensabas que cuando vamos nosotros a Sevilla no vamos preparados con paciencia y viandas.
Por cierto, sé que te llamas Pepe y conozco tu apellido, pero me gusta más llamarte por tu mote, es gracioso, me gustó la frase de tu abuelo cuando me dijo que en Guadalcanal el que no tenía mote no era nadie.

Juan Carlos Mena Osorio
Revista de Feria 1968


Amigo Juan Carlos, tuviste suerte de llegar a Guadalcanal con hora de ver la procesión aun madrugando hace más de medio siglo, en la actualidad en tren no hubieses llegado, solo hay uno y llega a la hora de la merienda.

lunes, 6 de abril de 2020

Historia de las Minas de Plata de Guadalcanal 4/8



Llegan a España, a través de Guadalcanal, los procesos de amalgamación. -

Continuación.-
A principios de 1557 se concertó con el Mosén Antonio Boteller (1630-1566), vecino de Nueva España (México), que aplicase el método de amalgamación en las minas, aunque éste no debió llegar a Guadalcanal hasta 1562. En Memorial de 29 de junio, donde se bautiza como inventor de sacar plata de los metales por beneficio de azogue, dice que vino a estas minas e “hice ciertos ensayes en ella” (González, 1831, II: 84 y ss.). Boteller recibió dinero para comprar cedazos, tinas, estopa para mangas, vinagre y sal, entre otros. Por una carta del Tesorero de las Minas de Guadalcanal, de 30 de octubre de 1564, conocemos el proceso: el mineral molido se metía en las tinas, donde por adición de mercurio (con salmuera y vinagre) y con agitación, se obtenía, tras varios días, la amalgama, así después de haberse formado las pellas de la aleación se lavaban y exprimían para sacar el azogue excedente; más delante de ellas se obtendría por calentamiento la plata (desazogue) (González, 1831, II: 158-159). Los materiales adquiridos y el método descrito concuerdan con el proceso metalúrgico enunciado por Vanoccio Biringuccio (1480-1539) en De la Pirotecnia (1540) y tienen poco que ver con el método de patio de Bartolomé de
Medina (Puche et al, 1996). Asimismo, se le permitió usar los dos ingenios de mazos existentes para la molienda (pensamos que se trata de molinos de pisones o almadenetas, accionados por caballerías y árbol de levas, los cuales se instalaron con rapidez en la minería americana.
Señalan Mafia y Rúa de Figueroa (1871, II: 91) que se tomó asiento con Boteller en 1564, pero la aplicación del método en menas de baja ley, que no podían beneficiarse por fuego, sufrió: “notables contrariedades” por ser más el coste que el beneficio. En un informe de 6 de diciembre de 1564 se señala: “por la vía que los beneficia se tiene poca esperanza de sacar beneficio de su asiento” (González, 1831, II: 163). Boteller fallecería en Guadalcanal en mayo de 1566 sin lograr que su objetivo llegase a plenitud.
El 13 de enero de 1567, desde las minas se dice que traería mucho provecho para la Real Hacienda se buscase a una persona que supiese beneficiar con el azogue las tierras y metales de baja ley. Es la época en que merman los minerales de altas leyes y la explotación se vuelve más costosa por la profundidad de las labores, pero quedan terreros, lamas y escoriales pendientes de beneficio. En febrero, se hizo asiento con Francisco Pérez de Canales y su hijo Juan para que “los beneficien con su industria con azogue” y se les autoriza para que compraran hasta diez quintales de mercurio en Almadén (González, 1831, II: 198-199). Al igual que Boteller se quedarían con una parte de la plata obtenida. Asimismo, adquieren los útiles dejados por Boteller (González, 1831, II: 206), luego suponemos usaban el mismo método.
Las cosas no sabemos si iban del todo bien, o tal vez, aunque el rendimiento era bajo, no había otra posibilidad, el hecho es que se hizo nuevo asiento para aprovechar las lamas (no escorias u otros desechos), a 20 de diciembre de 1570.
En carta de Agustín de Zárate al Rey, de 29 de mayo de 1571, pide que Francisco Pérez de Canales “se le preste un horno para fundir metales pobres que no se abrazan con el azogue” (González, 1831, II: 376) y así, el 12 de octubre de 1571, se tomó asiento con Pérez Canales para que pudiese beneficiar con fuego los desechos de metales que no pudiera hacerlo con azogue (González, 1831, II: 379), pero el 13 de noviembre Pérez de Canales no podía seguir con su asiento por que el relave de los metales pobres no tomaba bien el azogue (González, 1831, II: 379). Francisco Pérez de Canales se fue a finales de 1572 al río de la Plata, quedando al frente del asiento su hijo Juan.
Se suceden los fracasos en la introducción del método de amalgamación. En las minas americanas también hubo problemas, sobre todo al pasar de la zona de oxidación a la de cementación, al cambiar la mineralización de los ‘pacos’ a los ‘negrillos’ (Puche et al, 1996). Asimismo, en Guadalcanal el nivel freático era poco profundo y la mena estaba formada por sulfuros y sulfosales que debían sufrir un proceso de tostación previa, pero esto parece ser que aún no se había descubierto.
Agustín de Sotomayor, vino desde México a España hacia 1572. En la obra de Tomás González (1831, II: 404-414) se recopila una carta de Sotomayor a S.M., de 20 de abril de 1573, sobre el orden que ha de tener en descubrir minas y en beneficiarlas, donde se recogen sus conocimientos metalúrgicos. De allí sacamos un ejemplo: el metal seco, que es el que tiene poca plata (era el caso del mineral de Nueva España), se muele en ingenios y se mezcla con azogue en una artesa. A cada quintal de mineral se echan una cantidad variable de onzas de azogue en función de su ley, por encima se arroja una salmuera concentrada, esto se remueve con pies o manos, y luego se deja varios días en reposo, para que “se enjugue e incorpore el azogue”. Para acortar este tiempo se pueden emplear unas estufas donde se echa el metal y el vapor de agua generado penetra en la mezcla y la cuece “tan suavemente que el azogue no se quema”. Los 20 días que el metal tardaba en dar la plata en frío por el método de las estufas se quedaban en diez (González, 1831, II: 411-412). No comentamos la insalubridad del método, así como de otros procesos habidos en estas minas, que causaron numerosas enfermedades laborales.
El 12 de agosto de 1573 se hace asiento, por dos años, con Agustín de Sotomayor sobre el descubrimiento, labor y beneficio de las minas de estos reinos, en particular de las del término de Guadalcanal y agregadas (Aracena, Cazalla y Galaroza). Por tanto, debía no sólo extraer el mineral, sino realizar el beneficio, bien fuese por fuego o bien por azogue, y hacer los ingenios, hornos e instrumentos que necesitase (González, 1831, II: 422). Señalan Mafia y Rúa de Figueroa (1871, III: 176) que “hizo ensayos comparativos con el método allí en uso, siendo excelentes los resultados según Sotomayor y funestos según el parecer de los que regían aquellas minas. Pidiose (a 3 de enero de 1574) la repetición de estos ensayos, y aun cuando Sotomayor accedió a ello, no volvió a Guadalcanal.

Una nueva etapa

La presencia de Jerónimo de Ayanz y su máquina de vapor para regular las minas. -  
En 9 de enero de 1582, se tomó asiento de las minas viejas de Guadalcanal con Juanes Julius, médico natural de Arrás, en el condado de Artois (Norte de Francia, entonces Flandes) y con el licenciado Ferdinandus Favolius, de Colonia (Alemania), los cuales a parte de la concesión de las minas podrían aprovechar lo que quedase de la antigua explotación (tornos, fuelles, bombas, maromas, etc.), pero tendrían que pagarlo cuando obtuviesen beneficio (González, 1831, II: 600-606). Las minas se empezaron a trabajar de nuevo el 7 de agosto de 1583 (González, 1831, II: 608). Pero, por la relación que manda en verano de 1585 el Administrador puesto por el Estado, Hernando Delgadillo, sabemos que trabajaban en las minas unas 40 personas (muy pocos de ellos en interior) y se fundía en dos hornos, afinaciones aparte.
Además del uso de la fundición, siguieron amalgamando los minerales pobres: “Los desechos que han parecido útiles para el azogue se han ido reservando para él, los cuales se van beneficiando”. Y se prosiguió con las obras del socavón de desagüe, pero como la roca era dura tuvieron que ablandarla con fuego (método de las caldas) (González, 1831, II: 615). Vemos labores esporádicas, intentos frustrados, pero actividad más o menos continuada.
Pese a lo decaído de las minas, llama la atención que en las Nuevas Leyes y Ordenanzas de Minas de Felipe II de 1585, cualquier persona, nacional o extranjera puede buscar y beneficiar minas, exceptuando Guadalcanal y minas anexas que quedan a disposición de la Corona (Calvo Rebollar, 1999). Parece como si la Corona no perdiese la esperanza de volver a sacar provecho de estas minas que tanto le habían dado. Es en este contexto, cuando, en 1587, el capitán Joan Magarit trató de desaguar las minas aportando un ingenio inventado por él, pero sin gran éxito (García Tapia, 2001). Desconocemos las características del ingenio.
El 30 de septiembre de 1596 se envió al capitán Diego Galván como Visitador de las Minas, el cual informa de malversaciones realizadas a la Real Hacienda por Hernando Delgadillo. Para comprobar estos datos, en noviembre de 1597 se enviaron a Guadalcanal a varias personas, que confirmaron las malas prácticas. Por aquellas fechas (8 de julio de 1597) Gerónimo de Ayanz (1553-1613) ya había sido nombrado Administrador General de las Minas del Reino (incluyendo las de América) y pronto corrió la noticia que iba a visitar estas minas (González, 1831, II: 622-624). Señala Gerónimo de Ayanz “S.M. me mandó á ocho de julio del año de mil quinientos noventa y siete fuese á visitar las minas de estos reinos”. Tras recorrer numerosas explotaciones mineras, del centro y sur de España, llegó a Guadalcanal, donde hizo asiento para reconocer aquella tierra y mina. Allí comprobaría que las labores de Pozo Rico estaban en más de 130 estados (>217m) de hondura, la madera de los adames podrida y el pozo del ingenio de desagüe hundido. Ante la imposibilidad de recuperar este último pozo, Ayanz ordena entibar algunas labores colindantes. También prospecta personalmente los filones aflorantes en la zona, encontrando bonanzas y pozos antiguos tapados (Tomás González, 1831, II: 626-630)
En 1608, Ayanz había dejado el cargo de Administrador General de las Minas del Reino, tal vez para dedicarse a la actividad privada. Así, con fecha 3 de agosto de 1611, se da cédula al Dr. Simón de Meneses (del Consejo de S.M. y Oidor de la Real Audiencia de Santo Domingo), Gerónimo de Ayanz, Dionisio L’Hermite (comerciante flamenco, residente en Valladolid) y Pedro de Baeza (minero de Guadalcanal) para beneficiar la mina vieja de Guadalcanal del Molinillo y la del Cotorrillo (González, 1831, II: 648)
En 1602, Ayanz había presentado al Rey una serie de inventos y pide que estos sean revisados por algunos matemáticos e ingenieros, es el caso de un hornillo de ensayos, un nuevo tipo de balanza, un equipo de buceo para recolectar perlas, una desazonadora, un mecanismo de ventilación de minas, una máquina de vapor para desagüe de explotaciones mineras o diversos aprovechamientos de energía eólica o hidráulica en la molienda de mineral o en la metalurgia, entre otros. Buena parte de los inventos de Ayanz responden a las necesidades que se le plantean en las minas que visita. La revisión de la calidad de los diseños fue realizada por el ingeniero militar italiano y profesor de Matemáticas Julián Firrufino (†1604) y por el experto en Geometría y Cronista Mayor del Reino Juan Arias de Loyola, que dieron su visto bueno. En septiembre de 1606, Felipe II concede privilegios de invención (patentes) a 58 inventos de Ayanz (García Tapia, 1992). Señala García Tapia (2000). “Las ricas minas españolas de Guadalcanal se habían perdido a finales del siglo XVI, precisamente por la inundación de sus pozos, al no suponer de máquinas lo suficientemente potentes para desaguarlas. En estos momentos es nombrado Ayanz administrador general de las minas, lo que sirve de acicate para inventar ingenios de desagüe de nuevo tipo, llevándole a inventar un ingenio de vapor “(García Tapia, 2000). Esta máquina de vapor es anterior a la de Tomás Savery (1650-1715), la cual sería puesta en marcha en 1696. En la biografía de Ayanz, de García Tapia (2001), en la parte dedicada a las minas de Guadalcanal, hay un epígrafe titulado: ¿Llegaron a trabajar las máquinas de vapor en las minas?, donde el autor defiende con fuerza esta posibilidad, aunque no hay datos concretos al respecto.

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lunes, 30 de marzo de 2020

Guadalcanal siglo XVI 2/2

Economía, comercio y sociedad en época de crisis (2) 

1.       CONSIDERACIONES GENERALES.

La economía del partido de Llerena en el siglo XVI es, como casi en toda España. esencialmente agraria. La agricultura y la ganadería son en todas las poblaciones estudiadas las actividades dominantes, tanto por el valor de la producción como por el porcentaje de población acusa empleada en ellas. La agricultura, casi exclusivamente de secano, descansa sobre los cultivos de cereales, especialmente trigo y cebada, a los que se dedica la mayor parte del terrazgo, en tanto que la ganadería, cuya importancia real era inferior a la que podíamos suponer, se basa de forma preponderante en la explotación del ganado ovino, que en buena parte procedía de fuera.
La artesanía y el comercio eran sectores muy reducidos. Sí se exceptúa la capital, Llerena, donde se registra una actividad artesanal y mercantil superior a la normal de la zona. en el resto del partido las actividades secundarias y terciarias, ejercidas por muy pocas personas, se limitaban al mínimo imprescindible:
la producción de algunos artículos básicos para satisfacer la demanda local (cueros, zapatos, aperos agrícolas, ciertos géneros alimenticios, etc.), la construcción y el pequeño comercio de productos agrarios y textiles. La minería, que en la segunda mitad del siglo anterior había tenido una notable importancia gracias sobre todo al fulgurante, aunque efímero, desarrollo de las minas de plata de Guadalcanal (1), es en el siglo XVI                                                    un sector completamente abandonado, que no da ocupación a más que a tres o cuatro viejos ilusos buscadores de plata. Por estas razones, el presente capítulo se reduce precisamente al estudio de la agricultura y la ganadería, extraordinaria para las comunidades vecinales y sus ayuntamientos. Aunque de forma insuficiente, la existencia de extensas fincas municipales contribuía a paliar el problema generado por el desigual reparto de la propiedad, facilitando que, en algunos casos, los campesinos sin tierra o con propiedad insuficiente pudieran encontrar un recurso complementario para no vivir en la indigencia.
Los montes, especialmente, constituían un pequeño seguro para la mayoría de las economías familiares, que pueden aprovecharlos con algunas, pocas, cabezas de ganado, principalmente de cerda, además de obtener lena y algo de caza, lo que les garantizaba un nivel de subsistencia. Sin embargo, los humildes no fueron los principales beneficiados de los bienes comunales. En el siglo XVI, las mejores tierras mundiales, las dehesas, estaban generalmente sustraídas al aprovechamiento común, pues las crecientes necesidades financieras de los ayuntamientos, causadas sobre todo por el incremento de la presión fiscal, determinaron que estos procedieran a arrendarlas a particulares mediante un sistema de publica subasta. El problema se acentu6 en la segunda mitad de siglo, a partir
del momento en que se disparan los gastos por la guerra de Portugal, y paralelamente del endeudamiento de los muñidlos, que se vieron obligados a hipotecar sus propios en censos al quitar, que originaban nuevas deudas. Al finalizar el siglo, la situación financiera de los principales ayuntamientos era extraordinariamente grave. Llerena tenía sus propios hipotecados por el Convento de Monjas de la Concepción de Guadalcanal, al que debía pagar por un censo 9.270 reales anuales, y otras sensualidades a los que adeudaba los réditos de diferentes años.
Con el objetivo de sanear la hacienda municipal, una Real Cedula del 2 de diciembre del 1693 autorizaba al Cabildo de Llerena a empeñar la dehesa del Encinar, la más predada de todas sus dehesas, a la obra pía fundada por el capitán Diego Fernández, que ofreció por ella 552.795 reales de vellón (27).
Por las mismas fechas, el estado de las finanzas del Ayuntamiento de Azuaga era tan difícil que sus propios estaban administrados por la Real Cancillería de Granada (28). Igualmente, otros municipios como el de Bienvenida, Guadalcanal y Los Santos sufrieron grandes apuros.
Ahora bien. prescindiendo de esta cuestión que se nos antoja insoluble, un hecho parece cierto, la concentración de la mayor parte de las tierras en un pequeño número de propietarios. Existen indicios que invitan a pensar en ello.
Si se examinan, por ejemplo. los expedientes de arrendamiento de las medias innatas y vacantes de las encomiendas, se comprueba la existencia en las villas importantes de un bajo número de personas, que participan en las operaciones de arrendamiento y ofrecen fianzas en tierras, cuya superficie supera casi siempre las 200 fanegas de sembradura. El caso más llamativo que conocemos es el de Don Pedro Iriarte Ponce de León, yerno y regidor perpetuo de Guadalcanal, que en 1690 aseguró el arrendamiento de la encomienda de esta villa poniendo como fianza, entre otros bienes, 1.500 fanegas de tierra, tres heredades de viña y un olivar (38). Podríamos mencionar otros arrendatarios que dan también fianzas muy veladas, pero redundamos a ello para no caer en un relato prolijo, que no nos conduciría a ninguna conclusión nueva.
El bajo porcentaje de cereal en Guadalcanal es excepcional y se explica cómo veremos más andante, por la singular importancia de viñedo en esta villa. Los valores restantes son los normales de la zona, como confirman los porcentajes obtenidos en otras poblaciones. a pesar de no ser muy representativas por haber sido calculados sobre un corto número de años. Los resultados conseguidos son los siguientes: en Ahillones d 75%, en Bienvenida el 62%, en Llerena d 50% y en Palomas el 70%. Probablemente, el porcentaje de Llerena era superior al expresado. si tenemos en cuenta que se ha obtenido con los datos de producción de tres años, que coinciden precisamente con una de las peores crisis agrícolas de siglo en esta zona, la de 1630-1632. Por tanto, no es aventurado estimar
que el valor de la producción cerealística representaba aproximadamente un 70% del total de la producción agraria. Este porcentaje está sujeto a notables variaciones interanuales a causa de las fluctuaciones de la producción y de los precios agrícolas.
La cebada era el segundo cereal en importancia. El volumen de su producción es, en conjunto. sensiblemente inferior al del trigo, no llegando a alcanzar el 60% de este en poblaciones como Azuaga, Bienvenida y Ribera. Só1o en zonas de suelos pobres como Guadalcanal y Palomas, la producción de cebada superaba generalmente la del trigo. Las principales áreas productoras eran también Azuaga, Bienvenida, Ribera y Los Santos.
Las zonas productoras más importantes estaban al sur del partido:
Guadalcanal, Fuente del Arco y Azuaga. En Guadalcanal el primero tenía una importancia singular hasta el punto de que, en algunos años, el valor del diezmo del vino superaba ampliamente d de los cereales, así, el valor total del diezmo del vino del quinquenio 1661-1665 excedió, según nuestros cálculos, en un 34% del conjunto del trigo y la cebada. En Fuente del Arco, aunque no alcanzó esta importancia, su participación en el valor final de la producción agrícola se situaba también por encima de la media general. En d periodo 1631-1634, del valor del diezmo del vino representó cerca del 70% del de los cereales. Otras zonas productoras, con un carácter ya muy secundario, eran Llerena, Puebla de Sancho Pérez y Los Santos.
La escasez de datos decimales impide evidentemente realizar un análisis de la evolución de la producción, sin embargo, todos estos datos y otros muchos más de tipo cualitativo procedentes de fuentes diversas (63) apuntan a un hecho seguro. una fuerte reducción de la producción, que probablemente alcanzaría sus niveles más bajos entre 1640 y 1670. Así, en Fuente del Arco el valor del diezmo de vino en 1631 só1o representaba un 54% del correspondiente a 1603. En Guadalcanal, el valor del producto decimal, con respecto al de esta última fecha, era en 1645 de un 40% y de un 53% el del promedio
del quinquenio 1661-1665. Mayor aun fue el descenso experimentado en Azuaga. pues en 1660 el valor del diezmo no significaba más que un 20% del que tenía en 1603. Esta tendencia se prolongaría probablemente durante el resto del siglo, al menos en Azuaga y Granja, dado que en una descripción de la encomienda de 1681 se Informa de la perdida de muchos pagos en el área de Malcocinado y la Cardenchosa,"cuyos diezmos antiguamente se arrendaban por separado y ahora, por haber impartido muchos pagos, se arrendaba todo junto con la principal" (64).
Los cultivos de plantas industriales estaban igualmente poco extendidos en la zona. El diezmo de Uno aparece datado en las descriptoras de casi todas las encomiendas,
pero sus valores nunca se expresan, a excepción en algunas ocasiones, de los pertenecientes a las encomiendas de Guadalcanal y Reina, únicas zonas donde tuvo una relativa importancia. alcanzando en 1603 un valor por arrendamiento de 880 y más de 1.500 reales de vellón respectivamente.
El zumaque se cultivó en varias localidades, especialmente en Guadalcanal y, en menor medida, en Los Santos y Lerena. En Guadalcanal su producción era considerable a comienzos de siglo, pero fue decreciendo a lo largo del mismo, según indican los escasos datos decimales disponibles: 2.200 arrobas en 1603, 1250 en 1628 y tan solo 360 en 1645.
Los cultivos de la huerta, como sucedió con otros cultivos a medida que va avanza el siglo va dejando sentir la crisis de forma más o menos acentuada según los lugares, pero en todos los casos se constata una considerable disminución de los valores de los diezmos y, por tanto, de la producción. En Guadalcanal, d valor del diezmo de 1647 só1o suponía un 21% de de 1603, pero se recupera posteriormente y pasa a ser de un 80% en 1660. En esta fecha, el diezmo de Azuaga se había reducido a un tercio de su valor en 1603, recuperándose igualmente después, y pasa a ser con respecto al de esta última fecha de un 68% en 1691.
La Dehesa y los Baldios en la Encomienda de Llerena, con los municipios, muy extensos, disponían de un elevado número de dehesas. Destaca en primer lugar Lerena con 9 dehesas más 3 baldios adehesados, que de hecho se habían convertido en dehesas; Guadalcanal en segundo lugar con 10, seguida de Usagre con 7, etc. Parece un hecho frecuente en la época modem que los ayuntamientos procuraran alargar sus dehesas a costa de los baldíos o bien que convirtieran algunos de estos en dehesas, como hemos comprobado en Lerena y Azuaga. En total, hay constando documental de 57 dehesas, a las que habría que sumar 7 baldíos adehesados, cuya superficie no es posible determinar con exactitud, pues las fuentes del siglo XVI apenas informan sobre este aspecto y el Catastro no especifica en muchos casos la superficie de cada dehesa, y en otros ni siquiera la del conjunto, Ultimándose a ofrecer el dato de la superficie de la totalidad de dehesas, baldios y ejidos. No obstante, se puede evaluar la superficie de estas 64 dehesas concejiles en unas 100.000 fanegas de trigo en sembradura, lo que representa un 30% de la extensión del partido.
Los precios de arrendamientos en las dehesas eran elevados para la época, así la Dehesa del Palacio. propia de la encomienda de Guadalcanal, en el término de Reina. Los valores de sus arrendamientos fueron 140.000 maravedís en 1604, 120.700 en 1645 y 112.000 durante los años 1655-1657.
En cuanto a la cabaña de ganado de la época, noticias aisladas, pero igualmente significativas, se encuentran también para poblaciones como Guadalcanal, Don Pedro Iriarte Ponce de León oferta en 1690 como fianza al arrendamiento de la encomienda, entre otros bienes, 3.000 cabezas de ganado lanar. En Azuaga, el presbítero Femando Muñoz de Aldana debía en 1609, 100 borregos del diezmo de ese año. En Bienvenida, había varias familias de ricos hidalgos como los Gordón.
Si son más objetivos los datos del ganado cabrío. Las características de este ganado, bien adaptado a parajes difíciles y poco exigente en alimentación, permiten tenerlo como un recurso ganadero complementario de bajo coste, lo que explica su extensión en
todo el partido, pero especialmente en las áreas serranas y montuosas de Guadalcanal, Azuaga. Reina, Oliva y Palomas. En estos lugares, el valor del diezmo alcanza en algunos años cifras considerables. Por ejemplo. En Guadalcanal estuvo arrendado en 1603 en 53.000 maravedís; en Oliva en 35.700 maravedís en 1670, etc.
Por último, el ganado vacuno, esta extendido logicamente por todo el partido, teniendo en cuenta que las labores de arado se seguían haciendo fundamentalmente con yuntas de bueyes y que, además, proporcionaban carne, leche y cueros; pero su importancia era inferior a la de las especies ya estudiadas, pues el diezmo de becerros, por su corto valor, aparece generalmente formando parte del bloque de las minucias y pocas veces figura su importe. No obstante, en algunas poblaciones presenta un valor estimable. Así, en 1603 valió de diezmo de becerros de Lerena 73.526 maravedís, en Azuaga y Granja 27.000 y 45.000 en Guadalcanal. También debía de tener cierta importancia en Los Santos, ya que en 1628 aprovecharon el agostadero de la dehesa del Moral 452 vacas de cuernos de la villa (98). A medida que pasa el siglo estos valores se reducen, como se puede observar en los casos de las encomiendas de Azuaga y Guadalcanal.
El comercio era muy diverso en la encomienda, como ejemplo, el de la miel y la cera.  Este diezmo presenta también valores apreciables en Lerena (25.179 maravedís en 1603), Guadalcanal (10.200 maravedís en 1645) y Oliva (27.000 maravedís en 1672).

2.      ARTESANlA Y COMERCIO. -
Una actividad muy importante era la textil, el lino se trabajaba en varios lugares del partido, especialmente en la zona sur: Guadalcanal, Fuente del Arco, Casas de Reina, Trasierra y Ahillones (103). La seda, al parecer, só1o se trabajaba en Llerena; la única información de estos materiales sobre esta rama textil procede de una reclamación hecha por la mesa maestral contra diez vecinos de Llerena para que pagasen el diezmo de seda, pero la producción seria insignificante, pues el valor del arrendamiento de este diezmo sólo ascendía a principios del siglo a 1.500 maravedís (104). La elaboración de paños de lana tenía tambien poca importancia, pese a la abundancia de materia prima. La producción era de paños bastos y de poca calidad, destinada al consumo local de una población de escasos recursos y poco exigente. Una buena parte de la producción debía de tener un carácter doméstico. En cualquier caso, se trata de una actividad sin relieve, como demuestra el bajo número de tejedores existentes en las principales poblaciones del partido.
En Llerena. só1o aparecen registrados en el libro de enterramientos de la Parroquia de Santiago, durante el periodo 1612-1699, doce tejedores; En Azuaga. según el padrón ya datado de 1659, únicamente había dos tejedores; y en Los Santos, uno en 1688. En las poblaciones mencionadas y probablemente en otras existían otros oficios relacionados con esta actividad: cardadores, hilanderos. tundidores y sastres; pero ocupaban a muy pocas personas.
Otros trabajos artesanales eran la transformación del zumaque y el de la piel, sobre el que existen algunas referencias en Los Santas, Guadalcanal y Llerena. En esta ciudad, la curtiduría era uno de los ramos más usados de las alcabalas, arrendándose durante el primer tercio del siglo en más de 225.000 maravedís anuales. En la población de la Encomienda y especialmente en Guadalcanal, había un gran índice de producción de vinos y una actividad minera irregular.
Todas estas actividades agrícolas, ganaderas y comerciales eran expuestas en las ferias anuales. Las ferias más Importantes eran las de Guaditoca en Guadalcanal y, sobre todo, la de San Mateo en Llerena, que se celebraba en el mes de septiembre por privilegio ferial concedido en la Baja Edad Media (117). Durante el primer tercio del siglo, la feria de San Mateo alcanzó un auge notable, pues sus alcabalas se arrendaban ordinariamente en tamo a los 115.000 maravedís (118). Además, Llerena gozaba. por un privilegio concedido por la reina Dona Juana en 3 de diciembre de 1515 y confirmado por Carlos I en 15 de mayo de 1517, del derecho de tener un mercado franco cada martes para los forasteros de todo lo que vendiesen y comprasen (119). La vitalidad del comercio de Llerena queda confirmada también por el elevado valor de las alcabalas del viento, que en el periodo dotado se situaba alrededor de los 200.000 maravedís anuales.

ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS. -

Dirección General de Rentas.
Del Catastro de Ensenada se han utilizado las respuestas generales de los pueblos siguientes: Ahillones (Lib. 134), Azuaga (Lib. 134), Bienvenida (Lib. 136), Casas de Reina (Lib. 138), Fuente del Arco (Lib. 140), Fuente del Maestre (Lib. 140), Granja (Lib. 141), Guadalcanal (Lib. 141), Hinojosa (Lib. 142). Llerena (Lib. 143), Maguilla (Lib. 144), Oliva (Lib. 146), Palomas (Lib. 147), Puebla de Sancho Pérez (Lib. 147), Reina (Lib. 148), Ribera (Lib. 148), Los Santos (Lib. 149), Trasierra (Lib. 151) y Usagre (Lib. 152


lunes, 23 de marzo de 2020

Historia de las Minas de Plata de Guadalcanal 3/8

Mecanización de las minas. -

A) Ingenios accionados por el árbol de levas Según los datos que conocemos, estas minas fueron las primeras de la península Ibérica en sufrir un amplio proceso de mecanización en sus instalaciones.
En la Edad Media se descubre el árbol de levas, y gracias a él aparecen las ferrerías hidráulicas, donde fuelles y martinetes quedan accionados mecánicamente con importante incremento productivo. Rápidamente estas innovaciones pasan a otras industrias, como es el caso de las del metal.
Los fundidores sevillanos que había mandado traer Mendoza, señalaban a 31 de mayo de 1556 “que les parece que se hagan ingenios de caballos (…) para moler, fundir y afinar”, para ahorrar mano de obra. En octubre de 1556 el Mendoza, con oposición de los maestros alemanes: “tomó por opinión que los hornos de fundición se soplasen con unos ingenios que trujese un caballo, con unas lievas (árbol de levas) que meneasen los fuelles” (González, 1831, I: 299). Llama la atención
de la aplicación en las minas de España de artilugios mecánicos tales como los descritos por George Agrícola Diego López, en carta de 16 de junio de 1557, informa que “el ingenio de moler y lavar se acabará esta semana” (González, 1831, I: 467), aunque no sabemos exactamente de qué tipo era. Ahora ya sólo faltaban por montar otros ingenios, tal es el caso de los que accionaban los fuelles para el soplado de los hornos.
Juanes de Wittemberg, técnico alemán que había sido enviado por el Rey a estas minas, propuso otro tipo de ingenios, pero decía que en Guadalcanal no había maestros para hacer las invenciones que él proponía y: “que convenía el ir por ellos a Alemania”. Diego López contesta que no se habían hecho ingenios hidráulicos, como los que existen en la Nueva España, por falta de caudales hídricos en la zona (González, 1831, I: 472). En el Sur de España no llueve tanto como en Alemania.
Año Producción
Onzas de ag.
1555
 —-
1556
597.720
1557
427.496
1558
592.904
1559
542.048
1560
159.304
1561
67.688
1562
94.880
1563
125.224

Mendoza, al inicio de 1558, señala que algunas personas “con deseos de servir hacen algunos ingenios” y que deben sacar provecho de ello (González, 1831, I: 514-515) y que el mineral se guardan en una casa “que hice para beneficiarlo con el ingenio de moler y lavar”, máquina que era movida por caballerías (González, 1831, I: 523, carta de Mendoza de 4 de febrero de 1558), aunque por entonces también había trituración y estrío manual.
En 1558, se mencionan ocho hornos de fundición, la mitad fundía una semana y la otra mitad la otra: “dos hornos andan con fuelles con ingenios de acémilas y losotros dos a mano” (González, 1831, I: 525). También se hizo un ingenio para moler la carbonilla. Por aquellas fechas, Mendoza escribe al Rey: “los ingenios de fundición andan buenos, y el de moler y lavar: mando hacer otros, porque es mucho el provecho que dellos se saca” (González, 1831, II: 22). En 1576 existían “dos ingenios de moler (ambos en la misma casa), que los trae de ordinario una acémila cada uno, y sufre moler con solo ella ocho horas, y molerá cada día 15 quintales cada uno con sola una negra (una mujer esclava) que lo rige” (González, 1831, II: 452)
En carta de Agustín de Zárate, de 5 de enero de 1571, a los oficiales de las minas se dice que el problema principal para trabajar en ellas “es el desaguar de los pozos”, por eso Mendoza trató de hacer un socavón, pero la roca era muy dura y pensó que esta obra llevaría muchos años, por lo cual contrató al maestre Han para que hiciese un ingenio de desagüe a través de un pozo donde se recogiesen todas las aguas (González, 1831, II: 357)
El 13 de septiembre de 1559, el maestro Han Aptos, natural de Malinas (Bélgica), se incorpora a las minas como carpintero y para construir ingenios (González, 1831, II: 44) e hizo la máquina para desaguarlas (González, 1831, II: 117) y parece ser que contó con la ayuda de Baltasar Jiménez, vecino de Toledo, contratado al efecto en 22 de julio hasta el 20 de septiembre de 1561 (González, 1831, II: 88). Han se encargaría de los desagües hasta diciembre de 1566, año que con el pretexto de la enfermedad de su mujer desaparece de las minas (González, 1831, II: 195)
En su ausencia se rompería la máquina y tuvieron que ir a buscarle para repararla. Vuelve en agosto de 1567, suponemos que, con paga ligeramente mejorada, tardando 64 días en poner la cadena al ingenio de desaguar y una vez realizado su trabajo se fue de nuevo, quedando al cuidado del ingenio Juan Quero, ademador (entibador) mayor (González, 1831, II: 214-215). El 8 de enero de 1568 los oficiales de las minas comunican que ha quebrado el árbol (el eje) de la cadena del ingenio del maestre Han y que no se podría arreglar hasta el verano.
De todas formas, en 1568 existían siete tornos para sacar agua, mediante zacas (González, 1831, II: 240). Aunque: “no basta el ingenio, ni los tornos ordinarios para sacar la mucha agua que mana en los pozos” (González, 1831, II: 241). Juan Quero fallecería en el verano de 1570 (González, 1831, II: 281) A través de textos sueltos de la obra de González (1831, II) podemos reconstruir la morfología del ingenio Era una máquina muy costosa (Zárate, a 5 de enero de 1571, evalúa el gasto de funcionamiento en más 1500 ducados/año). Subía el agua con gran fuerza y violencia, desde una profundidad de 40 estados = 47m (1 estado = 2 varas = 1,67m, el tamaño de un cuerpo humano) (González, 1831, II: 349). Se accionaba por medio de dos machos y en él trabajaban “ocho y algunas veces doce acémilas”, por turnos, con ayuda de dos acemileros (González, 1831, II: 419). El movimiento se transmitía a través de engranajes a un eje con dos cadenas en las que estaban fijadas ciertas ‘zacas’, hechas de herradas y tablas de álamo, y con ellas se sacaba agua en gran abundancia. Al tener el pozo una gran profundidad, debido al peso las cadenas, con sus zacas llenas de agua, estas se rompían con frecuencia, por eso siempre andaban de reparaciones: “con excesivo trabajo, la mayor parte del tiempo se ocupa un herrero de conectar y reparar el dicho ingenio, demás de la obra de carpintería” (González, 1831, II: 387). Pero eran poco hábiles en su arreglo. En 1571, Han residía en Almadén, donde los Fúcares le tenían contratado, suponemos que, con mayor sueldo, “en invenciones y labores que hace de gran importancia” (González, 1831, II: 358). Por aquellas
fechas Zárate solicita (y más tarde los oficiales de las minas hacen lo mismo) se le mande que vuelva a Guadalcanal, aunque su salario sea alto “porque es muy necesario para la sustentación deste ingenio”, antes de que las aguas hundan el pozo (González, 1831, II: 356)
Como Han no retorna, ni hay persona que pueda suplirle, la solución es desaguar por socavón. Por carta de los oficiales, de 24 de julio de1572, se pide abrir una contramina hacia el valle “por donde se podría desaguar con bombas, tornos ú otra manera más fácil, segura, y menos costosa” (González, 1831, II: 387). En carta de 18 de mayo de 1573 del tesorero de las minas, Gerónimo Anuncibay Bohórquez (†1577), vuelve a insistir en la necesidad de realizar una contramina de 53 estados, para mejorar el desagüe.
El 17 de marzo de 1576 con las minas en pleno debacle informan a S.M. que “era preciso renovar la cadena del ingenio y muchas piezas de las ruedas” (González, 1831, II: 474). En carta de 22 de mayo de 1576 se informa del quebramiento del ingenio de agua, así como de haberse hundido el pozo de la Mineta, donde estaba dicho ingenio, lo que en cierta medida era el fin de la mina, ya que sin desagüe esta perdía en gran parte su acceso. Y, por tanto, se convenía al servicio de S.M. que cesase la labor de los pozos añadiendo además otras razones, como la peligrosidad, costos de explotación, falta de recursos y otros.
En el inventario tras el cierre se habla de la “casa del ingenio, que es una pieza grande, alta y de buen edificio, con dos arcos, y una pieza dentro pequeña” (González, 1831, II: 482). El desagüe será la mayor dificultad técnica, en el laboreo de estas minas, a lo largo de la historia. Señala García Tapia (2001: 255) que “El problema de la inundación había llegado a ser tan angustioso, que tuvo que proponerse la presencia del propio Juanelo Turriano, para resolver el asunto”. El ingeniero italiano Turriano (1501-1585), había logrado el abastecimiento de aguas a Toledo, subiéndolas desde el río Tajo hasta el Alcázar, con un desnivel de 100m, mediante un curioso ingenio de cucharas.


En 1553, Bartolomé de Medina (1497-1585) había inventado en las minas Pachuca (México) el método de patio, para extraer mediante amalgamación metales preciosos. Rápidamente se incrementó la producción de plata y las noticias de dicho procedimiento extractivo llegaron a la Península. En carta de Felipe II, de 15 de febrero de 1557, remitida desde Bruselas al Consejo de Hacienda, hablando sobre Guadalcanal, se señala: “acá parece que no se debería vender el azogue, por que sería más provechoso así para lo de la Nueva España” (González, 1931, I: 386). Almadén no tenía una producción suficiente para surtir a las minas españolas y mexicanas a la vez, optándose por el envío del mercurio al Nuevo Mundo.
Desde 1557, hasta el cierre de las minas en 1576, vamos a encontrar a una serie de personajes que intentaron introducir estas innovaciones en Guadalcanal. En carta de Mendoza, de 10 de junio de 1557, se menciona a un tal Rivas (desconocemos si este coincide con un tal Pedro de la Rivas, testigo de Bartolomé de Medina el 26 de enero de 1557 en México, citado por Castillo Martos, 2006): “que es la persona con quien V.M. mandó tomar asiento para sacar plata sin fuego, no à comenzado a usar de su invención” (González, 1831, I: 416) aunque se duda del procedimiento. En el Memorial que dirige, ese mismo año, al Consejero Real para temas de Minas, el Dr. Velasco, señala: “El sacar metal con azogue, se tiene en la Nueva España por muy acertado, porque se labran minas que se tenían perdidas, y no se sufría entender en ellas por ser metal muy pobre, y en España creo que será lo mismo” (González, 1831, I: 437) y pide se busque un experto en Italia. En carta de Mendoza a Felipe II, de 29 de octubre, se dice: “De la Nueva España me escriben que se aprovechan mucho del azogue, y que sacan la plata con él de todos los metales, tengo la relación de cómo se hace, y pienso proballo, aunque estoy tan incrédulo de esto, como de que se puede sacar la plata sin fuego”. La Corona le pide que se informe bien y haga las pruebas necesarias, también que señale que cuanto azogue necesita para que se lo manden desde Almadén (González, 1831, I: 437 y 496) y en carta de 17 de septiembre de 1758, Mendoza señala: “lo del azogue probé, y tengo muy particular relación de cómo se hace en la Nueva España: para el metal de Guadalcanal no es bueno” (González, 1831, I: 555). Es, que sepamos, el primer intento práctico de introducir la amalgamación en la Península.

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